lunes, 25 de marzo de 2019

31- CARLOS IV - NAPOLEÓN

El día 19 de marzo de 1808, a raíz del motín de Aranjuez, el príncipe Fernando es dueño de la situación y tiene en su mano el destino de su padre, el rey Carlos IV, de su valido, Godoy, y de la gobernación del reino. Ese día, por la mañana, consigue la abdicación de su padre, convirtiéndose en el rey Fernando VII. Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc. Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar. Sabemos que ya se había firmado el Tratado de Fontainebleau el 27 de octubre de 1807 entre Manuel Godoy, valido del rey Carlos IV, y Napoleón Bonaparte, emperador de los franceses. En el se acordaba la invasión de Portugal por los ejércitos conjuntos y se permitía el paso de las tropas francesas por territorio español. El pueblo español vio en las tropas francesas algo amenazante, pues en lugar de continuar transitando hacia Portugal fueron ocupando, sin ningún respaldo del Tratado, diversas localidades como Burgos, Salamanca, Pamplona, San Sebastián, Barcelona o Figueras. Las tropas francesas sumaban unos 65.000 hombres que controlaban las comunicaciones con Portugal pero también con Madrid y la frontera con Francia. Godoy se dio cuenta de la situación ya que a comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía. Lo del motín de Aranjuez lo hemos contado en el capítulo anterior. Comienza a reinar Fernando VII el 19 de marzo de 1808. Pocos días después Napoleón manda llamar a toda la familia a Bayona.
Antes de partir, Carlos había pedido a Murat, el lugarteniente de Napoleón, que liberase a Godoy. No sin dificultades éste lo consiguió y lo envió también a Bayona, donde se encontraron todos. Con la propuesta de Napoleón, prácticamente una orden, Carlos IV la pensó y no lo vio del todo mal, ya que le aseguraba una vejez tranquila y de paso tomaba venganza contra su hijo por lo de Aranjuez. En todo esto Godoy le apoyaba. Carlos había mandado hacía semanas una carta a Napoleón indicando que había abdicado en su hijo obligado por las circunstancias, pero que en realidad no lo reconocía como rey, y que por tanto esperaba su apoyo. Fernando VII abandonó Madrid el 10 de abril de 1808 para ir al encuentro del emperador que lo reclamaba. Llegó hasta Burgos entre vítores de las poblaciones. Allí no estaba Napoleón como le habían dicho. Esta vez le anunciaron que le esperaba en Vitoria.Tampoco estaba allí, ni siquiera había cruzado la frontera. Indignado y con el consejo de sus asesores, permaneció en territorio español. El general francés que acompañaba al rey, viendo que se le podía escapar su presa, se dirigió a galope a Bayona donde encontró al emperador. Éste ordenó que arrestara a Fernando si fuera necesario. No hizo falta pues en Vitoria, Fernando supo que su hermana, su padre y su madre se dirigían a Bayona al encuentro con Napoleón, para conseguir su apoyo, cosa que no le favorecía. Pese a los consejos del marqués de Urquijo, Fernando marchó a Bayona para defender sus intereses frente a su padre y conseguir el apoyo de Napoleón. Fernando al marchar de Madrid también había dispuesto que las instituciones cooperaran con las autoridades francesas y había dejado una Junta Suprema de Gobierno. Órgano de regencia para dirigir los asuntos del reino en su ausencia, y nombró al incompetente de su tío el infante Antonio Pascual como presidente. Este permaneció en el cargo y en Madrid, unos días y se despidió a la francesa, es decir, dejando una carta como peineta. Pero habíamos dejado a Fernando yendo solito a la jaula que le tendía Napoleón. Para