martes, 1 de diciembre de 2020
49.- REINO DE NAVARRA (3)
FRANCESA Y CASTELLANA- Vamos narrando la historia de España según los reinos medievales, pero a veces, como en este caso, en las mismas fechas se solapan hechos importantes, en Aragón, Navarra y Castilla. Por eso es que dejamos a Isabel y Fernando después de su boda, para hablar de lo que sucedía en Navarra.
La reina de Navarra era Blanca I desde 1425 y su consorte era Juan II de Aragón, el padre de Fernando. La reina moría en 1441 y el heredero a la corona era el hijo de ambos, Carlos, Príncipe de Viana, con el que nunca se entendió. Tanto es así que las diferencias los llevaron a una guerra civil entre los beamonteses, partidarios de Carlos, y los agramonteses, defensores de la causa de Juan.
-----------ESCUDO DE NAVARRA SIGLO XV --------
El personaje de Luis de Beaumont I se había casado con Juana de Navarra, una hija del rey francés Carlos III y creó para ellos el condado de Lerín. Lo importante es que este hombre encabezó la facción de los beaumonteses en defensa de los intereses de Carlos de Viana en la guerra civil de Navarra. En la batalla de Aibar, en 1451, Carlos fue derrotado y hecho prisionero junto a Luis de Beaumont. Éste permaneció como rehén hasta 1460. Al año siguiente fue obligado a abandonar el reino para evitar las intrigas políticas que mantenía. En el documento Luis de Beaumont II cedía todos los bienes que poseía en Navarra a Fernando II, y a cambio recibió distintos bienes en tierras castellanas. Juana Enríquez en esas fechas estaba en avanzado estado de gestación, por lo que se marchó a Sos (Aragón), donde dio a luz a su hijo Fernando en 1452.
Pero estábamos en que en septiembre de 1461, el príncipe de Viana, heredero de las Coronas de Aragón y de Navarra moría. La heredera de Navarra pasó a ser doña Blanca, su hermana mayor. Sin embargo, Blanca tampoco llegó a ejercer su derecho, pues su padre, Juan II, rey de Aragón, siguió detentando el título de rey de Navarra hasta su muerte. Para seguir disponiendo de esta corona, Juan hubo de ponerse de acuerdo con Enrique IV de Castilla y con Luis XI, rey de Francia. Ambos decidieron reconocer a Juan como rey de Navarra y establecer como sucesora a su muerte, a su hija menor, Leonor, apartando de la sucesión navarra a Blanca, que fue desterrada a Francia contra su voluntad. Blanca se negó a renunciar a sus derechos, hasta que cedió en caso de muerte sus derechos como heredera legítima, al que había sido su marido, el rey de Castilla, Enrique IV. Cataluña estaba sumida en plena revuelta contra el rey de Aragón.
---------- CASTILLO-PALACIO DE OLITE-----------
Los rebeldes ofrecieron en agosto de 1462 el Principado de Cataluña a Enrique IV, adoptando el título de conde de Barcelona e invadiendo Navarra para apoyar al bando de los beamonteses en su lucha por el trono navarro. Agravada la situación en Navarra por la presión castellana, Juan II consiguió llegar a un acuerdo con Luis XI de Francia y logró que Enrique IV aceptara el arbitraje de Luis XI. La sentencia arbitral de Bayona de 1463. Enrique IV renunciaba a sus derechos sobre Cataluña. Juan II, por su parte, acordó con su hija Leonor y su marido, el francés Gastón de Foix, que ellos serían gobernantes perpetuos de Navarra mientras viviera él viviera y que a su muerte adoptarían el título de reyes. El enfrentamiento entre los dos partidos navarros, agramonteses y beamonteses, se agravó. En vista de esto Gastón de Foix se dispuso a invadir Navarra con sus tropas bearnesas. Mientras tanto Fernando de Trastámara en 1469 ya se había casado con Isabel y su dedicación a la política castellana es por estos años total.
Hemos de tener en cuenta que lo que hoy llamamos el “País Vasco”, no existía, toda esa región era “Merindades” Merindad de Pamplona, de Tudela, de Estella, de Olite y de Sangüesa.
