domingo, 30 de abril de 2017
2 DE MAYO DE 1808
Decíamos ayer... que las noticias iban llegando. Se sabía que Napoleón tenía medio secuestrados a Carlos IV y Fernando VII. Y eso jodía, claro. Además de que los franchutes lo tocaran el culo a las folclóricas y se comportaran con chulería con “tó quisque”. Ni la corte ni el ejército pensaban en la resistencia frente al invasor francés en aquél momento, después del Motín de Aranjuez, donde Carlos IV abdicó en su hijo Fernando VII. Nadie iba a suponer, que éste iba a ser el mayor traidor que hubo en España. Solo estaba interesado en lamerle las botas a Napoleón para ser rey de España. Pero estas no eran las ideas del emperador. Quería desterrar definitivamente a los Borbones.
Sabidas estas cosas, en la noche del 1 al 2 de mayo de 1808, el letrado Juan Villamil es nombrado miembro de una Junta Suprema de Gobierno, clandestina, para reemplazar a la que ya los franceses dominaban.
Murat había recibido la orden de enviar al resto de la familia real a Bayona y estas noticias llegaron al pueblo de Madrid. Villamil se encontraba en su casa de Móstoles. Allí fue donde recibió la comunicación que el pueblo se había revelado cuando las tropas francesas sacaban del Palacio Real al infante Francisco de Paula para llevarlo a Francia, el día 2.
El levantamiento del dos de mayo no fue realizado por el Estado Español, sino por las clases populares de Madrid contra el ocupante tolerado (por indiferencia, miedo o interés) por gran cantidad de miembros de la administración. A la madrugada del día 2 de mayo el pueblo veía como se llevaban a la reina María Luisa con los dos infantes. Alguien dio el aviso voz en grito y “mueras” a los franceses y se fue creando una multitud, que llevaron a las armas para evitar que se llevaran a los infantes. Apareció entonces el infante don Antonio, emocionado por el acto del pueblo, solo tenía doce años. Su aparición provocó un estallido de entusiasmo en la gente. El alboroto hizo llegar a los franceses que dispararon contra la muchedumbre. Lo que causó que se extendiera la rebelión. Se trató de un acto espontáneo, carente de preparación y medios. Murat, el francés, disponía de 50 mil hombres armados. Los militares españoles no eran más de 5 mil y estaban a las afueras, no obstante fueron avisados. Se acuartelaron pero el pueblo no se retiró. Hasta soltaron a los presos que pidieron sumarse a la lucha.
El pueblo madrileño se alzó en armas, es un decir ya que apenas si tenían. El ejército español tenía orden de su rey de amistad con los franceses, por lo que además de estar en clara diferencia numérica era una desobediencia militar al rey. Pero el pueblo recibió la ayuda de algunos destacamentos del ejército y los capitanes del parque de artillería Daoíz y Velarde, que proveyeron de armas y ante los hechos, fueron atacados por los franceses muriendo en la refriega.
Los madrileños armados con palos, agujas, barras de hierro, cuchillos y poco más. Cargaron contra un destacamento francés y le robaron el cañón.
En fin, que los españoles hicieron lo que pudieron frente a un ejército profesional. Al final fueron conducidos a una emboscada donde los “mamelucos”, soldados musulmanes del ejército francés, se despacharon a gusto con sus cimitarras. Quedó en la memoria gracias al gran reportero gráfico que teníamos, Goya, con “La carga de los Mamelucos”. Se dice que el pintor pudo ver desde una ventana la matanza. Al día siguiente comenzó una represión cruel.
----GOYA LA CARGA DE LOS MAMELUCOS----
Los franceses, no conformes con haber aplacado el levantamiento, se plantearon tres objetivos: controlar la administración y el ejército español, aplicar un riguroso castigo a los rebeldes para escarmiento de todos los españoles y afirmar que ellos gobernarían España. Reprimida la protesta por las fuerzas napoleónicas presentes en la ciudad. Sin embargo, la sangre derramada no hizo sino inflamar los ánimos de los españoles y dar la señal de comienzo de la lucha en toda España contra las tropas invasoras.
