sábado, 26 de abril de 2025

LA ESCUELA DE SALAMANCA

Se designa así al estudio, el pensamiento y el trabajo realizado en diversas áreas que un nutrido grupo de profesores universitarios españoles, a raíz de Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca. La llegada de la Edad Moderna y sobre los siglos XV- XVI, las ideas tradicionales en su concepto científico, social, económico y jurídico fueron cuestionados Además estaba el asunto del protestantismo. Asimismo los avances científicos y el descubrimiento del Nuevo Mundo requería un análisis que fue contemplado en todos los aspectos por ese importante grupo de intelectuales españoles.

Aquellos hombres fueron entre otros, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Luis de Alcalá, Martín de Azpilcueta (o Azpilicueta), Tomás de Mercado, Francisco Suárez, todos ellos ilustrados naturalistas y moralistas. Fundadores de un nueva escuela de teología y de la Justicia, que centraron sus estudios en el hombre y sus problemas morales.
La Escuela de Salamanca comenzaría con Francisco de Vitoria (1483-1546) y su máximo esplendor llega con Domingo de Soto (1494-1560), todos ellos de la orden de los dominicos
Otros que también trabajaron fueron los hombres de la escuela de la Universidad de Coímbra que estaba formada por jesuitas. Digamos que se repartieron el enorme trabajo.
España fue el primer y único país que se planteó de forma seria los derechos de sus conquistados.

FRANCISCO DE VITORIA 
Con el descubrimiento y la colonización España se planteó la legitimidad de una conquista en lugar de intentar justificarla por motivos tradicionales. Fue la conocida como polémica de los ”justos títulos”, uno de cuyos episodios fue la Junta de Valladolid (1550-1551), famoso debate entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas en el que participaron también varios discípulos de Francisco de Vitoria, ya muerto, que había comenzado su análisis de la conquista desechando los títulos ilegítimos. Fue el primero que se atrevió a negar que la bulas de Alejandro VI (conocidas en conjunto como las Bulas de donación) fuesen un título válido de dominio de las tierras descubiertas. Tampoco eran aceptables el primado universal del emperador, la autoridad del Papa (que carece de poder temporal) ni un sometimiento o conversión obligatorios de los indios. No se les podía considerar pecadores o poco inteligentes, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades. Cuando los españoles llegaron a América no portaban ningún título legítimo para ocupar aquellas tierras que ya tenían dueño. Los indios podían rechazar la conversión, pero no impedir el derecho de los españoles a predicar. Sin embargo, Vitoria hace notar que aunque esto sea causa de guerra justa, no necesariamente es conveniente que así ocurra por las muertes que podría causar.

El rey Carlos I, para el buen gobierno de los indios, con las bases de la voluntad ya de la reina Isabel en su ordenanza de 1494 y la promulgación en 1512 de la Leyes de Burgos por el rey Fernando y asimismo para hacerse pública la polémica creada por fray Bartolomé de las Casas y confirmadas por Francisco de Vitoria, dispuso al Consejo de Indias una inspección con la idea de establecer una nueva y mejor política indiana. El emperador convocó para 1540 una junta legislativa que se albergó en la Universidad de Salamanca, para iniciar las reorganización que los humanistas venían pidiendo décadas atrás. Fueron invitados legisladores y religiosos influyentes como el abogados, teólogos y economistas. Ello redundó en la promulgación de las Leyes Nuevas, del 20 de noviembre de 1542 en Barcelona.
Fundamentalmente sus puntos es que suprime las Encomiendas, por sus  problemas, y regula la forma de hacer los nuevos descubrimientos y de gratificar a los Conquistadores.
Yéndonos un poco más en años atrás, si en los primeros años de la conquista se forzó el trabajo de las comunidades nativas y se concedió su explotación a algunos colonos, pronto surgieron voces críticas contra los abusos y a favor de una regulación de la situación. No hay que olvidar que el derecho a ocupar aquellas tierras derivaba de las denominadas bulas “Inter Caetera”, que otorgaban a la corona española el dominio de aquellas tierras y sus gentes a cambio de su conversión al cristianismo. Dichas bulas habían sido otorgadas por el papa Alejando VI en favor de los RR.CC. en mayo de 1493.

Fue Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, quien impulsó la concesión de comunidades indígenas bajo la figura de la encomienda, que limitaba el poder de los colonos encomenderos y los supeditaba a la autoridad de los oficiales reales. La corona intentó legislar al respecto, aunque en la práctica no fue fácil, pues se encontró con la oposición de los encomenderos y demás beneficiarios de la explotación de los recursos americanos. En la corte se impuso la doctrina defendida por algunos eclesiásticos y así lo evidencian las “Leyes de Burgos y Ordenanzas” para el tratamiento de los Indios, que fueron promulgadas el 27 de diciembre de 1512, promulgadas como dijimos por el entonces rey Fernando el Católico. Estas leyes abolieron la esclavitud de los indios, regularon el requerimiento para someterlos y les reconocieron la condición de hombres libres, siempre y cuando aceptasen la fe cristiana y la soberanía de los reyes de Castilla.
No obstante las “Leyes Nuevas”, de Carlos I, del 20 de noviembre de 1542 van más allá. Fundamentalmente sus puntos es que suprime las Encomiendas, que tanto problemas habían dado, y regula la forma de hacer los nuevos Descubrimientos y de gratificar a los Conquistadores. También suprime todo tipo de esclavitud de los indígenas, y las guerras de Conquista. Recogen, entre otros, los siguientes derechos: la prohibición de injuriarlos o maltratarlos, la obligación de pagarles salarios justos, su derecho al descanso dominical, la jornada laboral máxima de ocho horas y un grupo de normas protectoras de su salud, especialmente de la de mujeres y niños. Los oficiales reales no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías. Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos indios existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho a mantenerlos en ese estado. Que los indios no sirvieran de cargadores (tamemes), sin su voluntad y con la debida retribución. Las encomiendas dadas a los primeros conquistadores cesaran totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la Real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio; y que se recompensara a los primeros conquistadores y colonos con corregimientos y otras mercedes. Esto en el año 1542.

MARTÍN DE AZPILICUETA 
No obstante el encuentro con el Nuevo Mundo fue el desencadenante de la inflación y carestía en España. Es decir, la llegada de abundantes cantidades de oro y plata provocó que el país se sumiera en graves condiciones de pobreza. En este sentido, fue Martín de Azpilcueta quien analizó por primera vez en la historia, la cantidad de dinero que existe en una economía determinada en relación con su nivel de precios.
El primer concepto que se defendió en la Escuela de Salamanca fue el de la propiedad privada; el grupo de teólogos, siguiendo la trayectoria que ya marcó siglos atrás Tomás de Aquino, consideraba que la propiedad privada era muy necesaria para el desarrollo del comercio y, por tanto, poseía una función completamente legítima. Así pues, Domingo de Soto afirmaba que dicha propiedad privada era fundamental para promover la paz pero insuficiente para erradicar todos los males de la sociedad dada la capacidad pecadora e innata del hombre. Además de la propiedad privada, defendieron temas que siguen aún vigentes como la competencia, la libertad económica y la naturaleza dinámica de los mercados.
En este sentido, fue Martín de Azpilcueta quien analizó -por primera vez en la historia- la cantidad de dinero que existe en una economía determinada en relación con su nivel de precios. El religioso expresó unos términos muy comunes para la economía actual pero en los que, en aquella fecha, todavía nadie había reparado: la abundancia de dinero genera inflación en los precios, hecho que repercute de manera muy negativa en la sociedad.
La influencia de la escuela de Salamanca se fue trasladando a Italia, Portugal y Países Bajos; sin embargo, sus miembros se fueron distanciando cada vez más al apoyar de manera fehaciente la prohibición del préstamo con intereses -una corriente que ya inició Tomás de Aquino- al estimar que era una práctica inmoral.

Muchos economistas han llegado a afirmar que los autores de la Escuela de Salamanca serían dignos merecedores del calificativo de fundadores de la economía científica.


Azpilcueta y Tomás de Mercado fueron los precursores de la teoría cuantitativa del dinero, en la cual la masa monetaria multiplicada por la velocidad de circulación equivale al producto nacional multiplicado por el nivel de precios.  Una ecuación angular en la economía moderna. Asimismo, el teólogo afirmó que, en circunstancias de igualdad, los bienes presentes siempre se valoran más que los bienes futuros.
Otro de los grandes exponentes de la escuela de Salamanca fue Juan de Mariana, el cual tenía unos principios de libertad económica que siguen de plena actualidad. En aquel momento, el propio Felipe III destruyó la mayoría de sus libros por pensar que atacaban contra su figura. Fue calificado como agitador a favor de los pobres.

viernes, 25 de abril de 2025

LAS GUERRAS CARLISTAS

El rey Fernando VII murió en 1833 y su hermano, Carlos María Isidro de Borbón,  emitió el “Manifiesto de Abrantes”, en el que declaraba su ascensión al trono proclamándose como Carlos V.
Y de esa forma surgió el Carlismo.

