sábado, 1 de marzo de 2025

AL-ANDALUS SIGLO XIII - (Parte 9)

 

Muere Alfonso VIII de Castilla, el vencedor de la batalla de las Navas en 1214, y le sucede su hijo Enrique I de Castilla, pero muere y por asuntos de herencia sube al trono Alfonso IX de León.

Un año antes de morir, en 1229 Alfonso IX de León logra tomar Cáceres y en marzo de 1230 Badajoz es tomada por las tropas de Alfonso IX de León. Muere el rey y hereda Fernando III, (el santo), que recibe de su madre Berenguela, el reino de Castilla y de su padre (en 1230) el reino de León, por lo que se unieron definitivamente ambos reinos.
Nace así la Corona de Castilla-León se unen los reinos y las Taifas y señoríos conquistados a los árabes, Córdoba, Jaén, Murcia y Sevilla. Fernando el santo fue el rey que conquistó Córdoba en 1236, en noviembre de 1248, tomó Sevilla.

FERNANDO III, EL SANTO 

El reino Taifa de Murcia abarcaba por entonces casi todo Al-Andalus, (1228-1266).
Por el reino de Aragón, en tan solo dieciséis años, entre 1229 y 1245, Jaime I de Aragón conquistó gran parte de lo que ya desde 1238 se constituyó como Reino de Valencia. La isla de Ibiza fue conquistada en 1235. Desde 1229 a 1232 luchó por tomar Mallorca y la consiguió y Mallorca se constituyó en reino, uno más de la Corona de Aragón.  Consiguió someter Menorca.
Desde 1232 a 1238 conquistó parte de Valencia, Burriana, Peñíscola y Castellón, en los años siguiente tomó Alcira y Valencia, tras duro asedio y más tarde el resto hasta el límite con Castilla.
En febrero de 1236 llegó Fernando III a Córdoba con su ejército. Los cordobeses esperaron la ayuda de Ibn Hud, que no venía desde Murcia, por lo que iniciaron negociaciones de rendición con Fernando III. Al no aceptar las condiciones del rey para evacuar la ciudad, propició que la ciudad de Córdoba se rindiese en junio de aquel año. En las negociaciones se estableció una tregua de seis años y el pago de parias.
Después de la caída de Córdoba, Ibn Hud se instaló en Almería. A principios de 1238 fue asesinado por el gobernador de Almería, que inmediatamente se alzó con el poder en aquella ciudad. Se anexionó también el territorio almeriense. Numerosas villas y castillos cordobeses fueron anexionados mediante pactos o por las armas. El poder almohade se estaba perdiendo rápidamente y fueron incapaces de socorrer a los musulmanes de Al-Ándalus mientras Fernando III avanzaba por el valle del Guadalquivir.

ALFONSO X, EL SABIO 

Mientras su hijo, Alfonso X el sabio estaba en la reconquista de Levante. Y se estableció en Murcia  firmando un acuerdo con el rey en 1243, viendo éste el peligro al haber tomado Jaime I Valencia. En 1244 se concertó el matrimonio de Violante, la hija de Jaime I, con Alfonso X.
Al año siguiente Jaime conquista Játiva y Alcira.
En 1246 Ibn al-Yadd expulsó al gobernador y quedó como principal de Sevilla, firmando una tregua con Fernando III. Los elementos contrarios a este acuerdo le asesinaron y su líder, Axataf, pasó a ser el nuevo gobernante de Sevilla.
En 1246 el Rey Muhammad ibn Nasr, rindió vasallaje y entregó la ciudad de Jaén a Fernando III, consiguiendo que el nuevo Reino Nazarí de Granada perdurase.
Después de la toma de Jaén en 1246, Fernando III devastó los campos sevillanos de Carmona, Lora y otros, como preparación al asedio a Sevilla para el año siguiente, dominando así todo el valle del Guadalquivir. La conquista de Sevilla no era fácil y se llevó de manera simultánea por tierra y por el río. Ordenó la formación de una flota. Eso les privó a los musulmanes de los refuerzos procedentes de África. Mientras las plazas cercanas fueron atacadas por las tropas castellano-leonesas y se procedió al asedio de Sevilla. La ciudad quedó aislada del castillo de Triana y no tuvo más remedio que rendirse. Después Fernando bajó por el Guadalquivir con dos compañías de saqueo, liquidando las resistencias restantes de las Marismas y de la comarca del estrecho de Gibraltar, Jerez, Arcos, Medina Sidonia y otras ciudades gaditanas como Puerto de Santa María, Sanlúcar, Rota y Trebujena. En estas actividades estuvo implicado el príncipe Alfonso, ejerciendo labores de gobierno, dada la mala salud de su padre. Sólo quedaba Cádiz y Niebla. Pero se registra la excepción del Algarve y Granada, que se declaró vasallo del rey castellano y que como sabemos aguantó hasta 1492.
Muere Fernando III el santo, en 1252. Su hijo Alfonso X, el sabio, continuó la lucha contra las Taifas musulmanas. En 1248 Jerez de Jerez de la Frontera cae a manos de Alfonso X de Castilla, el sabio, el puerto de Rabat en 1260 y conquistó Cádiz en 1262
Por el lado aragonés en 1266 Jaime I sometió Murcia e inició un proceso de repoblación con catalanes y aragoneses, devolviendo luego Murcia a Alfonso X de Castilla.
Muhammad I, fue el primer rey de Granada entre 1238 y 1273,y  fundador de la dinastía nazarí.

