viernes, 20 de diciembre de 2024

REALES ALCÁZARES – SEVILLA

Constituyen un conjunto de edificios palaciegos que tienen su origen con la dominación islámica y que fueron ampliándose sucesivamente con muy distintos sistemas constructivos.

Están situados junto a la catedral y forman en bello conjunto en el centro de la ciudad de Sevilla. Son Patrimonio de la Humanidad junto a la catedral y al Archivo de Indias.
De los alcázares árabes quedan el bello recinto amurallado que se prolongaba hasta el rio. El resto de las construcciones se fueron destruyendo por incendios, terremotos, eran cuarteles, almacenes y reformas efectuadas por orden de Carlos I. Felipe II y también los RR CC  El rey Pedro I edificó un palacio estilo mudéjar.

A principios del siglo X, Abd al-Rahman III, el entonces califa de Córdoba, ordenó la construcción de un palacio fortificado que se utilizaría como nueva sede del gobierno. Esta primera estructura se amplió en los siglos siguientes; en el siglo XI, el rey ordenó la construcción de nuevos establos y almacenes. También supervisó la construcción del palacio Al-Mubarak, que pronto se convirtió en un centro cultural de la ciudad.
Con el paso del tiempo, a través de los reinados de los almorávides y almohades, se construyeron y demolieron más de doce palacios. Hasta la fecha se conservan pocos restos. El mayor cambio de dinámica comenzó cuando los cristianos se apoderaron de Sevilla. El Alcázar se convirtió en un lugar de residencia.


Tras la conquista de la ciudad en 1248, Fernando III no realizó ninguna actualización en el Alcázar. La corte cristiana se estableció durante décadas en los antiguos espacios almohades. Entre 1252 y 1260 Alfonso X aprovechó el espacio del edificio principal para construir el palacio Gótico. Los demás edificios del Alcázar almohade fueron reformados.​ En el siglo XIV, tras el terremoto sucedido en 1356, que afectó gravemente a la ciudad, el rey Pedro I ordenó el derribo de tres edificios palatinos almohades para construir el palacio Mudéjar, que se adosó al palacio Gótico. La construcción comenzó el mismo año 135611​ y, según las inscripciones del propio Alcázar, finalizó en 1364
El siglo XVI trajo más influencia renacentista, dando como resultado lo que vemos hoy: una impresionante fusión de diversas influencias culturales.
En la actualidad, el Real Alcázar de Sevilla es uno de los lugares más importantes y más visitados del sur de España. 

Los visitantes pueden reconocerlo como el telón de fondo de los Jardines del Agua de Dorne en la exitosa serie de televisión Juego de tronos, y como escenario de varias películas notables como El reino de los cielos y Lawrence de Arabia. El palacio sigue siendo la residencia oficial de la familia real en Sevilla.
La puerta del León, situada en la muralla exterior del conjunto, supone la principal vía de acceso al recinto. 
La sala de Justicia se accede por el patio del León. Es de planta cuadrada, de estilo mudéjar y fue construida en el reinado de Alfonso XI. Desde la sala de Justicia se accede al patio del Yeso, que fue edificado a finales del siglo XII, de época almohade. El patio de la Morería es el patio principal y está presidido por la puerta del palacio de Pedro I.
La Casa de Contratación abarcaba desde la actual plaza de la Contratación, donde tenía su fachada principal, hasta la parte occidental del patio de la Montería.
Tenemos el Cuarto de Príncipe, el Patio de las Muñecas, la Sala de los Abanicos, la Alcoba Real, el Salón de Embajadores, La sala de Tapices, el Patio de Crucero, Patio de Crucero, Sala de Justicia, y mucho más.
La visita puede ser guiada por un guía oficial. También hay una página web para ver el Alcázar “on line”.


 

jueves, 19 de diciembre de 2024

LA CRUELDAD DE ENRIQUE VIII

Enrique VIII, el rey inglés, estaba casado desde 1509 con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, una reina muy querida por los ingleses pero que no lograba darle un heredero que viviera más de un par de meses, estaba realmente coladito por Ana Bolena, a la que mandaba docenas de ardientes cartas mientras esta administraba con sabiduría y contención la fogosidad del rey, enardeciéndole aún más.  

