viernes, 9 de agosto de 2024

CAMPAÑA DE ALFONSO I DE ARAGÓN

Alfonso I, llamado “El batallador” se decidió a realizar una campaña con un ejército formado por unos cuatro mil caballeros y unos quince mil infantes. ​ Contaba con sus más notables magnates: Gastón de Bearne, el obispo Esteban de Huesca, el obispo Ramón de Roda y el prelado de Zaragoza, Pedro de Librana y otros hombres destacados. Partieron de Zaragoza en septiembre del 1125.

Avanzaron por Daroca, Monreal, Teruel y Segorbe, en dirección a Valencia. El contingente pasó cerca de esta en octubre, contra cuya guarnición sostuvo alguna escarmuza y avanzaron a Denia a la que atacaron y arrasaron los cultivos. Llegado a la costa, el ejército de Alfonso comenzó a atraer contingentes mozárabes, que se unieron a él. Llegaron a Murcia, Almanzora y Purchena. Descasaron y continuaron la marcha hasta Baza, intentó tomarla al asalto sin conseguirlo, de modo que reanudó la expedición hacia Guadix, ciudad que atacó en diciembre. Se estableció finalmente en Guadix, donde permanecieron y pasaron las navidades satisfecho del desarrollo de la expedición y sin problemas de abastecimiento. Los almorávides no atacaban y los mozárabes iban uniéndose.
Estaban cerca de Granada y el gobernador Abul Tahir no se atrevió a reprimir la insurgencia mozárabe y la población cristiana fue acudiendo a unirse al Batallador. Abul Tahir, solicitó refuerzos a los gobernadores de Murcia y Valencia y a su hermano, el emir almorávide Ali ibn Yusuf, quien envió un importante ejército desde África.
Alfonso I se encaminó hasta Granada, y llegó en enero de 1126 con un contingente reforzado por los cristianos. Alfonso I permaneció acampado en la localidad de Nívar durante más de diez días esperando o bien sostener batalla campal o bien que la rebelión mozárabe le franqueara las puertas.
Debido a la espera le reprochó al responsable de los mozárabes de Granada, Ibn al-Qalas, no cumplir con lo pactado, a lo que este le reprobó haberse demorado en escaramuzas a lo largo de la ruta y haber desvelado su posición en Guadix. Los almorávides habían reforzado las defensas y recibido refuerzos para sostenerse en la ciudad, lo que llevó finalmente al aragonés a abandonar el intento. Se dedicó a asolar los campos de la Vega de Granada y el sur de Córdoba. Posteriormente se dirigió a Córdoba hacia el noroeste entrando por Luque, Baena y Espejo, para luego virar hacia el suroeste por Cabra y Lucena.17​14​ Después volvió hacia Córdoba.
Abu Bakr, hijo del emir había salido con tropas de Sevilla al encuentro del Batallador, y lo alcanzó en la actual Anzur (hoy municipio de Puente Genil), cerca de Lucena. Allí se trabó batalla campal el 9 de marzo de 1126 con el resultado de victoria decisiva para los aragoneses, al tiempo que en Palencia su exmujer Urraca I moría y era sucedida por Alfonso VII de León.
Tras la victoria en la batalla de Arnisol, el Batallador se dirigió hacia el sur por las Alpujarras y llegó a la costa de Vélez-Málaga por Motril y Salobreña.
Llegan los refuerzos almorávides norteafricanos. Desde Vélez-Málaga, el contingente cristiano volvió hacia Granada y en Alhendín, rechazaron varios ataques almorávides. Llegaron a la Vega de Granada y se instalaron en La Zubia, a seis kilómetros de la capital, seguido de cerca por la caballería islámica en formación de combate.
En ese momento llegaron los refuerzos africanos. Hostigaron a Alfonso I, que se vio obligado a retirarse hacia el norte. En Guadix vencieron en una escaramuza al rey de Aragón donde murió uno de sus principales caballeros, lo que procuró al musulmán el gobierno de Granada. La milicia aragonesa siguió retirándose por Caravaca de la Cruz y Játiva,​ que fue asaltada y tomada por el Batallador. La presión del ejército norteafricano hacía que el regreso se hacía en condiciones penosas, teniendo que conducir un gran número de civiles, defendiéndose de los continuos ataques y obligados a abandonar mucha gente agotada y enferma por la duración y las penalidades. Sin descanso, el contingente dirigido por Alfonso llegó a Aragón en junio de 1126,​ diezmado por las enfermedades​ pero satisfecho de los logros  y vencedor en la única batalla campal plena y de la numerosa población mozárabe que se les había unido.

