Colón regresó de su primer
viaje y arribó a España, después de su
famosa entrevista con el rey portugués, (marzo de 1493), y se fue a descansar
dos semanas a la Rábida. Allí esperó su audiencia en la corte que fue al año
siguiente.
En su paso por las tierras de
España, reconquistadas a los musulmanes, muchos hombres se le ofrecían a Colón
para enrolarse en un nuevo viaje. Gentes jóvenes que habían sentido la guerra y
eran hijos de soldados de reyes que habían luchado contra los árabes. Entre
esos muchachos estarían los grandes conquistadores que luego fueron, Francisco
Pizarro y Hernán Cortés.
El relato de Björn Landström,
sobre el recibimiento de Colón por parte de los Reyes Católicos en Barcelona,
es muy ilustrativo respecto a lo que sucedió: "Se engalanó la ciudad como
para una fiesta, y cuando el Almirante y su séquito llegaron a las afueras, lo
recibieron altos cortesanos. Al penetrar en el salón del trono se levantaron
los soberanos, y cuando Colón quiso arrodillarse y besarles la mano, hicieron que se levantara y sentara en una silla cerca de ellos. Colón fue el
único al que se le permitió permanecer sentado en su presencia.
Entonces les hizo el relato
del viaje y de las islas con su fresca vegetación y sus habitantes desnudos...
Les presentó a los indios casi desnudos, quienes rezaron el Ave María y se
santiguaron. Sus hombres traían jaulas con cacatúas, grandes ratas indias y
pequeños perros que no podían ladrar. Abrieron barriles con extraños pescados
en salazón y arcas con algodón, áloe, especias y pieles de grandes iguanas. Les
mostraron arcos, flechas y porras, y el Almirante les habló de los caribes
devoradores de carne humana o caníbales, y de las sirenas frente a Monte
Christi, pero aseguró que no había visto ninguno de los monstruos que los
cosmógrafos creían existentes en las islas al fin de la tierra. Luego les
mostró el oro: coronas de oro, grandes máscaras decoradas con oro, ornamentos
de oro batido, pepitas de oro, polvo de oro. Los soberanos se arrodillaron, y con
ellos todos los presentes, dando gracias a Dios que había puesto estas cosas en
sus manos. El coro cantó un Te Deum, y las crónicas dicen que todos los ojos se
llenaron con lágrimas de indescriptible alegría".

Colón vivió su momento de
mayor esplendor y gozó durante este tiempo de todo el favor real. Los reyes se
mostraban contentos con su hazaña, alegría que aumentó tras la dictación de las
bulas de donación por parte del papa Alejandro VI. Para Isabel era la
oportunidad de ampliar el cristianismo y para Fernando era la gran demostración
del poder de España en Europa y estaba dispuesto a la conquista completa de
aquellas tierras.
Los acontecimientos que
sobrevinieron después sobrepasaron a Colón. Desde Roma se dirigió una bula para
los reyes y también nombra en ella a Colón. El Papa bendecía la gesta y
aprobaba la conquista que se organizaba, a cambio de que se difundiera la
cristiandad por el nuevo mundo y también controlaría las riquezas. Comenzaría
entonces la explotación de las nuevas tierras. Colón había logrado su sueño. Recordó
la fuerza de una pasión que tuvo desde joven, cuando por entonces pudo
presenciar el ocaso de Génova. Tuvo la certeza de que su porvenir ya no estaba
allí y a los 25 años se marchó en una expedición comercial, esta vez no a Oriente
sino a Occidente. Jamás volvería a su tierra.
Dieciséis años después de su
partida de Génova para Colón su objetivo había sido cumplido, había logrado lo
que pensaba desde hacía años. El 15 de marzo de 1493 llegó Colón a España de
vuelta de su impresionante viaje en el que al principio nadie confiaba. Había
logrado el favor de los Reyes Católicos, nada menos. Pero todo esto lo iba
recordando, a su vuelta del viaje, a medida que iba viendo como la noticia y
fama de su gesta le sobrepasaba. Los reyes, la nobleza, el propio papa y los
navegantes y aventureros, todos hablaban y escribían sobre ello.
Había que organizar un
segundo viaje, más elaborado y planificado.
El nuevo viaje partió de
Cádiz el 25 de septiembre de 1493, saliendo de Hierro el 13 de octubre y
llegando la isla Guadalupe el 4 de noviembre, descubriendo Puerto Rico y
Jamaica.
