miércoles, 17 de abril de 2019
EDAD CONTEMPORÁNEA-41- LAS DESAMORTIZACIONES
La regente María Cristina de Borbón, viuda de Fernando VII, se había tropezado con el problema de la guerra carlista. Tenía de su parte a los liberales o “isabelinos”, (en nombre de la futura reina, la hija de la regente, Isabel), contra los carlistas, asunto que ya hemos tratado en el capítulo anterior.
El Gobierno, que lo presidía el liberal moderado Francisco Martínez de la Rosa, había sido nombrado en 1834, se encontraba en plena guerra sin recursos para pagar al ejército. Aquí es donde un comerciante gaditano, con gran carisma entre sus seguidores, casi un mago de las finanzas, Mendizábal, se ofrece a gobierno español para desde Londres hacer gestiones ante banqueros británicos y franceses y sus gobiernos, a fin de conseguir un empréstito al gobierno español. Juan de Dios Álvarez Mendizábal encarnó un prototipo muy valorado en la sociedad estadounidense actual, un hombre hecho a sí mismo. Nacido en una humilde familia de comerciantes que pasaban la jornada tras un mostrador despachando tejidos, lonas e hilados, a falta de recursos económicos para unos estudios reglados, se formó en el oficio de su padre, aprendió idiomas y descubrió que tenía un don para los negocios y también para la política. Tanto, que llegó a convertirse en el principal protagonista de la Revolución liberal española. De origen gaditano, Juan de Dios había nacido en 1790 en Chiclana de la Frontera. Combatió en la Guerra de la Independencia en las filas del Ejército del Centro. En 1811, siendo ya Ministro, firmaba como Álvarez Mendizábal. Pero la madre de Juan de Dios no se apellidaba Mendizábal, sino Méndez. Los Méndez se ganaban la vida con el negocio de la trapería y eran conocidos en Cádiz como una familia de cristianos nuevos de origen judío. El conocido político liberal decidió borrar a los judíos de su genealogía y sustituirlos por un origen vasco que, en sí mismo, ya era garantía de limpieza de sangre. Para ello le bastó cambiar su apellido Méndez por Mendizábal. En el Cádiz del siglo XVIII la casa de comercio Mendizábal era una de las más prestigiosas. Incluso amplió el engaño hasta hacer creer a su mujer que había nacido en Bilbao. Así lo declaró en el acta matrimonial.
En junio de 1835 cae el gobierno de Martínez de la Rosa y se nombra a José María Queipo de Llano, conde de Toreno, en medio de una situación complicada pues toda España se hallaba controlada por juntas revolucionarias y era una etapa anárquica y tumultuosa de la vida política y social española.
Conseguida la ayuda internacional por Mendizábal, tuvo como contrapartida la injerencia en la política interna del país. El conde de Toreno renuncia y a pesar suyo la reina se vio obligada a entregar el poder a los radicales, nombrando presidente del Consejo de Ministros a Juan Álvarez Mendizábal. Consiguió éste un voto de confianza para procurar los recursos que considerase necesarios para el sostén del ejército y terminar en breve tiempo con la guerra civil. Mendizábal comenzó a gobernar por decreto, siendo los más famosos los que regularon la desamortización.
La verdad es que el asunto no era nuevo. No hubo una desamortización, sino varias. Este proceso se desarrolló en España desde finales del siglo XVIII hasta mediados del XIX. Consistieron en que en el Antiguo Régimen, (el absolutismo), los bienes eran inalienables y por tanto estaban “amortizados”, a una familia, (como los mayorazgos), o a una Institución, (como la Iglesia, comunidades religiosas o los municipios). Los ilustrados (época de Carlos III) y luego el Estado liberal fueron expropiando por la fuerza a la iglesia católica, a sus órdenes religiosas, y a los municipios, propiedades que eran consideradas “manos muertas”, y no podían ser legalmente vendidos ni divididos, de tal forma que nunca disminuían. Sus bienes y tierras fueron sacados a subasta pública. El patrimonio eclesiástico se había ido nutriendo a lo largo de los siglos de donaciones, testamentos y herencias de quienes morían sin haber testado, y no era pequeño. Las desamortizaciones se idearon para crear una burguesía de clase media integrada por labradores que en esa subasta pública se hicieran con las tierras que después cultivarían. Así también las arcas públicas engordarían con la recaudación de más impuestos gracias a la nueva propiedad de esos terrenos y crecería la riqueza nacional. Este fue el modo en que el Estado liberal modificó el sistema de propiedad del Antiguo Régimen.
La desamortización trata de sanear la Hacienda. El principio liberal es que la suma de las riquezas particulares es la riqueza de toda la nación.
Durante la Ilustración se habían tomado varias medidas para intentar enriquecer la nación por medio del fomento del comercio y de la industria. Estas medidas fallaron por no haber consumidores posibles. La tierra es pues, el factor desencadenante. Los labradores no pueden contribuir a la Hacienda por esta economía de subsistencia en la que viven. Para que puedan entrar en la economía nacional, los labradores deben convertirse en empresarios; en consecuencia, el Estado debe, en primer lugar, quitar los obstáculos de todo tipo con que cuentan para ello y, en segundo lugar, convertirlos en propietarios de sus propias tierras.
Ya durante el reinado de Carlos IV, tuvo lugar la Desamortización de Godoy. El rey tuvo permiso del papa para expropiar los bienes de los jesuitas y de obras pías. Hospitales, hospicios, colegios mayores universitarios, casas de misericordia, etc.
También el rey impuesto, José Bonaparte, en agosto de 1809 ordenó la supresión de todas las Órdenes regulares, monacales, mendicantes y clericales, cuyas propiedades pasarían al Estado. De esta forma muchas instituciones religiosas desaparecieron prácticamente. Y con la guerra fueron ocupados y saqueados monasterios, iglesias y conventos. Posteriormente, durante el Trienio Liberal en 1820 se suprimieron los monasterios de San Benito, San Agustín, los colegios y conventos de las Órdenes Militares de San Juan de Dios, hospitales, etc.
En 1835, el Presidente del Consejo de Ministros, Mendizábal, decretó la venta de los bienes inmuebles de esos monasterios y el 8 de marzo de 1836 se amplió la supresión a todos los monasterios y congregaciones. Todas las propiedades se encargaban a las comisiones municipales de su venta y finalmente iban a parar a gente adinerada que podían comprar esas posesiones, que aprovecharon lo importante, abandonando el resto. Para colmo la iglesia decidió excomulgar a los expropiadores y a los compradores, con lo cual muchos no se atrevían a comprar.
Después en 1841, vino la Desamortización de Espartero, que duró poco tiempo, con idénticos resultados.
En 1855 se realiza la mayor de todas las Desamortizaciones, que fue la de Madoz, ministro de Hacienda en época de Espartero que acabó siendo la de más vigencia de todas, ya que permanecería hasta 1924. Se declaró a la venta las propiedades comunales de ayuntamiento, clero, Ordenes Militares, de cualquier tipo, así sea de beneficencia, de enseñanza o atención médica. Fue la desamortización más brutal, pero por causas extrañas siempre se habla de la de Mendizabal.
Una peculiaridad de esta desamortización es que el Estado no era el propietario de las tierras, sino fundamentalmente los Ayuntamientos, así el Estado recibía el dinero de las ventas en nombre de éstos y les entregaba títulos de Deuda. Fue una manera de buscar fondos para industrializar el país y financiar el ferrocarril y tratar de estar a la altura de otros Estados europeos más adelantados en esas materias.
Las desamortizaciones tuvieron su pro y su contra. El alto valor de las propiedades por sus dimensiones impidió el acceso a los campesinos con lo cuales los burgueses eran los nuevos propietarios y los campesinos se convirtieron en el proletariado agrario. Los edificios religiosos eran aprovechados, pero muchas iglesias y monasterios fueron abandonados después de haber quitado los objetos de valor para venderlos muchas veces al extranjero. Con el paso del tiempo esos edificios cayeron en la ruina total.
Pero la Desamortización trajo un aspecto positivo, aumentó la producción agrícola al ser puestas en cultivo las tierras hasta entonces nunca trabajadas. La burguesía realizó inversiones para mejorar la producción con nuevas técnicas y especialización. Fueron favorecidas fundamentalmente el Levante y Andalucía.
martes, 16 de abril de 2019
40- GUERRAS CARLISTAS
Fernando VII abolió la Ley Sálica instaurando la Pragmática Sanción, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como si lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. Y de esa forma surgió el Carlismo. Y a la muerte del rey en septiembre de 1833, Carlos emitió el Manifiesto de Abrantes, en el que declaraba su ascensión al trono con el nombre de Carlos V. El general Santos Ladrón de Cegama proclamó a Carlos como rey de España en La Rioja, y se da como comenzada la Primera Guerra Carlista.
La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba. Se daba una curiosa paradoja: el pretendiente don Carlos, que era muy meapilas pretendía imponer en España un régimen absolutista y centralista, y era apoyado sobre todo por navarros, vascos y catalanes, es decir precisamente donde el celo por los privilegios forales y la autonomía política y económica era más fuerte. El campo solía ser de ellos; pero las ciudades, permanecieron fieles a la jovencita Isabel II y al liberalismo. Al futuro, dentro de lo que cabe, o lo que parecía iba a serlo. Don Carlos, que necesitaba una ciudad para capital de lo suyo, estaba obsesionado con tomar Bilbao; pero la ciudad resistió y Zumalacárregui murió durante el asedio, convirtiéndose en héroe difunto por excelencia. En cuanto al otro héroe, Cabrera, lo apodaban el tigre del Maestrazgo, cuando los gubernamentales fusilaron a su madre, él mandó fusilar a las mujeres de varios oficiales enemigos. Ése era el tono general del asunto.
La Primera Guerra Carlista se desarrolló en tres fases muy diferentes. La primer se prolongó hasta julio de 1835. Aparecieron partidas ordenadas por oficiales del ejército que habían servido en el cuerpo de voluntarios realistas durante la Época Ominosa. Este alzamiento fue sofocado por tropas leales al gobierno de Madrid.
La segunda fase de la guerra duró hasta septiembre de 1837 y se caracterizó por un cierto dominio de los carlistas. El ejército de la regente María Cristina no estaba bien pertrechado y también tenían problemas de Hacienda. Poco apoyo extranjero y un plan ineficaz de contención en la zona vasco-navarra. Carlos llegó hasta Arganda, no entrando inexplicablemente en Madrid que estaba prácticamente desguarnecido.
La guerra civil, como todas, se desarrollaba con ferocidad y crueldad. Los humildes párrocos broncos sin el menor complejo, se echaban al monte con boina roja, animaban a fusilar liberales y se pasaban por el arco del triunfo las mansas exhortaciones pastorales de sus obispos. El caso es que la sublevación carlista, es decir, campo contra ciudad, fueros contra centralismo, tradición frente a modernidad.
Esto acabaría siendo un desparrame sanguinario donde las dos Españas, unidas en la vieja España de toda la vida, la de la violencia, la delación, el odio y la represalia infame, estallaron y ajustaron cuentas, fusilándose incluso a madres, esposas e hijos de los militares enemigos. Lo expresaba muy bien Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, “La pobre y asendereada España continuaría su desabrida historia dedicándose a cambiar de pescuezo, en los diferentes perros, los mismos dorados collares”.
La tercera fase de la contienda finalizó en julio de 1840 y fue de clara hegemonía gubernamental al terminar la reorganización del ejército que llegó a la cifra de cien mil hombres y también aprovechando la división del carlismo en dos facciones, el partido navarro, exaltado y el castellano, moderados.
Inglaterra se ofreció como mediadora para la firma de un acuerdo o armisticio. Los comisionados británicos consiguieron el Convenio de Vergara. Así la guerra terminó con “El abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y el carlista Maroto, en agosto de 1939. “Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción, tan español proceder” escribió Maroto.
La Segunda Guerra Carlista se originó al nombrar a Isabel como futura reina de España. Iniciada en 1846 fue provocada por no llevarse a cabo el matrimonio entre la reina y Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos (autoproclamado Carlos V) y por lo tanto se denominaría Carlos VI en la genealogía carlista.
No está claro si fue realmente una guerra civil o una simple lucha de guerrillas de escasa trascendencia. Los hechos se circunscribieron casi exclusivamente a Cataluña con pequeños levantamientos armados. La esperada llegada de Carlos VI a España desde su exilio en Londres nunca se produjo, lo que provocaría la disolución en 1849 de los últimos reductos sublevados.
Y el intento carlista por entronizar a su pretendiente, en esta ocasión Carlos VII, sobrino del anterior se produjo en 1872 y se enfrentaría hasta 1876 a tres regímenes, a saber; el efímero reinado de Amadeo I de Saboya, que fue la causa que desencadenó el conflicto, la también efímera Primera República y por último el reinado de Alfonso XIII. Carlos VII abanderó la contienda desde su partido Comunión Católico-Monárquica de raíces absolutistas con un ejército que se autoproclamaba el “Ejército de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”.
La lucha se centró de nuevo en Cataluña y también el País Vasco y Navarra, que resultó un estrepitoso fracaso para el carlismo, como el intento de tomar Bilbao.
El general Martínez Campos erradicó el carlismo de Cataluña y de Pamplona donde entró Alfonso XII en 1876 provocando la retirada de Carlos VII.
sábado, 13 de abril de 2019
39- CAE ISABEL II (2)
1868 - Revolución "La Gloriosa". El reinado de Isabel II fue una precariedad política. Hubo de nombrar en total 32 Jefes de Gobierno. No obstante la etapa de Isabel fue fecunda en otros campos.
Se construye el ferrocarril, cuya primera línea unía Mataró con Barcelona.
El entramado del capitalismo se desarrolló, como por ejemplo con la Ley de Bolsa o la constitución de Bancos de emisión. Se concretó la regulación del orden público mediante la promulgación del Código Penal y la creación de la Guardia Civil. No obstante Isabel siempre fue ajena a todos estos cambios. Era incapaz de comprenderlo, por su falta de preparación para tan alta responsabilidad.
De la familia real podemos destacar a su sexto hijo, que sería el futuro Alfonso XII.
Mientras y de paso la oligarquía catalana se forró el riñón de oro con la industria textil. Si había protestas obreras se la reprimía vía ejército y a otra cosa, que lo de ser español en Cataluña fue buen negocio en lo del trabajo sucio.
Por su parte, las Provincias Vascongadas, que así se llamaban salvo alguna intentona carlista, estaban tranquilos. Sabino Arana con su eslogan de vascos buenos y españoles malvados, y la industrialización, sobre todo metalúrgica, todavía no había aparecido. A nadie se le ocurría hablar de independencia ni asesinar españolistas, con el cinismo de la burguesía. En otras palabras, la burguesía y la oligarquía vasca y catalana, igual que las de Murcia o de Cuenca, estaban integradas en la parte rentable de aquella España que, aunque renqueante, iba hacia la modernidad. Surgían ferrocarriles, minas y bancos, la clase alta terrateniente, financiera y especuladora cortaba el bacalao, la burguesía creciente daba el punto a las clases medias, y, esto era lo jodido, los obreros y campesinos analfabetos fueron manipulados y explotados a gusto por los caciques locales, quedándose fuera de toda fiesta pero entregando a sus hijos para guerras coloniales, para arar o para llevar un mísero sueldo a casa.
Esto producía una mala leche muy justificada, que era frenada por la intervención policial y por jueces corruptos, por políticos demagogos. Mientras reinaba Isabel
Nada nuevo bajo el sol, como digo, políticos jueces, alcaldes, militares todos en el mismo saco de la degradación moral. Esto hizo que sea tan evidente la inutilidad de una reina que lo único que hacía bien, por lo visto, era follar y come soberbios cocidos en Casa Lhardy .
La gentuza instalada en las Cortes se había convertido en forajidos políticos. Se consiguió una farsa de administración y Justicia. Nadie escuchaba la voz de los desfavorecidos que a base de palos y demagogia iban a la guerra a veces cobrando para que no fuera el hijo del rico.
Las campañas militares en que anduvo España, como la guerra del Pacífico, la intervención en México, en la Conchinchina y en Italia para ayudar al papa, eran para lamerle las botas a las grandes potencias que por interés nacional.
Pero por debajo de toda aquella basura monárquica, política, financiera y castrense, algo estaba cambiando. El pueblo llano estaba hasta los escrotos de que le tomaran por el idiota útil. Las urnas no sirven para nada a un pueblo analfabeto. Algunos heroicos hombres y mujeres se empeñaron en crear mecanismos de educación popular. Escritura, lectura, ciencias aplicadas a las artes y la industria, emancipación de la mujer, empezaron a ser enseñados a obreros y campesinos en centros casi clandestinos. Ayudaron a eso el teatro, y la gran difusión que los libros y periódicos, novelas y publicaciones de todas clases, que a veces lograban torear a la censura. Se pusieron de moda los folletines por entregas publicados en periódicos, y la burguesía y el pueblo bajo que accedía a la lectura los acogieron con entusiasmo.
Pero existió una creciente conflictividad obrera, como la primera huelga general de nuestra historia, que se extendió por Cataluña ondeando banderas rojas con el lema Pan y trabajo, anuncio de lo que se venía. Las represiones en el campo y la ciudad fueron brutales, y si a eso le sumamos la injusticia que imperaba, hizo que, muchos se echaran al monte.
La monarquía era un desastre, y los burgueses veían que esto se les estaba yendo de las manos. Isabel, sobraba desde hace rato, y bueno pues a grandes males grandes remedios
Cualquier revolución importante necesita de tres aspectos que lo desencadenan. El político, el económico y el social. Cuando estos factores coinciden es probable el estallido revolucionario ya que la crisis económica provoca una crisis política y esto desemboca en una agitación social.
En mayo de 1866 debido en parte al incremento de la especulación, al abuso del crédito y a la escasez de dinero real, una fuerte crisis económica, con quiebras de empresas, restricción de créditos y vertiginosa caída de la bolsa, arruinando a muchos ahorradores, produjo el crac bancario y trajo como consecuencia la falta de empleos y si añadimos malas cosechas de 1867 y 68, consideradas las peores del siglo, pues tenemos todas las condiciones dadas para un grave problema social.
El gobierno se vio impotente y se ganó la desconfianza general al emitir un empréstito forzoso que obligaba a todos los contribuyentes y decretar una rebaja de sueldos de los funcionarios públicos civiles, pero no los militares. A su vez existía una falta de participación en la política de las clases medias y el empeoramiento de las condiciones de vida de las clases humildes.
El almirante Topete en el puerto de Cádiz realiza un pronunciamiento militar que fue el detonante de la revolución, conocida como "La Gloriosa". Se marca el comienzo de un periodo febril llamado el "Sexenio Revolucionario" en el que se sucedieron vertiginosamente numerosas fórmulas de gobierno y que desembocarían en la restauración de la monarquía.
En septiembre de 1868, en Cádiz, los generales Prim, Dulce, Serrano y Topete firmaron el bando de la proclama revolucionaria. El presidente del gobierno Ramó M. Narváez y su primer ministro, González Bravo abandonaron a la reina, y gran parte del ejercito desertó para pasarse al bando revolucionario.
Surgieron Juntas Provisionales Revolucionarias que excitaban al pueblo a la revuelta con consignas radicales.
A todo esto, la reina Isabel II, que veraneaba en Lequeitio se marchó exiliada a Francia, pero no renunció a la corona. Apenas hubo sucesos violentos. Existía una confianza en la nueva situación. La Junta de Madrid nombró a Serrano para constituir un gobierno provisional. De entrada tuvo que enfrentarse con la insurrección cubana, que dio inicio a la "Guerra de los Diez Años".
Se elaboró una Constitución en 1869 que establecía la monarquía dinástica y la base de la soberanía residiendo en el pueblo español. Es decir, se acababa con el absolutismo definitivamente y teníamos otra Constitución de caracter liberal.
Quedaba el problema de la abdicación de la reina, que Cánovas se esforzaba en conseguir. Era el gran obstáculo para la dinastía borbónica en España y su renuncia resultaba imprescindible. Finalmente Isabel II, aunque se revolvió como gato panza arriba, perjudicando todavía más al país, gobernó hasta 1870, cuando abdicó a favor de su hijo. Desde París largó sapos y culebras por la boquita, todo lo que pudo, poniendo a parir al personal. Años después y con la monarquía asentada la reina fue a Madrid a ver a su hijo cuando éste se encontraba al borde de la muerte. Preguntó que ocurriría a continuación. Era una pregunta con deseo incorporado. Pero existía una heredera y la reina consorte estaba embarazada, por lo que la regencia y la sucesión al trono estaban garantizados.
Finalmente Isabel II murió en París, el 9 de abril de 1904.
jueves, 11 de abril de 2019
38- ISABEL II (1)
Regencia de María Cristina. Habíamos abandonado los hechos que se produjeron en la España peninsular. Lo que históricamente se llama la Restauración es la vuelta de la Casa Borbón a la corona de España, que como se ha dicho en capítulos anteriores vino al ganar la guerra a Napoleón y la consolidación de Fernando VII en 1814 hasta su muerte en septiembre de 1833. Hereda, en virtud de la ley promulgado por Fernando VII, su hija Isabel II, pero como era menor de edad tuvo de regente primero a su mamá, María Cristina de Borbón, cuarta mujer de Fernando VII, que ocupa la Regencia de 1833 a 1840, tras la muerte de su marido.
Durante poco más de cuarenta años, de 1833 a 1874, se implantó en España el liberalismo con todos sus rasgos ideológicos, sociales, económico y políticos. Pero hubo dos guerras civiles, y dos regímenes políticos, reinaron dos dinastías y los gobiernos fueron innumerables.
La primera y mayor preocupación de la regente y el Gobierno fue controlar a los partidarios de don Carlos, hermano de Fernando, que desde Portugal, se había proclamado rey de España al conocerse la muerte del rey. También los liberales eran mirados con recelo, especialmente aquellos que el embajador francés llamaba del «partido del movimiento», los futuros progresistas. A pesar de sus tendencias absolutistas, las dificultades generadas por la guerra carlista, de la que hablaremos más adelante, en el frente, las provocaciones de los antiguos voluntarios realistas y la presión ejercida por algunos militares llevaron a la regente a aceptar la existencia de un régimen representativo basado en el muy moderado, Estatuto Real. Más adelante, los estallidos revolucionarios que se produjeron entre 1834 y 1836 hicieron posible la transición desde la fórmula del Estatuto Real a la Constitución de 1837. El Estatuto reconocía a la Corona prerrogativas muy amplias, pero la nueva Constitución imponía ciertas limitaciones al rey, en este caso la reina regente, en el ejercicio de sus funciones y le obligaba a compartir la soberanía con la nación.
La Constitución duró solamente ocho años, hasta 1845. Permitía la alternancia en el gobierno de los dos partidos liberales. Entonces se sanciona por presión de los “Moderados” la Constitución de 1845, ya con el reinado de Isabel II. Esta Constitución también duraría veinticuatro años, hasta 1869 que es cuando se promulga la nueva Constitución, al año siguiente del derrocamiento de la reina con la “Revolución La Gloriosa” de 1868.
Durante la regencia de María Cristina, las revoluciones urbanas habían potenciado el acceso de los liberales progresistas a los Ayuntamientos y ello hacía más difícil el control gubernamental de las grandes ciudades. Isabel tenía tenía tres añitos cuando murió se padre. Después de la regencia de María Cristina en 1840 pasó al General Esparteros durante los siguientes tres años en que se la declaró mayor de edad, en 1843. Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» nació en Madrid, el 10 de octubre de 1830, y fue reina de España entre 1833 y 1868, (aunque se proclamó en 1843).
Comenzó pronto a poner luz entre las piernas. Amantes, (un puñado), su primer hombre fue el General Francisco Serrano. El conde de Romanones la describió “era algo retrasada, apenas sabía leer, solo sabía sumar y su ortografía era pésima. No leía y jugaba con perritos, ignoraba las reglas de comportamiento y estas señas de identidad la acompañaron toda la vida, sin embargo era alegre y generosa”. A los 16 años se casó con su primo Francisco de Asís, del que tuvo once hijos. Ahí es ná. Y digo que no fue nada porque al señor le llamaban “Paquita”, quien era un afeminado y jamás se le conoció mujer alguna, más bien al contrario, solo hacía a pluma. Los historiadores aseguran que cuando la Reina se enteró del nombre de su futuro marido soltó un grito de horror: “¡No, con Paquita, no!”. Los hijos eran oficialmente de su marido, ¡claro hombre!, pero de esto sacó beneficio el marica, todo un negocio. Recibía dinero por cada churumbel reconocido. Solo sobrevivieron cinco hijos. Uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII. Parece ser que era hijo del capitán Moltó, un fornido militar. Cómo sería la señora que el propio papa, Pío IX llegó a decir, “Es puta, pero piadosa”. Entre los miembros de la familia real hay que destacar a la infanta Isabel Francisca, popularmente conocida como “La Chata”, fue princesa de Asturias, es decir heredera a la corona, hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y durante el reinado de éste hasta que nació su sobrina María de las Mercedes. Como sería de querida y popular, le gustaban los toros, las verbenas y la música, que hasta el gobierno de la Segunda República pidió que no abandonase el país. Otro miembro conocido es su hermana María Luisa, casándose ambas el mismo día en Sevilla. Esta mujer fue la madre de María de las Mercedes, futura reina al casarse con Alfonso XII. María Luisa donó a la ciudad de Sevilla los jardines de su palacio de San Telmo, que hoy llevan su nombre.
Hemos tocado un poco la vida personal y familiar de Isabel II, pero en lo político la cosa no tuvo ni pizca de gracia. Una reina casi analfabeta, caprichosa y aficionada a los fornidos palafreneros, unos militares ambiciosos metidos en políticos, unos políticos metidos hasta las orejas en la corrupción, (desamortizaciones incluidas), todos se odiaban de una forma o de otra y a la vez se necesitaban. Un putiferio. Pronunciamientos militares y revolucioncitas parciales Narváez y O'Donnell, con el acuerdo de un tercero llamado Espartero, para inventarse dos partidos, liberal y moderado, que se fueran alternando en el poder; y así todos disfrutaron, por turnos. Llegaba uno, despedía a los funcionarios que había puesto el otro y ponía a sus parientes, amigos y compadres. Al siguiente turno llegaba el otro, despedía a los de antes y volvían los suyos. Y de esa forma tan suave como con Nivea, nos fueron dando una forma de gobernar. Aquella pandilla de sinvergüenzas se fue repartiendo España durante cierto tiempo. Jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros. Farsas electorales. Votos comprados y si no hostia que te crió, es decir, represión, destierros al norte de África, Canarias o Filipinas, que todavía quedaban colonias.
Habíamos hablado algo de las Guerras Carlistas. Es que no faltó de nada en el país, en este siglo XIX al que Dios confunda. El movimiento Carlista surgió cuando Fernando VII abolió la Ley Sálica instaurando la Pragmática Sanción, que volvía a establecer el sistema de sucesión tradicional de Alfonso X de Castilla, por el cual las mujeres podían reinar si no tenían hermanos varones. Es decir, que podía reinar su hija Isabel, (como si lo hizo), en lugar de su hermano de él, Carlos María Isidro de Borbón. Y a la muerte del rey, se fraguó la subida al trono de Isabel con la regencia de su madre. La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba.
ISABEL II
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