viernes, 18 de enero de 2019

SIGLO XVI .CRISSTOBAL COLÓN (1)

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenían los escritos antiguos y mapas de navegación, pero eran reconstrucciones de viajes hechos por hombres de mar que antiguamente habían surcado las aguas. Y de viajeros, casi aventureros, que se habían internado en remotos países, con otras costumbres, diferentes idiomas y comerciado con ellos con productos nuevos en Europa. No sabían tampoco que en sus mapas faltaba la mitad del mundo. Los viajes de los vikingos 500 años atrás eran una quimera, una leyenda. Desde la India hasta el centro de Europa era dominación musulmana, realmente eran el centro del mundo conocido. Traían oro de Filipinas, sedas y especias de China, esclavos y riquezas de todo tipo. Todo aquello que Europa pagaba y necesitaba. La riqueza que los habitantes acomodados de las ciudades europeas y los comerciantes, reyes y nobles disfrutaban, reclamaban todo aquello que cada vez era más caro. Las especias eran fundamentales en esos tiempos. Necesarios para conservar y dar sabor a los alimentos. La ruta de la seda y la ruta de las especias eran formas de comercio para abastecer en Europa a las clases medias y acomodadas. También era necesario el oro y las piedras preciosas e incluso los esclavos. Lo que había sido la capital romana de la cristiandad en oriente, Constantinopla, que durante siglos había soportado asedios y luchas para su conquista, cayó en manos musulmanas en mayo de 1.453. Ese hecho cambió la historia de la humanidad. Esa ciudad era por entonces el centro de la cultura, la religión y el comercio. Su ubicación la hacían fundamental para el control marítimo con oriente. Génova, una ciudad-estado vio perder sus colonias cayendo en manos musulmanas. Peligraba el comercio de Europa occidental. La caída de Constantinopla y la presencia del mundo islámico tanto al este como al oeste del Mediterráneo, dejaban a Europa cercada y además las rutas comerciales quedaban bajo control ajeno. Portugal, el país más occidental iniciaría la gran aventura oceánica. Los portugueses eran grandes marinos, viajaban lejos de su tierra y habían descubierto islas lejanas, ricas y abundantes de productos valiosos en Europa. Las piezas se iban colocando en su sitio como un río que busca su cauce. Aparece un extraño personaje, Cristóbal Colón, que defiende la teoría, ya sabida por la gente culta, de que la tierra era redonda, y por lo tanto era posible viajar por mar y por Occidente en vez de por tierra a Oriente. En 1.484 presentó al reino de Portugal su empresa. El rey Juan II le escuchó y lo consideró seriamente. Pero Portugal ya entonces lo estaban realizando. En realidad Portugal llegó a Oriente antes que nadie. En 1488 llegaron a rebasar el Cabo de Buena Esperanza, el extremo meridional de África. Vasco da Gama llegó en 1.498 a Oriente. Al hacer una navegación de cabotaje no se tropezaron con todo un continente. Por eso en Portugal hay monumentos a Vasco da Gama y no hay un monumento a Colón. Eso hay que buscarlo en el país que realmente realizó la gesta, España. En 1.484, en España por entonces los reinos cristianos que luchaban en la reconquista de sus tierras contra los musulmanes que todavía conservaban algo de su antiguo imperio grandioso, Granada.
Colón en la corte. 
