sábado, 18 de febrero de 2017

LA MASONERÍA EN ESPAÑA Y AMÉRICA -SIGLO XIX

Originariamente fue secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico.Se definía como una asociación de hombres libres y de buenas costumbres. Con una recopilación de textos antimasones, hecha por el clero, la masonería quedó asociada a la herejía, a los judíos al ateísmo, etc. En el siglo XIX, en España hubo un trabajo en los liberales para conseguir, en una sociedad conservadora atrasada y reacia a todo cambio, el poner en marcha las ideas propias de los avances de la cultura y el humanismo que se habían desarrollado, fundamentalmente después de la Revolución francesa. Fue la lucha entre el absolutismo y el liberalismo como sistemas políticos en conflicto: carlismo absolutista contra liberalismo. La masonería defendió activamente los derechos humanos. Muchas logias en España se manifestaron en contra de la abolición de la pena de muerte y de la reforma penitenciaria, defendían el pacifismo y participaron muy activamente en el Congreso Internacional de Librepensamiento de Bruselas en 1895, respaldando iniciativas como la Conferencia de Paz de la Haya de 1899. Sí existió una marcada vocación política, pero nunca fue de partido, sino de tendencia y de principios generales, que estaban enmarcados dentro de los ideales democráticos y de justicia social, que de ninguna manera son ni han sido privativos de la masonería. Con la invasión de las tropas napoleónicas de 1808 se fundan logias como instrumento de la política de Napoleón. En la España no "afrancesada" o "patriota" durante la Monarquía de José I Bonaparte, también proliferaron las logias masónicas Tras la restauración en 1814 de la Monarquía absoluta por Fernando VII, volvió la Inquisición y la obsesión antimasónica y denuncias que llevaron al cierre de logias. Los masones extranjeros fueron expulsados de España y los españoles fueron obligados a hacer ejercicios espirituales para volver al camino de la fe. El poder político aprovechó la sospecha de masonería como instrumento para deshacerse de los críticos al absolutismo de Fernando VII.
La masonería reaparece en el Trienio Liberal, en el que desarrolla un papel político, pero fue reprimida de nuevo durante la Década Ominosa, en la que vuelve la obsesión antimasónica. La expansión de la masonería se produce durante el Sexenio Democrático. Amparada en las libertades proclamadas por la Revolución de 1868, la masonería española experimentó explosión numérica y una consecuente reorganización. Durante este período los masones pudieron darse a conocer y expresar públicamente sus opiniones. Con la llegada de Alfonso XII el proceso de crecimiento siguió en aumento. Los cuatro primeros Jefes de Gobierno masones, fueron Juan Prim, Práxedes Sagasta, Manuel Ruiz Zorrila y Segismundo Moret. La masonería latina era de ideología progresista y composición burguesa. Esta masonería se convirtió al positivismo científico y a la defensa del sufragio universal en la segunda mitad del siglo XIX. Masones como Blasco Ibáñez o Rosendo Arús colaboran con el sostenimiento de diversas escuelas participaron y crean bibliotecas públicas destinadas a la formación en la clase obrera. Como escribe Pere Sánchez “Los motivos para atacarla con tanta virulencia eran de diferente tipo. A un cierto nivel, la masonería desautorizaba espiritualmente el catolicismo y tenía la pretensión de ser la religión de «recambio», sin dogmas, que sustituiría a la católica. Por si eso fuera poco se había situado en el bando enemigo. Pedía concordatos, enseñanza laica, cementerios civiles, abolición de las Órdenes regulares y de los jesuitas, libertades políticas, etc. La masonería hizo del anticlericalismo uno de los ejes básicos de su intervención en la política y en la sociedad“ Los ataques de la Iglesia católica a la masonería reforzaron a los masones en su defensa de las libertades y de la caridad humana. En este clima antimasónico, cuando estallaron los movimientos independentistas en Cuba y Filipinas en 1896, la masonería fue acusada de colaborar con los independentistas y la policía clausuró las sedes de la masonería en España, incautándose de toda la