viernes, 16 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN - Parte 3

 

VIAJE Y LLEGADA AL CONTINENTE
Los hombres que embarcarían desconfiaban de Colón, pero los conocimientos y prestigio de los Pinzón fueron fundamentales para la proeza.
El viernes 3 de agosto de 1492 estaban listos para zarpar. Para Colón era un día glorioso, al fin podría demostrar su sueño. Solo eran tres navíos y noventa hombres pero llevarían la cultura europea, la religión y un objetivo trascendental de ambición y fe a un mundo desconocido.
El Almirante llevó un diario de a bordo, que afortunadamente aún se conserva. También tenemos una carta que escribió a los Reyes a su vuelta relatando el suceso. Se puede reconstruir el viaje con estos datos y de posteriores documentos.
Salió de Palos y se dirigió al suroeste, a Las Islas Canarias, que están a la misma latitud en que está lo que hoy llamamos Japón. A los nueve días llegaron a la Gomera, allí esperaba una persona muy especial entonces, la gobernadora, Beatriz de Bobadilla. Se provisionaron antes de partir hacia lo desconocido. Aquella mujer era de gran belleza y en la corte deslumbraba, por lo que la reina, sabedora de la debilidad que su marido había tenido por las mujeres, hizo que la destinaran cuanto más lejos mejor. Las Canarias eran prácticamente el fin del mundo, por entonces.

El 6 de septiembre zarpan y comienzan realmente a cruzar el océano. Las órdenes eran de ir al oeste. Los vientos los alejaban de lo conocido fácilmente, pero entonces la pregunta era ¿cómo volveremos teniendo los vientos en contra? La fórmula del tiempo que se empleaba para saber la distancia recorrida era simplemente un reloj de arena que se volcaba por espacios determinados de tiempo, y multiplicar esto por la velocidad. Colón llevaba las crónicas diarias pero una para él y otra para la tripulación.
La vida a bordo era soportable para esos tiempos. Hoy sería impensable de todo punto. Al amanecer comenzaban las tareas. La hora de la comida era además de la alimentación en sí motivo de vida en común. Los alimentos eran malísimos. Sabemos por crónicas de otros viajes posteriores que por ejemplo las galletas se pudrían, los guisos eran apestosos con carne ya rancia. No tenían especias que disfrazaran algo el sabor. La fruta y la verdura se acababan a los pocos días. También la tripulación tenía un comportamiento deplorable a la hora de comer.
Hoy podemos reproducir el viaje de aquellos hombres pero algunas cosas son imposibles ni siquiera imaginarlas. También la inquietud, la intranquilidad de no saber si volverían, o si encontrarían siquiera la tierra buscada. Solo la tenacidad de Colón, su personalidad, la fe cristiana y la ambición eran lo que empujaban a esas gentes a un destino tan incierto.
El 26 de septiembre creyeron ver tierra. Para colmo la brújula que marca el norte magnético, y concuerda con la estrella polar, el día 13 había discrepado. Esto era una tragedia. No era concebible por entonces que la brújula no coincidiera con la estrella polar. La realidad es que la rotación de la tierra produce esa diferencia. Estaban a 1.600 millas de Canarias. Japón no podía estar lejos, según sus cálculos. Por suerte, la brújula corrigió su marca.
El 2 de octubre se avistan pájaros dirigiéndose al suroeste. No era lo pensado ir algo hacia el sur, pero cambiaron el rumbo. Si no lo hubieran hecho habrían llegado a Florida. Con el cambio el viaje se prolongaría, aunque pensaban lo contrario.
Llevaban poco más de un mes en alta mar sin divisar tierra en ninguna parte. El miércoles 10 de octubre, el descontento aumentaba entre la tripulación. La preocupación por el regreso crecía, sobre todo al no haber vientos que permitieran volver a España. En la Santa María se sucedían las peticiones a Colón para dar la vuelta. Ante su impavidez, las peticiones se transformaron en amenazas. Tuvo que intervenir Martín Alonso Pinzón, quien logró calmar los ánimos con la promesa de regresar si no se hallaba tierra en el corto plazo. Pero en realidad, sólo Colón sabía cuán lejos estaban de casa y que el retorno era difícil.
Es más, el Almirante llevaba dos registros de las distancias recorridas día a día. Este día 10 se formó algo parecido a un motín a bordo, y Colón comunicó a sus hombres que habían navegado 44 leguas (unos 245 kilómetros), cuando en realidad el trayecto de ese día habían sido 59 leguas (casi 329 kilómetros), la mayor distancia recorrida en un día de navegación durante toda la travesía. El objeto de esta doble cuenta era no asustar en demasía a la tripulación, táctica que estuvo a punto de fracasar aquel 10 de octubre. En un clima tenso prosiguió el viaje.
La tripulación, muy desanimada, dio tres días para encontrar tierra, de lo contrario darían la vuelta. También parece posible que el mismo Colón estuviese inseguro. Consultando con Pinzón éste aconsejó continuar con la ayuda de Dios. Yáñez dijo 2.000 millas más. Al día siguiente apareció en el agua un junco verde unas tablas y hierbas. Esto indicaba tierra, sin duda, pero el día transcurrió sin poder divisarla. Colón prometió un jubón de seda al primero que viera tierra.
La Pinta navegaba por delante, era el navío más rápido.
Eran las 2 de la noche cuando el marinero que pasaría a la historia, Rodrigo de Triana, gritó ¡Tierra!! ¡Tierra! ¡Tierra!, gritaba sin cesar el hombre apostado en la cofa del palo mayor. Todos corrieron a cubierta a mirar hacia el horizonte y contemplaron la silueta de una tierra baja y verde. La luna reflejaba posiblemente la isla El Salvador. Pinzón hizo los avisos acordados. Por la mañana del 12 de octubre, Colón, ataviado con sus mejores ropas y portando el estandarte real, encabezó la comitiva que se acercó a la orilla de una playa de arenas blancas. Era la isla de Guanahani, bautizada inmediatamente como San Salvador por parte de los recién llegados.