 La unión del Reino de Castilla con el Reino de Aragón por la boda entre Isabel y Fernando terminó por afianzar y consolidar una unión política, militar y la muy importante cruzada cristiana. Colón era un devoto cristiano y apoyaba la causa de los reyes. Sobre el año 1.485 marchó a Huelva. Allí encontró amistad y compresión en los frailes de La Rábida, donde entabló amistad con el que había sido confesor de Isabel, Hernando de Talavera, que influyó ante ésta y los marinos de la zona. También gestionó la audiencia ante los monarcas. Durante unos años recorrió España, aprendió el castellano e hizo amistades. Colón entró en contacto con la corte en Córdoba y consiguió su primera entrevista con los reyes el 20 de enero de 1486. El rey Fernando era un príncipe del Renacimiento, un político, práctico, militar despiadado en la guerra y buen gobernante. Isabel en cambio era más enigmática, romántica y muy devota. Pero decidida y ambiciosa. Esta combinación de personalidades convenía a Colón. En la entrevista se mostró decidido y defendió su proyecto con convicción, ofreció el monopolio del comercio a la corona y la extensión del cristianismo entre los paganos. Los reyes se mostraron sorprendidos de la teoría de Colón pero interesados por la posibilidad que ofrecía y decidieron nombrar una comisión de técnicos que estudiaría el asunto, dirigida por Hernando de Talavera. Las deliberaciones duraron más de un año. La comisión determinó que los cálculos de Colón estaban errados. En realidad tenían razón, la distancia era mucho mayor de la que calculaba Colón y por tanto el coste sería altísimo. No sería posible realizar el viaje. Sin embargo los reyes no le negaron del todo la proposición. No podían responder económicamente la empresa, estaban en plena lucha contra Granada y de esto dependía todo. Venciendo a los musulmanes volverían a considerar la propuesta. Pese a ello los monarcas decidieron retener a Colón y le otorgaron una paga con la que subsistir. Esperó pacientemente, viviendo de la paga real y de la compra y venta de libros y mapas. Reunió una buena biblioteca, que aún se conserva, enciclopedias de viajes, geografía, etc. Muchos de ellos llevan anotaciones manuscritas. En 1489 se entrevistó nuevamente con los reyes, pero los planes seguían siendo imprecisos; unas sencillas carabelas desde Canarias hasta Japón. No obtuvo la aprobación deseada. Envió a su hermano Bartolomé a la corte inglesa. Enrique VII tampoco lo encontró factible. Al fin cayó Granada marcando una nueva época para la cristiandad y para la política del mundo en general. En la nueva audiencia de Colón, en la que los monarcas aceptaban la posibilidad querían saber sus condiciones. Éste pidió títulos y honores, quería ser nombrado Almirante, Virrey y obtener el 10% de todas las riquezas conseguidas. Eso en aquella época era impensable. Un simple marino genovés, sin título nobiliario siquiera, un desconocido pretendía, simplemente por una teoría que casi era una quimera, que se le nombrara Almirante, algo reservado al Militar de marina de más prestigio. Y también Virrey, es decir vice-rey, un título como de continuación del de rey. Realmente se extralimitó y sus exigencias fueron rechazadas. Lo despidieron con la frase “váyase en hora buena”. Colón se marchó hacia Huelva, pero fue alcanzado por los emisarios reales que traían la afirmación de los reyes con la aceptación de sus condiciones. En ese intervalo los reyes habían cambiado de opinión y habían decidido sufragar el proyecto. Cuatro personajes habían logrado el milagro. Fray Diego de Deza, mosén Juan Cabrero, fray Hernando de Talavera y Luis de Santángel. Éste último tesorero del rey, un judío converso, habló con la reina diciéndole que sería posible. ¿Por qué no? se preguntó y pensó que la oportunidad era única. Podían perder el dinero pero si se conseguía el objetivo, la hazaña sería impresionante, tanto para la cristiandad como para las arcas del reino. Además él mismo aportaría gran parte del dinero necesario. Los Reyes Católicos, particularmente la reina Isabel I, deciden ayudar a Colón. Los monarcas eran jóvenes y muy emprendedores, decididos y también su pasión de ampliar la cristiandad y obtener el comercio por rutas marítimas nuevas les seducía. Continuará