JAIME I DE ARAGÓN 

Después de 1266, en Granada, los reyes de Castilla, cobraban un tributo a sus homólogos nazaríes. Un tributo en oro, porque Granada era la puerta del oro africano.
El reino nazarí ocupaba una franja que comprendía desde la punta de Tarifa hasta un 30 km. Al este de Almería. Con un anchura de unos 100 kilómetros.
Aquí aparecen los Benimerines, nombre castellanizado que reciben los Banu Marin, miembros de un imperio de origen bereber. Se movieron al norte de África y tomaron Fez en 1244, convirtiéndola en su capital. Una vez instalados declararon la guerra a los debilitados almohades con la ayuda de mozárabes mercenarios. En 1269 se capturó Marrakech y se hizo con el control de gran parte del Magreb.
La línea defensiva nazarí se centraba en Tarifa y las plazas fuertes como Jimena de la Frontera y Castellar de la Frontera que defendían el acceso a Málaga. Otras poblaciones menores eran Algeciras y Gibraltar.
El rey de Granada por entonces, Muhammad II conseguirá derrotarlos en 1273. Un año después concertó un tratado con Alfonso X por el cual el soberano nazarí daba  una fuerte cantidad en plata.
La presión a la que estaba sometido el nazarí le obligó a solicitar nuevamente ayuda a los benimerines, que esta vez acudieron. Las tropas del sultán Abu Yusuf desembarcaron en Tarifa el 13 de mayo de 1275 convirtiéndola en su base de operaciones desde donde saquearon los campos próximos a Jerez de la Frontera, los benimerines dirigidos por el sultán saquearon las tierras de Sevilla, Córdoba y Jaén.  Finalmente Abu Yusuf volvió a saquear los campos de Sevilla y Jerez antes de retirarse.
En 1277 regresó a la península y emprendió razias contras las poblaciones de Sevilla. A finales de año el sultán sitió a Córdoba, saqueando los arrabales. Alfonso X ante este panorama solicitó la paz, que fue firmada en 1278 en Algeciras. Abu Yusuf regresaba nuevamente a Marruecos. Alfonso X decidió romper la tregua e inicia el sitio de Algeciras. El nazarí Muhammad preparó una armada y ayudó a su aliado norteafricano. El fracaso castellano se completó con un desastre naval.
En 1279 se entrevistaron Alfonso X y Abu Yusuf en la ciudad de Algeciras para concretar una alianza militar contra Granada. Las tropas castellanas asolaron la Vega de Granada hasta la derrota castellana en la batalla de Moclín, en julio de 1280. Los benimerines atacaron la serranía malagueña. La paz se alcanzó en 1281 siendo devueltas las poblaciones a los nazaríes.

JAIME I 

Los benimerines se hacen con las poblaciones de Estepona y Fuengirola; al tiempo que ponían sitio a Málaga. Muhammad II aprovechó la situación para acercarse al hijo de Abu Yusuf, Abu Yaqub, para que intercediera ante su padre para negociar una paz. La acción tuvo éxito y ese año se firmó una alianza, con ello los benimerines rompieron su alianza con Castilla y saquearon las tierras de Sevilla, Carmona, Écija y sometieron a asedio a Jerez. Ese mismo año Granada firmaba una alianza con la corona de Aragón.
Con la muerte de Abu Yusuf en 1286 le sucedió su hijo quien devolvió las plazas y firmó la paz con Castilla. En 1291 Jaime II ponen fin a la enemistad con Castilla y firma el Tratado de Monteagudo que garantizaba seguir la guerra contra los musulmanes. La situación cambia nuevamente cuando los benimerines rompieron la tregua.
Las tropas castellanas tomaron Tarifa en 1292, pero el rey Sancho IV se negó a ceder la plaza lo que provocó que Muhammad II firmara la paz con los Benimerines (1295). Los benimerines, apoyados por el infante Juan de Castilla que se hallaba en rebeldía contra su hermano Sancho IV, fracasaron en el asedio de 1294 a Tarifa, defendida por Guzmán el Bueno.

JAIME I ENTRA EN VALENCIA  

El emir nazarí realizó las negociaciones diplomáticas para oponerse al reino de Castilla. La paz con los benimerines le permitió recuperar las plazas de Algeciras y Ronda, a lo que le siguió la alianza con Aragón en 1296 justo cuando el rey conquistaba el reino de Murcia, aprovechando la crisis entre el rey castellano y los regentes.

viernes, 28 de febrero de 2025

MAPUCHES - MALONES

 Los mapuches son el pueblo indígena más numeroso de Chile y Argentina. También se les llama araucanos que es un nombre dado por los españoles a los indígenas que habitaban la región histórica de Arauco en el siglo XVI.
El explorador y conquistador español de aquella región fue Pedro de Valdivia. Tuvo que vérselas con muchas tribus, una de ellas fueron los “araucanos”.

