La política inicial del rey Enrique IV poco después de su coronación en
1454, señalaba hacia objetivos que
debían dar clara ventaja al Reino de Castilla: renovó la tradicional alianza
con Francia, abriéndose, sin embargo, a nuevas relaciones mercantiles con
Inglaterra, Flandes y Bretaña; hizo la paz con Aragón, poniendo término a las
reclamaciones de Juan II y manteniendo su apoyo al príncipe de Viana, Carlos y
también firmó la paz con su cuñado de Portugal.
ENRIQUE IV DE CASTILLA (serie Isabel)
Reemprendió la guerra de Granada, pero el plan estratégico
planteado en este punto, operación de desgaste paulatino, rehuyendo los
enfrentamientos campales despertó grandes críticas entre los nobles. También
pudieron manejarse como propaganda adversa las medidas adoptadas en las Cortes
de Córdoba, tendentes a lograr estabilización y saneamiento de la moneda.
Enrique IV siempre se destacó en buscar alianzas y acuerdos antes que
enfrentamientos armados.
(Juan Pacheco)
Suspendida la guerra e instalada la Corte en Madrid, el
marqués de Villena (Juan Pacheco), pudo recuperar su influencia. Es difícil
explicar las relaciones entre el Rey y su ministro. Entre 1456 y 1461 puede
hablarse de un gobierno del marqués; cuando los otros grandes se unieron para
formar una Liga Nobiliaria en 1460 en su contra, pero él maniobró con
habilidad, haciendo recaer sobre el arzobispo Fonseca todas las culpas e
incorporándose él mismo a la Liga, cuyos dirigentes entraron también en el
Consejo.Crecían en la Corte los rumores acerca de la impotencia del Rey, que trató de acallar manteniendo escandalosas relaciones con otras mujeres, Catalina de Sandoval y Guiomar de Castro, que llegaría a convertirse en condesa de Treviño. Esta última testificaría después contra Enrique afirmando de éste que era incapaz de completar la relación sexual. De estas relaciones no hubo descendencia.
BELTRÁN DE LA CUEVA
La rápida promoción de Beltrán de la Cueva, convertido en mayordomo mayor, oficio que pisaba los talones a Pacheco, contaba ahora con la poderosa ayuda de la familia Mendoza, nobles muy poderosos en Castilla y el respaldo de la reina Juana, que mantenía muy estrechas relaciones con Portugal.
El marqués de Villena, el obispo Carrillo y Girón, hermano del marqués, contando con el apoyo de la mayoría de los grandes, reclamaron que el hijo de Juan II, Alfonso, que iba a cumplir siete años, fuese reconocido como sucesor de acuerdo con el testamento del difunto rey. Enrique IV estableció una alianza con Carlos príncipe de Viana, que tenía derecho a titularse Rey de Navarra y era sucesor en Aragón, al cual ofreció casar con su hermana. Las tropas castellanas, apoyadas por los beamonteses navarros, partidarios de Carlos, entraron en Navarra forzando una reconciliación entre el príncipe y su padre, (Juan II de Aragón), la cual no duró. Noticias enviadas desde Castilla hicieron que Carlos fuera reducido a prisión. Las presiones catalanas obligaron a liberarle.
Cuando el príncipe de Viana murió en 1461, la Diputación de Cataluña ofreció a Enrique IV como legítimo Rey de Aragón, invocando la herencia goda. Blanca, la esposa viuda heredera de Navarra, transmitió a Enrique sus derechos; poco después murió asesinada. En este momento, verano de 1461, la reina, esposa de Enrique IV, Juana, anunció que esperaba descendencia. Nació, el 28 de febrero siguiente, una niña a la que llamaron Juana.
La rápida promoción de Beltrán de la Cueva, convertido en mayordomo mayor, oficio que pisaba los talones a Pacheco, contaba ahora con la poderosa ayuda de la familia Mendoza, nobles muy poderosos en Castilla y el respaldo de la reina Juana, que mantenía muy estrechas relaciones con Portugal.
El marqués de Villena, el obispo Carrillo y Girón, hermano del marqués, contando con el apoyo de la mayoría de los grandes, reclamaron que el hijo de Juan II, Alfonso, que iba a cumplir siete años, fuese reconocido como sucesor de acuerdo con el testamento del difunto rey. Enrique IV estableció una alianza con Carlos príncipe de Viana, que tenía derecho a titularse Rey de Navarra y era sucesor en Aragón, al cual ofreció casar con su hermana. Las tropas castellanas, apoyadas por los beamonteses navarros, partidarios de Carlos, entraron en Navarra forzando una reconciliación entre el príncipe y su padre, (Juan II de Aragón), la cual no duró. Noticias enviadas desde Castilla hicieron que Carlos fuera reducido a prisión. Las presiones catalanas obligaron a liberarle.
Cuando el príncipe de Viana murió en 1461, la Diputación de Cataluña ofreció a Enrique IV como legítimo Rey de Aragón, invocando la herencia goda. Blanca, la esposa viuda heredera de Navarra, transmitió a Enrique sus derechos; poco después murió asesinada. En este momento, verano de 1461, la reina, esposa de Enrique IV, Juana, anunció que esperaba descendencia. Nació, el 28 de febrero siguiente, una niña a la que llamaron Juana.
ALFONSO DE CASTILLA
Por esos años de 1461/62 Alfonso y su hermana Isabel pasaron de estar bajo la vigilancia de la reina Juana de Avis en la Corte, a estar en la protección del marqués de Villena, Juan Pacheco, personaje intrigante y manipulador como pocos. Pero los hermanos estaban separados, Alfonso con el marqués y protegido por Gonzalo de Córdoba, (el que fuera el Gran Capitán), que estaba hacía algún tiempo en el mismo puesto pero custodiando a Isabel. Y por otro lado, Isabel que abriría casa propia en Segovia, custodiada por Gonzalo Chacón, hombre honesto de la confianza de Isabel, y que también administraba sus ingresos y su seguridad, y acompañada por Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde de Arévalo y la mejor amiga de Isabel, mujer once años mayor que ella, que se convirtió en su protectora durante los años de infancia que vivió en Arévalo, adonde la infanta llegó con su madre y su hermano Alfonso en 1454, tras la muerte de su padre. Esta mujer se casaría con Andrés de Cabrera, un converso de origen judío recaudador de impuestos, hombre de confianza de Isabel y de Gonzalo Chacón. Era tesorero de Segovia.
Por esos años de 1461/62 Alfonso y su hermana Isabel pasaron de estar bajo la vigilancia de la reina Juana de Avis en la Corte, a estar en la protección del marqués de Villena, Juan Pacheco, personaje intrigante y manipulador como pocos. Pero los hermanos estaban separados, Alfonso con el marqués y protegido por Gonzalo de Córdoba, (el que fuera el Gran Capitán), que estaba hacía algún tiempo en el mismo puesto pero custodiando a Isabel. Y por otro lado, Isabel que abriría casa propia en Segovia, custodiada por Gonzalo Chacón, hombre honesto de la confianza de Isabel, y que también administraba sus ingresos y su seguridad, y acompañada por Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde de Arévalo y la mejor amiga de Isabel, mujer once años mayor que ella, que se convirtió en su protectora durante los años de infancia que vivió en Arévalo, adonde la infanta llegó con su madre y su hermano Alfonso en 1454, tras la muerte de su padre. Esta mujer se casaría con Andrés de Cabrera, un converso de origen judío recaudador de impuestos, hombre de confianza de Isabel y de Gonzalo Chacón. Era tesorero de Segovia.
ANTONIO VENERIS
En mayo de 1462 el rey convocó a Cortes para el preceptivo juramento de la recién nacida. Enrique, en la alegría de las fiestas del nacimiento premió a Beltrán de la Cueva con el condado de Ledesma intentó reaccionar entregando a Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza, y a su cuñado Beltrán el poder. Tratando de salvaguardar los derechos de esta infanta, el rey buscó una reconciliación con los nobles. Previamente, Pacheco había repartido copias de un acta notarial protestando de que se le hiciese jurar a Juana que no tenía derecho; en este documento, que se ha conservado, no se explicaban las razones de la ilegitimidad de esta niña. Podía entenderse que se daba preferencia al hermano varón sobre la hija hembra, que no se creía que Enrique IV fuese su padre o que había nacido de un matrimonio no legítimo.
El poderoso marqués Juan Pacheco estaba descontento con el trato de favor de Enrique a sus rivales la familia de los Mendoza y el valido Beltrán de la Cueva. El marqués se valió de una alianza contra el rey junto con los arzobispos de Toledo, Sevilla y Santiago, el conde de Paredes, la familia Enríquez, los condes de Plasencia y de Alba, y otros nobles y eclesiásticos. Los enemigos del Rey plantearon las negociaciones por etapas. Enrique IV comenzó aceptando que Alfonso fuese reconocido como legítimo heredero, con la condición de que tuviera que casarse con la hija de la Reina. Luego exoneró a su valido obligándole a renunciar al Maestrazgo de Santiago del que se apoderó Pacheco si bien compensó a Beltrán elevándole al ducado de Alburquerque. El nuevo heredero fue entregado a la custodia del marqués de Villena.
La nobleza en septiembre de 1464, tras una reunión en Burgos, presentó a la firma del Rey un documento, “Sentencia de Medina del Campo”, que prácticamente reducía el poder del Monarca a la mera ejecución de las decisiones que se tomasen en un Consejo por ella dominado. Enrique IV se negó a firmarlo y volvió a recurrir a los servicios de Beltrán de la Cueva y de los Mendoza, que se hicieron cargo de la custodia de Juana.
El Monarca daba constantes signos de debilidad, mostrándose dispuesto a negociar. Por su parte, el papa Paulo II, preocupado ante las noticias que llegaban de España, envió a el “mosén” Antonio de Veneris con plenos poderes para resolver las dificultades que los matrimonios ofrecían.
En mayo de 1462 el rey convocó a Cortes para el preceptivo juramento de la recién nacida. Enrique, en la alegría de las fiestas del nacimiento premió a Beltrán de la Cueva con el condado de Ledesma intentó reaccionar entregando a Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza, y a su cuñado Beltrán el poder. Tratando de salvaguardar los derechos de esta infanta, el rey buscó una reconciliación con los nobles. Previamente, Pacheco había repartido copias de un acta notarial protestando de que se le hiciese jurar a Juana que no tenía derecho; en este documento, que se ha conservado, no se explicaban las razones de la ilegitimidad de esta niña. Podía entenderse que se daba preferencia al hermano varón sobre la hija hembra, que no se creía que Enrique IV fuese su padre o que había nacido de un matrimonio no legítimo.
El poderoso marqués Juan Pacheco estaba descontento con el trato de favor de Enrique a sus rivales la familia de los Mendoza y el valido Beltrán de la Cueva. El marqués se valió de una alianza contra el rey junto con los arzobispos de Toledo, Sevilla y Santiago, el conde de Paredes, la familia Enríquez, los condes de Plasencia y de Alba, y otros nobles y eclesiásticos. Los enemigos del Rey plantearon las negociaciones por etapas. Enrique IV comenzó aceptando que Alfonso fuese reconocido como legítimo heredero, con la condición de que tuviera que casarse con la hija de la Reina. Luego exoneró a su valido obligándole a renunciar al Maestrazgo de Santiago del que se apoderó Pacheco si bien compensó a Beltrán elevándole al ducado de Alburquerque. El nuevo heredero fue entregado a la custodia del marqués de Villena.
La nobleza en septiembre de 1464, tras una reunión en Burgos, presentó a la firma del Rey un documento, “Sentencia de Medina del Campo”, que prácticamente reducía el poder del Monarca a la mera ejecución de las decisiones que se tomasen en un Consejo por ella dominado. Enrique IV se negó a firmarlo y volvió a recurrir a los servicios de Beltrán de la Cueva y de los Mendoza, que se hicieron cargo de la custodia de Juana.
El Monarca daba constantes signos de debilidad, mostrándose dispuesto a negociar. Por su parte, el papa Paulo II, preocupado ante las noticias que llegaban de España, envió a el “mosén” Antonio de Veneris con plenos poderes para resolver las dificultades que los matrimonios ofrecían.
DIEGO DE MENDOZA
El arzobispo Fonseca y el marqués de Villena negociaron con Enrique. No hubo acuerdo y el rey fue depuesto, primero en Plasencia en abril de 1465 y a continuación en Ávila en junio, donde se celebró la llamada “Farsa de Ávila”, consistente en una ceremonia donde en un tablado se colocó un muñeco que representaba al rey con su corona. Estaban presentes Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, el marqués de Villena, el conde de Paredes, el conde de Plasencia, el conde de Benavente y otros caballeros además de un público del pueblo. Habían llevado al infante Alfonso que tenía once años de edad.
El arzobispo Fonseca y el marqués de Villena negociaron con Enrique. No hubo acuerdo y el rey fue depuesto, primero en Plasencia en abril de 1465 y a continuación en Ávila en junio, donde se celebró la llamada “Farsa de Ávila”, consistente en una ceremonia donde en un tablado se colocó un muñeco que representaba al rey con su corona. Estaban presentes Alfonso Carrillo, arzobispo de Toledo, el marqués de Villena, el conde de Paredes, el conde de Plasencia, el conde de Benavente y otros caballeros además de un público del pueblo. Habían llevado al infante Alfonso que tenía once años de edad.
LA FARSA DE ÁVILA
Se celebró una misa y los rebeldes subieron al tablado y leyeron una declaración en la que se decía que el rey mostraba simpatía por los musulmanes, era homosexual, no tenía carácter y sobre todo que no era el padre de la princesa Juana, por ser impotente. Por lo que Juana no tendría derecho a heredar el trono y si lo tenía Alfonso.
Después le retiraron al muñeco los símbolos importantes, la corona, la espada y el bastón. Después subieron a Alfonso al tablado y lo proclamaron rey, con el grito de “Castilla, por el rey don Alfonso” y procedieron al besamanos.
Se celebró una misa y los rebeldes subieron al tablado y leyeron una declaración en la que se decía que el rey mostraba simpatía por los musulmanes, era homosexual, no tenía carácter y sobre todo que no era el padre de la princesa Juana, por ser impotente. Por lo que Juana no tendría derecho a heredar el trono y si lo tenía Alfonso.
Después le retiraron al muñeco los símbolos importantes, la corona, la espada y el bastón. Después subieron a Alfonso al tablado y lo proclamaron rey, con el grito de “Castilla, por el rey don Alfonso” y procedieron al besamanos.