martes, 15 de enero de 2019

SIGLOS XV-XVI - ORGANIZACIÓN DEL ESTADO

Organización del Estado - La idea de la Hispania Romana inspiraba a los Reyes Católicos como modelo de integración territorial peninsular, ya desde su unión matrimonial en el siglo anterior Y puso los cimientos de la unidad Ibérica. Ellos representaron la monarquía autoritaria y se empeñaron en dominar los estamentos como a nobleza, municipios, Iglesia y Cortes. Incluso restando facultades. Las turbulencias de los nobles fueron sofocados en lo posible. Era evidente que se estaba acabando la Edad Media y supieron verse como príncipes del Renacimiento. La época de los caballeros y las luchas entre propietarios de territorios, que empobrecían al pueblo, se estaba terminando, a la vez que las intrigas y jugadas de nobles y señores, en favores de uno u otro monarca regional. Por otro lado el reinado de los Reyes Católicos coincidió con una recuperación en Occidente, tras la crisis económica que venía afectando des hacía casi un siglo. Está claro que la afluencia del oro y la plata americanos reforzó esa bonanza. El fin de guerras civiles entre señores, el auge demográfico y el orden implantado por la monarquía fueron otros factores para la creación de fuentes de riqueza y apertura de mercados. Pero en la península esta nueva coyuntura se caracterizó por las ya históricas diferencias entre Castilla y Aragón. La primera se había mantenido al margen de la depresión económica de la Baja Edad Media, mientras que Aragón (con excepción de Valencia, capital financiera)fue arrastrada por la situación que afectaba a toda Europa. Al producirse la unión dinástica, Castilla era más próspera y demográficamente más potente que Aragón. Y no pudo beneficiar a ésta porque los genoveses dominaban las finanzas y el comercio exterior y se necesitaba sus servicios. Castilla se vio volcada hacia el Atlántico y Aragón hacia el Mediterráneo, que en aquellos momentos ofrecía escasas posibilidades aún. A los catalanes se les prohibió, por ejemplo, comerciar en la importante feria de Medina del campo, donde los genoveses eran los amos y señores con casi todas las exclusivas, incluso el fundamental comercio de la lana. Los aragoneses estuvieron ausentes en la empresa americana, que no quedaban completamente excluidos ya que la monarquía se encargó que no participaran genoveses ni otros extranjeros. La inhibición de catalanes y aragoneses en la empresa americana se debieron, entre otros, a dos motivos importantes. Uno, eso pueblos empezaban lentamente a salir de su mala situación económica y demográficamente eran aún débiles y por lo tanto con pocas posibilidades de embarcarse en empresas tan lejos de sus límites. Y otra, el recelo de Fernando el Católico, que consideraba poco probable que sus súbditos llevaran a América su tradición foral y pactista, frente al autoritarismo castellano que deseaba tener las manos libres para aplicar su estilo centralista. Más tarde, la concentración del tráfico con América en la Casa de Contratación de Sevilla, determinó la decadencia de Valencia que acabó con proyectos posibles de la cuestión americana en esa zona. Los reyes habían ordenado en 1482 un censo en Castilla, con fines militares, y se dedujo que aquel reino contaba entre 6 y 7 millones de habitantes. En 1550 se hizo otro censo sobre el conjunto peninsular, excluido Portugal, pero que dista de ser riguroso, que habla de unos 7 millones de habitantes. De los cuales la mayoría corresponderían a Castilla, Aragón no llegaría a los 400.000, Cataluña a los 320.000, Navarra a los 150.000 y Valencia a los 300.000. Canarias tendría alrededor de 40.000 personas.
Monasterio San Juan de los Reyes, estilo Isabelino. El peso demográfico de Castilla explica su predominio en el conjunto y también los serios problemas que planteaba de subsistencia, ya que la población, eminentemente agrícola y ganadera, con técnicas muy primitivas y una distribución de las tierras mal concebida, difícilmente podría sostener una población tan elevada. Esto explica en parte, la proyección hacia América de los castellanos. En el momento de acceder al trono Isabel, Castilla era el reino donde más se concentraba el número de nobles, que en torno a unas 25 familias,, con una inmensa cantidad de propiedades, rentas y poder de jurisdicción sobre sus vasallos. Está claro que su poder de influencia sobre la política en el poder real era enorme. Divide y vencerás debió pensar el zorro de Fernando y con la creación de un aumento fragmentado del estamento nobiliario, desbordaría a la vieja nobleza que tantos enfrentamientos había protagonizado. Se ennobleció a funcionarios y burgueses, se ascendió a una nobleza creada a raíz de las guerras de Italia y Granada. La extensión avanzó conjuntamente con el poder regio. También se organizó un potente ejército al servicio de la monarquía, lo que restaba poder militar a los nobles, encargados hasta entonces de reunir esporádica mente a milicias según necesidades. Se procedió a la reforma de la estructuras eclesiásticas. Se obtuvieron privilegios, como el de designar obispos, control de los maestrazgos de las ordenes militares, la fiscalidad de la iglesia. Se buscó personalidades eclesiásticas con sólida formación, ya que al estar vinculados a intereses oligárquicos esto era necesario. Seguro que la personalidad más relevante de aquellos tiempos fue el Cardenal Cisneros, pero también aparecieron muchos obispos y renovadores de ordenes religiosas, etc. El reinado de Isabel y Fernando coincide con el tránsito del Gótico al primer renacimiento, aunque permanezca aún en buena parte la estética tardomedieval. No olvidemos que el siglo XV está marcado por muchas calamidades, la peste, guerras, hambrunas, etc. Castilla se resintió especialmente y paralizó las construcciones catedralicias que se habían desarrollado en el siglo anterior. Solo Aragón, fue capaz de seguir con la construcción de catedrales, pese a la peste, de acuerdo con las formas arquitectónicas del Gótico Mediterráneo. Las tendencias vigentes italianas se fundieron en el reino de Aragón y además con la influencia germánica del gótico Internacional. Llegaron las formas borgoñonas, sustituidas después por las flamencas. Esta tendencia se prolongó hasta bien entrado el siglo XVI. Buena prueba de ello es la Catedral Santa Catalina de Valencia También apareció lo que se dio en llamar el estilo Isabelino, (San Juan de los Reyes en Toledo, Iglesia de San Pablo, Valladolid, Palacio del duque del Infantado, Salamanca) Juan Guas, posiblemente francés,fallecido en Toledo en 1496 fue el arquitecto favorito de los Reyes Católicos. Contamos entre sus trabajos la puerta de los Leones de la Catedral de Toledo, la portada de la catedral de Ávila y el claustro de la catedral de Segovia. El Monasterio del Parral, la puerta es una obra personal de este arquitecto, de puro estilo Isabelino. Continuará

