viernes, 13 de enero de 2017
LA GRAN ARMADA-MENTIRAS INGLESAS
A los españoles nos cuesta, a diferencia de los ingleses, sentir orgullo patriótico por las gestas históricas.Salvo algún grupo de gente que se ha llegado a acomplejar a causa de la eficaz y prolongada propaganda antiespañola (que es cierto que ha calado en algunos sectores de la sociedad), la verdad es que se puede ver que el gran público disfruta, y agradece muchísimo, que le recuerden las gestas de sus antepasados.
¿Dónde están los historiadores hispanos actuales para rebatir toda esta falsa propaganda antiespañola? ¿Dónde los ministros de educación, para hacer que los colegiales españoles conozcan su verdadera historia?
Ocurre que los acontecimientos en torno a la “Gran Armada”, que ese es su verdadero nombre, sólo se entienden en el marco de la Guerra anglo-española de 1585 a 1604. Al sacarlos de contexto se deforma mucho la realidad, sería semejante a hablar de la Segunda Guerra Mundial y detenerse en la caída de Francia en 1940, sin mencionar otras importantes batallas como Midway, Stalingrado, o el desembarco de Normandía. Además, fue una guerra con un desenlace y tratado favorable a España.
El llamado desastre de la Gran Armada ni fue tan grave, ni fue mayor que el que sufrió la Armada Inglesa en aguas peninsulares al año siguiente. Es más, el desastre padecido por ellos fue muy superior al nuestro. Pero de nuestro fracaso todo el mundo se acuerda en España y en Inglaterra, y del de ellos casi nadie ha oído hablar en ninguno de los dos países. Desde hace algunos años me dedico a estudiar y divulgar la Historia de España. La Última Batalla de Blas de Lezo”, al conocer la hazaña del vasco, del que inexplicablemente nunca había oído hablar, pues nadie me había hablado de él, ni en el colegio ni en la Universidad. Y a cada paso que doy no hago sino llevarme las manos a la cabeza, pues constato el abismo que existe entre las gestas de nuestros antepasados y la ignorancia tan enorme que tenemos de todo ello en la actualidad. Estamos avergonzados de nuestra propia historia, cuando ha sido de una grandeza y un heroísmo colosales, no igualada por ningún otro país del mundo.
Y estamos avergonzados porque no la conocemos, y si la conocemos, la conocemos distorsionada por nuestros tradicionales enemigos, que han sido maestros de la propaganda, al contrario que nosotros, que hemos sido muy dejados en este punto.
Voy a poner un ejemplo: la expulsión de los judíos. Parece que sólo fueron expulsados de España, cuando lo cierto es que fueron expulsados de la mayor parte de los países de Europa. De algunos de ellos hasta tres (Alemania) y cuatro veces (Francia). Pero parece que sólo fueron expulsados de España.
Habrá quien al leer estas líneas pueda pensar que peco de chauvinista, pero lo cierto es que, si hace unos años yo no pensaba así, a medida que profundizo en nuestra historia, no hago más que crecer en mi admiración. Y lo mismo le ocurrirá a cualquiera que se tome el esfuerzo de profundizar en este impresionante legado que tenemos, y que no podemos dilapidar alegremente.
A lo largo de la contienda Anglo-Española, España cosechó la mayor parte de los triunfos, hasta alcanzar la victoria, con la que consiguió reforzar su control sobre los mares, un hecho crucial, que la mayor parte de los textos y relatos omiten por completo.
De hecho, en ese periodo España consiguió reestructurar su marina de guerra de tal manera que, en la inmediata década posterior, fue capaz de transportar tres veces más mercancías entre América y Europa que en la mejor década de cualquier otra época anterior.
También como consecuencia de la victoria, España consiguió un tratado favorable con la firma de la paz en 1604.
Felipe II quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas. Por lo tanto, y al tratarse de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país
Lo que en un primer momento hubo fue terror ante la reacción del monarca más poderoso de su era, Felipe II y pánico después ante la cercanía de la mayor flota, en esfuerzos, que ninguna nación ha conseguido nunca reunir, y, finalmente, estupor ante la posibilidad de un contraataque. E incluso cuando toda la grandeza se deshilacho por las adversas circunstancias, lo que restó en la pérfida Albión no fueron los festejos, sino las epidemias y la hambruna que habían poblado la costa, exhaustas por el estéril sobresfuerzo.