A tal punto llegó la  cosa que decidió separarse de su esposa para poder casarse de nuevo, aun cuando ello supusiese un verdadero cisma en la Iglesia y motivo de creación de la Iglesia Anglicana. Y es que Roma no estaba por la labor de la anulación, máxime siendo el todopoderoso español Carlos V sobrino de la casi santa Catalina. El que más adelante sería su enemigo Thomas Cromwell, dijo de ella: "Si no fuera por su sexo, podría haber desafiado a todos los héroes de la historia". El gran erudito Erasmo de Rotterdam dijo que a Catalina le "encantaba la buena literatura y que la había estudiado con provecho desde la niñez." Luis Vives, el importante humanista valenciano, trabajando en Londres, escribió un libro donde defendía que las mujeres tenían derecho a la educación, cosa que en aquel tiempo parecía una pérdida de tiempo. El libro fue encargado por ella y el sabio se lo dedicó, (De institutione feminae christianae).

Catalina no tuvo suerte con los partos y en los dos murieron ambos hijos. En 1513, Catalina volvió a quedarse embarazada pero falleció poco después de nacer cuando Enrique había vuelto de Francia. En diciembre de 1514 tuvo otro hijo, el príncipe Enrique, que falleció al poco tiempo. Recién en febrero de 1516, Catalina dio a luz a una hija que sobrevivió sana. María.

La muerte del varón fue para Enrique un golpe tremendo, y para toda la nación. La primera obligación de una reina era dar un hijo varón al reino, todo lo demás era secundario. A partir de ese momento se acabó la luna de miel entre Enrique y Catalina. Durante los nueve años siguiente la reina tuvo un embarazo tras otro y en esos periodos el rey se entretenía con otras mujeres. Catalina supo disimular, como lo había hecho su propia madre, ya que el asunto no era extraño por entonces. Pero Enrique se mostró respetuoso con Catalina, de momento.

Pero la figura que iba tomando forma en sus intrigas era la del cardenal Thomas Wolsey. Isabel Blount, una amante del rey tuvo un hijo de éste, que fue bautizado y Catalina fue obligada a asistir a la ceremonia, donde se le puso el nombre de Enrique Fitzroy.

Catalina comenzó a hacer muchas obras de caridad, de todo tipo. Incluso en una revuelta donde hubo sangre a los extranjeros señalados culpables de la crisis económica que asolaba Londres, Enrique ordenó ejecutar a todos los revoltosos que se habían apresado. Intercedió Catalina de rodillas ante el rey para que perdonara la vida a los culpables y Enrique cedió a la petición.

Pero la actividad de la reina no solo fue la compasión y la ayuda a los pobres, sino una importante labor para introducir el humanismo en la corte. Se rodeó con Luis vives, con Erasmo y otros.

A todo esto sucedió que Carlos V, sobrino de Catalina, decidió casarse con su prima portuguesa Isabel, lo que enfureció a Enrique que nombró caballero y otros títulos muy importantes a su hijo bastardo Enrique Fitzroy. Catalina manifestó su desagrado y el cardenal Wolsey aprovechó para quitarle todas sus damas y sustituirlas por otras afines a él. Separó a la madre de la hija, mandando a María Tudor, que tenía nueve años, al inhóspito castillo de Ludlow.

ANA BOLENA 

Mientras los ingleses ya hablaban abiertamente en la calle del asunto llamando a la Bolena  con nombres injuriosos o abiertamente ramera. Las protestas arreciaban y Enrique los convocó en las cercanías del palacio y justificó su actitud. No convenció y los abucheos a cardenales y vítores a Catalina se multiplicaban. La reina fue encerrada acusada de sedición por su comportamiento lejos de estar compungida por el pecado. Se le ordenó que permaneciese oculta y sin visitas. Pero el pueblo se acercaba donde ella residía y la aclamaban y vitoreaban mostrándole así su apoyo. Fue convocada a comparecer ante el Tribunal, ningún abogado defensor de su causa había llegado a hablar con ella y el 18 de julio de 1529 se celebró el juicio en el que el rey estaba representado por sus abogados y ella habló por si misma. Estaba tan capacitada como cualquier abogado.

El 18 de julio de 1529 se celebró el juicio ante la Corte Eclesiástica. Catalina se defendió personalmente con argumentos sólidos y bien presentados. Recurrió contra la apertura del juicio ya que estaba el asunto siendo visto en Roma.

