martes, 9 de julio de 2024

LA INQUISICIÓN DE TORQUEMADA

La Inquisición, como tribunal eclesiástico, solo tenía competencia sobre cristianos bautizados, no contra judíos o musulmanes.
Hemos de comprender que en un reino en aquella época no podían existir dos o más religiones, la del rey era la obligatoria para todos sus súbditos.


La causa de la Reconquista, no fue solamente por el territorio como se cree, sino fundamentalmente por conservar en el pueblo la religión cristiana que en aquellos tiempos era más importante que la propia vida. No existía la libertad de culto, por eso, a partir de la Toma de Granada, se pensó en ofrecer a los judíos o la expulsión o la conversión al igual que hicieron los visigodos más de mil años antes.  
A los musulmanes (moriscos) se les ofreció quedarse bautizados tras la Pragmática de Conversión Forzosa de los Reyes Católicos de 1502 en la Corona de Castilla, y en la Corona de Aragón hasta 1526.
Y a estos conversos son los que se les vigiló para que no profesaran su religión contraviniendo a la religión cristiana.
Cuando los Reyes dictaron el edicto de expulsión, los judíos habían  sido expulsados de todos los países y sólo quedaban dos por adoptar esa  medida: Portugal y Austria, que muy pronto se sumaron al sentimiento  generalizado de odio a los hebreos. Es de decir que, mucho antes de la  expulsión Sus Altezas  quisieron convertir a los judíos a la fe cristiana, y mandaron por todas las ciudades, villas y aldeas, a predicadores que  instruyeran a los herejes en la doctrina de la Iglesia  Romana. Y muchos, escarmentados por las grandes matanzas del siglo XIV y por lo que se vislumbraba que iba a venir, se convirtieron, aunque  algunos siguieron judaizando. Contra éstos últimos se estableció la  Inquisición.


Tomás de Torquemada, el dominico, fue fundamental para que los Reyes Católicos aprobaran la expulsión de los judíos de España. Algunos de sus colaboradores en el Santo Oficio eran cristianos conversos
Durante la mayor parte de su historia, sin embargo, al no existir libertad de culto ni en España ni en sus territorios dependientes, su jurisdicción se extendió a la práctica totalidad de los súbditos del rey de España. Así las cosas, desde la creación de los tribunales americanos, nunca tuvo jurisdicción sobre los indígenas. El rey de España ordenaba que los inquisidores nunca procediesen contra los indios, sino contra los cristianos viejos y sus descendientes y las otras personas contra quien en estos reinos de España se suele proceder.
Tomás de Torquemada fue el primer Inquisidor General de Castilla y Aragón. Y en cuanto a cifras de ejecutados, muchos historiadores modernos achacan a las exageraciones de la leyenda negra vertida contra España.
El hispanista Joseph Pérez echa luz sobre esta aparente contradicción “El antijudaísmo militante de algunos conversos se debía a su deseo de distinguirse de los falsos cristianos mediante la severa denuncia de sus errores”.
La creciente presión social sobre la comunidad hebrea en el siglo XV desembocó en la conversión al Cristianismo de casi la mitad de los 400.000 judíos que habitaban en España. Los hijos de muchos de ellos acabaron ingresando en el clero, como demostración de compromiso con su nueva religión.
Al no ser Torquemada una figura destacada hasta su edad adulta, poco se sabe de sus padres. Tras progresar en la orden, fue nombrado prior del convento de Santa Cruz de Segovia. Allí conocería a Isabel la Católica, que le designó como uno de los tres confesores personales de los Reyes Católicos por su prudencia, rectitud y santidad. Tradicionalmente, este cargo servía a muchos eclesiásticos como puente hacia otras posiciones más elevadas y para entablar contactos con los personajes más destacados de la Corte. Por ello, pese a su vida austera y su perfil discreto, el dominico fue elegido para reformar la institución, la cual desde su fundación en 1478 no estaba cumpliendo los objetivos planteados por los Reyes Católicos.


El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición fue una institución fundada en 1478 por los Reyes Católicos para mantener la ortodoxia católica en sus reinos. A diferencia de su versión medieval, la primera creada en el siglo XII en el sur de Francia, la institución que pusieron en marcha los Reyes Católicos estaba bajo el control directo de la Monarquía y tenía como prioridad lograr la unidad religiosa en un territorio repleto de falsos conversos, no sobre los judíos. A raíz de un informe realizado por el arzobispo de Sevilla, el Cardenal Mendoza, y por el propio Tomás de Torquemada denunciando las prácticas judaizantes que seguían realizando impunemente los conversos andaluces, los Monarcas solicitaron al Papa Sixto IV permiso para constituir este órgano en la Corona de Castilla.
Inicialmente, la actividad del Santo Oficio se centró solo en la diócesis de Sevilla y Córdoba, donde se había detectado un foco de conversos judaizantes. En 1481, se celebró el primer auto de fe, precisamente en Sevilla, donde fueron quemados vivos seis detenidos acusados de judeoconversos. Sin embargo, los escasos resultados no eran los deseados por los Reyes Católicos, que, buscando incrementar el acoso contra los conversos, nombraron a Tomás de Torquemada para el cargo de Inquisidor General de Castilla en 1483. La elección respondía a dos razones obvias: era el confesor de Isabel, con la consiguiente influencia que ello conllevaba; y pertenecía a la orden de los dominicos. Pues, los miembros de la orden de predicadores habían ejercido el papel de inquisidores durante la Edad Media y se dice, incluso, que Dominicanus es un compuesto de Dominus (Dios) y canis (perro), significando «”os perros del Señor”, por su celo en la búsqueda de herejes.
La incansable actividad de Torquemada, el martillo de los herejes, la luz de España, el salvador de su país, el honor de su orden, en palabras del cronista Sebastián de Olmedo, llevó a miles de personas al fuego y extendió estos tribunales por toda la península. En 1492 ya existían tribunales en ocho ciudades castellanas (Ávila, Córdoba, Jaén, Medina del Campo, Segovia, Sigüenza, Toledo y Valladolid) y comenzaban a asentarse en las poblaciones aragonesas. Establecer la nueva Inquisición en los territorios de la Corona de Aragón, en efecto, resultó mucho más complicado. No fue hasta el nombramiento de Torquemada en 1483 también Inquisidor de Aragón, Valencia y Cataluña cuando la resistencia empezó a quebrarse. Además, el asesinato en 1485 del inquisidor zaragozano Pedro Arbués, hizo que la opinión pública diese un vuelco en contra de los conversos y a favor de la institución.
Torquemada inauguró el mayor periodo de persecución de judeoconversos, entre 1480 a 1530, que posteriormente fue sustituido por el acoso a otros grupos considerados subversivos, como los calvinistas o los protestantes. Del mandato de Torquemada según el hispanista Henry Kamen unas 2.000 personas hasta 1530. Pero, donde no caben dudas es en que de todos esos años fue en 1492, la fecha de la expulsión de los judíos de España, cuando se alcanzó las mayores cotas de violencia contra esta minoría religiosa. Por supuesto, Torquemada, encargado de redactar parte del edicto de expulsión, jugó un papel crucial en el proceso.
Se conservan completos los archivos inquisitoriales entre 1540 y 1700. En ese periodo se desarrollaron casi 45 mil procesos por herejía, de los que la mayoría fueron resultados absolutorios y 1.346 resultaron condenados a muerte,  aproximadamente la mitad de los condenados ya habían fallecido y se hacía un simulacro con un muñeco.
La decisión de los Reyes Católicos se fundamentaba en la mala influencia que ejercían los judíos, que no eran perseguidos por la Inquisición, en los conversos. Tras redactar las condiciones básicamente, elegir entre bautizo o expulsión, Torquemada presentó el proyecto a los Reyes el 20 de marzo de 1492, que lo firmaron y publicaron en Granada el 31 de marzo. La influencia de la Inquisición, en concreto de Torquemada, fue notable para que los Monarcas abordaran una medida tan radical , para la que ni Isabel ni Fernando se mostraron especialmente predispuestos años atrás.
También es célebre la abrupta respuesta del Inquisidor General a los intentos de los judíos influyentes por rebajar la medida. Entre el mito y la realidad, se cuenta que el empresario judío Isaac Abravanel, que había servido en distintos cargos a los Reyes Católicos, ofreció al Rey Fernando una suma de dinero considerable para retrasar la medida . Al enterarse Tomás de Torquemada, se presentó ante el Rey y les arrojó a sus pies un crucifijo diciéndole: “Judas vendió a Nuestro Señor por treinta monedas de plata; Su Majestad está a punto de venderlo de nuevo por treinta mil”.
En 1494, la salud de Torquemada empezó a declinar y dos años después se retiró al convento de Santo Tomás de Ávila que él mismo había fundado, desde donde siguió dictando las órdenes de la institución religiosa. A su muerte, en septiembre de 1498, le sucedió en el cargo de Inquisidor General fray Diego de Deza.
Torquemada estaba considerado como un eficiente administrador, un trabajador pulcro y un hombre imposible de sobornar. Era la virtud personificada para su época, aunque sus prácticas sean sumamente crueles a los ojos actuales. La leyenda negra contra los españoles, además, aprovechó para hinchar la cifra de fallecidos bajo su mandato, hoy se maneja la cifra en quince años en unas 10 cada mes. 

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