domingo, 18 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN - Parte 5 -

Colón regresó de su primer viaje y  arribó a España, después de su famosa entrevista con el rey portugués, (marzo de 1493), y se fue a descansar dos semanas a la Rábida. Allí esperó su audiencia en la corte que fue al año siguiente.

En su paso por las tierras de España, reconquistadas a los musulmanes, muchos hombres se le ofrecían a Colón para enrolarse en un nuevo viaje. Gentes jóvenes que habían sentido la guerra y eran hijos de soldados de reyes que habían luchado contra los árabes. Entre esos muchachos estarían los grandes conquistadores que luego fueron, Francisco Pizarro y Hernán Cortés.El relato de Björn Landström, sobre el recibimiento de Colón por parte de los Reyes Católicos en Barcelona, es muy ilustrativo respecto a lo que sucedió: "Se engalanó la ciudad como para una fiesta, y cuando el Almirante y su séquito llegaron a las afueras, lo recibieron altos cortesanos. Al penetrar en el salón del trono se levantaron los soberanos, y cuando Colón quiso arrodillarse y besarles la mano, hicieron que se levantara y sentara en una silla cerca de ellos. Colón fue el único al que se le permitió permanecer sentado en su presencia.
Entonces les hizo el relato del viaje y de las islas con su fresca vegetación y sus habitantes desnudos... Les presentó a los indios casi desnudos, quienes rezaron el Ave María y se santiguaron. Sus hombres traían jaulas con cacatúas, grandes ratas indias y pequeños perros que no podían ladrar. Abrieron barriles con extraños pescados en salazón y arcas con algodón, áloe, especias y pieles de grandes iguanas. Les mostraron arcos, flechas y porras, y el Almirante les habló de los caribes devoradores de carne humana o caníbales, y de las sirenas frente a Monte Christi, pero aseguró que no había visto ninguno de los monstruos que los cosmógrafos creían existentes en las islas al fin de la tierra. Luego les mostró el oro: coronas de oro, grandes máscaras decoradas con oro, ornamentos de oro batido, pepitas de oro, polvo de oro. Los soberanos se arrodillaron, y con ellos todos los presentes, dando gracias a Dios que había puesto estas cosas en sus manos. El coro cantó un Te Deum, y las crónicas dicen que todos los ojos se llenaron con lágrimas de indescriptible alegría".

