martes, 9 de abril de 2019

37- VUELVE FERNANDO VII

Al terminar la guerra española se volvió al Antiguo Régimen, el absolutismo. En América la situación independentista se estabilizó durante los primeros años de la monarquía absoluta pero en 1816 la resistencia apareció de nuevo. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia: el general San Martín en Chile (1817) y Bolívar organizó el congreso de Angostura en 1819. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820. Tanto los absolutistas como los liberales sabían que la situación tanto económica como social de España no permitía una intervención inmediata en América. Al no poder contar con las tropas nacionales, el gobierno español pidió la intervención de la Santa Alianza, pero esta última no accedió a los deseos de Fernando. Otro de los problemas al que se enfrentó el gobierno fue la abolición de la trata de negros. España tuvo que firmar en 1817 un tratado con el que el que el comercio de esclavos quedaba abolido al norte del Ecuador y en 1820 este tratado fue generalizado a toda América. Además de las perdidas en América del Sur, España reconoció por el tratado de Washington en 1820 todas las concesiones de territorios hechas antes de enero de 1818. Así Florida, Luisana pasaron a formar parte definitivamente de los estados Unidos. Chile, Nueva Granada y parte de Venezuela eran ya independientes. La sociedad española atravesaba una de las situaciones más críticas que ha conocido en su historia. La guerra de la Independencia que había provocado un gran número de víctimas y la peste fueron las principales causas de la mortalidad durante el principio del siglo XIX. A nivel cultural, el absolutismo de Fernando VII se traduce por una ausencia casi total de libertad de expresión. A primera vista la situación de los intelectuales era en esa época de sumisión total al régimen, pero en un segundo plano, las sociedades secretas y las logias masónicas difundieron las ideas liberales procedentes de los países vecinos. En la mayoría de las zonas rurales, la religión y sus representantes constituían el único lazo entre el pueblo y el gobierno. En un país como la España de 1814 en el que la opinión pública no existía, donde no había ni partidos políticos, ni libertad de asociación ni de prensa, el ejército y el clero eran las únicas fuerzas sociales que disponían de cierta organización. Tras la brutal y sanguinaria represión emprendida por el gobierno fernandino, se esconde una situación financiera desastrosa y una crisis social sin precedentes.
A partir de 1815, varias guarniciones intentaron derrocar el régimen absolutista, pero fracasaron. Tanto Espoz y Mina en Navarra en 1814 como Porlier en Galicia al año siguiente intentaron en vano oponerse al ejército fernandino y este último será incluso condenado a muerte y ejecutado. En 1817 se produce un nuevo pronunciamiento del general Lacy en Cataluña apoyado por la burguesía catalana y por los militares. Tras todos estos intentos fallidos, el pronunciamiento de Riego en 1820 benefició de circunstancias mucho más favorables que los anteriores. Así el 1 de enero de 1820 las tropas, que estaban a punto de zarpar rumbo a las Américas, mandadas por el coronel Riego se alzaron en las Cabezas de San Juan y restauraron la Constitución de 1812. Otras regiones van a seguir este ejemplo y ante la amenaza de un levantamiento a nivel nacional el rey se inclinó y proclamó que gobernaría acatando los principios de la Constitución de 1812. En el bando liberal pronto surgieron las primeras divergencias. El partido liberal se dividió rápidamente en dos grupos: los moderados y los exaltados o progresistas. Durante el trienio liberal, Fernando VII no dejó de apoyar a los absolutistas aunque no quiso romper las relaciones que le unían a los liberales, mayoritarios en las Cortes. Por contra en la época siguiente, la Década Ominosa 1823-1833, en principio se cerraron las universidades de provincia y se prohibió la enseñanza de las matemáticas y de la astronomía para en 1830 cerrar definitivamente