Al amparo de un bárbaro decreto del general Joachim Murat, el lugarteniente en España de Napoleón,
Chinchón y Valdepeñas fueron arrasados y sus ciudadanos pasados a cuchillo.
Durante la guerra de la Independencia, el 27 de Diciembre de 1808, cuatro soldados franceses mueren en Chinchón a manos de las gentes del pueblo.
Todo se inició cuando una partida de soldados franceses obligó a un guarda de Colmenar a que les condujera a Aranjuez, pero éste les llevó a Chinchón, donde ese día se celebraban fiestas, produciéndose una emboscada contra los franceses en la que varios resultaron muertos.
Durante la guerra de la Independencia, el 27 de Diciembre de 1808, cuatro soldados franceses mueren en Chinchón a manos de las gentes del pueblo.
Todo se inició cuando una partida de soldados franceses obligó a un guarda de Colmenar a que les condujera a Aranjuez, pero éste les llevó a Chinchón, donde ese día se celebraban fiestas, produciéndose una emboscada contra los franceses en la que varios resultaron muertos.
Dos días después las tropas francesas asaltan la villa, y durante tres días de asedio, saquearon e incendiaron numerosos edificios, como la Iglesia Ntra. Sra. de Gracia con sus archivos y documentos, la iglesia del Convento de San Agustín (hoy ermita del Rosario) y el Ayuntamiento. Causan la muerte a 86 vecinos. Los que no fueron ejecutados en la villa, encontraron la muerte camino de Aranjuez, dónde estaba el cuartel de los franceses. Francisco de Goya al pasar largas temporadas en la villa, fue testigo directo de esta masacre, reflejándolo en los Desastres de la Guerra. Por aquel entonces, el pintor Francisco de Goya era vecino de la villa, dejando reflejado en uno de sus grabados la tragedia. Concretamente, en el grabado número 37 de su serie 'Desastres de la Guerra", Goya escribió en el reverso "El de Chinchón".
El otro pueblo fue Valdepeñas, que avisados al amanecer del
6 de junio de 1808 la Junta de Defensa dispuso ocultar a mujeres, niños y
enfermos en las bodegas, y mandó armar a todos los hombres que quedaban con sus
útiles de labranza. Por otro lado, ante la falta de hombres suficientes, las
mujeres formaron un grupo de defensa, tomando las ventanas, armadas con útiles
de cocina y agua hirviendo.
Destaca aquí la figura de Juana «La Galana», que luchó en la
entrada de la villa cuerpo a cuerpo y armada con una porra.
Ligier-Belair ordena entrar en la villa a la caballería. El pueblo vuelve a atacar desde la calle, tejados y ventanas. El final vuelve a ser el mismo, por lo que el General francés manda entrar por las calles laterales e incendiar casa por casa todo el pueblo. Otro pelotón se situaría a las entradas del pueblo para fusilar a todo el que saliera de él huyendo del fuego. La lucha continúa, muriendo muchos quemados y otros fusilados. En total fueron incendiadas 500 casas del norte y del flanco oeste de la villa.
Al día siguiente, los franceses pudieron entrar desarmados a recoger sus cadáveres.
Ligier-Belair ordena entrar en la villa a la caballería. El pueblo vuelve a atacar desde la calle, tejados y ventanas. El final vuelve a ser el mismo, por lo que el General francés manda entrar por las calles laterales e incendiar casa por casa todo el pueblo. Otro pelotón se situaría a las entradas del pueblo para fusilar a todo el que saliera de él huyendo del fuego. La lucha continúa, muriendo muchos quemados y otros fusilados. En total fueron incendiadas 500 casas del norte y del flanco oeste de la villa.
Al día siguiente, los franceses pudieron entrar desarmados a recoger sus cadáveres.
El incendio no cesó en tres días, por lo que los
entierros de los españoles se hicieron en pleno campo pasado este tiempo.