miércoles, 15 de agosto de 2018

PADRES ESPIRITUALES DE LA II REPÚBLICA

En 1931, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, firman el manifiesto «Al servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo de «padres espirituales de la República».  La realidad de los hechos de estas tres personalidades hizo que cambiaran su forma de pensar sobre la República Española.
JOSE ORTEGA Y GASSET Fue elegido diputado durante la República con una Agrupación. Gran defensor del sistema democrático y a la vez opositor a la monarquía en un debate en 1931. Intervino diciendo y advirtiendo «nuestro grupo siente una alta estimación por el proyecto que hay en este proyecto auténtico pensamiento democrático, y sentido de responsabilidad democrática», pero advirtiendo a continuación que «esa tan certera Constitución ha sido mechada con unos cuantos cartuchos detonantes, introducidos arbitrariamente por el espíritu de propaganda o por la incontinencia del utopismo». Destacó dos problemas de importancia que veía venir; la organización de España en regiones, que traería como consecuencia que serán las regiones entre sí quienes se enfrenten. Eso dará lugar a "dos o tres regiones semi-Estados frente a España, a nuestra España" y en cuanto al resto de las regiones, “esto las animará a una campaña de nacionalismo allí donde hasta ahora no ha existido" “Habiendo sobrevenido la República, sin apenas herida, ni apenas dolores, hayan bastado siete meses para que empiece a cundir por el país desazón, descontento, desánimo, en suma, tristeza".  A los tres días tras el comienzo de la contienda, se presentaron en su domicilio varios comunistas armados de pistolas que exigieron su firma al pie de un manifiesto contra el Golpe de Estado y en favor del Gobierno republicano. Ortega se negó a recibirlos y fue su hija la que en una conversación con ellos. Se redactó otro texto muy corto y menos politizado que, fue firmado por Ortega, junto con Gregorio Marañón, Ramón Pérez de Ayala y otros intelectuales. A pesar de su grave enfermedad, ese mismo mes huyó de España y se exilió primero en París, luego en los Países Bajos y Argentina, hasta que en 1942 fijó su residencia en Lisboa. A partir de 1945 volvió a España en varias ocasiones, no pudo recuperar su cátedra y fundó el «Instituto de Humanidades» donde impartía sus lecciones.
GREGORIO MARAÑÓN Médico endocrino, historiador, escritor y pensador. Escribió obras históricas y científicas de resonancia internacional. Uno de los hombres más brillantes de España del siglo XX. Opuesto radical a la dictadura de Primo de Rivera fue condenado un mes de cárcel y también duramente crítico con el comunismo. Aunque en los primeros momentos fue un defensor de la República, al ver el desmembramiento del país criticó duramente la división del país en regiones cada vez más autónomas, a la vez que todo eso era fomentado por la izquierda radical. Criticó los excesos de ambos bandos en la guerra civil lo que puso en peligro su vida. En 1937 opinó sobre la España republicana, en una reunión de intelectuales franceses “El ochenta y ocho por ciento del profesorado de las Universidades de Madrid, Valencia y Barcelona, (en manos republicanas) ha tenido que huir al extranjero, abandonar España, escapar a quien más pueda. ¿Y saben ustedes por qué? Sencillamente porque temían ser asesinados por los rojos, a pesar de que muchos de los intelectuales amenazados eran tenidos por hombres de izquierda”. Ser liberal es, precisamente, estas dos cosas: primero, estar dispuesto a entenderse con el que piensa de otro modo; y segundo, no admitir jamás que el fin justifica los medios, sino que al contrario, son los medios los que justifican el fin. El liberalismo es, pues, una conducta y, por lo tanto, es mucho más que una política. (Prólogo de su libro Ensayos liberales, 1946). En una