todas las universidades. Los años pasaban y el que fuera imperio español se iba reduciendo cada vez más y a excepción de Cuba y Puerto Rico la mayoría de las colonias habían dejado de serlo. En 1824 las fuerzas americanas mandadas por Sucre derrotaron en Ayacucho a las tropas metropolitanas y poco después la caída de la fortaleza del Callao marcó el fin de la dominación española. A pesar de este revés Fernando VII durante los últimos años de su reinado no cesó en su afán de reconquista de los territorios del antiguo Imperio. Mientras tanto, los liberales se encontraban refugiados en el extranjero principalmente en Londres donde mantenían relaciones con los dirigentes liberales locales. Inglaterra decidió adoptar una postura favorable al reconocimiento de los nuevos estados americanos. El deseo de reconquista de Fernando VII le condujo a tomar pésimas decisiones. Derrota tras derrota se fueron mermando las posiciones españolas y al final del reinado solo Cuba y Filipinas permanecían bajo la Corona de España. La grave enfermedad que padeció Fernando VII en septiembre de 1832 sirvió para desatar la lucha sucesoria. María Cristina se apoyó en los medios menos intransigentes y fue nombrada Regente mientras durase la enfermedad del Rey. A finales de 1832 comenzó una situación de transición que se ha llamado " despotismo ilustrado”. Durante el período que duró este gobierno de transición se promulgó una amnistía que permitió el regreso a España de miles de liberales desterrados, se reformó el ejército y se abrieron las universidades. A partir del mes de enero de 1833 el Rey volvió a ocuparse de los asuntos del estado pero fue María Cristina quien siguió dominando la situación. El 29 de septiembre de ese mismo año moría Fernando VII y su testamento convertía a su esposa en Regente hasta la mayoría de edad de Isabel. Fernando dejó tras de sí una estela vergonzante. Conspiró y se amotinó contra su padre, abdico devolviendo la corona, aplaudió a un rey extranjero que le sustituyó, abandonó a su pueblo, que estaba luchando por su vuelta durante seis años, mientras vivía prisionero en jaula de oro. Juró la Constitución de 1812 y luego la derogó, reprimió cruelmente a los hombres que habían luchado por rescatarle de Napoleón, no supo defender el imperio americano, no supo negociar ni detener las emancipaciones americanas, pidió ayuda al ejército francés para luchar contra su propio pueblo, derrochó las obras de arte más importantes regalando una fortuna impresionante y con su actitud pasiva favoreció el expolio de los franceses. Nos dejó de regalo al morir el problema Carlista. Y además como dijo Michel J. Quin refiriéndose a la publicación de la Pragmática Sanción “El rey dejó una revolución completa con una sola ley”. Ante la presión carlista María Cristina decidió acercarse a los liberales pues era la única manera de defender el trono de su hija. Sin embargo, la separación de lo que se ha denominado las dos Españas era mucho más compleja. Con Don Carlos se encontraban la mayoría de la opinión de País Vasco, parte de Cataluña y Navarra, hostil a la dinastía que les había privado de sus libertades particulares (fueros). La nobleza en cambio, al frente de los grandes latifundios apoyaba a la Corona, que era el régimen en que se habían perpetuado esos privilegios. El importante retraso que España había acumulado con respecto a las otras potencias europeas a nivel económico y social no fue solucionado después de la guerra. Rompiendo toda relación con el liberalismo, pero también con los absolutistas más radicales que luego apoyarán a Don Carlos, sólo consiguió atraerse las críticas de la mayoría de la población. En ningún momento quiso recurrir a las ideas liberales y persiguió implacablemente a todo aquel que las defendía. Sólo se fio en su camarilla sin percatarse de que los miembros de esta cuidaban más de sus intereses personales que de los de la nación. Dejó tras de sí un país destrozado y dividido. Ya en vísperas de su entierro tiene lugar el primer levantamiento carlista.