Sorprendidos, los habitantes de aquella isla, pertenecientes a la cultura de los taínos, observaban el acercamiento del bote que transportaba a los extraños seres que para ellos eran los españoles. Al desembarcar, Colón y los taínos intercambiaron gestos y objetos. Fue un primer encuentro pacífico y amistoso, tal como consta en el diario del Almirante. Pero lamentablemente, esta situación no se prolongaría por mucho tiempo.
Se realizó el encuentro de dos mundos, entonces muy diferentes. El conocimiento del hecho viene de una sola fuente, el libro que escribía Colón, el diario de a bordo. Llamó indios a las gentes que encontró, porque pensó que había llegado a la India legendaria.
Realmente estaban en lo que hoy llamamos Las Bahamas, y aunque ya estaban en tierra y la desesperación por llegar había pasado, pero pasarían aún muchas penurias.
Tras recorrer algunas islas del archipiélago de las Bahamas, Colón y sus hombres arribaron a la actual Haití, isla que bautizaron con el nombre de La Española. Allí fueron amablemente recibidos por Guacanagarí, el cacique de la zona, y encontraron pequeñas cantidades del ansiado oro. El día 23 de diciembre la Santa María y la Niña se encontraban recorriendo la costa norte de la isla. De repente se sintió un remezón en la nave capitana y ésta comenzó a balancearse peligrosamente. Había encallado en un arrecife y no hubo forma de salvarla. El agua inundó el casco y la Santa María se tuvo que dar por perdida.  Se lo pasaron descargando la Santa María con la ayuda de la gente de Guacanagarí. De tiempo en tiempo, el cacique enviaba a uno de sus parientes para consolar al Almirante. Pero a los europeos más que la simpatía de los indígenas les confortó el oro que se encontraba cada vez más. Colón se convenció bien pronto de que el naufragio de la Santa María era una señal de la Providencia, que quería hacerle fundar un establecimiento cerca del oro de Cipango. ¡Los hombres que el dejara allí recogerían oro bastante para que los Reyes Católicos liberasen el Santo Sepulcro antes de tres años! Así fue como fundó la Navidad, primer establecimiento español en América.