publicación en París manifestó con claridad su cambio de posición respecto de la Segunda República: “En la historia hay una cosa absolutamente prohibida: el juzgar lo que hubiera sucedido de no haber sucedido lo que sucedió. Mas lo que no admite duda es que las profecías de las derechas extremas o monárquicas que se oponían a la República se realizaron por completo: desorden continuo, huelgas inmotivadas, quema de conventos, persecución religiosa, exclusión del poder de los liberales que habían patrocinado el movimiento y que no se prestaban a la política de clases; negativa a admitir en la normalidad a las gentes de derecha que de buena fe acataron el régimen, aunque, como es natural, no se sintieran inflamadas de republicanismo extremista. El liberal oyó estas profecías con desprecio suicida. Sería hoy faltar inútilmente a la verdad el ocultarlo. Varios siglos de éxito en la gobernación de los pueblos han dado al liberal una excesiva, a veces petulante, confianza en su superioridad. La casi totalidad de las estatuas que en las calles de Europa y de América enseñan a las gentes el culto de los grandes hombres, tienen escrito en su zócalo el nombre de un liberal. Cualquiera que sea el porvenir político de España, no cabe duda que en esta fase de su historia, por el contrario, fue el reaccionario y no el liberal, acostumbrado a vencer, el que acertó.
RAMÓN PÉREZ DE AYALA Escritor y periodista. En su obra muestra una notable inclinación hacia los enfoques intelectuales, simbólicos y ensayísticos. Hizo sus primeros estudios con los jesuitas, quienes le proporcionaron amplios conocimientos humanísticos, pero provocaron en él un profundo sentimiento anticlerical. En Madrid se vinculó con la Institución Libre de Enseñanza. Después de viajar por Italia y Alemania fundó con J. Ortega y Gasset y G. Marañón la Agrupación al Servicio de la República. Fue embajador en Londres entre 1931 y 1936. El Gobierno de la República le había nombrado director del Museo del Prado y en 1932, Embajador en Londres. Descontento con el rumbo político pre-revolucionario que imponía en España el Frente Popular dimitió de su cargo en junio de 1936 y al iniciarse la Guerra Civil Española se exilió a Francia. Dos hijos suyos se alistaron como voluntarios en el Ejército Nacional y Pérez de Ayala explicó y defendió su toma de posición en una «carta abierta» publicada el 10 de junio de 1938 en el diario londinense The Times. Pérez de Ayala culpó a Manuel Azaña, de haber fomentado el clima para la consecuencia de la guerra. Azaña fue detenido en Barcelona y encarcelado en un barco de guerra por estar presuntamente implicado en la Revolución de 1934, acusación que finalmente fue desestimada por el Tribunal Supremo. Pérez de Ayala escribió “Cuanto se diga de los desalmados mentecatos que engendraron y luego nutrieron a los pechos nuestra gran tragedia, todo me parecerá poco… Lo que nunca pude concebir es que hubiesen sido capaces de tanto crimen, cobardía y bajeza. Hago una excepción. Me figuré un tiempo que Azaña era de diferente textura y tejido más noble… En octubre del 34 tuve la primera premonición de lo que verdaderamente era Azaña. Leyendo luego sus memorias del barco de guerra, tan ruines y afeminadas, me confirmé. Cuando le vi y hablé siendo ya presidente de la República, me entró un escalofrío de terror al observar su espantosa degeneración mental, en el breve espacio de dos años, y adiviné que todo estaba perdido para España". 
Vivió sucesivamente en París y en Biarritz y más tarde en Buenos Aires, donde fue nombrado agregado honorario de la Embajada de España. Regresó provisionalmente a España en 1949 para resolver algunos asuntos personales, regresando después a la Argentina. Diversos reveses familiares y sociales le sumieron en una aguda depresión. Fotos de Ortega, Marañón y Pérez de Ayala