Colón vivió su momento de mayor esplendor y gozó durante este tiempo de todo el favor real. Los reyes se mostraban contentos con su hazaña, alegría que aumentó tras la dictación de las bulas de donación por parte del papa Alejandro VI. Para Isabel era la oportunidad de ampliar el cristianismo y para Fernando era la gran demostración del poder de España en Europa y estaba dispuesto a la conquista completa de aquellas tierras.
Los acontecimientos que sobrevinieron después sobrepasaron a Colón. Desde Roma se dirigió una bula para los reyes y también nombra en ella a Colón. El Papa bendecía la gesta y aprobaba la conquista que se organizaba, a cambio de que se difundiera la cristiandad por el nuevo mundo y también controlaría las riquezas. Comenzaría entonces la explotación de las nuevas tierras. Colón había logrado su sueño. Recordó la fuerza de una pasión que tuvo desde joven, cuando por entonces pudo presenciar el ocaso de Génova. Tuvo la certeza de que su porvenir ya no estaba allí y a los 25 años se marchó en una expedición comercial, esta vez no a Oriente sino a Occidente. Jamás volvería a su tierra.
Dieciséis años después de su partida de Génova para Colón su objetivo había sido cumplido, había logrado lo que pensaba desde hacía años. El 15 de marzo de 1493 llegó Colón a España de vuelta de su impresionante viaje en el que al principio nadie confiaba. Había logrado el favor de los Reyes Católicos, nada menos. Pero todo esto lo iba recordando, a su vuelta del viaje, a medida que iba viendo como la noticia y fama de su gesta le sobrepasaba. Los reyes, la nobleza, el propio papa y los navegantes y aventureros, todos hablaban y escribían sobre ello.
Había que organizar un segundo viaje, más elaborado y planificado.
El nuevo viaje partió de Cádiz el 25 de septiembre de 1493, saliendo de Hierro el 13 de octubre y llegando la isla Guadalupe el 4 de noviembre, descubriendo Puerto Rico y Jamaica.
En este segundo viaje iban unos 1.200 hombres. Llevaban caballos y ganado bovino, también semillas de trigo y otras. Se hizo en prosecución de tres objetivos: socorrer a los españoles del fuerte de la Navidad; continuar los descubrimientos, tratando de alcanzar las tierras del Gran Khan; y colonizar las islas halladas anteriormente. Se reunió una fuerza formidable de casi mil quinientos hombres (800 soldados, religiosos, profesionales, campesinos y hasta soldaderas), que fue preciso embarcar en 17 barcos; 14 carabelas y tres naos. Todo esto se hizo en poco más de cuatro meses gracias al Obispo don Juan Rodríguez de Fonseca, a quien los Reyes encargaron la empresa. No en vano Las Casas dijo de él que fue "muy capaz, para mundanos negocios, señaladamente para congregar gente de guerra para armadas por la mar, que era más oficio de vizcaínos que de obispos". Tras hacer escala en Canarias, Colón ordenó poner rumbo oeste cuarta del suroeste; mucho más al sur que la vez anterior. Esperaba así ir a parar a Cipango, pero lo que de verdad encontró fue la ruta más rápida y segura para llegar a América. El 3 de noviembre, sólo 21 días después de haber salido de Canarias, alcanzó las islas Deseada y Dominica. Posteriormente descubrió Mari Galante (donde volvió a tomar posesión), Guadalupe (donde los españoles encontraron las huellas de los caribes: unas ollas en las que se cocinaba carne humana), Monserrate, Santa María la Antigua, San Martín, Santa Cruz y finalmente las bautizadas como Once Mil Vírgenes, por su número incalculable. El 18 desembarcó en Borinquén, que llamó San Juan, y será luego Puerto Rico. No pudo detenerse en ella pues tenía prisa por llegar al fuerte de la Navidad. El 27 de noviembre de 1493 arribó al lugar donde había naufragado la Santa María (costa norte de Haití). Colón no encontró rastro alguno de los 39 hombres que había dejado en el fuerte. Los indios le dijeron que habían sido asesinados por un cacique enemigo llamado Caonabó. El Almirante procedió entonces a fundar una colonia en aquella isla, donde sabía que había oro. La estableció el 6 de enero de 1494 y fue La Isabela, primera población española en América. El sitio era insalubre, pero tenía condiciones defensivas. Desde allí envió dos expediciones con Ojeda y Corbalán para encontrar el oro de Cibao, que regresaron con algunas muestras del metal, y despachó 12 barcos de regreso a España bajo el mando de Luis de Torres con las muestras del oro encontradas y un memorial para los Reyes en el que proponía cambiar las vituallas y ganados necesarios por esclavos caribes. Luego dirigió en persona otra expedición a Cibao. Halló efectivamente algún oro y mandó construir el fuerte de Santo Tomás.  Aunque la Isabela fallecieron de enfermedad gran número de sus pobladores, Colón la abandonó para descubrir nuevas tierras. Tomó una nao y dos carabelas y zarpó el 24 de abril de 1494 rumbo a Cuba, que recorrió esta vez por su parte meridional. Pasó luego a Jamaica, bautizada como Santiago, y tornó otra vez a Cuba. Allí ordenó levantar un acta asegurando estar en Mango o el Mangi de Marco Polo, cosa que hizo jurar a los pilotos bajo la amenaza de cortarles la lengua. Posteriormente volvió a Jamaica y la Española, arribando a la Isabela el 29 de septiembre. Colón estaba muy enfermo y las crónicas afirman que convaleció de sus males casi cinco meses. Colón se encontró a la Isabela en un estado peor del que la había dejado, si cabe. Había llegado su hermano Bartolomé, pero se habían marchado muchos descontentos, entre ellos el capitán Pedro Margarit y el Padre Boyl, que detentaban la autoridad militar y religiosa de la isla y que empezaron a desprestigiar la labor colonizadora de Colón ante la Corte. El Almirante hizo frente a un levantamiento indígena que sojuzgó violentamente, imponiendo a los vencidos la esclavitud y un tributo de oro en polvo y algodón. Como consecuencia de los informes de Margarit y Boyl, los Reyes enviaron a la Española al repostero Juan de Aguado casi un espía de todo lo que pasaba, según nos dice Las Casas. Aguado se informó de los problemas que afrontaba la colonia y cuando anunció que iba a regresar a España, el Almirante decidió acompañarle, pues comprendió que sus informes no le beneficiarían. Antes de partir mandó construir seis fortalezas en diversas partes de la Isla, envió una expedición al sur en busca de oro, y a su hermano dejó el gobierno de la colonia. El 10 de marzo de 1496 embarcó para España. En la flotilla iban, además de Aguado, 220 repatriados que no querían saber nada más de las Indias. En tres años, los transcurridos de 1493 a 1496, las nuevas tierras habían pasado de ser paradisíacas a malditas. Colón arribó a Cádiz el 11 de junio. Pidió una entrevista con los Reyes, que se le concedió en Burgos el otoño siguiente. Allí se presentó con el poco oro que pudo reunir, sus animales exóticos y muchas promesas. Era muy poco frente a todo el gasto que había originado, por lo que hizo hincapié en los enormes servicios prestados a la Iglesia con la evangelización de los indios. Los Reyes siguieron confiando en Colón, al menos eso dijeron.

