Constantino el Grande cambió la capitalidad del Imperio Romano a Constantinopla. Los germanos no habían invadido el imperio violando, sino alistándose en su ejército; en realidad, no era posible una resistencia romana al poder godo. En el fondo hubiera sido como luchar contra sí mismo. La elección de Constantino no era mala, escogió un territorio fértil, encrucijada del comercio y el transporte, puerta del Oriente, y con unos enemigos que no eran tan fuertes entonces. Justiniano fue el que señaló el error. Se dio cuenta de que la dominación soñada de eso que hoy llamamos Oriente Medio nunca se produciría. Por esta razón, Justiniano resucitó el viejo sueño imperial y decidió entrar en Italia, a plantarle cara al ostrogodo, y de paso al Papa. A partir de ahí, Roma, acabará entrando a saco en Constantinopla, en el verdadero final del imperio oriental. Sin Carlomagno, no habría existido la idea imperial occidental, y tampoco podría existir si Hispania no fuese elemento fundamental de la misma. Idea en potencia, porque la península está tomada por los musulmanes. Además, ningún Papa llamará a la Cruzada para recuperar España, como la llamaría siglos más tarde para tomar Jerusalén. España es para Carlomagno una de las joyas de la corona imperial. A él no le vale sólo con defender la cruz; defiende, además, determinada cruz, esto es, la unidad eclesial total, pues Roma teme, y hace bien, las tendencias centrífugas entre los cristianos; que son tan fuertes que en Constantinopla generarán incluso crueles masacres en los siguientes 500 años. No olvidemos lo mucho que costó obtener la conversión del godo Recaredo en España. Carlomagno, además, juega la baza de su condición de único contrapoder de los musulmanes. Su abuelo, Carlos Martel, en Poitiers frenó definitivamente el avance musulmán, por lo que Carlomagno se convierte en la fuerza militar única capaz de hacer sombra a Córdoba. Es un grupo de éstos musulmaneas el que se desplaza a la actual Alemania, a entrevistarse con un Carlomagno que está organizando en ese momento la marca sajona. Le ofrecen su apoyo si entra en la península y le prometen la entrega de Zaragoza. Carlomagno sabe que necesita dejar fuera del alcance de los moros la Septimania y además, sería posible vencer a los navarros y quizás a la incipiente monarquía asturiana. Sin embargo, la expedición fue un fracaso porque, a la llegada a la capital maña, el walí de la ciudad se negará a entregarla, con lo que las tropas carolingias deberán retirarse. Serán malamente emboscados en Roncesvalles por vascos, o tal vez gascones. Tras esta derrota militar, Carlomagno, que de todas formas controla los Pirineos, pone sus ojos en la iglesia hispana. En los tiempos visigodos, los obispos, reunidos en concilios toledanos, han sido casi un Estado. En el 784, durante el concilio de Sevilla, se debate que Jesucristo no era hijo de Dios, sino hijo adoptivo. La ortodoxia romana sostiene que Jesús es hijo único de Dios. En el 792, Carlomagno obliga a retractarse al gran apoyo de Elipando, el obispo Félix de Urgel. Siete años después lo condenará a permanecer en Lyon hasta su muerte. Este movimiento permite el control total por parte de los clérigos carolingios de la sede de Urgel, elemento fundamental para la consolidación del poder franco en la Marca Hispánica. Y, lo que es más importante, sella la alianza entre los monarcas asturianos y el imperio carolingio, una alianza que marcará el destino de España. El destino, en primer lugar, de la sede compostelana, pues el entendimiento entre Oviedo y Aquisgrán supondrá el apoyo incondicional del imperio carolingio hacia el mito jacobeo; Carlomagno enviará mucho dinero a la sede compostelana, y Santiago se convertirá en la gran luz de la cristiandad medieval, construyendo un cordón umbilical entre la España y la Europa cristianas. Más a largo plazo, esta alianza, unida a la empresa de la Reconquista, convertirá a España en el principal baluarte del proyecto imperial romano y del catolicismo en el mundo. Sin embargo en los Pirineos termina el imperialismo carolingio en España. Carlomagno sólo conseguirá el control del sur formando los condados pirenaicos y el impulso de la ruta jacobea. Su gran fracaso será controlar a la Iglesia local.
Cuando el Imperio Carolingio gana terreno a los musulmanes establece una zona denominada Marca Hispánica, dependiente de los reyes francos.
Se establecieron regiones
administrativas, condados, y los más importantes fueron Pamplona, que se
convertiría en reino en el siglo IX, Aragón que se haría condado independiente
en el 809 con el conde Aznar, Urgel condado con dinastía propia desde el 815 y
el condado de Barcelona dinástico desde el 878, que se convirtió en hegemónico
sobre otros como Gerona.
Pero la Marca Superior o Extrema la ocupaba el actual Aragón, estaba en la zona fronteriza. Todos estos elementos son de extraordinaria importancia para la Historia de España, y es por ello que la etapa carolingia es tan importante. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia tenderá a hacerlo distinto: Carlomagno será, sin duda, más adelante, el primer plantador del hecho diferencial cuando se separen los condados que serán por una lado Aragón, y por otro los que serán dependientes del condado de Barcelona. Máxime si se tiene en cuenta que no sólo aparta estos condados del resto de las dominaciones en la península, sino que lo hace sin crear una estructura de real dependencia respecto de Aquisgrán. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. Esta situación se radicalizó. La guerra civil por derechos dinásticos hicieron que los condes en las sucesivas políticas de alianzas van teniendo cada vez más poder. Bera, el primer conde barcelonés, intentó apartase de poder franco en el 820, sin conseguirlo. Aquisgrán. la residencia de Carlomagno, dejará de confiar en los nobles locales y nombrará gobernadores francos, como Bernardo de Septimania. El tratado de Verdún, creaba el territorio occidental para Carlos el Calvo, y supuso su cese inmediato y su sustitución por los hermanos Sunifredo y Suñer. Ambos conseguirán que sus hijos les sucedan en el cargo condal, creando con ello el germen de un poder hereditario por sí mismo. Con la muerte de Carlos el Calvo en 877, los condes locales, gobiernan prácticamente sin oposición. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Wilfredo el velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, es decir condados de Barcelona, Gerona, Cerdaña y Besalú, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos: a Sunifredo Urgel; a su hijo voyeur, Mirón II, Cerdaña y Besalú; y a sus hijos Borrell y Suñer, Barcelona y Gerona. Una vez conseguido el poder civil los catalanes se aplican a construir una Iglesia propia. En el año 888, crean un arzobispado en Urgel; su arzobispado propio, lo que explica que sea tan importante la Seo para el catalanismo. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable. España es, en gran parte, la oposición al francés.
Pero la Marca Superior o Extrema la ocupaba el actual Aragón, estaba en la zona fronteriza. Todos estos elementos son de extraordinaria importancia para la Historia de España, y es por ello que la etapa carolingia es tan importante. La peregrinación jacobea será fundamental para España y para Europa. El control de la Marca Hispánica como único territorio hispano de influencia carolingia tenderá a hacerlo distinto: Carlomagno será, sin duda, más adelante, el primer plantador del hecho diferencial cuando se separen los condados que serán por una lado Aragón, y por otro los que serán dependientes del condado de Barcelona. Máxime si se tiene en cuenta que no sólo aparta estos condados del resto de las dominaciones en la península, sino que lo hace sin crear una estructura de real dependencia respecto de Aquisgrán. La Marca Hispánica, de hecho, se conformó como una débil unión de condados independientes, coordinados por una asamblea anual, en los cuales todos los nobles al frente soñaban con consolidar un poder vitalicio a su favor. Esta situación se radicalizó. La guerra civil por derechos dinásticos hicieron que los condes en las sucesivas políticas de alianzas van teniendo cada vez más poder. Bera, el primer conde barcelonés, intentó apartase de poder franco en el 820, sin conseguirlo. Aquisgrán. la residencia de Carlomagno, dejará de confiar en los nobles locales y nombrará gobernadores francos, como Bernardo de Septimania. El tratado de Verdún, creaba el territorio occidental para Carlos el Calvo, y supuso su cese inmediato y su sustitución por los hermanos Sunifredo y Suñer. Ambos conseguirán que sus hijos les sucedan en el cargo condal, creando con ello el germen de un poder hereditario por sí mismo. Con la muerte de Carlos el Calvo en 877, los condes locales, gobiernan prácticamente sin oposición. Se rompe la línea dinástica carolingia en París lo que generará toda una serie de rebeliones de nobles que, a lo largo de todo el territorio franco, entenderán que dicha ruptura les otorga fuerza moral a ellos para independizarse. Flandes, Borgoña o Aquitania inician estos procesos, como lo inicia Cataluña de la mano de Wilfredo el velloso, considerado el primer gobernante autónomo de la región, es decir condados de Barcelona, Gerona, Cerdaña y Besalú, y que a su muerte dejará sus tierras a sus hijos: a Sunifredo Urgel; a su hijo voyeur, Mirón II, Cerdaña y Besalú; y a sus hijos Borrell y Suñer, Barcelona y Gerona. Una vez conseguido el poder civil los catalanes se aplican a construir una Iglesia propia. En el año 888, crean un arzobispado en Urgel; su arzobispado propio, lo que explica que sea tan importante la Seo para el catalanismo. No se puede decir, por lo tanto, que la huella carolingia en España sea ni débil ni despreciable. España es, en gran parte, la oposición al francés.