jueves, 15 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN– Parte 2

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó muy impresionado. Lo consideró seriamente, formó una comisión de expertos que estudió detenidamente la posibilidad, pero finalmente no lo aprobó. Y en realidad Portugal llegó a Oriente antes que nadie. En 1488 llegaron a rebasar el Cabo de Buena Esperanza, el extremo meridional de África. Vasco da Gama llegó en 1.498 a Oriente.
Desanimado Colón marchó de Portugal hacia España buscando mejor fortuna para su proyecto. Era la única potencia naval que podría realizar su proyecto. En 1.484, por entonces España eran en realidad Castilla-León y Aragón, reinos cristianos que luchaban en la reconquista de sus tierras contra los musulmanes que conservaban de su antiguo poder el reino de Granada. Poco a poco los reinos católicos fueron reconquistando las tierras, hasta que la unión del Reino de Castilla con el Reino de Aragón por la boda entre Isabel y Fernando fue una unión dinástica fundamental del que nacerá con el tiempo la completa unidad de los reinos cristianos en un solo país, salvo Portugal.
Colón era un devoto cristiano y apoyaba la causa de los reyes católicos. Sobre el año 1.485 marchó a Huelva a dejar a su hijo con sus suegros, pues su mujer había muerto poco tiempo antes. Allí encontró amistad y compresión en los frailes de La Rábida, donde entabló amistad con el que había sido confesor de Isabel, que influyó ante ésta y los marinos de la zona. También gestionó la audiencia ante los monarcas. Durante unos años recorrió España, aprendió el castellano, hizo amistades y hasta amó a la cordobesa Beatriz Enríquez de Bobadilla y tuvo un hijo con ella. Tuvo tiempo y posibilidades para el estudio de su proyecto y preparó sus cálculos. Colón entró en contacto con la corte en Córdoba y consiguió su primera entrevista el 20 de enero de 1486.
El rey Fernando era un príncipe del Renacimiento, un político, práctico, militar despiadado en la guerra y buen gobernante. Isabel en cambio era más enigmática, romántica y muy devota. Pero decidida y ambiciosa. Esta combinación de personalidades convenía a Colón. En la entrevista se mostró decidido y defendió su proyecto con convicción, ofreció el monopolio del comercio a la corona y la extensión del cristianismo entre los paganos.
Los reyes se mostraron sorprendidos de la teoría de Colón pero interesados por la posibilidad que ofrecía y decidieron nombrar una comisión de técnicos que estudiaría el asunto. Las deliberaciones duraron más de un año. La comisión determinó que los cálculos de Colón estaban errados. Pensaron que el proyecto era acertado pero irrealizable, En realidad tenían razón, la distancia era mucho mayor de la que calculaba Colón y por tanto el coste sería altísimo. No sería posible realizar el viaje. Sin embargo los reyes no le negaron del todo la proposición. No podían responder económicamente la empresa, estaban en plena lucha contra Granada y de esto dependía todo. Venciendo a los musulmanes volverían a considerar la propuesta. Pese a ello los monarcas decidieron retener a Colón y le otorgaron una paga con las que subsistir. Para Colón fue un gran golpe la negativa. A cualquier otro lo hubiera derribado de sus anhelos.
Colón quedó profundamente decepcionado, pero su entereza y la enorme vocación en su teoría eran más fuertes que cualquier desafío que en la vida encontraba. Lejos de desanimarse él contaba con el mejor aliado posible, la fuerza de una pasión que le empujaba hacia su objetivo.
Esperó pacientemente, viviendo de la paga real y de la compra y venta de libros y mapas. Reunió una buena biblioteca, que aún se conserva, enciclopedias de viajes, geografía, etc. Muchos de ellos llevan anotaciones manuscritas. En 1489 se entrevistó nuevamente con los reyes, pero los planes seguían siendo imprecisos; unas sencillas carabelas desde Canarias hasta Japón. Él sostenía que la distancia desde Canarias hasta Asia era de 800 leguas (4.300 km) y por lo tanto el proyecto era realizable. En realidad la distancia es cuatro veces mayor. No obtuvo la aprobación deseada. El ánimo empezó a decaer, envió a su hermano Bartolomé a la corte inglesa. Enrique VII tampoco lo encontró factible.
