Nació en Trujillo
provincia de Cáceres, en 1541, y murió en Lima, Perú en 1478. Conquistador del
Imperio de los Incas, gobernador de la Nueva Castilla, fundador de Lima.
Fue hijo bastardo de
Gonzalo Pizarro, apodado El Largo, y también El Romano. La niñez de Francisco
transcurrió dentro de una pobreza que, en ningún caso, llegó a la miseria.
Cansado de esa vida, hacia 1493, es decir con quince años Francisco Pizarro se
junta con unos caminantes y marcha hacia la ciudad de Sevilla.
Es posible que
sobreviviera, con muchos trabajos y penurias, en Sevilla mientras encontraba la
ocasión para embarcarse con destino a las Indias. Finalmente logró su deseo y
en 1502 zarpó con destino al Nuevo Mundo en la flota que iba al mando de frey
Nicolás de Ovando, gobernador de la Isla Española, llegando a la ciudad de
Santo Domingo en abril de ese año.
A partir de ese momento
Francisco Pizarro iniciará una larga y laboriosa vida castrense. Pizarro no
pasaba de ser un simple soldado que debía ir constantemente en diversas huestes
con el propósito de pacificar a indios alzados o también a la tarea de fundar
villas y fuertes.
Hacia 1509 Francisco
Pizarro, siempre como hombre de infantería, zarpa del puerto de la Beata a
órdenes de Alonso de Ojeda, quien iba en pos del descubrimiento y conquista de
la Nueva Andalucía. Junto a Ojeda, Pizarro está presente en la fundación del fortín
de San Sebastián, el cual será el primero de su género en el continente,
quedando al mando de él como lugarteniente de su jefe durante la ausencia
definitiva de éste. Acatando sus órdenes reunió a la tropa y la llevó de
regreso en dos bergantines, naufragando uno de ellos y salvándose Pizarro y
otros castellanos en el otro. En plena navegación Francisco Pizarro se
encuentra con Martín Fernández de Enciso, socio de Ojeda, y lo sigue a Cenú y
Darién, lugar este último donde Enciso funda la primera ciudad en el continente
americano, Santa María de la Antigua, donde Pizarro recibe un solar y queda
avecindado en ella.
Pizarro, iletrado pero
prudente como pocos, logró mantenerse al margen de las querellas políticas.
Núñez de Balboa, por entonces gobernador de Darién, una zona peligrosa entre las actuales Panamá y
Colombia, lo envía al frente de un grupo explorador, y conoció el río de San
Juan y vuelve, ya como lugarteniente de Balboa, a las tierras del cacique
Careta que terminó aliándose con los españoles. Pizarro y una tropilla bajo su
mando sigue la exploración y arriba a las posesiones del cacique Comagre. Allí,
el hijo de éste, llamado Panquiaco, les habla de un lugar donde había
abundancia de oro y Pizarro también recaba información de la existencia de un
océano austral. Ocupando siempre el cargo de lugarteniente de Vasco Núñez de
Balboa, Pizarro es uno de los hombres que estará presente el 25 de septiembre
de 1513, cuando se aviste el llamado Mar del Sur (Océano Pacífico), ingresando
a sus aguas en pos del pendón de Castilla que enarbolaba Balboa y tomando
posesión del inmenso mar el 29 de septiembre de 1513.
PEDRARIAS
Al Llegar a Santa María
el nuevo gobernador, Pedrarias, el alcalde interino Núñez de Balboa le salió al
encuentro y les dio la bienvenida. Fue el hombre que le hizo la vida imposible
a Núñez de Balboa. Seguramente el
conquistador más odiados de la historia de América. El famoso Bartolomé de Las
Casas le calificó como uno de los
conquistadores más crueles de todos los
tiempos por matar y esclavizar indios por cubrir su desmedida ambición de
riqueza y poder.