Valdivia citó para reunirse con un contingente de hombres en Tucapel el día de Navidad para repoblar un fuerte en esa región. Las noticias de un inminente ataque, propaladas por los indios, hicieron que su  lugarteniente demorara en un día su partida con sus hombres. Así quedaron divididas las fuerzas españolas. La estrategia de la división fue del indio  Lautaro, un joven mapuche que los españoles habían  capturado cuando tenía unos once años.
La Navidad de 1553 fue trágica para los conquistadores. Desoyendo la amenaza que presentaban los indios y subestimando sus fuerzas, Valdivia partió en una expedición hacia Tucapel, donde sus enemigos atacarían y quemarían el fuerte el día 25 de diciembre. Preguntados dieron: “Qué quiere nuestra señoría que hagamos, sino que peleemos y muramos”, fue la última consigna de los españoles, que se vieron rodeados sin posibilidad de vencer a unos mapuche que les superaban en número y les habían emboscado por sorpresa.
Mientras sus hombres se entregaban, suicidas, al enemigo, se dice que Pedro de Valdivia intentó huir, abandonando la formación y suponiendo que los indios, distraídos, no iban a perseguirlo. Pero Lautaro personalmente lo perseguiría hasta una ciénaga en la que cayó su caballo y donde el conquistador fue apresado y tratado con violencia: despojado de sus ropas y humillado. Fue asesinado, desollado y, si la crónica es cierta, posteriormente devorado con brutalidad.
No os perdáis “Inés del alma mía” serie hispano-chilena sobre Inés Suárez y Pedro de Valdivia.

Los Araucanos (El Arauco es una región independiente, donde vivía una etnia amerindia, conquistada por Chile y Argentina a fines del siglo XIX), se hallaban parcialmente bajo el dominio o influenciados por el Imperio inca y en su mayoría se sometieron a los conquistadores, pero quienes vivían en el territorio al sur eran totalmente independientes de los incas y se opusieron también a los españoles en la llamada Guerra de Arauco. A fines del siglo XIX, los estados argentino y chileno ocuparon los territorios habitados por mapuches autónomos, mediante operaciones militares llamadas “Conquista del Desierto” y «Pacificación de la Araucanía».
El sistema económico estaba basado en la caza y la horticultura convirtiéndose en un pueblo campesino luego de la radicación forzosa en terrenos asignados por los gobiernos de Chile y Argentina. Actualmente los mapuches sufren de discriminación racial y social en sus relaciones con el resto de la sociedad, y una gran cantidad viven en la pobreza.

La Conquista del Desierto fue una campaña militar llevada a cabo entre 1878 y1885 por el gobierno de la República Argentina principalmente contra las etnias o tribus mapuche y tehuelche, que logró el objetivo de ejercer el efectivo dominio del territorio. Juan Manuel de Rosas emprendió una exitosa campaña contra las tribus indígenas conocida como Campaña de Rosas al Desierto. El 5 de marzo de 1872 el cacique mapuche Calfucurá inició la llamada invasión grande a la provincia de Buenos Aires. Popularmente se le denominó “malón” a los ataques de los indios a poblaciones criollas. Atacaron los pueblos de General Alvear, Veinticinco de Mayo y Nueve de Julio, resultando muertos gran cantidad de criollos, tomando cautivos a los blancos y robando ganado. 

Los indios con frecuencia asaltaban los asentamientos fronterizos, robaban caballos y ganado, y las mujeres y niños capturados eran esclavizados u ofrecidos como esposas a los guerreros. Se firmó un tratado de paz con el cacique  Catriel, que éste rompió corto tiempo después, cuando atacó a las localidades bonaerenses de Tres Arroyos, Tandil, Azul y otros pueblos y granjas en un ataque incluso más sangriento que el de 1872. Las cifras hablan de 5000 indios que arrasaron Azul, Olavarría y otros lugares vecinos. Hacia la década de 1870 los continuos ataques masivos que desde el dominio indígena practicaban los aborígenes contra las estancias y poblados, mediante los malones dificultaban el progreso de la región y del país. El general Julio Argentino Roca fue nombrado nuevo ministro de Guerra por el presidente Avellaneda. Roca creía que la única solución contra la amenaza de los indígenas era subyugarlos, expulsarlos, o asimilarlos. La política de contención del indio en las fronteras no había dado resultados satisfactorios. Roca presentó su proyecto de realizar una serie de incursiones militares llamadas en su conjunto “conquista del desierto” que se llevarían a cabo con una conjunción entre fuerzas militares nacionales más guerreros de las tribus aliadas. La finalidad era dar por término a los constantes ataques indios, y al mismo tiempo, incorporar a los esquemas productivos de la Argentina los territorios pampeanos y patagónicos donde las distintas tribus amerindias habitaban, afianzando definitivamente la soberanía nacional.
Roca creía que la única solución contra la amenaza de los indígenas era subyugarlos, expulsarlos, o asimilarlos.
Fue una falacia, porque aquello de "patacón por oreja", que hizo que prácticamente desapareciesen del mapa la mayoría de las diferentes tribus de todo el país, que fueron sencillamente aniquiladas.
Tanto unos como otros estaban dispuestos a defender lo suyo