Y el reino de Navarra era fronterizo. Para afianzar esta adhesión, Fernando jurará, el 30 de julio de 1476, en Guernica, los Fueros de Vizcaya en nombre de Isabel, que lo hará más tarde.
En 1479 finaliza la guerra sucesoria castellana con el triunfo de ésta. Ese mismo año moría Juan II y conforme a lo previsto, era jurada su hija Leonor como reina de Navarra. Tan solo quince días después de su coronación, la reina Leonor fallecía, a su vez. Esto convertía en rey de Francia a un niño de once años, Francisco Febo, nieto de la reina Leonor. El rey-niño fue regentado por la madre, Magdalena, hermana del rey de Francia. El joven Francisco Febo también murió a los catorce años de edad. Catalina, su hermana, se convirtió en reina de Navarra que tan solo contaba con trece años de edad. Su madre la casó con un noble francés, Juan de Albret, lo cual ofendió a los Estados Generales navarros, que no fueron consultados. Esta hostilidad consiguió unir los intereses de beamonteses y agramonteses, ya que ninguno de los bandos en liza querían un rey francés en Pamplona. La falta de apoyo interior agravó la situación de Navarra, obligada a mantener una neutralidad en el juego de poder entre la Francia de Luis XI y las Coronas de Castilla y Aragón, que para entonces estaban en manos de Isabel y Fernando. Sin apoyos, Catalina y Juan de Albret fueron incapaces de mantener el orden en el reino.
A finales del siglo XV el rey de Aragón, Fernando, realizaba continuas injerencias en la guerra civil de Navarra en apoyo a los Beamonteses, (partidarios del antiguo bando nobiliario de los Beaumont). Éstos eran contrarios a los agramonteses (partidarios del antiguo bando nobiliario de los Agramont).
lunes, 30 de noviembre de 2020
48.- CASTILLA Y ARAGON -13-
La Ceremonia de la Val de Lozoya fue el acto que se celebró en de octubre de 1470 en la que el rey Enrique IV de Castilla desheredó a Isabel, declarando nulo los acuerdos de los Toros de Guisando, ya que Isabel se había casado sin su permiso, y se leyó la dispensa papal dispensando de los juramentos prestados y declaró heredera al trono del Reino de Castilla a Juana la Beltraneja. Los historiadores con los años pudieron confirmar que la dispensa era falsa, pues no consta en los registros vaticanos. Pero lo de Val de Lozoya tuvo un efecto rebote. Muchos vieron la jugada de Pacheco en esto.
Según Manuel Colmeiro, de la Academia de la Historia, en su libro “Introducción a Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla” nos dice : “Es sabido que Enrique IV, muerto su hermano el Príncipe D. Alonso, mandó jurar Princesa y heredera de sus reinos a la Infanta Doña Isabel el 19 de Setiembre de 1468 en la venta de los Toros de Guisando. Concurrieron a esta ceremonia muchos prelados y caballeros. Un pueblo innumerable fue testigo de aquella solemnidad, a la cual faltó, para ser completa, la presencia de los procuradores de las ciudades y villas del reino. Subsanaron la falta, la presencia de las Cortes de Ocaña de 1469.
Confirmada la jura de la Princesa en las Cortes inmediatas, se desvanecen todos los escrúpulos acerca del derecho de sucesión en la Corona que asistía a doña Isabel; derecho declarado por el único tribunal competente. Por lo tanto no pudo invalidar el posterior acuerdo en el Ayuntamiento de Val-de-Lozoya, porque no se reunieron allí los tres estados del reino, como era necesario, para anular la concordia de los Toros de Guisando”
Se refiere aquí el historiador al repudio realizado por el rey por la boda de Isabel y Fernando en 1469, que no contaba con su aprobación como señalaba los Pactos de los Toros de guisando. El rey reconoció nuevamente los derechos de su hija Juana en la Ceremonia de la Val de Lozoya en noviembre de 1470, porque no asistieron allí representantes de los tres estados del reino, como era preceptivo para anular el pacto anterior.