lunes, 8 de abril de 2019

36- CONSTITUCIÓN DE 1812

Popularmente llamada La Pepa, fue promulgada el día de San José, el 19 de marzo de 1912, por las Cortes Generales Españolas en Cádiz. Se trata de la primera Constitución promulgada en España, además de ser una de las más liberales de su tiempo. Oficialmente estuvo en vigor solo dos años, desde su promulgación hasta su derogación en Valencia el 4 de mayo de 1814, tras el regreso a España del borbón Fernando VII. Posteriormente se volvió a aplicar durante el Trienio Liberal (1820-1823), así como durante un breve período en 1836-1837, bajo el gobierno progresista que preparaba la Constitución de 1837. La Constitución se aprobó durante la Guerra de la Independencia (1808 a 1814), y fue la respuesta del pueblo español a las intenciones invasoras de Napoleón Bonaparte que, aprovechando los problemas dinásticos entre Carlos IV y Fernando VII, aspiraba a constituir en España una monarquía satélite del Imperio, como ya había hecho con Holanda, Alemania e Italia, destronando en España a los Borbones y coronando a su hermano José Bonaparte. Pero la respuesta de los ciudadanos, jalonada por sucesos como el Motín de Aranjuez, las Renuncias de Bayona y el levantamiento de los madrileños el 2 de mayo, encerró un segundo significado para una pequeña parte del pueblo español. Sin embargo, apenas si entró en vigor, puesto que buena parte de España se encontraba en manos del gobierno de José I Bonaparte, y otra en poder Juntas opuestas a José I. El resto de los territorios de la Corona Española, los virreinatos, se hallaban en un estado de confusión y vacío de poder causado por la guerra contra el invasor.
La Constitución establecía la soberanía en la Nación, que residía en el pueblo, ya no en el rey, se establecía una monarquía constitucional, la separación de poderes, la limitación de los poderes del rey, el sufragio universal masculino indirecto, la libertad de imprenta, la libertad de industria, el derecho de propiedad o la fundamental abolición de los señoríos, entre otras cuestiones. Además, incorporaba la ciudadanía española para todos los nacidos en territorios americanos, prácticamente fundando un solo país junto a las colonias americanas. Por el contrario, el texto consagraba a España como Estado confesional católico, prohibiendo expresamente en su artículo duodécimo cualquier otra confesión, y el rey lo seguía siendo «por la gracia de Dios y la Constitución». No contempló derechos para la mujer, ni siquiera la ciudadanía, aunque hoy sería impensable este hecho, por entonces esto sucedía en los usos y costumbres de toda Europa. No obstante fue la Constitución más liberal de las existentes. Pensemos que solo eran anteriores a esta la de Estados Unidos de 1787 y la de la Revolución Francesa de 1789. La España patriota, disgregada en un movimiento acéfalo de Juntas, entre levantamientos, sitios y guerrillas se unió finalmente en una Junta Central Suprema, y después en una Regencia de cinco miembros, cuyos cometidos principales fueron la dirección de la guerra y la reconstrucción del Estado. La designación de los Diputados a las mismas se realizó de manera anómala, explicable por la situación del país, y su aportación fundamental fue la Constitución de 1812. La obra de las Cortes de Cádiz combinó las tendencias constitucionales netamente españolas y la afrancesada. En efecto, la constitución enlazaba con las Leyes tradicionales de la Monarquía española pero, al mismo tiempo, incorporaba principios del liberalismo democráticos. La separación de poderes, la más rígida de nuestra historia, siguió el modelo de la constitución francesa de 1791 y la de los Estados Unidos, inspirada en el pensamiento de Montesquieu. Las Cortes se organizaban en una Cámara única, pues se temía que el clero y la nobleza consiguieran apoderarse de una Asamblea de Próceres, obstaculizando la renovación política, social y económica que se pretendía operar. Los diputados a Cortes eran elegidos mediante sufragio indirecto, siendo necesario para ser candidato poseer una renta anual procedente de bienes propios, con lo cual, el Parlamento quedaba en manos de las clases acomodadas. En lo que a los poderes del Rey se refiere, se introdujeron modificaciones sustanciales. Si en el Antiguo Régimen el Rey había ostentado su condición en virtud de un título divino, ahora lo hacía por la gracia de Dios y la Constitución. Su poder se vio limitado, conservando una participación en el Poder legislativo, con una tímida iniciativa y un veto suspensivo así como la titularidad del Poder ejecutivo, aunque sus actos debían ser refrendados por los Secretarios de despacho. Fernando VII fue de los pocos monarcas que disfrutaron de tanta confianza y popularidad iniciales por parte del pueblo español, que había luchado contra las tropas francesas por el restablecimiento de su rey al que llamaban “el deseado”. Obligado a abdicar en Bayona por Napoleón, pasó toda la Guerra de Independencia preso en Valençay, siendo reconocido como el legítimo rey de España por las diversas Juntas, por el Consejo de Regencia y las Cortes de Cádiz. Tras la derrota de los ejércitos napoleónicos y la expulsión de José Bonaparte, Napoleón le devolvió el trono de España. Sin embargo, el Deseado pronto se reveló como un soberano absolutista. Rodeado de una camarilla de aduladores, su política se orientó, en buena medida, hacia su propia supervivencia. Derogó la Constitución a su vuelta a España en 1814, implantando el más férreo absolutismo durante seis años. Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, precisamente con las tropas que debían viajar a América para detener la emancipación, el Rey juró la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal. “Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en Cádiz el año de 1812. He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré siempre su más firme apoyo. Marchemos francamente, y Yo el primero, por la senda constitucional” Manifiesto del Rey el 10 de marzo de 1820. El pronunciamiento de Riego dio inicio al llamado trienio liberal, durante el cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz, produciéndose una nueva desamortización. A medida que los liberales moderados eran desplazados por los exaltados, el rey, que aparentaba acatar el régimen constitucional, conspiraba para restablecer el absolutismo, lo que se logró tras la intervención de los Cien Mil Hijos de San Luis en 1823, que fueron un contingente francés con voluntarios españoles que combatió en 1823 en defensa de Fernando VII de España, poniendo fin a la Guerra Realista y al Trienio Liberal. Con ello terminó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó sobre la política nacional, directamente hasta 1868, e indirectamente, durante el resto del ciclo liberal. Tuvo además una gran influencia fuera de España, tanto en América, en las constituciones de las viejas colonias españolas al independizarse, como en Europa, en la que durante años operó como un auténtico mito, influyendo en las ideas constitucionales portuguesas, en el surgimiento del Estado italiano e incluso en la Rusia zarista.