Tres días después, en segunda comparecencia fue requerida para hablar ante el Tribunal pero ella se levantó y en lugar de responder fue hacia donde estaba el rey, se arrodilló y mirándole a los ojos le suplicó piedad, diciendo que fue virgen a su matrimonio con él, que había sido coronada como reina consorte y que le había dado varios hijos, si bien con la desgracia de que Dios se los había llevado, quedando solamente una. “Solicito humildemente que me ahorréis el sufrir este nuevo tribunal. Y si lo hacéis encomiendo a Dios mi causa”. Terminada su alocución, hizo una profunda reverencia y se marchó.  Al parecer todos estaban de acuerdo con la tesis de Enrique de que no había habido matrimonio con ella, pues había sido la verdadera esposa de su hermano.


ENRIQUE VIII

El Papa prohibió que Enrique se volviera a casar antes de haberse tomado una decisión en Roma. Wolsey había fracasado y fue despedido ese año. En intrigante cardenal Wolsey, que fue el iniciador de las tramas contra Catalina, trato de realizar un complot contra Ana Bolena para exiliarla comunicándose con el papa. Pero fue descubierto y fue arrestado y retirado falleció poco después.  Tiempo después Catalina fue desterrada de la Corte, y se concedieron sus antiguos apartamentos a Ana Bolena. Se nombró a Thomas Cranmer, el capellán de la familia Bolena, como sucesor al puesto libre de arzobispo de Canterbury.

El caso es que no mucho tiempo después de lograr casarse con Ana Bolena, aproximadamente 1000 días, tras calmar sus ansias y recibir de ella tan solo una hija, la futura Reina Isabel I, el Rey, empeñado como estaba en lograr un varón y sin ser consciente de que esta hija habría de ser la mejor gobernante que han tenido los ingleses y forjadora de todo su esplendor, terminó por acusar a la Bolena de adulterio, incesto y traición, siendo por ello condenada a morir decapitada. El juicio estuvo colmado de irregularidades y la Bolena paso de ser una mujer de innegable atractivo: «Nunca se la describió como una gran belleza, pero hasta aquellos que la aborrecían admitían que tenía un encanto exacerbado. El cutis oscuro y el pelo negro le daban un aura exótica en una cultura que veía la palidez blanca como la leche como parte imprescindible de la belleza. Tenía unos ojos especialmente notables: 'negros y hermosos' escribió un contemporáneo, mientras otro afirmó que eran 'siempre los más atractivos', y que ella 'sabía bien como usarlos con eficacia'.» (Lindsay)  a otro con supuestamente tres pechos, seis dedos... y capaz de lo peor.

"Enrique me hizo marquesa siendo plebeya; luego me hizo reina, y como una mujer ya no puede subir más alto en la tierra, ahora me quiere hacer santa en el cielo, muriendo inocente".  Esas fueron las palabras de la Bolena cuando supo de la sentencia, y no iba descaminada, ya que con el tiempo termino por ser considerada mártir en la cultura protestante y como la reina consorte más influyente de la historia de Inglaterra.

Ana solicitó ser ajusticiada con una espada en vez de con el tradicional hacha, motivo por el cual se requirió los servicios de un verdugo de París, dado que el de la Torre de Londres no era demasiado hábil con la espada. Trás llegar días después el encargado de dar fín a su vida, el alcaide fue a comunicarle tal extremo: "Señora, ya ha llegado", interesándose luego la reina por la habilidad del verdugo con la espada le contestó con gravedad: "No se conocen quejas...". "Bien de todas formas no le daré trabajo porque estos días he adelgazado", " ¡Seré conocida como La Reine sans tête (La reina sin cabeza)!"

Llegado el momento del ajusticiamiento, se presentó con el pelo recogido y vistiendo una enagua roja bajo un vestido gris oscuro de damasco, adornado con pieles. Tras decir unas palabras a los presentes se arrodilló en posición vertical (en los ajusticiamientos con espada, no había bloque en el que apoyar la cabeza) y aunque hay quien mantiene que sus damas le quitarón el tocado y le pusieron una venda sobre sus ojos, mientras ella esperaba la espada repitiendo: «a Jesucristo encomiendo mi alma; el Señor Jesús recibe mi alma.» , otros mantienen que quedó con la cabeza ladeada mirando fijamente al verdugo con sus grandes ojos, quien le dijo: "Milady, si os quedáis mirándome no puedo concentrarme y me resulta imposible dejar caer la espada". Entonces Ana se disculpó al verdugo mientras cerraba los ojos. El verdugo fue certero y solo necesitó un tajo para cumplir su misión.