En este segundo viaje iban
unos 1.200 hombres. Llevaban caballos y ganado bovino, también semillas de
trigo y otras. Se hizo en prosecución de tres objetivos: socorrer a los
españoles del fuerte de la Navidad; continuar los descubrimientos, tratando de
alcanzar las tierras del Gran Khan; y colonizar las islas halladas
anteriormente. Se reunió una fuerza formidable de casi mil quinientos hombres
(800 soldados, religiosos, profesionales, campesinos y hasta soldaderas), que
fue preciso embarcar en 17 barcos; 14 carabelas y tres naos. Todo esto se hizo
en poco más de cuatro meses gracias al Obispo don Juan Rodríguez de Fonseca, a
quien los Reyes encargaron la empresa. No en vano Las Casas dijo de él que fue
"muy capaz, para mundanos negocios, señaladamente para congregar gente de
guerra para armadas por la mar, que era más oficio de vizcaínos que de
obispos". Tras hacer escala en Canarias, Colón ordenó poner rumbo oeste
cuarta del suroeste; mucho más al sur que la vez anterior. Esperaba así ir a
parar a Cipango, pero lo que de verdad encontró fue la ruta más rápida y segura
para llegar a América. El 3 de noviembre, sólo 21 días después de haber salido
de Canarias, alcanzó las islas Deseada y Dominica. Posteriormente descubrió
Mari Galante (donde volvió a tomar posesión), Guadalupe (donde los españoles
encontraron las huellas de los caribes: unas ollas en las que se cocinaba carne
humana), Monserrate, Santa María la Antigua, San Martín, Santa Cruz y
finalmente las bautizadas como Once Mil Vírgenes, por su número incalculable.
El 18 desembarcó en Borinquén, que llamó San Juan, y será luego Puerto Rico. No
pudo detenerse en ella pues tenía prisa por llegar al fuerte de la Navidad. El
27 de noviembre de 1493 arribó al lugar donde había naufragado la Santa María
(costa norte de Haití). Colón no encontró rastro alguno de los 39 hombres que
había dejado en el fuerte. Los indios le dijeron que habían sido asesinados por
un cacique enemigo llamado Caonabó. El Almirante procedió entonces a fundar una
colonia en aquella isla, donde sabía que había oro. La estableció el 6 de enero
de 1494 y fue La Isabela, primera población española en América. El sitio era
insalubre, pero tenía condiciones defensivas. Desde allí envió dos expediciones
con Ojeda y Corbalán para encontrar el oro de Cibao, que regresaron con algunas
muestras del metal, y despachó 12 barcos de regreso a España bajo el mando de
Luis de Torres con las muestras del oro encontradas y un memorial para los
Reyes en el que proponía cambiar las vituallas y ganados necesarios por
esclavos caribes. Luego dirigió en persona otra expedición a Cibao. Halló
efectivamente algún oro y mandó construir el fuerte de Santo Tomás. Aunque la Isabela fallecieron de enfermedad
gran número de sus pobladores, Colón la abandonó para descubrir nuevas tierras.
Tomó una nao y dos carabelas y zarpó el 24 de abril de 1494 rumbo a Cuba, que
recorrió esta vez por su parte meridional. Pasó luego a Jamaica, bautizada como
Santiago, y tornó otra vez a Cuba. Allí ordenó levantar un acta asegurando
estar en Mango o el Mangi de Marco Polo, cosa que hizo jurar a los pilotos bajo
la amenaza de cortarles la lengua. Posteriormente volvió a Jamaica y la
Española, arribando a la Isabela el 29 de septiembre. Colón estaba muy enfermo
y las crónicas afirman que convaleció de sus males casi cinco meses. Colón se
encontró a la Isabela en un estado peor del que la había dejado, si cabe. Había
llegado su hermano Bartolomé, pero se habían marchado muchos descontentos,
entre ellos el capitán Pedro Margarit y el Padre Boyl, que detentaban la
autoridad militar y religiosa de la isla y que empezaron a desprestigiar la
labor colonizadora de Colón ante la Corte. El Almirante hizo frente a un levantamiento
indígena que sojuzgó violentamente, imponiendo a los vencidos la esclavitud y
un tributo de oro en polvo y algodón. Como consecuencia de los informes de
Margarit y Boyl, los Reyes enviaron a la Española al repostero Juan de Aguado
casi un espía de todo lo que pasaba, según nos dice Las Casas. Aguado se
informó de los problemas que afrontaba la colonia y cuando anunció que iba a
regresar a España, el Almirante decidió acompañarle, pues comprendió que sus
informes no le beneficiarían. Antes de partir mandó construir seis fortalezas
en diversas partes de la Isla, envió una expedición al sur en busca de oro, y a
su hermano dejó el gobierno de la colonia. El 10 de marzo de 1496 embarcó para
España. En la flotilla iban, además de Aguado, 220 repatriados que no querían
saber nada más de las Indias. En tres años, los transcurridos de 1493 a 1496,
las nuevas tierras habían pasado de ser paradisíacas a malditas. Colón arribó a
Cádiz el 11 de junio. Pidió una entrevista con los Reyes, que se le concedió en
Burgos el otoño siguiente. Allí se presentó con el poco oro que pudo reunir,
sus animales exóticos y muchas promesas. Era muy poco frente a todo el gasto
que había originado, por lo que hizo hincapié en los enormes servicios prestados
a la Iglesia con la evangelización de los indios. Los Reyes siguieron confiando
en Colón, al menos eso dijeron.