Fernando iba tomando decisiones importantes, se supone con el visto bueno de Isabel. Tenían ambos en la cabeza y desmontando poco a poco las influencias que nobles y prelados tenían sobre la monarquía. Los tiempos iban cambiando y se terminaba la Edad Media y lentamente aparece el Renacimiento con la Edad Moderna.
Fernando se desprendió de Carrillo, lo que parecía una locura, pero con eso demostró que las cosas cambiarían, nada de validos ni consejeros directos, sino realizar Consejos, y secretarios que ejecutaran las decisiones. Digamos, con prudencia, más democrático. El reino se iba desintegrando porque Enrique se estaba quedando con el culo al aire. Tenía el poder, pero no el favor del pueblo. Para los intereses de Roma la cuestión política no primaba. Era la salud de la Iglesia. Y los nuevos príncipes ofrecían la misma o mayor garantía y además un futuro continuado en este asunto. El 1 de noviembre de 1471 figuran dos bulas confirmando la legitimidad de la boda de Fernando e Isabel por el nuevo papa. Desde Valencia comunicó Fernando la buena nueva a Isabel, que se hallaba en Torrelaguna. Y hemos de recordar aquí que esa localidad fue la cuna de un hombre fundamental para los posteriores Reyes Católicos, se llamaba Gonzalo Jiménez de Cisneros, el famoso Cardenal Cisneros. Poco a poco la aceptación del reino parecía asegurada, cada vez recibían más adhesiones y no solo de la nobleza. Pacheco, por otro lado, ya no era el mismo, su salud se iba minando. Los partidarios de la niña aceptaron la propuesta de casarla con el nieto de Fernando de Antequera, Enrique Fortuna, pero la jugada indujeron al muchacho y su madre a saber que eran utilizados en los avatares castellanos, con lo cual se marcharon a Aragón.
En su guerra con Francia Juan II de Aragón aunque recuperó el Rosellón, quedó cercado en Perpiñán. Luis XI ordenó el ataque y el aragonés pidió ayuda. Isabel escribió a los “Consellers” de Barcelona, que salía Fernando con cuatrocientas lanzas, que era de lo que podía disponer. Les escribió para decir eso y para decirles, subliminalmente, que los consideraba como sus súbitos. Aquél fue el primer servicio que, tras el matrimonio, Castilla pudo prestar a Cataluña, pero no el único.
Fernando estaría en Rosellón un año luchando. La presencia de Fernando con tropas suyas, castellanas le presentaba como uno de los protagonistas del conflicto. Inglaterra, Borgoña, Nápoles y el papa le consideraban el futuro rey. Portugal guardaba silencio. Mientras Pacheco, fiel a sí mismo, urdía un plan funesto para los príncipes. Se haría con el tesoro real, con Segovia e influiría en los pueblos en contra de los judíos y conversos de forma que se pusieran a su favor como protector y a la vez en contra de Isabel. Enterada de esto, Isabel movió sus hilos con nobles y señores para hacer ver que ella era la mejor garantía de hacer cumplir las leyes de Castilla, con lo cual protegía a los judíos en esos momentos. En esos días, Isabel fue una defensora de los judíos. Aviso a navegantes. Con la ayuda de Cabrera y su mujer, Beatriz de Bobadilla, que pudieron habar con el rey y explicarle que en caso de que Pacheco se hiciera con los mandos de Segovia, la infanta Juana quedaba sin protección. Era importante casarla con alguien apropiado y abandonar la idea de la sucesión. En esos días llegó Fernando. Isabel, disfrazada y con una pequeña escolta llegó y entró en Segovia, donde estaba Enrique. Ante el rey se inclinó y besó sus manos en señal de respeto y éste la abrazó. La reconciliación se había realizado, en los momentos más apremiantes.