documentación y deteniendo a algunos dirigentes. Esta represión policial llevó a la crisis de la masonería a finales del XIX, que no volvió a recuperar la época dorada del último tercio del siglo. Tras el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, la III Internacional prohibió en 1921 la pertenencia a la masonería a los miembros de la Internacional, al considerarla una institución "burguesa". Las logias catalanas Lealtad y Fénix, integradas en el Gran Oriente Español, condenaron públicamente la III Internacional. En la Independencia de los países americanos un punto a tener en cuenta es la masonería, tan desprestigiada desde la llegada de Napoleón. Tras la restauración en 1814 de la Monarquía absoluta por Fernando VII, volvió la Inquisición y la obsesión antimasónica y denuncias que llevaron al cierre de logias. Los masones extranjeros fueron expulsados de España y los españoles fueron obligados a hacer ejercicios espirituales para volver al camino de la fe. El poder político aprovechó la sospecha de masonería como instrumento para deshacerse de los críticos al absolutismo de Fernando VII. Esto fue quedando en las mentes y fomentando como oposición a las leyes establecidas. Realmente los masones del siglo XIX y XX tenían pensamientos incompatibles con cualquier tiranía, cualquier oscurantismo o cualquier dictadura. Los más sectarios la tacharon de secta. Los masones han llegado a sus ideas a través del conocimiento, el librepensamiento y la adhesión a los valores universales que hay que profesar previamente antes de ser admitido en una de sus Logias. Por lo tanto es lógico que hombres de la talla de San Martín o Bolivar hayan sido masones. Es necesario saber que los hombres que deseaban la independencia de españa, no lo hacían por un afán de pode, sino porque España como nación, esta rota. Un rey Francés, JoseI, el rey carlos IV abdicó en su hijo y le cedir¡eron la corona a Napoleón. El pueblo de españa, dividido, se había levantado en armas. En la américana hispana las noticias que llegaban eran confusas y ya no se enviaban tropas. No obstanteSan Martín participó como oficial español en la guerra de la independencia española, pero en la Batalla de La Albufera estaba a las ordenes del inglés el general William Carr Beresford, Inglaterra ahora era aliada de españa. Este general era el mismo que dos años antes había invadido Buenos Aires. En esas campañas conoció a Lord Macduff, un noble escocés que lo introdujo a las logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia de América del Sur. Fue allí que hizo contacto por primera vez con círculos de liberales y revolucionarios, que simpatizaban con la lucha por la independencia americana. Francisco de Miranda, junto a Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Es posible que, ya dentro de la hermandad, se haya relacionado con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, una estrategia para que América se liberara de España. ESCUDO ARGENTINO, SÍMBOLO MASÓN
Un amplio abanico de nombres ilustres de la masonería han hecho historia y han contribuido a grandes avances científicos, políticos, artísticos, humanistas y culturales en el devenir de la humanidad: Churchill, Lincoln, Roosevelt, Azaña, Newton, Mozart, Liszt, Beethoven, Freud, Salvador Allende, Martin Luther King, Louis Armstrong, Gandhi, Franklin, Blasco Ibáñez, Benito Juárez,Lázaro Cárdenas, George Washington, Salvador Allende, Dickens, Beethoven, Mozart, Chagall, Napoleón, Fleming, Sorolla, Ramón y Cajal, Chaplin, M. Moreno (Cantinflas), Victor Hugo, Julio Verne, Sthendal, Roberspierre, Luis XVIII de Francia, y entre los sudamericanos, Pablo de Olavide, Francisco de Miranda, Andrés Bello López, José de San Martín, Servando Teresa de Mier, Joaquín Olmedo, Simón Bolívar, Antonio de Sucre, Hipólito Unanue, Faustino Sánchez Carrión, Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, Juan Martín de Pueyrredón. entre otros muchos. La masonería desde sus tribunas ideológicas se ha contribuido a la instauración de las democracias, de los derechos civiles y del humanismo que contempla a los derechos humanos como la piedra angular de todo avance político y social.

