domingo, 9 de febrero de 2025

INVASIÓN MUSULMANA SIGLO X - (Parte 5)

Estamos en el siglo IX. Hemos narrado una parte de la invasión vikinga en Hispania en época de al-Andalus.
El emir decidió encomendar a Al-Ghazal, diplomático la misión de remontar el Atlántico y acordar la paz. Este partió con una carta de Abd al-Rahmán II y con regalos para los escandinavos. Su destino fue Irlanda. Otros historiadores creen que debió ser Dinamarca. Pero de lo que sí que ha quedado constancia es de la impresión que causaron los musulmanes entre los nórdicos una vez llegaron a su destino. La reunión entre el embajador musulmán y el rey transcurrió con total normalidad. Comenzaron leyendo la carta del emir, y después pasaron a entregarse obsequios. En lugar de volverse inmediatamente a Al-Ándalus, al-Ghazal aceptó la invitación extendida por los nórdicos para pasar un tiempo entre ellos.
Mientras Abderramán II crea una flota con varias atarazanas (arsenales) uno de ellos en Sevilla. Dotándose así de una marina no solamente para detener a los normandos sino también era asegurar la supremacía en el Mediterráneo Occidental. También construyó fortalezas en las desembocaduras de los ríos (rábidas en romance).
Navarra y los Banu Qasi. En lo que hoy conocemos como Navarra, el norte de la comunidad permaneció poco tiempo bajo dominio musulmán y pronto se organizó en un núcleo cristiano, de fugaz sometimiento al Imperio carolingio y con centro en la ciudad de Pamplona, población fundada en época romana por Pompeyo sobre un asentamiento vascón preexistente denominado “Iruña”. Su primer soberano en el norte fue Íñigo Arista, hacia el 810, cabeza conocida de la primera dinastía navarra. De este modo se conformó el Reino de Pamplona. Íñigo Arista, señor de Pamplona, se le considera como el fundador del reino y patriarca de la dinastía.

Musa ib Musa 
era el gobernador de Tudela en el 842 y sintiéndose postergado por el emir decidió rebelarse. Sufrió un primera derrota y buscó ayuda en Íñigo Arista, rey de Navarra con quien estaba emparentado. Era en realidad un reino latente, aún débil. Fueron derrotados los aliados en el 843. No obstante se firmó un tratado de paz entre el emir y los navarros, en el que se les reconocía su independencia mediante un tributo anual. También la dinastía Iñiga sufrió un secuestro por parte de los normandos y hubo de pagar un rescate muy fuerte que costó un tiempo reunir. Esto deja a las claras que las posibilidades del reino eran escasas. Apenas se hallaban organizadas las rutas de peregrinación a Santiago, que se convertirían en una importante fuente de ingreso a su paso por Roncesvalles. El emir fue generoso y dejó a Musa seguir siendo el gobernador de Tudela después de que jurase fidelidad. Pero a los pocos años el muladí volvió a sublevarse. En los años siguientes amplió su poder adueñándose de casi toda la Marca Superior y dominando además de Tudela, también Zaragoza y Huesca. Se titulaba a sí mismo “Tercer rey de España”. Fueron temibles su aceifas (razias o ataques sorpresa), contra la Marca Hispánica, expugnando Tárrega y asolando Barcelona en el 856.
Recordemos que Abderramán II muere en el 852 y le sucede su hijo Mohamed I, (852 al 886).
Los Banj Qasi de Zaragoza se rebelaron al morir el emir en el 852. Toledo y Navarra también se rebelaron con el apoyo de Ordoño I de Asturias. Fueron derrotados y aunque Toledo volvió a rebelarse en el 871, Mohamed los venció y ordenó levantar unas fortalezas en la frontera de la Marca Media, (digamos la actual Madrid y parte de Castilla la Mancha). Entre ellas la de Maŷrit (Madrid), con el propósito de vigilar la sierra de Guadarrama y proteger Toledo de los reinos cristianos del norte y de asentar la autoridad de Córdoba en esta región. 

