viernes, 22 de septiembre de 2023

REINO DE GALICIA

Con la caída del Imperio romano y la invasión de los pueblos germánicos, el territorio de Gallaecia forma parte de los foedus (tratado romano con extranjeros) que efectúan los diferentes pueblos invasores. 

GUERREROS BÁRBAROS 

Los suevos, 30.000 individuos de los que solo 8.000 eran varones con capacidad para luchar, se concentran entre el Duero y el Miño, en la zona de influencia de Bracara Augusta (Braga). Llegados en el año 409, se acuerda un foedus con Roma en el 410 por el que los suevos se establecen en la provincia romana de Gallaecia.
Sabemos que la zona que hoy es Galicia juntamente con Asturias y Cantabria fueron los últimas regiones en ser sometidas por los romanos. Los pueblos eran los galaicos, astures y cántabros. Seguramente vencidos hacia el año 20 a.C. Esto fue producido por la fuerte resistencia y unidad social y territorial que tenían estos pueblos. Es cuando la provincia romana de Gallaecia, galaicos, (llamada así por los romanos por su parecido a la forma de luchar de los guerreros de las Galias), aún no estaba constituida política y administrativamente, cuando aparecen los castros. Una reciente investigación aclara que existió una vinculación celta entre este pueblo y los de Bretaña, Gales e Irlanda. Los galaicos eran unos de los pueblos celtas, o “celtizados”. Hubo unas cincuenta tribus de galaicos, cada una con diferente nombre. Asentados en el norte de Portugal y el área de la Galicia actual, introduciendo en esta región la cultura de los castros o castreña.

CASTRO DE SANTA TECLA

Roma lleva su cultura y su poder. Fundan tres ciudades, lo que hoy son Lugo, Braga, y Astorga. Con Diocleciano se unifica en una provincia separada de la Tarraconense, Gallaecia.
Los castros yo no tenían importancia defensiva para los romanos, aunque siguieron siendo habitados durante varios siglos. Roma llevó además de organización administrativa, su lengua, el latín, y la religión cristiana.
Debilitada Roma ya a principios del siglo V, llegan a la península los vándalos los alanos y los suevos procedentes del norte de Europa, y se puso fin al dominio romano en la región. Los suevos, de religión arriana, se establecieron en la Gallaecia creando un reino independiente que duraría ciento setenta años. Hasta que en el año 585, que habían entrado los visigodos, que ya dominaban el resto de la península ibérica, invaden la Galicia sueva incorporando ésta a su reino.

Como sabemos en el 711 llegan los islámicos y en el 715 entran al sur de Galicia, aunque no durarían más de unas pocas décadas, ante el avance de los reinos cristianos. El norte de Galicia cayó bajo el dominio político de Alfonso I de Asturias, que instaló en la ciudad de Lugo al obispo Odoario. El territorio de Galicia quedó desde el 760 bajo la autoridad de los monarcas que tenían su espacio político y de poder en lo que hoy es Asturias, en una débil posición que tuvo que ser consolidada por su sucesor, Fruela I, que aplastó una insurrección de los gallegos. Galicia, aunque fue independiente durante breve tiempo, siguió existiendo y por entonces estaba incorporado al Reino Astur, como Reino de Galicia, corona dependiente de Asturias primero y de León después. Al sur del río Miño, que en 1139 se independizaría con el nombre de Reino de Portugal.
Pero cuando Alfonso III de Asturias traslada la capital de Oviedo a León, llamamos aquí el reno Astur leonés o simplemente reino de León. Y fue precisamente esta la entidad que absorbió al Reino de Galicia, que finalmente sirvió como base para conformación contemporánea de la región de Galicia. El descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago fue la consolidación del reino de Galicia. primero dependiendo del reino de León y posteriormente de la Corona de Castilla. La primera integración se produce con Alfonso I de Asturias. Más adelante durante el reinado de Alfonso III se pretende mantener las tierras de Galicia bajo el control mediante el nombramiento de herederos de la casa real para su gobierno. Estas medidas no calmaron los conflictos entre los nobles gallegos y los monarcas asturleoneses. Alfonso III deja a su hijo Ordoño II el reino de Galicia fijando se capital en Braga.