Al fin cayó Granada en 1492, marcando una nueva época para la cristiandad y para la política del mundo en general.
En la nueva audiencia de Colón, en la que los monarcas aceptaban la posibilidad querían saber sus condiciones. Éste pidió títulos y honores, quería ser nombrado Almirante, Virrey y obtener el 10% de todas las riquezas conseguidas. Eso en aquella época era impensable. Un simple marino genovés, sin título nobiliario siquiera, un desconocido pretendía, simplemente por una teoría que casi era una quimera, que se le nombrara Almirante, algo reservado al Militar de marina de más prestigio. Y también Virrey, es decir vice-rey, un título como de continuación del de rey. Realmente se extralimitó y sus exigencias fueron rechazadas. Lo despidieron con la frase “váyase en hora buena”.
Pero, el tesorero del rey, un judío converso, habló con la reina diciéndole que sería posible. ¿Por qué no? se preguntó y pensó que la oportunidad era única. Podían perder el dinero pero si se conseguía el objetivo, la hazaña sería impresionante, tanto para la cristiandad como para las arcas del reino. Además él mismo aportaría gran parte del dinero necesario.
Los monarcas fueron convencidos. Eran jóvenes y muy emprendedores, decididos y también su pasión de ampliar la cristiandad y obtener el comercio por rutas marítimas nuevas les seducía. Mandaron llamar nuevamente al genovés. Colón ya había partido, pero aún estaba a pocas leguas de la corte, cuando fue alcanzado por los emisarios, se marchaba de España definitivamente pero su destino había cambiado.
Los emisarios reales traían la afirmación de los reyes con la aceptación de sus condiciones. Los Reyes Católicos, particularmente la reina Isabel I, deciden ayudar a Colón en su proyecto de llegar a Asia por Occidente.  Así firman el acuerdo,  las “Capitulaciones de Santa Fe”  fue emitido por la Real Cancillería de la corte de los Reyes Católicos y firmado el 17 de abril de 1492 en la localidad de Santa Fe de la Vega, Granada. Documentos por los cuales se autoriza y financia la expedición de Colón a las Indias por el mar hacia occidente. Además se le conceden a Colón una serie de prebendas y títulos, entre ellos: Almirante, Gobernante, Virrey y el 10% de las riquezas. También se firman varias provisiones y cédulas para que ayuden a Colón en aquellas villas y puertos de mar a las que se dirigía. Una provisión es dirigida a la villa de Palos por una sanción impuesta a algunos de los vecinos de esta villa.
No obstante los problemas no hacían más que empezar.
Embargó dos barcos por medio de la orden real a la villa de Moguer para que obedecieran la comisión. Pero seguía sin conseguir la tripulación necesaria. La corona perdonaría a los presos que se embarcaran en el viaje. Solo lo hicieron cuatro hombres. No fue fácil reclutar a la tripulación pues la gente veía que el comandante era extranjero, el viaje era incierto y la ruta no era conocida. Todo era motivo de desconfianza.
Gracias a la ayuda de franciscanos del monasterio de La Rábida, Colón conoce a Martín Alonso Pinzón, rico navegante y comerciante y hombre de reputada fama y respeto en la zona dada sus muchos viajes por el Atlántico y el Mediterráneo, forma en que consiguió una importante fortuna. Quedó este hombre convencido de las razones de Colón, quién prometió repartir los tesoros que encontrase, con él.
Pinzón toma parte decididamente en la empresa y decide desechar las embarcaciones que Colón había confiscado en Moguer y contrató otras nuevas, La Pinta y La Niña, porque las tenía arrendadas. El sería el Comandante de La Pinta y su hermano Vicente Yáñez será el de la Niña. También aportó dinero personal, medio millón de maravedíes, tercera parte de los gastos. También convence a los hermanos Niño que eran miembros de una familia marinera importante. Con esto se consigue enrolar a toda la marinería necesaria, gente de la zona e incluso de fuera de Andalucía. La tercera carabela se fletó, La Santa María, que era más complicada de manejar. Eso infundió confianza al pueblo y se cubrió la cantidad de hombres necesarios para el viaje. En total noventa personas. Los conocimientos y prestigio de los Pinzón fueron fundamentales para la proeza. A Martín Alonso Pinzón en tierras del sur de España se le considera aún hoy el verdadero héroe del Descubrimiento.