miércoles, 26 de febrero de 2025

BATALLA DE CARTAGENA DE INDIAS – 1741

La “Guerra del Asiento” fue un conflicto bélico que duró de 1739 a 1748, en el que se enfrentaron las flotas y tropas del Reino de Gran Bretaña y del Imperio español principalmente en el área del Caribe.
En el Tratado de Utrecht, (1713), para el fin de la Guerra de Sucesión española, negociado a espaldas de España por ingleses y franceses, se había perdido para España Menorca y Gibraltar y los británicos obtuvieron
junto con el denominado “Asiento de negros” (Derecho a proporcionar esclavos africanos a las colonias de la América española), también la concesión del “Navío de permiso” que permitía el comercio directo de Gran Bretaña con la América española por el volumen de mercancías que pudiese transportar un barco de quinientas toneladas de capacidad.


Se crea así un precedente para que el Caribe se llene de contrabandistas de todo pelaje. El “Asiento” era un permiso de monopolio del “Asiento de negros”, es decir, la trata de esclavos, que fue concedido en alquiler a la empresa inglesa South Sea Company, gracias al cual podía enviar a América un total de 144.000 esclavos. Inglaterra había solicitado que sea durante diez años, pero el rey francés Luis XIV, que tenía junto con Felipe V de España el negocio funcionando, convirtió esos diez años en treinta. Tenía los poderes de su nieto Felipe V.
Una ruta comercial específica y Jamaica se convierte en una gran base de contrabandistas.
El caso es que entre piratas, corsarios, filibusteros y contrabandistas, Inglaterra se iba introduciendo en el comercio con la América española. José Patiño, ministro español que trabajaría intensamente para levantar una nueva fuerza naval digna. Mientras, Inglaterra iniciaría una política de acoso a las rutas comerciales coloniales que obligaría a extremar al máximo sus defensas, responsabilidad que caería en manos de la Armada española. Los políticos y comerciantes ingleses empezaron a considerar la opción de una guerra total contra España. Por lo que se comenzó a malear a la opinión pública. El uso sin disimulo de la piratería a mansalva, hizo que España se viera obligada a reforzar sus flotas en El Caribe con naves de guerra extraídas de su fuerza naval. El contrabando inglés empezó a declinar.
En el año 1737 Inglaterra reclamaba el intercambio de unas presas que habían hecho los guardacostas españoles. Pero la contabilidad del Navío de Permiso y del Asiento de Negros seguían sin ser satisfechas por parte de los anglos. La tensión iba subiendo enteros. Mientras Inglaterra concedía centenares de licencias de corso para combatir a los guardacostas españoles en la Cámara de los Comunes se exigía una respuesta armada.
El detonante de aquella explosiva situación la buscaron al recordar el hecho sucedido siete años atrás. Al suceso en su momento no dieron mayor importancia. 

En 1731se produjo el incidente llamado “La oreja de Jenkins”.
El capitán de un guardacostas español, León Fandiño, le cortó la oreja a un inglés después de haber tomado su navío que se dedicaba al contrabando en las costas de Florida. Se comentó que el capitán español, tras cortarle la oreja, le dijo “Ve y dile a tu Rey que lo mismo le haré si a lo mismo se atreve”, mostrando su oreja.  Llegado a Londres Jenkins presentó una queja formal ante el rey Jorge, quien hizo caso omiso del asunto.
Pero siete años después, el lobby de la guerra lo convencería para que se personara ante los parlamentarios para explicar el episodio aquel. Ante los miembros del parlamento, el tal Jenkins abrió una caja en la que primorosamente envuelta había una oreja que no se entendía cómo podía haber durado tanto tiempo incólume. Buscada la solución diplomática por apariencia se firmó el Convenio de El Pardo, cuyos términos según criterio de los comerciantes y opinión pública inglesa eran muy indulgentes. La Cámara rechazó el Convenio. La prensa británica se encargaría de deformar el incidente de la oreja de Jenkins exagerando la crueldad española mientras las calles londinenses aparecían empapeladas con panfletos, incitando a la guerra contra España. Los comerciantes ingleses utilizaron la rivalidad política interna, para crear una reacción patriótica inducida a presión con la intención de precipitar la guerra. El conflicto armado de 1739 es un claro resultado de esta precuela de manipulación de la opinión pública. Gran Bretaña pretendía dominar los mares y para ello debía desalojar a España de América. La presencia de Gran Bretaña en aguas americanas era un hecho consumado desde hacía tiempo: Belice, Trinidad y Tobago, Jamaica, las Caimán, etc.

Tras arribar el Comandante Edward Vernon con la flota inglesa a la isla de Antigua a principios de octubre de 1739, envió tres navíos a interceptar las naves mercantes españolas. Tras divisar varios buques de pequeño porte en el puerto de La Guaira, decidió atacar cambiando la bandera británica por la española y entrar tranquilamente en el puerto y una vez en él tomar las naves y asaltar el fuerte. Y el 22 de octubre, el capitán Waterhouse entró en el puerto de La Guaira. Los artilleros del puerto esperaron. Tras tres horas de intenso cañoneo, Waterhouse ordenó la retirada de sus maltrechos barcos, que hubieron de recalar en Jamaica para acometer reparaciones de urgencia. El almirante E. Vernon en noviembre de 1739, al mando de seis naves capturó y destruyó la actual Portobelo, en Panamá. El gobernador de la plaza no tenía la defensa preparada. Vernon ordenó respetar las haciendas de los civiles, en previsión de una buena relación con la población.
Tras el éxito de Portobelo, Vernon decidió probar suerte con Cartagena de Indias, considerada un objetivo prioritario. Con la excusa de hacer entregar una carta a don Blas de Lezo, aprovecharía para hacer un estudio de las defensas españolas, pero esto no fue posible porque se prohibió la entrada del Fraternity en el puerto.
Decidieron dar un golpe decisivo, para lo que Inglaterra reunió una formidable flota que salió de Jamaica y fondeó a principios de marzo de 1741 junto a la costa de Cartagena de Indias, la ciudad más importante del Caribe. Inglaterra estaba tan segura de su victoria que el rey inglés mandó acuñar monedas celebrando su triunfo, en las que se leía "La arrogancia española humillada por el almirante Vernon y los héroes británicos tomaron Cartagena” abril de 1741. En ellas aparecía el almirante español Blas de Lezo representado de rodillas entregando su espada al almirante Vernon. La ciudad estaba defendida militarmente por el almirante vasco, marino con experiencia en batallar con los británicos.

FUERTE SAN FELIPE 
Esta nueva Armada Inglesa era la segunda más grande de todos los tiempos, después de la armada aliada que desembarcó en Normandía en la II guerra Mundial . El ejército inglés, comandado por el almirante Edward Vernon, trató de invadir Cartagena de Indias con 32.000 soldados y 3.000 piezas de artillería. Cartagena estaba escasamente defendida.
En aquellos días, Blas de Lezo era el responsable de la defensa de la ciudad. Cartagena de Indias contaba con unas magníficas fortalezas y castillos que protegían la ciudad. Lezo disponía de 3.000 soldados del ejército regular español, reforzados con 600 arqueros indios del interior y unas 1.000 piezas de artillería y tan solo 3 navíos.
Resultó decisiva la eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron infiltrar espías en la Corte Londinense y en el Cuartel General del almirante Vernon. El plan general inglés así como el proyecto táctico de la toma de Cartagena de Indias fueron conocidos de antemano en las Cortes Españolas y por Blas de Lezo.

BLAS DE LEZO 
Por entonces, el virrey Eslava, suponía que el almirante Torres llegaría a tiempo a Cartagena para atacar a Vernon por la retaguardia, ya que estaba en La Habana. Pero Torres nunca llegó a Cartagena.
En Cartagena no era Lezo quien comandaba la defensa de las fortificaciones, sino el virrey de Nueva Granada, don Sebastián Eslava. Lezo estuvo enfrentado a su jefe.