CASTRO-VIVIENDA CELTA 

Al final del reinado de Alfonso II, los tres hermanos se levantaron en armas contra su padre, y a su muerte en 910 fue sucedido en el trono leonés por García, siendo el principal de los hermanos. A la muerte de éste en el 914 le sucede su hijo García que al fallecer hereda Ordoño el trono leonés, y aquí acaba el primer reino de Galicia.
Quizá quedara configurado dentro del reino de León en el 1065. De todas formas las luchas fratricidas desembocan en que el reino de Galicia es dividido en dos condados, el de Portugal y el de Galicia cuyo último rey gallego fue Alfonso VI de León y Castilla hasta su muerte en el 1109.  Se incorporará por tanto a la Corona de Castilla y León en 1230 ya con Fernando III. Alfonso VI de León impuso las peregrinaciones a Santiago aunque el culto a las reliquias ya habían comenzado durante el reinado de Alfonso II.
Galicia pasa entonces a tener la configuración actual y se inicia una de las etapas más brillantes de su historia.

MIENTRAS DURE LA GUERRA (Película)

Una película de Alejandro Amenabar, dice adentrarse en un episodio de la historia de nuestro país. El discurso que Miguel de Unamuno pronunció en la Universidad de Salamanca delante del general Millán Astray en que, según dice, se posicionó en contra del régimen fascista después de haber apoyado el levantamiento militar contra la República.

MIGUEL DE UNAMUNO 

El actor que interpreta a Unamuno, Karra Elejalde, dice “Había que tener un par de bemoles para salir ahí, el día de la Raza, que a él le parecía una chirigota, no le hacía gracia, le parecía hitleriano. Y decir me inmolo, para lo que me queda en el convento me cago dentro. Habida cuenta de lo que había pasado con Lorca. Al final venció la coherencia, fue coherente y se la jugó".
La verdad es que el Levantamiento contra la República fracasó. Y entonces los golpistas pensaron en que se debía convertir en una Guerra larga. Sanjurjo, el líder sin duda, falleció en accidente de aviación. Muerto Sanjurjo y Mola, en la elección que posteriormente se hizo, el 1 de octubre de 1936, Franco fue proclamado Jefe del Estado y Generalísimo de los Ejércitos.
Eso que dice Amenabar de “Régimen Fascista” no existía aún, la Guerra recién había comenzado y Franco llevaba 10 días al frente del ejército. Tampoco existía el franquismo aún.
La famosa y falsa frase de “Venceréis pero no convenceréis” que se atribuye a Unamuno en la película dice “Conquistar no es convencer”. Se suele decir que Millán Astray responde “Muera la inteligencia” pero en la película dice “Viva la muerte” Da igual. Las dos frases del enfrentamiento verbal entre el filósofo y el fundador de la legión, José Millán Astray no existieron realmente.
Amenabar, como tantos cineastas y actores españoles, nos quieren dar “su lección de historia”, es decir, la que su ideología les marca, y en la presentación de la película asegura que los extremos vuelven y el pasado se podría repetir de alguna manera. Y es por eso por lo que hay que conocer la verdad de nuestra historia. Sólo esto último es cierto. Hay que conocer la verdad.
Don Severiano Delgado, Historiador y Bibliotecario de la Facultad de Derecho en la Universidad de Salamanca asegura que las frases las escribió Luis Portillo. Un profesor de esa Universidad que estaba exiliado en Londres.