El mismo 2 de mayo por la tarde, en la villa de Móstoles, ante las noticias horribles traídas por los fugitivos de la represión en la capital, Juan Villamil, jurista, redactó un oficio que fue firmado por el alcalde de Móstoles, Andrés Torrejón y Simón Hernandez, y que sería distribuido por todo el país. Se trataba de una declaración de guerra a Napoleón. Un pueblo, que no un gobierno, el alcalde de un pueblo que prácticamente sin armas, le declaran la guerra al Emperador europeo, al mejor ejército del mundo en aquellos años. ¡Con un par de huevos! Encendida estaba la llama de la lucha por la libertad del sometimiento.. Comenzaba así la guerra de la independencia. Se desarrolló en varias fases en las que ambos bandos tomaron sucesivamente la iniciativa, y se destacó por el surgimiento del fenómeno guerrillero. Los franceses decían que eso no era una guerra, sino una “guerrilla”, pues en los pueblos y en los caminos. Destacamento francés que se localizara, les atacaban por la retaguardia, por los flancos, escondidos en los montes, y como podían. Eso los campesinos, esa era la “guerrilla”. Y así quedó el nombre hasta nuestros días. Además la Junta Suprema había conseguido la ayuda de los ingleses, que se la tenían jurada a Napoleón, y mandaron al general Wellington al frente de sus tropas y del ejército español.
----GOYA- LOS FUSILAMIENTOS DEL 3 DE MAYO----
Los éxitos de las fuerzas españolas fueron, la Batalla del Bruch, la resistencia de Zaragoza y Valencia y, en particular, la sonada victoria de Bailén, donde destacó un joven oficial, José de San Martín. El destino a la campaña del ejército de Napoleón contra Rusia fue aprovechada por los españoles. Victoria en la batalla de los Arapiles y victoria en las batallas de Vitoria (21 de junio) y San Marcial (31 de agosto). El tratado de Valençay (11 de diciembre de 1813) restauró a Fernando VII y dejaba a España libre de la presencia extranjera, pero no evitó la invasión del territorio francés, siendo la batalla de Toulouse (10 de abril de 1814), el último enfrentamiento de la guerra. Refiriéndose a esta guerra Napoleón I, en su exilio, declaró: “Esta maldita guerra de España fue la causa primera de todas las desgracias de Francia. Todas las circunstancias de mis desastres se relacionan con este nudo fatal: destruyó mi autoridad moral en Europa, complicó mis dificultades, abrió una escuela a los soldados ingleses... esta maldita guerra me ha perdido”.
Napoleón fue derrotado en España en varias ocasiones, la más sonada en Bailén.
No fue la de Waterloo la primera derrota del emperador, fue la última.
Foto de la pintura de Francisco de Goya, "Los fusilamientos del 3 de mayo" y “La carga de los Mamelucos”
miércoles, 12 de abril de 2017
PARADORES DE TURISMO NACIONALES DE ESPAÑA
Una de las mejores ideas y realizaciones que se han hecho en España aprovechando lo que hay, mejorando su situación, conservando y además consiguiendo un beneficio. Buena forma de conservar y utilizar nuestro gran patrimonio arquitectónico histórico-artístico.
En realidad son una serie de castillos, monasterios y palacios convertidos en hoteles de categoría, localizados en sitios privilegiados, muy bien seleccionados. Podrían haber muchos más, pero el dinero manda. Detrás de esto esta la empresa “Paradores de Turismo de España, S.A”. que es una empresa cuyo capital es, en su totalidad, de la Administración General del Estado. Es decir de toda España. La empresa cuenta con un valioso patrimonio histórico, seguramente en su aspecto artístico el más valioso del mundo en manos de una cadena hotelera, con edificios, de los cuales 45 están declarados Biene de Interés Cultural.
Además conserva entre su oferta una propuesta de gastronomía propia de la zona en que se encuentra cada Parador, recuperando la cocina tradicional del lugar.
En 1926 el Marqués de la Vega-Inclán fue la persona de la cual nace este gran proyecto, convertido en realidad, por suerte. Construyó un alojamiento en la sierra de Gredos, que sería el primer Parador. Posteriormente se constituyó la Junta de Paradores y Hosterías del Reino.
Parajes de belleza, poblaciones con riqueza cultural e histórica donde se encontraran monumentos históricos y artísticos factibles de remodelar y convertirlos en hotel. Esa fue la idea original. Y así se hizo. Al de Gredos siguieron otro en Alcalá de Henares, Madrid, en Ciudad Rodrigo en Salamanca, el de Oropesa en Toledo, el de Úbeda en Jaén. Y el de Mérida en Badajoz. Esto hasta 1933.