EMANCIPACIONES AMERICANAS (y 2)

En realidad el movimiento independentista no se inició contra la monarquía de Fernando VII, todo lo contrario, fue contra el invasor francés. Para entender el proceso de emancipación es necesario conocer los motivos y el momento histórico en que se desarrollan. En América existían varias clases sociales. El español nacido en la península, que se le llamaba peninsular, el hijo de españoles nacido en territorio americano es el criollo. Los indígenas del lugar, indios, los mestizos y los mulatos. El monopolio político era una clara diferencia favorable a los peninsulares, que en la enorme extensión del continente representaban si acaso el 1% de la población. Esto provocaba el recelo de los criollos, que aunque constituían una de las minorías poblacionales, se encontraban en lo social y en lo económico por encima de los indígenas y es claro de los esclavos negros. Los peninsulares dominaban los cargos superiores en la administración y en la Iglesia. Pero los criollos dominaban la vida económica, pues eran los propietarios de las tierras, de los cultivos, de las minas, y se enriquecían con el comercio. Este choque entre ambos estamentos sociales fue uno de los desencadenantes de la causa independentista. En años anteriores a las emancipaciones hubo multitud de conflictos entre indígenas y esclavos contra los terratenientes criollos. Éstos explotaban a los indios y a los esclavos negros. Por ejemplo, años antes la rebelión de Tupac Amarú no fue al principio contra los españoles. Tiempo después, en Venezuela los esclavos se alzaron los criollos como Bolivar y contra la administración. José Tomás Boves, había nacido en España, fue un auténtico caudillo popular que aunando de los resentimientos de las clases más bajas contra los abusos y explotación de la aristocracia criolla consiguió una fuerte ofensiva contra los ejércitos independentistas convirtiéndose en el azote de los seguidores de Bolívar. Muchos indígenas se mantuvieron neutrales debido a que ninguna de sus aspiraciones coincidía con los bandos en lucha, patriotas y realistas. Incluso algunos se incorporaron a los realistas para combatir a los hacendados, que al fin y al cabo eran sus opresores. Muchos factores incluso muy anteriores afectaron a la debilidad del poder español en América. La derrota de Trafalgar, la Guerra de la Independencia, etc. La monarquía española había ayudado a los americanos contra Inglaterra en la Guerra de Independencia Norteamericana, pero esa intervención no solo no tuvo éxito sino que sirvió para que ésta actuara contra España mediante la difusión de las ideas revolucionarias entre los criollos ilustrados y empleando la intimidación militar. El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”. La ocasión para los patriotas de América, léase oligarquía criolla, vino con el desmadre que supuso la guerra en la Península, que animó a muchos americanos a organizarse por su cuenta, y también por la torpeza criminal con que el rey Narizotas, a su regreso de Francia, reprimió toda clase de libertades, incluidas las que allí habían empezado a tomarse. Antes de eso hubo un bonito episodio, que fueron las invasiones británicas del Río de la Plata. Los ingleses, siempre dispuestos a lo suyo, piratear, y establecerse en la América hispana, atacaron dos veces Buenos Aires, en 1806 y 1807; pero allí, entre españoles de España y argentinos locales, les dieron una buena ensalada de hostias: una de esas somantas gloriosas, como la que se llevó Nelson en Tenerife poco antes, que los británicos, siempre hipócritas, procuran escamotear de los libros de Historia. No obstante en los años siguientes, aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando tajada comercial. En América la confusión estaba instalada. Los gobiernos no sabían si aceptar al José I, hermano de Bonaparte, obedecer a las Juntas Provinciales que luchaban en la Guerra, o acatar las órdenes del Consejo de Regencia. Asimismo la promulgación de la Constitución liberal de 1812, en América, venía a complicar las cosas, pues abolía el absolutismo. En América se constituyó una Junta contra los afrancesados, pronunciándose claramente a favor del monarca español. Desgraciadamente fue a partir de 1814 cuando Fernando VII, al recuperar el trono después de su destierro de oro en Francia, con la victoria de los españoles, inicia el absolutismo (1814-1820) y tuvo lugar la persecución y depuración de liberales y afrancesados. Y la persecución de la masonería. Fue un período de privación de libertades. La ruina absoluta de la Hacienda Pública hacía imposible la añorada posibilidad de establecer una buena situación militar en América. No obstante las nuevas ideas europeas impregnaron la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse.
Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de palmar, por fin, Fernando VII), la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hasta los realistas, muy a la española, llegaron alguna vez a matarse entre ellos. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, le dio la puntilla a los realistas. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, en plan Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla, donde la insolidaridad, la envidia y la mala leche naturales de la madre patria habían hecho larga escuela. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida se limitaron a cambiar unos amos por otros; con el resultado de que, en realidad, siguieron jodidos por los de siempre. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Y no se trata de buscar culpables, sino soluciones. Sucre, Artigas, Hidalgo, San Martín, Bolívar, Miranda, O'Higgins y Nariño, patriotas, libertadores, próceres de la independencia hispanoamericana.

