domingo, 5 de febrero de 2017
DOS REYES ABDICAN A LA VEZ
LAS ABDICACIONES DE BAYONA
Comenzando a reinar Fernando VII el 19 de marzo de 1808, día en que obtiene en el Motín de Aranjuez la abdicación, de mala gana, de su padre, el rey Carlos IV, el apresamiento de Godoy y el control de la situación.
Fernando VII abandonó Madrid el 10 de abril de 1808 para ir al encuentro del emperador que lo reclamaba. Llegó hasta Burgos entre vítores de las poblaciones. Allí no estaba Napoleón como le habían dicho. Esta vez le anunciaron que le esperaba en Vitoria. Tampoco estaba allí, ni siquiera había cruzado la frontera. Indignado y con el consejo de sus asesores, permaneció en territorio español. El general francés que acompañaba al rey, viendo que se le podía escapar su presa, se dirigió a galope a Bayona donde encontró al emperador. Éste ordenó que arrestara a Fernando si fuera necesario. No hizo falta pues en Vitoria, Fernando supo que su hermana, su padre y su madre se dirigían a Bayona al encuentro con Napoleón, para conseguir su apoyo, cosa que no le favorecía. Pese a los consejos del marqués de Urquijo, Fernando marchó a Bayona para defender sus intereses frente a su padre y conseguir el apoyo de Napoleón.
Fernando al marchar de Madrid también había dispuesto que las instituciones cooperaran con las autoridades francesas y había dejado una Junta Suprema de Gobierno. Órgano de regencia para dirigir los asuntos del reino en su ausencia, y nombró al incompetente de su tío el infante Antonio Pascual como presidente. Este permaneció en el cargo y en Madrid, unos días y se despidió a la francesa, es decir, dejando una carta como peineta.
Antes de partir, Carlos había pedido a Murat que liberase a Godoy. No sin dificultades éste lo consiguió y lo envió también a Bayona, donde se encontraron todos.
Con la propuesta de Napoleón, prácticamente una orden, Carlos IV la pensó y no lo vio del todo mal, ya que le aseguraba una vejez tranquila y de paso tomaba venganza contra su hijo por lo de Aranjuez. En todo esto Godoy le apoyaba. Carlos había mandado hacía semanas una carta a Napoleón indicando que había abdicado en su hijo obligado por las circunstancias, pero que en realidad no lo reconocía como rey, y que por tanto esperaba su apoyo.
Pero habíamos dejado a Fernando yendo solito a la jaula que le tendía napoleón.
Para empezar al entrar en suelo francés no fue recibido por comisión alguna, ni escolta siquiera. Pero al llegar, al castillo de Marracq Napoleón lo recibió con halagos. Pero lo trató como Príncipe de Asturias, no como rey.
Al día siguiente el emperador puso las cartas boca arriba y le dijo a la familia Telerín que la Providencia le había indicado que debía hacerse con Inglaterra, y crear un gran imperio más grande aún, y para ello había tenido en cuenta, dado que en el pasado España había combatido contra Francia, no podría dejar el reino español en manos de un Borbón, y que no entregaría la corona, ni al padre ni al hijo. Pero que elegiría a un miembro de su propia familia y además se ocuparía de ofrecer unas comodidades a los Borbones, de acuerdo con sus rangos.
La Junta aceptó la petición de enviar a Bayona una comisión para formar una Asamblea de Notables españoles. Fueron elegidos 150 individuos del clero, la nobleza, las ciudades, instituciones militares y económicas, y las universidades. Sólo acudieron a Bayona 65. Se ventilaba la abdicación de Carlos dándole formalidad.
Cuando el infante Antonio Pascual dejó la presidencia de la Junta el 4 de mayo, Murat se presentó en la Junta Suprema para pedir formar parte de ella, siendo rechazado en primera instancia y luego aceptado para evitar males mayores.
Fernando abdicó, en su padre, que traspasó la corona a Napoleón para que fuera depositario de los derechos del Trono y los dispusiera en favor de alguna persona de su familia., cosa que fue aprobada junto con algunos pequeños cambios en un texto constitucional.
JOSE BONAPARTE
Todos estaban felices porque al fin y al cabo la corona española no era la primera vez que la ceñía un extranjero. El proceso se había realizado con formalidad y Fernando que soñaba con emparentar con Napoleón veía el camino preparado.