sábado, 3 de agosto de 2024

REGIMIENTO ALCÁNTARA - 1921

Noventa y un años después del desastre de Annual de 1921, donde 8.000 soldados españoles fueron exterminados por la estupidez del rey Alfonso XIII, la venalidad de los políticos, la incompetencia de los generales y la desvergüenza de numerosos jefes y oficiales, el gobierno español (M. Rajoy) al fin concedió la Laureada de San Fernando, con carácter colectivo, al Regimiento de Caballería Alcántara, que se sacrificó casi en su totalidad para proteger la retirada de sus compañeros. 
La Laureada es la máxima condecoración militar española, y se obtiene por acciones extraordinarias en combate. Por aquella jornada, el jefe del regimiento recibió a título póstumo la Laureada individual; pero la tropa, como de costumbre, fue olvidada. Ninguno de los intentos posteriores por honrar su memoria tuvo éxito. Políticos y espadones de diversa ideología, desde el general Franco a la ministra Chacón, coincidieron en no querer remover aquello. Pero al fin, para satisfacción de los nietos y bisnietos de esos hombres, se repara la vergüenza.

Imaginen la escena. las harkas de moros sublevados por Abd el Krim acosan a la desorganizada columna que intenta escapar hacia Melilla abandonando a su suerte a heridos y enfermos. Aquello es una matanza inaudita, y millares de soldados abandonados por jefes y oficiales corren despavoridos, atormentados por la sed, intentando ponerse a salvo. En el camino de Dar Dríus a El Batel y Monte Arruit, la protección de la retaguardia de los fugitivos recae en un regimiento de caballería que todavía se encuentra intacto y bien mandado, el Alcántara n 14. Su jefe es el teniente coronel Fernando Primo de Rivera, hermano del teniente general del mismo apellido, que en seguida comprende que se está pidiendo a sus 691 hombres que se dejen la piel por salvar a los compañeros. Pero no hay otra. Hace de tripas corazón, arenga a su gente, les dice que toca bailar con la más fea del Rif, y el regimiento, disciplinado y silencioso, se pone en marcha con sus escuadrones protegiendo los flancos y la retaguardia de la columna en retirada. A las cuatro de la tarde, aparte infinidad de escaramuzas parciales, los jinetes de Alcántara ya han tenido que dar su primera carga al galope contra una fuerte concentración enemiga. Pero es en el cruce del río Igán, que está seco y en torno al que se atrincheran miles de rifeños que hacen fuego graneado, donde la columna se arriesga a quedar cercada. Entonces, el teniente coronel les toca a sus hombres la única fibra que a esas alturas, con semejante panorama, cree que puede funcionar. Si no lo hacemos, vuestras madres, vuestras mujeres, vuestras novias, dirán que somos unos cobardes. Vamos a demostrar que no lo somos .
Y no lo fueron. Siete veces cargó Alcántara monte arriba y sable en mano, agrupándose tras cada carga, cada vez menos hombres, más heridos, exhaustos y sedientos jinetes y caballos, una y otra vez bajo la granizada de balas enemigas, entre las zarzas y parapetos rifeños, tan diezmados y agotados al final que la última carga, octava del día, hubo que darla con los caballos al paso, pues ya no podían ni trotar; y aún después se continuó ladera arriba, a pie, combatiendo al arma blanca. Cargaron los soldados, y también el joven trompeta de quince años que llevaba el cornetín de órdenes. Y cuando a la quinta o sexta carga ya no hubo hombres suficientes para cerrar las filas, cargaron también, aunque nadie los obligaba a ello, los tres alféreces veterinarios, y el teniente médico, y hasta el capellán fue adelante con la tropa. Y cuando ya no quedó nadie a quien recurrir, cargaron también los catorce maestros herradores, y con ellos los trece chiquillos de catorce y quince años de la banda de música del regimiento; que, como el joven corneta de órdenes, murieron todos. Y al anochecer, cuando los supervivientes consiguieron llegar a la posición de El Batel, agotados, llenos de heridas, caminando entre las sombras con sus extenuados caballos cogidos de la brida, de los 691 hombres del regimiento sólo quedaban 67. Desde luego, aquel 23 de julio de 1921 los del regimiento Alcántara cumplieron con su teniente coronel. A ellos, ninguna madre, mujer o novia los llamó cobardes
"En un ángulo de la posición de Monte Arruit apareció desafiante y terrible falto de su brazo izquierdo, más no de su ejemplaridad, el jefe del Alcántara, Fernando Primo de Rivera. 
Le habían inhumado el cinco de agosto tras morir de gangrena. Los rifeños le habían desenterrado. No les costo  mucho, el cuerpo estaba casi a ras de suelo. Sus soldados le habían cubierto con puñados de tierra, que antes pasaban, con incontenible emoción, por los labios.
Rígido, conciso en su fin y ya libre, al aire fétido del monte  Arruit, Primo de Rivera debió parecer a los rifeños más invencible muerto que vivo.
Intrigados por saber más de aquel hombre, el coloso que había cargado contra ellos, sable y grito en alto, por cuatro veces, en las asesinas márgenes del Igan, rodearon sus restos. Necesitaban verlo, y respetuosos no le tocaron, solo lo contemplaron. 