Muralla árabe en Madrid. Detrás la catedral 
Todavía hoy podemos observar parte de la muralla. Esta fundación es el embrión de la actual ciudad.
En el 880 Omar ben Hafsún, un andalusí de antepasados visigodos, se rebeló contra el emirato de Mohamed I. Hasta el 19 de enero de 928, cuando, tras haber resistido más de 50 años los ataques cordobeses, Bobastro fue tomado por los hombres de Abd al-Rahman III. (emir desde el 912 al 929. Hasta que fueron sometidos los territorios de Zaragoza, Toledo y Badajoz permanecieron independientes de la autoridad de emir de Córdoba.
Mezquita de Córdoba 
Califato De Córdoba (929-1031. Durante la fase del  nuevo “Emirato independiente” que duró cerca de dos siglos, desde el 756 al 912, se había  consolidado el poder del islam de Hispania. Sólo escapaban al control de los emires musulmanes las comarcas montañosas del norte de la península Ibérica, en donde a duras penas subsistían las gentes allí establecidas, ya fueran miembros de los pueblos prerromanos de aquel territorio (galaicos, astures, cántabros, vascones, etc.) o godos refugiados. Pero el emirato fue dividiéndose en territorios independientes dado la existencia de una sociedad formada por la indígena y la árabe-bereber, apenas relacionadas. Fue la concesión de “Señoríos”, en zonas fronterizas llamadas Marcas, incluso con el apoyo de los reyes cristianos.
Como señalamos en el 928, cuando, tras haber resistido más de 50 años los ataques cordobeses, Bobastro fue tomado por los hombres de Abd al-Rahman III. Hasta que fueron sometidos los territorios de Zaragoza, Toledo y Badajoz permanecieron independientes de la autoridad de emir de Córdoba.
Abd al-Rahman III.
Esta y otras victorias hicieron que el emir controlara todo al-Andalus pudiera proclamar su califato (929), medida simbólica que significaba la superioridad dentro y fuera de Al-Andalus.
Mientras los cristianos van extendiendo sus territorios a costa de los musulmanes.
Todo esto fue creando una tierra de nadie peligrosa, despoblada, que se extendía hasta el valle del Duero, en la que las familias de colonos cristianos pobres se instalaban poblando por su cuenta y riesgo, echándole valor. Se unían para defenderse con fortificaciones y a su manera empezaron una reconquista sin imaginar lo importante que era aquello.
Abderramán III ve con recelo el poder pujante de los reinos cristianos de León y Navarra, Los venció en la batalla de Valdejunquera en el 920 y posteriormente en el 924.
La política  expansiva del califato se frena como consecuencia de que Ramiro II de León vence en Simancas en el año 939, y conquistó la fortaleza omeya de Margerit, (Madrid) y parece que la mantuvo un año (932), Osma (933) y aunque fue cercado en esta misma ciudad y devastados la plaza o ciudad de Burgos y el monasterio de Cardeña por los musulmanes, pudo reemprender nuevas expediciones victoriosas contra Zaragoza (937) y Pamplona (939).
En el año 951 muere Ramiro de León, hombre determinante para las luchas cristianas de la época. Los musulmanes se reorganizan y controlan la práctica totalidad de la península por primera vez de forma efectiva.
Los largos gobiernos de Abd al-Ramán III y de su hijo Al-Hakan II (961-976)supone el apogeo del Califato cordobés. El control político, la supremacía religiosa y el productivo comercio y la fiscalidad, hicieron los mejores años del Califato. Pero se supo mantener un poderoso ejército y la burocratización, todo en control del califa.
Córdoba fue casi la capital del mundo. Exportaba cultura y un lugar desde donde se dominaba otras culturas y pueblos. La Córdoba de Abderramán III contó con una economía fuerte, basada en el comercio y alimentada por una incipiente industria artesana, a la que se sumaban también unos recursos agrícolas más avanzadas que el resto de las civilizaciones de su tiempo. La moneda de oro cordobesa era básica en sus relaciones comerciales y se convirtió en la referencia de la época.
El Califato de Córdoba que existirá desde el 912 al 1009, llevando al Califato a ser la primera economía conocida tras la caída del imperio romano.
CALIFATO DE CÓRDOBA (año 1000)
Nadie duda de que la época del Califato de Córdoba fue la época del máximo esplendor político, cultural y comercial de al-Ándalus. Abderramán III fue el octavo soberano Omeya de España y el primero que asumió el título de Califa. El monarca siempre tuvo una obsesión: Hacer de Córdoba la principal ciudad de Europa, compitió durante décadas con Bagdad y Constantinopla, que respectivamente eran las capitales del Califato Abasí y el Imperio bizantino.
Los historiadores discrepan sobre el número de habitantes que Córdoba podía tener, algunas fuentes apuntan a que llegó a superar el millón de habitantes, con importantes ciudades secundarias en su entorno como Zaragoza, Granada o Almería.