sábado, 17 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN - Parte 4

Al llegar a tierra Colón y sus hombres creían que estaban en la India. Realmente estaban en lo que hoy llamamos Las Bahamas, y aunque ya estaban en tierra y la desesperación por llegar había pasado, pero pasarían aún muchas penurias.
Aquellas gentes andaban desnudos, les pareció pobres y humildes y los convertiría a la fe por convencimiento y no a la fuerza. Cambiaban sus cosas por bagatelas que les sorprendían, Colón pensaba que esa sería la manera de conseguir oro y riquezas. Se han encontrado restos y monedas acuñadas en aquellos años en las tierras donde vivían el pueblo Arahuaco, que ya no existe. Lo que hoy llamamos El Salvador. Dos días estuvo allí el descubridor. Luego se dirigieron a lo que hoy llamamos Cuba. Le habían indicado que allí encontraría riquezas inmensas. Al desembarcar no encontró tales riquezas. Siempre pensando que estaba en Oriente, envió una expedición tierra adentro con un intérprete que hablaba latín, hebreo caldeo y árabe y también llevaba una carta de los Reyes, era un judío converso. Llegaron a una aldea donde fueron bien recibidos.

Fray Bartolomé de las Casas, tiempo después describió que esas gentes llevaron tabaco y lo dieron a conocer. Colón probó el fumar y vio que era agradable, pero no se dio cuenta de la importancia que podía tener el tabaco en el futuro. El seguía pensando que estaba en Japón o todo lo más en China. Su deseo era ver al gran Khan. Pensaba que estaba navegando por la costa de Asia.
El día 22 de noviembre Martín A. Pinzón se marchó solo en busca de mejor fortuna a bordo de La Pinta. Navegando entonces con dos naves llegó a otro lugar mejor aprovechado, Baracoa. Pensó que ese lugar era bueno para instalarse. En su diario expuso que los Arahuacos no tenían religión, pero estaba equivocado. Escribió del buen carácter de los indígenas.
A principio de ese año se fue a una isla llamada Bohío, que era donde le dijeron que encontraría los tesoros que buscaba. En realidad aún no había encontrado algo de auténtico valor que presentar en Europa. A un día de navegación estaba en esa isla. La llamó La Española, ahora Haití y República Dominicana. Quedó maravillado de la hermosura de aquellas playas y tierras. Fueron recibidos por unas 100 barcazas y los indígenas subieron a los navíos, hombres y mujeres. Iban desnudos, no tenían complejos ni vergüenza, tampoco eran celosos los hombres. El jefe máximo de aquellas gentes, que estaban organizados en varios grupos con jefes de menor importancia, se llamaba Guacanagarí. Fue el primer aliado de Colón, le regaló pepitas de oro. Por fin lograba lo que había soñado. Colón no encontró luego nunca minas de oro en Haití, pero algunos hombres que le siguieron fueron más decididos y excavando encontraron la mina.
La nochebuena de ese año la nave Santa María encalló pues el timonel había confiado en un grumete. Tratando de desencallar el barco se fue abriendo en las junturas de los tablones. Finalmente naufragaron. 
FUERTE NAVIDAD
El jefe Guacanagarí le prestó su ayuda y rescataron todo lo que pudieron del navío. Colón mandó disparar una andanada contra la nave para demostrar su poder ante los indígenas. Estos quedaron impresionados y Colón les regaló ropa y algunos enseres. Mandó construir un fuerte que llamó Navidad y dejó allí 40 hombres y se marchó con la esperanza de que a su regreso encontrase los tesoros ansiados. Solo le quedaba La Niña y ya no podía demorar mucho su regreso a España. Paró donde un río desemboca en el mar para recoger agua dulce, y cuando los marineros sacaron los barriles, éstos traían polvo dorado en los aros metálicos. Lo llamó Rio de Oro, pero en realidad no se sacó gran cantidad. Todavía hoy se trabaja en busca de oro con bateas a orillas del río.
Colón pensaba en el regreso y además en que Pinzón iba por delante y podía legar antes, falsear las cosas y llevarse la gloria. Otra sorpresa esperaba todavía. Avista a La Pinta y Pinzón subió a saludar a Colón, éste creía que la codicia de Pinzón le habría llevado a buscar el oro. Llevaba una buena cantidad pero arreglaron sus diferencias porque ambos sabían que era muy arriesgado cruzar el mar solos. Colón capturó varios indígenas para ser llevados a España.