viernes, 26 de julio de 2024

VIAJAR A LA INDIA POR EL OCCIDENTE

La caída de Constantinopla en manos musulmanas, la presencia del mundo islámico tanto al este como al oeste del Mediterráneo, dejaban a Europa cercada y con las rutas comerciales bajo control ajeno.
Portugal, el país más occidental del continente, y sin compromisos europeos, iniciaría la gran aventura oceánica, en la que le siguió la Corona de Castilla y a la que poco a poco se irían sumando otros países.
Desde finales del siglo XIV, los turcos extendían sus conquistas por los Balcanes y el Próximo Oriente, con lo cual lograron controlar el comercio entre la Europa cristiana y Asia, de donde procedían las apreciadas especias y la seda. Los portugueses iniciaron a principios del siglo XV, bajo el impulso de Enrique “el navegante”, la exploración del Atlántico por las costas de África, y a lo largo de toda el siglo consiguieron grandes avances.


Uno de esos hitos lo puso Bartolomé Díaz en 1488 al rebasar el Cabo de Buena Esperanza, el extremo meridional del continente africano. Estas fueron dos de las circunstancias que contribuyeron al inicio de la llamada  “Era de los grandes Descubrimientos”, un período durante el cual Europa occidental se lanzo al descubrimiento, exploración, conquista y colonización de todas las tierra emergidas, desconocidas hasta entonces.
Para un europeo del siglo XV era muy difícil imaginar un mapamundi de aquellos tiempos. No habían viajado por toda la tierra conocida. Tenían los escritos antiguos y mapas de navegación, pero eran reconstrucciones de viajes hechos por hombres de mar que antiguamente habían surcado las aguas. Y de viajeros, casi aventureros, que se habían internado en remotos países, con otras costumbres, diferentes idiomas y comerciado con ellos con productos nuevos en Europa. No sabían tampoco que en sus mapas faltaba la mitad del mundo. Los viajes de los vikingos 500 años atrás eran una quimera. Constantinopla cayó en mayo de 1.453. Ese hecho cambió la historia de la humanidad de aquellos tiempos. Esa ciudad era por entonces el centro de la cultura, la religión y el comercio. Su ubicación la hacían fundamental para el control marítimo con oriente. Génova vio perder sus colonias cayendo en manos musulmanas. Peligraba el comercio de Europa occidental. Evidentemente pensar en que había que encontrar un camino alternativo no era algo descartable. Los portugueses lo estaban consiguiendo con navegación “de cabotaje”. Por entonces era habitual no difundir información de nuevos sitios descubiertos como caladeros o tierras. Los marinos comerciantes y pescadores ocultaban para sí cualquier posibilidad de enriquecerse. Conocían perfectamente los instrumentos marinos, usaban una buena cartografía, sabían aprovechar los vientos de aquellas zonas.
Ya sabemos que fue Cristóbal Colón quien fue el precursor, el gran visionario que apareció en los momentos precisos para desarrollar una teoría que parecía descabellada. Necesitaba más información y sobre todo la organización para realizar la idea que le rondaba desde hacía tiempo. Colón ya pensaba que la tierra era esférica y hay varias hipótesis que hablan de la demostración que obtuvo de este hecho. Una es que el destino quiso que pasase un tiempo en las islas portuguesas del Atlántico y conoció una historia que confirmaba su teoría de poder llegar a Oriente navegando siempre hacia Occidente. Otra es que los chinos viajaron por gran parte de los océanos y dejaron constancia escrita de ello. Esos mapas fueron ocultados durante siglos, pero es posible que algunos comerciantes venecianos que visitaban tierras chinas le hablaran a Colón de estas cartas.
Su obsesión era viajar para encontrar oro y especias, también comerciar con sedas, alfombras y diversos productos orientales. El oro lo había visto conseguir fácilmente en África al conocer pueblos donde abundaba.
En el siglo XV la gente culta sabía que la tierra era redonda. Colón calculaba que habría unas 3.000 millas náuticas de mar abierto para llegar a Oriente desde Europa. Sus expectativas de presentar un proyecto serio y fundamentado al rey portugués necesitaban del aval de un erudito. De Florencia tuvo el respaldo que necesitaba, Toscanelli aprobaba la teoría de Colón. Era cartógrafo y científico de reputada consideración.
En 1.484 presentó al reino de Portugal su empresa. Se le escuchó y se formó una comisión de expertos pero finalmente no se aprobó. Portugal tenía por entonces un plan más lógico, ir por la costa africana. De hecho ya lo estaban realizando. Y en realidad Portugal llegó a Oriente antes que nadie.
Después de mucho sacrificio durante ocho largos y penosos años, consiguió el apoyo de los Reyes Católicos para realizar su impresionante idea.
El rey Fernando era un príncipe del Renacimiento, un político, práctico y buen gobernante. Isabel en cambio era más enigmática y muy devota, pero decidida y ambiciosa. Esta combinación de personalidades convenía a Colón. Los monarcas fueron convencidos. Eran jóvenes y emprendedores, decididos y también su pasión de ampliar la cristiandad y obtener el comercio por rutas marítimas nuevas les seducía. Y se comenzó algo que resultó ser mucho más grandioso de lo pensado.
Cuando el reino de Granada cayó ante los reyes cristianos, Europa estalló de alegría, los reinos, el papa y todos los pueblos. Isabel y Fernando si no hubieran hecho nada más a partir de entonces serían igual de grandes en la historia que lo son ahora. Pero el destino quiso que junto con Colón, y con un impresionante plantel de hombres dispuestos a la exploración y conquista de tierras ignotas, el mundo, el planeta se hiciera más grande, más rico, más hermoso.
Lógicamente los hechos fueron desarrollándose con muchísimos problemas y dificultades desconocidas. Y se fueron resolviendo a medida que aparecían, muchas veces no era posible prever que pasaría al día siguiente.

