sábado, 25 de febrero de 2017
viernes, 24 de febrero de 2017
REY ALFONSO XII
Todo el siglo XIX había sido un desastre. Repasando vemos que hemos tenido, un rey cornudo,que abdicó dos veces, otro traidor y corrupto, otro francés impuesto, otro italiano elegido por votación, una guerra sangrienta en la que el pueblo solito se levantó y luego mandó al carajo al mismísimo Napoleón. Luego una república que no llegó a dos años. La pérdida de casi todas las posesiones americanas tras una guerra sin cuartel, una primera insurrección en Cuba, una guerra cantonal. Todo el siglo XIX fue de los peores de nuestra historia.
Y la peña, es decir la gente del pueblo estaba hasta los escrotos. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Lo de siempre.
Con lo cual comenzamos a entrar en una etapa conocida como la Restauración Borbónica. Un sistema monárquico que comienza a finales de 1874, final de la Primera República y llega hasta el 14 de abril de 1931, proclamación de la Segunda república. Es decir que después del Sexenio democrático, recupera el trono la dinastía Borbónica con Alfonso XII.
En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, por una cuestió sexual, le salía de los huevos. La verdad es que la abdicación de Isabel II no había llegado a Madrid desde París. Y también se prefería primero promulgar la nueva Constitución (que fue la de 1876). Alfonsito de Borbón, el hijo en el exilio de Isabel II, que tenía 18 años y era un chico agradable, bajito, moreno y con patillas, sensato y bien educado. La cosa resultó muy bien acogida, Serrano hizo las maletas, y el joven Borbón vino de Francia, desembarcó en Barcelona, y a primeros del año 1875 hizo una entrada solemne en Madrid, con el entusiasmo del mismo pueblo que decía y sabía que su madre había sido un putón. Pero el pibe vino como agua de Mayo. Cánovas era un político serio. El monarca caía muy bien, claro que era un putero, pero eso es de familia. Pero tenía sentido común. Se había casado por amor con la hija del duque de Montpensier, que era enemigo político de su madre. Ella se llamaba María de las Mercedes. (Vicente Parra y Paquita Rico), peli que lo explica, pero que para los que les sube el azúcar no está recomendada. Pero se ganaron el corazón de las marujas y todo cristo tuvo un subidón optimista. Todo iba de momento sobre ruedas, pero, hete aquí, que muere Mercedes. Funerales memorables y lágrimas a raudales por doquier, la delicia para el “Corazón, corazón”. Pero hizo que el pueblo se pusiera de parte del rey como nunca había pasado. Otra oportunidad, pero…
Alfonso XII murió en 1885 y sólo reinó diez años. Pero al menos España estaba en un momento próspero. Se fue formando una clase media. Lo que nunca. El quilombo Cubano estaba ya tranquilizado merced a la “Paz de Zanjón”. Los carlistas estaban más serenos después de su tercera guerra y derrota y hasta el pretendiente Carlos dijo “hasta luego Lucas” y como todo español que huye se fue a Francia. Mientras tanto ya había negocios prósperos en Asturias, Vascongadas y Cataluña se estaban forrando con su tres por ciento o lo que fuera. La minería, las industrias subsidiarias, todo esto en las Vascongadas y en Cataluña por el estilo, industria de telas y exportaciones, todo ello cimentado por la banca creciente, etc.
Parlamentarios monárquicos felices con el rey y parlamentarios republicanos que en su mayor parte, tras la disparatada experiencia reciente, no creían un carajo en la república. Todos eran dinásticos. Se había promulgado en 1876 una Constitución que estaría en vigor más de medio siglo, hasta 1931. Se trataba de una monarquía parlamentaria a la manera inglesa.
Cánovas líder del partido conservador y Sagasta líder liberal, se repartieron la gobernación del país de forma pacífica y constructiva. El periodo llamado de “Alternancia” Ninguno de los dos cuestionaba la monarquía. Todo con vaselina. Claro que se beneficiaban algunos sinvergüenzas ya que unos se iban y se ponían a otros y así sucesivamente. Pero había paz y estabilidad.