Fue enterrada sin boato alguno en un ataúd poco apropiado, su cuerpo y su cabeza quedaron en un arca en un lugar una tumba sin marcar de St. Peter ad Vincula. Ni tan siquiera su hija, ya convertida en reina, hizo intento alguno de rehabilitar su memoria o dignificar el lugar de reposo de los restos de su madre. Solo tras unas reformas en tiempos de la reina Victoria se marcó el lugar donde yacen sus restos.

El retrato de Ana Bolena es obra de Frans Pourbus el Joven (1569-1622), es posterior a la muerte de Ana Bolena. Se expone en la Pinacoteca Malaespina de Pavia.

DESPIADADA VENGAZA DE NAPOLEÓN EN DOS PUEBLOS ESPAÑOLES

Al amparo de un bárbaro decreto del general Joachim Murat, el lugarteniente en España de Napoleón, Chinchón y Valdepeñas fueron arrasados y sus ciudadanos pasados a cuchillo.
Durante la guerra de la Independencia, el 27 de Diciembre de 1808, cuatro soldados franceses mueren en Chinchón a manos de las gentes del pueblo.
Todo se inició cuando una partida de soldados franceses obligó a un guarda de Colmenar a que les condujera a Aranjuez, pero éste les llevó a Chinchón, donde ese día se celebraban fiestas, produciéndose una emboscada contra los franceses en la que varios resultaron muertos.


Dos días después las tropas francesas asaltan la villa, y durante tres días de asedio, saquearon e incendiaron numerosos edificios, como la Iglesia Ntra. Sra. de Gracia con sus archivos y documentos, la iglesia del Convento de San Agustín (hoy ermita del Rosario) y el Ayuntamiento. Causan la muerte a 86 vecinos. Los que no fueron ejecutados en la villa, encontraron la muerte camino de Aranjuez, dónde estaba el cuartel de los franceses. Francisco de Goya al pasar largas temporadas en la villa, fue testigo directo de esta masacre, reflejándolo en los Desastres de la Guerra. Por aquel entonces, el pintor Francisco de Goya era vecino de la villa, dejando reflejado en uno de sus grabados la tragedia. Concretamente, en el grabado número 37 de su serie 'Desastres de la Guerra", Goya escribió en el reverso "El de Chinchón".

El otro pueblo fue Valdepeñas, que avisados al amanecer del 6 de junio de 1808 la Junta de Defensa dispuso ocultar a mujeres, niños y enfermos en las bodegas, y mandó armar a todos los hombres que quedaban con sus útiles de labranza. Por otro lado, ante la falta de hombres suficientes, las mujeres formaron un grupo de defensa, tomando las ventanas, armadas con útiles de cocina y agua hirviendo.

Destaca aquí la figura de Juana «La Galana», que luchó en la entrada de la villa cuerpo a cuerpo y armada con una porra.
Ligier-Belair ordena entrar en la villa a la caballería. El pueblo vuelve a atacar desde la calle, tejados y ventanas. El final vuelve a ser el mismo, por lo que el General francés manda entrar por las calles laterales e incendiar casa por casa todo el pueblo. Otro pelotón se situaría a las entradas del pueblo para fusilar a todo el que saliera de él huyendo del fuego. La lucha continúa, muriendo muchos quemados y otros fusilados. En total fueron incendiadas 500 casas del norte y del flanco oeste de la villa.
Al día siguiente, los franceses pudieron entrar desarmados a recoger sus cadáveres. 
El incendio no cesó en tres días, por lo que los entierros de los españoles se hicieron en pleno campo pasado este tiempo.
 

martes, 3 de diciembre de 2024

LA VERDADERA HISTORIA DEL PAIS VASCO

El nombre actual de “Euskal Herria” (Vasconia o País Vasco) aparece en escritos vascos por primera vez en el siglo XVI pero es en el siglo XIX con el surgimiento del nacionalismo cuando comienza a usarse.
El 2 de abril de 1332 se firmó en Vitoria la escritura de incorporación de Álava a Castilla.


Reino de Navarra en tiempos de Sancho VII (1194-1234)
La historia de lo que hoy conforman las tres provincias vascas está directamente vinculada a Castilla y León desde hace más de siete siglos.  Incluso entre los años 1203 y 1237, los reyes Alfonso VIll de Castilla y Fernando III de León y de Castilla impulsaron la creación de cuatro localidades costeras: Fuenterrabía, Guetaria, Motrico y Zarauz, en el futuro fueron cruciales para la presencia marítima del reino en el Cantábrico.  Los pueblos anteriores a los romanos que ocupaban las Provincias Vascongadas actuales no eran vascos sino celtíberos, los várdulos, del Bidasoa al Deva; los caristios, del Deva al Nervión, y los autrigones, del Nervión al Asón y hacia el sur alavés. Fueron los romanos los que facilitaron la expansión vascona, desde el Pirineo occidental hacia toda la zona vascongada o vasconizada actual, agrupada entonces en el convento jurídico de Calagurris, o sea, Calahorra. Creo que muchas fantasías retrospectivas sobre el País Vasco buscan su justificación y hasta su supremacía en lo más remoto ya que no pueden encontrarlas en los datos históricos y científicos. Menos todavía si se tiene un idioma que carece de literatura. Así, a mediados del siglo XVIII, un abate vasco francés, Diharce de Bidassouet, aseguró que el euskera era la lengua del Creador, y otro abate, Perocheguy, afirmó que es el idioma anterior a la Torre de Babel, mientras que el cura de Sare, Dominique Laherjuzan, dice que el vasco prueba la divinidad del Génesis. No eran necesarias tantas fantasías. En la Península Ibérica, desde los tiempos más remotos, los pueblos primitivos anteriores a la invasión celta hablaban una lengua con una serie de dialectos que hoy en gran parte pueden ser traducidos a base del vascuence. Eran los iberos, llamados así porque habitaban en Iberia, cuyo nombre procedía del gran río Iber o Ebro. Así aparece explicado con toda clase de detalles en las obras de los más importantes lingüistas y prehistoriadores, tal como se desarrolla en la obra “Los Vascos en la Historia de España”. La demostración mejor está en la toponimia de toda la Península, cubierta de nombres vascos. Para los romanos todos los habitantes del norte de la Península eran cántabros, desde Galicia hasta Cataluña, y una de sus tribus habitaba en la Navarra pirenaica hasta Jaca, lo que llamaban el “Saltus Vasconum”, que por el sur se extendía hasta el Ebro. En contra de lo que creen algunos, esa región fue romanizada y lo prueban los puertos romanos desde Irún al Nervión y la calzada de Astorga a Burdeos, que cruzaba el País Vasco y Navarra, pasando por Roncesvalles.
Pero dejemos tan remotos aunque aleccionadores antecedentes, incluso los de la tardía cristianización de la región, así como los de la resistencia de la romanizada Vasconia a la invasión de los Bárbaros y al dominio visigodo, que volvió a encerrar a los vascones en las montañas y valles del Pirineo Navarro. Vamos al reino de Pamplona, donde por primera vez aparecen esos vascones como un pueblo histórico, uno de los núcleos clave de la Reconquista. 
Ya en el año 718 los árabes habían ocupado Navarra con muy escasa resistencia. La primera vino desde Asturias, con los reyes Alfonso II y Fruela. Fue por aquellos años, ya siglo noveno, cuando apareció Íñigo Arista (Rey de Pamplona), enfrentado a los francos y afirmando una personalidad histórica plenamente hispánica. 
Lo que es totalmente falso es que existiera en España un Ducado de Vasconia independiente, lo que fue sólo un gobierno provincial del Imperio franco, con jurisdicción únicamente en Francia y dependiente de París. Es un invento de los nacionalistas sabinianos, (Sabino Arana), como el fraile Bernardino de Estella. La verdad es que el ente histórico que hoy se llama Euzkadi, con zeta como lo escribía don Sabino, o Euskal Herría, como los que quieren extender el pequeño imperio a Navarra y a Francia, nunca tuvo entidad política independiente, ni como nación ni como Estado.


REINOS EN 1360
El cambio de milenio, año 1000, eleva al trono de Navarra a Sancho Garcés III, el gran Sancho el Mayor, que convierte a su reino en el centro político y de poder de toda la España cristiana. Ocupa por conquista o por herencia todo el norte de la Península, rey de las Españas, le llaman los códices medievales, rey en León, en Castilla, en Aragón, en su Navarra, en las provincias vasconizadas, hasta Cataluña, que le rinde tributo. Él es el padre y el creador de los reyes y de los primeros grandes reinos, Castilla y Aragón, que distribuye a sus hijos. Sancho el Mayor, (“Hispaniarum Rex”), gran rey vascón, protagonista de la Historia de España. Del reino de Pamplona surge, tras unos primeros años de expansión y la posterior merma territorial a manos de Castilla y Aragón, el Reino de Navarra que se estabilizó con dos territorios diferenciados: la Alta Navarra, al sur de los Pirineos y la Baja Navarra o Navarra Continental, al norte de la cordillera pirenaica, (actual Francia). 
Se fundan Vitoria y San Sebastián, hacia el 1200 con una labor repobladora. Pero Castilla después de un largo sitio se hizo con Guipúzcoa y Álava. El nombre de las tres provincias del País Vasco aparece por primera vez en el Cronicón de Alfonso III el Magno hacia el año 880. Vasca era Munia, la mujer de Alfonso II de Asturias.  Guipúzcoa (Lipuzcoa en los Códices) se incorpora voluntaria y definitivamente a Castilla el año 1200. Todos los reyes juraron los Fueros y juraron también no enajenar jamás dicha provincia, ni aún con la dispensa del Papa. El nombre de Álava, Araba en vascuence, es de origen árabe y ya en el siglo X figura como su señor el conde de Castilla, Fernán González, siendo gobernada la provincia por las Juntas de la Cofradía de Arriaga. 
Vizcaya, Bizcaia, en el siglo IX era un conjunto de unidades tribales, pequeños señoríos, merindades, anteiglesias las Encartaciones. Al margen de leyendas, Arigorriagas, Aitores, Jaun Zuria..., las diversas zonas de Vizcaya se fueron incorporando al naciente condado de Castilla y de modo completo a la Corona en 1379. 
Merindades, Villas, Señoríos ,Anteiglesias y otras son denominaciones de formas de administración que dependían de la Corona de Castilla. 
Bilbao fue fundada el año 1300 por Don Diego López de Haro, noble castellano, reinando Juan I de Castilla. Desde aquellos tiempos, los vascos en general fueron conocidos en la historia como los “vizcaínos”. Y los reyes, primero de Castilla y luego de la España unida por los Reyes Católicos, juraron los fueros bajo el roble de Guernica. 
En la guerra civil en Castilla por el dominio de España entre Castilla y Aragón en 1366-1367, el rey Pedro el Cruel, que había perdido el dominio de la mayor parte de Castilla. Pidió ayuda a Eduardo, príncipe de Gales, heredero de Inglaterra (llamado “el príncipe negro”) y a cambio prometió entregarle el Señorío de Vizcaya, incluyendo la villa de Castro Urdiales. 
Al principio pareció que esta alianza funcionaba. El ejército castellano-francés de Enrique fue derrotado por fuerzas inglesas en la batalla de Nájera,(abril de 1367). Pedro recuperó el trono castellano y el príncipe inglés pidió su recompensa. Pero entonces el rey Pedro le dijo que muy pronto todos los castillos y villas de Vizcaya le reconocerían como soberano pero en privado envió cartas a los caballeros de Vizcaya. La decisión quedó en manos de los linajes señoriales de Vizcaya. Si éstos hubiesen pensado que Vizcaya estaba oprimida por las armas por Castilla y no se hubiesen sentido castellanos tenían una oportunidad de oro para separarse de Castilla y de España para siempre. Pero hicieron todo lo contrario. Como indica el célebre historiador vizcaíno del siglo XIX Labayru, los caballeros vascos les dijeron claramente a los enviados ingleses que “Vizcaya nunca aceptaría como Señor a un príncipe extranjero”. El famoso cronista contemporáneo y futuro Canciller de Castilla, el alavés Pedro López de Ayala afirma en su célebre “Crónica sobre este periodo de la historia de España: “el príncipe de Gales no ovo la tierra de Vizcaya por cuanto los naturales de la tierra sabían non placía al rey fuese aquella tierra del príncipe”. Es decir, los vizcaínos optaron por la lealtad a Castilla. Quedó bien clara de nuevo la hispanidad vasca y vizcaína, quienes, junto a alaveses y guipuzcoanos llenarían las filas del ejército castellano del rey Enrique unos años más tarde en la guerra contra Navarra. Además la muerte del último señor de Vizcaya, don Tello, vasallo del rey de Castilla, propiciaría la unión definitiva entre Vizcaya y la Corona de Castilla, en 1369. 