En la entonces próspera
colonia del Darién no había forma ya de alimentar a una población que se había
multiplicado por cinco de la noche a la mañana con la llegada de Pedrarias con
2.000 hombres. La hambruna vino acompañada de la “modorra”, una enfermedad que
daba fiebre, una somnolencia profunda y complicaciones pulmonares o renales.
Unos setecientos pobladores murieron de hambre y modorra en sólo un mes, y
siete u ocho meses después la población había quedado reducida a la mitad,
según Andagoya. Proyectó Pedrarias cinco expediciones desde Santa María para
buscar oro, alimentos y localizar posibles asentamientos en el Pacífico, con
los que esperaba contrarrestar la fama de Balboa, inmovilizado a causa de su
Juicio de Residencia que estaba pendiente. Las expediciones robaron el oro y
mataron y esclavizaron a los indios. En poco tiempo destruyeron toda la obra de
alianzas de Balboa y volvieron intransitable el istmo. Pedrarias atribuyó los
desastres a las informaciones de Balboa. Todos sus compañeros
fueron apresados al llegar a Santa María y Pedrarias concluyó que Balboa había
intentado rebelarse contra él. Ordenó al tesorero Puente que levantara una
acusación formal contra Balboa y se trasladó a Acla.
Tras esto mandó a Pizarro
que saliera a su encuentro con un destacamento y lo apresara. Balboa no receló
nada y fue detenido al entrar en Acla, acusado de traición, le acusó de haber
traicionado al Rey y a él. Mandó ponerle guardias y trasladarlo a la cárcel
común, fue condenado a pena de muerte. Se levantó un cadalso en la plaza mayor
de Acla y se cumplió la sentencia un día desconocido de la semana del 13 al 21
de enero de 1519. Antes de que le cortaran la cabeza, Balboa tomó la palabra y
dijo a los presentes que todo era una falsedad y que jamás había traicionado al
Rey.
Pedrarias nombrará a
Pizarro regidor del primer Cabildo que se establece en la ciudad de Nuestra
Señora de la Asunción de Panamá, situada sobre el Mar del Sur. Pizarro es
elegido alcalde ordinario de Panamá.
Para el mes de julio de
1523 llega a Panamá Pascual de Andagoya de un viaje explorador al Señorío de
Virú, Pirú o Perú. Con las noticias de la existencia de territorios abundosos
en oro y plata. Pizarro tenía formada una sociedad de bienes con Diego de Almagro,
otro baqueano como él. A esta sociedad se agregaría el clérigo Hernando de
Luque. Entre los tres socios llegaron a juntar aproximadamente 18.000 pesos de
oro. Su objetivo era llegar, por Levante, a esas ricas tierras de oro que
Pascual de Andagoya había desistido de explorar. En abril estaban en el Fortín
del Cacique de Las Piedras. Allí Pizarro y sus hombres tuvieron que rechazar un
fuerte ataque de los indios. La expedición había sido un fracaso y los hombres
insistían en volver a Panamá. Pizarro se obstinó en retirarse solo hasta
Chochama, en el Golfo de San Miguel, donde esperó a Diego de Almagro, quien
llegó a ese punto en julio de 1525. Cuando Pedrarias se enteró del fracaso de
Pizarro, tomó la decisión de destituirlo. Luque y Almagro convencieron a
Pedrarias para que diera a Pizarro otra oportunidad. Pedrarias cedió a los
ruegos con la condición de que Almagro también fuera capitán, al igual que
Pizarro.
En el segundo viaje
zarpan de Chochama. Esta vez van ambos capitanes: Pizarro y Almagro y llevan
dos carabelas. Su primera medida es atacar e incendiar el Fortín del Cacique de
Las Piedras, que a partir de ese momento recibirá el nombre de Puerto Quemado.
Pizarro y Almagro deciden que el piloto Bartolomé Ruiz explore siempre con
rumbo al sur.