El 16 de enero de 1493, con las dos naves restantes, La Pinta y La Niña, emprendieron el viaje de retorno. Levaron anclas y enfilaron rumbo a Europa. Pero las peripecias de este primer viaje colombino aún no terminarían. El jueves 14 de febrero, cuando faltaba poco para llegar a las Azores, una violenta tormenta hizo que las dos carabelas perdieran el contacto. La Pinta, comandada por Martín Alonso Pinzón, se alejó para siempre y Colón nunca más volvería a ver a quien había sido su mano derecha. Pinzón, en vez de intentar reunirse con el Almirante en las Azores, continuó su periplo por el océano, movido por la ambición de llegar primero a España con las noticias de su descubrimiento. Sin embargo, el destino quiso otra cosa. Pinzón arribó al puerto de Bayona en Galicia a finales de febrero,
 y luego se dirigió a Palos a principios de marzo, adelantándose a Colón. A pesar de ello, la corte real le negó una audiencia y a los pocos días, Pinzón falleció a causa de una desconocida enfermedad.
La Niña, mientras tanto, salvó con muchas dificultades la tormenta. Colón incluso llegó a temer lo peor y lanzó un pergamino con el relato de su viaje al mar, con la esperanza de que quien lo hallase, lo hiciera llegar a los reyes. Los tripulantes de La Niña al verse a punto de naufragar realizaron el denominado voto colombino., que era una promesa religiosa realizada para cumplir al llegar a España. Por fortuna, el reducido grupo pudo continuar su viaje hacia las Azores, donde repusieron sus fuerzas
Según un manuscrito posterior de Bartolomé de las Casas, Colón decidió echar en suerte entre los tripulantes el ir en peregrinación a dos centros religiosos: primero el Monasterio de Guadalupe, en Extremadura, que le tocó al propio Almirante; y segundo al Santuario de la Santa Casa, en los Estados Pontificios (Italia), que le tocó a un marinero. Un tripulante propuso entonces que se sortease también ir en peregrinación al Monasterio de Santa Clara (Moguer), lo cual le volvió a tocar a Colón. Además todos acordaron ir juntos en procesión a alguna iglesia de advocación mariana en la primera tierra que tocasen.
Finalmente Colón, con La Niña, el 15 de febrero de 1493, al fin llega la carabela a las Bocas del Tajo, como quien dice a Lisboa. Va a tener que hacer partícipes de la noticia a los portugueses antes que a los castellanos. Todos piensan que a la Pinta se la tragó el mar. El Almirante llega con un puñado de españoles y 9 indios. Antes que puedan desembarcar, el capitán portugués vigilante, desde su nave les notifica que no pueden poner pie en tierra sin identificarse.
Colón le hace saber que él es Almirante del Mar Océano y el Virrey de las Indias nombrado por los reyes de Castilla. Detrás de ese título que colocaba a Colón por encima de todos los marinos de Castilla, lo que veía era a un pobre capitán de una carabela que se salvaba de un naufragio con una veintena de hombres. Colón le presenta sus letras credenciales al capitán portugués, quien lee tres veces el papel y recibe al recién llegado. El marino de la fortaleza de Portugal que va a recibir al descubridor de América era Bartolomé Díaz, quién dos años antes había llegado al Cabo de las Tormentas en el sur de África, y le había dado el nombre de Cabo de Buena Esperanza, abriéndole el camino a Portugal para llegar hasta la China y el Japón. Con esto estoy diciendo que los portugueses llegaron a Asia, antes que España, dos años antes. Bartolomé Díaz fue el navegante primer explorador europeo en doblar a principios de 1488 el extremo sur de África, llegando al océano Índico a partir del Atlántico, un hito de la navegación a vela. Fue el primer navegante que viajó alejado de la costa en el Atlántico Sur. Su viaje, continuado por Vasco da Gama una década más tarde, contribuyó al descubrimiento de la ruta marítima a la India.
No tenemos ningún registro de la conversación. Bartolomé Díaz estaba en la cumbre de su gloria. Como es obvio, el portugués tendría la mayor curiosidad por enterarse de lo que había visto Colón. A Colón lo que le interesaba era entrevistarse con el rey. Éste había rechazado su proyecto años antes considerando la hazaña de Bartolomé Díaz. Informaron al rey y éste pidió que le trajeran al Almirante. El 4 de marzo de 1493 Colón es recibido en Lisboa por el rey Juan II de Portugal. A los Reyes Católicos  no les haría tanta gracia esta entrevista ni su cordialidad, y mucho menos que Juan II muestre interés por aquellas tierras. Esto se traducirá luego en largas discusiones que acabarán con el Tratado de Tordesillas, donde se dividen el océano y las tierras. El 15 de marzo Colón llegará por fin a Palos. El almirante creía haber llegado a Asia navegando desde Occidente, cuando en realidad había descubierto un continente completamente desconocido para los europeos. En abril de 1493 Cristóbal Colón fue recibido por los Reyes Católicos en Barcelona posiblemente a finales de abril.