miércoles, 14 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN– Parte 1

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenían los escritos antiguos y mapas de navegación, pero eran reconstrucciones de viajes hechos por hombres de mar que antiguamente habían surcado las aguas. Y de viajeros, casi aventureros, que se habían internado en remotos países, con otras costumbres, diferentes idiomas y comerciado con ellos con productos nuevos en Europa. No sabían tampoco que en sus mapas faltaba la mitad del mundo. Los viajes de los vikingos 500 años atrás eran una quimera, una leyenda, que aunque fuera verdad no habían dejado nada, no hubo aportación de ningún tipo. Desde el centro de Europa, mirando hacia el oriente, un joven genovés con algunos conocimientos de marinería y sabiendo que las riquezas estaban al alcance de cualquier persona decidida y valiente, por humilde que sea, meditaba y calculaba como llegar hacia ese mundo de tesoros y tierras desconocidas, pueblos nuevos para él.
Un genovés de aquella época era una persona resuelta, de gran ambición y fuerza de espíritu como para atreverse a cualquier travesía que indicase posibilidad de negocio, y Cristóforo Colombo era un muchacho terco, ambicioso y dispuesto a aprender y adquirir los conocimientos necesarios para progresar en la vida. Su padre, un humilde tejedor, no disponía de capital suficiente para costear una travesía comercial, pero su hijo no por eso dejaría sus sueños de conocer nuevas rutas, de comerciar y enriquecerse.
Pocos fueron los europeos que fueron a Oriente. Realmente no viajaban hacia allí. Comerciaban con los musulmanes que dominaban todo el comercio oriental. Ellos zarpaban de China y tenían los conocimientos náuticos necesarios, usaban la brújula y conocían los caminos y dominaban perfectamente la tierra y las aguas. Desde la India hasta el centro de Europa era dominación musulmana, realmente eran el centro del mundo conocido. Traían oro de Filipinas, sedas y especias de China, esclavos y riquezas de todo tipo. Todo aquello que Europa pagaba y necesitaba. La riqueza que los habitantes acomodados de las ciudades europeas y los comerciantes, reyes y nobles disfrutaban, reclamaban todo aquello que cada vez era más caro. Las especias eran fundamentales en esos tiempos. Necesarios para conservar y dar sabor a los alimentos. La ruta de la seda y la ruta de las especias eran formas de comercio para abastecer en Europa a las clases medias y acomodadas. También era necesario el oro y las piedras preciosas e incluso los esclavos.
Dos siglos antes, tan solo un comerciante ávido de conocimientos y de mundo, Marco Polo, llegó a las lejanas tierras de China, conoció al Agha Khan, el hombre más poderoso y rico jamás conocido. Su fortuna sería más importante que la de cualquier rey europeo. Marco Polo escribió sus memorias describiendo sus viajes y lo que vio y conoció.
Después, un joven genovés, hijo de un humilde tejedor, poseedor de una gran determinación y ambición de conocimientos, soñaba con surcar los mares y llegar a ver pueblos y tierras desconocidas, comerciar con ellos, abrir nuevas rutas. Cursó estudios de geografía y cultura general. Pudo emplearse con los pescadores genoveses y con los comerciantes marítimos. Amplió sus conocimientos con la práctica y con el tiempo fue a Oriente, hasta China. Poseía un ejemplar del libro de Marco Polo, era lo que le inspiraba. Colón tenía una idea clara del Mediterráneo pero una vaga idea de África y Asia.
Lo que había sido la capital romana de la cristiandad en oriente, Constantinopla, que durante siglos había soportado asedios y luchas para su conquista, cayó en manos musulmanas en mayo de 1.453. Ese hecho cambió la historia de la humanidad de aquellos tiempos. Esa ciudad era por entonces el centro de la cultura, la religión y el comercio. Su ubicación la hacían fundamental para el control marítimo con oriente. Génova, una ciudad-estado vio perder sus colonias cayendo en manos musulmanas. Peligraba el comercio de Europa occidental. Evidentemente había que encontrar un camino alternativo.
Colón que era joven por entonces pudo presenciar el ocaso de Génova. Tuvo entonces la certeza de que su porvenir ya no estaba allí y a los 25 años se marchó en una expedición comercial, esta vez no a Oriente sino a Occidente. Jamás volvería a su tierra.