El viaje fue
trascendental, pues tuvo un encuentro con la llamada “balsa” (tesoro), de
grandes proporciones. Allí Ruiz y sus compañeros pudieron recoger las primeras
noticias que evidenciaban la existencia, todavía mucho más hacia el sur, del
Imperio incaico.
Almagro fue a Panamá
para retornar con alimentos y algunos hombres de refuerzo. Cuando recibieron
las noticias de Bartolomé Ruiz las desavenencias entre los socios se hacían más
constantes, estamos en mayo de 1527.
Con Pizarro la mayoría de sus hombres
primaba el deseo de regresar a Panamá. Francisco Pizarro seguía firme en su
decisión de no volver. Fue entonces cuando tuvo lugar el famoso episodio que
consagraría a los Trece de la Fama. Pizarro, según la historia mezclada con
leyenda, trazó con su puñal una raya en la húmeda playa pidiendo que los que
quisieran seguir acompañándole la cruzaran. Sólo trece de sus soldados
decidieron seguir su suerte.
Estamos en mayo de 1527. Almagro fue a Panamá para retornar con alimentos y algunos hombres de refuerzo. Cuando recibieron las noticias de Bartolomé Ruiz las desavenencias entre los socios de Pizarro se hacían más constantes.
“Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro a Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviese”.
Sólo trece de sus soldados decidieron seguir su suerte.
Pizarro y sus acompañantes, abandonados, en Tumbes pudieron apreciar que se encontraban en los linderos de un gran reino, cuyas riquezas podrían ser extraordinarias. Llenos de esperanza siguieron explorando, siempre al sur, donde pudieron recoger objetos de oro y plata y primorosos tejidos. Pizarro ya no necesitaría esforzarse para convencer a los incrédulos. Regresó entonces a Panamá, donde decidieron que viajara a España para obtener una Capitulación directamente con la Corona. Pizarro partió con rumbo a España desde el puerto de Nombre de Dios, entre septiembre y diciembre de 1528.
Los primeros días de febrero de 1529, Pizarro viajó a Toledo. Un mes más tarde, en junio, Francisco Pizarro y la Corona pudieron ponerse de acuerdo para que esta última otorgara una Capitulación, que por haber sido concedida en Toledo, el 26 de julio de 1529 que lo autorizaba a conquistar la llamada Nueva Castilla, nombre burocrático hispano que tendría el Perú.
Francisco Pizarro recibía el nombramiento de gobernador, adelantado y alguacil mayor del Perú. Almagro era reconocido hidalgo y nombrado alcalde de la Fortaleza de Tumbes, la ciudad incaica que tanto había impresionado a los conquistadores. Viajaron a Sevilla para embarcarse, corrían los últimos días de 1530. En total Pizarro llevaba cuatro navíos. Arriban finalmente a Nombre de Dios. Allí les esperaba Almagro. Un elemento de crispación fue la presencia de los hermanos de Francisco Pizarro. Se procedió al zarpe desde Panamá el 20 de enero de 1531.
La estancia en Puná se prolonga algunos meses y a principios de abril Pizarro desembarcó en Tumbes. Corría el mes de mayo de 1532. Desde este punto marcharon a San Miguel de Tangarará, donde el 15 de agosto Francisco Pizarro funda la primera ciudad hispana en el Perú. Pizarro llevaba a cabo su primer intento descubridor, había muerto el inca Huayna Capac, uno de los más poderosos conquistadores del Imperio Andino. Su desaparición trajo consigo la desavenencia entre dos de sus hijos.
Uno de ellos era Huáscar y el otro Atahualpa. La pugna entre ambos hermanos terminó en una guerra en la cual Huáscar resultó vencido y prisionero.
Además de esta circunstancia política anómala al momento de la conquista hay que tomar en cuenta que muchos pueblos dominadas por los incas desde el Cuzco, como los Huancas o los Chachapoyas, entre otros, vieron en los españoles a los aliados que podrían ayudarlos para romper con la dominación cuzqueña. Pizarro supo aprovechar estas disensiones y conseguiría leales aliados indígenas.