viernes, 16 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN - Parte 3

 

VIAJE Y LLEGADA AL CONTINENTE
Los hombres que embarcarían desconfiaban de Colón, pero los conocimientos y prestigio de los Pinzón fueron fundamentales para la proeza.
El viernes 3 de agosto de 1492 estaban listos para zarpar. Para Colón era un día glorioso, al fin podría demostrar su sueño. Solo eran tres navíos y noventa hombres pero llevarían la cultura europea, la religión y un objetivo trascendental de ambición y fe a un mundo desconocido.
El Almirante llevó un diario de a bordo, que afortunadamente aún se conserva. También tenemos una carta que escribió a los Reyes a su vuelta relatando el suceso. Se puede reconstruir el viaje con estos datos y de posteriores documentos.
Salió de Palos y se dirigió al suroeste, a Las Islas Canarias, que están a la misma latitud en que está lo que hoy llamamos Japón. A los nueve días llegaron a la Gomera, allí esperaba una persona muy especial entonces, la gobernadora, Beatriz de Bobadilla. Se provisionaron antes de partir hacia lo desconocido. Aquella mujer era de gran belleza y en la corte deslumbraba, por lo que la reina, sabedora de la debilidad que su marido había tenido por las mujeres, hizo que la destinaran cuanto más lejos mejor. Las Canarias eran prácticamente el fin del mundo, por entonces.