GENERAL MILÁN-ASTRAY

En 1941, Portillo publicó en una revista británica, "Horizons", la versión de aquel conflicto verbal entre Unamuno y Millán Astray, en el que ya habla de una expresión "¡muera la inteligencia!", que atribuye al general franquista; y también cita una expresión dicha, según Portillo, por el rector salmantino de aquella época, "venceréis pero no convenceréis".
Portillo no estuvo presente en aquel acto nos asegura el historiador. Se trata de una recreación literaria sin intención de descripción histórica. Lo único que hizo fue relatar un enfrentamiento literario posible entre el bien, que representaba el demócrata Unamuno, con el mal, que atribuye a Millán Astray.
Y este relato literario es el que ha ido pasando por historiadores como Hugh Thomas, que en 1961 publicó en inglés su primera Historia de la Guerra Civil española, quien asumió la teoría de Portillo como si fuera una fuente histórica. Hugh Thomas, que siempre ha pasado como un especialista en la Guerra Civil española, la verdad es que se podía haber quedado en Inglaterra. Como dijo Pérez-Reverte, “Empiezas dejando que un inglés te toque los huevos, y nunca se sabe”.
También otros lo han asumido como verdadero, Ricardo de la Cierva, el famoso historiador español, publicó en 1970 su "Historia Ilustrada de la Guerra Civil Española", en la que recoge la versión de Portillo.
La versión que se publicó en la época fue la del escritor Emilio Salcedo (1929-1992). Según Salcedo, Unamuno dijo: "vencer no es convencer y hay que convencer, sobre todo, y no puede convencer el odio que no deja lugar para la compasión; el odio a la inteligencia que es crítica y diferenciadora, inquisitiva, mas no de inquisición". Incluso Salcedo reconoce en su texto periodístico que Millán Astray "pronunció muy pocas palabras, justificando la situación del hombre de armas, los motivos del levantamiento militar y, al fin, perdido el control, gritó “Mueran los intelectuales y Viva la muerte”.
Severiano Delgado reconoce que para su trabajo ha utilizado textos históricos que se pueden encontrar en Internet para contrastar la versión histórica de la periodística.

jueves, 21 de septiembre de 2023

CASTILLOS MEDIEVALES ESPAÑOLES

La palabra castillo es un diminutivo de “castro”, y significa fortaleza aislada. Construida casi siempre en un lugar dominante para la defensa de pueblo o de las comarcas.  El origen se remonta a tiempos primitivos ya que las tribus conquistadores o colonizadores se aseguraban en lugares estratégicos, a ser posible favorecidos por defensas naturales como mesetas, cumbres de cerros, etc. El hombre, desde siempre necesitó defenderse de animales u otros enemigos con construcciones de algún tipo. Así nacieron los castros y fortificaciones en colinas.



CASTILLO DE ALMANSA
Los romanos al llegar a estos territorios encontraron enemigos que se defendían en colinas fortificadas. Aunque primitivas, eran efectivas y requerían del uso de armas y otras técnicas de asedio para superar las defensas. Los mismos romanos construyeron obras levantadas sobre el terreno por los ejércitos en campaña, hasta construcciones permanentes en piedra. Los fuertes romanos se construían con planta rectangular y torreones con esquinas redondeadas. Establecieron para la seguridad de sus fronteras muchos puestos militares, campamentos permanentes y cuando no pudieron disponer de fuerzas suficientes para guarnicionarlos, por los continuos ataques de los bárbaros y necesitaron aumentar el valor defensivo de las obras, surgiendo los castillos fronterizos en puntos estratégicos para la custodia de campamentos, costas, caminos y poblaciones. Nos han llegado hasta nosotros aquellos castros, (castellum)  que los invasores iban devastando en su irrupción y solo nos han llegado el recuerdo de sus cimentaciones. Torreón de planta cuadrada, recios muros elevados y rematados por terraza superior almenada. Luego, Roma se retiró y tras la dominación de los visigodos, que no fue larga, no dejó apenas rastro de su importancia militar.


CASTILLO DE ALMODOVAR 
Si bien los primeros castillos datan del IX, su origen es más antiguo y tienen precedentes en la arquitectura militar de la Grecia clásica. En la Alta Edad Media, se utilizaba como cerco defensivo una mera empalizada de madera, pero la evolución del armamento y de las técnicas militares hicieron inservible este procedimiento; más adelante, se confió en la solidez de las construcciones en piedra y en la altura de los muros que con este material podía alcanzarse.
En la lucha contra los árabes, de mayor permanencia, tras la batallas de la Reconquista, es cuando los castillos en España consigue su apogeo. La necesidad de conservar las conquistas realizadas por los reyes cristianos, tan sacrificadas, laboriosas y sangrientas, como costosamente conseguidas, impusieron la necesidad de realizar las fortificaciones al punto de ser escasos los pueblos que se quedaron sin castillo. O cuando menos sin murallas con foso y almenas. Los más antiguos, siglos IX a XI eran de piedra toscamente labrada. Y posteriormente se instalaron con vivienda señorial, al principio sencilla y a partir del siglo XIV más amplios y decorados. Los primeros eran incómodos, promiscuos y de malas condiciones para el  personal, y luego con el apogeo de las residencias castellanas, son el fastuoso dominio de la nobleza.