viernes, 5 de abril de 2019

35- GUERRA DE INDEPENDENCIA (3)

La guerra se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero. Los franceses decían que eso no era una guerra, sino una “guerrilla”, pues en los pueblos y en los caminos. Destacamento francés que se localizara, les atacaban por la retaguardia, por los flancos, escondidos en los montes, y como podían. Eso los campesinos, esa era la “guerrilla”. Y así quedó el nombre hasta nuestros días. Pero Napoleón estaba decidido a vengar la afrenta de Bailén. Solucionado su problema militar con Austria tomó personalmente el mando que envió a España respaldado por nuevos generales. Disponía entonces de un ejército de 300.000 hombres, lo que da una idea de la importancia que significó para él la guerra con España. Entró en Bayona, se instaló en Vitoria, se trasladó a Burgos, saqueando cruelmente a la ciudad, y llegó a Somosierra, a las puertas de Madrid, arrasando a su paso, y tras intimidar a la población son un fuerte cañoneo, entró en Madrid el 4 de diciembre de 1808. por otra parte su ejército consiguió hacerse con Barcelona. La presencia de un ejército inglés mandado por John Moore había penetrado desde Portugal a Salamanca. Allí se dirigió Napoleón dispuesto a presentar batalla al inglés pero recibió noticias de París que Austria se había rearmado y existía una conspiración en la capital francesa, lo que hizo que abandonara España confiando el ejército a sus generales. Después de obtener un éxito contra Austria el emperador decidió poner fin a la guerra con España. Mandó repartir el ejército en ocho divisiones José I ordenó la invasión de Andalucía ya que era muy codiciada por ser una región rica. También estaba dispuesto a impedir que se celebrasen en Cádiz las cortes de las que se hablaba. Ante el arrollador avance francés la Junta se auto disolvió, y se refugiaron en Cádiz. Rechazaron la propuesta de rendición enviada por los franceses en febrero de 1810 por lo que éstos asediaron la ciudad. Pero Cádiz resistió, sin embargo el resto de Andalucía había caído.
Desde ese momento la estrategia aliada era eminentemente defensiva, se utilizó la táctica de arrasar amplias regiones quemando los recursos alimenticios y medios de transporte y evacuando a la población, la táctica de la “tierra quemada”. Se creó un ejército de 70.000 hombres soldados regulares, ingleses, españoles y portugueses. Ingenieros británicos construyeron una colosal barrera de obstáculos naturales y fortificaciones, cerca del mar, de 47 km. Que consistía en tres líneas de defensa. Contuvo al ejército francés. Tuvieron gran número de bajas y sufrieron las inclemencias del invierno con pocos recursos y en marzo de 1811 los franceses se retiran a Salamanca. Se les persiguió acosando con el ejército y con las guerrillas. Entretanto Napoleón decretó el Estado de Sitio a espaldas de su hermano, el rey. José I abdicó y se lo comunicó a su hermano en París, pero éste le obligó a que regresara, cosa que hizo en julio de 1811. En mayo los franceses son derrotados en La Albuera. La ruptura entre el Imperio francés y el Imperio ruso obligaron a Napoleón a disminuir las fuerzas en España. Wellington reconquista Ciudad Rodrigo y Badajoz. Los franceses abandonan Salamanca y son derrotados en Arapiles en julio de 1812. Wellington entró en Valladolid y en agosto en Madrid, de donde José se había marchado a Valencia. Los franceses dejan el asedio a Cádiz. Tropas imperiales se dirigieron a Burgos y luego a Madrid. Wellington abandonó las plazas que había conquistado y Madrid cayó en noviembre de 1812, volviendo José I. Pero esto valió de poco. La ofensiva en Rusia había disminuido potencialmente a las tropas. La prolongación de la guerra española alentó rebeliones en el centro de Europa que debilitaron aún más las fuerzas imperiales, a tal punto que es España eran mayores las fuerzas aliadas. Ante el panorama desalentador Napoleón trasladó la corte a Valladolid en marzo de 1813. Wellington lanzó sus tropas y los franceses iniciaron la retirada evitando entrar en combate. Por lo tanto, durante 1813 el ejército francés fue retirándose y perdiendo territorio. Los franceses abandonaron casi todas sus plazas, y el 21 de junio de 1813, fueron expulsados de España. Llegaron a Vitoria donde fueron estrepitosamente derrotados y José I tuvo que abandonar el enorme botín que se llevaba a Francia. Con la caída de Pamplona y la de San Sebastián culminaba la expulsión de los franceses. Napoleón que necesitaba sus tropas decidió hablar con Fernando VII y se concretó El tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) que restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera. Pero Wellington quería más y los persiguió hasta Bayona, donde los derrotó en febrero de 1814. Se les persiguió hasta Toulouse siendo derrotados en abril. Al día siguiente, enterado de la entrada de las tropas aliadas centroeuropeas, y de la abdicación de Napoleón el 6 de abril, se firmó el armisticio. Fernando VII ya había regresado a España en marzo después de haber pasado toda la guerra fuera del país. Un millón de muertos en total. La economía española destrozada, expolios, y una situación desoladora dejaron al país exhausto. Tendría que pasar mucho tiempo para reparar los destrozos materiales causados en los seis largos años que duró la confrontación. Refiriéndose a esta guerra Napoleón I, en su exilio, declaró: “Esta maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido”.

