Las causas que indujeron a los ingleses a atacar Buenos
Aires fueron en primer término, la codicia del viejo mundo, Inglaterra, con su
ancestral historia de piratería a cuestas, que aprovechando lo endeble, casi
insignificante, de las defensas desplegadas por los españoles en Buenos Aires y
Montevideo, para defender sus posesiones.
En segundo lugar castigar a España por el apoyo a Francia en la batalla de Trafalgar en 1805.
En segundo lugar castigar a España por el apoyo a Francia en la batalla de Trafalgar en 1805.
Y la tercera era la necesidad de apoderarse de la gran
abundancia de lana, trigo, harina, cuero, crines, sebo, etc. que se producía en
Buenos Aires, elementos esenciales para la subsistencia del pueblo inglés,
agobiado por el bloque que les había impuesto Napoleón. Las perspectivas que
ofrecía para su comercio exterior.
No obstante en los años siguientes,
aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América
hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando
tajada comercial.
Hay que tener en cuenta que Inglaterra estaba interesada en el comercio directo con los criollos, hijos de españoles nacidos en América, desplazando a la corona española, y encontró muchos criollos interesados en el asunto, normalmente masones de preparación inglesa como San Martín y otros. Éstos a su vez veían la oportunidad de la emancipación de España.
El 22 de junio de 1806 el virrey Rafael de Sobremonte recibió un informe sobre la aparición de barcos ingleses. Investigado el asunto pensaron que eran despreciables corsarios, sin el valor y resolución de atacar. A pesar de esto, Sobremonte se retiró al Fuerte de Buenos Aires, donde redactó varias órdenes para organizar la defensa.
El día 25 al amanecer aparecieron frente a la ciudad, 9 buques enemigos. Lo hicieron fuera del alcance de la artillería de la costa. Se dirigieron a la Punta de Quilmes donde comenzaron a desembarcar.
Sobremonte envió rápidamente al brigadier Arze al punto del desembarco. Al frente de 400 milicianos de la campaña mal armados, sin experiencia que se enfrentarían a tropas disciplinadas de 1000 ingleses en la playa. Al día siguiente los invasores atacaron y los hombres de Arce huyeron, con lo que el 26 de junio los ingleses iniciaron su marcha sobre la ciudad.1560 invasores comandados por William Carr Beresford. Tomaron el fuerte y la ciudad. Vencida la débil resistencia ante las escasas e ineptas fuerzas el 28 de junio de 1806 la bandera inglesa ondeaba en el fuerte de Buenos Aires.
Hay que tener en cuenta que Inglaterra estaba interesada en el comercio directo con los criollos, hijos de españoles nacidos en América, desplazando a la corona española, y encontró muchos criollos interesados en el asunto, normalmente masones de preparación inglesa como San Martín y otros. Éstos a su vez veían la oportunidad de la emancipación de España.
El 22 de junio de 1806 el virrey Rafael de Sobremonte recibió un informe sobre la aparición de barcos ingleses. Investigado el asunto pensaron que eran despreciables corsarios, sin el valor y resolución de atacar. A pesar de esto, Sobremonte se retiró al Fuerte de Buenos Aires, donde redactó varias órdenes para organizar la defensa.
El día 25 al amanecer aparecieron frente a la ciudad, 9 buques enemigos. Lo hicieron fuera del alcance de la artillería de la costa. Se dirigieron a la Punta de Quilmes donde comenzaron a desembarcar.
Sobremonte envió rápidamente al brigadier Arze al punto del desembarco. Al frente de 400 milicianos de la campaña mal armados, sin experiencia que se enfrentarían a tropas disciplinadas de 1000 ingleses en la playa. Al día siguiente los invasores atacaron y los hombres de Arce huyeron, con lo que el 26 de junio los ingleses iniciaron su marcha sobre la ciudad.1560 invasores comandados por William Carr Beresford. Tomaron el fuerte y la ciudad. Vencida la débil resistencia ante las escasas e ineptas fuerzas el 28 de junio de 1806 la bandera inglesa ondeaba en el fuerte de Buenos Aires.
El
ataque se había producido sobre la misma capital, porque había sido informado
por espías sobre un tesoro conformado por una gran suma de dinero proveniente
del interior del país, guardado en Buenos Aires a la espera de poder ser
trasladado a España.
Sobremonte había convocado a la población apta para el uso de armas a incorporarse a la milicia. Todo se hizo en el mayor de los desórdenes: no se entregaron todas las armas, y muchos voluntarios quedaron sin ninguna. Hubo fusiles que se entregaron sin piedras, sin balas o con balas del calibre equivocado; las espadas y sables estaban sin afilar.
El virrey ordenó quemar el puente llamado de Gálvez e intentó una defensa detrás del mismo. Contando con que los ingleses se verían obligados a cruzarlo aguas arriba. Pero los invasores se apoderaron de las embarcaciones de cabotaje del Río de la Plata con los que cruzaron a la otra orilla. Allí la defensa fracasó en su único intento. El virrey dio algunas órdenes que fueron mal interpretadas, y los defensores huyeron.
El virrey Sobremonte decidió retirarse, trasladándose a Córdoba pasando por Luján. Existía una disposición oficial que ordenaba que si Buenos Aires era atacada por extranjeros y no se podía conservar la capital, debía hacerse un repliegue hacia el interior y organizar la defensa en Córdoba. De esa manera se podía conservar el resto del virreinato y reconquistar la capital. Ni el virrey ni su familia debían caer en manos de los invasores, para no ser obligado a firmar la rendición.
Sobremonte había convocado a la población apta para el uso de armas a incorporarse a la milicia. Todo se hizo en el mayor de los desórdenes: no se entregaron todas las armas, y muchos voluntarios quedaron sin ninguna. Hubo fusiles que se entregaron sin piedras, sin balas o con balas del calibre equivocado; las espadas y sables estaban sin afilar.
El virrey ordenó quemar el puente llamado de Gálvez e intentó una defensa detrás del mismo. Contando con que los ingleses se verían obligados a cruzarlo aguas arriba. Pero los invasores se apoderaron de las embarcaciones de cabotaje del Río de la Plata con los que cruzaron a la otra orilla. Allí la defensa fracasó en su único intento. El virrey dio algunas órdenes que fueron mal interpretadas, y los defensores huyeron.
El virrey Sobremonte decidió retirarse, trasladándose a Córdoba pasando por Luján. Existía una disposición oficial que ordenaba que si Buenos Aires era atacada por extranjeros y no se podía conservar la capital, debía hacerse un repliegue hacia el interior y organizar la defensa en Córdoba. De esa manera se podía conservar el resto del virreinato y reconquistar la capital. Ni el virrey ni su familia debían caer en manos de los invasores, para no ser obligado a firmar la rendición.
Al frente de 2.000 hombres, el virrey se trasladó hacia la ciudad de Luján. Después de autorizar la entrega del tesoro detenido por el mal estado de los caminos en invierno, siguió camino a Córdoba. Las milicias porteñas lo abandonaron en su mayor parte, negándose a abandonar sus hogares.
Consolidó Sobremonte la posición militar en Córdoba, antes de que pudiesen llegar refuerzos desde Inglaterra.
Consolidó Sobremonte la posición militar en Córdoba, antes de que pudiesen llegar refuerzos desde Inglaterra.
SANTIAGO DE LINIERS Y BREMOND
Una vez tomada oficialmente la ciudad de Buenos Aires por el
jefe inglés, los comerciantes locales le ofrecieron los caudales públicos a
cambio de la devolución de los barcos y lanchas que había tomado y de los
capitales privados que se había llevado Sobremonte. Escribieron al virrey,
pidiéndole la entrega del tesoro que se había llevado, y guiaron a los ingleses
hasta el cabildo de Luján. Allí los invasores se apoderaron del tesoro,
enviándolo inmediatamente a Londres.En septiembre de 1806 llegó a Inglaterra una nave con la plata robada de las arcas reales de Luján por los ingleses que invadieron Buenos Aires. El General Guillermo Carr Beresford es paseado por las calles de Londres el tesoro robado y el producto del saqueo al que fue sometida la ciudad de Buenos Aires.
El 20 de setiembre los tesoros llegaron a Londres y la población se volcó en las calles para vitorear a los carros colmados de plata, que venían acompañados por tropas de caballería e infantería empleadas en la que fue la primera invasión al Río de la Plata. Precedían y seguían al convoy, dos destacamentos de los marinos que habían ocupado a Buenos Aires y dos cañones de los tomados en Quilmes, mientras que una nutrida Banda de música acompañaba el paso del cortejo que se dirigió desde Portsmouth hasta Londres.
Luego el rey de Gran Bretaña presidiendo en persona el Consejo de Ministros, declaró conquistada la ciudad de Buenos Aire y sus dependencias, decretando el libre comercio con la nueva posesión de conformidad con los reglamentos vigentes de sus otras colonias
Los invasores se habían apoderado realmente de aproximadamente un millón y medio de pesos fuertes, pero lo que llevaron al Banco sólo alcanzaba a un millón ochenta y seis mil doscientos ocho pesos fuertes. No cabría la pregunta de ¿quién quedó con la diferencia?, si no se supiera hoy, que Beresford y Popham, se quedaron con gran parte de este “botín”.
Lo que no sabían los ingleses de Londres, que par esos días Buenos Aires ya había sido reconquistado.
También hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada, las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Esto demuestra que los criollos, familias pudientes, estaban al tanto de la invasión, incluso colaboracionistas.
También hay que saber que los oficiales ingleses durante su ocupación alternaban con las familias más distinguidas de Buenos Aires. Fueron alojados en sus casas, donde también se sucedieron las fiestas en homenaje a los militares invasores, quienes allí pudieron admirar la destreza de las elegantes damas porteñas para recitar y tocar el piano o la guitarra. Por las tardes era frecuente ver a las Sarratea, las Marcó Del Pont, las Escalada, las hijas de los hogares más aristocráticos de la ciudad, paseando por la Alameda (actual calle Leandro N. Alem), del brazo con los “herejes”, como llamaba el pueblo a los ingleses por su confesión protestante. Esto demuestra que los criollos, familias pudientes, estaban al tanto de la invasión, incluso colaboracionistas.
MARTÍN DE ÁLZAGA
Sin embargo, esta cara amable de la convivencia con las
fuerzas dominadoras tenía su reverso: pasado el estupor de los primeros días,
los patriotas comenzaron a montar una sorda y vasta conspiración para echar al
invasorCuarenta y seis días después, las milicias populares criollas, sumadas a las fuerzas que Santiago De Liniers trajo desde Montevideo, lograron reconquistar la ciudad, luego de librar furiosos combates en las calles y desde las azoteas de las casas, una acción que la historia ha recogido como “La Reconquista” y que tuvo como héroe y triunfador indiscutido al mencionado Liniers y Martín De Álzaga, un comerciante español que encabezó la rebelión popular.