viernes, 17 de febrero de 2017

EMANCIPACIONES AMERICANAS

La Constitución Liberal de 1812 establecía la soberanía en la Nación, que residía en el pueblo, no en el rey, es decir que acababa con el absolutismo y se establecía una monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones. Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias americanas. Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». No contempló derechos para la mujer, ni siquiera la ciudadanía, aunque hoy sería impensable este hecho, por entonces esto sucedía en los usos y costumbres de toda europa. No obstante fue la Constitución más liberal de las existentes. Pensemos que solo eran anteriores a esta la de Estados Unidos de 1787 y la de la Revolución Francesa de 1789. A la vuelta de Fernando VII los territorios de la Corona española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra contra el invasor. Los hijos de aquellos españoles, criollos, se formaban en España y Francia. Incluso en la propia España la gente ilustrada estaba pidiendo cambios sociales, económicos, culturales, de industrialización, etc. Pero la aristocracia, la burguesía y el clero, apoyaron a un rey que fue lo peor que le puso suceder al país. Retroceder al menos un siglo, pero sin la clrividencia de su abuelo Carlos III. En realidad, ¿qué había hecho Fernando VII por su pueblo? Nada. Peor que nada: los había llevado a una guerra terrible. Y cuando parecía que lo malo había pasado se tuvo que enfrentar a otro problema: la independencia de los territorios americanos. Repasando lo sucedido en territorios americanos. En 1810 en Buenos Aires se había constituido una Junta Gobernativa de inspiración independentista. En Bogotá y en Mexico hay sublevaciones y revueltas independentistas. En 1811 comienzo una revuelta en Uruguay y Venezuela y paraguay proclaman su Independencia. En 1813 Mexico proclama su Independencia. Las tropas españolas cosechan un triunfo en la batalla de Rancagua, en Chile. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: Argentina en 1816, el general San Martín en Chile (1817) y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. William Carr Beresford, que había invadido Buenos Aires en 1806, luchó como aliado de España junto a San Martín en la guerra de la Independencia. Luego San Martín, ya renunciado a su empleo de militar español, unido a masones fueel libertador de Argentina, Chile y Perú. Tras las batallas americanas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Boyacá (1819) los independentistas Bolívar y San Martín consiguieron la emancipación de los territorios.
Fernando VII no se planteó que se pudiera solucionar más que enviando un ejército. No quiso dialogar, pactar, ceder en algún punto, usar la diplomacia y la astucia, mantener y dejarse aconsejar por los buenos colaboradores que le quedaban, buscar aliados internos. Algunos territorios, Argentina o Venezuela, podían parecer perdidos, pero otros como Perú o México se mantenían fieles a la metrópoli. En el Virreinato de Nueva España la propia élite criolla había desmantelado la revuelta campesina de los curas Hidalgo y Morelos y en Perú el virrey Abascal estaba reconquistando los territorios sublevados sin prácticamente ayuda alguna. Inglaterra y las excolonias americanas apoyaban descaradamente a los libertadores y se frotaban las manos: el mercado colonial estaba por fin a su alcance. Que el mapa político se llenara de nuevos países era para ellos algo secundario. Lo principal, la única razón, era el comercio. Pero las élites locales tenían miedo de las posibles revoluciones populares. Y tampoco deseaban romper todos los lazos con la metrópoli. En algunos casos se hablaba de crear reinos con un rey español, un pariente de Fernando VII. En otros lugares surgieron partidarios de la hermana de Fernando VII, la infanta Carlota Joaquina, que estaba emparentada con la familia real portuguesa y en ese momento se hallaba refugiada en Brasil. Los portugueses también preocupaban a los sublevados, y con razón, puesto que desde Brasil era muy fácil aprovechar el desconcierto general para lanzar expediciones militares hacia Argentina, Uruguay y Paraguay, como de hecho sucedió. Y es que Fernando VII no se había enterado de que los que lucharon contra Napoleón eran españoles, liberales y abosutistas, y la habían hecho para recatarle precisamente a él.Pero no lo supo ver en su ceguera despótica.