Desde el Descubrimiento en 1492 hasta que en 1570 un decreto del rey Felipe II prohibió que los actos de conquista se llamaran de esta manera, y exigió que se denominaran bajo el nombre de actos de pacificación, esos ochenta años, son la que llamamos exploración y conquista pasando a ser los virreinatos y la organización virreinal los encargados del desarrollo de los territorios y sus pobladores.

jueves, 25 de julio de 2024

CASTILLO DE TORIJA - GUADALAJARA

Es donde ahora se ubica el Centro de Interpretación Turística de Guadalajara. La fortaleza perteneció a la poderosa familia Mendoza quienes lo construyeron y la conservaron desde finales del siglo XV hasta principios del XVI.  
Se dice que los caballeros Templarios, habitaron el castillo hace unos siglos. Incluso en la entrada hay una relación de personalidades que fueron usuarios del castillo, y se les nombra. Incluso dentro del castillo, en una pequeña sala hay un muñeco que corresponde al último Gran Maestre, Jacques de Molay, está sentado y vestido con la capa blanca con cruz roja de esta orden de monjes guerreros.
Sin embargo, los templarios no estuvieron exactamente en el castillo, sino que, según contemplan los historiadores vivieron en un convento de la Orden del Temple, bajo la advocación de San Benito, que existía en el pueblo gracias a una bula del papa Alejandro III, hacia 1170. El castillo de Torija fue levantado cuando había desaparecido la Orden y es de nueva planta como atestiguan las pruebas arqueológicas realizadas. Sus garitones y el  adarve voladizo junto con ciertos elementos decorativos nos dan la certeza de que fue levantado en el siglo XV, y no en el XIII, por lo tanto los Templarios jamás pudieron estar allí dado que la orden fue disuelta en 1312, casi trescientos años antes de construirse el castillo.

No hay documentación fiable desde 1444, en la guerra de Castilla y Navarra, con la toma de Torija, camino de Madrid, según crónica del valido  castellano Álvaro de Luna. El castillo tuvo importancia en las luchas entre los reyes de Aragón y Castilla. Durante el reinado de Juan II de Castilla y los años de don Álvaro de Luna y los infantes de Aragón que estos promovieron la guerra contra el castellano. Pese a la derrota de los infantes en Olmedo,  entre las que se encontraba Íñigo de Mendoza no lograron reconquistar las plazas de Torija y Atienza. Fue el marqués de Santillana y el arzobispo Carrillo personajes destacados en la vida de Isabel la católica que incorporaron incorporaron estos pueblos a Castilla.