MANZANARES EL REAL 
Fueron surgiendo las más variadas edificaciones militares hasta los complicados y vastísimos ejemplares que aún podemos contemplar. Castillos señoriales, castillos-palacios, algunos imponentes más que la de la realeza, producto del feudalismo. Lujosas dependencias para los señores. Torres del homenaje, patios de armas cuartel para la tropa, cuadras, alojamientos varios, aljibes, prisiones, etc. en realidad eran un exceso de vanidad de una clase privilegiada y una constante amenaza al poder real.
Pero esta profusión de fortalezas, finalmente vino a ser exceso de poderío de una ambiciosa clase noble, que el poder real llegó a verla como una amenaza, y la atacó por sus cimientos., con estrategias políticas desmantelando por peligrosos los que no se acomodaran a la sumisión del rey. 

CASTILLO-PALACIO DE OLITE 
Desde el siglo XIV muchos castillos fueron derribados. Primero  por orden de Enrique IV en el siglo XV, más tarde por los Reyes Católicos. Y finalmente por el Cardenal Cisneros. Esto nos parece una barbaridad hoy en día, pero respondía a la necesidad de aplacar el poder militar de muchos nobles y casas nobiliarias rebeldes a los reyes del momento.
El descubrimiento y el uso cada vez más habitual de las armas de fuego cambió las estrategias y la forma de lucha por completo.
Pero los románticos enamorados de lo retrospectivo, de la historia y de la arquitectura con mayúsculas, no nos interesan estos asuntos en sí mismos, sino las edificaciones, lo que encierran, las aventuras y desventuras que inundan su vida, que es la de nuestro país. Son testimonio de tiempos que no han de volver, peo que poseen un encanto, un misterio y embrujo al que no son ajenos la literatura, el cine y la pintura.

CASTILLO DE JADRAQUE 
Felipe II en el siglo XVI mandó hacer una estadística de los castillos existentes, pero quedó incompleta. Se sacó la impresión del lamentable estado de abandono, que ya en su momento tenían por su papel secundario a que los relegó el invento de las armas de fuego. Otros por su hermosura o por su fortaleza fueron habitados o transformados en residencias palaciegas por las casas nobiliarias. No siendo ya necesarios, fueron reduciendo su material y la dotación del personal hasta quedar solo con sus domésticos que ya se retiraron a vivir en el poblado.
Los castillos vacíos se llenan de poesía y en los claros de las lunas heladas resuenan canciones de amor y hierro. Muchos han sucumbido, y otros siguen dando la cara a la desgracia, tal como el Cid cabalgando sobre Babieca después de muerto.
Con el tiempo, tanto en España como en Francia y en toda Europa la guerra cambió la suerte de los hombres y de la vida, y con los señoríos se hundieron los castillos. Hoy son esqueletos de su pasado, recuerdo de hechos épicos y también sueños de vanidad, orgullo y alardes de conquistas.
Castillos guerreros, señoriales, monásticos y de distinto origen aparecen hoy igualados en su fin: la ruina, el abandono y el expolio. Sólo algunos mimados por la suerte perduran, bien cuidados por sus propietarios, pero los más, el recuerdo de su épicas acciones, hechos políticos de trascendencia y románticas leyendas, amenazan perecer, con estos monumentos a la historia de la nación, que en su día enseñoreo al mundo y como la hiedra trepadora de sus muros, descarna finalmente, llevando consigo la memoria de un pasado que debemos defender, como quien defiende a su propia familia.
Por suerte unos pocos se han convertido en Paradores Nacionales, bien conservados y que es un gusto pasar en ellos unos días, como hoteles de primera que son.
DE CASTROJERIZ 
Los castillos son parte importante de nuestra historia, porque al fin y al cabo, de aquellas gentes venimos, y para bien o para mal, están también allí, nuestras raíces.
Hechos y personajes como la batalla de Las Navas de Tolosa, las luchas del Cid, los Reyes Católicos, Fernando el Santo, las órdenes religiosas-militares como Los Templarios, Los de Calatrava, la enorme cantidad de batallas y guerras habidas, la dinastía Borgoña, la de los Trastámara, etc. todo esto sigue viviendo en los libros de historia y debería ser bien conocido por las nuevas generaciones.
Seguro que sabríamos valorar lo que hemos tenido, lo heredado y lo que realizamos por el bien de este maravilloso y antiguo país, que se llamó Hispania, doscientos años a.C.
 

domingo, 17 de septiembre de 2023

GUERRAS CARLISTAS (1833-1876)


Felipe V en 1713 deroga la 2º Partida de Fernando el santo, (referente a la sucesión de la corona) y quiso establecer la ley Sálica, vigente en Francia, donde la corona la heredaban sólo los varones, como tuvo muchos detractores en España, se establece la “Ley de Sucesión Fundamental”. Según las condiciones de la nueva norma, las mujeres podrían heredar el trono, pero solamente de no haber herederos varones en la línea principal (hijos) o lateral (hermanos y sobrinos). 