Portugal fue su destino. Los portugueses eran grandes marinos, viajaban lejos de su tierra y habían descubierto islas lejanas, ricas y abundantes de productos valiosos en Europa. Colón se volcó hacia la expedición marina portuguesa por la costa africana. Buscaban oro y esclavos y desarrollaban nuevas técnicas de navegación. Hoy podemos suponer que seguramente habían llegado a Terranova, pero no tenemos confirmación de eso. Por entonces era habitual no difundir información de nuevos sitios descubiertos como caladeros o tierras. Los marinos comerciantes y pescadores ocultaban para sí cualquier posibilidad de enriquecerse. Para Colón el ambiente de los marinos portugueses era lo que necesitaba para adquirir nuevos conocimientos. Todo aquello era perfecto para aquel joven genovés. Conocían perfectamente los instrumentos marinos, usaban una buena cartografía, sabían aprovechar los vientos de aquellas zonas. En una batalla naval frente al Cabo de San Vicente su barco naufragó y fue de los pocos que lograron salvarse. Llegó como naufrago a Portugal en 1477. Allí pasó nueve años, no sin dificultades. Luego se ganó la vida un tiempo vendiendo mapas cartográficos y cartas de navegación. Entró en contacto con las casas genovesas que controlaban el comercio con Inglaterra y Flandes. Se casó con la hija de uno de los primeros colonos de Porto Santo y se convirtió en un comerciante acomodado. Viajó por la ruta africana y llegó hasta Guinea. En el tiempo que pasó con los marinos portugueses aprendió a conducir un navío, a aprovecharse de los vientos de la costa africana, a leer y confeccionar cartas de navegación. Seguramente Colón ya pensaba que la tierra era esférica y hay varias hipótesis que hablan de la demostración que obtuvo de este hecho. Una es que el destino quiso que pasase un tiempo en las islas portuguesas del Atlántico y allí se encargó del cuidado de un marinero moribundo, que le contaba como su embarcación había sido llevada por las corrientes desde el Golfo de Guinea hasta el Caribe. Este hombre confió su secreto a Colón porque le escuchaba y creía en sus palabras. La historia confirmaba su teoría de poder llegar a Oriente navegando siempre hacia Occidente. Otra es que los chinos viajaron por gran parte de los océanos y dejaron constancia escrita de ello. Esos mapas fueron ocultados durante siglos por el emperador, pero es posible que algunos comerciantes venecianos que visitaban tierras chinas le hablaran a Colón de estas cartas.
Pero su obsesión era viajar para encontrar oro y especias, también comerciar con sedas, alfombras y diversos productos orientales. El oro lo había visto conseguir fácilmente en África al conocer pueblos donde abundaba generosamente. En las costas africanas vio llegar por mar maderas y frutas de lugares lejanos. Cosas que no eran del allí, seguramente las traían las corrientes del océano a saber de dónde. También viajó a las islas Británicas y a Islandia. Allí pudo ver dos cadáveres con la cara chata, como de chinos, pero quizá fueran esquimales. Pero para Colón cada vez todo se iba aclarando con más fuerza. Los mares traían cosas de Oriente y fue elaborando su hipótesis; no era necesario ir por las rutas conocidas a Oriente, se podía ir por Occidente. Le resultaba evidente su teoría de ir a Oriente. Pero sabía que eso era muy costoso y complicado.
En el siglo XV la gente culta sabía que la tierra era redonda. Colón calculaba que habría unas 3.000 millas náuticas de mar abierto para llegar a Oriente desde Europa. Sus expectativas de presentar un proyecto serio y fundamentado al rey portugués necesitaban del aval de un erudito. De Florencia tuvo el respaldo que necesitaba, Toscanelli aprobaba la teoría de Colón. Era cartógrafo y científico de reputada consideración.
En 1.484 presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó muy impresionado. Lo consideró seriamente, no obstante era algo demasiado extraño para entonces. Se formó una comisión de expertos que estudió detenidamente la posibilidad, pero finalmente no lo aprobó. Portugal tenía por entonces un plan más lógico, ir por el sur, por la costa africana. De hecho ya lo estaban realizando. Y en realidad Portugal llegó a Oriente antes que nadie. En 1488 llegaron a rebasar el Cabo de Buena Esperanza, el extremo meridional de África. Vasco da Gama llegó en 1.498 a Oriente. Por eso en Portugal hay monumentos a Vasco da Gama y no hay un monumento a Colón.
Eso hay que buscarlo en el país que realmente realizó la gesta, España.

