martes, 21 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEON - (Parte novena) -

El Tratado de Guisando tuvo lugar el 19 de septiembre de 1468 y el rey Enrique IV de Castilla que reconoció como princesa de Castilla y, por lo tanto, heredera del trono, a su hermana paterna, la infanta Isabel, (futura Isabel la Católica), en detrimento de su hija Juana, apodada "la Beltraneja". En Guisando, la “hija de la reina”, Juana, (por no certificar quien era su padre), será llevada a la Corte permaneciendo en ella. Al no estar casados con bula papal sus padres, era hija ilegal. El 5 de julio de 1468 había muerto Alfonso, hermano de Isabel.


ENCUENTRO DE ENRIQUE IV E ISABEL EN GUISANDO

Pues bien. De momento estaba todo aclarado. Enrique ordenó detener la guerra que había entre el bando Alfonsino y el del re, y que se reconociera a Isabel como su heredera en el trono.
Dado que Isabel estaba en Ocaña al amparo del marqués de Villena, Pacheco, este intrigante e incumplidor de pactos como sabemos, dejó pasar los cuarenta días acordados para el Juramento por las Cortes del convenio. Pacheco, astuto manejaba la situación e Isabel, que tenía aún diecisiete años y no contaba con experiencia en asuntos de Estado aún. Pero desde luego tonta no era, con lo cual en secreto encargó a persona de confianza que llevase un documento para su firma y hacer público lo firmado en Cadalso (Guisando) por el rey, haciendo hincapié en las donaciones que incluían el Principado de Asturias. Todo lo encomendado fue realizado y cuando el marqués Pacheco, tempo después, quiso deshacer lo hecho en Guisando, se encontró con la sorpresa de que tanto en Asturias como en Vizcaya no sólo se negaron a obedecer, sino que reafirmaron su fidelidad a la princesa, en quién veían encarnarse la antigua legitimidad, y Covadonga, origen de aquella lucha por la recuperación de la cristiandad, no era para el pueblo asunto baladí.
Hay que tener en cuenta que Según Manuel Colmeiro, de la Academia de la Historia, en su libro “Introducción a Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla” nos dice :  “Es sabido que Enrique IV, muerto su hermano el Príncipe D. Alonso, mandó jurar Princesa y heredera de sus reinos a la Infanta Doña Isabel el 19 de Setiembre de 1468 en la venta de los Toros de Guisando. Concurrieron a esta ceremonia, que tanto pesó en la balanza de la fortuna de España, muchos prelados y caballeros que con el Rey estaban. Un pueblo innumerable fue testigo de aquella solemnidad, a la cual faltó para ser completa la presencia de los procuradores de las ciudades y villas del reino. Subsanaron la falta las Cortes de Ocaña de 1469, pues según la carta que la Princesa Doña Isabel escribió a Enrique IV, cuando ya meditaba el Rey el rompimiento con su hermana, después en la villa de Ocaña “por mandado de vuestra señoría, otros muchos prelados e procuradores de las cibdades e villas... lo juraron, según que vuestra señoría bien sabe, e a todos es notorio”.
Confirmada la jura de la Princesa en las Cortes inmediatas, se desvanecen todos los escrúpulos acerca del derecho de sucesión en la Corona que asistía a doña Isabel; derecho declarado por el único tribunal competente, que no pudo invalidar la jura posterior de doña Juana, hija presunta del Rey, en el Ayuntamiento de grandes, prelados y caballeros de Val-de-Lozoya, porque no se reunieron allí los tres estados del reino, como era necesario, para anular la concordia de los Toros de Guisando”
Se refiere aquí el historiador al repudio realizado por el rey por la boda de Isabel y Fernando en 1469, que no contaba con su aprobación como señalaba los Pactos de los Toros de guisando. El rey reconoció nuevamente los derechos de su hija Juana en la Ceremonia de la Val de Lozoya el 25 de noviembre de 1470, pero no asistieron allí representantes de los tres estados del reino, como era preceptivo para anular el pacto anterior.