El 1 de enero de 1974 se conocieron Fernando de Aragón y Enrique IV de Castilla en el Alcázar. A partir de aquí los príncipes actuaban como sucesores de la corona sin problema alguno y con la consideración de todos.
sábado, 28 de noviembre de 2020
47.- CASTILLA Y ARAGÓN (12)
Bueno, pues ya se habían casado el jueves, 19 de octubre de 1469 en Valladolid. La boda no tenía el consentimiento expreso del rey Enrique. Lo sabía y tampoco había dicho algo al respecto. Pero los contrarios a Isabel comenzaron a difundir comentarios y tratar de socavar la legitimidad del enlace. Los esposos y el arzobispo Carrillo escribieron al rey explicándole como se había realizado el enlace y que se declaraban obedientes al monarca y a los pactos habidos. Por otra parte, veladamente señalaban que no había alternativa. En román paladino, todos querían meter mano en la cuestión. Carrillo se consideraba el gestor único del proceso y a partir de ahora decidiría los pasos a seguir. Juan II de Aragón, el padre de Fernando también enviaba cartas con sus consejos. Otros nobles y prelados también aconsejaban “desinteresadamente”, ya que el asunto, tarde o temprano se convertirían en reyes de Castilla y Aragón, y había que ir tomando posiciones. Fernando demostró que no se dejaba manejar fácilmente, e Isabel ahora con más razón, al verse apoyada por su marido y coincidiendo en sus planes, escuchaban, callaban y procuraban ganarse a la mayor cantidad de gente que se adhirieran a su causa. Aparte de enviar Procuradores al rey, para que oficialmente realizara la aprobación, reclutaron una guardia de mil hombres que serían pagados con las rentas de la Cámara de Sicilia, que les pertenecía.
Legó la respuesta del rey que como siempre dilataba la decisión alegando que el maestre de la orden de Santiago, Juan Pacheco (un pérfido), se encontraba ausente y no podía consultar con él, y que más adelantes les daría las resoluciones que adoptaría. El monarca supeditaba al enemigo de Isabel la resolución, con lo que era evidente la debilidad de los esposos, cosa que Carrillo, su protector, detectó con preocupación ya que si Isabel era mujer de tesón, Fernando era sereno y enérgico. Por ello se quejó al rey aragonés del comportamiento y la situación de la pareja, que pagaba mal su trabajo y desvelos. El aragonés intentó entonces acelerar en Roma las gestiones para obtener la dispensa papal. Pero Fernando le reconvino, a que el asunto estaba bajo control. Recordemos que el nuncio en España, Veneris, autorizó la boda, y faltaba la confirmación. Primera muestra de que Fernando era prudente y contundente, no se dejaba gobernar. Isabel por su parte lo tenía meridianamente claro.
No había contravenido en nada los acuerdos de Guisando y demostraba la obediencia al rey, siempre que sus mandatos no fueran contra las leyes del reino ni los principios de la moral cristiana. Les faltaban a ambos una amplia aceptación por parte de los súbditos y el restablecimiento de las relaciones personales con el rey. Y aquí es donde les esperaba Pacheco. Pero estaba equivocado. Nobles como los Mendoza, familia fundamental en Castilla y prelados y gente del pueblo, sabían y se dieron cuenta de que Pacheco no podía defender ahora, lo que antes había vilipendiado, (en la Farsa de Ávila). Por otra parte, todos querían un reino fuerte y estable, desprovisto de un juego de intereses de cortesanos y aprovechados. No obstante Pacheco trabajó bien y consiguió para sus intereses convencer al rey de que el pacto de Guisando no había sido respetado por Isabel, dejando entonces las manos libres al rey para tomar las decisiones que considerase.
