El monarca de Granada había luchado nueve años y permanecieron junto a su esposa con el sufrimiento de tener secuestrados por los reyes cristianos a sus hijos a cambio de su libertad y otras condiciones. El rey chico, como era conocido Boabdil, dejaba a su amada, Morayma, su esposa, que le había dado dos hijos y que había sufrido junto a él por el asedio de la ciudad por los Reyes Católicos, en Mondújar, un pueblo de Granada.
En
enero de 1492, cuando Boabdil se rindió, ellos pensaron que les serían
devueltos los hijos. Los cristianos no
entregaron a los niños, por precaución, aunque algunos nobles intercedieron
ante los monarcas. Finalmente, después de un año devolvieron al hijo menor. El
mayor había muerto años atrás. Ahmed vio a su madre, enferma y postrada, pero
ni la reconoció. El marido trato de calmar a su esposa explicándole que había
sido educados en la fe católica y ese mismo desdén lo había tenido con él. Pero
la pena de Morayma no la pudo soportar sumida sin consuelo, la reina
Morayma fallecía en Laujar de Andarax en 1493, sobre finales de agosto, en el
camino hacia Fez, hacia donde se dirigía con su familia. Su cuerpo fue
trasladado a la mezquita de Mondújar, que Boabdil había construido para que los
restos de los nazaríes descansaran allí, siendo enterrada según el rito
musulmán, pues la reina profesaba una inmensa religiosidad. El rey Nazarí había
llorado la pérdida de Granada y ya solo pensaba ahora en marchar a África pero
guardó la compostura.
Cuando
terminaron las exequias, fueron todos hacia el cementerio, donde a la entrada
estarían Munkar y Nankir, los responsables de juzgar la vida llevada por los
fallecidos. Se depositó el cuerpo en la tumba, mirando a la Meca. Terminado
esto la comitiva marchó a dar el pésame a Boabdil y al resto de la familia.
Pocos meses después, en octubre, Boabdil, junto con 6.000 personas más,
abandonarían para siempre el reino de Granada.
Mientras
que un vencido Boabdil salía camino del exilio en compañía de su madre, la
vengativa Aixa. Al coronar uno de los cerros que anticipan la sierra, Boabdil
descendió del caballo, se giró y, mientras contemplaba compungido el perfil de
Granada al atardecer, con sus palacios y torres reflejando la delicada luz
dorada que baña la ciudad los días de invierno, se echó a llorar. Es entonces
cuando dicen las lenguas de doble filo que Aixa pronunció: "Llora, llora
como mujer lo que no supiste defender como hombre". Pero esto último no es
cierto. La frase la escribió por primera vez, tres siglos después, el
padre Echevarría en una obra titulada “Los paseos de Granada”. De ser
cierta, sería una gran injusticia. Boabdil luchó por Granada, no fue un buen
guerrero, no fue hábil negociador, pero se dejó llevar por los consejos de su
madre, pues fue ella quien hizo que su hijo traicionara a su padre y se aliara
con los poderosos y pérfidos clan de los Abencerrajes.
De
ahí que sea conocido como Boabdil el Desdichado. Sus lágrimas siguen hoy
inspirando a poetas, y el lugar donde las derramó se llama desde entonces
Puerto del Suspiro del Moro.
Poco tiempo después, cuando se echó a navegar, sin mirar hacia tierra, dobló la
rodilla hundido por la tristeza, sin reino ni reina y profundamente abatido.
Buscó algo donde asirse para no caer, hasta que una mano infantil rozó el
cuerpo de Boabdil.
Se volvió y en los ojos de su hijo encontró el brillo de los ojos de su amada.
Maryam bint Ibrahim al-atar, (Morayma)
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