El 6 de septiembre zarpan y comienzan realmente a cruzar el océano. Las órdenes eran de ir al oeste. Los vientos los alejaban de lo conocido fácilmente, pero entonces la pregunta era ¿cómo volveremos teniendo los vientos en contra? La fórmula del tiempo que se empleaba para saber la distancia recorrida era simplemente un reloj de arena que se volcaba por espacios determinados de tiempo, y multiplicar esto por la velocidad. Colón llevaba las crónicas diarias pero una para él y otra para la tripulación.
La vida a bordo era soportable para esos tiempos. Hoy sería impensable de todo punto. Al amanecer comenzaban las tareas. La hora de la comida era además de la alimentación en sí motivo de vida en común. Los alimentos eran malísimos. Sabemos por crónicas de otros viajes posteriores que por ejemplo las galletas se pudrían, los guisos eran apestosos con carne ya rancia. No tenían especias que disfrazaran algo el sabor. La fruta y la verdura se acababan a los pocos días. También la tripulación tenía un comportamiento deplorable a la hora de comer.
Hoy podemos reproducir el viaje de aquellos hombres pero algunas cosas son imposibles ni siquiera imaginarlas. También la inquietud, la intranquilidad de no saber si volverían, o si encontrarían siquiera la tierra buscada. Solo la tenacidad de Colón, su personalidad, la fe cristiana y la ambición eran lo que empujaban a esas gentes a un destino tan incierto.
El 26 de septiembre creyeron ver tierra. Para colmo la brújula que marca el norte magnético, y concuerda con la estrella polar, el día 13 había discrepado. Esto era una tragedia. No era concebible por entonces que la brújula no coincidiera con la estrella polar. La realidad es que la rotación de la tierra produce esa diferencia. Estaban a 1.600 millas de Canarias. Japón no podía estar lejos, según sus cálculos. Por suerte, la brújula corrigió su marca.
El 2 de octubre se avistan pájaros dirigiéndose al suroeste. No era lo pensado ir algo hacia el sur, pero cambiaron el rumbo. Si no lo hubieran hecho habrían llegado a Florida. Con el cambio el viaje se prolongaría, aunque pensaban lo contrario.
Llevaban poco más de un mes en alta mar sin divisar tierra en ninguna parte. El miércoles 10 de octubre, el descontento aumentaba entre la tripulación. La preocupación por el regreso crecía, sobre todo al no haber vientos que permitieran volver a España. En la Santa María se sucedían las peticiones a Colón para dar la vuelta. Ante su impavidez, las peticiones se transformaron en amenazas. Tuvo que intervenir Martín Alonso Pinzón, quien logró calmar los ánimos con la promesa de regresar si no se hallaba tierra en el corto plazo. Pero en realidad, sólo Colón sabía cuán lejos estaban de casa y que el retorno era difícil.
Es más, el Almirante llevaba dos registros de las distancias recorridas día a día. Este día 10 se formó algo parecido a un motín a bordo, y Colón comunicó a sus hombres que habían navegado 44 leguas (unos 245 kilómetros), cuando en realidad el trayecto de ese día habían sido 59 leguas (casi 329 kilómetros), la mayor distancia recorrida en un día de navegación durante toda la travesía. El objeto de esta doble cuenta era no asustar en demasía a la tripulación, táctica que estuvo a punto de fracasar aquel 10 de octubre. En un clima tenso prosiguió el viaje.
La tripulación, muy desanimada, dio tres días para encontrar tierra, de lo contrario darían la vuelta. También parece posible que el mismo Colón estuviese inseguro. Consultando con Pinzón éste aconsejó continuar con la ayuda de Dios. Yáñez dijo 2.000 millas más. Al día siguiente apareció en el agua un junco verde unas tablas y hierbas. Esto indicaba tierra, sin duda, pero el día transcurrió sin poder divisarla. Colón prometió un jubón de seda al primero que viera tierra.
La Pinta navegaba por delante, era el navío más rápido.
Eran las 2 de la noche cuando el marinero que pasaría a la historia, Rodrigo de Triana, gritó ¡Tierra!! ¡Tierra! ¡Tierra!, gritaba sin cesar el hombre apostado en la cofa del palo mayor. Todos corrieron a cubierta a mirar hacia el horizonte y contemplaron la silueta de una tierra baja y verde. La luna reflejaba posiblemente la isla El Salvador. Pinzón hizo los avisos acordados. Por la mañana del 12 de octubre, Colón, ataviado con sus mejores ropas y portando el estandarte real, encabezó la comitiva que se acercó a la orilla de una playa de arenas blancas. Era la isla de Guanahani, bautizada inmediatamente como San Salvador por parte de los recién llegados.

Sorprendidos, los habitantes de aquella isla, pertenecientes a la cultura de los taínos, observaban el acercamiento del bote que transportaba a los extraños seres que para ellos eran los españoles. Al desembarcar, Colón y los taínos intercambiaron gestos y objetos. Fue un primer encuentro pacífico y amistoso, tal como consta en el diario del Almirante. Pero lamentablemente, esta situación no se prolongaría por mucho tiempo.
Se realizó el encuentro de dos mundos, entonces muy diferentes. El conocimiento del hecho viene de una sola fuente, el libro que escribía Colón, el diario de a bordo. Llamó indios a las gentes que encontró, porque pensó que había llegado a la India legendaria.
Realmente estaban en lo que hoy llamamos Las Bahamas, y aunque ya estaban en tierra y la desesperación por llegar había pasado, pero pasarían aún muchas penurias.
Tras recorrer algunas islas del archipiélago de las Bahamas, Colón y sus hombres arribaron a la actual Haití, isla que bautizaron con el nombre de La Española. Allí fueron amablemente recibidos por Guacanagarí, el cacique de la zona, y encontraron pequeñas cantidades del ansiado oro. El día 23 de diciembre la Santa María y la Niña se encontraban recorriendo la costa norte de la isla. De repente se sintió un remezón en la nave capitana y ésta comenzó a balancearse peligrosamente. Había encallado en un arrecife y no hubo forma de salvarla. El agua inundó el casco y la Santa María se tuvo que dar por perdida.  Se lo pasaron descargando la Santa María con la ayuda de la gente de Guacanagarí. De tiempo en tiempo, el cacique enviaba a uno de sus parientes para consolar al Almirante. Pero a los europeos más que la simpatía de los indígenas les confortó el oro que se encontraba cada vez más. Colón se convenció bien pronto de que el naufragio de la Santa María era una señal de la Providencia, que quería hacerle fundar un establecimiento cerca del oro de Cipango. ¡Los hombres que el dejara allí recogerían oro bastante para que los Reyes Católicos liberasen el Santo Sepulcro antes de tres años! Así fue como fundó la Navidad, primer establecimiento español en América.