martes, 13 de septiembre de 2022

ÁLVARO DE MENDAÑA Y NEIRA

(Congosto, Castilla y León, 154 –  Islas Salomón, octubre de 1595) fue un navegante español que llevó a cabo dos expediciones al océano Pacífico descubriendo las islas Salomón y las islas Marquesas.
En 1565 el navegante Pedro de Ahedo ya había planteado la idea de realizar un viaje al océano Pacífico en busca de las míticas islas Salomón, que fue puesta bajo el mando de Álvaro de Mendaña, que en ese momento era administrador de la encomienda de León de Huanuco, (Perú)
La expedición partió del puerto de Callao (Perú) el día 19 de noviembre de 1567. Estaba formada por dos naos mercantes. El 15 de enero de 1568 divisaron la isla de Nombre de Jesús, pero ante la imposibilidad de recalar, prosiguieron su ruta, arribando el 9 de febrero a Santa Isabel (islas Salomón), donde establecieron su centro de operaciones.

Álvaro de Mendaña mantenía buenas relaciones con los nativos de la isla Santa Isabel. Se trata de un archipiélago de Oceanía situado al sudoeste del océano Pacífico y al este de Papúa Nueva Guinea, que en la actualidad forma parte de la Mancomunidad Británica de Naciones y cuyo territorio pertenece a la Melanesia.
Llegado el mes de agosto, y considerando la precaria situación de la flota y la escasez de suministros, Mendaña tomó la determinación de regresar a América y organizar, tiempo después, una nueva expedición mejor equipada, por lo que en 1571 regresó a la Península buscando una vez más el apoyo del Consejo de Indias. Existió un encuentro entre Mendaña y el soberano Felipe II, y le expuso sus planes con respecto al archipiélago de las Salomón. Durante su estancia en Madrid, Álvaro mantuvo un romance con la hermana de Miguel de Cervantes. No llegaron a contraer matrimonio.
Al año siguiente consiguió por fin llegar a un acuerdo con la Corona para poner en marcha su proyecto colonizador, firmándose las nuevas Capitulaciones en las que se le hacía adelantado de las islas Salomón. Embarcó y llegó a Panamá a finales del año 1576, donde fue detenido y encerrado en el calabozo por orden de Gabriel de Loarte, presidente de la Real Audiencia de esa ciudad. Fue acusado de reclutar hombres para su jornada sin contar con la preceptiva licencia; quedó en libertad tiempo después, siguiéndose instrucciones del Rey.
Esperando su momento, Mendaña se enroló en la armada aprestada para detener al corsario Francis Drake que, entre noviembre de 1578 y febrero de 1579, había realizado ataques y saqueos en la costa.