Carlos María Isidro de Borbón
Pero ascendió al trono la hija de Fernando VII, la reina Isabel II, bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, y el general Espartero como valido, en 1833, y fue reconocida por los gobiernos de Francia, Inglaterra, Dinamarca, Estados Unidos  y otros. Por lo que la política interior se vio hipotecada por las influencias de Inglaterra y Francia, y ya los embajadores de ambos países intervinieron en el fracaso del primer valido, Zea Bermúdez.
En 1833, la reina regente, contaba con los liberales contra los carlistas. El Gobierno, lo presidía el liberal Francisco Martínez de la Rosa, nombrado en 1834, se encontraba sin recursos para pagar al ejército.

La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba. Se daba una curiosa paradoja: el pretendiente don Carlos, que era muy religioso pretendía imponer en España un régimen absolutista y centralista, y era apoyado sobre todo por navarros, vascos y catalanes, es decir precisamente donde el celo por los privilegios forales y la autonomía política y económica era más fuerte. El campo solía ser de ellos; pero las ciudades, permanecieron fieles a la jovencita Isabel II y al liberalismo. Al futuro, dentro de lo que cabe, o lo que parecía iba a serlo.

Baldomero Espartero 
PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840)
Don Carlos, que necesitaba una ciudad para capital de lo suyo, estaba obsesionado con tomar Bilbao; pero la ciudad resistió y Zumalacárregui murió durante el asedio, convirtiéndose en héroe difunto por excelencia. En cuanto al otro héroe, Cabrera, lo apodaban el tigre del Maestrazgo, era una verdadera mala bestia. Y cuando los gubernamentales fusilaron a su madre, él mandó fusilar a las mujeres de varios oficiales enemigos. Ése era el tono general del asunto.
La Primera Guerra se desarrolló en tres fases muy diferentes. Se prolongó hasta julio de 1835. Aparecieron partidas ordenadas por oficiales del ejército durante la Época Ominosa. Este alzamiento fue sofocado por tropas leales al gobierno de Madrid. La segunda fase de la guerra duró hasta septiembre de 1837 y se caracterizó por un cierto dominio de los carlistas. El ejército de la regente María Cristina no estaba bien pertrechado. Poco apoyo extranjero y un plan ineficaz de contención en la zona vasco-navarra. Carlos llegó hasta Arganda, no entrando inexplicablemente en Madrid que estaba desguarnecido.
La guerra civil, como todas, se desarrollaba con ferocidad y crueldad. Los humildes párrocos broncos sin el menor complejo, se echaban al monte con boina roja, animaban a fusilar liberales. El caso es que la sublevación carlista, léase, campo contra ciudad, fueros contra centralismo, tradición frente a modernidad.
Esto fue una de las barbaridades donde la violencia, la delación, el odio y la represalia infame, estallaron y ajustaron cuentas. Lo expresaba muy bien Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, “La pobre y asendereada España continuaría su desabrida historia dedicándose a cambiar de pescuezo, en los diferentes perros, los mismos dorados collares”.  La tercera fase finalizó en julio de 1840 y fue de clara hegemonía gubernamental al terminar la reorganización del ejército que llegó a la cifra de cien mil hombres y también aprovechando la división del carlismo en dos facciones, el partido navarro, exaltado y el castellano, moderados.
Inglaterra se ofreció como mediadora. Los comisionados británicos consiguieron el Convenio de Vergara.  Así la guerra terminó con “El Abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y el carlista Maroto, en agosto de 1939.  “Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción, tan español proceder” escribió Maroto.