ALFONSO V DE PORTUGAL 
No obstante unos cuantos nobles con Pacheco a la cabeza hicieron lo imposible para incumplir lo de Guisando. Pactaron casar a Isabel con Alfonso V de Portugal, (el africano), que la llevaría a su tierra, y por la enorme diferencia de edad es posible que no nacieran hijos, y se casaría a Juana con el príncipe heredero de Portugal, Joao. Se reconocerían los derechos tanto de Portugal como los de Castilla para la segunda pareja y se retiraba a Isabel de la escena política a la vez que también a los temidos aragoneses. Los embajadores de Enrique ya estaban en Roma para solicitar la dispensa papal para ambos matrimonios, estableciendo así un infranqueable argumento respecto a cualquier demanda que se plantease desde Aragón a favor de Fernando.
Pero recordemos que en el acuerdo de Guisando, existía la posibilidad de que Isabel rechazara al pretendiente ofrecido por el rey. También sucedió que Juana de Avis no había sido enviada a Portugal. Tanto Pacheco como el rey estaban incumpliendo sus palabras.
En enero de 1469  llegó la embajada portuguesa a concertar las condiciones el matrimonio de Alfonso V, (el rey portugués), viudo a la sazón, con Isabel, pero está claro que ella se negó rotundamente. Y en junio de 1469 la Cancillería Pontificia expidió la dispensa para el parentesco entre el rey de Portugal e Isabel. El portugués rechazado ya no volvió a ocuparse del asunto y durante años estuvo ajeno a los asuntos de Castilla.
Pero los consejeros de Enrique establecieron que la princesa debía obedecer al rey, su señor, y al no hacerlo el rey quedaba facultado, por poder real, a revocar su nombramiento de sucesora. Isabel dio aquí otra muestra más de su templanza e inteligencia. Argumentó que al aceptar el rey en el documento de Guisando, que Juana no era nacida en matrimonio legítimo, por consecuencia no se la había dado nada a Isabel, sólo se le había reconocido una condición en derecho de heredera, y si ella no existiese a la muerte del rey, la corona pasaría a Fernando de Trastámara, hijo del rey de Aragón, esto era lógico ya que Fernando era un Trastámara. En este punto podemos suponer que la opción de la boda con Fernando ya la consideraba Isabel.
Enrique IV, presionado por Pacheco despidió a los consejeros de las Cortes, sin que tuvieran oportunidad de pronunciarse. Con lo cual, además de no enviar a Juana de Avis a Portugal, no había entregado las villas que debían de constituir las rentas de Isabel, había transcurrido más de siete meses del tiempo pactado para cumplir los acuerdos con las Cortes, e Isabel en abril de 1469 era casi una prisionera en Ocaña en manos de Pacheco.
También se le propuso a Isabel al duque de Guyena, un francés hermano de Luis XI, un indeseable y deforme persona que la hubiera llevado a Francia, que por supuesto rechazó. Con estos datos para Isabel una cosa estaba clara, el rey había incumplido los pactos habidos. Fundamentalmente porque había disuelto las Cortes.

Aparece en escena Pieres de Peralta, un “mosén” (tratamiento usado en Aragón antiguamente reservados a los ciudadanos honorables). Enviado por Juan II de Aragón para ir tratando el matrimonio de su hijo con Isabel. El arzobispo Carrillo fue un entusiasta defensor de esta causa, ya que buscaba reforzar su influencia. No había muchos partidarios castellanos temerosos de la reclamación de bienes confiscados a los aragoneses. Tres meses después de llegar, Peralta comunicó a Carrillo que Isabel le había dicho “me caso con Fernando o con ningún otro”. Debemos entender la frase como es, o sea que se casa con Fernando, o se quedaba soltera, sin problema alguno.
Había otra cuestión que se tuvo que lidiar: Isabel y Fernando eran hijos de primos hermanos, y era imprescindible una dispensa para legitimar el matrimonio. Pero se entendía que mientras la solicitud presentada no fuera negada por el papa, ésta ilegitimidad no existía. El riesgo es que se resolviera a posteriori.

lunes, 20 de noviembre de 2023

CORONA DE CASTILLA-LEÓN (Parte octava)

El rey Alfonso XII de Castilla (el hermano de Isabel), proclamado por algunos nobles en la Farsa de Ávila, había fallecido en julio de 1468. La guerra de Sucesión por la corona se termina y se busca un pacto.


