Enrique VIII, el rey inglés, estaba casado desde 1509 con Catalina de Aragón, hija de los Reyes Católicos, una reina muy querida por los ingleses pero que no lograba darle un heredero que viviera más de un par de meses, estaba realmente coladito por Ana Bolena, a la que mandaba docenas de ardientes cartas mientras esta administraba con sabiduría y contención la fogosidad del rey, enardeciéndole aún más.
A tal punto llegó la cosa que decidió separarse de su esposa para poder casarse de nuevo, aun cuando ello supusiese un verdadero cisma en la Iglesia y motivo de creación de la Iglesia Anglicana. Y es que Roma no estaba por la labor de la anulación, máxime siendo el todopoderoso español Carlos V sobrino de la casi santa Catalina. El que más adelante sería su enemigo Thomas Cromwell, dijo de ella: "Si no fuera por su sexo, podría haber desafiado a todos los héroes de la historia". El gran erudito Erasmo de Rotterdam dijo que a Catalina le "encantaba la buena literatura y que la había estudiado con provecho desde la niñez." Luis Vives, el importante humanista valenciano, trabajando en Londres, escribió un libro donde defendía que las mujeres tenían derecho a la educación, cosa que en aquel tiempo parecía una pérdida de tiempo. El libro fue encargado por ella y el sabio se lo dedicó, (De institutione feminae christianae).
Catalina no tuvo suerte con los partos y en los dos murieron ambos hijos. En 1513, Catalina volvió a quedarse embarazada pero falleció poco después de nacer cuando Enrique había vuelto de Francia. En diciembre de 1514 tuvo otro hijo, el príncipe Enrique, que falleció al poco tiempo. Recién en febrero de 1516, Catalina dio a luz a una hija que sobrevivió sana. María.La muerte del varón fue para Enrique un golpe tremendo, y
para toda la nación. La primera obligación de una reina era dar un hijo varón
al reino, todo lo demás era secundario. A partir de ese momento se acabó la
luna de miel entre Enrique y Catalina. Durante los nueve años siguiente la
reina tuvo un embarazo tras otro y en esos periodos el rey se entretenía con
otras mujeres. Catalina supo disimular, como lo había hecho su propia madre, ya
que el asunto no era extraño por entonces. Pero Enrique se mostró respetuoso
con Catalina, de momento.
Pero la figura que iba tomando forma en sus intrigas era la
del cardenal Thomas Wolsey. Isabel Blount, una amante del rey tuvo un hijo de
éste, que fue bautizado y Catalina fue obligada a asistir a la ceremonia, donde
se le puso el nombre de Enrique Fitzroy.
Catalina comenzó a hacer muchas obras de caridad, de todo
tipo. Incluso en una revuelta donde hubo sangre a los extranjeros señalados
culpables de la crisis económica que asolaba Londres, Enrique ordenó ejecutar a
todos los revoltosos que se habían apresado. Intercedió Catalina de rodillas
ante el rey para que perdonara la vida a los culpables y Enrique cedió a la
petición.
Pero la actividad de la reina no solo fue la compasión y la
ayuda a los pobres, sino una importante labor para introducir el humanismo en
la corte. Se rodeó con Luis vives, con Erasmo y otros.
A todo esto sucedió que Carlos V, sobrino de Catalina,
decidió casarse con su prima portuguesa Isabel, lo que enfureció a Enrique que
nombró caballero y otros títulos muy importantes a su hijo bastardo Enrique
Fitzroy. Catalina manifestó su desagrado y el cardenal Wolsey aprovechó para
quitarle todas sus damas y sustituirlas por otras afines a él. Separó a la
madre de la hija, mandando a María Tudor, que tenía nueve años, al inhóspito
castillo de Ludlow.
ANA BOLENA
Mientras los ingleses ya hablaban abiertamente en la calle
del asunto llamando a la Bolena con
nombres injuriosos o abiertamente ramera. Las protestas arreciaban y Enrique
los convocó en las cercanías del palacio y justificó su actitud. No convenció y
los abucheos a cardenales y vítores a Catalina se multiplicaban. La reina fue
encerrada acusada de sedición por su comportamiento lejos de estar compungida
por el pecado. Se le ordenó que permaneciese oculta y sin visitas. Pero el
pueblo se acercaba donde ella residía y la aclamaban y vitoreaban mostrándole
así su apoyo. Fue convocada a comparecer ante el Tribunal, ningún abogado
defensor de su causa había llegado a hablar con ella y el 18 de julio de 1529
se celebró el juicio en el que el rey estaba representado por sus abogados y
ella habló por si misma. Estaba tan capacitada como cualquier abogado.
El 18 de julio de 1529 se celebró el juicio ante la Corte
Eclesiástica. Catalina se defendió personalmente con argumentos sólidos y bien
presentados. Recurrió contra la apertura del juicio ya que estaba el asunto
siendo visto en Roma.