Los Generales Espartero y Maroto
SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1846-1849)
Se originó al nombrar a Isabel como futura reina de España. Iniciada en 1846 fue provocada por no llevarse a cabo el matrimonio entre la reina y Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos (autoproclamado Carlos V) y por lo tanto se denominaría Carlos VI en la genealogía carlista.
Es posible que no fuera exactamente una auténtica guerra sino una simple luchas de guerrillas de escasa trascendencia.
Los hechos se circunscribieron casi exclusivamente a Cataluña con pequeños levantamientos armados. La esperada llegada del llamado Carlos VI a España desde su exilio en Londres nunca se produjo, lo que provocaría la disolución en 1849 de los últimos reductos sublevados.

El pretendiente Carlos VII
TERCERA GUERRA CARLISTA. (1872-1876)
Se inició una vez destronada Isabel II, ya en el Sexenio Revolucionario. Beneficiados por el clima de libertad que introdujo la revolución de la “Gloriosa”, el carlismo había revivido como fuerza política. Pero la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña fuerza política opuesta a la nueva monarquía y con posiciones enormemente conservadoras. El pretendiente era Carlos VII, y el conflicto 
acabará con la definitiva derrota del carlismo, ya durante los primeros años del reinado de Alfonso XII.
Los generales Martínez Campos y el general Fernando Primo de Rivera, derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra y País Vasco.
Se enfrentaría hasta 1876 en la época del reinado de Amadeo I de Saboya, también de la efímera Primera República y por último el reinado de Alfonso XIII. Carlos VII abanderó la contienda desde su partido Comunión Católico-Monárquica de raíces absolutistas con un ejército que se autoproclamaba el “Ejército de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”.  La lucha se centró de nuevo en Cataluña y también el País Vasco y Navarra, donde resultaron un estrepitoso fracaso como el intento de tomar Bilbao. El general Martínez Campos erradicó el carlismo de Cataluña y en Pamplona donde entró Alfonso XII en 1876 provocando la retirada de Carlos VII.
 

martes, 22 de abril de 2025

DESVENTURAS DE CERVANTES

 

En algún lugar de América, de cuyo nombre ni puedo acordarme, hace mucho tiempo vivía un villano, que en su día se encontró con la obra fundamental de la novela mundial. 
D. Miguel de Cervantes Saavedra es el autor de la primera novela moderna, una de las mejores de la literatura universal y unos de los libros más editado y traducido de la historia, el “Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha” que fue hace tiempo considerado la obra cumbre de la literatura universal y una de las máximas creaciones del ingenio humano. El Quijote es un libro externamente cómico e íntimamente triste, un retrato de unos ideales admirables burlescamente enfrentados a la mísera realidad; no son pocos los paralelos que se han querido establecer con la España imperial de los Austrias, potencia hegemónica destinada a gobernar el mundo en el siglo XVI y a derrumbarse en el XVII, y con la vida de su autor, gloriosamente herido en el triunfo de Lepanto y abocado luego a toda suerte de desdichas. Los caracteres de Don Quijote y Sancho Panza son una representación del alma humana elevada a la plenitud. Se puede entender que Don Quijote representa la melodía en el desarrollo de la vida, la voz cantante, la ilusión, la imaginación y la aventura. Mientras Sancho es la conciencia, la razón, la lógica de las cosas. Entre ambos se desarrolla la armonía. En general, armonía es el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo, y su resultado siempre connota belleza y lógica. Miguel de Cervantes Saavedra nació en Alcalá, Madrid, entre el 29 de septiembre y el 9 de octubre de 1547, fecha en que fue bautizado.