A comienzos de 1879, Martínez Campos vino de Cuba para ponerse al mando de un nuevo gabinete. El fondo de la cuestión era una reforma profunda en las leyes para Cuba, la primera abolir la esclavitud. Finalmente se aprobó pero quedó aparcado su cumplimiento por la nueva boda del rey, que era viudo, las clases terratenientes de la isla consiguieron aplazar el acuerdo. Hasta que en febrero de 1880 se consiguió abolir la esclavitud en Cuba.
En 1881 Sagasta ocupaba la jefatura del Gobierno. Llevó importantes cambios muy bien vista por gran parte de la sociedad. Autorizó la libertad de reunión, indultó a los periodicos suspendidos, estableció la libertad de prensa suprimiendo la censura previa. Inició una nueva política educativa. Otorgó el título de Princesa de Asturias a la infanta María de las Mercedes,(hija del rey) título desierto a la espera de un hijo varón.
Es claro que siempre hay gente que nace para tocarlos. Y hete aquí, que el anarquismo, muy activo en Andalucía rechazaba todo tipo de participación electoral, todo lo contrario que los socialistas. Y en 1883 los sucesos de “La mano negra”, personajes de presunta filiación anarquista, se le atribuyeron asesinatos y diferentes acciones violentas y delitos. Fueron juzgados y ejecutados siete hombres. Lo cierto es que el campo andaluz atravesaba momentos de verdadero estancamiento.
Pero el gobierno abligado por las circunstancias fue girando de centro liberal a la izquierda para que en enero de 1884 Cánovas formara su segundo gobierno, claramente de derechas.
Para el verano el gobierno estaba en crisis, para colmo un conflicto naval casi nos provoca una guerra con Alemania, que gracias al papa León XIII se pudo solucionar por vía diplomática.
En la primavera de 1884 Alfonso XII enfermó de tuberculosis. Moriría en noviembre de 1885. La restauración estaba en peligro. Los partidos Liberal y Conservador acordaron la regencia de María Cristina, que había quedado viuda estando embarazada.
Pero no presintieron el futuro. La España cainita, desde Viriato para aquí, se iba a hacer notar. Por ejemplo a la Iglesia todo lo que oliera a reforma y progreso le producía ampollas. La educación pública, el sufragio universal, la libertad de culto, el divorcio, etc. Y, cosa de este país, en cierta forma estaban de acuerdo con las izquierdas que tampoco estaban conformes con tibiezas. Querían aún más. Por un lado se consiguió un feroz anticlericalismo que con el tiempo se saldaría trágicamente.
Hoy nos parecerá una barbaridad estos datos, por ejemplo la esperanza de vida era en aquellos tiempos de 29 años, las jornadas de trabajo de 12 horas. El 50% de los niños morían antes de los 5 años. El jornal en la industria era entre 3 y 5 pesetas, y en el campo de 1 peseta. En la familian tenían que trabajar todos losmiembros, incluso los niños, pues un jornal no llegaba para sostenerlos. El 70% de la población era analfabeta. En la política existía la oligarquía, es decir el gobierno de unos pocos, generalmente pactado para distribuirse el poder. También se recurría a los “caciques” en los pueblos y comarcas, que eran los que conseguían manejar las votaciones y las inclinaciones necesarias para ello en el pueblo. Las elecciones estaban manipuladas, votaban los fallecidos, se ponían trabas a los electores contrarios y se les facilitaba a los adeptos. Los pucherazos eran algo corriente.
Así las cosas la emigración comenzó hacia las ciudades y hacia América por parte de la gente joven.
Tenemos todavía pendiente hablar de la Revolución Industrial, la condición de la mujer, de la evolución del pensamiento, la pérdida de Cuba, de Filipinas y Puerto Rico. En fin, que hay para rato.
Un siglo desastroso.
jueves, 23 de febrero de 2017
PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA
Desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874. En los ventidos meses que duró, tuvo cinco ejecutivos.
Por esas fechas en el pueblo español había un 60 por ciento de analfabetos. Nuestra querida España estaba sometida a generales, obispos y especuladores financieros, la política en manos de jefes de partidos sin programa, y las elecciones una comedia. La educación pública no interesaba un carajo a la clase política. 6.000 pueblos carecían de escuela, y de los 12.000 maestros censados, la mitad se clasificaba oficialmente como de escasa instrucción.