El 6 de mayo la Junta en Madrid había recibido un decreto fechado el día 4 por el que Carlos IV nombraba a Murat como Lugarteniente del Reino para que gobernase en su propio nombre. También recibió el día 6 de mayo la renuncia de Fernando VII, que revertía sus derechos en su padre Carlos.
La Junta Suprema publicó la renuncia de Fernando. Sin embargo, dado que Carlos IV ya había renunciado, de nuevo, se daba la paradoja de que existía un reino sin rey, con lo cual Murat ostentaba el grado de Lugarteniente del emperador hasta el nombramiento de un nuevo rey.
Murat en Madrid mandó quitar el nombre de Fernando de todos los actos públicos. El pueblo y la aristocracia se las vieron venir. Llegaban noticias de Bayona por emisarios ocultos de Fernando. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 o 13 años.
Murat, ante los acontecimientos llegó a proponerse como rey de España y en realidad se estaba comportando como si lo fuera. Como sabemos Napoleón designó a José y al quedar vacante el reino de Nápoles, se los entregó a Murat.
Napoleón el día 25 de mayo anunció al pueblo español que no reinaría él en España confirmando la Junta de Gobierno Presidida por Murat.
Pero se acercaban días sangrientos.
sábado, 4 de febrero de 2017
CARLOS IV (El cazador cazado)
Llamado «el Cazador» (no por lo astuto)sino por su afición había nacido en Nápoles en noviembre de 1748 y fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808 en que abdicó, (por segunda vez) en favor de su hijo el futuro Fernando VII. Carlos era hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia.
El prestigio de la monarquía española había alcanzado las cotas más altas de los grandes reinos desde los Austria. Pero bastaron unos pocos años del reinado de Carlos IV para que todo se empezara a ir por el desagüe de la historia. Algunos historiadores dicen que era inteligente, culto pero no fue preparado para ejercer la responsabilidad que le tocó en suerte. El largo reinado de su padre, le hizo llegar con cuarenta años de mantenerse al margen de la política. Se fue volviendo indolente, abúlico y despreocupado por los asuntos de gobierno. Dominado por su mujer, más puta que María Martillo, María Luisa de Parma, y por el favorito de ésta, Manuel Godoy, de asombroso ascenso a la vida pública. Pero eso fue después.
Antes, había nombrado al Marques de Floridablanca como Secretario de Estado, un ilustrado que quiso poner, y puso, en marcha varios proyectos tendentes a corregir y desarrollar la economía.
Menos de un año de reinado y estalla la Revolución Francesa, y lógicamente las noticias que van llegando hacen que se vayan adoptando medidas en España, como la de cerrar Las Cortes, que estaban en manos de Floridablanca. Se trata de aislar a España de las recetas revolucionarias. Se apoyó al rey francés y se puso fin a los proyectos reformistas. Y la Inquisición de la Iglesia empieza otra vez a destacar, desterrando a Jovellanos, y otras hechos de represión.
El fracaso de las medidas de Floridablanca supuso su sustitución por el Conde de Aranda, que concertó una Alianza con Prusia y Austria para ayudar al rey francés, forma de proteger al español. Se preparaba una guerra en Europa que Aranda no apoyaba, dado el fracaso casi seguro y las pocas ganancias que se podrían obtener. Eso motivó su sustitución por Manuel Godoy, que ya era duque y Tentiente General. Pues nada, la guerra. Las tropas francesas rechazaron a las españolas. Prusia se abrió del pacto y con el acuerdo de la Paz de Basilea, España pierde Santo Domingo.
- CARLOS IV CUADRO DE GOYA
Las alianzas con la Francia del Directorio y después con Napoleón, no trajeron más que desdichas. Las comunicaciones con América fueron muy complicadas y difíciles, y esto empobreció aún más a la población. Lo cual hizo impopular a Godoy y al rey.
La llegada de Napoleón al poder fue como una patada en el estómago para España. El franchute esta empecinado en derrotar a Inglaterra, y ésta era muy superior en el mar.
Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced los tratados firmados con la anterior República Francesa y por el interés de la recuperación de Gibraltar, obligaban a España a contribuir económicamente a las guerras de Napoleón, y también a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica.