Su abuelo Juan, que era juez de la Santa Inquisición, se fue a por tabaco y dejó de trabajar, dejó la familia, y se dejó crecer las barbas y las ganas de no hacer nada. Por lo que el padre de Cervantes se vio obligado a ejercer su oficio de cirujano barbero, dando tumbos con su familia por la ancha Castilla. El destino de Miguel no pintaba bien. Pero asentados en Córdoba en 1555 Miguel ingresó en el colegio de los jesuitas. Fue un lector muy precoz y sus dos hermanas sabían leer, cosa muy poco usual en la época, aun en las clases altas. Por lo demás, la situación de la familia era precaria. Un año después partieron hacia Sevilla con el fin de mejorar económicamente, pues era la puerta de España a las riquezas de las Indias y la tercera ciudad de Europa en la segunda mitad del siglo XVI. Los Cervantes se trasladaron en 1566 a la nueva capital del reino, Madrid. No se sabe con certeza que Cervantes hubiera asistido a la universidad, en cambio, su nombre aparece en 1568 como autor de cuatro composiciones en una antología de poemas en alabanza de Isabel de Valois, tercera esposa de Felipe II, fallecida ese mismo año. En el año de 1569 Miguel fue condenado en Madrid a arresto y amputación de la mano derecha por herir a un tal Antonio de Segura. La pena, corriente, se aplicaba a quien se atreviera a hacer uso de armas en las proximidades de la residencia real. No se sabe si Cervantes salió de España ese mismo año huyendo de esta sanción, pero lo cierto es que en diciembre de 1569 se encontraba en los dominios españoles en Italia, provisto de un certificado de cristiano viejo. En 1571 Venecia y Roma formaban, con España, la Santa Alianza, y el 7 de octubre, comandadas por Juan de Austria, las huestes españolas vencieron a los turcos en la batalla de Lepanto. Fue la gloria inmediata, una gloria que marcó a Cervantes, el cual relataría muchos años después, en la primera parte del Quijote, las circunstancias de la lucha. En su transcurso recibió el escritor tres heridas, una de las cuales, si se acepta esta hipótesis, inutilizó para siempre su mano izquierda y le valió el apelativo de «el manco de Lepanto» como timbre de gloria. Junto a su hermano menor, Rodrigo, Cervantes entró en batalla nuevamente en Corfú, también al mando de Juan de Austria. En 1573 y 1574 se encontraba en Sicilia y en Nápoles, donde mantuvo relaciones amorosas con una joven a quien llamó «Silena» en sus poemas y de la que tuvo un hijo, Promontorio Cervantes se propuso conseguir una situación social y económica más elevada dentro de la milicia mediante su promoción al grado de capitán, para lo cual obtuvo dos cartas de recomendación ante Felipe II, firmadas por Juan de Austria y por el virrey de Nápoles, en las que se certificaba su valiente actuación en la batalla de Lepanto. Con esta intención, Rodrigo y Miguel de Cervantes se embarcaron en la goleta Sol, que partió de Nápoles el 20 de septiembre de 1575. A poco de zarpar, la goleta se extravió y fue abordada, por tres corsarios berberiscos. Tras encarnizado combate y la consiguiente muerte del capitán cristiano, los hermanos cayeron prisioneros. Las cartas de recomendación salvaron la vida a Cervantes, pero serían, a la vez, la causa de lo prolongado de su cautiverio: el corsario convencido de hallarse ante una persona principal y de recursos, lo convirtió en su esclavo y lo mantuvo apartado del habitual canje de prisioneros y del tráfico de cautivos corriente entre turcos y cristianos. Esta circunstancia y su mano lisiada lo eximieron de ir a las galeras. Cervantes protagonizó, durante su prisión, cuatro intentos de fuga. Temía un traslado a Constantinopla. Hassán retuvo a Cervantes hasta el último momento, mientras los frailes negociaban y pedían limosna para completar la cantidad. Por último, en 1580, fue liberado. Tenía treinta y tres años; reflejaba en cierto modo la profunda crisis general del imperio, que se agravaría luego de la derrota de la Armada Invencible en 1588. Al retornar, Cervantes renunció a la carrera militar. 

Mientras tanto, fruto de sus relaciones clandestinas con una joven casada, Ana de Villafranca, nació una hija, Isabel, criada por su Madrid. A los treinta y siete años, Cervantes contrajo matrimonio; su novia, Catalina de Salazar y Palacios. Tenía sólo dieciocho años. Meses antes, el escritor había acabado su primera obra importante, La Galatea, una novela. El editor Blas de Robles le pagó 1.336 reales por el manuscrito. Esta cifra nada despreciable y la buena acogida y el relativo éxito del libro animaron a Cervantes a dedicarse a escribir comedias. Entre 1585 y 1600 Cervantes solía visitar Madrid, allí alternaba con los escritores de su tiempo, leía sus obras y mantenía una permanente querella con Lope de Vega. Ingresó en la Academia Imitatoria, primer círculo literario madrileño, y ese mismo año fue designado comisario real de abastos (recaudador de especies) para la Armada Invencible. También este destino le fue adverso: en Écija se enfrentó con la Iglesia por su excesivo celo recaudatorio y fue excomulgado; en Castro del Río fue encarcelado (1592), acusado de vender parte del trigo requisado. Al morir su madre en 1594, abandonó Andalucía y volvió a Madrid. Pero las penurias económicas siguieron acompañándole. Cervantes dio con sus huesos en prisión, esta vez en la de Sevilla, donde permaneció cinco meses. En esta época de extrema carencia comenzó probablemente la redacción del Quijote. Entre 1604 y 1606, la familia de Cervantes, su esposa, sus hermanas y su aguerrida hija natural, así como sus sobrinas, siguieron a la corte a Valladolid, hasta que el rey Felipe III ordenó el retorno a Madrid. En 1605, a principios de año, apareció en Madrid El ingenioso hidalgo don Quijote de La Mancha. Cuando en junio de 1605 toda la familia Cervantes, con el escritor a la cabeza, fue a la cárcel por unas horas a causa de un turbio asunto, don Quijote y Sancho ya pertenecían al acervo popular. 