En cuanto a la industrialización que otros países europeos encaraban con eficacia y entusiasmo, en España se limitaba a Cataluña, el País Vasco y zonas periféricas como Málaga, Alcoy y Sevilla. Talleres y fábricas, a juicio de la clase dirigente española, eran peligroso territorio obrero. De ahí que el atraso industrial y la sujeción del pueblo al medio agrícola. Y se proclamó la República, por 258 votos a favor y 38 en contra, curiosamente sólo había 77 diputados republicanos. Unos la querían unitaria y otros federal. Sin haber aprobado una nueva Constitución, para unos la federación era un pacto nacional, para otros la autonomía regional, para otros una descentralización absoluta.
Se sucedieron cuatro presidentes. Estanislao Figueras, un abogado catalán. ¡El primer gobierno duró quince días! Crecida la anarquía por todas partes, Figueras se marchó en secreto a Francia, (¿Dónde si no?) Sin presentar la dimisión. Le sucedió Pi y Margal. Gobernó 37 días. Luego vino Nicolás Salmerón, persona moral y federalista. Comenzó a poner sitio a Cartagena donde los cantoneses (insurrección cantonal) se habían apoderado de la escuadra. Como no quiso firmar penas de muerte dimitió duró 51 días. Luego Emilio Castelar, uno de los pocos que nunca había cambiado de partido. Para evitar la inestabilidad del Parlamento lo suspendió hasta enero de 1874, gobernando por decreto.
Entretanto en Cuba había estallado la insurrección independentista. Y los carlistas, viendo amenazados los valores cristianos y la cuestión foral, volvían a echarse al monte, empezando su tercera guerra. El ejército era un descojone total, de forma que sólo había un general que no se había sublevado nunca, y al que los compañeros tachaban de maricón. Así que no es de extrañar que un montón de lugares empezaran a proclamarse federales e incluso independientes por su cuenta. Fue lo que se llamó insurrección cantonal.
A este desatino, llamado República solo la reconoció EE UU y Suiza. Tal era la confianza que generaba. Se redactó una Constitución que nunca entró en vigor, en la que se proclamaba una España federal de “diecisiete estados y cinco territorios”, pero una treintena de provincias y ciudades se proclamaron independientes unas de otras, llegaron a enfrentarse entre sí y hasta a hacer su propia política internacional, como Granada, que abrió hostilidades contra Jaén, o Cartagena, que declaró la guerra a Madrid y a Prusia, con dos cojones. Eso se llamó Insurrección Cantonal. Se mezclaban federalismo, cantonalismo, socialismo, anarquismo, anticapitalismo y democracia. Un caos peligroso, lleno de quimeras y proyectos irrealizables.
Julián Marías escribió acerca del Parlamento aquel, «allí podía decirse cualquier cosa, con tal de que no tuviera sentido ni contacto con la realidad».
Se legalizó el divorcio, se confirmó la libertad de culto, para cabreo de la Iglesia, y se suprimió la pena de muerte. Pero en lo administrativo era un desastre. Una España fragmentada e imposible todo eran fronteras interiores, milicias populares, banderas, demagogia y disparate, y los militares estaban mal vistos y además no los obedecía nadie.
La guerra cantonal se prolongó en Cafrtagena y en Andalucía durante cierto tiempo, hasta que el gobierno envió a los generales Martínez Campos y Pavía para liquidar el asunto por las bravas, cosa que hicieron a cañonazo limpio.
Mientras tanto, como las Cortes no servían para nada, a los diputados, que ya ni iban a las sesiones, les dieron vacaciones desde septiembre de 1873 a enero de 1874.
Y el 29 de diciembre de 1873, cuando se reunieron de nuevo, el general Pavía, respaldado por la derecha conservadora, sus tropas y la Guardia Civil, rodeó el edificio.
Los republicanos decidieron morir defendiendo a la patria y la República, y ¡bla bla blá!. Pero en cuanto oyeron el primer tiro al aire cambiaron su forma de pensar. Se marcharon sin saludar estos también, corriendo o arrojándose por las ventanas, (¡auténtico!).