Con lo cual nos hicimos aliados de Francia para invadir a Inglaterra comenzando por la famosa y desastrosa batalla de Trafalgar. Tuvo lugar el 21 de octubre de 1805.
Al mando el vicealmirante francés Pierre Villeneuve, y por parte española el teniente general del mar Federico Gravina. La armada británica al mando del vicealmirante Horatio Nelson.
Para que la invasión tuviera éxito, Napoleón quiso que la Marina Real británica hubiera sido atraída bien lejos del canal de la Mancha.
El colega de Nelson el almirante sir Robert Calder se tropezó con la flota franco-española. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los británicos y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota británica. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Al parecer, Churruca, mientras leía las señales con el anteojo, manifestó: «el almirante no sabe lo que hace, la flota está perdida».
En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido o ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina había sido herido y más tarde encontró la muerte Dionisio Alcalá Galiano
La derrota de Trafalgar supuso la supremacía naval de Inglaterra durante todo el siglo XIX en el mar. Napoleón desistió en su intento de invadir Inglaterra y supuso también un duro golpe en su carrera. España sufrió a partir de entonces que Inglaterra controlara a través de Gibraltar por sus buques, ocasionando un estancamiento en el comercio español por mar.
Napoleón ordenó un bloqueo a Inglaterra y ésta se alió con Portugal. El francés maduró el plan, hacer de España otro reinado satélite como los que ya tenía en Holanda y Alemania. Si conseguía conquistar Portugal, esto era pan comido, dado los enfrentamientos entre Godoy, el rey, éste con su hijo Fernando y el pueblo contra todos ellos. Se firmó el Tratado de Fontainebleu en el que previsiblemente se repartirían Portugal. Para ello era necesario ocupar militarmente el territorio español. Napoleón contaba con el rechazo que el pueblo tenía por sus gobernantes e incluso en beneplácito de los liberales españoles. .
Por lo tanto, llegó la ocupación militar de España. A comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América.
En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía.
-GODOY-
La primera esposa de Fernando VII había fallecido en Aranjuez el 21 de enero de 1806, a consecuencia de una tuberculosis. Tras la muerte de la reina se contactó secretamente con Napoleón, solicitando como nueva esposa a una princesa de la familia Bonaparte.
Las conspiraciones que se sucedieron dieron lugar al llamado "Proceso de El Escorial", entre octubre de 1807 y enero de 1808. Fernando VII lideró un partido de oposición al de Manuel Godoy. Fernando aspiraba a la corona como fuera y Godoy molestaba, por eso tramó con apoyos la conspiración de El Escorial. Fue descubierta con leves medidas de condena, el príncipe delató a los conspiradores y luego los perdonó. Cuando Fernando supo del traslado a Andalucía se negó culpando a Godoy de traición. Una noche el pueblo tomó las calles de Aranjuez y quemaron la casa de Godoy. Es el llamado Motín de Aranjuez, que en el fondo estaba pensado por Napoleón con el apoyo del partido fernandino. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes a Andalucía, una pequeña multitud (compuesta por empleados de los nobles llegados al efecto, puesto que al ser sitio Real y no Villa, Aranjuez no tenía una población villana que pudiera alzarse por sí sola) , dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos a Fernando, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, consiguiendo la abdicación de su propio padre ese mismo día, convirtiéndose en Fernando VII.
- J. MURAT
Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero consiguió la renuncia de Godoy, la abdicación del Rey y el acceso de Fernando legitimado por la voluntad del pueblo. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc.
Napoleón vio confirmada su idea sobre la debilidad e ineficiencia de la corona española. “Un país gobernado por sotanas, es un país debil”
Años más tarde, Napoleón en su exilio en Santa Elena confesó que España fue para él un fatídico error de cálculo, pues la resistencia popular significó el primer paso a su derrota y el comienzo de su caída.
Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar.
viernes, 3 de febrero de 2017
CARLOS III- (El ejemplo a seguir)
Como sabemos, extinguida la dinastía de la Austria llegaron al trono los Borbones, el primero Felipe V (Septiembre de 1724 a Julio 1746), luego su hijo Fernando VI (Julio de 1746 hasta Agosto de 1759), y ahora toca a Carlos III (de Agosto de 1759 a Dic. de 1788)
El país vivió una etapa de reformas, con la centralización del Estado y la sustitución de los validos corruptos por ministros competentes. A pesar de ello las ideas ilustradas no acabaron de calar en gran parte de la población.