SEBASTIÁN ESLAVA 
No existía un gobernador militar en la ciudad, por lo que Eslava decidió tomar en persona el mando de la defensa al saber que los británicos se dirigían al puerto caribeño, por lo que Blas de Lezo quedó como su subordinado. Al igual que Blas de Lezo, Eslava era un hombre de hierro, enemigo de los halagos y sin pelos en la lengua.
Felipe V por Real Cédula de 20 de agosto de 1739, restauró el Virreinato de Nueva Granada y lo puso a cargo del teniente general don Sebastián de Eslava. Eslava está considerado uno de los virreyes que iniciaron las reformas borbónicas en América, un ilustrado con conocimiento de ciencias naturales y con la inteligencia de saber que los asedios se ganan por los ingenios militares y no la fuerza bruta.
Don Blas de Lezo, hombre avezado en la mar y acostumbrado a dirigir sus navíos desde una autoridad indiscutible, se vio obligado a poner pie a tierra, y enviar buena parte de sus hombres y los cañones de sus barcos a cubrir puestos en la muralla, porque no había con qué hacerlo.
El virrey Eslava era de carácter áspero, mientras que Blas de Lezo, un brillante estratega que ya había tenido problemas con otros mandos, llevaba muy mal ponerse a las órdenes de “caballeros terrestres”.
Eslava estableció un plan de defensa consistente en asegurar los aprovisionamientos de la ciudad preparándola para soportar un largo asedio; así como basarse en la movilidad de sus escasas fuerzas, que fue utilizando conforme las circunstancias de la batalla lo requerían, además de su mejor conocimiento del terreno y la adaptación al medio. Sabía que si se alargaba la oposición, la insalubridad ambiental causaría estragos en las tropas británicas, como así fue. Para ello, tuvo especial importancia la resistencia, prolongada todo lo posible, en el Castillo de San Luis de Bocachica, para retrasar la entrada de los atacantes en la bahía exterior de la plaza, reparó el Castillo de Bocachica y varios fuertes que protegían el puerto. En el Castillo de San Lázaro puso en marcha una fábrica de munición y carruajes. Se preocupó del suministro de las armas y del entrenamiento de los hombres. Rehabilitó los puestos en Santa Marta, Puerto Cabello y Guaira, también los fuertes de Araya y San Antonio en la provincia de Cumaná y el islote de Caño de Limones.
El 25 de marzo el jefe de los ingenieros propuso una defensa móvil por las fortalezas exteriores (San Luis de Bocachica, Santa Cruz, Manzanillo, Pastelillo, San Felipe y, en último término, El Arrabal), mientras que Lezo apostaba por una defensa estática y por hundir los pocos barcos españoles a la entrada de la bahía para dificultar la navegación de los barcos británicos. Eslava finalmente ordenó que los barcos no se hundieran, pues se trataba de una operación muy compleja y estéril si no se hacía en el lugar exacto, decisión que el vasco no acató.
El paso de las semanas derivó en un choque directo entre los mandos españoles. Si bien Eslava exigió con palabras gruesas en su informe a la Corte que cesara al marino por insubordinación hasta que explicara su comportamiento, Blas de Lezo no se quedaba corto en el fragmento de su diario que hizo llegar a Madrid al presentar al virrey como un cobarde y un incompetente.
La realidad es que el navarro fue herido en combate y que consta su presencia en la primera línea de batalla en momentos críticos. Eslava planeó una defensa en tierra, conocedor de que bastaba con ganar tiempo y dejar que fueran las enfermedades tropicales quienes hicieran el trabajo sucio. Algunos autores hablan de 18.000 bajas entre muertos y heridos en las filas británicas, en su mayoría a causa de enfermedades.
Los cascos hundidos sirvieron de núcleo colector de arena lo que aceleró la formación de la barra, dificultando la navegación.
El 13 de marzo de 1741 la imponente flota del almirante Edward Vernon llegaba a la bahía de Cartagena. El 15 de marzo, llegan los primeros buques ingleses a Playa Grande y dos días después fondearon sobre la misma playa 195 navíos. El 19 de marzo, los ingleses continúan sin disparar y estudian el campo de operaciones. 20 de marzo, toda la armada inglesa queda anclada en la Punta de Hicacos, consiguen desembarcar 500 efectivos cerca de la batería de Santiago y el 21 desembarca el resto del contingente británico. Noche del 20 al 21, los ingleses toman la batería de Varadero y con sus cañones disparan a la de Punta de Abanicos. Los españoles abandonan la batería, quedando Campuzano con un sargento y 11 soldados del regimiento de Aragón y dos artilleros. El 3 de abril, 18 buques alineados frente a Bocachica inician un terrible bombardeo para romper las defensas de los castillos de San Luis y San José. El 4 y el 5 de abril, los fuertes reciben un intensísimo y prolongado cañoneo. Las murallas del  castillo San Luis se derrumbaron y por la brecha abierta cargaron los ingleses a bayoneta calada  desde tierra. Ante la imposibilidad de resistir, se tocó retirada y durante toda la noche continuó el desembarco enemigo.

El 11 de abril los ingleses toman el castillo de Santa Cruz que previamente había sido abandonado. La situación empeoraba para los españoles
El 13 de abril comenzó el asedio de la ciudad con continuos bombardeos. Simultáneamente otra escuadra asediaba  al fuerte Manzanillo.  La situación empezaba a ser desesperada para los españoles, les faltaban alimentos y el enemigo no daba tregua. Iban pasado los días, y el cañoneo inglés no cesaba, era intenso y continuo, mañana, tarde y noche.
Cartagena de Indias fue severamente castigada por la artillería naval inglesa. Vernon estimó que los españoles resistiría dos o tres días más. Los españoles tenían orden de resistir hasta el final no se les permitía ni un paso atrás, habían clavado la bandera e iban a morir allí, defendiendo la ciudad hasta el final. El 16 de abril, a las 4 de la mañana, Vernon decidió que se tomaría Cartagena de Indias al asalto, más de 10.000 hombres desembarcaron por la costa de Jefar, los macheteros jamaicanos, los milicianos americanos y las fuerzas regulares inglesas. Pero las sucesivas ofensivas inglesas se encontraron con trincheras inexpugnables así como con los mosquetes y bayonetas españolas. El 17 de abril, la infantería británica, toman el alto de Popa, a un kilómetro del castillo de San Felipe.
Blas de Lezo  mandó excavar un foso en torno al castillo para que las escalas inglesas se quedasen cortas al intentar tomarlo. Ordenó cavar una trinchera en zigzag, evitando que los cañones ingleses se acercasen demasiado. Les envió dos “desertores” que engañaron y llevaron a la tropa inglesa hasta un flanco de la muralla bien protegido, donde serían masacrados sin piedad.
La noche del 19 al 20 de abril se produjo el definitivo asalto al castillo de San Felipe. Tras  una potente  preparación artillera Vernon intentó asaltar el castillo con unos 10.200 hombres de infantería. Enfrente  tenía la batería de San Lázaro de propio castillo de San Felipe y 1.000 hombres muy motivados.
La sorpresa fue mayúscula, cuando los ingleses comprobaron que sus escalas eran demasiado cortas y no podían escalar las murallas del castillo. Las tropas inglesas no podían atacar ni huir debido al peso del equipo. Aprovechando esta circunstancia, los españoles abrieron fuego contra los británicos, produciéndose una carnicería sin precedentes. Al amanecer, se encontraron con las bayonetas de unos trescientos soldados de los tercios españoles que saltaban sobre ellos desde sus trincheras.
El error del castillo de San Felipe desmoralizó a los ingleses. El orgulloso Vernon había sido incapaz de vencer a unos pocos harapientos españoles.
El pánico se apoderó de los ingleses, rompieron sus líneas de combate y huyeron despavoridos tras la última carga española hacia sus barcos.
Desde el 22 al 25 de abril, decrecieron los enfrentamientos. El 26 los ingleses volvieron a bombardear la ciudad. El 9 de mayo, Vernon ordenó la retirada, levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan sólo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”, (Dios te maldiga, Lezo)
Vernon envío de una última carta a Lezo: “Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía: “Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres.”
Los ingleses tuvieron 9.500 muertos, 7.500 heridos, perdieron 1.500 cañones y 50 naves.
Los españoles sufrieron 800 muertos, 1.200 heridos y perdieron 6 naves.
El asedio y la batalla se ha contado infinidad de veces, porque el arrojo, la valentía y la inteligencia de Blas de Lezo y el virrey Eslava fueron tan determinantes, tan grandes que ha quedado para la historia y los anales de las batallas casi imposibles de ganar. Pero se logró. El fracaso de la Armada inglesa, se mire desde el punto de vista que se mire, fue muy superior al de la Gran Armada de Felipe II.

