jueves, 30 de julio de 2020

¡GRACIAS, ROMA!

Roma fue uno de los muchos pueblos que tanto antes como después llegaron a la península. Como toda metrópoli a sus colonias, Roma explotó económica y socialmente a sus provincias de lo que llamó Hispania. Pero la península recibió un legado cuya trascendencia llega hasta el presente. Todas las lenguas hispánicas, salvo el euskera se derivan de la romana, es decir del latín, hablado por los mercaderes y soldados. Y hoy junto con otras lenguas europeas, (francés, portugués, rumano, etc.) forman el tronco de las lenguas románicas. También los conceptos básicos del derecho tienen su origen en el derecho romano. El arte y los estilos habían llegado de Grecia y a través de Roma. En los últimos tiempos del Imperio fue el intermediario imprescindible para la introducción de la religión cristiana, que acabaría por unificar a la península como dato identitario.
Con Roma la península Ibérica entró definitivamente en los anales de la historia, recibió el nombre con el que se la conoce, Hispania, y forjó por primera vez una unidad política. Pero siempre se debe huir de proyecciones nacionalistas, que no favorecen la realidad histórica. Don Marcelino Menéndez Pelayo apuntó a que gracias a Roma dejamos de ser una multitud de tribus, dispersas, luchando unas contra otras y nos da la unidad del idioma, de la religión, de la administración, el ejército, la cultura de la arquitectura y las magníficas obras de ingeniería. En fin, nos sacaron de la oscuridad, aunque no lo hicieron pidiendo permiso, precisamente.
Pero entrando en harina, hay que tener presente que la romanización no fue un hecho pacífico, como no lo es ningún cambio trascendental en la historia. Roma entra en la península a causa de su pugna con Cartago por el control del Mediterráneo. En el 149 hasta el 146 a. C. se produjo la Tercera Guerra Púnica en la Península Ibérica, venciendo Roma a Cartago y desapareciendo ésta. Los romanos fueron recibiendo ayuda de griegos e íberos en sus luchas contra Cartago. Finalizadas las Guerras Púnicas, los griegos que quedaban en la península se fueron romanizando al igual que los aliados celtíberos. A partir del años 150 a.C. los romanos se propusieron extender sus dominios al interior de la península, encontrando resistencia por parte de algunas tribus y alianzas por parte de otras. Roma ya tenía la alianza de los íberos en sus filas. La conquista se prolongó durante un largo periodo, no solo por la gloriosa resistencia tantas veces magnificado en la enseñanza, sino porque responde su dominio a diferentes proyectos expansivos de Roma, no a un plan establecido puramente militar. Los romanos son la nueva civilización dominante en la península. Roma realizó una expedición hasta la Gallaecia (el norte de Portugal y Galicia). Y en el 133 a.C. fue destruida la ciudad de Numancia, con impresionante resistencia de su población, el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada. Era el último bastión de los celtíberos. Vascones y celtíberos se disputaron las tierras del valle del Ebro. Los celtíberos eran enemigos de Roma, y los vascones eran sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris (Calahorra), por los romanos, fue repoblada con vascones Entre los años 29 y 19 a.C. desarrollaron una campaña militar. Cuando termina la conquista de la península con la guerra contra los galaicos, cántabros y astures sobre el 29 al 19 a.C., el emperador César Augusto realiza una nueva organización en provincias, subdivididas en conventos jurídicos. Los romanos aprovecharon a fondo las posibilidades económicas de Hispania, en particular sus explotaciones mineras. En el distrito minero de Carthago Nova, en donde se extraía ante todo plata, pero también plomo, se calcula que trabajaban unos 40.000 hombres. Otra actividad destacada era la pesca, en particular los salazones de la costa atlántica de Andalucía. Importante fue asimismo el desarrollo de la esclavitud, que alcanzó cotas muy elevadas.