OCASO DE ALFONSO XIII

El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba, al igual que hoy, un sentimiento de superioridad al resto del país, no era un sentimiento separatista todavía pero si de descentralizar el estado, un federalismo. Y para arreglar las cosas se desata la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral. La clase obrera sufrió las consecuencias de la carestía de los productos. Y a raíz de esto y otros muchos conflictos sociales el ejército ganó prestigio como garante de la paz. En 1917 una huelga revolucionaria declarada por la UGT. En 1918 una crisis de capitalización a causa de la guerra de Marruecos. En el exterior se veía a España como un país imposible de gobernar. Comenzaron a oírse voces como “el peligro bolchevique”, el “separatismo”, y “debilidad del liberalismo”. Por ejemplo en 1920 hubo 1.060 huelgas con 7.260 días laborables perdidos. Los anarquistas reconocieron la revolución rusa como la oportunidad esperada para terminar con el capitalismo. Esto forzó la división del Psoe y en el ala más izquierda se independizó con el nombre de Partido Comunista de España. Y claro, apareció un militar para arreglar las cosas. En septiembre de 1923 el general Primo de Rivera da un golpe de estado que dura hasta 1930. Miguel Primo de Rivera, el dictador aunque tuviera buenas intenciones usaba métodos muy equivocados y se preocupaba de poner orden social fundamentalmente, y la unidad de España, pero faltaba un programa político. Entre los tantos a su favor se cuentan la construcción y equipamiento de nuevas escuelas, el respeto a la huelga y los sindicatos libres, la jubilación pagada para cuatro millones de trabajadores, la jornada laboral de ocho horas, que hay que decir que fuimos los primeros del mundo en adoptarla, una sanidad nacional bastante potable, lazos estrechos con Hispanoamerica, las exposiciones internacionales de Barcelona y Sevilla, la concesión de monopolios como teléfonos y combustibles a empresas privadas (Telefónica, Campsa), y una inversión en obras públicas, sin precedentes en nuestra historia, que modernizó de forma espectacular reservas de agua, regadíos y redes de transporte. Pero el pueblo y la Iglesia sobre todo, seguían en su letanía.
El bolchevismo intentaba controlar desde Rusia el tinglado, el socialismo y el anarquismo peleaban por la revolución, y el fascismo, que acababa de aparecer en Italia, era todavía un experimento nuevo, cuyas siniestras consecuencias posteriores aún no eran previsibles, que gozaba de buena imagen en no pocos ambientes. Y todo esto llegaba a nuestro país, que, por ejemplo la Barcelona industrial, sobre todo, siguió siendo escenario de lucha entre patronos y sindicatos, pistolerismo y violencia. El nacionalismo catalán siempre apretando cuando el estado anda flojo, jugaba fuerte para conseguir una autonomía propia. La primera pitada al himno nacional tuvo lugar en 1925 en el campo del FC Barcelona, con el resultado inmediato del cierre temporal del estadio. La represión de Primo de Rivera se centró especialmente en intelectuales y periodistas, la crítica de la dictadura. Blasco Ibáñez, Unamuno, Ortega y Gasset, entre muchos, tomaron partido contra él. Y Alfonso XIII, un rey sin arrestos, comenzó a distanciarse tímidamente. Así que para cuando el rey dejó caer a Primo de Rivera, la monarquía parlamentaria estaba fiambre total. La “Dictablanda”, periodo desde la caída de Primo de Rivera no funcionó. Con buenas intenciones decidió aplazar la elecciones previstas y en su lugar convocó elecciones municipales para abril de 1931. Tras el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, unos se inclinaban por soluciones autoritarias conservadoras, y otros, menos pero bastantes, por soluciones autoritarias desde la izquierda. Siempre hubo republicanos de izquierdas y de derechas. Las ideas independentistas vasca y catalana, fastidiaban el paisaje, ávidos de pescar en rio revuelto. La Iglesia iba a lo suyo, sin ponerse el mono de trabajo de la actualidad, y en materia de educación escolar, emancipación de la mujer y reformas sociales no facilitaba las cosas, precisamente. Alfonso XIII era ya cadáver. Los partidarios del trono eran cada vez menos, e intelectuales como Ortega y Gasset, Unamuno o Marañón empezaron a dirigir fuego directo contra Alfonso XIII. Los últimos tiempos de la monarquía fueron agónicos. En 1931, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, firman el manifiesto «Al servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo de «padres espirituales de la República».  La realidad de los hechos de estas tres personalidades hizo que cambiaran su forma de pensar sobre la República Española. Alfonso XIII tenía las horas contadas, no querían hablar con él, sino echarlo a la puta calle. Y la peña se dedicó a pensar en la II República, dado que el rey se lo había puesto en bandeja. La España monárquica empezaba a ser inviable. A nadie le importó su labor humanitaria en la Guerra Mundial ni al tratar de salvar a los monarcas rusos del afeitado general. No tuvo apoyos ni de dentro del país ni de fuera. Realmente el pescado estaba vendido y ya se sabía que las elecciones municipales eran realmente un referendum, no sobre los ayuntamientos sino sobre monarquía o república.

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...