jueves, 15 de septiembre de 2022

VENTURAS Y DESVENTURAS DE COLÓN– Parte 2

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó muy impresionado. Lo consideró seriamente, formó una comisión de expertos que estudió detenidamente la posibilidad, pero finalmente no lo aprobó. Y en realidad Portugal llegó a Oriente antes que nadie. En 1488 llegaron a rebasar el Cabo de Buena Esperanza, el extremo meridional de África. Vasco da Gama llegó en 1.498 a Oriente.
Desanimado Colón marchó de Portugal hacia España buscando mejor fortuna para su proyecto. Era la única potencia naval que podría realizar su proyecto. En 1.484, por entonces España eran en realidad Castilla-León y Aragón, reinos cristianos que luchaban en la reconquista de sus tierras contra los musulmanes que conservaban de su antiguo poder el reino de Granada. Poco a poco los reinos católicos fueron reconquistando las tierras, hasta que la unión del Reino de Castilla con el Reino de Aragón por la boda entre Isabel y Fernando fue una unión dinástica fundamental del que nacerá con el tiempo la completa unidad de los reinos cristianos en un solo país, salvo Portugal.
Colón era un devoto cristiano y apoyaba la causa de los reyes católicos. Sobre el año 1.485 marchó a Huelva a dejar a su hijo con sus suegros, pues su mujer había muerto poco tiempo antes. Allí encontró amistad y compresión en los frailes de La Rábida, donde entabló amistad con el que había sido confesor de Isabel, que influyó ante ésta y los marinos de la zona. También gestionó la audiencia ante los monarcas. Durante unos años recorrió España, aprendió el castellano, hizo amistades y hasta amó a la cordobesa Beatriz Enríquez de Bobadilla y tuvo un hijo con ella. Tuvo tiempo y posibilidades para el estudio de su proyecto y preparó sus cálculos. Colón entró en contacto con la corte en Córdoba y consiguió su primera entrevista el 20 de enero de 1486.
El rey Fernando era un príncipe del Renacimiento, un político, práctico, militar despiadado en la guerra y buen gobernante. Isabel en cambio era más enigmática, romántica y muy devota. Pero decidida y ambiciosa. Esta combinación de personalidades convenía a Colón. En la entrevista se mostró decidido y defendió su proyecto con convicción, ofreció el monopolio del comercio a la corona y la extensión del cristianismo entre los paganos.
Los reyes se mostraron sorprendidos de la teoría de Colón pero interesados por la posibilidad que ofrecía y decidieron nombrar una comisión de técnicos que estudiaría el asunto. Las deliberaciones duraron más de un año. La comisión determinó que los cálculos de Colón estaban errados. Pensaron que el proyecto era acertado pero irrealizable, En realidad tenían razón, la distancia era mucho mayor de la que calculaba Colón y por tanto el coste sería altísimo. No sería posible realizar el viaje. Sin embargo los reyes no le negaron del todo la proposición. No podían responder económicamente la empresa, estaban en plena lucha contra Granada y de esto dependía todo. Venciendo a los musulmanes volverían a considerar la propuesta. Pese a ello los monarcas decidieron retener a Colón y le otorgaron una paga con las que subsistir. Para Colón fue un gran golpe la negativa. A cualquier otro lo hubiera derribado de sus anhelos.
Colón quedó profundamente decepcionado, pero su entereza y la enorme vocación en su teoría eran más fuertes que cualquier desafío que en la vida encontraba. Lejos de desanimarse él contaba con el mejor aliado posible, la fuerza de una pasión que le empujaba hacia su objetivo.
Esperó pacientemente, viviendo de la paga real y de la compra y venta de libros y mapas. Reunió una buena biblioteca, que aún se conserva, enciclopedias de viajes, geografía, etc. Muchos de ellos llevan anotaciones manuscritas. En 1489 se entrevistó nuevamente con los reyes, pero los planes seguían siendo imprecisos; unas sencillas carabelas desde Canarias hasta Japón. Él sostenía que la distancia desde Canarias hasta Asia era de 800 leguas (4.300 km) y por lo tanto el proyecto era realizable. En realidad la distancia es cuatro veces mayor. No obtuvo la aprobación deseada. El ánimo empezó a decaer, envió a su hermano Bartolomé a la corte inglesa. Enrique VII tampoco lo encontró factible.
Al fin cayó Granada en 1492, marcando una nueva época para la cristiandad y para la política del mundo en general.