En la Guerra de la Independencia, (1808-1814) el castillo fue volado por “El Empecinado”, para que no sirviera de a las tropas de Napoleón. Pero ha sido reconstruido completamente.
Se cuenta esta leyenda relacionada con los templarios de Torija:

La Orden del Temple ya llevaba años asentada en la Península Ibérica. A mediados del siglo XII se instalan en la villa de Torija. Una circunstancia que pudo promover la llegada templaria a la villa fue la existencia de una importante comunidad judía en este pueblo. Los habitantes de Torija, durante mucho tiempo, han sido conocidos como “judíos” y los Templarios pudieron asentarse en estas tierras para poder recibir influencia de los cabalistas judíos que había por todas las tierras de Guadalajara. La Orden del Temple siempre ha estado vinculada con la búsqueda del conocimiento, y en la provincia de Guadalajara vieron un centro clave para empaparse de los saberes de la mística judía, con personajes de la talla de Moisés de Guadalajara.
Los famosos monjes-guerreros llegaron al pueblo alcarreño en busca de un tesoro oculto que pertenecía al rey Salomón, situado en un lugar indeterminado del reino de Toledo, al cual pertenecía Guadalajara. Los Templarios tenían también la misión de recuperar objetos sagrados y aquellos que conformaban “el tesoro del rey Salomón”.

Ibn Idari relata que los romanos saquean el templo de Jerusalén y llevan la Mesa de Salomón a Egipto, donde permanece hasta que un grupo de cristianos la trasladan a la capital visigoda de Toledo con motivo del avance musulmán por el norte de África.
Otra teoría dice que la Mesa de Salomón real fue traída a la Península Ibérica por los judíos que huían de Israel durante la invasión de Nabuconodosor, siendo estos los primeros judíos que arribaron a unas tierras donde vivirán una historia llena de sobresaltos y penurias. 
En la memoria de los judíos de Guadalajara está presente la historia de la Mesa de Salomón, como muestra el rabino Moisés Arragel de Guadalajara en su Biblia de Alba con dibujos de cómo era la reliquia, destacando el oro.
En Toledo, un caudillo musulmán consigue un botín repleto de joyas y ornamentos, además del apoyo de una comunidad judía harta de los desprecios cristianos. Son los propios judíos quienes revelarían la ubicación exacta de la Mesa de Salomón a Tariq, que no se encontraba en Toledo, sino escondida en una población situada a dos días de la capital. El historiador Abd al-Hakam sugiere que Tariq solo se dirigió a Toledo en busca de la preciada Mesa. El desenlace acaba con la desaparición de la Mesa su-puestamente en tierras andaluzas tras ser trasladada a los dominios del califa, que pidió verla con sus propios ojos.
Hay que tener en cuenta que el nombre del caudillo se pronunciaba como “Tarij” y su evolución fonética evolucionó a “Tarija” (lo mismo ocurrió con Tarifa, en Cádiz, bautizada así en honor a este personaje).
Ximénez de Rada, (1170-1247), arzobispo e historiador, sostiene que para localizar el pueblo donde Tariq encontró la Mesa hay que seguir las siguientes indicaciones: “siguiendo la cuesta de Zulema y encima del Burgo de San Justo”. Este apartado se ha relacionado siempre con Alcalá de Henares, pero esta ciudad nunca ha sido un burgo. El único pueblo con el nombre de “Burgo” en todo el valle del río Henares es, precisamente, Torre del Burgo, poblado que nació dependiente del monasterio de Sopetrán y situado cerca de Torija, lugar que Cuenca y Del Olmo reconocen como la ciudad de la Mesa.
Queda patente que son muchos los indicios que apuntan a que Torija fue aquella localidad a la que Tariq acudió en busca de la Mesa de Salomón y donde dio con ella, según las crónicas árabes; este acontecimiento ha quedado reflejado en la toponimia del lugar, incluso en el propio nombre del pueblo. También se sabe que los Templarios se asentaron en Torija, aunque se desconocen los motivos, que sobrepasan cualquier contexto de guerra. ¿Siguieron los pasos del caudillo árabe en busca de la Mesa de Salomón? La respuesta se encuentra escondida en algún lugar de los mágicos páramos de La Alcarria.
Por otra parte, visitando el castillo pueden tener una buena información histórica del camino del Cid por tierras de la Alcarria, con un video en una sala de proyección.

También existe una planta completa dedicada a Camilo José Cela y su “Viaje a la Alcarria”, con fotos de la época.

Asimismo una mesa electrónica nos descubre los puntos más interesantes de Castilla la Mancha. También una completa información de los productos de la tierra, vinos, miel y artesanía.
 
 


LA UNIVERSIDAD LABORAL DE GIJÓN

Las Universidades Laborales fueron una instituciones de enseñanza orientadas a los hijos de los obreros y trabajadores que nacieron a partir...