empezar al entrar en suelo francés no fue recibido por comisión alguna, ni escolta siquiera. Pero al llegar al castillo de Marracq, Napoleón lo recibió con halagos. Pero lo trató como Príncipe de Asturias, no como rey. Al día siguiente el emperador puso las cartas boca arriba y le dijo a la familia que la Providencia le había indicado que debía hacerse con Inglaterra, y crear un gran imperio más grande aún, y para ello había tenido en cuenta, dado que en el pasado España había combatido contra Francia, no podría dejar el reino español en manos de un Borbón, y que no entregaría la corona, ni al padre ni al hijo. Pero que elegiría a un miembro de su propia familia y además se ocuparía de ofrecer unas comodidades a los Borbones, de acuerdo con sus rangos. La Junta aceptó la petición de enviar a Bayona una comisión para formar una Asamblea de Notables españoles. Fueron elegidos 150 individuos del clero, la nobleza, las ciudades, instituciones militares y económicas, y las universidades. Sólo acudieron a Bayona 65. Se ventilaba la abdicación de Carlos dándole formalidad. Cuando el infante Antonio Pascual dejó la presidencia de la Junta el 4 de mayo, Murat se presentó en la Junta Suprema para pedir formar parte de ella, siendo rechazado en primera instancia y luego aceptado para evitar males mayores. Siguiendo las indicaciones de Napoleón, en Bayona Fernando abdicó en su padre, que a su vez traspasó la corona a Napoleón para que fuera depositario de los derechos del Trono y los dispusiera en favor de alguna persona de su familia, cosa que fue aprobada junto con algunos pequeños cambios en un texto constitucional. La Constitución de Bayona, de la que nadie habla. Pero el corso no calculó un aspecto de la jugada. No contó con las pelotas que le echaría al asunto el pueblo español. Y lo pagó muy caro al final. Todos en Bayona estaban felices porque al fin y al cabo la corona española no era la primera vez que la ceñía un extranjero. El proceso se había realizado con formalidad y Fernando que soñaba con emparentar con Napoleón veía el camino preparado. El 6 de mayo la Junta en Madrid había recibido un decreto fechado el día 4 por el que Carlos IV nombraba a Murat como Lugarteniente del Reino para que gobernase en su propio nombre. También recibió el día 6 de mayo la renuncia de Fernando VII, que revertía sus derechos en su padre Carlos.
La Junta Suprema publicó la renuncia de Fernando. Sin embargo, dado que Carlos IV ya había renunciado, de nuevo, se daba la paradoja de que existía un reino sin rey, con lo cual Murat ostentaba el grado de Lugarteniente del emperador hasta el nombramiento de un nuevo rey. Murat en Madrid mandó quitar el nombre de Fernando de todos los actos públicos. El pueblo y la aristocracia se las vieron venir. Llegaban noticias de Bayona por emisarios ocultos de Fernando. Murat recibió la orden de enviar a los restantes miembros de la familia Borbón a Bayona, pero el infante don Francisco de Paula se negaba a salir de España, tenía 12 o 13 años. Murat, ante los acontecimientos llegó a proponerse como rey de España y en realidad se estaba comportando como si lo fuera. Como sabemos Napoleón designó a su hermano José y al quedar vacante el reino de Nápoles, se lo entregó a Murat. Napoleón el día 25 de mayo anunció al pueblo español que no reinaría él en España confirmando la Junta de Gobierno Presidida por Murat. Pero unos días antes el pueblo de Madrid, y no el gobierno, monta un quilombo negro, el 2 de mayo de 1808, fecha que si este fuera un país serio sería Fiesta Nacional. Se acercaban días sangrientos.

viernes, 22 de marzo de 2019

30 - CARLOS IV - TRAFALGAR

Llamado el Cazador, había nacido en Nápoles en noviembre de 1748 y fue rey de España desde el 14 de diciembre de 1788 hasta el 19 de marzo de 1808 en que abdicó, (por segunda vez) en favor de su hijo el futuro Fernando VII. Carlos era hijo y sucesor de Carlos III y de María Amalia de Sajonia. El prestigio de la monarquía española había alcanzado las cotas más altas de los grandes reinos desde los Austria. Pero bastaron unos pocos años del reinado de Carlos IV para que todo se empezara a ir por el desagüe de la historia. Algunos historiadores dicen que era inteligente, culto, pero no fue preparado para ejercer la responsabilidad que le tocó en suerte. El largo reinado de su padre le hizo llegar con cuarenta años de mantenerse al margen de la política. Se fue volviendo indolente, abúlico y despreocupado por los asuntos de gobierno. Dominado por su mujer, más puta que María Martillo, María Luisa de Parma, y por el favorito de ésta, Manuel Godoy, de asombroso ascenso a la vida pública. Pero eso fue después. Antes, había nombrado al Marques de Floridablanca como Secretario de Estado, un ilustrado que quiso poner, y puso, en marcha varios proyectos tendentes a corregir y desarrollar la economía. Menos de un año de reinado y estalla la Revolución Francesa, y lógicamente las noticias que van llegando hacen que se vayan adoptando medidas en España, como la de cerrar Las Cortes, que estaban en manos de Floridablanca. Se trata de aislar a España de las recetas revolucionarias. Se apoyó al rey francés y se puso fin a los proyectos reformistas. Y la Inquisición de la Iglesia empieza otra vez a destacar, desterrando a Jovellanos, y otros hechos de represión.
El fracaso de las medidas de Floridablanca supuso su sustitución por el Conde de Aranda, que concertó una Alianza con Prusia y Austria para ayudar al rey francés, forma de proteger al español. Se preparaba una guerra en Europa que Aranda no apoyaba, dado el fracaso casi seguro y las pocas ganancias que se podrían obtener. Eso motivó su sustitución por Manuel Godoy, que ya era duque y Teniente General. Pues nada, la guerra. Las tropas francesas rechazaron a las españolas. Prusia se abrió del pacto y con el acuerdo de la Paz de Basilea, España pierde Santo Domingo. Las alianzas con la Francia del Directorio y después con Napoleón, no trajeron más que desdichas. Las comunicaciones con América fueron muy complicadas y difíciles, y esto empobreció aún más a la población. Lo cual hizo impopular a Godoy y al rey. La llegada de Napoleón al poder fue como una patada en el estómago para España. El franchute este empecinado en derrotar a Inglaterra, y ésta era muy superior en el mar. Carlos IV de España y Napoleón I de Francia, merced los tratados firmados con la anterior República Francesa y por el interés de la recuperación de Gibraltar, obligaban a España a contribuir económicamente a las guerras de Napoleón, y también a poner a disposición de éste la Armada para combatir a la flota británica. Con lo cual nos hicimos aliados de Francia para invadir a Inglaterra comenzando por la famosa y desastrosa batalla de Trafalgar. Tuvo lugar el 21 de octubre de 1805. Al mando el vicealmirante francés Pierre Villeneuve, y por parte española el teniente general del mar Federico Gravina. La armada británica al mando del famoso vicealmirante Horatio Nelson. Para que la invasión tuviera éxito, Napoleón quiso que la Marina Real británica hubiera sido atraída lejos del canal de la Mancha. El colega de Nelson, el almirante sir Robert Calder se tropezó con la flota franco-española. En un día de vientos flojos, la flota combinada navegaba a sotavento, lo que también daba la ventaja a los británicos y, para colmo de desdichas, Villeneuve dio la orden de virar hacia el noreste para poner rumbo a Cádiz en cuanto tuvo constancia de la presencia de la flota británica. El cuerpo español no estaba de acuerdo en esto. Al parecer, Churruca, mientras leía las señales con el anteojo, manifestó: «el almirante no sabe lo que hace, la flota está perdida». En el espacio de dos horas, la mayoría de los navíos más importantes de la flota franco-española ya se habían rendido o ya no disparaban sus cañones. En este tiempo, Gravina había sido herido y más tarde encontró la muerte, y también el valeroso Alcalá Galiano. La derrota de Trafalgar supuso la supremacía naval de Inglaterra durante todo el siglo XIX en el mar. Napoleón desistió en su intento de invadir Inglaterra y supuso también un duro golpe en su carrera. España sufrió a partir de entonces que Inglaterra controlara a través de Gibraltar por sus buques, ocasionando un estancamiento en el comercio español por mar. Napoleón ordenó un bloqueo a Inglaterra y ésta se alió con Portugal. El francés maduró el plan. Hacer de España otro reinado satélite como los que ya tenía en Holanda y Alemania.
Si conseguía conquistar Portugal, esto era pan comido, dado los enfrentamientos entre Godoy, el rey, éste con su hijo Fernando y el pueblo contra todos ellos. Se firmó el Tratado de Fontainebleau en el que previsiblemente se repartirían Portugal. Para ello era necesario ocupar militarmente el territorio español. Napoleón contaba con el rechazo que el pueblo tenía por sus gobernantes e incluso con el beneplácito de los liberales españoles. Por lo tanto, llegó la ocupación militar de España. A comienzos de 1808 llega a Madrid un ejército francés a las órdenes de J. Murat. Barcelona, Pamplona y San Sebastián ya acogían fuerzas francesas. Godoy no se fiaba un carajo y aconsejó al rey marchar al sur o América. En marzo de 1808, temiéndose lo peor, la familia real se retiró a Aranjuez para, en caso de necesidad, seguir hacia Sevilla y embarcarse para América, como ya había hecho Juan VI de Portugal. Godoy recomendó romper la alianza con Napoleón y preparó la marcha de la familia real y de la corte a Andalucía. La primera esposa del príncipe Fernando había fallecido en Aranjuez el 21 de enero de 1806, a consecuencia de una tuberculosis. Tras la muerte de la reina se contactó secretamente con Napoleón, solicitando como nueva esposa a una princesa de la familia Bonaparte. Estas conspiraciones que se sucedieron dieron lugar al llamado "Proceso de El Escorial", entre octubre de 1807 y enero de 1808. Fernando lideró un partido de oposición al de Manuel Godoy. Fernando aspiraba a la corona como fuera y Godoy molestaba, por eso tramó con apoyos la conspiración de El Escorial. Fue descubierta con leves medidas de condena, el príncipe delató a los conspiradores y luego los perdonó. Cuando Fernando supo del traslado a Andalucía se negó culpando a Godoy de traición. Una noche el pueblo tomó las calles de Aranjuez y quemaron la casa de Godoy. Es el llamado Motín de Aranjuez, que en el fondo estaba pensado por Napoleón con el apoyo del partido fernandino. El 17 de marzo de 1808, tras correr por las calles de Aranjuez el rumor del viaje de los reyes a Andalucía, una pequeña multitud (compuesta por empleados de los nobles llegados al efecto, puesto que, al ser sitio Real y no Villa, Aranjuez no tenía una población villana que pudiera alzarse por sí sola), dirigida por miembros del partido fernandino, nobles cercanos a Fernando, se agolpa frente al Palacio Real y asalta el palacio de Godoy. El motín perseguía la destitución de Godoy y la abdicación de Carlos IV en Fernando. El día 19, por la mañana, Godoy es encontrado escondido entre esteras de su palacio y trasladado hasta el Cuartel de Guardias de Corps, en medio de una lluvia de golpes. Ante esta situación y el temor de un linchamiento, interviene el príncipe Fernando, verdadero dueño de la situación, consiguiendo la abdicación de su propio padre ese mismo día, convirtiéndose en Fernando VII. Los acontecimientos de Aranjuez fueron el principio de la agonía del Antiguo Régimen en España. El pueblo había sido manipulado, pero consiguió la renuncia de Godoy, la abdicación del Rey y el acceso de Fernando legitimado por la voluntad del pueblo. Pero el precio a pagar vendría después, la invasión de Francia, la Guerra de la Independencia, La Primera Guerra Carlista, el trono para el hermano de Napoleón, el sentimiento liberal, etc. Pero ahora estamos en 1808, y lo peor estaba por llegar.

miércoles, 20 de marzo de 2019

29- CARLOS III - LOS ADELANTOS

Este largo reinado del primer hijo de Felipe V posibilitó la incorporación de España al ritmo del crecimiento de las naciones más avanzadas de Europa mediante la superación del déficit acumulado en el siglo XVII. Vino de ser el rey de Nápoles, lo que le aportaba gran experiencia de gobierno. Posiblemente no fuera un hombre inteligente, pero supo rodearse de saber elegir a sus colaboradores. Carlos III deparó a los españoles el reinado más fructífero y positivo de todo el siglo. Para los madrileños en concreto con las grandes obras y embellecimiento de la ciudad, haciendo de ella una digna capital de un reino, ha quedado para siempre en el recuerdo como “El mejor alcalde de Madrid” Obras como la Puerta de Alcalá, de Sabatini, Museo del Prado del arquitecto Juan de Villanueva. Las fuentes de Neptuno y Cibeles y la Fuente de Apolo o de las Cuatro Estaciones, tres grandes grupos escultóricos diseñados por Ventura Rodríguez para el Salón del Prado. El Museo del Prado del año 1785. En principio no había de funcionar como pinacoteca, sino que se trataría del Gabinete de historia natural. De Juan de Villanueva. Observatorio Astronómico y el Jardín Botánico, que aún hoy podemos visitar. Todo ello inmerso en los jardines del Buen Retiro. Carlos III hizo que desaparecieran las grandes fiestas palaciegas, que habían sido tan numerosas. Fue el símbolo del Despotismo Ilustrado, impulsor de los grandes proyectos ministeriales, reforma fiscal, creación del primer banco Nacional, fomento de la industrialización, las comunicaciones y la colonización, patrocinio de las academias y de las asociaciones de amigos del país. A poco de llegar contó con Leopoldo de Gregorio, marqués de Esquilache, hombre imbuido del pensamiento ilustrado que trabajó por el saneamiento de la hacienda pública y el recorte de las clases privilegiadas.
Después del famoso “Motín de Esquilache”, emboscada en la que el rey no pudo apoyarle, marchó al exilio. Le sucedió Pedro de Abarca, conde de Aranda, militar efectivo y adecuada para pacificar los disturbios ocasionados por las clases altas soliviantadas por la pérdida de sus privilegios, y unas clases populares que los combatían. Grandes ministros reformistas fueron Pedro Rodríguez de Campomanes y José Moriño, marqués de Floridablanca. Desde sus puestos contribuyeron a la modernización de la administración y del pensamiento político español. “Todo para el pueblo, pero sin el pueblo” era el lema de los que pertenecían al Despotismo Ilustrado europeo. Es decir que la clase gobernante participaban que el monarca y el Estado eran garantes de la seguridad y bien del pueblo. Pero sin la participación de éste. De este modo el país estaba dirigido por un reducido número de personas y el rey gobernaba prácticamente sin intermediarios y sin tener que responder de sus actuaciones. Las medidas gubernamentales alcanzaban desde las esferas políticas y económicas a las religiosas, sociales y educativas. Esquilache y el arquitecto italiano Sabatini fueron los encargados de hacer de Madrid una ciudad limpia, y a la altura de las grandes capitales europeas. Se instalaron farolas de aceite, se empedraron las calles, se implantó la evacuación de basuras, se potenció el alcantarillado. También se diseñaron paseos y se levantaron numerosos edificios y monumentos públicos. Aunque a menor escala esta política se extendió también a otras ciudades. Para conseguir el dinero necesario Esquilache potenció el rescate de rentas y propiedades enajenadas anteriormente y lo más importante inició una persecución de los fraudes que solían hacer al fisco las clases altas aprovechando sus privilegios. La jerarquía eclesiástica y la alta nobleza, muy poderosa, iniciaron una campaña de desprestigio contra Esquilache, que, al coincidir con una época de malas cosechas, se sumó a ella la clase popular. Se había liberado el precio de los cereales, lo que favoreció la especulación, el alza de precio y por tanto el descontento popular. Finalmente, con la excusa de un bando poco importante que prohibía el sombrero de ala ancha y la larga capa castellana, porque favorecían la delincuencia, fue el detonante, manipulado, para el Motín que dio como resultado el exilio del ministro, y otras medidas de carácter económico. Luego se inició una