Habíamos dicho antes que como consecuencia de la muerte de esposa en 1758, Fernando VI se volvió tremendamente melancólico, sumido en profunda locura, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando hasta que llegó de Nápoles su hermano por parte de padre, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando, el 10 de agosto de 1759.
El pueblo lo recibió con gran esperanza, desde un recibimiento entusiasta que se le brindó en Barcelona a su llegada hasta su entrada en Madrid. No defraudó.
Además de convertir Madrid y otros lugares en sitios bonitos, dentro de lo que cabe, Carlos III no era nada del otro mundo, sino de intenciones y maneras. Venía de Nápoles, de donde por esos chanchullos dinásticos de entonces había sido rey, y traía de allí aficiones, ideas y maneras que lo acercaban mucho a la modernidad. En España, claro, aquello chocaba con la oscuridad tradicional de los rectores más reaccionarios, que seguían tirando para el otro lado. Fue un rey ilustrado que procuró rodearse de gente competente. Podemos admirar la cantidad de leyes justas y oportunas con la que aquel Borbón logró airear el ambiente a cerrado que existía. Hubo leyes de apoyo a la investigación y la ciencia, repoblación con inmigrantes de regiones abandonadas, y eficaces que hacían justicia a los desfavorecidos, rompían el inmovilismo de gremios y corporaciones de talante medieval, permitían ejercer oficios honorables a los hijos ilegítimos y abrían a las mujeres la posibilidad de ejercer oficios que hasta entonces les estaban vedados. Pero no todo fueron alegrías. En lo militar la cosa no fue del todo bien. Los pactos con Francia y el apoyo a las colonias rebeldes de Norteamérica en su guerra de independencia, hicimos el lila. Apoyamos a quienes luego nos desollaría y nos zambullimos en un par de guerras con Inglaterra de las que, como siempre, pagamos los platos rotos perdiendo unas posesiones y recuperando sin conseguir recuperar Gibraltar.
Las bases ideológicas del Despotismo Ilustrado comenzaron en la primera mitad del siglo XVIII. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo”, genial frase que lo define todo. Con Carlos III se cumple el periodo de plenitud de la Ilustración. Carlos supo rodearse de colaboradores inteligentes, preparados y trabajadores. Deparó el reinado más fructífero de España desde los Austria.
Teníamos un rey que no es que fuera muy inteligente, pero supo tener sentido común y no perdía el tiempo. No le interesaban las fiestas palaciegas. También creó una reforma fiscal importante, creó el primer banco nacional (El de San Carlos) fomentó la industrialización, amplió las comunicaciones. A su muerte en 1788 España había recuperado su posición entre las grandes potencias europeas. Supo rodearse de gentes inteligentes y preparadas, como Esquilache, el Conde de Campomanes, el Conde de Aranda, que supo poner orden en la sociedad soliviantada y el marqués de Floridablanca. Pero no fueron los únicos.
La ciudad le pareció poco importante para ser la capital del reino con lo que creó un vasto plan de acondicionamiento. Entre las reformas destaca el embellecimiento y saneamiento de Madrid, empedrando las calles, poniendo alumbrado público, evacuación de basuras, construcción de paseos y monumentos como la Puerta de Alcalá, obra del arquitecto Francesco Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado.
El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva.
Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Por algo Carlos III es llamado “El mejor alcalde de Madrid”.
Por supuesto que continuaba el absolutismo, que concentraba el poder en un selecto grupo de personas, garantes de la seguridad y bien del pueblo. Tenían una enorme facultad de decisión en todas las esferas y poder absoluto para le ejecución de las medidas adoptadas. Pero el poder no era un fin en si mismo, sino un medio para realizar la voluntad de transformación de una sociedad que había estado encerrada, anquilosada en viejas maneras, costumbres y con naftalina mental.
La poderosa Compañía de Jesús era todo lo que los ilustrados pretendían derribar. Tenían una vasta red de colegios, influencia en la nobleza, estaban apoyados por el papa, etc. De modo y manera que con el pretexto del Motín de Esquilache, que era un ilustrado italiano que no sabía donde se había metido, Carlos III decretó su expulsión de España. Pero la Iglesia católica siguió atrincherada en sus privilegios, púlpitos y confesonarios, y también metieron un gol por toda la escuadra con la detención y proceso de Olavide, un progresista empapelado por ejecutar al fin y al cabo unas reformas que le habían encargado y al que todo el mundo, Carlos III incluido, dejaron tirado.
Pero lo del Motín de Esquilache es para contarlo. Ocurrió en marzo de 1766, con la ocasión del descontento en Madrid a causa de la subida de los precios del pan y de otros productos de primera necesidad, fue el detonante para que estallara el conflicto por las medidas promulgadas por Leopoldo de Gregorio, Marqués de Esquilache, un napolitano favorecido por Carlos III. Detrás de las revueltas se encontraban personajes opuestos a Esquilache, clero incluido.
En realidad lo que pretendía Esquilache era sustituir las capas largas y los sombreros de ala ancha usados por los madrileños por capas cortas y sombreros de tres picos.. Alegaba que las capas largas facilitaban el ocultamiento de las armas y los grandes sombreros eran una salvaguardia para los delincuentes, porque podían ocultar el rostro. Concebidas como una medida de seguridad pública, estas disposiciones en un principio no llamaron mucho la atención de la población, preocupada como estaba por el aumento de los precios del pan, el aceite, el carbón y la carne seca, causado en parte por la liberalización del comercio del grano. Además, en un primer momento, las medidas relativas a la vestimenta sólo se aplicaron a la Casa Real y a su personal. Bajo amenaza de arresto, los funcionarios reales acataron la orden masivamente y sin protestar. Posteriormente, Esquilache la hizo extensiva a la población general pese a ser advertido por el Consejo de Castilla La reacción popular fue inmediata: los carteles fueron arrancados de las paredes y las autoridades locales sufrieron ataques por parte de la población.
El domingo de Ramos, en torno a las 4 de la tarde, dos ciudadanos vestidos con las prendas prohibidas cruzaron provocativamente la plazuela de Antón Martín. Varios soldados les dieron el alto y les pidieron explicaciones Se amotinaron y con la ayuda prevista asaltaron un cuartelillo. 2.000 manifestantes marcharon hasta la Plaza Mayor gritando insultos contra Esquilache, ya habían destruido las 5.000 farolas. Hubo un par de muertos. El rey seguía sin hacer nada. El 24 de marzo la situación empeoró. Un sacerdote se erigió en representante de los manifestantes y logró abrirse camino hasta Carlos III y presentarle las peticiones. El discurso del cura fue tajante: o se satisfacían las demandas, o el palacio del rey quedaría reducido a escombros en menos de dos horas.
Las demandas eran echar a Esquilache del país. Reducir los precios básicos. Y otra serie de medidas que el rey debía prometer al salir al balcón personalmente.
Se asomó al balcón del palacio y las aceptó. Esto calmó a la población, pero el rey, temiendo por su seguridad, cometió el error de huir a Aranjuez acompañado de toda su familia y de sus ministros. Esto despertó las iras de la población, que creyó que el rey había aceptado las demandas para calmarlos y posteriormente huir.
Unas 30.000 personas se dedicaron entonces a saquear almacenes y cuarteles y a liberar a los presos. El rey entonces envió una carta donde se comprometía a satisfacer todas las demandas y la población se tranquilizó de nuevo. Esquilache fue destituido y enviado a Italia.
En febrero de 1767 firmó la expulsión de los Jesuitas y la confiscación de todos sus bienes tanto en la península como en América. Años después los gobiernos de Francia, Portugal, Nápoles y España consiguieron del papa la disolución de la orden mediante bula.
La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido.
A raíz de la sublevación del las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. A todo esto Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio.
En 1783 Inglaterra en la Paz de Versalles reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar.
Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.
jueves, 2 de febrero de 2017
FERNANDO VI (El melancólico)
Sabemos que Felipe V se había casado en segundas nauseas con Isabel de Farnesio, arpía, mala malísima, madrastra de blancanieves del momento. Felipe tenía dos hijos, Luis y Fernando. Abdicó en su hijo Luis I, que nos salió golfo y putero pero por suerte murió pronto, a los 18 años, y Felipe V volvió a reinar de modo más bien nominal, pues la que se hizo cargo del cotarro fue su esposa, la reina Isabel de Farnesio, que hacía lo que le salía del mismísimo, apoyada en dos favoritos que fueron, sucesivamente, el cardenal Alberoni y el barón de Riperdá. Pero Felipe murió en julio de 1746. La cosa se afianzó más a partir de 1746 con el nuevo rey, Fernando VI, hijo de Felipe de su primera mujer. Por suerte dijo nones a las guerras y siguió con la costumbre de nombrar ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. Por ahí nos fueron llegando funcionarios eficaces y ministros brillantes como Patiño o el marqués de la Ensenada. Este último, por cierto, resultó un fuera de serie: fulano culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias: uno de esos grandes hombres, resumiendo, con los que España y los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. El exterior, como no, Inglaterra, el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. Ya hablaremos de los hijos de la Gran Bretaña.
PALACIO DE LA GRANJA
Fernando VI fue un hombre que buscó la paz y el progreso para España, siempre con las amenazas conspiratorias de su malvada madrastra la de Farnesio a la cual desterró a La Granja de San Ildefonso. Con Fernando VI y luego Carlos III, Europa estaba en la época de la ilustración y modernidad, mientras España sacaba poco a poco la cabeza del agujero, se creaban sociedades económicas de amigos del país y la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda. Pero había adversarios, los de siempre, que no querían perder sus prebendas así como así, los sectores ultraconservadores de la iglesia católica, que llevaban siglos montados en la burra. Por lo que desde púlpitos y confesonarios, los sectores radicales de la institución procuraban desacreditar la impía modernidad reservándole todas las penas del infierno. Pero entre la propia clase eclesiástica había gente docta y leída, con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Reacios a perder su influencia, seguían defendiéndose como gatos panza arriba. En otros países como Inglaterra y Francia los hombres de ciencia gozaban de atención y respeto, pero España en eso era diferente, la Inquisición podía caerles encima si pretendían basarse en la experiencia científica antes que en los dogmas de fe. Acabó imponiéndose el “cállate colega que estás más guapo” y pasó, por ejemplo, la barbaridad de Jorge Juan y Ulloa, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de medir el grado del meridiano en América tuvieron que autocensurarse en algunas conclusiones para no contradecir a los teólogos. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: «Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica». Ésa, entre otras, fue la razón por la que, mientras otros países tuvieron a Locke, Newton, Leibnitz, Voltaire, Rousseau o d´Alembert, y en Francia tuvieron la Encyclopédie, aquí lo más que tuvimos fue el Diccionario crítico universal del padre Feijoo, porque todo cristo andaba acojonado por si lo señalaban teólogos y moralistas que dominaba las universidades y los púlpitos
FERNANDO VI
Pese a todo, hombres doctos y valientes, algunos fueron dignos eclesiásticos, dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. Así, ese camino inevitable hacia el progreso y la modernidad lo fue recorriendo España más despacio que otros. Por un lado se inició el participar en la red de correspondencia y libros que circulaban entre las élites cultas europeas, y si fuera posible traer a España a obreros especializados, inventores, ingenieros, profesores y sabios de prestigio. La otra era irse a estudiar o de viaje al extranjero, recorrer las principales capitales de Europa donde cuajaban las ciencias y el progreso, y regresar con ideas nuevas y a ver si se podían aplicar. Pero eso era para unos pocos. El pueblo llano, seguía siendo una sociedad inculta, ajena al cambio de los tiempos y por un lado seguía la España apegada a la tradición y al trono. Al altar y a las esencias patrias desechando que lo cortés no quita lo valiente, o sea que se puede ser muy español y a la vez pertenecer a la vanguardia de las ideas y la cultura. De todo hubo. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquisto Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas.
ISABEL DE FARNESIO
Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura.
Un año entero en que Isabel de Farnesio volvió de su destierro y despachaba cartas a su hijo, Carlos, rey de Nápoles, informándole de su pronta coronación en España.
La administración quedo paralizada en una España sin rey, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando gracias al impulso acumulado en años anteriores hasta que llegó de Nápoles su hermanastro Carlos, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando VI, el 10 de agosto de 1759.
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