Cervantes escribió a un ritmo imparable: las Novelas ejemplares vieron la luz en 1613. Ese mismo año lo sorprendió la aparición, en Tarragona, de una segunda parte espuria del Quijote escrita por un tal Avellaneda. Así, enfermo y urgido, y mientras preparaba la publicación de las Ocho comedias y ocho entremeses nuevos nunca representados, acabó la segunda parte del Quijote, que se imprimiría en el curso del mismo año. El 19 de abril redactó "Ayer me dieron la extremaunción y hoy escribo ésta; el tiempo es breve, las ansias crecen, las esperanzas menguan y, con todo esto, llevo la vida sobre el deseo que tengo de vivir...". Un tal Márquez Torres, le había mandado una recomendación en la que relataba una conversación mantenida en febrero de 1615 con notables caballeros del séquito del embajador francés: "Preguntáronme muy por menor su edad, su profesión, calidad y cantidad. Halléme obligado a decir que era viejo, soldado, hidalgo y pobre, a que uno respondió estas formales palabras: "Pues ¿a tal hombre no le tiene España muy rico y sustentado del erario público?". Acudió otro de aquellos caballeros con este pensamiento y con mucha agudeza: "Si necesidad le ha de obligar a escribir, plaga a Dios que nunca tenga abundancia, para que con sus obras, siendo él pobre, haga rico a todo el mundo". En efecto, ya circulaban traducciones al inglés y al francés desde 1612, y puede decirse que Cervantes supo que con el Quijote creaba una forma literaria nueva. Sus contemporáneos no vislumbraron la profundidad del descubrimiento del Quijote. Así, entre el 22 y el 23 de abril de 1616, murió en su casa de Madrid, asistido por su esposa y una de sus sobrinas; envuelto en su hábito franciscano y con el rostro sin cubrir, fue enterrado en el convento de las trinitarias descalzas. Cervantes estuvo en las glorias imperiales de Lepanto y en las derrotas de la Invencible. Fue un producto claro de su tiempo. Fue genial escritor, valiente luchador y desgraciado, incomprendido por los poderosos, reconocido en el extranjero y por la historia. 
Y orgullo español siempre. 

sábado, 19 de abril de 2025

REINADO DE ALFONSO XIII - ( final)

La apertura del llamado “expediente Picasso”, informe completo para fijar las responsabilidades derivadas de la Guerra del Rif con su llamado “Desastre de Annual”, fue un ingrediente más de la inestabilidad generalizada, reverdeciendo la inquietud de jefes y oficiales, agrupados estos últimos, desde 1917, en las llamadas “Juntas de Defensa”. La llegada al poder de una coalición liberal de amplio espectro, presidida por García Prieto, no resolvió nada, y en septiembre de 1923 se produjo en Barcelona el golpe de Estado del general Primo de Rivera, que, acogido con entusiasmo por la mayoría del país incluido, incluso el PSOE, y muy significativamente el sector intelectual animado por Ortega y Gasset desde El Sol, y ante la pasividad del Gobierno, fue aceptado por el Rey.  

Primo de Rivera 
El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba un sentimiento de superioridad al resto del país no era un sentimiento separatista todavía, pero sí de descentralizar el estado, un federalismo.
La dictadura de Primo, entre los tantos a su favor se cuentan la construcción y equipamiento de nuevas escuelas, el respeto a la huelga y los sindicatos libres, la jubilación pagada para cuatro millones de trabajadores, la jornada laboral de ocho horas, que hay que decir que fuimos los primeros del mundo en adoptarla, una sanidad nacional bastante potable, lazos estrechos con Hispanoamérica, las exposiciones internacionales de Barcelona y Sevilla, la concesión de monopolios como teléfonos y combustibles a empresas privadas (Telefónica, Campsa), y una inversión en obras públicas, sin precedentes en nuestra historia, que modernizó de forma espectacular reservas de agua, regadíos y redes de transporte. Pero el pueblo y la Iglesia, sobre todo, seguían en su letanía. Y el nacionalismo catalán jugaba fuerte para conseguir una autonomía propia.
La dictadura aportó, de hecho, una pacificación social y un gran éxito exterior, el acuerdo con Francia que, tras el brillante desembarco en Alhucemas, permitió poner fin a la guerra de Marruecos (1927). En una segunda fase (Directorio Civil) llevó a cabo una impresionante labor de modernización de las infraestructuras viarias y un notable impulso a la economía (recogiendo el inicial balance favorable de la neutralidad española durante la Primera Guerra Mundial).
La represión de Primo de Rivera se centró especialmente en intelectuales y periodistas, la crítica de la dictadura. Blasco Ibáñez, Unamuno, Ortega y Gasset, entre muchos, cambiaron su idea primitiva y tomaron partido contra él. Y Alfonso XIII comenzó a distanciarse tímidamente.
Desalentado en 1929 ante las primeras salpicaduras de la crisis de Wall Street, y sintiéndose desasistido por el sector militar, tras una disparatada consulta a sus mandos, el dictador acabó presentando su dimisión al Rey.
El fracaso de la dictadura hizo a don Alfonso víctima de dos ofensivas: la de los representantes de la vieja política, resentidos con su presunta “traición” de 1923, y el de los defensores de la dictadura, que no le perdonaron el “cese” de Primo de Rivera, que falleció en París apenas transcurridos dos meses. A esa ofensiva se sumaron de forma decisiva los mismos intelectuales que en 1923 habían aplaudido el golpe militar.
Así que para cuando el rey dejó caer a Primo de Rivera, la monarquía parlamentaria estaba muerta. Tras el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, unos se inclinaban por soluciones autoritarias conservadoras, y otros, menos, pero bastantes, por soluciones autoritarias desde la izquierda. Siempre hubo republicanos de izquierdas y de derechas.

Alfonso XIII observa Madrid poco antes de su marcha 
Las ideas nacionalistas vasca y catalana complicaban el gobierno. La Iglesia continuaba sin ponerse en la actualidad, y en materia de educación escolar, emancipación de la mujer y reformas sociales no facilitaba las cosas.
Alfonso XIII era ya cadáver. Los partidarios del trono eran cada vez menos, e intelectuales como Ortega y Gasset, Unamuno o Marañón empezaron a dirigir fuego directo contra Alfonso XIII. Los últimos tiempos de la monarquía fueron agónicos. Socialistas y anarquistas, por una parte, y el naciente partido de Alianza Republicana respaldado por intelectuales y algunos miembros del ejército y también Acción Republicana liderada por Manuel Azaña. Un creciente movimiento de los partidos nacionalistas. Así pues, socialistas, republicanos, sindicalistas y nacionalistas pactaron en San Sebastián en agosto de 1930 una salida republicana constituyente para el país. En el "Pacto de San Sebastián" es donde se encuentran las ideologías que marcarán la futura República Española. Los conspiradores del “Pacto de San Sebastián”, que el 17 de agosto de 1930 se unieron para derribar al rey Alfonso XIII, con sólo ese soporte para su decisión, exigieron la entrega inmediata del poder en plazo de horas. Apoyando su petición en una muchedumbre con el obligado acompañamiento de banderas tricolores, himnos, gritos y actos de violencia, de rigor en tales casos. Sin siquiera esperar a que el plazo señalado por ellos mismos expirase, la conjunción republicano-socialista se apoderó, por sí misma, de los Ministerios y puestos de mando, posesionando así, de facto, el poder, y convirtiéndose en gobernantes, no por una votación del pueblo, sino por su propia libérrima voluntad. 

Componentes del "Pacto de San Sebastián"

La “Dictablanda”, fue el periodo desde la caída de Primo de Rivera y gobernó Dámaso Berenguer. Lo hizo por decretos tras de la caída de la Bolsa en 1929 y las revueltas sociales. Con buenas intenciones decidió aplazar las elecciones previstas y en su lugar convocó elecciones municipales para abril de 1931. El gobierno de Berenguer inició su singladura con el objetivo de retornar a la Corona su discutida autoridad moral. Legaliza partidos y sindicatos, pero es inútil, Berenguer constata su soledad política. El gobierno fue desestabilizado por un grupo de militares tras el levantamiento de Jaca en diciembre de 1930, que fracasó y luego sus cabecillas fueron fusilados convirtiéndose en héroes para los partidarios de la República. Berenguer dimite en febrero de 1931 y el declinar de la monarquía es imparable. Se constituye un gobierno de concentración nacional presidido por Juan B. Aznar, un militar. A este gobierno agonizante sólo le da tiempo a convocar elecciones municipales, las primeras en España, la fecha es el 12 de abril de 1931. En los resultados, si bien las opciones monárquicas obtienen más votos, los partidos republicanos son los que consiguen más concejales, 34.368 frente a los 19.035 de los monárquicos. 

Es sin duda el advenimiento de la República. Alfonso XIII tenía las horas contadas. La España monárquica empezaba a ser inviable. A nadie le importó su labor humanitaria en la Guerra Mundial ni al tratar de salvar a los monarcas rusos. No tuvo apoyos ni de dentro del país ni de fuera. Realmente ya se sabía que las elecciones municipales eran realmente un referéndum, no sobre los ayuntamientos sino sobre monarquía o república.

En Eibar la población se echa a la calle proclamando la República. Ese mismo día 14 de abril emprende un viaje a Francia, sin retorno donde escribe desde las páginas del ABC, … “Soy el Rey de todos los españoles, pero, quiero apartarme de cuanto sea lanzar a un compatriota contra otro en fratricida guerra civil. No renuncio a ninguno de mis derechos porque más que míos, son depósito acumulado de la Historia, de cuya custodia ha de pedirme cuenta algún día”.
"Los españoles han echado al último Borbón, no por rey, sino por ladrón". Esta frase, atribuida a Valle-Inclán, se popularizó tras la huida de Alfonso XIII de España. El periodista Alfonso Ussía, ya sabemos que es de familia de monárquicos, tiene una copia del testamento de Alfonso XIII, y asegura que no es el testamento de un ladrón ni de un aprovechado. De haber dejado una fortuna a sus herederos, la Casa Real en el exilio no hubiera necesitado para sobrevivir la ayuda de treinta o cuarenta familias españolas, que se redujeron a siete u ocho cuando Franco rechazó a Don Juan. De haber sido Alfonso XIII un ladrón, como dijo Valle, su hijo Don Jaime de Borbón no habría muerto en la más absoluta de las ruinas.  Precisamente, lo que le perdió al Rey, e incluso Churchill lo subraya, fue su desmesurada afición a la Política, en la que no tuvo que haberse inmiscuido apoyando el golpe dictatorial de Miguel Primo de Rivera.
Alfonso Ussía ha conocido y vivido la modestia de la Familia Real en el exilio. Y esa modestia no corresponde al hijo y heredero de un ladrón. Su época no fue la más apacible, ni en España ni en el mundo. Su Servicio de información y canjes de prisioneros durante la Primera Guerra Mundial, aún se considera modélico. Alfonso XIII erró en muchas ocasiones. Pero no se llevó nada al bolsillo. Queda en la memoria de pocos su gran labor humanitaria, no muy difundida.

Don Juan de Borbón abdica a favor de su hijo Juan Carlos 

En el exilio, centrado primero en Francia, y repartido luego entre Roma y Lausanne (la Reina, por su parte, acabó por marchar a Londres: se había llegado a un acuerdo de separación informal entre los regios cónyuges), Alfonso XIII hubo de reordenar la sucesión al trono, mediante la renuncia de sus hijos Alfonso y Jaime a favor de don Juan que había ultimado su carrera de marino en la Escuela Naval británica.
Un mes más tarde (28 de febrero de 1941) fallecía Alfonso XIII  en un Hotel de Roma. Se había reconciliado con la reina Victoria, que le asistió en sus últimos días.
Enterrado en la iglesia romana de Montserrat, sus restos no volverían a España hasta 1980, reinando su nieto don Juan Carlos I.
 

AL-ANDALUS DURANTE 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nad...