En 1789 Carlos IV aprueba la “Pragmática”, ley que anulaba el Auto lo acordado en 1713 por Felipe V, pero por razones de política exterior, no llegó a entrar en vigor con lo cual continuaba vigente la Ley de Sucesión Fundamental de Felipe V. Más adelante, Fernando VII en marzo de 1830 vino a promulgar la “Pragmática Ley” de 1789, dejando nuevamente “Las Partidas” tradicionales que determinan la sucesión a la corona. De haber continuado la “Ley de Sucesión Fundamental”, que regía por promulgación de Felipe V, y que da preferencia a los varones y sus descendientes masculinos en la línea de sucesión, excluyendo a las mujeres, hubiera heredado su hermano Carlos Isidro
Pero las cosas iban a cambiar. Fernando VII tenía la guadaña preparándose. Era el año 1832 y la sucesión era un tema muy delicado. Los que no quería una reina defendían como sucesor al trono al hermano de Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón. 

Por supuesto, la Pragmática Sanción no les interesaba. Los carlistas convencieron a un ministro llamado Francisco Tadeo Calomarde para que hiciera al rey anular la Pragmática, que a su vez había anulado la Ley Sálica, es decir, pretendía que esta última volviera a estar vigente. Resumiendo, los carlistas hicieron que el rey firmara un papel por el que su hermano Carlos se convertiría en rey al morir Fernando VII, al ser imposible que una mujer heredara el trono.
Conseguido por parte del ministro la firma del rey, Doña Luisa Carlota, hermana de la reina y por tanto tía de la princesa Isabel, se acercó al ministro que tenía aquel papel recién firmado en la mano, se lo arrebató, lo rompió y le arreó al señor Calomarde “la más sonora bofetada que se ha dado”, en palabras de Don Benito Pérez Galdós.
El ministro contestó a este guantazo con la famosa frase: “Señora, manos blancas no ofenden”.
La muerte de Fernando VII, en 1833, desataría el conflicto. María Cristina, la madre de la pequeña Isabel, asumió la regencia y convocó a los liberales moderados para que defendieran los derechos de su hija. 

REINA REGENTE MARÍA CRISTINA 

Esto generó el rechazo del infante Carlos, que se exilió en Portugal. Tras el manifiesto de Abrantes, mediante el cual Carlos proclamó su derecho a la ascensión al trono. Su petición fue desconocida por María Cristina, que proclamó a Isabel II como reina de España.
La sublevación carlista llevó a la reina regente  María Cristina, que nunca fue liberal, a pactar con los liberales, inclinando el fiel de la balanza del gobierno de Madrid hacia ellos, porque la única forma de mantener a Isabel II en el trono era vencer al carlismo y eran los liberales la única fuerza anticarlista. Así el gobierno fue originalmente absolutista moderado y acabó convirtiéndose en liberal para obtener el apoyo popular.
Vascos y catalanes lucharían en España por “Dios, Patria y Rey”. Gran parte de Cataluña y el País Vasco fueron Carlistas y participaron en las tres guerras a favor de Carlos María Isidro de Borbón. Su bandera de la defensa de la religión católica, la patria y la monarquía tradicional resumida en su lema “Dios, Patria y Rey”