Y, cual comedia de Arniches, de esta forma grotesca y burda acabó lo que nunca fue Republica Española, sino un quilombo insensato, pero con muertos, hambre y caos.
Todo el siglo XIX había sido un desastre. Repasando vemos que hemos tenido, un rey cornudo,que abdicó dos veces, otro traidor y corrupto, otro francés impuesto, otro italiano elegido por votación, una guerra sangrienta guerra en la que el pueblo solito se levantó y luego mandó al carajo al mismísimo Napoleón. Luego una república que no llegó a dos años. La pérdida de casi todas las posesiones americanas tras una guerra sin cuartel, una primera insurrección en Cuba, una guerra cantonal. Todo el siglo XIX fue de los peores de nuestra historia.
Y la peña, es decir la gente del pueblo estaba hasta los escrotos. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Lo de siempre.
Así que algunos políticos, tomando el pulso al ambiente, empezaron a plantearse la posibilidad de restaurar la monarquía y así, en diciembre de 1874, después del golpe de Pavía, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, porque le pareció lo más apropiado.
Es decir por sus huevos
martes, 21 de febrero de 2017
AMADEO I REY DE ESPAÑA
Te habrás preguntado, querido amigo lector, por qué le doy tantos capítulos al siglo XIX. Fijaros que sumando reyes, regentes, reinas, novios de la reina, novios del rey, presidentes de república y generales que pasaban por allí, incluidas guerras carlistas y coloniales, tuvimos dieciocho formas de gobierno diferentes, solapadas, mixtas, opuestas y combinadas. La ambición de poder, los desgobiernos y la mala leche, que nos legaron ya los celtas, estaba organizada para que el país se fuera yendo al carajo. Las desamortizaciones, que en principio la cosa sonaba bien en realidad solo valieron para los que era de la Iglesia, pasara a manos de ricos hacendados. Se reforzó el papel de la oligarquía y para colmo las propiedades que no interesaban, monasterios, conventos y otras haciendas se olvidaban, se abandonaban y así han llegado hasta nosotros. Hechas un asco muchas de ellas.
Pero los campesinos vivían igual o peor, se crearon proletariados por causa de una mala industrialización en grandes núcleos urbanos, obreros mal pagados y hambrientos que rumiaban un justificado rencor. La reina ya sabemos lo que fue e hizo, elegante definición del papa Pio Nono: «Es puta, pero piadosa»
De todas formas, el virus del ruido de sables ya estaba allí. Los generales protagonistas empezaron a participar activamente en política, y entre ellos destacaron tres, Espartero, O'Donnell y Narváez, los de las calles de Madrid.
En 1848 la crisis económica era terrible y hubo pánico en la Bolsa de Madrid al conocerse la oleada revolucionaria de París, en marzo hubo intentos más o menos serios de revolución que fueron sofocados. La verdad que fue un fracaso. También el 7 de mayo cuando se sublevó el ejército en Madrid con ramificaciones en Sevilla, Barcelona y Valencia. Se disolvieron las Cortes, se detuvo a unos cuantos, consejos de guerra, conmutaciones y pelillos a la mar.
En cambio en 1854 hubo un pronunciamiento liberal que desencadenó una disputa entre rebeldes y leales, sin muertos y sin victorias. Pero hubo un manifiesto, lo presentó la Unión Liberal que era un grupo político nacido en la época moderada, (la regencia de María Cristina). Proponían moralidad pública, (¡já!), desaparición de las camarillas en palacio, (¡jajá!), y creación de Juntas en toda España. La reina se vio obligada a llamar al que fuera su regente, el General Esparteros, ya convertido en héroe nacional.