En 1512 Fernando el católico conquista el reino de Navarra y aunque se había previsto adcribir a la Corona de Aragón, fue incorporado a Castilla, seguramente porque estaba más protegido. En el escudo todavía figura partido con los palos de Aragón.  Ni antes ni después ha existido nunca reseña emblemática ni en los escudos de los reinos, ni ya en otra época hasta el año 1978. 
Los vascos fueron siempre leales a los monarcas y Fernando e Isabel, que mostraron su preferencia por las tierras vascongadas. De allí salieron muchos de sus embajadores, grandes capitanes, almirantes, secretarios y ministros. Y lo mismo ocurrió con Carlos I y con Felipe II. Muchos de ellos, efectivamente, fueron protagonistas de grandes hechos por Europa, en el Mediterráneo y en el descubrimiento, conquista y colonización de las Españas de Ultramar, siempre al servicio de la Corona. Durante la Edad Moderna los vascos sobresalieron sobre todo por las artes náuticas, siendo famosos grandes navegantes y exploradores de la talla de Andrés de Urdaneta, Cosme Damián Churruca, Juan Sebastián Elcano, Juan de Garay, Francisco de Argañaraz y Murguía, Ignacio María de Álava, Blas de Lezo, Miguel López de Legazpi, Juan Martínez de Recalde y Antonio de Oquendo, entre otros muchos. 
Saltando de siglo en siglo, llegamos al XVIII, en el que los vascos fueron honor y gloria de España en el comercio, la navegación y la cultura. No hubo ni una sola gota de antiespañolismo y demostraron su patriotismo nacional, no reñido con su gran amor a su tierra vasca. Recordemos a los Caballeritos de Azcoitia, a la Real Sociedad Guipuzcoana de Cracas, y la Vascongada de Amigos del País. Los vascos lucharon contra la Convención Francesa, como habían combatido al lado de Castilla en favor de Felipe V y más tarde con valor y lealtad a la Corona en la Guerra de la Independencia. Todos sabemos que la mayor parte del País Vasco estuvo a favor de los carlistas. No contra España sino contra los gobiernos liberales con gotas masónicas de la época, no contra la unidad sino para “llevar al rey Don Carlos a la Corte de Madrid”. De la tergiversación política del carlismo nació el primer nacionalismo mal entendido, sectario, clericoide y excluyente. Y frente a opiniones equivocadas puede asegurarse que el carlismo fue siempre español como lo fueron los liberales vascos y más tarde, ya en el siglo XX, los socialistas. En plena guerra de 1936 a 1939, los carlistas lucharon en el bando nacional, y el gobierno del Frente Popular de la II República dio al PNV, a cambio de unirse a su bando, un Estatuto, muy inferior en atribuciones al de la actual Constitución. En aquella guerra, hace ya más de sesenta años, hubo vascos en los dos bandos. Baste recordar los Tercios de Begoña, de la Virgen Blanca, de San Ignacio... aparte de los famosos de Navarra. Y a los gudaris, en el otro bando, los que fueron a conquistar Villarreal de Álava y a defender el cinturón de hierro de Bilbao. La lista de grandes vascos, grandes españoles a lo largo de la historia y en los siglos XX y XXI, sería interminable. En estas líneas, a vuelapluma, no he hecho sino resumir en apretada síntesis algunos de los títulos del índice de mi obra “Los Vascos en la Historia de España”. He querido, como dice el profesor don Julián Marías, “combatir la ignorancia histórica que está adquiriendo proporciones inquietantes y está imponiendo la desfiguración negativa del pasado”. Y lo que es más triste, con la complicidad enfermiza con el terrorismo y la ceguera de algunas gentes “conservadoras”, hasta cientos de eclesiásticos que no quieren oír la voz del Sumo Pontífice.

 
Fuente: José Antonio Vaca de Osma. Embajador de España
“España en la Edad Media” 
 

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