Pizarro partió de San Miguel de Piura en busca de Atahualpa el 24 de septiembre de 1532. La marcha hacia Cajamarca fue una verdadera proeza de valor ante lo desconocido. Entre jinetes y peones Pizarro llevaba ciento sesenta hombres
El 15 de noviembre de 1532 Pizarro y los suyos estaban en Cajamarca donde el inca aguardaba rodeado de un ejército de miles de hombres y de un boato realmente excepcional.
Pizarro distribuyó a sus hombres en dos pelotones de caballería y él se puso al frente de los infantes. Su única posibilidad de triunfo era el factor sorpresa. Atahualpa, por su parte, pecó de excesiva confianza dada su inmensa superioridad numérica.
Atahualpa inició la marcha hacia la plaza de Cajamarca donde lo esperaba la emboscada de los españoles. Pizarro dio la orden, se disparó un pequeño cañoncillo. Atahualpa fue arrancado de las lujosas andas en que era llevado a hombros. El sacerdote dominico conminó al inca para que se sometiera al Monarca hispano. Estas palabras, sin duda mal transmitidas por un joven intérprete indio, sólo causaron el desprecio de Atahualpa.
El trato que dispensó Pizarro al inca cautivo fue generoso. Impidió cualquier tipo de vejámenes. Fue entonces cuando el inca dijo que entregaría a los españoles una habitación llena de oro y otras dos iguales llenas de plata en un plazo de dos meses, Pizarro aceptó sin vacilar.
ENCUENTRO DE ATAHUALPA Y PIZARRO
En Cajamarca los españoles tomaron conocimiento de la existencia de la ciudad del Cuzco, donde abundaba el oro, pues era la capital del Imperio.
En abril de 1533 llegó a Cajamarca Diego de Almagro con sus hombres. Mientras pasaban los días se iba cumpliendo la entrega del rescate.
Atahualpa fue acusado de haber ordenado desde su prisión el asesinato de su hermano. Se le acusaba también de polígamo, idólatra, de haber usurpado el trono incaico y de incestuoso. Finalmente se produjo la sentencia y el inca fue condenado a morir en la hoguera, salvo que antes de ello aceptara las aguas del bautismo. Atahualpa no tuvo más remedio que optar por esto último y recibió la muerte mediante garrote vil el 26 de julio de 1533.
Ya se había ordenado la fundición de los metales preciosos, y todos los presentes en la captura del inca, de acuerdo con su rango, recibieron ingentes sumas. La parte que le tocó a Francisco Pizarro, a sus hermanos y a Diego de Almagro fue verdaderamente fabulosa. También se apartó el quinto del Rey, o sea, la porción que le correspondía del tesoro y se dispuso que Hernando Pizarro lo condujera a España para entregárselo al Monarca.
El 23 de marzo de 1534, Francisco Pizarro realizó la fundación española del Cuzco.
Pizarro marchó al valle del Rimac donde fundaría el 18 de enero la Ciudad de los Reyes, que muy pronto se conocería con el nombre de Lima, actual capital de la República del Perú.
Luego de la fundación de Lima, del reparto de solares y de la entrega de indios, se inicia para Francisco Pizarro una etapa de intensa actividad. El 5 de marzo de 1535 funda la ciudad de Trujillo. Por esos días se enteró que Diego de Almagro había recibido de la Corona el título de gobernador de la Nueva Toledo. Los límites de las gobernaciones de la Nueva Castilla y la Nueva Toledo serían, muy poco después, la causa del rompimiento definitivo entre Pizarro y Almagro. Pizarro marchó al Cuzco donde arribaría los primeros días de junio y allí conferenció con Almagro para planear la conquista de Chile, que llevaría adelante el Gobernador de la Nueva Toledo. Aparentemente se había renovado la amistad entre los socios, pero la mutua desconfianza nunca desaparecería. Finalizaba el año de 1535 y Pizarro regresó a Lima. Allí llegó su hermano Hernando, procedente de España, que le trajo excelentes noticias.