TOMÁS DE ZUMALACÁRREGUI

Cabe destacar la actuación de líderes como Zumalacárregui en el norte. La labor de Juan Antonio Guergué en Cataluña, que unificó las partidas catalanas. Destaca el catalán don Carlos de Ramón Cabrera "El Tigre del Maestrazgo", que causó serios problemas a los cristinos hasta el final de la guerra.
Se inició la Primera guerra carlista (1833-1840).  Las tropas reales invadieron Portugal y trataron de apresar a Carlos, pero éste abordó un buque inglés y se refugió en Londres.  En 1834 Carlos salió de Gran Bretaña, atravesó Francia y entró en Navarra, donde instaló su corte y fue aclamado por sus partidarios. En 1837 dirigió una campaña militar que llegó hasta las puertas de Madrid. Pero la resistencia de las milicias populares y la llegada de refuerzos liberales lo obligaron a levantar el sitio de la capital.
Tras el fracaso de esta expedición, el carlismo se dividió en dos bandos: los apostólicos, liderados por Carlos, que siguieron resistiendo; y los moderados, comandados por el general Rafael Maroto. Castilla la Vieja también apoyo al carlismo, y además de Cataluña también Extremadura y las Provincias Vascongadas y Navarra.
El convenio de Vergara de 1839 marcó el final de la primera guerra carlista, conocido popularmente como Abrazo de Vergara, se firmó en Oñate (Guipúzcoa) el 31 de agosto de 1839, entre el general isabelino Espartero y el general carlista Maroto y finalizó la primera guerra carlista en el norte de España.

ABRAZO DE VERGARA

Este acuerdo, que fue desconocido por Carlos, estableció la paz a cambio de mantener los fueros de Navarra y las Provincias Vascongadas e integrar a la oficialidad carlista en el ejército isabelino.
Segunda guerra carlista (1846-1849)
En 1845, Carlos María Isidro abdicó en su primogénito, Carlos Luis de Borbón, a quien aconsejó contraer matrimonio con su prima Isabel II. Pero este proyecto fracasó debido a que los carlistas no se conformaban con que Carlos Luis fuese rey consorte, a la escasez de apoyos internacionales en favor del pretendiente y al rechazo de Isabel II. La reina, a quien le desagradaba el aspecto físico de su primo, anunció su matrimonio con otro pariente, Francisco de Asís de Borbón. Desairado, Carlos Luis se trasladó a Londres, desde donde impulsó la segunda guerra carlista. Sus partidarios lograron hacerse fuertes en Cataluña, donde consiguieron gran apoyo popular.
La guerra se prolongó hasta 1849 cuando los insurrectos sufrieron derrotas decisivas y se vieron obligados a deponer las armas.
En 1868 tuvo lugar una revolución liberal que derrocó a Isabel II, y la sustituyó por un gobierno provisional que estableció la libertad de cultos. Esto provocó la reacción de los carlistas, que apoyaron las pretensiones de Carlos de Borbón y Austria. Éste, nieto de Carlos María Isidro. Sus partidarios protagonizaron alzamientos fallidos en 1869 y 1870.

CARLOS MARÍA DE BORBÓN 

La situación tomó un giro radical en 1871 cuando las Cortes Generales, dominadas por los liberales, eligieron rey a Amadeo de Saboya. Su elección enfureció a los carlistas que lo consideraban un usurpador.
Tercera guerra carlista (1872-1876). Carlos entró en Navarra, donde fue aclamado por la población. Pero en poco tiempo sus fuerzas fueron derrotadas, por lo que debió refugiarse en Francia.
La proclamación de la Primera República, en 1873, fortaleció al bando carlista, al que se sumaron todos los partidarios de la monarquía. Carlos regresó a Navarra y se puso al frente de un ejército muy numeroso, con el cual logró importantes victorias. Esos triunfos contribuyeron a la caída de la Primera República, tras la cual accedió al trono Alfonso XII, hijo de Isabel II.
Su coronación, en 1874, debilitó a los carlistas, ya que varios de sus jefes decidieron reconocer al nuevo monarca. A partir de entonces los insurrectos sufrieron sucesivas derrotas hasta que en 1876 Carlos y sus seguidores se vieron obligados a huir a Francia, con lo que la guerra llegó a su fin.
Las principales consecuencias de las guerras carlistas fueron las siguientes:
La muerte de miles de españoles, tanto en los campos de batalla como en las represalias que siguieron a la toma de pueblos y ciudades.
El exilio en Francia de gran cantidad de familias de Cataluña, Aragón y Navarra, debido a su apoyo a la causa del carlismo.
La extensión de las ideas del liberalismo, que fueron arraigando en sectores de la sociedad española, en especial la burguesía.
La caída de la Primera República y la restauración de la monarquía borbónica.
La desaparición de los fueros vasco-navarros, que fueron suprimidos al promulgarse la Constitución española de 1876.

AL-ANDALUS DURANTE 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nad...