Tres días después, en segunda comparecencia fue requerida
para hablar ante el Tribunal pero ella se levantó y en lugar de responder fue
hacia donde estaba el rey, se arrodilló y mirándole a los ojos le suplicó
piedad, diciendo que fue virgen a su matrimonio con él, que había sido coronada
como reina consorte y que le había dado varios hijos, si bien con la desgracia
de que Dios se los había llevado, quedando solamente una. “Solicito
humildemente que me ahorréis el sufrir este nuevo tribunal. Y si lo hacéis encomiendo
a Dios mi causa”. Terminada su alocución, hizo una profunda reverencia y se
marchó. Al parecer todos estaban de
acuerdo con la tesis de Enrique de que no había habido matrimonio con ella,
pues había sido la verdadera esposa de su hermano.
El Papa prohibió que Enrique se volviera a casar antes de haberse tomado una decisión en Roma. Wolsey había fracasado y fue despedido ese año. En intrigante cardenal Wolsey, que fue el iniciador de las tramas contra Catalina, trato de realizar un complot contra Ana Bolena para exiliarla comunicándose con el papa. Pero fue descubierto y fue arrestado y retirado falleció poco después. Tiempo después Catalina fue desterrada de la Corte, y se concedieron sus antiguos apartamentos a Ana Bolena. Se nombró a Thomas Cranmer, el capellán de la familia Bolena, como sucesor al puesto libre de arzobispo de Canterbury.
El caso es que no mucho tiempo después de lograr casarse con
Ana Bolena, aproximadamente 1000 días, tras calmar sus ansias y recibir de ella
tan solo una hija, la futura Reina Isabel I, el Rey, empeñado como estaba en
lograr un varón y sin ser consciente de que esta hija habría de ser la mejor
gobernante que han tenido los ingleses y forjadora de todo su esplendor,
terminó por acusar a la Bolena de adulterio, incesto y traición, siendo por
ello condenada a morir decapitada. El juicio estuvo colmado de irregularidades
y la Bolena paso de ser una mujer de innegable atractivo: «Nunca se la
describió como una gran belleza, pero hasta aquellos que la aborrecían admitían
que tenía un encanto exacerbado. El cutis oscuro y el pelo negro le daban un
aura exótica en una cultura que veía la palidez blanca como la leche como parte
imprescindible de la belleza. Tenía unos ojos especialmente notables: 'negros y
hermosos' escribió un contemporáneo, mientras otro afirmó que eran 'siempre los
más atractivos', y que ella 'sabía bien como usarlos con eficacia'.»
(Lindsay) a otro con supuestamente tres
pechos, seis dedos... y capaz de lo peor.
"Enrique me hizo marquesa siendo plebeya; luego me hizo reina, y como una mujer ya no puede subir más alto en la tierra, ahora me quiere hacer santa en el cielo, muriendo inocente". Esas fueron las palabras de la Bolena cuando supo de la sentencia, y no iba descaminada, ya que con el tiempo termino por ser considerada mártir en la cultura protestante y como la reina consorte más influyente de la historia de Inglaterra.
Ana solicitó ser ajusticiada con una espada en vez de con el
tradicional hacha, motivo por el cual se requirió los servicios de un verdugo
de París, dado que el de la Torre de Londres no era demasiado hábil con la
espada. Trás llegar días después el encargado de dar fín a su vida, el alcaide
fue a comunicarle tal extremo: "Señora, ya ha llegado", interesándose
luego la reina por la habilidad del verdugo con la espada le contestó con
gravedad: "No se conocen quejas...". "Bien de todas formas no le
daré trabajo porque estos días he adelgazado", " ¡Seré conocida como
La Reine sans tête (La reina sin cabeza)!"
Llegado el momento del ajusticiamiento, se presentó con el pelo recogido y vistiendo una enagua roja bajo un vestido gris oscuro de damasco, adornado con pieles. Tras decir unas palabras a los presentes se arrodilló en posición vertical (en los ajusticiamientos con espada, no había bloque en el que apoyar la cabeza) y aunque hay quien mantiene que sus damas le quitarón el tocado y le pusieron una venda sobre sus ojos, mientras ella esperaba la espada repitiendo: «a Jesucristo encomiendo mi alma; el Señor Jesús recibe mi alma.» , otros mantienen que quedó con la cabeza ladeada mirando fijamente al verdugo con sus grandes ojos, quien le dijo: "Milady, si os quedáis mirándome no puedo concentrarme y me resulta imposible dejar caer la espada". Entonces Ana se disculpó al verdugo mientras cerraba los ojos. El verdugo fue certero y solo necesitó un tajo para cumplir su misión.
Fue enterrada sin boato alguno en un ataúd poco apropiado,
su cuerpo y su cabeza quedaron en un arca en un lugar una tumba sin marcar de
St. Peter ad Vincula. Ni tan siquiera su hija, ya convertida en reina, hizo
intento alguno de rehabilitar su memoria o dignificar el lugar de reposo de los
restos de su madre. Solo tras unas reformas en tiempos de la reina Victoria se
marcó el lugar donde yacen sus restos.
El retrato de Ana Bolena es obra de Frans Pourbus el Joven (1569-1622), es
posterior a la muerte de Ana Bolena. Se expone en la Pinacoteca Malaespina de
Pavia.