Durante veinticinco años Mendaña intentó hacer un segundo viaje para colonizar las islas Salomón. Aunque tenía la aprobación del rey, se encontró con el rechazo de las autoridades coloniales, descontentas con los resultados del primer viaje. Fue el nuevo virrey, García Hurtado de Mendoza, quien patrocinó la nueva expedición. Se organizó como una expedición privada donde el virrey aportaba los efectivos militares, en tanto que Mendaña convencía a mercaderes y colonos para participar en la aventura. El objetivo era establecer una colonia en las islas Salomón impidiendo que los piratas ingleses encontraran un refugio en el Pacífico desde donde pudieran atacar las Filipinas o la costa americana.
Cuando en 1593 el viaje a las Salomón parecía ya una realidad inminente, cruzó el estrecho de Magallanes el corsario Richard Hawkins, irrumpiendo en diferentes poblaciones del litoral. Mendaña aprestó entonces la flota y puso al frente de la misma a Beltrán de la Cueva y Castro, que en combate naval derrotó a los ingleses en 1594, en la bahía de Atacama, al noroeste de Quito (Ecuador).
Zarpó por fin del puerto de Callao el 9 de abril de 1595. En este segundo viaje hacia el Pacífico Sur, el objetivo era establecer una colonia en las islas Salomón, por lo que el pasaje alcanzaba cerca de cuatrocientas personas, incluyendo mujeres y niños.
Se internaron mar adentro, divisando el 21 de julio la isla de la Magdalena, (mundialmente conocida a través de las pinturas del genial Paul Gauguin), decidiendo seguir viaje por las islas cercanas, aproximándose a San Pedro, Dominica, y Santa Cristina. Bautizándolas con el nombre de islas Marquesas de Mendoza. Las islas Marquesas son el mayor archipiélago de todos los que conforman la actual Polinesia Francesa.
El 5 de agosto partieron hacia el oeste en busca de las islas Salomón, localizando el 20 de agosto el grupo de San Bernardo y La Solitaria. El 8  de septiembre atisbaron La Huerta, Recifes, y la Santa Cruz. Viendo las posibilidades que ofrecía Santa Cruz para su colonización y el buen trato dispensado por los nativos, decidió fijar allí un asentamiento permanente, estableciéndose en la bahía Graciosa, dictando normas tendentes a regular su gobierno y decretando la inviolabilidad de los derechos y propiedades de los naturales. Tenía un delicado estado de salud. El paso de los días estaba haciendo mella entre los pasajeros por no alcanzar las tan añoradas islas de Poniente. Las habladurías fueron acrecentándose hasta llegar a constituirse dos facciones: una de apoyo a Mendaña y su familia política y otra de apoyo al maese de campo, quien abogaba por abandonar la isla y proseguir la ruta marcada.
Pedro Merino Manrique y sus partidarios, utilizaron como medida de presión el saqueo de los poblados, alentando con ello al levantamiento de los nativos en contra de los españoles, y forzar así la salida de la isla. Cuando la situación era ya imposible de reconducir, se adoptaron medidas realmente drásticas. Mendaña ordenó entonces que se ejecutase a los cabecillas. Y a pesar de que se tomaron medidas ejemplarizantes, tal y como era de esperar, la agresión de los aborígenes hacia los peninsulares fue imposible de contener.
La malaria, mientras tanto, seguía debilitando la salud del preclaro marino, que falleció el 18 de octubre de 1595, a la edad de cincuenta y tres años, siendo enterrado con todos los honores en la iglesia allí construida. En sus últimas voluntades el descubridor nombró gobernadora de la expedición a su esposa.
Hago un alto aquí para recordar a la primera mujer Almirante de la Armada Española, Isabel Barreto. El 18 de octubre de 1595 Isabel Barreto se convertía en Adelantada de las Islas Salomón y del Poniente, Gobernadora de la Colonia de Santa Cruz, Capitana General y Almirante de la flota de su Majestad Felipe II. Esta navegante gallega es considerada la primera mujer con el cargo de Almirante de la Marina Española.
Se cree que 
Isabel Barreto nace en Galicia alrededor de 1567, desde donde se traslada con su familia al Virreinato de Perú, en donde pasaron a formar parte de la alta sociedad de Lima. Es allí donde conoce al famoso Álvaro de Mendaña con el cual se casa en 1586. La novia aportaba una cuantiosa dote que les resultaría de gran utilidad para financiar la expedición que les dio la fama y marcó su destino. Ella tenía 19 años, Álvaro 44.
Continuamos… Haciéndose eco del sentir generalizado de los expedicionarios y siendo consciente del significativo número de bajas producidas a causa de enfermedades infecciosas, dejaron la isla el 18 de noviembre, poniendo rumbo a las Filipinas.
En el transcurso de la travesía, el 10 de diciembre desapareció la galeota San Felipe, de la que se perdió la pista. Diez jornadas después corrió la misma suerte la fragata Santa Catalina, y que hacía agua carcomida por la bruma, y en la que se custodiaba el féretro con los restos de Álvaro de Mendaña.
La capitana San Jerónimo avistó tierra el 14 de enero de 1596, pero por una serie de complicaciones se produjo el desembarco el 11 de febrero, donde había una gran expectación y fueron recibidos por las autoridades Filipinas.
El archipiélago del Pacífico en Oceanía es ahora un paraíso fiscal que pertenece a la Commonwealth británica y cuyo idioma oficial es el inglés, pero las islas fueron descubiertas por Mendaña de Neira en 1567. Con aquel descubrimiento, el Imperio Español alcanzaría su mayor gloria y expansión, tras las sucesivas expediciones de Magallanes y Juan Sebastián Elcano, Miguel de Urdaneta, Jofre de Loaisa, Álvaro de Mendaña.
Mendaña y sus hombres las bautizaron con el nombre bíblico de Islas Salomón en honor a la leyenda de la tierra mítica que circulaban desde hacía siglos, el país de Ofir, un puerto-región mencionado en la Biblia célebre por sus riquezas.
Durante siglos se sostuvo que el rey Salomón recibía cada tres años durante su reinado un cargamento de oro, plata, sándalo, piedras preciosas, marfil, monos y pavos reales de Ofir. Esta leyenda pobló la imaginación de aventureros y navegantes y numerosas conjeturas entre ellas las de su ubicación en Asia, hasta que el viaje de Mendaña, trasformó la imaginación por la realidad, al situar las costas del archipiélago en el mapa y en las cartas náuticas y establecer la ruta para llegar hasta ellas. Su nombre, “Salomón”, quedó como vestigio de aquella creencia, a pesar de que no encontraran ni oro, ni plata.
El ”Mar del Sur” culminaba el sueño de Cristóbal Colón, interrumpido por el enorme continente americano: establecer el camino definitivo entre las Indias; Catay y Cipango por vía marítima con Europa.
El Museo Naval homenajea aquella fantástica epopeya de cinco siglos con una exposición que reúne más de 170 piezas entre mapas, retratos, diarios de viaje, sextantes y otros instrumentos de navegación de la época y modelos de los navíos que se emplearon, y que detalla no sólo los sucesivos viajes y los descubrimientos geográficos del XVI al XX, sino también su alcance y calado, como el impacto comercial y científico que tuvieron las sucesivas expediciones.
Fueron dos siglos de predominio mundial y naval sólo compartido con los portugueses, en los que el Imperio Español de los Austria se erigió como la potencia mundial hegemónica.
Sin embargo, el fin de los Austrias no significó el fin de la expansión española en el Pacífico.
 

CRISTOBAL COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (1)

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenía...