Su verdadero nombre fue Ana de Mendoza y de la Cerda, y era hija única y por tanto heredera de una de las familias más nobles de la España del siglo XVI. Nació en Guadalajara, en 1540. Su leyenda ha superado con creces la realidad. El parche que llevaba en su ojo no se supo nunca con certeza si lo perdió en un accidente de esgrima, en una caída, o si por el contrario lo utilizó únicamente para ocultar un ojo bizco.
Fue obligada por el rey a renunciar a los hábitos Ésta volvió de nuevo a su palacio de Madrid, no sin antes publicar una biografía tergiversada de Teresa, lo que produjo el alzamiento de escándalo de la Inquisición, que prohibió la obra durante diez años. Teresa, en abril de 1575 recibió una denuncia que puso la princesa de Éboli en la Inquisición por el “Libro de la Vida”, obra escrita por Teresa.
Cuando regresó a la Corte, comenzó una vida caracterizada por la intriga y el escándalo, fruto de su personalidad caprichosa y voluble y de las relaciones con Antonio Pérez, secretario del Rey. La princesa aprovechó la influencia de Pérez. A la muerte del rey Sebastián de Portugal (1578), la princesa colaboró con Pérez con el fin de apoyar la candidatura de la duquesa de Braganza al trono portugués, oponiéndose así a las pretensiones dinásticas de Felipe II.
Felipe II hizo averiguaciones y terminó descubriendo la verdad. La princesa y Pérez fueron detenidos. Ella fue encerrada en 1579, primero en el Torreón de Pinto, luego en la fortaleza de Santorcaz y privada de la tutela de sus hijos y de la administración de sus bienes, para ser trasladada en 1581 a su Palacio Ducal de Pastrana, donde estuvo atendida por su hija menor Ana de Silva. Y
Felipe II, por temor a que huyera con su amante, mandó poner rejas en puertas y ventanas del palacio, donde permanecía encerrada. La Princesa de asomaba una sola hora al día por la reja que daba a la Plaza, que se llama desde entonces Plaza de la Hora. Mientras Pérez, y tras once años de prisión pudo escapar y huir a Aragón en 1590, parece ser que con la ayuda de su propia mujer y con dinero proporcionado por la princesa. El 19 de abril de 1590 llegaba a Aragón, buscando amparo, valiéndose de su condición de hijo de aragonés, en los fueros de aquel antiguo reino, donde, en virtud del privilegio de manifestación, se puso bajo la protección del Justicia foral, don Juan de Lanuza. No obstante, el magistrado ordenó su reclusión en una cárcel de Zaragoza.
Pérez una vez en territorio galo, Pérez recibió el apoyo de Enrique IV, acérrimo enemigo del rey Felipe, protección que él pagó revelando traidoramente secretos de Estado, al poner en manos de éste atractivos proyectos desestabilizadores para España. El fracaso de los intentos de invasión francesa motivó el traslado de Pérez a Inglaterra, donde también contó con importantes ayudas, ofreciendo interesante información que sirvió para el posterior ataque inglés a la plaza de Cádiz en 1596.
Pero el Tratado de Vervins (1598), que dio fin a las guerras de religión en Francia, supuso el final diplomático de Pérez, que se dedicó a la escritura, llegando a publicar dos importantes obras que tuvieron un destacado efecto negativo en la figura de Felipe II: las Relaciones y las Cartas, otra base originaria de la injusta leyenda negra formada contra aquel monarca y contra España.
La Princesa llamaba al rey Felipe II en sus cartas "primo". El monarca se referiría a ella como "la hembra". Es curioso que mientras la actitud de Felipe hacia Ana era dura, siempre protegió y cuidó de los hijos de ésta y su antiguo amigo Ruy, el esposo de ella. Felipe II nombró un administrador de sus bienes y más adelante llevaría las cuentas a su hijo, Fray Pedro ante la ausencia de sus hermanos.
Finalmente Ana muere en su encierro el 2 de febrero de 1592.