El Siglo II d. C., a finales, es la época floreciente en Hispania. Se enseña latín, se realizan obras espectaculares de ingeniería y arquitectura, calzadas, puentes y acueductos, se aplica el Derecho Romano que es la base del actual Derecho en Europa. Los emperadores de origen hispano son los que llevan al imperio a su máximo esplendor y la época de paz, Trajano y su sucesor, Adriano. La conquista romana de la Península Ibérica comienza en el 218 a. C. (fecha del desembarco romano en Ampurias) y se mantuvieron hasta los principios del 400 d. C. En el 415, en virtud de un pacto (foedus) celebrado entre el emperador romano Honorio y el rey visigodo Walia, los visigodos se asentaron en la provincia romana de Aquitania Secunda, en el sur de las Galias. A lo largo de este extenso periodo de más de seis siglos, tanto la población como la organización política del territorio hispánico sufrieron profundos e irreversibles cambios, y quedaría marcado para siempre con la inconfundible impronta de la cultura y las costumbres romanas. Antiguos campamentos militares y asentamientos iberos, fenicios y griegos fueron transformados en grandes ciudades, unidas por una extensa red de carreteras. El desarrollo de la construcción incluye algunos monumentos de calidad comparable a los de la capital, Roma. La ingeniería civil está representada en imponentes construcciones como el Acueducto de Segovia o el Acueducto de los Milagros de Mérida, en puentes como los de Alcántara sobre el Tajo, el de Córdoba sobre el Guadalquivir o el de Mérida sobre el Guadiana. También se construyeron faros como el que aún está en uso en La Coruña, la Torre de Hércules. Las construcciones civiles fueron fundamentales. La arquitectura lúdica como los teatros de Mérida, Cartagena, Sagunto, Tiermes o Cádiz, los anfiteatros de Mérida, Itálica, Tarraco y Segóbriga y los circos de Mérida, Córdoba, Toledo, Sagunto y muchos otros prueban de la importancia de Hispania. La arquitectura religiosa también se extendió por la península. Monumentos funerarios y mausoleos, arcos de triunfo, etc. Roma estableció su dominio sobre la Península Ibérica, pero también trajo su cultura, su particular forma de entender la vida: su economía, su legislación, el sistema político y militar, las infraestructuras que les permitieron crear y conservar un imperio y las manifestaciones artísticas de todo tipo. De todo ello se conserva hoy un importante legado no sólo arqueológico, sino también cultural. La latinización, fue un proceso que trajo la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, y la sustitución de éstos por el latín, del que más tarde derivarían las lenguas romances. La escritura ibérica se siguió usando en muchos ámbitos durante siglos, baste comprobar los grafitos marcados a punzón sobre cerámicas o bien los nombres de las ciudades escritos sobre monedas en ibérico o en latín de modo que, a veces se vuelve al uso del ibérico después de haber acuñado monedas con textos latinos. La religión de Roma fue fundamental en la vida de las personas e influye en las decisiones. La palabra religión procede del latín religare o re-legere, que significaría volver a ligar o unir. Es decir, atar lo mortal con lo divino. El culto a los dioses en Roma era un deber cívico. A comienzos del siglo IV, el emperador Constantino abraza la fe católica y deja de ser perseguida para ser la religión oficial de Roma, el cristianismo se encontraba ya desarrollado en Hispania. Tras haber sido impuesto como religión oficial, sufrió la segregación entre el arrianismo que traían los germánicos y el catolicismo de los hispanorromanos hasta la conversión al cristianismo de Recaredo en 586. Los Hispano-romanos eran las gentes habitantes de Hispania tras la dominación romana que se habían quedado como propia la cultura romana, en toda su extensión. Son los ascendientes de los que luego fueron los reyes cristianos. En otro orden de cosas los romanos dieron a Hispania una fisonomía distinta, al dotarla de grandiosas obras de arquitectura e ingeniería. Con su sistema constructivo basado en sillares de piedra, el arco y la bóveda, levantaron grandes murallas, arcos triunfales, templos, puentes y acueductos. Además de teatros, anfiteatros, circos, y todo tipo de monumento conmemorativo o funerario. Las ciudades de Hispania compitieron por la grandiosidad y la proliferación de sus construcciones monumentales. Roma era un imperio, una cultura, un pueblo de conquistadores, pero que trataba de consolidar su poder más allá de la simple ocupación militar. Un dominio que iba a incidir profundamente en las costumbres y la cultura.