viernes, 7 de febrero de 2025

LAS LAGRIMAS DEL REY BOABDIL DE GRANADA

El monarca de Granada había luchado nueve años y permanecieron junto a su esposa con el sufrimiento de tener secuestrados por los reyes cristianos a sus hijos a cambio de su libertad y otras condiciones. El rey chico, como era conocido Boabdil, dejaba a su amada, Morayma, su esposa, que le había dado dos hijos y que había sufrido junto a él por el asedio de la ciudad por los Reyes Católicos, en Mondújar, un pueblo de Granada.

En enero de 1492, cuando Boabdil se rindió, ellos pensaron que les serían devueltos los hijos.  Los cristianos no entregaron a los niños, por precaución, aunque algunos nobles intercedieron ante los monarcas. Finalmente, después de un año devolvieron al hijo menor. El mayor había muerto años atrás. Ahmed vio a su madre, enferma y postrada, pero ni la reconoció. El marido trato de calmar a su esposa explicándole que había sido educados en la fe católica y ese mismo desdén lo había tenido con él. Pero la pena de Morayma no la pudo soportar sumida sin consuelo, la reina Morayma fallecía en Laujar de Andarax en 1493, sobre finales de agosto, en el camino hacia Fez, hacia donde se dirigía con su familia. Su cuerpo fue trasladado a la mezquita de Mondújar, que Boabdil había construido para que los restos de los nazaríes descansaran allí, siendo enterrada según el rito musulmán, pues la reina profesaba una inmensa religiosidad. El rey Nazarí había llorado la pérdida de Granada y ya solo pensaba ahora en marchar a África pero guardó la compostura.

Cuando terminaron las exequias, fueron todos hacia el cementerio, donde a la entrada estarían Munkar y Nankir, los responsables de juzgar la vida llevada por los fallecidos. Se depositó el cuerpo en la tumba, mirando a la Meca. Terminado esto la comitiva marchó a dar el pésame a Boabdil y al resto de la familia. Pocos meses después, en octubre, Boabdil, junto con 6.000 personas más, abandonarían para siempre el reino de Granada.

Mientras que un vencido Boabdil salía camino del exilio en compañía de su madre, la vengativa Aixa. Al coronar uno de los cerros que anticipan la sierra, Boabdil descendió del caballo, se giró y, mientras contemplaba compungido el perfil de Granada al atardecer, con sus palacios y torres reflejando la delicada luz dorada que baña la ciudad los días de invierno, se echó a llorar. Es entonces cuando dicen las lenguas de doble filo que Aixa pronunció: "Llora, llora como mujer lo que no supiste defender como hombre". Pero esto último no es cierto. La frase la escribió por primera vez, tres siglos después, el padre Echevarría en una obra titulada “Los paseos de Granada”. De ser cierta, sería una gran injusticia. Boabdil luchó por Granada, no fue un buen guerrero, no fue hábil negociador, pero se dejó llevar por los consejos de su madre, pues fue ella quien hizo que su hijo traicionara a su padre y se aliara con los poderosos y pérfidos clan de los Abencerrajes.

De ahí que sea conocido como Boabdil el Desdichado. Sus lágrimas siguen hoy inspirando a poetas, y el lugar donde las derramó se llama desde entonces Puerto del Suspiro del Moro.
Poco tiempo después, cuando se echó a navegar, sin mirar hacia tierra, dobló la rodilla hundido por la tristeza, sin reino ni reina y profundamente abatido. Buscó algo donde asirse para no caer, hasta que una mano infantil rozó el cuerpo de Boabdil. 
Se volvió y en los ojos de su hijo encontró el brillo de los ojos de su amada. Maryam bint Ibrahim al-atar, (Morayma)

 

jueves, 6 de febrero de 2025

INVASIÓN MUSULMANA SIGLO IX - (Parte 4)

La región controlada por los reyes francos (Carolingios), llegó hasta la zona entre los pirineos y el mar. De ahí salieron los cinco condados de Barcelona, Ampurias, Gerona Rosellón y Urgel-Cerdaña, que nunca fue una unidad administrativa. Al principio vinculados al reino de Aquitania, dentro del marquesado de Tolosa,  y en el año 817 se reorganiza el Imperio Carolingio y estos condados fueron el Marquesado de Gothia, cuyo primer marqués fue el conde Bera de Barcelona. Para aclarar en pocas palabras digamos que el territorio ganado a los musulmanes por el Imperio Carolingio  se configuró como la Marca Hispánica, que iba desde Pamplona hasta Barcelona. 


Los condados más importantes fueron los de Pamplona, constituido en el primer cuarto del siglo IX en reino; Aragón, constituido en condado independiente en 809; Urgel, importante sede episcopal y condado con dinastía propia desde 815; y el condado de Barcelona, que con el tiempo se convirtió en hegemónico sobre sus vecinos, los de Ausona y Gerona.
En Mérida la capital de la “Marca Inferior”, fue centro de la oposición bereber a la que se sumaron muladíes y mozárabes.
Casi ocho años de luchas costó dominar la zona al emir, del 805 al 813.  El hecho es que la aplicación de la fuerza y un poder despótico sin límites logró pacificar al-Andalus.
Y mientras tanto en Asturias que iba desde Galicia hasta Vizcaya, vive en ese momento años de esplendor. La amenaza musulmana sigue vigente, pero ha sido controlada. El reino goza de un periodo poco frecuente de paz.
Por otro lado cuando Carlomagno envía a su hijo Ludovico Pío para tomar el control de Pamplona, con el conocimiento de Alfonso II de Asturias, esto inquieta sobremanera al emirato de Córdoba. El emir responderá con una fuerte ofensiva en 816; su punto culminante será la batalla del río Orón, una de las más tremendas de este primer siglo de la Reconquista.
El Emirato de Córdoba tenía razones para sentirse amenazada; aquello ya no era un pequeño reducto rebelde.

ALHAKAN II 
Alhakán organizó un ejército formidable. Señaló un claro objetivo: una vez más, el punto de unión de asturianos y navarros, en el sureste de Álava. Los musulmanes en algún momento de su camino, se toparon con una cuantiosa fuerza cristiana: pamploneses, guerreros de Alfonso II,  incluso huestes vasconas. Parece probable que el propio Alfonso II estuviera allí.
Abd al-Karim ordenó a sus tropas detenerse hasta el alba del 26 de mayo del 816. El ataque musulmán se estrelló contra las defensas cristianas. Viendo a los musulmanes en apuros, los cristianos optaron por pasar a la ofensiva pero todo parecía perdido para la coalición cristianas Los cristianos que pudieron escapar a la matanza escalaron hacia las alturas y, desde allí, sometieron a los sarracenos a una inclemente lluvia de rocas.
Pasaron hasta trece jornadas consecutivas. Una fuerte lluvia de varios días hizo que los moros levantaran el campo. En ambos bandos habían caído muchos hombres. Así que, aun a costa de enormes sacrificios, los cristianos habían conseguido detener la gran ofensiva.
Y después de la batalla de río Orón las cosas  cambiarían, ante todo, para Navarra y el Imperio carolingio. Y también cambiarían mucho las cosas para Alhakán, el emir de Córdoba, que había fallado nuevamente en su intento de cimentar su autoridad sobre una gran victoria. Inmediatamente se recrudecerían los trastornos internos en Al Andalus. Quien mejor parado salió  fue Alfonso II. Ante el rey de Asturias se abría ahora un periodo de relativa paz: el emirato tardaría varios años en volver a atacar las fronteras del reino cristiano del norte.