En un informe que el virrey Eslava envió por Vía Reservada el 1 de junio de 1741 a José Quintana, expuso lo poco útil que fue la estrategia del vasco de hundir los navíos: “Todo el interés de Lezo estaba en hundir sus navíos para que no cayeran en poder del enemigo y resultase él responsable, y pretender tapar con los cascos hundidos los canales por donde Vernon tendría que meter sus barcos; pero hundieron todos los barcos mal, no solo los suyos, sino que hizo hundir además nueve barcos mercantes que había en el puerto, y semejante ruina no sirvió para nada, porque los que debían desfondarlos los abandonaron antes de tiempo y así los buques no se hundieron donde debían sino donde el viento los llevó, de manera que ninguno estorbó para la entrada de Vernon, quien llegó con sus barcos hasta la misma bahía de las Ánimas, el puerto de la ciudad”.
No obstante la victoria de las fuerzas españolas prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental hasta el siglo XIX.
El rey Jorge II ordenó a los historiadores ingleses que no se escribiera nada de la derrota. Y así se ocultó a la historia.


A pesar de su profundo descrédito, a Vernon a su muerte en 1757 se le decidió enterrar su cuerpo en la Abadía de Westminster, como si fuera un héroe más de los que allí reposan.
Blas de Lezo corrió una suerte diferente. Blas quedó muy mal herido por los combates de Cartagena de Indias, murió cinco meses más tarde víctima de las heridas del combate. Y lo lamentable, nadie sabe dónde está enterrado, murió en Cartagena en septiembre de 1741.
Sebastián de Eslava tras la batalla, Felipe V lo ascendió a capitán general de los Reales Ejércitos en octubre de ese año. En 1754 fue nombrado ministro de la Guerra, cargo que ocupó hasta su muerte
Para los ingleses aquella costosa campaña quedaría como una retirada táctica. Al terminar la guerra del Asiento, en 1748 se retornó al statu quo anterior. La integridad territorial española permaneció como antaño. En 1750 Gran Bretaña renunciaría al Navío de Permiso y al Derecho de Asiento a cambio de 100.000 libras.
A pesar del potencial desplegado en todas sus campañas navales, los resultados fueron magros, por no decir nulos.
Existe un monumento al Almirante Blas de Lezo inaugurado por el entonces rey de España Juan Carlos I, acompañado por el embajador de Colombia del 2014.

También hay una fragata de la Armada Española con el nombre “Blas de Lezo”. Lezo está reivindicado como un héroe no solamente en su defensa de Cartagena de Indias, sino en anteriores batallas.
El virrey Sebastián de Eslava y Lazaga es otro gran desconocido y olvidado en la historia de España.

martes, 25 de febrero de 2025

VIDA A BORDO DE UN BARCO HACIA AMÉRICA SIGLOS XVI-XVII

A partir del Descubrimiento los viajes fueron incesantes. Los barcos se armaban por lo general en Sevilla bajo condiciones estrictas.
Los marineros tenían que ser castellanos y cristianos viejos, y debían reunir la siguientes características: Reputación intachable. Probados sentimientos religiosos y Autorización para embarcar. 
La tripulación para un navío por ejemplo de 100 toneladas era de 31 personas. Contra todas las mentiras que se vertieron sobre el primer viaje de Colón, 6 de cada 10 tripulantes eran profesionales. La primera vuelta al mundo de Magallanes-Elcano, llevó 265 embarcados y 125 expertos en diversas profesiones.


La tripulación estaba compuesta por un capitán, al menos tres pilotos, maestres y contramaestres, alguaciles de orden, cirujanos y barberos, despenseros, carpinteros y calafates. Marineros profesionales, grumetes, lombarderos (artillería), sobresalientes (soldados), al menos 4 clérigos, armeros, herreros, intérpretes, contables, etc.
Si no se encontraba personal suficiente, se llevaban forzosos. También iban viajeros e investigadores a veces. También se llevaban animales, para el trueque, compra o venta.
El agua era racionada. Cada uno cargaba su propia comida mantas, ropas, etc. La ración diaria consistía entre otras cosas de bizcocho, o galleta, algo de carne salada, algo de vino, arroz o legumbres, vinagre, ron y un poco de aceite. El agua se volvía verde y viscosa y la comida con exceso de salazón provocaba más sed. También se llevaban ajos, almendras, azúcar membrillo, ciruelas, harina, miel, pescado seco, tocino, etc.
Se llevaban armas, municiones, lombardas y pólvora. Instrumentos náuticos, relojes de arena, cartas, astrolabio, etc. También paños peines,  cuchillos, tijeras, espejos, ollas, calderos, leña, esteras, banderas...
La fórmula del tiempo que se empleaba para saber la distancia recorrida, era simplemente un reloj de arena que se volcaba por espacios determinados de tiempo, y multiplicar esto por la velocidad.
La vida a bordo era soportable para esos tiempos. Hoy sería impensable de todo punto. Al amanecer comenzaban las tareas. Limpiar las cubiertas, reparar e izar las velas cuando fuera necesario, remendar redes, y si había habido tempestad los trabajos aumentaban. Se bañaban en el mar en época de calma. Por las tardes estaban más relajados, se quitaban mutuamente los piojos, cantaban, pescaban.
El problema alimentario no era por la insuficiencia calórica, era más por el desequilibrio nutricional. Había excepciones, en que el viaje se alargaba más de lo previsto. La comida de mediodía era la más importante y la más calórica solía estar caliente, siempre que las condiciones atmosféricas y estratégicas no lo impidieran y hubiera leña o carbón. El desayuno se comía frio y la cena se realizaba a la luz de un candil, aunque más de una noche tuvieron que comer a oscuras.

ESCORBUTO 
La dieta tenía dos alimentos claves: uno, el bizcocho, unas tortas duras de harina de trigo, duras, doblemente cocidas y sin levadura que duraban largo tiempo, por lo que se convirtieron en un alimento básico dentro de los buques. Ahora bien, a veces estaba tan duro que solo los más jóvenes eran capaces de hincarle el diente. Y otro, el vino cuya ración por tripulante y día, en condiciones normales, ascendía a un litro. También se repartían raciones mucho más escasas de vinagre (tres litros al mes) y de aceite de oliva (un litro al mes) solían comer carne al menos dos veces en semana y los cinco días restantes consumían habas, arroz y pescado. El queso también era un componente esencial de las dietas en los barcos por dos motivos: por su buena conservación y porque no se necesitaba cocinar. La comida era difícil de conservar por la humedad, el calor y las plagas (ratas, cucarachas y demás insectos).El bizcocho tapizado de telarañas, negro y duro, era la comida principal.
Los oficiales, a veces tenían pequeños privilegios como un vino de mejor calidad, bizcocho blanco o bonito en vez de atún. Pero, cuando el viaje se alargaba y los alimentos y el agua escaseaban compartían con los demás pasajeros los rigores del hambre y la sed.
Las frutas y verduras solo se consumían los primeros días, luego su falta ocasionaba problemas de salud. La hora de la comida era además de la alimentación en sí motivo de vida en común. Los alimentos eran malísimos. Sabemos por crónicas de otros viajes posteriores que por ejemplo las galletas se pudrían, los guisos eran apestosos con carne ya rancia. No tenían especias que disfrazaran algo el sabor. También la tripulación tenía un comportamiento deplorable a la hora de comer.
Hasta 1795 no se descubrió la solución para el escorbuto, (falta de vitamina C). La solución consistía en repartir lima a los tripulantes.
Con las ropas que muchas veces estaban mojadas, acababan por producir artritis y reuma. Se propagaba el tifus por la mala comida con gusanos, que prosperaban en la mala higiene y en ropas húmedas.
Se rezaba dos veces al día, antes del desayuno y de la cena, la asistencia era obligatoria.
Todas estas situaciones eran aún peor en los buques de guerra. Donde el espacio era más reducido para cada tripulante. A esto hay que agregar que la altura bajo el bao era limitada, por lo que no se podía estar de pie.
Hoy podemos reproducir el viaje de aquellos hombres pero algunas cosas es imposible ni siquiera imaginarlas.


Plantearse ir al Nuevo Mundo era asumir una vida dura, difícil y, sobre todo, fugaz. A las inclemencias del tiempo y de la selva, aquellos hombres aguerridos tuvieron que enfrentarse a la enfermedad, los mosquitos, el hambre, la sed, las emboscadas de los indígenas y a la avaricia. Esto era igual para cualquiera.
No demasiados consiguieron llevarse algo de oro y plata. Otros decidieron quedarse allí y muchos más dejaron allí sus vidas. Los que se quedaban solían casarse (por la iglesia lógicamente), con la india, creando así una nueva raza.
Otros volvieron resignados y heridos en el alma.
 

COLÓN LLEGA A AMÉRICA -3-

El viernes 3 de agosto de 1492 estaban listos para zarpar. Para Colón era un día glorioso, al fin podría demostrar su sueño. Solo eran tres ...