sábado, 11 de febrero de 2017

REGRESO DE FERNANDO VII - EL ABSOLUTISMO

En 1814, una vez que acabó la contienda con los franceses, Fernando VII regresó a España, con la intención, según sus propias palabras, de ser “un rey absolutamente absoluto”. Dio buena prueba de sus propósitos, pues al llegar a Madrid ordenó a la comitiva que le acompañaba que evitase el paso ante el edificio de las Cortes, donde le aguardaban los representantes del pueblo que había luchado por su regreso. A la llegada de Fernando VII a Valencia un grupo de diputados reaccionarios le presentó el llamado "Manifiesto de los Persas", que era un documento en el que le aconsejaban derogar la Constitución elaborada en 1812 en las Cortes de Cádiz, conocida como "La Pepa". La primera etapa de su gobierno se caracterizó por el absolutismo (1814-1820) y tuvo lugar la persecución y depuración de liberales y afrancesados, así como por un intento de sanear la economía y la Hacienda Pública. Fue un período de privación de libertades, teniendo lugar el cierre de universidades, la supresión de publicaciones y el acoso a los liberales rebeldes. La ruina absoluta de la Hacienda Pública hacía imposible la añorada reconquista de las colonias americanas emancipadas, viéndose frustrada a su vez la posibilidad de elevar a España al rango de potencia europea. Fernando llevó personalmente la gestión de su gobierno, incluyendo la depuración de afrancesados y liberales. Pronto pasó el monarca de ser el "rey deseado", a convertirse en "rey malquerido" y "rey felón". Se trata de una época en que los constitucionales, cuando ven pasar al rey por la calle, le increpan diciendo: ¡Vivan las cadenas!
Toda la legislación de Cádiz fue derogada, con las consecuencias inevitables en la estructura económica y social del país: desamortización de baldíos y bienes comunales, secularización de bienes de los conventos…También se intentó contener la inflación sobrevenida después de la guerra, con medidas clásicas de restricción a la extracción y circulación de metales preciosos. No obstante, hay que señalar que la economía española apenas era aún mercantil puesto que la mayoría de la población agraria vivía en un ciclo primitivo de economía cerrada.
Fernando VII nombró entonces nuevos ministros, el primero de ellos fue el duque de San Carlos y así empezó una era de represión contra todo sospechoso de liberalismo o de simpatía a la obra de las Cortes. Ninguno de los acuerdos firmados por el rey durante su captura entró en vigor y los jefes liberales fueron condenados por no someterse a la autoridad del soberano. En 1815 viendo que la justicia era demasiado lenta, Fernando VII decretó el arresto y decidió, el mismo, las penas a las que fueron condenados los liberales que intentaron oponerse a la monarquía absoluta. A partir de aquel momento, el verdadero gobierno del país era llevado por la camarilla del rey. La camarilla era un grupo de individuos allegados al monarca que constituían una verdadera organización paralela de gobierno. Varios ministros fueron nombrados durante este periodo, pero según numerosas fuentes solo Martín Garay fue competente, era un liberal al que apelaron los absolutistas para sanear las finanzas pero dada la crisis que atravesaba el país su misión se vio seriamente dificultada. Al mismo tiempo, el clero reclamó y obtuvo la restauración del tribunal de la Inquisición y el restablecimiento de los jesuitas en España. Además del descontento de los militares, numerosos intelectuales que habían estado prisioneros en Francia se habían hecho masones y se establecieron numerosas logias en España. La masonería siempre había estado opuesta a la Iglesia y al Gobierno absolutista. Así, estas organizaciones secretas constituyeron, en un principio la única oposición al gobierno absolutista y a las clases sociales que lo apoyaban.