investigación para averiguar los verdaderos promotores de la revuelta y desde el principio la animadversión que tenían contra la Compañía de Jesús hizo que los investigadores les señalaran como los instigadores de los motines. Ya Portugal y Francia habían decretado la expulsión de la Orden y eran una idea de los ilustrados europeos. Incluso dentro de la propia Iglesia. Los Jesuitas eran un grupo de presión contra Carlos III, por lo que fueran o no los culpables firmó la ley de expulsión y la confiscación de todos sus bienes. Unos dos mil de España y otro tanto de América fueron embarcados hacia Roma. Años después estos gobiernos consiguieron del papa la disolución de la Orden en 1773. La Iglesia era un estamento de mucho poder y la política de Carlos III no pretendía combatir a la Iglesia, pero no mantener un estado dentro de otro estado. El enfrentamiento en nuevos conflictos bélicos hacía necesaria la recaudación. Se creó la Lotería Nacional, se emitió deuda pública. Las dificultades con las comunicaciones con América a causa de la guerra con Inglaterra, impedía la recaudación y la llegada de productos. En el interior una mala red de comunicaciones dificultaba la distribución. Se construyeron caminos y canales (de riego y navegables como los de Aragón y Tauste y el Canal de Castilla). La política internacional española se centraba fundamentalmente en la defensa de los territorios americanos. Los intereses de la Europa central hace tiempo que habían desaparecido. Entre 1754 y 1763 se libró la llamada “Guerra de los Siete años”, que estaban implicados la mayoría de las potencias de Europa, aunque España se incorporó en 1761. Afectó también a Norteamérica, Centroamérica, parte de África, y Filipinas. Pero los principales contendientes fueron Inglaterra y Francia. Carlos III se ofreció como mediador, pero no fue atendido por Inglaterra que, al contrario, aumento sus ataques a buques y posesiones españolas en América. Esto hacía peligrar la seguridad del Virreinato de Nueva España en México. En tal estado de cosas se llegó a una alianza Hispanofrancesa, el Tercer Pacto de Familia (1761), lo que supuso aliarse con el bando perdedor. Al finalizar la guerra Francia lo había perdido todo en América, mientras que España mantenía intacto su Imperio. A raíz de la sublevación de las trece colonias inglesas en el norte de América desde 1763 existía con Inglaterra una paz tensa. Invadieron las islas Malvinas, que con el tiempo abandonaron. La ayuda española al principio era la excusa para lograr Menorca y Gibraltar, en manos inglesas, a cambio de neutralidad. Segura de su superioridad naval, Londres rechazó la oferta y a través del Pacto de Familia se entró en la guerra con la invasión de Florida y Honduras. Pero el asedio a Inglaterra dificultó las maniobras navales inglesas y favoreció el abastecimiento de los independentistas americanos y ayudó a su victoria. España recuperó Manila y La Habana y devolvió Sacramento a Portugal. Derrotada militarmente Inglaterra en Norteamérica, e imposibilitada de cualquier movimiento en Europa, un vertiginoso ascenso de la revolución industrial a causa del bloqueo del Canal se vio obligada en 1783 a concertar, la Paz de Versalles. Inglaterra reconoció la independencia de los Estados Unidos y devolvió a España algunos territorios salvo Gibraltar. España consiguió logros y enjugaron las pérdidas, sin embargo, produjo profundas perturbaciones en el comercio con América y la independencia estadounidense influyó poco a poco en los ilustrados americanos, lo que tres décadas después comenzó el proceso de emancipación de los virreinatos americanos. Cincuenta años de reinado, entre Nápoles y España, son muchos años de trabajo arduo y Carlos III, aunque estaba al tanto de los asuntos importantes fue lentamente retirándose. Estaba viudo, sus hermanos habían muerto salvo Luis, cuyas relaciones eran pocas. Con su hijo Carlos, el futuro heredero, su trato no era muy interesante de los que debía ser. El invierno de 1788 iba a ser el último para Carlos y para la Ilustración en España. El 14 de diciembre de 1788, falleció sin estar senil. Al morir Carlos III se terminaron las reformas de la Ilustración en España, y al año siguiente estallaría la Revolución Francesa, lo que marcaría sin duda el reinado de su hijo, Carlos IV, marcando una etapa diferente.

lunes, 18 de marzo de 2019

28- FERNANDO VI - LA ILUSTRACIÓN

En la década de 1740 España no participó en las batallas del centro de Europa que tenían Inglaterra y Austria contra Sajonia y Baviera, que tenían la ayuda de Francia y España, dado por el Pacto de Familia. La condición española era no firmar la paz con Inglaterra si no se conseguía Menorca y Gibraltar. Francia finalmente incumplió el pacto firmando la paz en 1748, sin mencionar siquiera esos territorios arrebatados a España. Pero Felipe V había fallecido antes, en 1746 y le sucedió su hijo Fernando VI. Sabemos que Felipe V se había casado en segundas nupcias con Isabel de Farnesio, una arpía. La cosa se afianzó más con Fernando VI, hijo de Felipe de su primera mujer. 
FERNANDO VI 
“Paz con todos, guerra con ninguno”, ese fue su lema. A pesar de lo negativo de las condiciones apostó por la terminación de la guerra en que España estaba metida y en la neutralidad. Nombró ministros competentes, gente capaz, ilustrada, con ganas de trabajar y visión de futuro, que pese a las contradicciones y vaivenes del poder y la política hizo de nuestro siglo XVIII, posiblemente, el más esperanzador de la dolorosa historia de España. Destacó José de Carvajal, el marqués de la Ensenada (Zenón de Somodevilla). En aquella primera media centuria se favoreció las ciencias y las artes, se creó una marina moderna y competente, y bajo protección real y estatal se fundaron las academias de la Lengua, de Medicina y la Biblioteca Nacional. El marqués de la Ensenada resultó un fuera de serie: culto, competente, activo, prototipo del ministro ilustrado, que mantuvo contacto con los más destacados científicos y filósofos europeos, fomentó la agricultura nacional, abrió canales de riego, perfeccionó los transportes y comunicaciones, restauró la Real Armada y protegió cuanto tenía que ver con las artes y las ciencias. Negociador del Concordato con la Santa Sede en 1753 que limitó el dinero que se enviaba anualmente a Roma y permitió la designación por parte del rey de la más importante clerecía. Fue uno de esos grandes hombres, con los que los españoles tenemos una deuda inmensa y del que, por supuesto, para no faltar a la costumbre, ningún escolar español conoce hoy el nombre. Pero todos esos triunfos y avances tuvieron su resistencia, el interior fue el sector más reaccionario de la Iglesia que veía la Ilustración como quién ve a Satanás. El exterior, como no, Inglaterra, el peor y más vil enemigo que tuvimos durante todo el siglo XVIII. Ya hablaremos de los hijos de la Gran Bretaña.

Estatua de Fernando VI Madrid. 
Fernando VI fue un hombre que buscó la paz y el progreso para España, siempre con las amenazas conspiratorias de su malvada madrastra la de Farnesio a la cual desterró a La Granja de San Ildefonso. Europa estaba en la época de la ilustración y modernidad, mientras España sacaba poco a poco la cabeza del agujero, se creaban sociedades económicas de amigos del país y la ciencia, la cultura y el progreso se ponían de moda. Pero había adversarios, los de siempre, que no querían perder sus prebendas, así como así, los sectores ultraconservadores de la iglesia católica, que llevaban siglos montados en la burra. Por lo que, desde púlpitos y confesonarios, los sectores radicales de la institución procuraban desacreditar la impía modernidad reservándola todas las penas del infierno. Pero también había entre la clase eclesiástica gente con ideas avanzadas. El problema era que la ciencia, les desmontaba dogmas y consignas para ellos irrefutables. Reacios a perder su influencia, seguían defendiéndose como gatos panza arriba. En otros países como Inglaterra y Francia los hombres de ciencia gozaban de atención y respeto, pero España en eso era diferente, la Inquisición podía caerles encima si pretendían basarse en la experiencia científica antes que en los dogmas de fe. Por ejemplo, sucedió la barbaridad de Jorge Juan y Ulloa, los dos marinos científicos más brillantes de su tiempo, a la vuelta de medir el grado del meridiano en América tuvieron que autocensurarse en algunas conclusiones para no contradecir a los teólogos. Y así llegó a darse la circunstancia siniestra de que en algunos libros de ciencia figurase la pintoresca advertencia: “Pese a que esto parece demostrado, no debe creerse por oponerse a la doctrina católica”. Ésa, entre otras, fue la razón por la que mientras otros tuvieron a Newton, Voltaire, Rousseau o D´Alembert, y en Francia tuvieron la Encyclopédie, aquí lo más que tuvimos fue el Diccionario crítico universal del padre Feijoo, por si nos señalaban teólogos y moralistas que dominaban las universidades y los púlpitos No obstante, también hubo hombres doctos y valientes, y dignos eclesiásticos que dieron en la correcta dirección pese a las trabas y peligros; como cuando el Gobierno decidió implantar la física newtoniana en las universidades y la mayor parte de los rectores y catedráticos se opusieron a esa iniciativa, o cuando el Consejo de Castilla encargó al capuchino Villalpando que incorporase las novedades científicas a la Universidad, y los nuevos textos fueron rechazados por los docentes. Es increíble que pudo iniciarse una red de correspondencia y libros que circulaban en la cultura europea, para traer a España a obreros especializados, inventores, ingenieros, profesores y sabios de prestigio. La otra era irse a estudiar o de viaje al extranjero, recorrer las principales capitales de Europa donde cuajaban las ciencias y el progreso, y regresar con ideas nuevas y a ver si se podían aplicar. Pero eso era para unos pocos. El pueblo llano, seguía siendo una sociedad inculta, ajena al cambio de los tiempos y por un lado seguía la España apegada a la tradición y al trono. Al altar y a las esencias patrias desechando que lo cortés no quita lo valiente, o sea que se puede ser muy español y a la vez pertenecer a la vanguardia de las ideas y la cultura. De todo hubo. El rey Fernando VI en sus 13 años de reinado, intentó siempre por todos los medios mantener la neutralidad de España en los conflictos entre Francia e Inglaterra que intentaron su implicación, primero Francia conquistó Menorca a los ingleses y la ofreció a España a cambio de su alianza, más tarde Inglaterra ofreció Gibraltar a cambio de su alianza contra Francia, Fernando VI había visto tantas guerras innecesarias, provocadas por las ambiciones de su madrastra, que evito su implicación en cualquiera por muy bien que le sirviesen las propuestas. Fernando sufría, como su padre, crisis de melancolía, carácter indolente y una esposa a la que idolatraba, Barbara de Braganza. Cuando ella murió, en 1758, Fernando se volvió tremendamente melancólico, (con lo cual le quedó el mote) permaneciendo encerrado en Villaviciosa de Odón (Madrid), donde paso a sumirse en profunda locura. Un año entero en que Isabel de Farnesio volvió de su destierro y despachaba cartas a su hijo, Carlos, rey de Nápoles, informándole de su pronta coronación en España. La administración quedo paralizada en una España sin rey, pese a lo cual la monarquía siguió funcionando gracias al impulso acumulado en años anteriores hasta que llegó de Nápoles su hermanastro Carlos, el futuro Carlos III, para hacerse cargo del trono español tras el fallecimiento de Fernando VI, el 10 de agosto de 1759.

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...