Pizarro retornó a Lima a inicios de mayo de 1536 donde angustiados mensajeros lo esperaban para noticiarlo que Manco Inca había iniciado una gran sublevación en el Cuzco, Pizarro había ya enviado urgentes mensajes pidiendo auxilio a Panamá, Nicaragua y México. Luego de una cruenta lucha los españoles consiguen dar muerte a Tito Yupanqui, con lo cual sus soldados se desconcertaron y emprendieron la retirada hacia el Cuzco.
Pizarro y Almagro se entrevistaron en Mala el 13 de noviembre de 1537. La habilidad de Pizarro logró que Almagro pusiera en libertad a sus hermanos Hernando y Gonzalo que estaban presos en el Cuzco.
DIEGO ALMAGRO
El otro hermano, Juan, había muerto intentando asaltar la fortaleza de Sacsahuaman. Hernando Pizarro formó un ejército. En esta circunstancia ni Hernando Pizarro ni Almagro pensaban en una solución pacífica sino en un choque de armas, que tuvo lugar en el campo de Las Salinas, en las proximidades del Cuzco, el 26 de abril de 1538. Pizarristas y almagristas lucharon con ferocidad. La victoria se inclinó por el bando pizarrista y Almagro fue apresado, se le inició proceso y, finalmente, se le condenó a muerte.
A Diego de Almagro se le cortó la cabeza en el Cuzco el 8 de julio de 1538.
Las noticias de la rivalidad entre Pizarro y Almagro habían llegado a la Corte. El 29 de enero de 1539 Pizarro fundó la ciudad de San Juan de la Frontera de Huamanga. Por esos días recibió una Real Cédula del emperador Carlos V concediéndole un marquesado. Francisco Pizarro volvió al Cuzco y desde allí envió una carta al Emperador agradeciéndole el título nobiliario.
En los primeros meses de 1540 ya Pizarro estaba en su capital. El 26 de junio de 1541 cuando un grupo de almagristas, aproximadamente veinte o treinta, asaltó la morada de Pizarro a los gritos de “¡Viva el Rey! ¡Mueran tiranos!”. Pizarro se hallaba conversando con un nutrido grupo de personas, quienes al escuchar los gritos homicidas escaparon en la mejor forma que pudieron. MUERTE DE PIZARRO
Pizarro se había puesto apresuradamente una cota y, según el cronista Pedro Cieza de León, al tomar su espada dijo: “Vení, acá, vos, mi buena espada, compañera de mis trabajos”. Y salió con ella a batirse con denuedo indesmayable. Pizarro se defendió con brío juvenil. Los asesinos empujaron a Diego de Narváez que fue atravesado por la espada de Pizarro. Aprovechando ese instante Martín de Bilbao le dio una estocada en la garganta. Luego se echaron todos sobre él y le dieron estocadas y puñaladas hasta que cayó al suelo, clamando: “¡Confesión!”. Entonces Juan Rodríguez Barragán, antiguo criado suyo tomó una alcarraza llena de agua y se la quebrantó en la cabeza diciéndole: “¡Al infierno! ¡Al infierno os iréis a confesar!”. Y así rindió la vida el gran capitán, heroicamente como había vivido, “sin desmayo alguno en el corazón, y nombrando a Cristo como buen español”. Dadas las circunstancias, el entierro de Pizarro tuvo que hacerse de noche y a escondidas para evitar que se profanara el cadáver. El 26 de junio de 1891, al conmemorarse el 350 aniversario de la muerte de Francisco Pizarro, tuvo lugar en la Catedral de Lima una solemne ceremonia en la cual el Cabildo Eclesiástico entregó al Concejo Provincial de la capital del Perú los restos del capitán extremeño para que reposaran definitivamente en la capilla de los Reyes Magos de la Iglesia Metropolitana limeña.