Hasta la altura del Canal de la Mancha no se efectuó el único gran combate de toda la campaña, por llamarlo de algún modo, pues uno de sus geniales y experimentados generales, Francis Drake (un pirata) no tuvo más ocurrencia que prender fuego a sus barcos y estamparlos contra la armada (los llamados brulotes) causando ciertos estragos. Bien, el resultado del único enfrentamiento directo fue el de un solo barco español hundido.
Temerosos de iniciar un prolongado enfrentamiento, la armada inglesa se batió en retirada hacia su isla para preparar el reabastecimiento y esperar el milagro; sin embargo la flota española, exhausta, con sus objetivos demasiado desdibujados, incapaces de llegar a ningún puerto aliado y con numerosas pequeñas averías se vería obligada a rodear la isla. Las condiciones fueron horribles. Los pequeños arañazos alcanzados por los ingleses fueron transformando los barcos en ruinas flotantes por las tempestades y la defectuosa cartografía portada por los españoles.
Esto es la gran victoria por la que brindan: que los españoles tuvieran que dar media vuelta debido al temporal y a la imposibilidad. Y es que más que una victoria Inglesa fue un cúmulo de desastrosos contratiempos que bien resumió Felipe II en su célebre frase: “Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”.
¿Y qué pasó con la "Contra Armada" inglesa sólo un año después, en 1589?
La “Contra Armada” inglesa un año después sufrió la mayor derrota de su historia hasta entonces (posteriormente volvería a sufrir grandes y humillantes derrotas frente a España, como por ejemplo en Cartagena de Indias, cuando Blas de Lezo, manco, cojo y tuerto, con sólo seis barcos y la décima parte de hombres, derrotó a la Armada de Vernon, compuesta por 190 navíos, en 1741).
El fracaso de la Contra Armada inglesa, se mire desde el punto de vista que se mire, fue muy superior al de la Gran Armada de Felipe II.
martes, 10 de enero de 2017
D. JUAN DE AUSTRIA
A principios del mes de octubre de 1971 estaba yo en Barcelona paseando por el puerto. Mi padre venía en barco desde Argentina. Allí, en el puerto, supe de una exposición que conmemoraba la batalla de Lepanto. Poco sabía yo entonces de aquel hecho y me acerqué a curiosear. En una gran nave, había una enorme mesa donde estaba un gran diorama de la batalla con la disposición de los barcos que participaron en la lucha. También había documentos, pinturas, y diferentes elementos usados en el combate. Se conmemoraban 400 años de la batalla, y me fui dando cuenta que logró cambiar el curso de la historia. La epopeya la protagonizó Juan de Austria, que en aquel momento tenía 25 años, solo dos más de los que tenía yo. Entonces fue cuando la historia de España me empezó a interesar.
Supe que el Imperio Otomano se estaba haciendo con Europa y solo el Imperio Español era capaz de contenerlo. Con arcabuz, espada, y el arrojo típico de un militar venido de la Península Ibérica. Así combatieron los soldados españoles que, un 7 de octubre de 1571, derramaron su sangre sobre la cubierta de decenas de buques para detener, en el golfo de Lepanto, las pretensiones expansionistas turcas
¿Y si se hubiera perdido? Estaríamos conquistados por los musulmanes otra vez. ¿Dominarían definitivamente Europa? Es posible. ¿Quién era este valeroso Juan de Austria?
Para conocer esto es necesario remontarse unos años atrás.
Su abuelo Fernando (el Católico) se casó siendo viudo de Isabel con Germana de Foix. Él tenía 53 años y ella 18. Estamos en 1505. Es decir que con tal de tener descendencia no le importaba casarse con una chavala.
Su hija Juana, la reina de Castilla y heredera de Aragón, estaba encerrada y gobernaría el hijo, Carlos I, ya que Felipe el Hermoso había fallecido hacía años. Carlos vivía en Gantes y al morir su abuelo debía hacerse cargo de los reinos. Cuando vino a la península tenía 17 años. Ahora estamos en 1517. Fernando había muerto el año anterior. Carlos conoció entonces a su abuelastra, Germana de Foix, de 29 años. Y siguiendo la tradición familiar, pues no tuvieron mejor idea, ambos, de mantener una relación con derecho a roce. Les nació una hija que Carlos nunca reconoció.
Pero bueno, el hecho es que Carlos estaba prometido con su prima Isabel de Portugal, que dicho en castellano, estaba como un jamón, de sabrosa digo, era también nieta de los Reyes Católicos y la hermana de Carlos era su madre, Catalina de Austria que estaba casada con el rey de Portugal. O sea, que la cosa interesaba.
Carlos I se casó en 1526 y su mujer fue el amor de su vida. Parece ser que se portó bien. Incluso cuando ella falleció trece años después, en 1539 Carlos tuvo una fuerte depresión que provocó su hundimiento, retirándose al monasterio de la Sisla durante dos meses. Es cuando le llega la noticia del motín que se produce en su ciudad natal, Gante. Y allí se fue Carlos.
La cuestión es que unos años después Carlos, por aquellas tierras, en una fiesta conoce a una dama de la aristocracia alemana, Bárbara Blomberg, que además de ser buena, también estaba buena, e hizo lo que pudo por alentar y alegrar al Emperador. ¡Y lo consiguió! Tal es así que éste se vino arriba, y ya se sabe que cuando “Carlitos” piensa... Bueno, total, que de sus amores nació un hijo de ambos. La madre se casó poco después con un tal Jerónimo Piramo. Por lo que se cree que al niño se le llamara “Jeromín”.
Pero Carlos decide que a los tres años el niño ha de ser criado en España. Poco antes de morir Carlos reconoció al niño.
El heredero nombrado, es decir, Felipe II conoció al niño en 1559. Siguiendo las instrucciones de su padre le reconoció como miembro de la casa real y le cambiaron el nombre por el de Juan de Austria. Por entonces tenía 9 años. Lo envían a realizar los estudios correspondientes y también ingresa en la Universidad de Alcalá de Henares.
La verdad es que Felipe II y su padre, Carlos I, no tenían muchas cosas en común. El carácter militar y la ambición en ese sentido no existía en Felipe. Por el contrario, era muy buen gestor, realizó una gran labor administrativa para poder gobernar tan vastos territorios. Creó una burocracia que no existía hasta entonces, realmente está considerado el primer monarca moderno. Tenía un fuerte sistema piramidal de manejar el poder, peo revisaba todos los asuntos de sus secretarios, los importantes y los menos importantes. Ese sedentarismo y esos trabajos por el contrario no iban con la personalidad de Juan de Austria. Realmente había salido en esto a su padre, Carlos I.
A mediados del siglo XVI, dos potencias se disputaban el control del Mare Nostrum: España (dueña de Sicilia, Cerdeña y Nápoles) y el Imperio Otomano (cuyos dominios se extendían desde los Balcanes hasta Egipto). Los intereses contrapuestos de Madrid y Estambul habían desembocado en una guerra continua, que se englobaba en el esfuerzo general de los estados cristianos europeos por frenar el imparable avance turco. A su vez, los españoles encontraron en esta época a unos fuertes enemigos en los piratas, que saqueaban sin piedad decenas de ciudades cristianas. Mientras las tropas del sultán Solimán I “El Magnífico” conquistaban Hungría y llegaban incluso a asediar Viena, los estados berberiscos del norte de África (vasallos del Imperio Otomano) vivían de la piratería saqueando los puertos de España e Italia y asaltando sus barcos en alta mar. En definitiva, la situación llegó a ser tan crítica que se esperaba que, tarde o temprano, los turcos intentarían invadir Italia.
En este clima de tensión, los turcos pusieron, unos pocos años después, la guinda a este conjunto de afrentas contra los cristianos. En mayo de 1565, la armada otomana llegó a las costas de Malta e inició el asedio a la isla, defendida por los caballeros de la Orden de San Juan u Orden de Malta. El asedio fue durísimo. Por suerte, este gran ataque fue detenido por los miles de soldados que envió España para socorrer a los sitiados, pues en la Península Ibérica se conocía la importancia estratégica de este territorio. De haber caído en manos del Imperio Otomano, Malta se hubiera convertido en el trampolín perfecto para asaltar Italia.
Cuando en 1565 los turcos atacaron la isla de Malta, Don Juan pidió permiso para embarcar en la armada, pero fue rechazado. Escapó de la corte pero no logro embarcar. Felipe había pensado para él la carrera eclesiástica, pero estaba claro que eso no era lo suyo.
Felipe II lo nombró entonces Capitán General de la Mar.
Pero lo que finalmente hizo entrar en cólera a los cristianos fueron las exigencias planteadas por el nuevo sultán Solimán I, pidió la entrega de Chipre a su imperio.
En previsión de un nuevo ataque a la isla, el papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Esto no detuvo a los turcos que sin temor a las consecuencias, iniciaron el asedio a Chipre. Ante esta afrenta, la flota de la nueva y flamante «Santa Liga» decidió iniciar los preparativos para acabar de una vez por todas con sus enemigos del este. «Aunque el ejército otomano había acabado ya con el último reducto de la resistencia veneciana en Chipre (Famagusta), se decidió buscar y destruir la armada del sultán, dirigida por Alí Pachá o Alí Bajá.
Cuesta creer hoy día que las tranquilas aguas del mar Mediterráneo fueran en otro tiempo escenario de asedios, batallas y guerras, y que miles de personas sufrieran el drama del cautiverio y la esclavitud.
En 1571, los buques de la Santa Liga y la armada turca mantuvieron uno de los combates marítimos más grandes de la historia. La Batalla de Lepanto.
Continuará.
lunes, 9 de enero de 2017
EL ARTE ROMÁNICO ESPAÑOL
El arte románico en Europa fue una manifestación del cristianismo de la Edad Media. Fue un arte religioso que reflejó la sociedad medieval, que a la vez era guerrera y cristiana.
Romana, prerromana, bizantina, germánmica y árabe. No era solo de una región sino que paulatina y simultanemente se fue introduciendo en las diferentes regiones de Europa, con las características propias.
La properidad y la renovación inspiraron gran cantidad de obras, iglesias y catedrales.
Las ordenes religiosas como la del Cluny y la del Cister construyeron monasterios y el Camino de Santiago aportó influencia en la religión y en la arquitectura. Se edificaron con la aportación también de los aldeanos con dinero y trabajo. Artesanos y arquitectos especialistas, picapedreros, etc.
El Arte Románico penetró en España en el siglo XI por los Pirineos y se extendió por el norte del país a través del Camino de Santiago. Este estilo artístico tiene unas características comunes en Europa, aunque en España mantiene un cierta personalidad propia.
Fue influída en la península por las tradiciones culturales y logicamente el arte andalusí.
Gran parte de sus construcciones las encontramos en los cascos antiguos de las ciudades, haciendo ver el lugar con el atractivo medieval.
La Ruta del Románico en el valle de Boí, entre El Pont de Suert y Taüll, en los Pirineos de Lérida conserva un grupo de templos de los siglos XI y XII, que fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO. Entre ellos destacan las iglesias de San Clemente y la de Santa María de Taüll.
Hay que destacar la Catedral de San Pedro de Jaca, el castillo de Loarre, la fortaleza mejor conservada de Europa. Fue construido en el siglo XI y presenta un buen estado de conservación, lo que hace que sea uno de los mejores ejemplos de arquitectura militar y civil del románico de España. El castillo se asienta sobre un promontorio de roca caliza que utiliza como cimientos. Esto suponía una gran ventaja defensiva, ya que así los muros no podían ser minados (técnica habitual en el asedio de fortalezas, que consistía en construir un túnel por debajo del muro para después hundirlo y abrir así una brecha por la que asaltar. Además está rodeado por una muralla con torreones.
En Castilla y León se encuentra Santo Domingo de Silos, en Burgos, con su monasterio benedictino, cuyo claustro está considerado una de las obras maestras del románico español.
En la Ruta del Románico Palentino, se reúne la mayor concentración de iglesias y ermitas románicas de toda Europa. Frómista alberga la iglesia de San Martín de Tours una de las cumbres del románico en España y Europa, Carrión de los Condes, villa muy importante en su tiempo.
Zamora está considerada la capital del románico ya que conserva el mayor conjunto de construcciones de este estilo de toda España.
En Asturias la Ruta del Románico cerca de Oviedo podemos admirar obras prerrománicas como Santa María del Naranco.
Galicia, con su Catedral de Santiago de Compostela al frente, está repleta de monumentos y edificios de un gran valor, que destacan por su calidad artística. El Pórtico de la Gloria, de la Catedral es la obra cumbre de la escultura románica.
España es el tercer país del mundo con mayor cantidad de bienes declarados Patrimonios de la Humanidad. El turismo cultural ha hecho que nos visiten cerca de 8 millones de personas por motivos culturales, a los que hay que agregar unos 13 millones del turismo interior
LA CATEDRAL DE JACA
El origen de la catedral y su relación íntima con la villa de Jaca debe situarse en ese mundo de las peregrinaciones jacobeas, tremendamente rico en flujos e intercambios de personas, productos e ideas, y en un preciso momento histórico en el que los reinos cristianos hispanos luchaban contra el invasor musulmán y avanzaban lentamente desde la montaña hacia el valle dejando a su paso testimonios de la fe restablecida.
Así, conquistada Jaca a comienzos del siglo X, inmediatamente se amuralla y se organiza su vida religiosa mediante la fundación de un viejo monasterio puesto bajo la advocación de San Pedro (llamado luego el Viejo, para diferenciarlo de la propia catedral, que recibió el mismo nombre).
IGLESIA DE SAN MARTÍN DE TOURS
es un templo iglesia católica construido en el siglo XI en Frómista, en la provincia de Palencia, España, que esta situado en el Camino de Santiago.
Iglesia de San Martín de Tours pertenece al estilo románico y está considerado como uno de los principales prototipos de románico en Europa. Construida en la segunda mitad del siglo XI por orden de doña Mayor de Castilla, como parte de un Monasterio de San Martín.
El arte asturiano se manifiesta principalmente en la arquitectura y recoge pocos elementos de tradición visigoda, pero con aportaciones del Bajo Imperio Románo e influencias carolingias, asi como artes aplicadas de tinte oriental bizantino.
Se extiende principalmente durante los siglos IX y X; es un arte que se da basicamente en el reino de Asturias, de ahí su nombre, y destaca también por la ausencia de cualquier influencia musulmana.
SANTA MARIA DEL NARANCO
Mandado construir por el rey Ramiro I de Asturias (842-850) en las faldas del Monte Naranco como edificio palatino. Muy cerca también manda construir la Iglesia de San Miguel de Lillo. Ambas construcciones formarían parte de un amplio complejo palatino de este rey, como lugar de descanso y recreo, no como sede permanente de la corte.
Caracteristicas de Santa Maria del Naranco es el uso de la bóveda de cañón, los contrafuertes y la utilización de arcos fajones para la sujección de las bóvedas. Aunque es una edificación en su origen palatino, el factor religioso impregna toda la construcción. Destaca también por el uso de columnas con el fuste sogueado típico del arte asturiano, y la utilización de medallones y fajas como elementos decorativos.
CATEDRAL DE SANTIAGO
La construcción de un sitio destinado a rendir culto a los restos del apóstol Santiago, tiene sus raíces en torno al siglo II, en un mausoleo pagano de Compostela (Campo de Estrellas) que contenía los restos de dos mártires cristianos. Este edificio sepulcral, despertó el interés del obispo Teodomiro, quien en torno a 829, identificó los restos como pertenecientes al apóstol Santiago y a dos de sus discípulos, Atanasio y Teodoro.
Durante un tiempo, por decisión del papa Nicolás I, la iglesia sirvió de concatedral junto a la de Iria Flavia, pero fue el 5 de diciembre de 1095 cuando por fin los fieles pudieron conocerla como la gran catedral de Santiago. Siguiendo el patrón de la época, una cruz latina con tres naves en cada uno de los brazos sirvió de estructura a la planta. La obra culminó el Románico, pero como siguieron produciéndose reformas y construcciones, quedó abierta a los estilos que traían los nuevos tiempos.
La construcción de la Catedral comenzó en torno a 1075, promovida por el obispo Diego Peláez. Tras derruir una parte de las antiguas construcciones, el sepulcro pasó a figurar en el presbiterio y más tarde, bajo el auspicio de Diego Gelmírez, el cual impulsó las obras del primitivo claustro, los trabajos se mantuvieron de forma intermitente, hasta quedar completada en 1105.
IGLESIA DE SAN CLEMENTE DE TAHULL
Situada en el Valle de Bohí, en Lérida. Fue consagrada el 10 de diciembre de 1125 según consta en una inscripción hallada en una columna que se conserva en el Museo Nacional de Arte de Cataluña.
De planta de tres naves, techumbre de madera. Decoración lombarda del exterior que denota la inspiración de Mantua y Verona.
FELIPE II - EL REY PRUDENTE
Pues allí estaba nuestro Felipe II en persona, que en sus dominios no se ponía el sol. O eso dijo al menos. Me quedo con el sobrenombre de “El rey prudente”.
La puñetera Leyenda Negra, alimentada por las muchas amistades peligrosas a quienes la poderosa España molestaba, se cebó en él como si el resto de los gobernantes europeos, como la hija de Ana Bolena y el bestia parda de Enrique VIII, que gobernaba Inglaterra, Isabel I se llamaba, nos odiaba cordialmente, los protestantes ni te cuento, el rey franchute Enrique II, el papa de Roma y demás elementos periféricos, fueran almas de la caridad.
Pero Felipe I de Nápoles, Felipe I de Inglaterra y Felipe I de Portugal, no es otro que nuestro Felipe II, una de las grandes figuras de la historia.
La hija del inglés Enrique VIII, la primera, era María Tudor, hija de Catalina de Aragón, a su vez hija de los RR CC. Felipe se casa con ella, su tía, el 25 de julio de 1554. Para poder esposar a su tía segunda, once años mayor que él, Felipe ha de firmar unas estrictas capitulaciones que le convierten en Rey de Inglaterra pero le impide gobernar, “el rey reina pero no gobierna”. En realidad le importaba un carajo la cuestión y la tía, porque creo que era fea de narices y de todo lo demás también, y él era un chaval de 30 años con toda su potencia de forma que en 1557 abandona el país para no volver nunca más. No tuvieron descendencia, y eso era lo malo porque heredará Isabel, la segunda hija de la bestia parda de Enrique VIII y la cortesana y favorita Ana Bolena. Felipe será rey de Inglaterra hasta el mismo día en que muere su esposa María, algo joven quizá. El hecho más reseñable de ese periodo es el breve retorno de Inglaterra al catolicismo, realizado el 30 de noviembre de 1554, y retornado apenas cinco años después promulgado por Isabel I de Inglaterra, en 1559.
Su reinado en Nápoles, sin embargo fue mucho más duradero. Y lo es porque para que el matrimonio de Felipe con María de Inglaterra fuera un matrimonio inter pares, de igual a igual, entre dos reyes, su padre Carlos V había abdicado en él la corona napolitana. Una corona que recibiría exactamente un día antes de recibir la corona inglesa, el día 24 de julio de 1554, de manos del regente de Carlos V en Nápoles. Lo cierto sin embargo es que Felipe II no estuvo en toda su vida en Nápoles, de donde sin embargo será rey hasta el mismo día de su muerte, el 13 de septiembre de 1598.
En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal. Un Sebastián que por otro lado, es sobrino de Felipe II, hijo como es de su hermana Juana de Austria. Luego de una serie de carambolas dinásticas que enredan la comprensión del tema, la cuestión es que los derechos dinásticos recaen sobre Felipe II por ser hijo de Isabel de Avis, o sea nieto del Rey Manuel I de Portugal. Pero antes de que Felipe pueda hacer valer sus derechos, se proclama rey Portugués un fulano llamado Antonio, Prior de Crato, que aunque es nieto como él del rey portugués Manuel I, el menda era lo que se decía “hijo no legítimo” de Luis de Avis, hermano de Isabel de Portugal, la madre de Felipe. Éste hace, sutilmente, es decir que lo hace enviando un potente ejército al frente del Duque de Alba. La batalla de Alcántara culmina con un “pies en polvorosa” de Antonio “el breve”.
El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda a península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte, el 13 de septiembre de 1598.
Felipe, casero, prudente, más bien tímido, marido y padre con poca suerte, heredero de medio mundo, hizo un sistema administrativo notable, que se conserva, para gobernar aquel tinglado internacional que lógicamente era muy complicado.
Para ser un tío tranquilo, la verdad es que anduvo de bronca en bronca. Guerras las tuvo con Francia, con Su Santidad, con los Países Bajos, con los moriscos de las Alpujarras, con los ingleses, con los turcos y algunos más que no me acuerdo, bueno sí, lo de la Armada Invencible y Lepanto. Se casó cuatro veces, tuvo un hijo medio boludo, un secretario golfo y lo de Portugal, que fue una ocasión perdida para la unidad territorial definitiva con España, porque se embarcó en la construcción de El Escorial para celebrar la batalla de San Quintín a los franchutes, y al centrar su política de esa forma en vez de llevarse la capital a Lisboa, se enrocó en el centro de la Península, gastándose el dineral que venía de las posesiones ultramarinas hispanolusas, además de los impuestos con los que sangraba a Castilla en las contiendas antes citadas. Aragón, Cataluña y Valencia, con el rollo de sus fueron no pagaban ni un maravedí.
Eso sí, sus embajadores vestidos de negro, arrogantes y soberbios, se paseaban por una Europa a la que con nuestros tercios, nuestros aliados, nuestras estampitas de vírgenes y santos, nuestra chulería y tal, seguíamos teniendo acojonada.
Felipe II fue un buen funcionario, diestro en la administración, un meapilas culto, sobrio, poco amigo del lujo, (ver su modesta habitación en El Escorial).
La verdad es que como economista le falló la puntería. Se fundió la tela, que era mucha, y nos endeudó hasta por donde cargan los carros, con banqueros alemanes y genoveses. Hubo tres bancarrotas que dejaron España con el culo al aire para el siguiente siglo, mientras la nobleza y el clero, que se escaqueaban silbando bajito, empezaron a vender títulos nobiliarios, cargos y toda clase de beneficios. Con el detalle de que los compradores, a su vez, los parcelaban y revendían para resarcirse. De manera que, poco a poco, entre el rey y la peña fueron montando un sistema nacional de robo y papeleo, y de papeleo para justificar el robo, que se parece a los ERES o al Caso Gurtel, como les plazca a sus señorías.
En mayo de 1565, la armada otomana llegó a las costas de Malta e inició el asedio a la isla, defendida por los caballeros de la Orden de San Juan u Orden de Malta. El asedio fue durísimo. Por suerte, este gran ataque fue detenido por los miles de soldados que envió España para socorrer a los sitiados. De haber caído en manos del Imperio Otomano, Malta se hubiera convertido en el trampolín perfecto para asaltar Italia.
En previsión de un ataque a la isla, el papa Pío V solicitó a España y Venecia la creación de una alianza militar con los Estados Pontificios con el objetivo de frenar la expansión otomana en el Mediterráneo. En 1571, Madrid, Venecia y Roma crearon la Santa Liga. Luego vendría la batalla de Lepanto, que le dedicaremos un capitulo como se merece.
Por otro lado, hablando de la Inquisición se puede decir que Felipe II, no mandó al cadalso a más que los luteranos, o Calvino, o el Gran Turco, o los gabachos la noche de San Bartolomé; o en Inglaterra María Tudor (Bloody Mary, de ahí viene), que se cargó a cuantos protestantes pudo, o la inglesa hija de Enrique VIII Isabel I, que aparte de inventar la piratería autorizada, hoy héroes nacionales allí, mató a católicos todos los que pudo.
Toda esta mierda de la Leyenda, y los gastos para defender la religión, surgida en el XVI se la debemos a Inglaterra y a Flandes (hoy Bélgica, Holanda y Luxemburgo), donde nuestro muy piadoso rey Felipe metió la pata hasta la ingle: «No quiero ser rey de herejes aunque pierda todos mis estados». Pues los perdiste al final Felipe. Nos metimos en charcos ajenos porque con nuestra península y la América que dominábamos teníamos más que de sobra para andar sacándole las castañas del fuego al Papa de turno y embarcarnos en guerras con unos y otros, todo por establecer por cojones una religión que estaba corrupta hasta las trancas,(de ahí Lutero), que en el fondo algo de razón tenía. Por ende también muchos no querían pagar impuestos «España nos roba», quizás les suene, y el rey prudente, en esto no anduvo fino, porque escuchó más a los confesores que a los economistas. Y a los flamencos y alemanes y demás, con sus rubias tetonas, bebiendo cerveza, lo de la religión dura y pagando, como que no.
Felipe II fue un hombre inteligente, muy culto y formado, buen mecenas, y coleccionista de arte.
Tuvo siempre una mala slud, sufrió enfermedades perdiendo la movilidad de la mano derecha.
Murió el 13 de septiembre de 1598. Fue el más poderoso monarca del mundo en aquel tiempo el que dejaba esta vida en el Monasterio de El Escorial, donde fue sepultado.
Pintura de Felipe II por Antonio Moro (1557)
Estatua de Felipe II realizada por Felipe de Castro en 1750
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