A partir del final del siglo II el sistema imperial romano fue debilitándose. Decaía el sistema esclavista en el que se asentaba la economía. Levantamientos y revueltas sociales fueron numerosas. Las oligarquías abandonaron el poder y se trasladaron a sus villas. Se debilitó la demanda y la producción. El poder legítimo de Roma existía sólo en una mínima parte, la franja costera de la Tarraconense y las zonas del curso medio y bajo del Ebro. El resto del territorio estaba ya en manos de aquellos bárbaros a los que otros romanos, usurpadores, que se lo habían servido en bandeja. Los visigodos, tras esta primera incursión en Hispania, regresaron al sur de la Galia. Volverían pocos años después para instalarse definitivamente. Sin embargo, gracias a Roma dejamos de ser tribus poco civilizadas para ser un pueblo unificado. Y a partir de Roma se irá creando un país independiente tras los Pirineos. Por cierto, no se nos ocurre reclamarle ahora a Italia, por la invasión de los romanos 200 años a.C.

domingo, 26 de julio de 2020

LAS ISLAS MALVINAS, ESPAÑOLAS, URUGUAYAS E INGLESAS

En 1749 el Almirantazgo británico, organiza una expedición con el objetivo aparente de hacer descubrimientos en los mares de América del Sur y efectuar un relevamiento de las costas de Malvinas. Sin embargo, el verdadero propósito de la expedición era establecer una base naval para atacar al comercio español y a los territorios hispanoamericanos. El proyecto llegó a oídos del embajador de España, quien protestó de inmediato.
El 2 de abril de 1767 Felipe Ruiz Puente toma posesión en nombre de la corona española del archipiélago de las islas Malvinas. Poco después, y ante los rumores de que los ingleses habían fundado una colonia en la isla occidental avisa a Buenos Aires. En vista de la situación, Bucarrelli, el gobernador de Buenos Aires, dio orden de expulsar por la fuerza a los ingleses. Parte de Montevideo el 11 de mayo Juan Ignacio de Madariaga con La Escuadra del Rio de la Plata, compuesta por cuatro fragatas y un jabeque andaluz. En total sumaban 134 cañones y 1.500 hombres. Confiando que la superioridad militar haría desistir a los británicos, sin llegar a un enfrentamiento armado, el 7 de junio intimó al capitán William Maltby y al comandante del fuerte, George Farmer, a evacuar el puerto o, caso contrario, se vería “precisado a obligarle con el cañón”. Madariaga fundamentaba su demanda en el derecho internacional vigente, que impedía establecer colonias en esa parte del mundo sin el consentimiento del rey de España. Una vez más, los británicos rechazaron la intimación de los españoles e insistieron en que las islas les pertenecían. E insistía con la retirada española. España siempre protestó los intentos de exploraciones británicas en la zona alegando sus derechos al mar cerrado, que implicaba la prohibición de navegar por aquellas aguas. Decidido a llevar adelante su misión, y agotados todos los medios pacíficos, Madariaga dio la orden de comenzar el ataque. La batalla, sin embargo, debió posponerse por factores climáticos. El 10 de junio, por la mañana, Madariaga movilizó a las fragatas Santa Bárbara y Santa Catalina junto al jabeque Andaluz para que ataquen a la fragata británica Favorite. En cuanto los barcos españoles abrieron fuego sobre la Favorite, la artillería del fuerte respondió con unos pocos y desordenados cañonazos. El asentamiento inglés solo contaba con 10 cañones. La resolución de los oficiales británicos de pelear hasta el final no se mantuvo mucho tiempo. Desde el fuerte ondeó la bandera blanca y un oficial británico les solicitó la rendición a las fuerzas de tierra españolas, al mando del coronel Antonio Gutiérrez. 156 hombres rindieron sus armas el 10 de junio de 1770. Los términos de la capitulación establecían que el fuerte y sus armas debían ser entregados al coronel Antonio Gutiérrez.
El 11 de agosto de 1771 Juan Ignacio de Madariaga llegó a Cádiz para informar a la corte española sobre las acciones en Puerto de la Cruzada y el exitoso desalojo de la guarnición británica. Pero para su sorpresa, la noticia fue recibida con preocupación por las autoridades españolas. Comprendieron que se encontraban en una disyuntiva: si avalaban la acción del gobernador de Buenos Aires, Bucarreli, la guerra sería inevitable en cuanto los británicos tuviesen conocimiento del incidente. Si, por el contrario, desautorizaban la expedición, sus derechos sobre las islas se verían perjudicados. Después que Francia se negase a respaldar a Madrid en una posible guerra, el tribunal español alegó que la incautación se había hecho sin la autorización de Carlos III y se ofreció a restaurar Puerto Egmont, tal como existía antes de ser desalojado. El embajador