Para que reinara Juana (la Beltraneja), algún día, era necesario casarla y el rey portugués ya había abandonado el proyecto de Castilla. Quedaba Guyena, que había sido rechazado por Isabel. Pacheco consiguió apoyo de los linajes principales, organizó un enorme reparto de ascensos y dádivas en el reino. A unos les entregó importantes sumas de dinero, a otros el gobierno de Vizcaya y Guipúzcoa, qué estas rechazaron con energía. En Asturias invocaron fidelidad a “su princesa”, recordemos que Isabel era Princesa de Asturias y en esas tierras se consideraba mucho la herencia visigoda. A otros los nombró duques de Alba. De los Mendoza logró que le entregaran a la reina Juana y a su hija que estaban bajo su protección. Por otra parte soldados de Benavente se habían hecho con Valladolid, por lo que los príncipes debieron refugiarse en Ávila, pero sin dinero ni medios para conseguirlo. Las rentas a las que tenía derecho Isabel no llegaban. El verano de 1470 fueron las horas más bajas para los príncipes. En octubre nació su primera hija a la que llamaron Isabel. Además el rey Enrique realizó La Ceremonia de la Val de Lozoya, que fue el acto que se celebró en octubre de 1470 en el que se declaró heredera al trono del Reino de Castilla a Juana la Beltraneja anulando los acuerdos de los Toros de Guisando donde se había declarado heredera a Isabel. Pero…
viernes, 27 de noviembre de 2020
46.- REINOS DE CASTILLA Y ARAGÓN (parte 11)
En el capítulo anterior dedicado a Castilla, habíamos dejado las cosas en que en 1468 se había celebrado el pacto entre Isabel y su hermano el rey Enrique IV de Castilla, porque le reconoce a ella como Princesa de Asturias, es decir, heredera a la corona, en detrimento de su hija ilegal, Juana (la Beltraneja)
Pasaban los meses y el rey no cumplió con las condiciones del pacto, de enviar a su esposa, la reina, a Portugal, tampoco entregó las villas y cobros a favor de Isabel. Pero a ella se le habían propuesto ya dos pretendientes a casarse. El rey portugués y el conde de Guyena, un viejo deforme francés. Ambos fueron rechazados por Isabel, que tenía facultades para hacerlo de acuerdo al pacto. Juan II de Aragón estaba interesado en casar a su hijo Fernando con la princesa con lo cual envió emisarios para ir tratando el matrimonio. El arzobispo Carrillo fue un entusiasta defensor de esta causa, ya que buscaba reforzar su influencia. Tres meses después de llegar, el “mosén” Peralta comunicó a Carrillo que Isabel le había dicho “me caso con Fernando o con ningún otro”. Es decir, que no le importaría entonces quedarse soltera.
Isabel envió a Chacón y Cárdenas, personas de su absoluta confianza a Cataluña para negociar y firmar los capítulos sobre su matrimonio con Fernando. Dejando de lado la literatura, para los historiadores es importante destacar que para Isabel revelaba su decisión de ejercer funciones de soberana y que tampoco quería reducir a Fernando al mero papel de consorte en Castilla. Debía establecerse un sistema que pudiera compartirse. Para Isabel estaba claro que la mujer podía estar capacitada para gobernar, y que había diferencias, pero no debía haber desigualdad. Por ejemplo, ya casados, los bastardos que Fernando había tenido, fueron llevados a la Corte, donde la reina se cuidó de situarlos convenientemente. Durante el matrimonio no hay documentación ni seguridad para afirmar que hubiese aventuras extramatrimoniales, y si las hubo, fueron silenciadas cuidadosamente.
En febrero de 1469 en nombre del soberano aragonés a quién representaban, Peralta y Carrillo juraron que se cumplirían al pie de la letra todos los capítulos que por los procuradores de ambas partes acordaron. La princesa Isabel poco después les entregó una nota, escrita de su propia mano, diciendo que desde ese momento consideraba a Fernando, ya como su esposo “y a mi mandéis lo quisierais que haga ahora, pues lo tengo que hacer” Una palabra dada para toda la vida.
Fernando firmó las capitulaciones tal cual estaban negociadas, bastante perjudiciales para Aragón, a las que Isabel incluyó una solo condición, que Fernando reconociera a Enrique IV como el único y verdadero rey de Castilla. Esto demuestra la firmeza y honestidad de las ideas de Isabel.
Como dijimos quedaba la cuestión de la dispensa papal. Solicitada esta, es de suponer que Paulo II debió estar en un mar de confusiones. Deseaba la paz entre cristianos y a la vez no podía enemistarse con los reyes y los futuros reyes de Castilla ni con el de Aragón, como tampoco con el de Portugal. Con lo cual, dejó pasar el tiempo.
Dejó en suspenso la solicitud de Fernando, dado que era unilateral. Sólo la solicitaba Aragón.