lunes, 1 de abril de 2019

34 -GUERRA DE INDEPENDENCIA (2)

El corso no calculó un aspecto de la jugada de ajedrez que había montado. No contó con las pelotas que le echaría al asunto el pueblo español. Y lo pagó muy caro al final. En la historia hay derrotas momentáneas que sirven de guía y son el germen de la victoria final. La gente pacífica dejó de serlo porque las cosas no pintaban bien para su país. Lógicamente el clero se opone a los franceses, libertinos conocidos. Con lo cual el pueblo español se alza en armas, pero con un desparrame brutal de entrada Los franceses, a los que muchos esperaban que trajeran los avances, las nueva ideas y el progreso, resulta que invaden y atropellan despiadadamente. Mientras que los que defienden a España son en gran parte la incultura, el rancio pasado y el estancamiento. De los que esperabas la modernidad son enemigos y los compatriotas que están dispuestos a dar su vida por la patria combaten defendiendo a un rey que le importa un carajo su país y su pueblo, solo quiere emparentar precisamente con su invasor, porque vive en un exilio dorado a costa de Bonaparte. Ahí viene el dilema, y el desgarro: elegir entre ser patriota o ser afrancesado. Y así, en esa guerra mal llamada de la Independencia, toda España se vuelve una trampa inmensa, tanto para los franceses como para quienes, y esto es lo más triste de todo, creyeron que con ellos llegaban, por fin, la libertad y las luces. Cartagena, Zamora, Oviedo, La Coruña, Badajoz, Sevilla, Murcia, Valencia, etc. fueron alzándose contra el francés. Un líder, a menudo popular, exigía a las autoridades de la ciudad que declarasen la guerra en nombre de “La Religión, La Patria, Las Leyes y el Rey”. Las autoridades habían recibido precisamente del rey antes de su marcha la orden de obediencia y fidelidad a los franceses, lo que provocaba una disyuntiva complicada. Estar del lado del rey era a la vez estar a favor de los franceses y en contra de tus propios compatriotas, que lo que querían era que volviera su rey. Y para ello había que desobedecerle. Una guerra contra el aliado del rey. Dado que las autoridades provinciales no respondían se formaron Juntas Supremas, que lo primero que hicieron fue crear un ejército al mando del General Castaños. El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”. Ello explica que en sus años de ausencia de nuestro territorio fuera llamado por el pueblo con el sobrenombre de "El Deseado".
Tanto Fernando, como su hermano Carlos y su tío Antonio partieron al cautiverio del castillo de Valençay, pasando allí casi 6 años, dando continuas muestras de adhesión a Napoleón. Fernando VII, su hermano y su tío dedicaban sus ociosas existencias en Valençay a bordar, jugar al billar y a la lotería, fiestas y lujos. Mientras nuestros compatriotas se batían con los franceses. Pero numerosos ilustrados que eran admiradores de la cultura gala, los llamados "afrancesados", aceptaron al hermano de Napoleón como rey, permaneciendo en el trono hasta 1814, siendo designado por nuestros compatriotas como "Pepe Botella". Sirva como prueba de la felonía de Fernando el contenido de esta carta dirigida a Napoleón, elogiando la decisión de aquél de haber colocado a su hermano en el trono de España: “Señor: Doy muy sinceramente, en mi nombre y de mi hermano y tío, a V.M.I. y R., la enhorabuena de la satisfacción de ver instalado a su