español en Londres declaró, en nombre de su soberano, que no se habían dado órdenes particulares al gobernador de Buenos Aires, a pesar de que el oficial había actuado con arreglo a sus instrucciones generales y juramento como gobernador; que las Leyes de Indias incluyen la expulsión de los extranjeros de los dominios españoles. El acuerdo finalmente se llevó a cabo el 15 de septiembre de 1771, seis meses después del desalojo, con el restablecimiento de la situación que existía antes del combate de Puerto Egmont. En abril de 1772 tres fragatas británicas reocuparon el asentamiento, y las fuerzas españolas asentadas en el lugar se retiraron. Los británicos recibieron también una declaración donde el rey español Carlos III rechazó la incursión de Puerto Egmont para que se vea salvaguardado su honor. Durante cuatro años convivieron en las islas dos poblaciones de dos países. Según la historiografía británica, ellos se retiraron de las islas en virtud de un sistema de reducción de gastos en 1774, aunque mayoritariamente se afirma que fue en cumplimiento del pacto secreto con España. La realidad es que el 11 de febrero de 1774, Gran Bretaña reconocía la soberanía española sobre las Islas Malvinas, y comunicaba al reino español, su decisión de abandonar el archipiélago. En mayo de ese año, el abandono se hizo efectivo. El 22 de mayo, por conveniencias de la política exterior británica y para conciliarse con España, Puerto Egmont fue evacuado. Como restos de la permanencia, quedaban los parapetos del fuerte y una inscripción grabada sobre placa de plomo, en la que se afirmaba la pertenencia de las islas Falkland a su Sacratísima Majestad Jorge III.
Se dice que el abandono británico de las islas, se produjo por un pacto secreto entre España e Inglaterra, y no por falta de presupuesto, ya que dejaba más ganancias que pérdidas. Mas allá del motivo de la devolución de las islas, en esta fecha Gran Bretaña reconoce que las Islas Malvinas son dominio de España. Tras abandonar las Malvinas, los británicos dejaron allí una bandera británica y una placa reclamando la soberanía del archipiélago para su rey. En 1775 el capitán Juan Pascual Callejas retiró la placa británica de Puerto Egmont, enviándola a Buenos Aires. Con la creación del virreinato del Río de la Plata, en 1776, todos los gobernantes de Buenos Aires cuidaron que el Reino Unido no se asentase en las islas. Los españoles ocuparon Puerto de la Cruzada durante la Guerra anglo-española en 1779. En 1780, siguiendo instrucciones del virrey Juan José de Vértiz y Salcedo, se destruyó por completo las instalaciones. La placa conservada en Buenos Aires sería capturada por los británicos durante la primera invasión inglesa al Río de la Plata en 1806 y llevada a Londres.
España finalmente abandonó Puerto Soledad en 1811, tras la Primera Junta Revolucionaria en Buenos Aires, que suponía la independencia del gobierno de España en aquel territorio. Como la Banda Oriental no se adhirió a la junta de Buenos Aires, permaneció bajo control español. Existe una tesis del arquitecto uruguayo Juan Ackermann y del ingeniero agrónomo argentino-uruguayo Alfredo Villegas se apoya en un tratado de 1841. Ese acuerdo firmado por España y Uruguay cedió al país sudamericano las atribuciones que tenía el puerto militar de Montevideo sobre el archipiélago del Atlántico Sur, destacan los investigadores y afirman que eso aún podría tener validez.
"El aporte de documentos y la historia de todo lo que sucedió es lo que queremos hacer conocer. Y al analizarlo desde ese punto de vista se plantea que las Malvinas son uruguayas, señala Ackermann. Fueron gobernadas entre 1777 y 1814, con total independencia del virreinato del Río de la Plata, las costas patagónicas, la Tierra del Fuego, el Estrecho de Magallanes y el archipiélago de las Malvinas, jurisdicción que Uruguay heredó formalmente de España y que le fue usurpada por británicos y argentinos durante todos estos años”. Cuando se disolvió el imperio español, éste nunca cedió a Argentina la soberanía sobre las Malvinas, algo que sí hizo en 1841 cuando firmó un convenio con Uruguay en el que se reconocían como uruguayos todos los territorios dominados por el Apostadero de Montevideo. Así pues, Argentina ocupó también de forma ilegítima las islas entre 1820 y 1833, aprovechando el caos que reinaba en aquella época en lo que entonces era la Banda Oriental, ahora Uruguay. Lo cierto es que más adelante las autoridades de Montevideo deciden retirar el establecimiento en las Malvinas por su baja utilidad y los elevados costos de conservación. Allí se dejó una placa proclamando la soberanía española sobre el archipiélago. Placa que los argentinos, ya independizados, quitaron.

miércoles, 22 de julio de 2020

LOS MUSULMANES NO DOMINARON 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nada más lejos de la realidad. Dominar exactamente no, otra cosa es que residieran en parte del territorio, con gran éxito al pre¡principio y progresivamente con dificultades hasta su desaparición. Para ser claros hay que decir que dominaron desde el 730 aproximadamente hasta el 1031. Cuando se dividen en reinos de taifas ya no dominan. Luchan a duras penas por subsistir y pagando para residir. Digamos unos 300 años de dominación y otros 460 de pasarlas muy mal, sin dominar y perdiendo territorio. En el año 711 se produjo la entrada del contingente que se expandió con rapidez. Los reinos visigodos estaban disgregados y con luchas internas. Los musulmanes recibieron ayudas de los judíos, porque serían mejor tratados que con los cristianos. Y también de los propios hispano-godos, descontentos por los privilegios que recibían determinadas clases, los invasores ocuparon la capital, Toledo y algo más tarde Córdoba. Aunque todo marchaba sobre ruedas o cierto es que dese el primer momento surgieron disputas entre los bereberes y los árabes, por cargos, territorios y zonas de influencia. Ese fue el origen remoto todavía de los reinos de Taifas. Al-Andalus formaba parte como una gran provincia de un imperio que también abarcaba lo que hoy es Marruecos y llegaba hasta Punjab, en la India. No voy a hablar de la historia completa de este pueblo, pero he de decir que personalmente creo, que si bien fueron invasores, en realidad con el paso de los siglos han formado parte del sustrato y la raigambre de lo que hoy son los españoles. Con otra religión diferente a la romana, otras costumbres y cultura, lo cierto es que se ganaron también el derecho a pensar con los años que estaban en suelo propio. Solo enumero las diferentes califatos hasta llegar a su desaparición en 1492. ....
-------------- LOS TERCEROS REINOS DE TAIFAS (1224-1287)------------ ... Musulmanes dependientes de Damasco del 714 al 756 Emirato de Córdoba del 756 al 912 Califato de Córdoba del 912 al 1009 Fitnas de Al-Andalús del 1009 al 1031 Reinos de Taifas del 1009 al 1238 Emirato de Granada del 1238 al 1492 Las taifas, palabra que significa "bando" fueron hasta treinta y nueve pequeños reinos en que se dividió el califato de Córdoba después del derrocamiento de la dinastía omeya y la abolición del califato en 1031. Tras el debilitamiento de los almorávides y los almohades, surgieron los llamados segundos y terceros reinos de taifas hasta el siglo siglo XIII. En el trono se van sucediendo los califas, en medio de una anarquía total. Realmente los problemas eran muy profundos. Luchas por el trono califal, luchas internas por causas raciales entre árabes, bereberes y muladíes o eslavos (esclavos libertos del norte peninsular o de origen centroeuropeo). También influían los mozárabes, el ansia independentista de las áreas con mayores recursos económicos y la presión de los impuestos. Al no tener tropas necesarias para luchar contra sus vecinos o contra el avance cristiano, contrataban mercenarios, incluso guerreros cristianos, como el propio Cid Campeador, que sirvieron a reyes musulmanes, luchando incluso contra otros reyes cristianos. Al principio se