viernes, 13 de enero de 2017
LA GRAN ARMADA-MENTIRAS INGLESAS
A los españoles nos cuesta, a diferencia de los ingleses, sentir orgullo patriótico por las gestas históricas.Salvo algún grupo de gente que se ha llegado a acomplejar a causa de la eficaz y prolongada propaganda antiespañola (que es cierto que ha calado en algunos sectores de la sociedad), la verdad es que se puede ver que el gran público disfruta, y agradece muchísimo, que le recuerden las gestas de sus antepasados.
¿Dónde están los historiadores hispanos actuales para rebatir toda esta falsa propaganda antiespañola? ¿Dónde los ministros de educación, para hacer que los colegiales españoles conozcan su verdadera historia?
Ocurre que los acontecimientos en torno a la “Gran Armada”, que ese es su verdadero nombre, sólo se entienden en el marco de la Guerra anglo-española de 1585 a 1604. Al sacarlos de contexto se deforma mucho la realidad, sería semejante a hablar de la Segunda Guerra Mundial y detenerse en la caída de Francia en 1940, sin mencionar otras importantes batallas como Midway, Stalingrado, o el desembarco de Normandía. Además, fue una guerra con un desenlace y tratado favorable a España.
El llamado desastre de la Gran Armada ni fue tan grave, ni fue mayor que el que sufrió la Armada Inglesa en aguas peninsulares al año siguiente. Es más, el desastre padecido por ellos fue muy superior al nuestro. Pero de nuestro fracaso todo el mundo se acuerda en España y en Inglaterra, y del de ellos casi nadie ha oído hablar en ninguno de los dos países. Desde hace algunos años me dedico a estudiar y divulgar la Historia de España. La Última Batalla de Blas de Lezo”, al conocer la hazaña del vasco, del que inexplicablemente nunca había oído hablar, pues nadie me había hablado de él, ni en el colegio ni en la Universidad. Y a cada paso que doy no hago sino llevarme las manos a la cabeza, pues constato el abismo que existe entre las gestas de nuestros antepasados y la ignorancia tan enorme que tenemos de todo ello en la actualidad. Estamos avergonzados de nuestra propia historia, cuando ha sido de una grandeza y un heroísmo colosales, no igualada por ningún otro país del mundo.
Y estamos avergonzados porque no la conocemos, y si la conocemos, la conocemos distorsionada por nuestros tradicionales enemigos, que han sido maestros de la propaganda, al contrario que nosotros, que hemos sido muy dejados en este punto.
Voy a poner un ejemplo: la expulsión de los judíos. Parece que sólo fueron expulsados de España, cuando lo cierto es que fueron expulsados de la mayor parte de los países de Europa. De algunos de ellos hasta tres (Alemania) y cuatro veces (Francia). Pero parece que sólo fueron expulsados de España.
Habrá quien al leer estas líneas pueda pensar que peco de chauvinista, pero lo cierto es que, si hace unos años yo no pensaba así, a medida que profundizo en nuestra historia, no hago más que crecer en mi admiración. Y lo mismo le ocurrirá a cualquiera que se tome el esfuerzo de profundizar en este impresionante legado que tenemos, y que no podemos dilapidar alegremente.
A lo largo de la contienda Anglo-Española, España cosechó la mayor parte de los triunfos, hasta alcanzar la victoria, con la que consiguió reforzar su control sobre los mares, un hecho crucial, que la mayor parte de los textos y relatos omiten por completo.
De hecho, en ese periodo España consiguió reestructurar su marina de guerra de tal manera que, en la inmediata década posterior, fue capaz de transportar tres veces más mercancías entre América y Europa que en la mejor década de cualquier otra época anterior.
También como consecuencia de la victoria, España consiguió un tratado favorable con la firma de la paz en 1604.
Felipe II quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas. Por lo tanto, y al tratarse de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país
Lo que en un primer momento hubo fue terror ante la reacción del monarca más poderoso de su era, Felipe II y pánico después ante la cercanía de la mayor flota, en esfuerzos, que ninguna nación ha conseguido nunca reunir, y, finalmente, estupor ante la posibilidad de un contraataque. E incluso cuando toda la grandeza se deshilacho por las adversas circunstancias, lo que restó en la pérfida Albión no fueron los festejos, sino las epidemias y la hambruna que habían poblado la costa, exhaustas por el estéril sobresfuerzo.
Hasta la altura del Canal de la Mancha no se efectuó el único gran combate de toda la campaña, por llamarlo de algún modo, pues uno de sus geniales y experimentados generales, Francis Drake (un pirata) no tuvo más ocurrencia que prender fuego a sus barcos y estamparlos contra la armada (los llamados brulotes) causando ciertos estragos. Bien, el resultado del único enfrentamiento directo fue el de un solo barco español hundido.
Temerosos de iniciar un prolongado enfrentamiento, la armada inglesa se batió en retirada hacia su isla para preparar el reabastecimiento y esperar el milagro; sin embargo la flota española, exhausta, con sus objetivos demasiado desdibujados, incapaces de llegar a ningún puerto aliado y con numerosas pequeñas averías se vería obligada a rodear la isla. Las condiciones fueron horribles. Los pequeños arañazos alcanzados por los ingleses fueron transformando los barcos en ruinas flotantes por las tempestades y la defectuosa cartografía portada por los españoles.
Esto es la gran victoria por la que brindan: que los españoles tuvieran que dar media vuelta debido al temporal y a la imposibilidad. Y es que más que una victoria Inglesa fue un cúmulo de desastrosos contratiempos que bien resumió Felipe II en su célebre frase: “Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”.
¿Y qué pasó con la "Contra Armada" inglesa sólo un año después, en 1589?
La “Contra Armada” inglesa un año después sufrió la mayor derrota de su historia hasta entonces (posteriormente volvería a sufrir grandes y humillantes derrotas frente a España, como por ejemplo en Cartagena de Indias, cuando Blas de Lezo, manco, cojo y tuerto, con sólo seis barcos y la décima parte de hombres, derrotó a la Armada de Vernon, compuesta por 190 navíos, en 1741).
El fracaso de la Contra Armada inglesa, se mire desde el punto de vista que se mire, fue muy superior al de la Gran Armada de Felipe II.
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