Mientras en América, a partir de 1816 se fueron sucediendo las victorias de San Martín, Bolívar y Sucre, haciendo desvanecerse la idea de mantener el dominio español en territorio americano. Tras las batallas americanas de Chacabuco (1817), Maipú (1818) y Boyacá (1819) los independentistas Bolívar y San Martín consiguieron la emancipación de los territorios. Los movimientos liberales realizaron varios levantamientos: Mina (1814), Porlier (1815), la conspiración del triángulo (1816), Lacy (1817), Vidal (1819), hasta el finalmente triunfante el famoso Pronunciamiento de Riego, en 1820, que fue seguido por otras guarniciones instalado un gobierno provisional, (la Junta Provisional Consultiva, obligando al rey a jurar y firmar la Constitución liberal de 1812. Pronunciando su famosa frase “Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda Constitucional”. Se inauguraba así la segunda etapa del reinado de Fernando VII (1820-1823), llamada "trienio liberal", aboliéndose los privilegios de clase y los mayorazgos, además de suprimirse la Santa Inquisición y de producirse la ruptura de relaciones con la Santa Sede. Tres años de gobierno de izquierda, por decirlo en moderno, que fueron una chapuza, aunque, siendo justos, hay que señalar que al desastre contribuyeron tanto la mala voluntad del rey, que siguió dando por saco bajo cuerda, como la estupidez de los liberales, que favorecieron la reacción con su demagogia y sus excesos. Los tiempos no estaban todavía para perseguir a los curas y acorralar al rey, como pretendían los extremistas. Y así, las voces sensatas, los liberales moderados que veían claro el futuro, fueron desbordados y atacados por lo que podríamos llamar extrema derecha y extrema izquierda.. Y entonces volvió a demostrar hasta qué punto era falso e hipócrita y dijo aquello de «Marchemos todos juntos, y yo el primero, por la senda constitucional». Tres años tuvo que fingir que era un rey parlamentario, constitucional, un rey moderno, de los que pedían los nuevos tiempos. Los países europeos, tras el fracaso de Napoleón, ya habían vuelto a reinstaurar las monarquías absolutas y veían con recelo este régimen liberal español. Estos países eran los que habían sido miembros de la Santa Alianza; Prusia, Rusia y Austria, a los que se sumó Francia cuando la monarquía fue restaurada en ese país. Fernando VII pidió secretamente ayuda a la Santa Alianza que tardó un poco en responder. Luego, tan pronto entraron los Cien Mil Hijos de San Luis, franceses y voluntarios españoles, el Gobierno y las Cortes en Madrid decidieron trasladarse a Sevilla, a falta de apoyo popular, e instaron a que Fernando VII les acompañase. El día 10 de abril de 1823 llegó la familia real española a Sevilla, y al día siguiente la Comisión Permanente de las Cortes. Hasta el 11 de junio Sevilla fue la capital de España de facto, pero la llegada de las tropas francesas obligó a trasladar la capital a Cádiz, llevándose al monarca con ellos. Cádiz fue sitiada y bombardeada. Los franceses no pudieron tomar la ciudad, aunque acabaron con las fortalezas que la protegían. Al final se llegó a un pacto: Fernando VII saldría y prometería defender la libertad alcanzada por los españoles con la Constitución de 1812 y a cambio se rendiría la plaza. Acordado con los franceses, Fernando VII salió de la ciudad, pero de forma inmediata se unió al invasor y el mismo 1 de octubre decretó la abolición de cuantas normas jurídicas que habían sido aprobadas durante los tres años anteriores, dando fin al Trienio Liberal. Y volvió a lo de siempre, lo que más cómodo le resultaba, a mandar a la Santa Inquisición a perseguir a los enemigos políticos, a fusilar a los que se sublevaban y a que todo siguiera igual en todas partes, aunque todo se hundía por todas partes. ¿Y el pueblo, mientras, le seguía queriendo? Pues por desgracia parece que sí. Y eso explica por qué dejaron entrar sin grandes problemas al ejército francés que venía en su rescate. O cómo consiguió llegar a viejo y morir en su cama, como rey, después de haber recurrido a sus viejos enemigos, los liberales, para que estos aceptaran como reina a su hija, la futura Isabel II, frente al candidato absolutista, su hermano Carlos María Isidro. Y el plan le salió bien. Los liberales aceptaron a la niña reina. Y corrieron un “estúpido velo” sobre su padre. El juicio de la historia lo dejaron para más adelante. «Un pueblo que ha soportado a reyes como estos tiene alma de esclavo», cuentan que dijo una vez Napoleón refiriéndose a Carlos IV y su familia. Luego reconoció que había subestimado al pueblo español, que resultó mucho más orgulloso e indomable de lo que se esperaba. Pero el daño ya estaba hecho.

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN.

Nació en Villanueva de Arosa, en 1869 - Murió en Santiago de Compostela, 1935. Narrador y dramaturgo. Se le considera, junto con Federico Ga...