ALONSO DE FONSECA Y ACEVEDO

Aprovechando la cuestión, el influyente obispo Fonseca, que había sido uno de los que examinaron el proyecto del segundo matrimonio de Enrique IV, nuevamente dictaminó que Alfonso había sido el legítimo heredero a la corona. A todo esto, el poderoso noble Diego de Mendoza, fiel al rey, se marchó llevándose a la hija de éste, Juana. Enrique IV estaba en Segovia con su valido Beltrán de la Cueva y la reina Juana recluida con el obispo Fonseca.
Vemos que la sucesión de Enrique IV se convirtió en toda una novela de intriga. Primero, la hija del rey es desechada de la sucesión por bastarda. El siguiente, Alfonso, aunque coronado de aquella manera, con guerra de por medio, muere joven sin descendencia. Isabel se salva de casarse con Girón, un indeseable que no merecía ser rey de Castilla. Y el rey Enrique es un hombre proclive a pactar antes que luchar. Es como si la divina providencia señalara a Isabel que había sido la tercera persona en línea de sucesión y ahora era posible que fuera reina.
JUANA LA BELTRANEJA 


Hoy estamos en condiciones de saber los sucesos que se produjeron entre julio y septiembre de aquel trascendental año de 1468, gracias a los trabajos de investigación de los rigurosos historiadores Isabel de Val y Juan Torres Fontes.
No es cierto que Isabel enseguida haya querido proclamarse reina a la muerte de su hermano. Si es cierto que tenía partidarios de Isabel y contrarios a su hermano Enrique. Pero ella debía instalarse en una postura de legitimidad de origen, que en Castilla dependía del nacimiento y de la aceptación por parte del reino. Había dos argumentos extremos, obediencia a Enrique y rechazar el posible derecho de la hija, Juana. Por lo cual, esgrimiendo aquel documento que entre otros Fonseca había redactado en nombre del papa, y era ley, no se reconocía a Juana heredera, sino Alfonso, y muerto éste, sería Isabel la heredera. Además, Isabel ya entonces calculó que si Juana reinaba, podría casarse con algún heredero de Portugal, ya que su madre era nieta del rey de Portugal, y la corona de Castilla pasaría a manos portuguesas.


RETRATO POSIBLE DE ISABEL DE TRASTÁMARA
Pero en Castilla las mujeres tenían derecho a reinar cuando faltaban varones en la línea de sucesión. El inteligente rey Juan II de Aragón se apresuró a tratar de conseguir que Isabel se casara con su hijo Fernando, ambos de edad similar, de la misma casa Trastámara y juntos fortalecerían la unidad de la península contra los musulmanes. Fernando aceptó firmando un documento en Cervera que le redactó su padre. Isabel no se pronunció al respecto. Ni una palabra, con lo cual queda claro que la iniciativa partía de la corona de Aragón, principal interesada.
Isabel estaba decidida a sentarse en el trono, eso era evidente. Pero no quería hacerlo por las bravas, sino haciendo valer aquellos documentos que se habían firmado, primero por orden del papa y aquel otro, en que le obligó a arzobispo Carrillo a aceptar que se casase con la persona que ella misma decidiera. Escribió a Carrillo asegurando su fidelidad al rey, su hermano y a su vez le reclamaba de él que la reconociera como sucesora siendo así jurada por las cortes como Princesa de Asturias.
La legitimidad de Enrique era indiscutible. Pero no así la de Juana su hija. Con lo cual el matrimonio de Enrique habría que anularlo, quedando en el legado papal la última palabra. Primero dependía de la voluntad del rey a negociar. Pacheco quien fue clave para llegar a los acontecimientos de la explanada de Guisando y fue el gran defensor de Isabel con tal de fastidiar al rey Enrique. ¿Curioso, verdad? La jugada oculta estaba en el intrigante marqués Juan Pacheco. Una de las condiciones era que Isabel se casaría con un candidato propuesto por el rey Enrique. Se confirmaban las sospechas de Isabel, lo que urdía Pacheco eran los enlaces concertados de Isabel con el rey Alfonso V de Portugal. El hijo de éste, Juan, con la niña Juana (la Beltraneja), reconociendo sus derechos. De este modo reinarían primero Alfonso de Portugal y luego su hijo Juan de Portugal. Para ello Pacheco entregaría al rey todo su poder y sujetaría a Isabel políticamente. Pacheco tenía grandes intereses, tanto en Castilla como en Portugal.
Enrique viendo la situación tan delicada, y que todo se basa en la legalidad de su matrimonio y la paternidad por tanto de su hija, manda a su mujer a volver a la corte. En agosto de ese año Juana de Avis estaba en avanzado estado de gestación. No olvidemos que había sido sacada de la corte y enviada bajo la custodia del obispo de Ávila, Alonso de Fonseca al castillo de Alaejos. Ella era una mujer muy hermosa y tenía un amante, Pedro de Castilla con quien tuvo hijos gemelos, y abrumada, decidió huir descolgándose en un cesto por los adarves de la muralla, con su amante, y fue a refugiarse en Cuéllar, señorío de Beltrán de la Cueva, precisamente la peor opción.
El deshonor de Enrique era evidente y motivo de murmullo y chanzas. Para Enrique IV es un golpe enorme que equivale a no poder demostrar la fidelidad de la reina y por consecuencia la sospecha de la bastardía de su hija Juana. Aunque el adulterio no tiene nada que ver con la situación jurídica de la niña. A esto se sumaba que la boda entre Enrique y Juana, que eran primos segundos, no tenía el necesario consentimiento papal.
Pero al final todo esto contribuyó a derrumbar la resistencia que ofrecía el rey a negociar.
El rey Enrique IV en 1468, se encuentra en una situación muy complicada. Su hermano Alfonso había muerto y su mujer estaba embarazada de otro hombre, lo que quedaba claro que la sospecha de la bastardía de su hija Juana fuera cierta ya que el rey no había tenido hijos con su primera mujer y con Juana pasaron siete años hasta el parto de Juana, (la Beltraneja). Esto contribuyó a que se decidiera a negociar. La poderosa Liga Nobiliaria a modifica su estrategia, eligiendo a Isabel para heredera al trono.
Se señaló la fecha del 19 de septiembre de 1468 para la entrevista en Guisando. Un día antes, en Cadalso, (a dos horas de Guisando), ambas partes firmaron un documento en que se señalaba las cosas de las que se hablaría. Erróneamente se ha llamado a este documento el Tratado de los Toros de Guisando. 


RECREACIÓN DEL TRATADO DE GUISANDO 
Al día siguiente se realizaron los actos, pero no se firmó ningún documento, pero se acordó, primero detener la guerra. Segundo, Isabel sería reconocida como Princesa de Asturias, otorgándose su juramento por las Cortes y la Junta de la Hermandad en el plazo de cuarenta días. Tercero, Isabel recibirá rentas y propiedad como el Principado de Asturias, las rentas de Ávila, etc. Cuarto, Isabel se comprometía a casarse con quien el rey acordase, con el consejo del arzobispo. Pero la princesa se reservaba el derecho a rechazarlo. Quinto se establece que el rey no está legítimamente casado con Juana de Avis “a servicio de Dios”, es decir, que aquel matrimonio entre primos segundos se realizó sin dispensa papal. Se haría divorcio y separación entre ambos, enviándose a ella a Portugal, dado su grave pecado de concubinato. Sexto, la “hija de la reina”, (por no certificar quien era su padre), será llevada a la Corte permaneciendo en ella. Al no estar casados sus padres, era hija ilegal.
Pues bien. De momento estaba todo aclarado. Enrique ordenó detener la guerra y que se reconociera a Isabel como su heredera en el trono.

viernes, 17 de noviembre de 2023

INVASIÓN INGLESA AL VIRREYNATO DEL RIO DE LA PLATA -(2) -

En su primera invasión al Virreinato del Río de la Plata, los ingleses fueron derrotados el 12 de agosto de 1806, en Buenos Aires, pero pese a la capitulación con las fuerzas españolas, la flota británica continuó fondeada en el río a la espera de refuerzos solicitados a Inglaterra para persistir en su objetivo. En su rendición se les dio un plazo para organizar su retirada.
Pero arribaron al río de la Plata numerosos efectivos ingleses nuevamente, esta vez al mando del comandante Juan Whitelocke. Reunieron 12.000 hombres y 20 naves de guerra, con los que el 16 de enero de 1807 desembarcaron en el puerto del Buceo, que se utilizaba como fondeadero seguro y de inmediato se apoderaron de la ciudad de Montevideo.­

Juan Whitelocke

Desde Buenos Aires el virrey Sobremonte intentó, al igual que en la primera invasión, partir hacia Córdoba con la intención de preservar los caudales. El 4 de febrero el capitán  Santiago de Liniers ingresó en el Cabildo porteño instando a recuperar las tropas españolas situadas en Colonia, y lo designaron a cargo de las fuerzas militares. Una junta general integrada por autoridades y destacados vecinos resolvió destituir y arrestar a Sobremonte. La Real Audiencia invistió al Capitán de Navío Santiago de Liniers y Bremond como virrey interino por ser el oficial de mayor rango. Ante la certeza de una nueva invasión inglesa, Liniers comenzó a formar un cuerpo de voluntarios, la que encontró eco entusiasta y decidido en la población. El ejército español quedó constituido por 8.600 hombres de infantería, caballería, artillería y un batallón de marina.

DEFENSA DE LINIERS 

En Montevideo Withelocke dejó 2.000 soldados como guarnición de la ciudad y con 9.000 hombres y 18 cañones cruzó el río de la Plata desembarcando entre el 28 y el 29 de junio en la ensenada de Barragán. Liniers salió al frente de 7.000 hombres con el propósito de cubrir la línea del Riachuelo, pero la vanguardia inglesa cruzó el río y se interpuso entre sus tropas y la ciudad.
En un combate en los Corrales de Miserere, Whitelocke derrotó a Liniers, pero el virrey reorganizó sus tropas reuniendo un total de 9.000 milicianos. La Plaza Mayor (actual Plaza de Mayo) se convirtió en el núcleo de la resistencia y se emplazaron cañones en sus ocho entradas, se abrieron trincheras artilladas y se colocaron tropas de Infantería en las azoteas de las casas circunvecinas. El Retiro y la Plaza de Toros fueron defendidos por infantes y marinos.
En la mañana del 5 de julio, Whitelocke ordenó ingresar a Buenos Aires en 13 columnas que desde la actual calle Entre Ríos se dirigirían separadamente hacia el Fuerte y el Retiro. Al penetrar en la ciudad, las que marchaban hacia el Fuerte fueron atacadas desde las azoteas de sus casas por los vecinos no alistados y por mujeres y niños que les arrojaban agua, aceite hirviendo y piedras sacadas del empedrado. El avance inglés se vio severamente entorpecido por esas acciones, por el fuego permanente desde el interior de las viviendas y por el desorden entre sus comandantes.

Tras una encarnizada lucha los invasores se apoderaron del Retiro y de la Plaza de Toros. En el sur los ingleses tomaron la manzana comprendida entre las actuales calles Defensa, Balcarce, Humberto I y San Juan. Quedaron dueños de esos puntos, pero fracasaron en el intento de tomar el Fuerte y la Plaza Mayor, donde la defensa permanecía intacta.
De las columnas inglesas que inicialmente integraron el grupo central una se rindió en los fondos de la iglesia de la Merced y otra atacó sin éxito la iglesia de San Miguel. Las fuerzas comandadas por el coronel Denis Pack no pudieron avanzar más allá de la actual calle Alsina. Una parte se encerró en la llamada "casa de la Virreina" (en las actuales calles Perú y Belgrano) y se rindió poco después. El resto retrocedió y penetró en el convento de Santo Domingo donde se encontraban Crawfurd y sus tropas. Rodeada la manzana y sometidos a un intenso fuego de fusilería y artillería durante dos horas, ambos jefes se rindieron junto con 47 oficiales y 600 soldados.
El 6 de julio trascurrió en negociaciones entre ambos bandos. Whitelocke reflexionó sobre la situación crítica de sus tropas frente a la tenacidad y al heroísmo del adversario y al día siguiente, luego que Liniers desestimara un pedido de 24 horas para recoger heridos, aceptó capitular aceptando abandonar Buenos Aires, Montevideo y el estuario del río de la Plata en sesenta días.

Durante los enfrentamientos las bajas inglesas ascendieron a alrededor de 2.500 hombres entre muertos, heridos y prisioneros, en tanto que los defensores de Buenos Aires tuvieron 302 muertos y 514 heridos. De regreso en Londres, Whitelocke fue enjuiciado militarmente y condenado a la privación de todo mando, declarándoselo totalmente inepto e indigno de servir a su majestad británica en ninguna clase militar.
En Latinoamérica muchas ciudades celebraron la victoria porteña con oficios religiosos. Potosí y Oruro obsequiaron al Cabildo de Buenos Aires trofeos de plata y oro. En esta ciudad el regocijo se tradujo en ceremonias oficiales, en la manumisión de setenta esclavos, en la acuñación de medallas conmemorativas y en el cambio de denominación de las principales calles con los nombres de Victoria, Reconquista y los de los héroes de la defensa. Juan Martín de Pueyrredón fue enviado a España para dar cuenta personalmente al rey de la Reconquista.

7 DE JULIO 1807 RENDICIÓN INGLESA

Entre las consecuencias que produjo la victoria sobre los ingleses, cabe destacar que por primera vez prevaleció la voluntad del pueblo por encima de la autoridad real cuando mediante el cabildo abierto del 10 de febrero de 1807 depusieron al virrey Sobremonte, hecho excepcional en la historia hispanoamericana.
Por otra parte, la necesidad de la defensa adiestró y disciplinó a los criollos con la creación de nuevas milicias y así les proporcionó armamento, uniformes, equipo y un cuadro de jefes y oficiales que serían en poco tiempo el brazo armado de la Revolución.
Los nativos adquirieron conciencia de su propio valer y se eliminó prácticamente la discriminación que existía entre españoles y criollos. La convivencia con los oficiales británicos prisioneros en Buenos Aires les hizo comprender los que representaba para la comunidad un intercambio comercial libre y exento de los perjuicios que causaba a la economía el régimen monopolista.
Los ingleses también fueron con la intención comercial por bandera de forma de convencer al pueblo rioplatense de las bondades del comercio con Inglaterra. Instalaron en Montevideo una inmensa feria con artículos de toda clase que vendían a precios que se consideraban muy baratos, lo que al principio, provocó gran euforia entre la población oriental, súbitamente tentada con toda clase de artículos importados, mientras  los mercaderes ingleses, no dejaban de ponderar los beneficios del “libre comercio”, tanto en sus conversaciones como a través de las columnas de “La Estrella del Sur”, el periódico que editaban para difundir sus “ideas”, en cuyas páginas subrayaban que la baratura y la calidad de sus productos, significaban  un gran beneficio para el mercado rioplatense.
Se comenzó a pensar en ello y pronto la realdad se puso de manifiesto. Se decían quienes veían más allá de esta inesperada avanzada comercial. Desde el momento en que las tejedoras de lana de Alto Perú, de bayetas santiagueñas, de muebleros de Tucumán,  no pueden competir con los productos fabricados en serie que vienen de Inglaterra, habrá centenares de hogares que no podrán vender lo que les permite vivir con decoro, y esos trabajadores, compradores potenciales a su vez, desaparecerán del mercado, al ser lanzados a la miseria. Esa tentativa también fracasó.
Ante el fracaso de sus dos invasiones, Inglaterra modificó su estrategia y en lugar de intentar apoderarse por la fuerza de las colonias sudamericanas se dedicó a apoyar sus aspiraciones emancipadoras como medio eficaz para lograr sus objetivos económicos.

jueves, 16 de noviembre de 2023

PRIMERA INVASIÓN INGLESA AL VIRREINATO DEL RIO DE LA PLATA -(1)-

Las causas que indujeron a los ingleses a atacar Buenos Aires fueron en primer término, la codicia del viejo mundo, Inglaterra, con su ancestral historia de piratería a cuestas, que aprovechando lo endeble, casi insignificante, de las defensas desplegadas por los españoles en Buenos Aires y Montevideo, para defender sus posesiones.
En segundo lugar castigar  a España por el apoyo a Francia en la batalla de Trafalgar en 1805.
Y la tercera era la necesidad de apoderarse de la gran abundancia de lana, trigo, harina, cuero, crines, sebo, etc. que se producía en Buenos Aires, elementos esenciales para la subsistencia del pueblo inglés, agobiado por el bloque que les había impuesto Napoleón. Las perspectivas que ofrecía para su comercio exterior. 


VIRREY RAFAEL DE SOBREMONTE 
No obstante en los años siguientes, aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando tajada comercial.
Hay que tener en cuenta que Inglaterra estaba interesada en el comercio directo con los criollos, hijos de españoles nacidos en América, desplazando a la corona española, y encontró muchos criollos interesados en el asunto, normalmente masones de preparación inglesa como San Martín y otros. Éstos a su vez veían la oportunidad de la emancipación de España.
El 22 de junio de 1806 el virrey Rafael de Sobremonte recibió un informe sobre la aparición de barcos ingleses. Investigado el asunto pensaron que eran despreciables corsarios, sin el valor y resolución de atacar. A pesar de esto, Sobremonte se retiró al Fuerte de Buenos Aires, donde redactó varias órdenes para organizar la defensa.
El día 25 al amanecer aparecieron frente a la ciudad, 9 buques enemigos. Lo hicieron fuera del alcance de la artillería de la costa. Se dirigieron a la Punta de Quilmes donde comenzaron a desembarcar.
Sobremonte envió rápidamente al brigadier Arze al punto del desembarco. Al frente de 400 milicianos de la campaña mal armados, sin experiencia que se enfrentarían a tropas disciplinadas de 1000 ingleses en la playa. Al día siguiente los invasores atacaron y los hombres de Arce huyeron, con lo que el 26 de junio los ingleses iniciaron su marcha sobre la ciudad.1560 invasores comandados por William Carr Beresford. Tomaron el fuerte y la ciudad. Vencida la débil resistencia ante las escasas e ineptas fuerzas el 28 de junio de 1806 la bandera inglesa ondeaba en el fuerte de Buenos Aires.


GENERAL WILLAM CARR BERESFORD 
El ataque se había producido sobre la misma capital, porque había sido informado por espías sobre un tesoro conformado por una gran suma de dinero proveniente del interior del país, guardado en Buenos Aires a la espera de poder ser trasladado a España.
Sobremonte había convocado a la población apta para el uso de armas a incorporarse a la milicia. Todo se hizo en el mayor de los desórdenes: no se entregaron todas las armas, y muchos voluntarios quedaron sin ninguna. Hubo fusiles que se entregaron sin piedras, sin balas o con balas del calibre equivocado; las espadas y sables estaban sin afilar.
El virrey ordenó quemar el puente llamado de Gálvez e intentó una defensa detrás del mismo. Contando con que los ingleses se verían obligados a cruzarlo aguas arriba. Pero los invasores se apoderaron de las embarcaciones de cabotaje del Río de la Plata con los que cruzaron a la otra orilla. Allí la defensa fracasó en su único intento. El virrey dio algunas órdenes que fueron mal interpretadas, y los defensores huyeron.
El virrey Sobremonte decidió retirarse, trasladándose a Córdoba pasando por Luján. Existía una disposición oficial que ordenaba que si Buenos Aires era atacada por extranjeros y no se podía conservar la capital, debía hacerse un repliegue hacia el interior y organizar la defensa en Córdoba. De esa manera se podía conservar el resto del virreinato y reconquistar la capital. Ni el virrey ni su familia debían caer en manos de los invasores, para no ser obligado a firmar la rendición.
Al frente de 2.000 hombres, el virrey se trasladó hacia la ciudad de Luján. Después de autorizar la entrega del tesoro detenido por el mal estado de los caminos en invierno, siguió camino a Córdoba. Las milicias porteñas lo abandonaron en su mayor parte, negándose a abandonar sus hogares.
Consolidó Sobremonte la posición militar en Córdoba, antes de que pudiesen llegar refuerzos desde Inglaterra. 


SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND 
Una vez tomada oficialmente la ciudad de Buenos Aires por el jefe inglés, los comerciantes locales le ofrecieron los caudales públicos a cambio de la devolución de los barcos y lanchas que había tomado y de los capitales privados que se había llevado Sobremonte. Escribieron al virrey, pidiéndole la entrega del tesoro que se había llevado, y guiaron a los ingleses hasta el cabildo de Luján. Allí los invasores se apoderaron del tesoro, enviándolo inmediatamente a Londres.
 En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires.
El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera  invasión al Río de la Plata.  Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres.
Luego el rey de Gran Bretaña presidiendo en persona el Consejo de Ministros, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias
Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes, pero lo que llevaron al Banco sólo alcanzaba a un millón ochenta y seis mil doscientos ocho pesos fuertes. No cabría la pregunta de ¿quién quedó con la diferencia?, si no se supiera hoy, que Beresford y Popham, se quedaron con gran parte de este “botín”.
Lo que no sabían los ingleses de Londres, que par esos días Buenos Aires ya había sido reconquistado. 
También hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada, las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Esto demuestra que los criollos, familias pudientes, estaban al tanto de la invasión, incluso colaboracionistas.


MARTÍN DE ÁLZAGA
Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días, los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al invasor
Cuarenta y seis días después,  las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers trajo desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.

AL-ANDALUS DURANTE 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nad...