Los eclesiásticos que rodeaban a Isabel, con Carrillo a la cabeza la convencieron de que podía casarse sin preocupaciones de conciencia. No había orden papal de casarse con el portugués ni tampoco rechazo a casarse con Fernando. Carrillo se inventó una bula con fecha de cinco años atrás a nombre de Fernando, para incluirla en el acta y evitar un escándalo. A Veneris, el nuncio papal ante la corte de Enrique IV, y además embajador en Roma, se le pagó generosamente, según era costumbre en la Cámara de Sicilia, la promesa de la sede episcopal de Orihuela y la villa de Tortosa cuando fuera posible.
Quedó entendido que la ceremonia de la boda sería en Castilla, donde luego se radicarían. Se necesitaba organizar el viaje de Fernando y sacar a Isabel de Ocaña, donde era prácticamente una prisionera. Enrique IV tenía que ir a Andalucía e hizo jurar a Isabel que no innovará nada en su matrimonio entes de que él volviera. Con lo cual queda claro que conocía las negociaciones con Aragón.
Dado que pronto se cumpliría el primer aniversario de la muerte de su hermano Alfonso, con la excusa de organizar las honras fúnebres anunció a las damas que le cuidaban que viajaría a Ávila o a Arévalo. Le llegaron noticias que los caminos estaban siendo vigilados. Cambió la ruta y se fue a Madrigal. Estando allí llegaron otra vez los embajadores franceses para volver a ofrecer a su candidato, el de Guyena. Rechazado nuevamente por Isabel. Carrillo llegó oportunamente y con sus fuerzas la condujo a Valladolid, donde se sintió protegida y libre. Hay que tener en cuenta que en aquellos tiempos cada territorio, cada señorío era una especie de isla con medios para defenderse. Desde allí Isabel escribió al rey explicándole que de los tres pretendientes había escogido a Fernando, y que éste le reconocía también como su legítimo rey. Isabel se movía dentro de la legalidad con astucia.
Fernando tenía dieciocho años, pero era todo un hombre, incluso iba a contar con dos hijos bastardos concebidos antes de casarse.
En septiembre de 1469 Fernando estaba en Zaragoza y el camino hasta Valladolid era largo, pasaba por Calatayud a Soria. Se enteró que el duque de Medinaceli, Luis de la Cerda, había ordenado bloquear los caminos. Los aragoneses idearon un plan, se enviaría a dos negociadores para las cuestiones que interesaban a ambos reinos, y en la comitiva vestidos de forma de confundirse con los criados se insertaron Fernando, y otros dos personajes importantes. Salieron de Zaragoza y sin hacer un alto llegaron a Dueñas donde pasaron la noche en casa de un hermano de Carrillo.
Isabel volvió a escribir al rey anunciándole que venía Fernando, sin armas ni intención de escándalos y males. Y pedía la aprobación del rey. Pero el rey que no había respondido a la carta anterior, tampoco lo hizo a esta. Sabemos que el que calla otorga con lo cual Isabel se consideró libre para obrar en consecuencia. Carrillo envió a ambos un escrito que debían firmar donde se especificaban los pasos que se darían a continuación. Eso es lo que entendieron los novios, pero Carrillo había redactado un documento para que le reconocieran como gobernante a él mismo, al igual que lo había sido Álvaro de Luna en su día.
El día 14 de octubre de 1469, por la noche ya, llegó la comitiva al caserón de los Vivero, (hoy Palacio de los Vivero) donde se conocieron Fernando e Isabel. Dado que nunca se habían visto, Cárdenas señalando con el dedo a Fernando, le dijo a Isabel “ese es”. En recuerdo de ese detalle, años después dispuso la reina que dos eses figurasen en su escudo.
El día 19 jueves, se celebró la misa de velaciones en el altar mayor de la iglesia románica de Santa María la Mayor, que ya no existe, y aquella noche, marido y mujer consumaron matrimonio cumpliendo con las rudas condiciones que entonces eran preceptivas. Fue exhibida la sábana de cómo la princesa había entregado su virginidad al marido y al reino, anulando de este modo aquellos actos que pudieran quedar pendientes de que el papa quisiera confirmarlos.
Nadie, absolutamente nadie formuló acusaciones o dudas de la validez del matrimonio.
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