querido hermano el rey José en el trono de España. Habiendo sido objeto de todos nuestros deseos la felicidad de la generosa nación que habita en tan dilatado terreno, no podemos ver a la cabeza de ella a un monarca más digno ni más propio por sus virtudes para asegurársela, ni dejar de participar al mismo tiempo el grande consuelo que nos da esta circunstancia” Pero aún cabe más ignominia, pues cuando el pueblo español estaba en plena lucha con el enemigo galo, Fernando le dirigía a Napoleón esta otra misiva: “Señor: El placer que he tenido viendo en los papeles públicos las victorias que la Providencia corona sucesivamente la augusta frente de V.M.I. y R., y el grande interés que tomamos mi hermano, mi tío y yo en la satisfacción de V.M.I y R. nos estimulan a felicitarle con el respeto, el amor, la sinceridad y reconocimiento en que vivimos bajo la protección de V.M.I. y R.” Es decir que le felicitaba por los éxitos militares de Napoleón contra el pueblo español.
Además era tal el grado de adulación de Bonaparte por parte de Fernando, que llegó a pedirle a aquél la mano de su sobrina Lolotte, hija de Luciano Bonaparte y de Catalina Boyer, y también en caso contrario de Zenaida Bonaparte, hija del rey intruso José I y de Julia Clary. Y el pueblo en la guerra organizaron colectas, suprimieron impuestos, enviaron comisionados a Inglaterra solicitando ayuda económica y militar que aceptaron los ingleses, porque ganas, lo que se dice ganas, si le tenían al Emperador. La Guerra, a priori era claramente un fracaso para las fuerzas españolas. Combatirían contra el mejor ejército del mundo en aquel momento, con unas tropas mal preparadas militarmente, con una masa muy patriótica pero no disciplinadas militarmente. En una primera fase los españoles cosecharon un fracaso tras otro. Algunos batallones estaban formados por seminaristas y estudiantes. Pero Napoleón había subestimado la capacidad de la reacción de los españoles. Había enviado unos 100.000 hombres, cifra más que suficiente, pero integradas en su mayor parte por adolescentes, lo que dice claramente la importancia que le dio al asunto. España contaba con unos 85.000 hombres de muy variada procedencia, mercenarios, extranjeros de campañas anteriores y estaban también mal equipados. La incorporación inglesa fue por el oeste, aprovechando su alianza con Portugal. El sur era cosa de la resistencia española y la meseta central la dominaba el francés. Los franceses fueron venciendo en diferentes plazas pero al llegar a Zaragoza no la consiguieron tomar. Las prácticas militares no servían contra una población arriesgada, hombres mujeres y niños que no actuaban como ejército profesional. Levantaron el cerco y se marcharon. Tampoco consiguieron tomar Tarragona ni en Gerona. Recordar a Agustina de Aragón, una catalana defensora del sitio de Zaragoza. Pero lo que fue determinante para la victoria española fue la batalla de Bailén. La derrota francesa de Bailen tuvo numerosas consecuencias, primero originó un enorme entusiasmo en la sociedad española sobre todo por el heroísmo de la población en Zaragoza y Gerona. Este entusiasmo se propagó por Europa. Fue la primera derrota en campo abierto de un ejército napoleónico. Y la pérdida de 20.000 soldados imperiales.

CRISTOBAL COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (1)

Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenía...