Ascendió al trono Alfonso I el batallador en septiembre de 1104, tras la muerte del rey, su hermanastro Pedro I y amplió radicalmente el reino. Fue rey de Aragón y Pamplona.
ALFONSO I DE ARAGÓN, EL BATALLADOR
Duplicó
el territorio con la conquista fundamental de Zaragoza, además de Tarazona y
Calatayud. Por su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla
y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 “Emperador de León y rey de toda
España” hasta la anulación del matrimonio. Sus campañas militares lo llevaron
hasta Córdoba, Granada y Valencia y a infligir a los musulmanes severas
derrotas.
Después se volcó en problemas castellanos como consecuencia
de su matrimonio mal avenido con Urraca de León, hija del importante rey
Alfonso VI de León. Ella era viuda, y contaba con un hijo, el futuro Alfonso
VII. El matrimonio se celebró en 1109.
Los nobles gallegos eran contrarios a este enlace debido a
la pérdida de los derechos al trono del reino de León y Castilla del entonces
infante, hijo de Urraca de su primer matrimonio, Esto contradecía el pacto
matrimonial firmado entre Urraca y Alfonso I de Aragón, que estipulaba que los
derechos de sucesión pasarían al hijo que tuvieran.
En 1110 la Taifa de
Zaragoza amenazó Olite, en Navarra. Alfonso les venció en la batalla de
Valtierra.
Alfonso, que aunque tenía unos treinta y seis años
probablemente fuese estéril. La falta de
hijos del matrimonio fue un problema. La nobleza gallega encabezada por el
obispo y el conde de Traba, se rebeló y proclamó rey al hijo de Urraca, el
futuro Alfonso VII de Castilla y León, contraviniendo lo pactado entre los
esposos.Abd al-Malik
Llegaron los almorávides a Zaragoza en mayo de 1110 lo que
obligó al monarca a hacer un paréntesis en su actividad en Castilla-León para
atacar la capital del Ebro y consolidar una alianza con “Abd al-Malik”
Fueron derrotados por el Batallador en León, en el año 1111.
Con esta situación las discrepancias entre Urraca y Alfonso I se acentuaron.
Comenzó una guerra civil entre los partidarios de una y otro. Alfonso I el
Batallador encerró a su esposa. Se marchó sobre Castilla y sometió a Palencia,
Burgos Osma, Astorga, Toledo y Orense. A todo esto el conde de González de
Candespina aprovechó para liberar a Urraca y dejarla en su fortaleza en
Segovia.
El Batallador vence en la batalla de Candespina el 12 de abril de 1111, cerca de
Segovia. Más tarde los cónyuges fueron
excomulgados en León y conminados a
separarse, hasta que se llegó al año 1114 en el que el propio Alfonso I el
Batallador, de gran religiosidad, repudió a la reina Urraca pasando a dejar el reino de León.
Otra facción contraria a la elección de Alfonso I de Aragón
fue la de los eclesiásticos franceses de origen borgoñón, bajo la protección
del primer marido de Urraca, Raimundo de Borgoña. Eran señores de muchos
territorios, por lo que se oponían además a las políticas del rey aragonés.
El 26 de octubre de 1111, con la victoria a los partidarios
de Urraca en Candespina, no impidió que la reina se aliase con el arzobispo de
Santiago, Diego Gelmírez, que le proporcionó ayuda militar en el transcurso del
año siguiente.
La guerra civil se transformó entonces en un conflicto
endémico, con guarniciones aragonesas que se comportaban como tropas de
ocupación, nobles rebeldes y simples saqueadores que infestaban los caminos. El
final de la aventura castellana no cerrada del todo hasta el siguiente decenio,
puesto que Alfonso conservó varias plazas castellanas.
URRACA DE LEÓN
En 1118, en Toulouse durante el concilio que aprobó los
beneficios espirituales propios de una cruzada para una magna expedición de
Zaragoza, numerosos nobles del sur de Francia se aliaron con Alfonso para
iniciar el asedio a la ciudad a la que el rey pudo entrar en la aljafería. Alfonso
I acordó con los notables de la capital que quienes lo deseasen podrían
emigrar, y quienes prefirieran permanecer bajo la protección real debían
abandonar el recinto urbano como había sucedido en la conquista de Monzón,
Huesca y Barbastro. Abandonaron el escenario seguidos por la población, no
obstante, tanto en Zaragoza hubo grupos de mudéjares que se integraron en la
sociedad.
Alfonso I prosiguió y en los meses posteriores tomó Tudela
y, Tarazona y las tierras del somontano del Moncayo, y, por fin, Calatayud. El
rey inició la población de las áreas fronterizas de Soria. Un ejército
almorávide avanzó hacia Zaragoza para recuperar la región, pero fue destrozado
en la batalla de Cutanda. La victoria cristiana ratificó la definitiva
pertenencia del valle del Ebro al reino de Aragón.
Alfonso el batallador dedicó la primera mitad de la década
de 1120 a consolidar este enorme avance territorial con la repoblación del
entorno de Zaragoza, dirigiendo la instalación de inmigrantes montañeses y
francos en las ciudades y áreas contiguas a la capital.
Comenzó entonces una intervención militar en Al- Andalus que
llevó a las tropas alfonsinas a recorrer el levante peninsular y Andalucía
(septiembre de 1125-junio de 1126). la expedición llegó en octubre a Valencia,
a Denia a finales del mes, para proseguir hacia Murcia, Baza, Guadix y avistar
Granada el 7 de enero de 1126. Alfonso
fue a Córdoba, Cabra, Lucena, Aguilar,
Motril, Salobreña y Velez-Málaga, e iniciar el trayecto final hacia
Aragón devastando los alrededores de Granada, hacia Guadix, Murcia, Játiva y,
finalmente, volver al valle del Ebro. Este resumen apenas hace justicia a las
dimensiones y la complejidad organizativa de la expedición y, sobre todo, al
impacto que tuvo en el universo almorávide, cuyos gobernadores y emires fueron
incapaces de frenar las evoluciones de Alfonso.
El 8 de marzo de 1126 murió Urraca y le sucedió en el trono
su hijo Alfonso VII de León, cuya primera preocupación era obviamente acabar
con la ocupación aragonesa de Burgos. Se apoderó de Burgos, lo que provocó la
respuesta del batallador, que en julio avanzó hasta el valle de Támara, donde
se llegó a un acuerdo tras amplias negociaciones por el cual el rey de Aragón
aceptaba restituir estas posiciones fundamentales a su homónimo. sin embargo,
Alfonso retuvo en su poder las tierras que habían formado parte de Navarra
hasta 1054, es decir, parte de la Castilla vieja y Álava, además de la
Extremadura soriana, pero aceptó entregar Atienza, Sigüenza y Medinaceli, dado
que confrontaban con la zona de Soria.
ARZOBISPO DIEGO GEMÍREZ
Alfonso I inició la etapa final de su reinado, con el sitio
durante todo un año (octubre de 1130-octubre de 1131) de Bayona. En los últimos
días del cerco, Alfonso dictó un testamento y arrancó el juramento de
respetarlo a un buen número de nobles. Un testamento que preveía que el reino
fuera repartido entre las órdenes militares del temple, san Juan de Jerusalén y
el Santo Sepulcro.
Desde junio de 1133, Alfonso acampaba en las inmediaciones
de Fraga, que resistió durante todo el año siguiente, gracias al apoyo de Ibn
Ganiya, gobernador de Valencia y Murcia.
El 17 de julio de 1134 se trabó una batalla con un resultado
nefasto. “La grande y terrible matanza de cristianos en Fraga, en la que casi
todos perecieron por la espada, salvo unos pocos, que, sin armas, se dieron a
la fuga con el rey”.
Enfermó a principios de septiembre en Huesca, donde murió el
7 de septiembre, sin tener hijos descendientes, no sin antes haber hecho
aprobar una vez más su testamento de 1131 por los nobles que le rodeaban. El
testamento no fue aceptado por la nobleza, que eligió a su hermano Ramiro II en
Aragón y a García Ramírez el restaurador en Navarra, dividiendo su reino.
En el testamento dejaba herederos al Sepulcro del Señor, al
Hospital de los Pobres de Jerusalén y al Templo de Salomón. Además de órdenes
religiosas militares, dejando así el reino sin rey.
Los nobles se vieron obligados a aplicar la ley navarra, que
impedía testar sobre otra cosa con no fuese los territorios conquistados. El
patrimonio heredado anteriormente pasaría a su hermano Ramiro, quien de esta
forma reunía el patrimonio a excepción de Navarra.