Por otro lado Marruecos tocaba las pelotas. Las relaciones entre Marruecos y España siempre fueron tensas. Una partida de moros atacó la guarnición de Ceuta. Y basta que nos toquen el orgullo y un par de cosas para que se despertara el sentimiento patriótico popular. España recibió el apoyo de las cancillerías de Europa, y casi es esto lo que obligó a iniciar una guerra que fue declarada en octubre de 1859. Y aquí estimado amigo lector encontramos como en Cataluña y Las Vascongadas (se llamaban así), se crearon oficinas de reclutamiento voluntario en las que se alistaron un cuantioso número de carlistas de Navarra. Ese patriotismo no se veía desde la invasión napoleónica. En Barcelona se organizó un desfile para despedir a los voluntarios, con bendición del capellán de Monserrat y toda la pesca. RETRATO DE PRIM
La guerra de África fue algo corta, la dirigió O´Donnell, y en Castillejos el general Prim, que orientó a la toma de Tetuán como paso previo a las condiciones de negociación. Se firmó lo que se llamó el Tratado de Wad-Ras.
En otro orden de cosas en 1866 una fuerte crisis económica, con quiebras empresariales, restricción de créditos, caída de las bolsas, una desocupación laboral, malas cosechas, para colmo, y como no, la especulación y la corrupción, (¿te suena?), es decir los tres factores importantes, la economía, la política y la sociedad, crearon un escenario que produjo la desintegración del régimen isabelino.
Un pronunciamiento militar en Cádiz en septiembre de 1868 fue el detonante de la revolución llamado “La Gloriosa”, y comienza aquí el sexenio revolucionario. El apoyo popular fue inmenso. La reina que veraneaba en Lequeitio, con el ambiente calentito que se respiraba, se piró a la francesa, como Pepe Botella, es decir sin saludar, y se marchó sin renunciar a la corona y sin abdicar. Por supuesto se fue dónde van todos los desesperados, a Francia. Se negaba a abdicar, la muy burra, hasta que dos años después, en junio de 1870 firmó su abdicación.
Lo hizo en su hijo Alfonso, que tenía 13 añitos. Y en vez de guardar las composturas, nunca lo había hecho, se dedicó a criticar todo lo que se le ponía por delante y que le recordara a los políticos que le habían llevado a esa situación.
A la vez que teníamos la revolución de 1868 en Cuba se iniciaron unas insurrecciones que desencadenarían la Guerra de los Diez Años. Un poema de situación.
El gobierno provisional organizó el asunto. Las Cortes promulgaron una nueva Constitución, que establecía la monarquía como forma de gobierno y una serie de medidas de carácter liberal, pero no mucho.
Por lo que las Cortes, al abdicar la reina ninfómana, (así la llamaban), establecieron una regencia al general Serrano y éste encargó a Prim formar gobierno. Su tarea era encontrar un príncipe adecuado para la corona de España y lo encontró en la persona de Amadeo de Saboya, que sería elegido rey en el mes de noviembre de 1870. Solo puede pasar en España que sea elegido un rey por votación en un parlamento. Pero así fue. Y como siempre hasta en eso España es diferente, y el rey no tuvo apoyos de casi nadie, ni de la derecha ni de la izquierda ni de su padre. Bueno de éste sí, porque era el padre, políticamente hablando, era Prim, un héroe catalán de la guerra de África, que fue asesinado en Madrid al mes siguiente, y con él desaparecía el principal apoyo del rey.
AMADEO I DE SABOYA
Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad política española. Hubo seis ministerios en dos años que duró su reinado, e intentaron asesinarle el 19 de julio de 1872. El pobre rey enloquecía ante las complicaciones de la política española. «Ah, per Bacco, non capisco niente!», solía exclamar. En realidad Amadeo era un tio majo, liberal. . Pero claro. En la España de envidia y mala leche de toda la vida, eso no podía funcionar nunca. Y encima, a Prim, que lo trajo, se lo habían cargado de un trabucazo antes de que el rey tomara posesión. Así que, hasta las pelotas de nosotros, Amadeo hizo las maletas y nos mandó a tomar por saco. Dejando, en su abdicación, un exacto diagnóstico del paisaje: «Si al menos fueran extranjeros los enemigos de España, todavía. Pero no. Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles». Terminó hasta los pelos. Se marchó convencido de que los enemigos de España, eran los propios españoles. No estaba descaminado el hombre. Corto espacio estuvo en el trono. Tragedia de un hombre que fue llamado para ser rey de un país en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor oportunidad.
El mismo día en que abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento.
La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario iniciado en 1868.
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