A la vez se construyeron doce Albergues de Carretera, que posteriormente también fueron Paradores.
En la década de los 60, durante el ministerio de M. Fraga, fue cuando la red de Paradores alcanzó más impulso y llegó a tener 83 Paradores. Luego se perdieron los que había en Marruecos.
En la década de 1980, algunos hoteles se incorporaron a la red de Paradores como el Hostal de los Reyes Católicos en Santiago de Compostela, una auténtica belleza.
En el año 2012 las dificultades económicas de la red que fueron encontradas decidió el cierre temporal de varios establecimientos.
Hay gente que exclusivamente se aloja en Paradores, y no les hables de otras cosas, no hay nada comparable para ellos.
El Monasterio de San Estevo, por ejemplo se aprecian claramente los estilos barroco y románico, con tres impresionantes claustros, uno románico, uno gótico y otro renacentista, por los que podrás pasear en noches tranquilas, bajo tenue iluminación y con un leve sonido de música religiosa acompañándote. La belleza y monumentalidad del edificio han hecho que fuese declarado Monumento Histórico Artístico en el año 1923.
Un moderno hotel, con todas las comodidades nunca podrá ofrecerte el arte, la historia y el monumento de un Parador.
Aquí tienes por ejemplo el de los Reyes Católicos y el de San Estevo.
lunes, 27 de febrero de 2017
ALFONSO XIII HASTA ABRIL DE 1931
El rey Alfonso XIII (1886), había sido declarado mayor de edad en 1.902. Para entonces ya se habían perdido Cuba, Filipinas y Puerto Rico, con una guerra con EE UU.
Se iban manifestando dos tendencias claramente contrapuestas, la derecha y la izquierda, el socialismo y conservadores. Y en la izquierda el socialismo manifestaba sus reivindicaciones pacíficamente y en los anarquistas, enemigos de un orden general establecido, “Ni Dios, Ni patria Ni rey”, pensaban que la forma de ir arreglando las cosas era a base de violencia.
Ya hemos hablado en el capitulo anterior de los sucesos de Melilla, en el verano de 1909, en que murieron 150 españoles, y en Barcelona a causa del reclutamiento para esa solución militar se desencadenó la “Semana Trágica”. Se quemaron edificios religiosos, menos defendidos y murieron entre sacerdotes y civiles unas 100 personas.
De esta forma en el país, el anarquismo, que quiere decir la ausencia de leyes, se transformó en sinónimo de terrorista. El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba, al igual que hoy, un sentimiento de superioridad al resto del país, no era un sentimiento separatista todavía pero si de descentralizar el estado, una federalismo.
En 1916 los militares de a península estaban jodidos en comparación a los destinado a África.
Sometieron a presiones al gobierno y a la corona. Pero al menos controlaban los problemas sociales.
Y para arreglar las cosas se desata la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral, aunque el rey era algo germanófilo ya que la reina era de origen alemán. Y el país se divide en las opciones. La izquierda, intelectuales y nacionalistas simpatizaban con los aliados y los franceses. Y los conservadores y el ejército simpatizantes con los imperialistas. Dos bandos, cultura alemana o civilización aliada.
Alfoso XIII y Primo de Rivera
La clase obrera sufrió las consecuencias de la carestía de los productos. Y a raíz de esto y otros muchos conflictos sociales el ejército ganó prestigio como garante de la paz. En 1917 una huelga revolucionaria declarada por la UGT. En 1918 una crisis de capitalización a causa de la guerra de Marruecos. Bajó espectacularmente la producción manufacturera y la producción en la minería, lo que comporto enorme cantidad de despidos con el consiguiente conflicto social.
En el exterior se veía a España como un país imposible de gobernar. Comenzaron a oírse voces como “el peligro bolchevique”, el “separatismo”, y “debilidad del liberalismo”. Por ejemplo en 1920 hubieron 1.060 huelgas con 7.260 días laborables perdidos. Los anarquistas reconocieron la revolución rusa como la oportunidad esperada para terminar con el capitalismo. Esto forzó la división del Psoe y en el ala más izquierda se independizó con el nombre de Partido Comunista de España.
Y claro, apareció un militar para arreglar las cosas. En septiembre de 1923 el general Primo de Rivera da un golpe de estado que dura hasta 1930. Miguel Primo de Rivera, el dictador aunque tuviera buenas intenciones usaba métodos muy equivocados y se preocupaba de poner orden social fundamentalmente, y la unidad de España, pero faltaba un programa político.
Entre los tantos a su favor se cuentan la construcción y equipamiento de nuevas escuelas, el respeto a la huelga y los sindicatos libres, la jubilación pagada para cuatro millones de trabajadores, la jornada laboral de ocho horas, que hay que decir que fuimos los primeros del mundo en adoptarla, una sanidad nacional bastante potable, lazos estrechos con Hispanoamerica, las exposiciones internacionales de Barcelona y Sevilla, la concesión de monopolios como teléfonos y combustibles a empresas privadas (Telefónica, Campsa), y una inversión en obras públicas, sin precedentes en nuestra historia, que modernizó de forma espectacular reservas de agua, regadíos y redes de transporte. Pero el pueblo y la Iglesia sobre todo, seguían en su letanía.
El bolchevismo intentaba controlar desde Rusia el tinglado, el socialismo y el anarquismo peleaban por la revolución, y el fascismo, que acababa de aparecer en Italia, era todavía un experimento nuevo, cuyas siniestras consecuencias posteriores aún no eran previsibles, que gozaba de buena imagen en no pocos ambientes. Y todo esto llegaba a nuestro país, que, por ejemplo la Barcelona industrial, sobre todo, siguió siendo escenario de lucha entre patronos y sindicatos, pistolerismo y violencia.
El nacionalismo catalán siempre apretando cuando el estado anda flojo, jugaba fuerte para conseguir una autonomía propia. La primera pitada al himno nacional tuvo lugar en 1925 en el campo del FC Barcelona, con el resultado inmediato del cierre temporal del estadio.
La represión de Primo de Rivera se centró especialmente en intelectuales y periodistas, la crítica de la dictadura. Blasco Ibáñez, Unamuno, Ortega y Gasset, entre muchos, tomaron partido contra él. Y Alfonso XIII, un rey sin arrestos, comenzó a distanciarse tímidamente.
Así que para cuando el rey dejó caer a Primo de Rivera, la monarquía parlamentaria estaba fiambre total.
La “Dictablanda”, periodo desde la caída de Primo de Rivera no funcionó. Con buenas intenciones decidió aplazar la elecciones previstas y en su lugar convocó elecciones municipales para abril de 1931.
La reina Victoria Eugenia
La guerra de África y la dura campaña del Rif habían creado un nuevo tipo de militar español,
como consecuencia de los disparates políticos que habían dado lugar a las tragedias de Marruecos, despreciaba profundamente el sistema parlamentario y conspiraba en juntas y casinos militares. Tras el fracaso de la dictadura de Primo de Rivera, unos se inclinaban por soluciones autoritarias conservadoras, y otros, menos pero bastantes, por soluciones autoritarias desde la izquierda. Siempre hubo republicanos de izquierdas y de derechas.
Las ideas independentistas vasca y catalana, fastidiaban el paisaje, ávidos de pescar en rio revuelto. La Iglesia iba a lo suyo, sin ponerse el mono de trabajo de la actualidad, y en materia de educación escolar, emancipación de la mujer y reformas sociales no facilitaba las cosas, precisamente.
Alfonso XIII era ya cadáver. Los partidarios del trono eran cada vez menos, e intelectuales como Ortega y Gasset, Unamuno o Marañón empezaron a dirigir fuego directo contra Alfonso XIII. Los últimos tiempos de la monarquía fueron agónicos. En 1931, José Ortega y Gasset, Ramón Pérez de Ayala y Gregorio Marañón, firman el manifiesto «Al servicio de la República», manifiesto antimonárquico que tuvo extraordinaria influencia sobre la opinión pública y valió a los tres el apelativo de «padres espirituales de la República». La realidad de los hechos de estas tres personalidades hizo que cambiaran su forma de pensar sobre la República Española.
Alfonso XIII tenía las horas contadas, no querían hablar con él, sino echarlo a la puta calle.
Y la peña se dedicó a pensar en la II República, dado que el rey se lo había puesto en bandeja.
La España monárquica empezaba a ser inviable. A nadie le importó su labor humanitaria en la Guerra Mundial ni al tratar de salvar a los monarcas rusos del afeitado general. No tuvo apoyos ni de dentro del país ni de fuera.
Realmente el pescado estaba vendido y ya se sabía que las elecciones municipales eran realmente un referendum, no sobre los ayuntamientos sino sobre monarquía o república.
Y fue República.
sábado, 25 de febrero de 2017
FINALES DEL XIX Y PRINCIPIOS DEL XX
La vuelta de los Borbones se llamó “La Restauración” que con la estabilidad política que comportó, fue muy diferente a las etapas anteriores. Pero hubo en claro contraste entre algunas zonas del país, sobre todo Cataluña con la industria textil y el País Vasco y Asturias, donde el sector minero y la industria pesada. Esto transformó las estructuras sociales y económicas de esas regiones. En esas áreas podemos decir que se produjo en la revolución industrial. Pero en el resto de las regiones estaban poco industrializadas eran fundamentalmente la agricultura, ganadería y pesca las posibilidades de trabajo. El 72% de la población era rural en España en esa época. Para huir de la miseria muchos jóvenes emigraron y los destinos principales fueron Cuba, Argentina y Brasil. Entre 1875 y 1915 un total de 1,5 millones de españoles entre los 18 y 21 años, se establecieron en Argentina.
Pero la mitad de las explotaciones de la minería ya estaba en manos extranjeras. Tampoco es que fuera del todo malo pues las inversiones fueron muy importantes y se crearon puestos de trabajo donde no los había, produciendo migraciones. Para entonces Barcelona solita creo lo que se llamó “La fiebre del oro”, ya que acogió más del 40% de la industria de todo el país. Pero ahí no hubo inversión extranjera. Pero los gobiernos no consiguieron sacar buen partido como recaudadores ya que las clases dominantes evitaban el pago de impuestos directos. Esta riqueza es uno de los fundamentos del independentismo, hablando claro, ya que si fueran regiones pobres, no se les ocurriría siquiera.
Aparece entonce en Madrid una institución completamente ajena a partidos políticos, comunión religiosa y escuela filosófica, todo un avance. Estamos ante La institución Libre de Enseñanza, que promovida por Giner de los Rios, entre otros, fue una entidad pedagógica avanzada, de la que todavía estamos carentes. Imagínate amigo que en el Boletín que editaba escribieron Unamuno, Berttrand Rusell, Charles Darwin, Ramón y Cajal, y la plana mayor de la generación del 98, entre los más conocidos. Estamos más o menos en 1890.
La Iglesia jugaba en otra liga. Fue perdiendo influencia en todas las regiones. Pero la práctica religiosa no por ello disminuyó. Podemos decir que en las clases medias había escepticismo mientras que entre las clases populares se fue convirtiendo en hostilidad, sobre todo en el mundo obrero. Entre las mujeres no sucedía lo mismo. Ellas estaban encaminadas a preservar las tradiciones y a continuar las conductas heredadas, sumisión y acatamiento. ¡Estaría bueno!
Dos terremotos en Andalucía y en 1885 una epidemia de cólera invadió gran parte del territorio español. Jaime Ferrán y Clua, un prestigioso médico de Tarragona, interesado en los descubrimientos de Pasteur llegó a desarrollar la vacuna contra el cólera, pero cosas de España, tuvo la crítica y oposición de colegas, entre ellos de Ramón y Cajal.
La muerte de Alfonso XII hizo que su viuda fuera la regente, María Cristina de Hansburgo-Lorena, que al quedarse viuda estaba embarazada del que sería Alfonso XIII, que fue rey desde el momento de nacer.
Se ha contado infinidad de veces la autoprovocación de los norteamericanos para declarar la guerra a España, con el hundimiento de su barco, el “Maine” hecho sucedido durante la regencia. Las consecuencias dramáticas llamadas “el desastre del 98”. Perdida la guerra el 10 de diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, con bajada de pantalones españoles, y se puso fin al imperio colonial español en ultramar, al ceder la soberanía de Cuba, Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam en las Marianas. España recibió 20 millones de dolares por la cesión de Filipinas.
ESPAÑOLES EN CUBA
EEUU optó por establecer un protectorado en Filipinas, pero en Puerto Rico se decidió la ocupación anexionista y en Cuba un control militar, dado el grado de influencia independentista.
Pero hemos de tener en cuenta que pagando 2000 pesetas un joven se libraba de las guerras, con lo cual iban los de siempre. Pero además sin medios militares, con escasa o nula preparación, mal alimentados. Eso si, fueron despedidos en los muelles con un fervor y entusiasmo propio de un amor patriótico, pensando que podrían poner en vereda a un ejército mucho más moderno y preparado, y en tierras a miles de kilómetros de España.
Y fueron. Y más de 55.000 españoles no volvieron de Cuba. Lucharon con valor hasta que ya era imposible seguir. Es conocido que en Baler, un pueblo de Filipinas, fue sitiado y los españoles resistieron lo indecible. No se fiaban de la noticia del final de la guerra, siguieron resistiendo el sitio hasta que con una foto de un periódico pudieron convencerles. Muchos años después, mostrando sus medallas de héroe, en la Guerra Civil, uno de los “últimos de Filipinas” fue fusilado, da igual por quien.
Cosas extrañas que ocurrieron fue que antes de la guerra, los “indianos”, españoles enriquecidos en Cuba, lograron vender su capital y trajeron todo su dinero en dólares, los que originó una ventaja para aquellas zonas, como Cantábria, de donde habían salido en su momento.
Entre medias de todo esto Cataluña andaba pensando en promulgar una Constitución, cosas de Cambó. Y en 1895 Sabino Arana funda el PNV, con ideas independentista y católicas.
Después de este desastre del 98, vino lo que se dio en llamar el “Regeneracionismo” que nace con Joaquín Costa, llevado por la inspiración de la obra “Oligarquía y Caciquismo” de 1901 donde criticaba duramente el estado de cosas que estaba impidiendo una realización y concreción de la verdadera democracia, es decir el gobierno del pueblo, de todo el pueblo y no solo del partido que, ganador en comicios pero que no reconoce a ningún otra idea que no sea la suya, plagada de intereses y corrupción.
A finales de siglo hay un renacimiento cultural que se dio en llamar la “edad de plata”. La ciencia, la música, la literatura y la pintura alcanzan un grado de expresión extraordinarios incluso a nivel internacional. Personajes como Sorolla, Unamuno, Falla, Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Menéndez y Pelayo, Benavente, entre otros son los responsables de este florecimiento. Algo típicamente español, cuando todo está jodido, es cuando aparecen los mejores intelectuales. Pero todos los novelistas no narran las desventuras del campesinado ni de la clase obrera. Tampoco les interesa el mundo de la política. En la música triunfa la zarzuela, género auténticamente español. Pero descolla sobre todas las artes la arquitectura. Se construyen grandes edificios públicos.
Y a todo esto llegamos al 17 de mayo de 1902, fecha en que Alfonso XIII cumple la mayoría de edad necesaria para ocupar el trono, 16 añitos. Y lo avisa ya en su discurso en el primer Consejo de Ministros, su decisión de participar en los asuntos políticos y ser protagonista de lo que las leyes le indican, incluyendo el de jefe del Ejército.
De todas formas en los primeros años de reinado se notaba la influencia que tenía su mamá sobre el joven rey.
Pero aunque las cosas marchaban no del todo mal, vino un suceso desgraciado en unos yacimientos mineros cerca de Melilla donde murieron en la revuelta (del Rif) y entre trabajadores y militares emboscados murieron mas de 150 españoles. Luego se solucionó el asunto con el envío de tropas en el verano de 1909.
Ese verano las cosas se calentaron. En Barcelona hubo una insurrección militar y anticlerical, para oponerse al envío de tropas a África, reservistas casados y con hijos la mayoría, que eran muchos catalanes. Esto se tomó como una provocación. Huelga general y la violencia se desató. Barcelona se llenó de barricadas y el pueblo, manejado por demagogos y oportunistas de líderes radicales, comenzó la quema de iglesias y conventos ante la pasividad del ejército. Se quemaron 80 edificios religiosos y murieron entre sacerdotes y civiles unas 100 personas. Se profanaron tumbas de religiosas de clausura y las pasearon por la ciudad en un espectáculo macabro. La llegada de tropas y la nula organización de los revoltosos hizo que se pudiera controlar la situación. La Semana Trágica de Barcelona había acabado. La burguesía catalana, respiró al fin.
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