les sometía económicamente forzando a pagar un tributo, las parias, a los reyes cristianos. Pero estas rivalidades entre los invasores los cristianos aprovecharían aliándose con los bereberes y asaltaron Toledo. Más tarde los bereberres derrotaron y saquearon Córdoba en 1013. Al conquistar estos el reino de Toledo en 1085 por parte de Alfonso VI de León Pidieron ayuda al sultán almorávide del norte de África, Yúsuf ibn Tasufin, el cual derrotó al rey leonés en la batalla de Zalaca en1086, y conquistó progresivamente todas las taifas. Aunque no consiguió reconquistar Toledo. Pero el rey castellano Alfoso VII y el aragonés Alfonso I el batallador, consiguieron éxitos militares y poco a poco debilitaron el poder musulmán. Estos volvieron a pedir ayuda, esta vez a los almohades, que con el paso del tiempo y las luchas vencieron al rey de Castilla Alfonso VIII en la batalla de Alarcos, en julio de 1195, que fue un tremendo desastre para los cristianos. Se estableció una tregua. El rey castellano se lo tomó a pecho, y no descansó hasta que pudo montarles la recíproca en las Navas de Tolosa, que, por fin, marcó el principio del fin musulmán. Jaén, en julio de 1212, aparte de voluntarios franceses y de duros caballeros de las órdenes militares españolas, estaba milagrosamente formado por tropas castellanas, navarras y aragonesas, puestas de acuerdo por una vez en su vida. La cosa no estuvo clara hasta el final cuando con mucho esfuerzo se hicieron con victoria. Miles de hombres cayeron , pero finalmente la victoria se decantó del lado cristiano. El Califa Miramamolín escapó huyendo a toda prisa una vez perdida ya la batalla. Navas de Tolosa fue la hecatombe para el imperio Almohade en la Península Ibérica. Con esta histórica victoria de la alianza cristiana se había iniciado el declive del dominio musulmán de España. Los musulmanes de la Península Ibérica nunca más se recuperaron de esta derrota. Los reinos cristianos comenzaron a expandirse con mayor fuerza y definitivamente. Estableció una superioridad militar, económica y política. Al-Andalus se desmembró en reinos de Taifas, que fueron cayendo hasta que solo quedó el reino de Granada, que duró 280 años más. Después de 1266, en Granada, los reyes de Castilla cobraban un tributo a sus homólogos nazaríes. Un tributo en oro, porque Granada, que se beneficiaba de sus privilegiadas relaciones de sangre con el norte de África, era la puerta del oro africano. Lo cierto es que Granada era un reino próspero, muy poblado y de refinadas costumbres. Pero las cosas no son para siempre. El oro comenzó a escasear, y además, los jóvenes Isabel y Fernando que se habían casado tenían las ideas muy claritas; reunir bajo sus reinos los antiguos dominios de los Godos, es decir, todos los territorios que habían sido cristianos. Pero en eso el gobernador moro de Ronda, Mohamed al Zagrí, que se apoderó de la plaza de Zahara en 1481, realmente calculó mal. Isabel, que ya había vencido al rey de Portugal, con las tropas al mando de su marido, Fernando, se lo pensó muy bien. Se acuarteló en Córdoba. Organizó un ejército regular con sus distintos cuerpos, con su Estado Mayor. Hasta que finalmente después de una guerra de diez años, los Reyes Católicos tomaron definitivamente el reino en 1492.

lunes, 20 de julio de 2020

EL GRAN CAPITÁN Y BOABDIL EL CHICO

EL CRISTIANO Y EL MUSULMÁN Gonzalo Fernández de Córdoba era un capitán al servicio de Isabel I de Castilla y de Fernando II de Aragón, y Boabdil (Mohammed ben Abî al-Hasan), era el rey nazarí de Granada. Se conocieron después de la batalla de Lucena, en 1.483, cuando Boabdil fue hecho prisionero por estos reyes cristianos. Gonzalo fue la persona que durante los meses de cautiverio estuvo más cerca de él, negociando una alianza con Isabel y Fernando y compartiendo largas horas de conversación. Lo que comenzó como una relación política acabó convirtiéndose no sólo en una visión compartida de la realidad sino en una estrecha amistad.
Hasta el punto de que cuando Boabdil fue puesto en libertad bajo la condición de dejar en Castilla a su hijo primogénito, para asegurar de ese modo que cumplirá el pacto alcanzado con Isabel y Fernando, sólo aceptó ese requisito si su hijo quedaba bajo la tutela personal de Gonzalo Fernández de Córdoba, que aceptó el encargo y de ese modo se convirtió en el responsable de la educación del pequeño, según recoge el libro de Antonio Soler “Boabdil, un hombre contra el destino”. Boabdil y Gonzalo de Córdoba tenían muchas cosas en común: "Ambos compartían una misma visión política de lo que estaba sucediendo. Los dos eran hombres del futuro pero los dos se veían atados a su pasado, a un deber que consideraban por encima de sí mismos. Eran enemigos de los radicales, de los fundamentalistas islámicos que habían decretado la Guerra de Granada como una yihad y de los inquisidores cristianos que habían conseguido bautizarla como una cruzada con la bendición del papa. Ambos conocían la cultura y el idioma del contrario, y preferían comprenderlo antes que demonizarlo. Y sin embargo, los dos aceptaron su destino, combatir el uno contra el otro por lealtad a su país. La toma de Granada tuvo un componente dramático para Fernández de Córdoba. Su amigo Boabdil caía derrotado y fue precisamente a él, a Fernández de Córdoba, a quien rindió la ciudad antes del acto oficial de entrega a los Reyes Católicos. En lo íntimo, la caída de Granada también suponía una derrota para Fernández de Córdoba y para sus ideas. El incumplimiento de los pactos no hizo sino agravar ese dolor. Pero Gonzalo era un hombre ambicioso, legítimamente ambicioso, y sabía que su carrera militar debía continuar, lejos de Granada, lejos de la península. De hecho solo alcanzaría su plenitud en Italia, donde se impregnó de las ideas del Renacimiento y alcanzó el sobrenombre de El Gran Capitán. Después de caer Granada no existió ninguna relación entre él y Boabdil. El destino había dejado a cada uno a un lado de una frontera insalvable. Además, solo un año después de abandonar Granada y estar refugiado en su exilio de las Alpujarras, Boabdil, desengañado y con la muerte súbita de su joven mujer agravando su derrota, abandonó el territorio español y marchó a Marruecos. Se dice que en ese último viaje lo acompañó Fernández de Córdoba, que estuvo al frente de la expedición y le proporcionó escolta hasta Marruecos. Pero eso pertenece a la leyenda.

CRISTOBAL COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (1)

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenía...