Firmada el 24 de octubre de 1648, fue un acuerdo europeo que
puso fin a la guerra de los Treinta Años en Alemania y la guerra de los Ochenta
Años entre España y los Países Bajos. Francia fue la gran beneficiada de la Paz
de Westfalia. Participaron el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Fernando
III de Habsburgo, la Monarquía Hispánica de Felipe IV, (su
valido era Luis Méndez de Haro) los
reinos de Francia y Suecia, las Provincias Unidas (Países Bajos/Holanda) y sus
respectivos aliados entre los príncipes del Sacro Imperio Romano Germánico. El
cardenal Mazarino, ministro principal de Francia desde 1648 supo sacar partido
en las negociaciones.
Ratificación del Tratado de Münster
Por un lado, se reducía el poder de su gran adversario
continental, el Imperio español, y por otro se expandía hacia el este con el
reconocimiento de la anexión de unas cuantas ciudades del Imperio que pasaron a
Francia. Las condiciones desmesuradas que exigía el cardenal Mazarino
provocaron la continuación de la guerra hispano-francesa. Una vez finalizada la
guerra franco-española (1635-1659) se llegó a la paz con la firma la “Paz de
los Pirineos (1659). Francia se convirtió en la potencia hegemónica de Europa.Westfalia inició un nuevo orden en Europa central basado en el concepto de soberanía nacional, con lo que se estableció el principio de que la integridad territorial es el fundamento de la existencia de los estados, acabando para siempre con el concepto feudal en el que los territorios y pueblos constituían un patrimonio hereditario. Realmente nació el concepto de Estado Nacional.
Fernando III
Para España, que había sido la potencia dominante durante más de un siglo gracias a la expansión de los Habsburgo y su control sobre vastos territorios en Europa y América, este tratado significó el principio del fin de su hegemonía. A partir de este momento, la Monarquía Hispánica entró en un periodo de declive progresivo, cediendo terreno a otras potencias emergentes como Francia, Suecia y las Provincias Unidas
Durante los siglos XVI y XVII, España fue la mayor potencia de Europa y del mundo. La Monarquía Hispánica, bajo los reinados de Carlos I y Felipe II, había alcanzado una extensión territorial sin precedentes, incluyendo:
La península ibérica y sus colonias en América
Los Países Bajos y Flandes
El Franco Condado
Portugal y su imperio ultramarino (1580-1640)
Los territorios patrimoniales de los Habsburgo en Austria y el Sacro Imperio Romano Germánico.
España mantenía su poder gracias a su superioridad militar, representada por los tercios españoles, y su enorme riqueza proveniente de América, sustentada en la explotación de minas de oro y plata en el Nuevo Mundo.
Sin embargo, esta supremacía tenía sus límites. El costo de las constantes guerras, las crisis internas y la creciente resistencia de otras potencias europeas empezaron a debilitar la estructura del Imperio.
Para España, que había sido la potencia dominante durante más de un siglo gracias a la expansión de los Habsburgo y su control sobre vastos territorios en Europa y América, este tratado significó el principio del fin de su hegemonía. A partir de este momento, la Monarquía Hispánica entró en un periodo de declive progresivo, cediendo terreno a otras potencias emergentes como Francia, Suecia y las Provincias Unidas
Durante los siglos XVI y XVII, España fue la mayor potencia de Europa y del mundo. La Monarquía Hispánica, bajo los reinados de Carlos I y Felipe II, había alcanzado una extensión territorial sin precedentes, incluyendo:
La península ibérica y sus colonias en América
Los Países Bajos y Flandes
El Franco Condado
Portugal y su imperio ultramarino (1580-1640)
Los territorios patrimoniales de los Habsburgo en Austria y el Sacro Imperio Romano Germánico.
España mantenía su poder gracias a su superioridad militar, representada por los tercios españoles, y su enorme riqueza proveniente de América, sustentada en la explotación de minas de oro y plata en el Nuevo Mundo.
Sin embargo, esta supremacía tenía sus límites. El costo de las constantes guerras, las crisis internas y la creciente resistencia de otras potencias europeas empezaron a debilitar la estructura del Imperio.
Cardenal Mazarino
1. Uno de los primeros signos del desgaste español fue la rebelión de las Provincias Unidas contra Felipe II en 1568, que inició la Guerra de los Ochenta Años, (1568-1648) y la independencia de los Países Bajos.
Los holandeses, liderados por Guillermo de Orange, se enfrentaron a la Monarquía Hispánica con el respaldo de potencias protestantes como Inglaterra y Francia. La guerra no solo drenó recursos militares y económicos de España, sino que también demostró la incapacidad de los Habsburgo para controlar sus extensos dominios.
El Tratado de Münster (1648), una parte de la Paz de Westfalia, significó el reconocimiento oficial de la independencia de las Provincias Unidas, un golpe simbólico y estratégico para España, que perdía definitivamente un territorio clave en el comercio y la política europea.
2. Acaba con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648): España contra Europa. La Guerra de los Treinta Años comenzó como un conflicto religioso entre católicos y protestantes en el Sacro Imperio Romano Germánico, pero pronto se transformó en una guerra de equilibrio de poder en la que Francia, Suecia y otras potencias europeas buscaron debilitar la influencia de los Habsburgo.
España participó activamente en el conflicto en defensa del catolicismo y del emperador Fernando II, pero se vio sobrepasada por el desgaste financiero y militar.
Uno de los puntos de inflexión ocurrió en 1643 con la batalla de Rocroi, donde el ejército español fue derrotado por las fuerzas francesas. Esta derrota simbolizó el fin de la invencibilidad de los tercios españoles y dejó claro que el poder militar de España ya no era el mismo que en el siglo anterior.
Felipe IV
3. Las rebeliones internas en España: Cataluña y Portugal
El desgaste de las guerras en Europa debilitó la autoridad de la Monarquía Hispánica, lo que aprovechando la situación se produjeron los estallidos de sublevaciones en sus territorios.
En 1640, Portugal se rebeló y logró su independencia en 1668.
En Cataluña, el conflicto con la nobleza local derivó en la Guerra de los Segadores (1640-1659), que debilitó aún más a la monarquía.
4. El Tratado de Westfalia, firmado el 24 de octubre de 1648 en Münster y Osnabrück, tuvo efectos devastadores para España:
Reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas: España perdía un territorio clave para el comercio y la estrategia militar.
5. Reducción de la influencia en el Sacro Imperio: Francia y Suecia se consolidaron como las potencias dominantes en Alemania, limitando la capacidad de España para intervenir en la región.
6. Aislamiento diplomático: La monarquía hispánica quedó debilitada y sin aliados fuertes.
7. Crisis económica y militar: La guerra había consumido enormes recursos, dejando al imperio en una profunda crisis.
En términos estratégicos, el tratado simbolizó el fin del dominio español en Europa y el ascenso de Francia como la nueva gran potencia.
El nuevo orden internacional: el fin del Imperio universal
Uno de los cambios más importantes tras Westfalia fue el nacimiento de un nuevo modelo de relaciones internacionales basado en tres principios fundamentales:
Soberanía de los Estados: Se reconoció el derecho de cada nación a gobernarse sin interferencias externas, sentando las bases del sistema de estados-nación moderno.
Equilibrio de poder: Francia, Suecia y otras potencias establecieron un sistema en el que ningún país debía dominar sobre los demás, evitando el resurgimiento de una monarquía universal como la de los Habsburgo.
Declive de la autoridad papal y del Sacro Imperio: Se fortaleció la independencia política de los estados frente a la Iglesia y se confirmó el debilitamiento del poder imperial en Alemania.
Estos principios aún rigen la política internacional actual, marcando el fin del ideal de un imperio cristiano unificado y el comienzo de un sistema de diplomacia entre estados soberanos.
El Tratado de Westfalia no solo puso fin a dos guerras devastadoras, sino que también reconfiguró el mapa político de Europa, sellando la caída de España como primera potencia mundial y dando inicio a la hegemonía francesa.
Lo que siguió fueron décadas de conflictos en los que España intentó recuperar su influencia, pero el declive era irreversible. A lo largo del siglo XVIII, la Monarquía Hispánica se vio superada por otras potencias y su rol en Europa quedó reducido.
Westfalia marcó el fin de una era y el nacimiento del mundo moderno, donde los estados y no los imperios universales serían los protagonistas del escenario global.
3. Las rebeliones internas en España: Cataluña y Portugal
El desgaste de las guerras en Europa debilitó la autoridad de la Monarquía Hispánica, lo que aprovechando la situación se produjeron los estallidos de sublevaciones en sus territorios.
En 1640, Portugal se rebeló y logró su independencia en 1668.
En Cataluña, el conflicto con la nobleza local derivó en la Guerra de los Segadores (1640-1659), que debilitó aún más a la monarquía.
4. El Tratado de Westfalia, firmado el 24 de octubre de 1648 en Münster y Osnabrück, tuvo efectos devastadores para España:
Reconocimiento de la independencia de las Provincias Unidas: España perdía un territorio clave para el comercio y la estrategia militar.
5. Reducción de la influencia en el Sacro Imperio: Francia y Suecia se consolidaron como las potencias dominantes en Alemania, limitando la capacidad de España para intervenir en la región.
6. Aislamiento diplomático: La monarquía hispánica quedó debilitada y sin aliados fuertes.
7. Crisis económica y militar: La guerra había consumido enormes recursos, dejando al imperio en una profunda crisis.
En términos estratégicos, el tratado simbolizó el fin del dominio español en Europa y el ascenso de Francia como la nueva gran potencia.
El nuevo orden internacional: el fin del Imperio universal
Uno de los cambios más importantes tras Westfalia fue el nacimiento de un nuevo modelo de relaciones internacionales basado en tres principios fundamentales:
Soberanía de los Estados: Se reconoció el derecho de cada nación a gobernarse sin interferencias externas, sentando las bases del sistema de estados-nación moderno.
Equilibrio de poder: Francia, Suecia y otras potencias establecieron un sistema en el que ningún país debía dominar sobre los demás, evitando el resurgimiento de una monarquía universal como la de los Habsburgo.
Declive de la autoridad papal y del Sacro Imperio: Se fortaleció la independencia política de los estados frente a la Iglesia y se confirmó el debilitamiento del poder imperial en Alemania.
Estos principios aún rigen la política internacional actual, marcando el fin del ideal de un imperio cristiano unificado y el comienzo de un sistema de diplomacia entre estados soberanos.
El Tratado de Westfalia no solo puso fin a dos guerras devastadoras, sino que también reconfiguró el mapa político de Europa, sellando la caída de España como primera potencia mundial y dando inicio a la hegemonía francesa.
Lo que siguió fueron décadas de conflictos en los que España intentó recuperar su influencia, pero el declive era irreversible. A lo largo del siglo XVIII, la Monarquía Hispánica se vio superada por otras potencias y su rol en Europa quedó reducido.
Westfalia marcó el fin de una era y el nacimiento del mundo moderno, donde los estados y no los imperios universales serían los protagonistas del escenario global.
Luis XIII
Además con la rebelión catalana se proclamó al rey francés Luis XIII como Conde de Barcelona, título que hereda su hijo Luis XIV, volviendo el título a la Corona de España con el Tratado de los Pirineos en 1659, en la que España pierde para siempre “El Rosellón”. Asimismo durante este periodo los catalanes son relegados ocupando los franceses los cargos públicos de importancia y el comercio. Lo que provocaría más adelante que el pueblo catalán rechazara a Felipe V, el Borbón que sucede a Carlos II, y desde 1701 hasta 1714 se desarrolla la guerra en Cataluña y en el resto de España termina un año antes con el Tratado de Utrech, donde se pierde para siempre el peñón de Gibraltar.
Además con la rebelión catalana se proclamó al rey francés Luis XIII como Conde de Barcelona, título que hereda su hijo Luis XIV, volviendo el título a la Corona de España con el Tratado de los Pirineos en 1659, en la que España pierde para siempre “El Rosellón”. Asimismo durante este periodo los catalanes son relegados ocupando los franceses los cargos públicos de importancia y el comercio. Lo que provocaría más adelante que el pueblo catalán rechazara a Felipe V, el Borbón que sucede a Carlos II, y desde 1701 hasta 1714 se desarrolla la guerra en Cataluña y en el resto de España termina un año antes con el Tratado de Utrech, donde se pierde para siempre el peñón de Gibraltar.
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