ABDERAMMÁN II 
Con el pacífico reinado de Abderramán II  (822-852), nos encontramos en un periodo clave de la historia musulmana en la península. El emir sentó las bases político-administrativas, económicas y culturales. Es a partir de aquí cuando podemos hablar de una completa islamización de al-Andalus. Lo importante de ese periodo es el levantamiento de los mozárabes cordobeses que habría de prolongarse durante años. Los mozárabes gozaban de autonomía, eran numerosos en Córdoba, Mérida, Toledo y Zaragoza. Estaban regidos por un conde y con fuero propio de la época visigoda. Y con un juez propio. Conservaban sus diócesis, sus iglesias y monasterios y practicaban su rito mozárabe. Pero hablaban y escribían en árabe. Las razones que provocaron los levantamientos no están del todo claras pero si se puede asegurar que la cuestión impositiva era una de ellas y otra la islamización de la corte. Se quejaban de que no podían ejercer su religión con libertad. Un hombre luchador, San Eulogio, impulsó la recuperación de la doctrina cristiana verdadera y el rechazo a las costumbres islámicas. Esto hizo que muchos mozárabes blasfemaran contra el Islam, lo que se castigaba con la muerte. La represión fue cruel y esto empujó a que algunos mozárabes se islamizaran y otros huyeran a regiones cristianas, donde la cultura mozárabe continuó viva.
Se produjo una ola de martirios voluntarios a partir del 850. Abderramán II a pesar de controlar una época de avances tuvo también que sofocar una rebelión en Orihuela y fundó Murcia sobre un asentamiento romano en el 831. Un miembro de la familia de los Banu Qasi hizo de la frontera superior (Navarra), un foco de continuas revueltas hasta el comienzo del califato, lo que permitió la consolidación del reino de Navarra y la creciente autonomía de los condes aragoneses. Abderramán II muere en el 852 y le sucede su hijo Mohamed I (852 al 886).

INVASIÓN VIKINGA 
Está claro que todos estos problemas facilitaron la marcha de lo mozárabes a los núcleos cristianos del norte, en particular a Asturias. Más adelante Al-Hakam era el emir (961 al 976) que subió los tributos y Luis el Piadoso prometió ayuda a los mozárabes.
Para colmo de males aparece la primera expedición vikinga en las costas asturianas en el año 844. Arribaron varias veces a la Península. Está demostrado que llegaron a pisar tierra en Galicia, Vasconia y Al-Ándalus. Al menos, eso dicen las crónicas de la época. Fueron divisados por primera vez en Gijón. Luego se dirigieron a las costas gallegas y a continuación siguieron por el litoral Atlántico Peninsular de norte a sur, de manera que, pasando por Lisboa, llegaron a Cádiz, Sanlúcar de Barrameda, hasta llegar a Sevilla remontando el río Guadalquivir, la cual saquearon en septiembre de ese mismo 844. Destruyeron la mezquita de la ciudad, acabaron con la vida de muchos de sus habitantes y también hicieron esclavos. Desde aquí atacaron ciudades del entorno como Coria, Morón de la Frontera, Medina-Sidonia y Niebla. En todos los lugares causaron cuantiosos daños, tanto materiales como en vidas humanas. Tras saquear Sevilla durante una semana, los vikingos siguieron internándose. Fue entonces cuando el emir, Abd al-Rahman II, organizó un ejército para defender la ciudad. Según las crónicas musulmanas, la victoria árabe fue aplastante en la  batalla de Tablada (Aljarafe, provincia de Sevilla), el 11 de noviembre de 844, que enfrentó al emirato de Córdoba con las huestes de vikingos.
Fue la primera incursión vikinga importante en la península, terminó provocando el envío de una embajada omeya al encuentro de los nórdicos. A pesar de que esta primera llegada de los vikingos fue causa del azar. Sin duda alguna ya habían oído hablar sobre las riquezas y la majestuosidad de Al-Ándalus. “En sus correrías, los vikingos debían haber escuchado muchas historias sobre la riqueza y el esplendor de Al-Ándalus, la brillante corte de los Omeyas en Córdoba, el reino que en la Europa del siglo IX podía mostrar la mayor concentración de opulencia y esplendor”, sostiene Eduardo Morales, autor de uno de los capítulos del libro “Los vikingos en la Península Ibérica”.
Poco más de un mes después del saqueo de Sevilla fueron derrotados en batalla en el mismo lugar en el que, hoy en día, se encuentra el aeropuerto. Después de esto, los supervivientes llevaron a cabo alguna que otra correría y no se supo nada más de ellos hasta el año siguiente, y para entonces ya se encontraban en Aquitania.
Parece ser que algunos de los vikingos optaron por rendirse a Abd al-Rahmán II, quien se tomó bastante en serio el ataque vikingo a sus costas. También recibió una visita de un embajador enviado por el “rey de los vikingos”.
 

martes, 4 de febrero de 2025

ROMANOS – LAS GUERRAS CELTÍBERAS

Ya dijimos en otro capítulo que a la vez de desarrollarse la guerra Lusitana, se mantenían las Guerra Celtíberas, que se puede dividir en tres. La Primera Guerra Celtíbera (181-179 a. C.) y la Segunda Guerra Celtíbera (154-151 a. C.) fueron dos de las tres principales rebeliones de los celtíberos (una alianza flexible de tribus celtas que vivían en el centro-este de Hispania, entre las que podemos nombrar a los Pellendones, los Arévacos, los Lusones, los Titti y los Belli) contra la presencia de los romanos en Hispania. 


Cuando terminó la Segunda Guerra Púnica , los cartagineses cedieron el control de sus territorios hispanos a Roma. Los celtíberos compartían frontera con esta nueva provincia romana. Comenzaron a enfrentarse al ejército romano que actuaba en las zonas alrededor de Celtiberia y esto desembocó en la Primera Guerra Celtíbera. La victoria romana en esta guerra y los tratados de paz establecidos por el pretor romano Graco con varias tribus dieron lugar a 24 años de relativa paz. En 154 a. C., el Senado romano se opuso a que la ciudad belli de Segeda construyera un circuito de murallas y declaró la guerra. Así comenzó la Segunda Guerra Celtíbera (154-152 a. C.). Al menos tres tribus de celtíberos estuvieron involucradas en la guerra: los titti, los belli (poblaciones de Segeda y Nertobriga) y los arévacos (poblaciones de Numancia, Axinum y Ocilis). Después de algunas victorias celtíberas iniciales, el cónsul Marco Claudio Marcelo infligió algunas derrotas e hizo las paces con los celtíberos. El siguiente cónsul, Lucio Licinio Lúculo, atacó a los Vaccaei, una tribu que vivía en el valle central del Duero y que no estaba en guerra con Roma. Lo hizo sin la autorización del Senado, con la excusa de que los vaccaei habían maltratado a los carpetanos. La Segunda Guerra Celtíbera se superpuso con la Guerra Lusitana de (154-150 a. C.).La tercera gran rebelión que siguió a las Guerras Celtíberas fue la Guerra Numantina (143-133 a. C.), a veces considerada como la Tercera Guerra Celtíbera.
A partir del año150 a.C. los romanos se propusieron extender sus dominios al interior de la península, encontrando resistencias y alianzas. Roma ya tenía la alianza de los íberos en sus filas. Se fue anexionando territorios desde el 197 a. C. Como dijimos, la península no respondía a una unidad política, sino a múltiples divisiones y subdivisiones de poder, que a su vez eran sostenidos por diferentes modelos económicos y sociales. La conquista se prolongó durante un largo periodo, no solo por la gloriosa resistencia tantas veces magnificado en la enseñanza, sino porque responde su dominio a diferentes proyectos expansivos de Roma, no a un plan establecido puramente militar.
Roma realizó una expedición hasta la Gallaecia (el norte de Portugal y Galicia). Y en el 133 a.C. habían destruido la ciudad de Numancia con impresionante resistencia de su población, el hambre hacía imposible la resistencia. Los jefes celtíberos se suicidaron con sus familias y el resto de la población fue vendida como esclavos. La ciudad fue arrasada. Era el último bastión de los celtíberos. Vascones y celtíberos se disputaron las tierras del valle del Ebro. Los celtíberos eran enemigos de Roma, y los vascones eran sus aliados. Cuando fue destruida Calagurris (Calahorra), por los romanos, fue repoblada con vascones.

Dividieron el territorio peninsular en dos, Hispania Citerior (actuales, Cataluña, Valencia, y Murcia), y Ulterior(parte de Andalucía). Las zonas costeras aceptaron a los romanos pero en el interior lucharon contra ellos. Las tensiones de los romanos con los indígenas dieron lugar a rebeliones y a partir del 154 a. C. desplegaron un gran esfuerzo bélico contra los lusitanos cuyo jefe era Viriato al que lograron vencer en el 139 a.C.
El último territorio no romano de la península cayó casi cien años después. Roma ya no era un República y el primer emperador, Cesar Augusto mandó a Agripa para terminar de someter a las tribus cántabras y astures, que atacaban las zonas romanas. Entre los años 29 y 19 a.C. desarrollaron una campaña militar. Aunque toda la península ya es romana, se pusieron puestos de vigilancia al norte de la cordillera cantábrica, ya que esa zona montañosa seguía siendo conflictiva.
Cuando termina la conquista de la península con la guerra contra los galaicos, cántabros y astures sobre el 29 al 19 a.C., el emperador César Augusto realiza una nueva organización en provincias, subdivididas en conventos jurídicos. Tarraconense, lo que antes era la Citerior prolongada hasta el noroeste, incluye Gallaecia, que llegaba hasta el Duero. Capital en Tarraco.

Bética (Baetica) capital en Córdoba. Hasta la orilla sur del Guadiana. Era una subdivisión de la Ulterior. Lusitania capital en Emerita Augusta (Mérida), sobre la orilla norte del Guadiana. Incluye el centro y el sur del futuro Portugal, Extremadura, Salamanca y Zamora.
Los romanos aprovecharon a fondo las posibilidades económicas de Hispania, en particular sus explotaciones mineras. En el distrito minero de Carthago Nova, en donde se extraía ante todo plata, pero también plomo, se calcula que trabajaban unos 40.000 hombres. Otra actividad destacada era la pesca, en particular los salazones de la costa atlántica de Andalucía. Importante fue asimismo el desarrollo de la esclavitud, que alcanzó cotas muy elevadas. La sociedad, su parte, estaba dividida en dos grupos claramente contrapuestos: por una parte, los “Honestiores”, es decir los dominantes; por otra, los “Humiliores”, la capa popular. De todos modos había una clara diferencia entre los que poseían la ciudadanía romana y los que no la tenían. Esa situación duró hasta el año 212, fecha en la que el emperador Caracalla decidió conceder a todos sus súbditos la ciudadanía romana. También es Caracalla el que produce otra división del territorio y se crea Gallaecia por subdivisión de la provincia Terraconense, quedando Gallaecia, Tarraconense, Baetica y Lusitania. En el 293 vuelve a reorganizarse en general todo el imperio y se crea la Cartaginense, de la que surgirá en el 385 la Baleárica.

El Siglo II d. C., a finales, es la época floreciente en Hispania. Se enseña latín, se realizan obras espectaculares de ingeniería y arquitectura, calzadas, puentes y acueductos, se aplica el Derecho Romano, base del actual Derecho en Europa.
Los emperadores de origen hispano son los que llevan al imperio a su máximo esplendor y la época de paz, Trajano, Adriano, Marco Aurelio y Teodosio
Antiguos campamentos militares y asentamientos iberos, fenicios y griegos fueron transformados en grandes ciudades, unidas por una extensa red de carreteras. El desarrollo de la construcción incluye monumentos de calidad comparable a los de Roma. La ingeniería civil son imponentes construcciones como el Acueducto de Segovia o el Acueducto de los Milagros de Mérida, en puentes como los de Alcántara sobre el Tajo, el de Córdoba sobre el Guadalquivir o el de Mérida sobre el Guadiana. También se construyeron faros como el que aún está en uso en La Coruña, la Torre de Hércules. La arquitectura lúdica como los teatros de Mérida, Cartagena, Sagunto, Tiermes o Cádiz, los anfiteatros de Mérida, Itálica, Tarraco y Segóbriga y los circos de Mérida, Córdoba, Toledo, Sagunto prueban de la importancia de Hispania. La arquitectura religiosa también se extendió.
Roma estableció su dominio sobre la Península Ibérica, pero también trajo su cultura, su economía, su legislación, el sistema político y militar, las infraestructuras que les permitieron crear y conservar un imperio y las manifestaciones artísticas de todo tipo. 

De todo ello se conserva hoy un importante legado no sólo arqueológico, sino también cultural.
La latinización, fue un proceso que trajo la pérdida de los idiomas indígenas, a excepción del euskera, y la sustitución de éstos por el latín, del que más tarde derivarían las lenguas romances. La escritura ibérica se siguió usando en muchos ámbitos durante siglos, baste comprobar los grafitos marcados a punzón sobre cerámicas o bien los nombres de las ciudades escritos sobre monedas en ibérico o en latín de modo que, a veces se vuelve al uso del ibérico después de haber acuñado monedas con textos latinos.

ESTATUA DEL EMPERADOR CONSTANTINO 
La religión de Roma fue fundamental en la vida de las personas e influye en las decisiones. La palabra religión procede del latín religare o re-legere, que significaría volver a ligar o unir. Es decir, atar lo mortal con lo divino. El culto a los dioses en Roma era un deber cívico.  A comienzos del siglo IV, el emperador Constantino abraza la fe católica y deja de ser perseguida para ser la religión oficial de Roma, el cristianismo se encontraba ya algo desarrollado en Hispania. Tras haber sido impuesto como religión oficial, sufrió la segregación entre el arrianismo que traían los germánicos y el catolicismo de los hispanorromanos hasta la conversión al cristianismo de Recaredo en 586, unos doscientos sesenta años después.
Los Hispano-romanos es como llamamos a las gentes habitantes de Hispania tras la dominación romana que se habían quedado como propia la cultura romana. Son los ascendientes que al mestizarse con los visigodos decimos “hispano-godos” y fueron posteriormente los reyes cristianos de la Reconquista.
No obstante la introducción del cristianismo en Hispania romana ofrece varias lagunas. La llegada de Santiago el Mayor es dudosa. La predicación de san Pablo es poco probable. La introducción del cristianismo debió realizarse mediante una predicación procedente del norte de África, durante el siglo I. A finales del siguiente siglo ya estaba muy extendido y en la siguiente centuria se consolidó.
En otro orden de cosas los romanos dieron a Hispania una fisonomía distinta, al dotarla de grandiosas obras de arquitectura e ingeniería. Con su sistema constructivo basado en sillares de piedra, el arco y la bóveda, levantaron grandes murallas, arcos triunfales, templos, puentes y acueductos. Además de teatros, anfiteatros, circos, y todo tipo de monumento conmemorativo o funerario. Las ciudades de Hispania compitieron por la grandiosidad y la proliferación de sus construcciones monumentales. Roma era un imperio, una cultura, un pueblo de conquistadores, y trataba de consolidar su poder más allá de la simple ocupación militar. Un dominio que iba a incidir profundamente en las costumbres y la cultura.

ESPAÑA, NAPOLEÓN Y LA ILUSTRACIÓN

La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo especialmente en Francia e Inglaterra, que se desarrolló desde fines del sig...