viernes, 16 de febrero de 2024

FRAY BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Nació en Sevilla en 1484 y murió en Madrid en 1565. Fue fraile Dominico,  obispo, teólogo, defensor de los indios.

En Granada firmaban los Reyes el nombramiento de Nicolás de Ovando como gobernador de las Antillas. El 13 de febrero de 1502, junto con su padre zarpaban de Sanlúcar y arribaron a Santo Domingo el 15 de abril de 1502.

Los dominicos llegaron a La Española en 1510. Procedían de una vida religiosa renacida y llevaban un alto sentido humanitario y la rica doctrina de santo Tomás de Aquino. Las Casas tomó contacto con ellos, oyó el sermón-denuncia de Montesinos: ¿Estos no son hombres? ¿Con éstos no se deben guardar y cumplir los preceptos de caridad y de la justicia? ¿Estos no tenían sus tierras propias y sus señores y señoríos? ¿Estos hannos ofendido en algo? ¿La ley de Cristo, no somos obligados a predicársela y trabajar con toda diligencia de convertirlos?... Todos estáis en pecado mortal, y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes.

Sermón de Fray Antonio. Santo Domingo, diciembre de 1511.

De las Casas se ordenó sacerdote. A principios de 1513 pasó a Cuba y obtuvo una excelente encomienda. Le visitaron unos padres dominicos, conversaron y despertaron sus dudas. No era lógico predicar contra la encomienda siendo encomendero. El resultado: su primera conversión. Devolvió la encomienda, dispuesto a defender a los indios para siempre. Salió para La Española, se entrevistó con fray Córdoba que le habló de un viaje a España, con Montesino y otro fraile. Embarcaron, en efecto, en septiembre de 1515 y llegaron a Sevilla el 6 de octubre. Visitó al arzobispo Deza, quien le dio cartas para el Rey: quería “notificarle la perdición de estas tierras”; pero la audiencia, que sería en Sevilla, nunca se celebró. El Rey murió el 23 de enero de 1516, (Felipe I). Dirigió un Memorial de remedios (1516) a Adriano de Utrech, el que fue valido del rey Felipe el hermoso. Propone la construcción de fortalezas defensivas, que la penetración y la evangelización fuesen pacíficas, la liberación de esclavos, la creación de diócesis, la restitución de todo lo robado. Explica después la organización de comunidades mixtas y la radical supresión de la encomienda. El cardenal Cisneros y Adriano le oyeron complacidos, y le encargaron elaborar un plan de reforma de las Indias, estableciendo comunidades indígenas libres, otras intervenidas por funcionarios reales, y el cumplimiento de la Leyes de Burgos de 1512 de Fernando el católico.

FRAY ANTONIO DE MONTESINOS

En su Informe (1 de abril de 1517), los indios no quedaban bien parados y se desecha la idea de comunidades indígenas. Las Casas, aconsejado por los dominicos, regresó a España el 3 de junio de 1517. Fue a ver a Cisneros, pero estaba muy grave, y se fue a Valladolid a esperar al nuevo rey, Carlos I, Emperador, que llegó el 18 de noviembre. Bartolomé se ganó a sus consejeros flamencos y logró presentar su proyecto al Rey. Consciente de que no lograría suprimir la encomienda, si antes no demostraba que la supresión no suponía la ruina económica trazó un plan socioeconómico de colonización pacífica con una consecuencia clara: el aumento de población y de riquezas, aunque no era fácil ponerlo en práctica, pues significaba un cambio radical del sistema, con dificultades insalvables. No llegó a discutirse. El Rey partió para Coruña el 25 de enero de 1520, y el día antes de embarcar firmó la capitulación para poblar la costa de Paría (19 mayo 1520). Eran veintisiete puntos que precisaban su finalidad: colonización y evangelización pacífica, tributos para el rey y modo y manera de tratar a los indios. Las Casas embarcó con los labradores en Sanlúcar el 15 de diciembre de 1520 y llegaron a Puerto Rico en febrero de 1521. La expedición fue un fracaso, y casi una tragedia.

Las Casas ingresó en el noviciado de los dominicos en 1522 y profesó a finales del año siguiente. Abandonado su plan de colonización, siguió una etapa de silencio y estudio y desarrolló su vocación de escritor. En 1526: “De único vocationis modo”. El planteamiento es muy claro: “la única norma para llevar a los pueblos la religión cristiana, es la evangelización pacífica”. Quiso decir dos cosas: no hay más que un camino de evangelizar: la persuasión del entendimiento y la invitación de la voluntad. Y este camino es común para todos los hombres. El Papa trató de los derechos naturales de los indios, y aunque no tuviesen fe no carecían de libertad y dominio, y no se les podía esclavizar. Su oponente, Ginés de Sepúlveda en cuanto a métodos de evangelización, militó en campo contrario. No trató de que se obligase, directa y absolutamente, a los indios a hacerse cristianos. Tal sería la conquista previa, para que los indios pudiesen ser más cómodamente catequizados. Las Casas concluyó categóricamente: la guerra que se hace a los indios es temeraria, porque es contraria al derecho natural, divino y humano; injusta, porque los indios no han injuriado a los españoles y tiránica, porque es cruel y violenta. Y, en consecuencia, todos los que de algún modo, han cooperado a esta guerra, han pecado gravemente; están obligados a restituir, y los clérigos que castigan a los indios son culpables. El libro es sorprendente por su alcance universal.

Volvió a España en 1540. Su propósito era plantear a Carlos V en 1542 la reforma general del gobierno de las Indias, para lo cual había preparado documentación. Los razonamientos teológicos, jurídicos, históricos son abrumadores. El autor no duda de la soberanía del Rey sobre las Indias, en virtud de la Bula de donación, compatible con la libertad de los nativos, que la pierden cuando son sometidos a la jurisdicción y servidumbre de los encomenderos. El otro documento fue la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, también de 1542 y editado en 1552. El más endeble y el más difundido. Pero se excedió e hizo daño a España, con relatos que la crítica histórica y el sentido común necesariamente han de calificar de inverosímiles.

La Leyes Nuevas de 1542. La esclavitud de indios fue un hecho. Carlos V la prohibió en 1530; pero ante la reacción de los españoles, la restableció cuatro años más tarde. Las Leyes Nuevas vienen a recoger una parte importante de esta corriente crítica. El 20 de noviembre de 1542 fueron promulgadas en Barcelona. Cinco son los puntos que aquí se pueden subrayar: 1) la dignidad del indio, considerándolo como un súbdito más de la Corona; 2) la eliminación de la esclavitud; 3) la anulación de la encomienda, como principio de servidumbre; 4) la supresión de la guerra de conquista; 5) las cláusulas de seguridad de estas determinaciones, mediante vigilancia, procesos judiciales, castigos.

 

Las Casas influyó en estas leyes, pero no las aprobó, pues, a pesar de los avances indudables, mantenían la encomienda, aunque no serían ya hereditarias. En 1543 escribió al Emperador. Sus quejas fueron examinadas y se tuvieron en cuenta, incluyendo en la Leyes algunas disposiciones complementarias. Fueron imprevistas pero su contenido se fue imponiendo poco a poco e influyeron con su humanitarismo.

El dominico volvió a presentar nuevos Memoriales al Rey en 1543, protestó porque no se hubiesen abolido inmediatamente las encomiendas. Expuso y fundamentó la predicación pacífica y la abolición de la esclavitud, y esbozó su teoría de soberanía imperial. Fue un gran momento para fray Bartolomé. El cenit de su prestigio. Y fue nombrado obispo de Chiapas (1543). Consagrado en Sevilla (1544), se trasladó a Indias y entró en su sede al año siguiente. Por la oposición el fraile renunció a su obispado, pero no a su cargo de defensor de los indios.

En 1547, regresa definitivamente a España. Es la época de sus grandes obras. Interesan los Tratados, en los que sintetizó sus ideas con más precisión y orden.

Ilustra su negativa con el testamento de Isabel la Católica, “que debía tener entendida la intención del Papa” algo mejor que Sepúlveda, y con la instrucción que los Reyes dieron a Colón. Afirma que, antes de bautizarse, los infieles no eran súbditos de la Iglesia, y “no se les puede poner o quitar señor”. Pero, después de convertidos, “la Iglesia puede ejercer su jurisdicción temporal en ellos, como en súbditos”, si fuera necesario para la conversión de la fe.

He aquí algunos principios: 1) Todos los hombres son libres; la libertad es inherente a la persona humana. La esclavitud es un fenómeno accidental, no obedece a causas naturales. Su convicción de que los reyes de España eran soberanos de las Indias, basada en un principio teocrático, era tan sólida como siempre. Y lo que pretendía era concluir que la enajenación perpetua de la encomienda era radicalmente injusta.

De Las Casas defendió durante bastante tiempo que se llevaran esclavos negros a América para sustituir a los indios en los trabajos más duros. Sin embargo, al final de su vida se arrepintió y condenó la esclavitud de los negros. Su visita a Lisboa en 1547, el principal puerto negrero en Europa, fue cuando los dominicos portugueses le informaron sobre el brutal apresamiento de esclavos negros en las costas africanas, realizada las por Portugueses, ingleses, holandeses y franceses, con la ayuda pagada de otros negros africanos que se internaban y “conseguían” hombres y algunas mujeres en las tribus.

SAN PEDRO CLAVER 

Pero a pesar de estar en contra de la esclavitud de los negros, nunca incluyó en sus escritos a los negros en su lucha. Posiblemente fuera porque España no participaba en ese comercio.

Los últimos años de Las Casas fueron fecundos. Desde 1551 hasta su muerte, Las Casas fue nombrado procurador de indios, con la misión de transmitir a las autoridades las quejas de la población indígena de toda la América española. Insatisfecho con lo logrado y dispuesto a seguir luchando (a pesar de recibir una pensión vitalicia de la Corona.

En Madrid, escribió dos tratados polémicos. Lo cierto es que Las Casas con su publicación en 1552, de una serie de escritos críticos, entre los que se incluía la Brevísima relación de la destrucción de las Indias; en ella denunciaba los abusos de la colonización española con una amplitud de miras incomprensible para su época, pero con tal acritud que sería empleada con fines propagandísticos por los enemigos de los Habsburgo, contribuyendo a engrosar la llamada “Leyenda negra”.

El fraile falleció el 18 de julio de 1565 en el convento de Nuestra Señora de Atocha, en Madrid.

jueves, 15 de febrero de 2024

SAN FRAY JUNÍPERO SERRA

Nació en Petra (Islas Baleares), 24.XI.1713 – Monterrey, California (Estados Unidos), 28.VIII.1784. Misionero franciscano iniciador de la evangelización de la Alta California y santo.
Recibió el nombre de Miguel José en el bautismo, pero él mismo lo sustituyó al profesar en la Orden Franciscana (1731) por el de Junípero, por su simpatía hacia el discípulo de san Francisco.
Con el fin de seguir avanzando en sus estudios, en 1729, se trasladó a Palma de Mallorca, tomó el hábito franciscano y en 1731 emitió la profesión religiosa.

Conocido como el misionero de California 
Siguiendo la costumbre general de la Orden, inició su el estudio de tres años de Filosofía (1731-1733) y cuatro de Teología (1734-1737), con lo que quedó capacitado para recibir la ordenación sacerdotal.
En 1737 ganó por oposición una cátedra de Filosofía en el convento de San Francisco de Palma de Mallorca, que ocupó tras obtener el grado de Teología, inició la enseñanza de Teología Escotista en la Universidad luliana de Palma.
Entre sus alumnos, figuraron varios franciscanos mallorquines que muy poco después lo imitaron en su viaje a América y colaboraron con él. En 1748 decidió viajar a Hispanoamérica en calidad de misionero.
Desde este momento se conoce la biografía reflejada por él mismo a través de los escritos que han llegado hasta hoy, lo cual independiza del relato y de las interpretaciones suministradas por su biógrafo, paisano, colaborador y hasta confesor, el padre Francisco Palou.
En una expedición de misioneros con destino a la América española compartió con los aproximadamente quince mil seiscientos que también lo hicieron desde 1493 hasta 1822, y en posesión de una preparación intelectual más elevada.
Tras embarcarse en Cádiz en agosto de 1749 desembarcó en Veracruz (México) a comienzos de diciembre. Desde Veracruz prosiguió viaje a pie hasta Ciudad de México, a la que llegó el 1 de enero de 1750 cojeando visiblemente a causa de una llaga en el pie izquierdo, de la que ya nunca llegaría a curarse, a pesar de lo cual nunca se sirvió de ninguna caballería para cubrir los casi diez mil kilómetros que llegó a recorrer por tierras americanas.
Como comisario de la Inquisición, en 1772 remitió al tribunal de México un informe en el que manifestaba que tenía varios indicios de enormes delitos de hechicerías, brujerías, adoración de los demonios, etc.
Desempeñó en 1761 el cargo de maestro de novicios en el colegio de San Fernando y sobre todo recorrió unos cuatro mil quinientos kilómetros, a pesar de su dificultad para andar, en el ejercicio de la continua predicación de misiones populares.


A este ministerio se estaba dedicando plenamente cuando en 1767, a sus cincuenta y cuatro años, fue destinado a las misiones de la Baja California (México), que acababan de abandonar los jesuitas debido a la supresión de la Compañía de Jesús, a las que se encaminó en calidad también de superior de los catorce franciscanos que lo acompañaron. Razones de índole política internacional obligaron a fray Junípero a cambiar la herencia de los jesuitas por la roturación del nuevo campo misional que ofrecía la Alta California, hoy California norteamericana, cediendo el primero a los dominicos en 1772.
Fray Junípero salió en marzo de 1769 hacia Monterrey en compañía de Gaspar de Portolá, gobernador de la región, para en julio llegar al puerto de San Diego, en el que se reunieron todos los expedicionarios, en un momento que iba a representar el comienzo de la evangelización de California, pues fue el día 16 de ese mes la fecha en la que fray Junípero estableció allí la primera de sus misiones mediante la colocación de una cruz en una colina próxima. Continuando este mismo viaje en busca del puerto, al que llegó con sus acompañantes en mayo de 1770, fray Junípero fundó en él en el siguiente mes de junio la misión de San Carlos Borromeo, a la que en julio de 1771 añadió la de San Antonio de Padua, en septiembre de ese mismo año, la de San Gabriel y, justo al año siguiente, la de San Luis Obispo, formando lo que él mismo denominaba un rosario extendido estratégicamente a lo largo de la costa del Pacífico utilizando el denominado camino real.
Al regresar a San Diego en septiembre de 1772, se encontró con una carta del virrey de Nueva España, Antonio María Bucareli, en la que le recordaba la obligación que tenían los misioneros de obedecer las órdenes del nuevo comandante militar, lo cual lo movió a dirigirse inmediatamente a Ciudad de México para entrevistarse con el virrey.
En la entrevista le entregó, en marzo de 1773, un amplio y detallado informe y le exponía las necesidades de cada misión sino también la situación militar del territorio, las modificaciones que era necesario introducir en este aspecto, el inadecuado comportamiento del nuevo Comandante. El documento le costó el puesto a Fages y además sirvió de base para la elaboración de una auténtica legislación californiana, que fue ratificada en Madrid en 1777.


De nuevo en San Diego, en marzo de 1774, se vio forzado a observar una especie de etapa de inactividad debido a las obstrucciones del nuevo comandante militar, Francisco Moncada y Rivero, hasta que en 1775 los indígenas incendiaron de nuevo esa misión y asesinaron a numerosos neófitos. Tras reedificar en 1776 esta misión, fundó la de San Francisco y reedificó San Juan Capistrano, y en 1777 añadió la de Santa Clara.
Con total sorpresa en junio de 1778 recibió un documento oficial de sus superiores en el que se le comunicaba que por fin había llegado de Roma lo que en 1768 él mismo había sugerido que se solicitara de la Santa Sede, es decir, que se les concediera a algunos misioneros de este santo Colegio [de San Fernando] la facultad de administrar el sacramento de la confirmación sin ser obispo, de la misma manera que el papa Benedicto XIV se la había concedido a los jesuitas de la Baja California.
La concesión de este privilegio sorprendió a las autoridades civiles de California, las cuales trataron de impedir su ejercicio y aconsejaron al biógrafo de fray Junípero dejar en claro que éste no aspiraba con ello a ningún obispado. No sorprende que, a pesar de la oposición de las autoridades civiles, él iniciara inmediatamente el ejercicio de esa facultad por tratarse de la administración de un sacramento encaminado a robustecer la fe recibida en el bautismo, o lo que es lo mismo, a ratificar el objetivo de la evangelización. Tampoco resulta extraño que desde este momento hasta su ya no lejana muerte se dedicara primordialmente a administrar la confirmación, sin más desvíos notorios de este menester que la fundación en marzo de 1782 de la misión de San Buenaventura, novena y última de las que fundó.


A partir de 1778, su correspondencia refleja en él una profunda preocupación por la actitud inamistosa de las autoridades civiles para con sus misiones, preocupación a la que desde 1782 se añadió una profunda tristeza, confesada por él mismo, ante el rumor de que los franciscanos tendrían que abandonar en breve California. El día 18 de agosto de 1782 sufrió una fuerte opresión en el pecho y una acusada inflamación de las piernas, tras lo cual el día 28 apareció muerto, como si estuviera plácidamente dormido, en su habitación de la misión de San Carlos Borromeo o del Carmelo, en Monterrey.
Se le atribuyen de manera oficial la conversión de 4.646 indígenas, la administración de 6.736 bautismos y 4.723 confirmaciones, más la asistencia a 1.436 matrimonios y 1.951 defunciones, y suprema dirección de nueve de las diez misiones, entrañaban, además la búsqueda de los medios necesarios (herramientas, semillas y ganado) para que los indígenas de estos poblados misionales, a veces acompañados por españoles, pudieran desarrollarse demográfica, religiosa, cultural y económicamente.
Esta labor, olvidada durante el siglo XIX, comenzó a ponerse de relieve a comienzos del XX. Es el único español con una estatua en el Capitolio de Washington, el de haber sido beatificado en 1988, el de contar con una abundantísima bibliografía. Como colofón al reconocimiento de su figura, el 23 de septiembre de 2015 fue canonizado por el papa Francisco en la ciudad de Washington.
Desgraciadamente vándalos indigenistas ignorantes han derribado varias estatuas del santo en EE UU y se pide la retirada de su estatua del Capitolio por parte del partido Demócrata, cosa que no se ha hecho. El papa Francisco evitó “in extremis” en 2015 que retiraran la estatua que llevaba en el Capitolio de Washington desde 1931, al rezar ante ella durante su visita a la capital estadounidense.

sábado, 10 de febrero de 2024

EXPEDICIÓN ELCANO - JOFRÉ DE LOAYSA

La expedición de Magallanes y terminada por Elcano fue un hito en Europa. Las proezas del Imperio Español continuaban. Las exploraciones ya no se quedaban en el continente americano. 
Nada detenía a aquellos hombres.
Entusiasmado por el viaje de Magallanes - El Cano, y mientras se negociaba con los portugueses, el rey Carlos I tras meses de negociaciones con los portugueses donde no se alcanzó ningún acuerdo decidió armar una nueva expedición mucho más ambiciosa que la primera con el objetivo de asentarse en las Molucas, expulsar a los portugueses y enviar especias a la Península Ibérica.

SEBASTIÁN ELCANO

Ordenó la preparación de otra armada, para realizar una expedición a las preciadas Islas Molucas. Puso bajo el mando de García Jofré de Loaysa, a quien concedió el título de capitán general y gobernador y justicia mayor de las islas del Molucas.
La flota partió de La Coruña el 24 de julio de 1525 y llevaba como segundo a Juan Sebastián Elcano.
Los portugueses habían descubierto las islas en 1512 al mando de Francisco Serrão. Y España aspiraba a su control desde Occidente, y los portugueses desde Oriente.
Siguiendo la ruta de Magallanes, pusieron proa al estrecho que lleva su nombre, donde empezaron los problemas. La nao de Elcano, la Sancti Spiritus, encalló y se fue a pique. Otras dos naves, desalentadas por las dificultades del viaje, desertaron. Una de ellas, la Anunciada, intentó llegar al Pacífico por el cabo de Buena Esperanza. Las aguas la engulleron y no se supo más de ella. La San Gabriel logró regresar a España después de numerosos tormentos.

JOFRÉ DE LOAYSA

Con solo cuatro naves muy maltratadas, la expedición logró atravesar el estrecho y llegar al Pacífico el 26 de mayo de 1526 después de 48 días de infierno. Allí, sin dar tregua a la marinería, una violenta tempestad separó a la castigada flota que nunca más volvió a reencontrarse.
En la nave capitana, la nao Santa María de la Victoria dirigida por Loaísa, se apiñaron los supervivientes de la Sancti Spiritus con Elcano a la cabeza. El escorbuto no tardó en aparecer. Urdaneta recordó con horror: "Toda esta gente que falleció, murió de crecerse las encías en tanta cantidad que no podían comer ninguna cosa, vi sacar a un hombre tanto grosor de carne de las encías como un dedo, y al otro tenerlas crecidas como si no le hubieran hecho nada".
No menos de cuarenta hombres fallecieron en medio del océano, incluidos el capitán general Loaísa, fallecido el 31 de julio de 1526, tomando el relevo Elcano en el mando, que tan solo duraría 4 días más y fallecería el 4 de agosto, fue arrojado al mar sin grandes ceremonias. El cuerpo de Juan Sebastián Elcano, que curiosamente falleció en la nave llamada Victoria, igual que la de la primera circunnavegación, descansa en algún desconocido lugar del Océano Pacífico.
Desde entonces el mando pasó por numerosas manos. Durante el viaje se perdieron el patache Santiago, que llegó a la Nueva España y la San Lesmes de la que no se supo, pero que se cree que arribó en Tahití, aunque también hay quien cree que encalló y es posible que llegaran hasta Nueva Zelanda y naufragaran en la costa meridional de Australia; desde allí la tripulación habría costeado la isla hasta pasar el cabo York, siendo después apresados, probablemente, por la segunda expedición del portugués Gomes de Sequeira.

En la Santa María cundió el desánimo hasta que el 5 de septiembre tocaron tierra en las actuales islas Marianas. Ahí, entre los nativos, una voz les habló en castellano. Se trataba de Gonzalo de Vigo, un desertor del viaje de Magallanes que convivió entre los indígenas. Tras asegurarse el Seguro Real, es decir, el indulto, sirvió como intérprete, consiguiendo suministros para la enferma y hambrienta expedición.
Tras nuevas escalas en Mindanao y Cebú, exploraron las islas Célebes hasta llegar a las Molucas el 29 de octubre. Quince meses después de partir, solo una de las siete naves y apenas 105 hombres de los 450, llegaron a su destino.

ISLAS MOLUCAS 

En Tidore, los españoles obedecieron las órdenes del emperador y, ayudados por los nativos, construyeron tres baluartes de piedra, tierra y madera. Los lusos enviaron numerosos requerimientos buscando que los españoles se acercasen a su fortaleza de Ternate a negociar, lo que a todas luces era una trampa.
La paciencia portuguesa alcanzó su límite y, en la noche del 17 de enero de 1527, una flotilla lusa intentó tomar, de forma sigilosa, el control de la Santa María. Un disparo rasgó la noche, habían sido descubiertos. Se produjo entonces un feroz e intermitente cañoneo que duró tres días. La guerra había llegado a las antípodas.
Esperando a las otras seis naves que los acompañaron, los supervivientes de la expedición resistieron en sus posiciones durante tres años. Entre las junglas y manglares de las Molucas, se sucedieron los abordajes, emboscadas y cruentas escaramuzas entre peninsulares apoyados por sus respectivos aliados indígenas. Los españoles apretaron los dientes, esperando la llegada de unos compañeros que nunca aparecieron, mientras que los portugueses recibieron más refuerzos. Los combates fueron cruentísimos y con diverso resultado. Los lusos lo intentaron todo: comprar a los nativos, envenenar pozos de agua e invitar a los españoles a la deserción.
Dos pequeñas naves con escasos recursos llegaron desde México en marzo de 1528: Álvaro de Saavedra a las órdenes de Hernán Cortés, intentó auxiliar a los supervivientes en Tidore. Su maltrecho estado tampoco fue de mucha ayuda ya que requirió algo de pólvora. Enviado de vuelta a Nueva España en busca de más refuerzos, no logró encontrar el difícil camino de vuelta y fue capturado por los portugueses.
En diciembre de 1529 poco más de 50 españoles se mantenían en pie. Faltos de munición y armamento, abandonados, vestidos con harapos y sin apenas comida se entregaron tras la caída del reino de Tidore, su principal aliado, tres años después de iniciar las hostilidades. Comenzaba para ellos un largo cautiverio en oscuras prisiones portuguesas.
Lo que se desconocía en las Molucas era que ambas coronas ya se habían puesto de acuerdo en el Tratado de Zaragoza, firmado en abril de 1529. Carlos I renunció a las Molucas a cambio de dinero. La noticia no llegó al archipiélago hasta 1532. Los escasos supervivientes fueron entonces repatriados vía Lisboa, ciudad a la que llegaron en 1536 con lo puesto, después de requisarse todas sus pertenencias.
Entre ellos figuraba un desconocido Andrés de Urdaneta. Había partido de La Coruña con 17 años en 1525 y regresó once años después con una hija mestiza. Más adelante sería conocido como uno de los mejores cosmógrafos de su época, pero en 1536 pudo regresar junto a ocho hombres más, derrotado y sin gloria tras completar la segunda vuelta al mundo.
Pero volvería  en 1565 y completaría lo que se llamó el “Tornaviaje”, demostrando empíricamente la esfericidad de la tierra.

miércoles, 7 de febrero de 2024

EL GRAN CAPITÁN Y BOABDIL EL CHICO

 EL CRISTIANO Y EL MUSULMÁN

Gonzalo Fernández de Córdoba y Boabdil (Mohammed ben Abî al-Hasan), se conocieron después de la batalla de Lucena, en 1.483, cuando Boabdil fue hecho prisionero por los Reyes Católicos. Gonzalo fue la persona que durante los meses de cautiverio estuvo más cerca de él, negociando una alianza con Isabel y Fernando y compartiendo largas horas de conversación. Lo que comenzó como una relación política acabó convirtiéndose no sólo en una visión compartida de la realidad sino en una estrecha amistad. Hasta el punto de que cuando Boabdil fue puesto en libertad bajo la condición de dejar en Castilla a su hijo primogénito, para asegurar de ese modo que cumplirá el pacto alcanzado con Isabel y Fernando, sólo aceptó ese requisito si su hijo quedaba bajo la tutela personal de Gonzalo Fernández de Córdoba, que aceptó el encargo y de ese modo se convirtió en el responsable de la educación del pequeño, según recoge el libro de Antonio Soler “Boabdil, un hombre contra el destino”.



Boabdil y Gonzalo de Córdoba tenían muchas cosas en común, ambos compartían una misma visión política de lo que estaba sucediendo. Los dos eran hombres del futuro pero los dos se veían atados a su pasado, a un deber que consideraban por encima de sí mismos. Eran enemigos de los radicales, de los fundamentalistas islámicos que habían decretado la Guerra de Granada como una yihad y de los inquisidores cristianos que habían conseguido bautizarla como una cruzada con la bendición del papa. Ambos conocían la cultura y el idioma del contrario, y preferían comprenderlo antes que demonizarlo. Y sin embargo, los dos aceptaron su destino, combatir el uno contra el otro por lealtad a su país.


La toma de Granada tuvo un componente dramático para Fernández de Córdoba. Su amigo Boabdil caía derrotado y fue precisamente a él, a Fernández de Córdoba, a quien rindió la ciudad antes del acto oficial de entrega a los Reyes Católicos. En lo íntimo, la caída de Granada también suponía una derrota para Fernández de Córdoba y para sus ideas. El incumplimiento de los pactos no hizo sino agravar ese dolor. Pero Gonzalo era un hombre ambicioso, legítimamente ambicioso, y sabía que su carrera militar debía continuar, lejos de Granada, lejos de la península. De hecho solo alcanzaría su plenitud en Italia, donde se impregnó de las ideas del Renacimiento y alcanzó el sobrenombre de El Gran Capitán.



Después de caer Granada no existió ninguna relación entre él y Boabdil. El destino había dejado a cada uno a un lado de una frontera insalvable. Además, solo un año después de abandonar Granada y estar refugiado en su exilio de las Alpujarras, Boabdil, desengañado y con la muerte súbita de su joven mujer agravando su derrota, abandonó el territorio español y marchó a Marruecos. Se dice que en ese último viaje lo acompañó Fernández de Córdoba, que estuvo al frente de la expedición y le proporcionó escolta hasta Marruecos.

Pero eso pertenece a la leyenda.

COLÓN LLEGA A AMÉRICA -3-

El viernes 3 de agosto de 1492 estaban listos para zarpar. Para Colón era un día glorioso, al fin podría demostrar su sueño. Solo eran tres ...