En la nueva audiencia de Colón, en la que los monarcas aceptaban la posibilidad querían saber sus condiciones. Éste pidió títulos y honores, quería ser nombrado Almirante, Virrey y obtener el 10% de todas las riquezas conseguidas. Eso en aquella época era impensable. Un simple marino genovés, sin título nobiliario siquiera, un desconocido pretendía, simplemente por una teoría que casi era una quimera, que se le nombrara Almirante, algo reservado al Militar de marina de más prestigio. Y también Virrey, es decir vice-rey, un título como de continuación del de rey. Realmente se extralimitó y sus exigencias fueron rechazadas. Lo despidieron con la frase “váyase en hora buena”.
Pero, el tesorero del rey, un judío converso, habló con la reina diciéndole que sería posible. ¿Por qué no? se preguntó y pensó que la oportunidad era única. Podían perder el dinero pero si se conseguía el objetivo, la hazaña sería impresionante, tanto para la cristiandad como para las arcas del reino. Además él mismo aportaría gran parte del dinero necesario.
Los monarcas fueron convencidos. Eran jóvenes y muy emprendedores, decididos y también su pasión de ampliar la cristiandad y obtener el comercio por rutas marítimas nuevas les seducía. Mandaron llamar nuevamente al genovés. Colón ya había partido, pero aún estaba a pocas leguas de la corte, cuando fue alcanzado por los emisarios, se marchaba de España definitivamente pero su destino había cambiado.
Los emisarios reales traían la afirmación de los reyes con la aceptación de sus condiciones. Los Reyes Católicos, particularmente la reina Isabel I, deciden ayudar a Colón en su proyecto de llegar a Asia por Occidente.  Así firman el acuerdo,  las “Capitulaciones de Santa Fe”  fue emitido por la Real Cancillería de la corte de los Reyes Católicos y firmado el 17 de abril de 1492 en la localidad de Santa Fe de la Vega, Granada. Documentos por los cuales se autoriza y financia la expedición de Colón a las Indias por el mar hacia occidente. Además se le conceden a Colón una serie de prebendas y títulos, entre ellos: Almirante, Gobernante, Virrey y el 10% de las riquezas. También se firman varias provisiones y cédulas para que ayuden a Colón en aquellas villas y puertos de mar a las que se dirigía. Una provisión es dirigida a la villa de Palos por una sanción impuesta a algunos de los vecinos de esta villa.
No obstante los problemas no hacían más que empezar.
Embargó dos barcos por medio de la orden real a la villa de Moguer para que obedecieran la comisión. Pero seguía sin conseguir la tripulación necesaria. La corona perdonaría a los presos que se embarcaran en el viaje. Solo lo hicieron cuatro hombres. No fue fácil reclutar a la tripulación pues la gente veía que el comandante era extranjero, el viaje era incierto y la ruta no era conocida. Todo era motivo de desconfianza.
Gracias a la ayuda de franciscanos del monasterio de La Rábida, Colón conoce a Martín Alonso Pinzón, rico navegante y comerciante y hombre de reputada fama y respeto en la zona dada sus muchos viajes por el Atlántico y el Mediterráneo, forma en que consiguió una importante fortuna. Quedó este hombre convencido de las razones de Colón, quién prometió repartir los tesoros que encontrase, con él.
Pinzón toma parte decididamente en la empresa y decide desechar las embarcaciones que Colón había confiscado en Moguer y contrató otras nuevas, La Pinta y La Niña, porque las tenía arrendadas. El sería el Comandante de La Pinta y su hermano Vicente Yáñez será el de la Niña. También aportó dinero personal, medio millón de maravedíes, tercera parte de los gastos. También convence a los hermanos Niño que eran miembros de una familia marinera importante. Con esto se consigue enrolar a toda la marinería necesaria, gente de la zona e incluso de fuera de Andalucía. La tercera carabela se fletó, La Santa María, que era más complicada de manejar. Eso infundió confianza al pueblo y se cubrió la cantidad de hombres necesarios para el viaje. En total noventa personas. Los conocimientos y prestigio de los Pinzón fueron fundamentales para la proeza. A Martín Alonso Pinzón en tierras del sur de España se le considera aún hoy el verdadero héroe del Descubrimiento.

CASTILLO DE TORIJA – GUADALAJARA

Es donde ahora se ubica el Centro de Interpretación Turística de Guadalajara. La fortaleza perteneció a la poderosa familia Mendoza quienes ...