miércoles, 30 de abril de 2025

VICTORIA KENT - AB0GADA Y POLÍTICA

Málaga, 6 marzo 1892 – Nueva York, 25 noviembre 1987.
En Madrid vivió en la Residencia de Señoritas fundada por la Junta para la Ampliación de Estudios e Investigaciones Científicas en 1915, y vinculada a la Institución Libre de Enseñanza. Por aquel entonces, dirigía la Residencia la pedagoga María de Maeztu. Precisamente, Victoria se costeaba sus estudios, además de con clases particulares, enseñando en el Instituto-Escuela de Enseñanza Secundaria que desde 1918 dirigía también la propia Maeztu.


En Madrid, donde gozaba de una mayor libertad, se afilió a la Asociación Nacional de Mujeres Españolas, a la que también pertenecía Clara Campoamor, y al Lyceum Club del que fue vicepresidenta.
En 1924 obtuvo el doctorado con una tesis sobre la reforma de las prisiones, y solicitó su ingreso en el Colegio de Abogados de Madrid, siendo la primera mujer que entró a formar parte de dicho Colegio en 1925.
También, tras proclamarse la República, ingresaría en la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación.
en 1930 su nombre saltó a la prensa nacional e internacional al convertirse en la primera mujer que actuó como abogada en un Tribunal Militar. Su defendido ante el Tribunal Supremo de Guerra y Marina, el dirigente republicano Álvaro de Albornoz, había sido procesado y detenido por el delito de “sublevación para la rebelión militar” por haber participado en los preparativos para un levantamiento contra la Monarquía de Alfonso XIII. El Consejo de Guerra del 20 de marzo de 1931 tuvo mucho eco en la prensa de la época y la brillante actuación de Victoria Kent al obtener la absolución de su defendido (“el maestro que le había contagiado el fervor de la justicia”) le otorgó una gran popularidad y prestigio.
Ese mismo año, su confesada “vocación política combativa” la llevó a unirse al Partido Republicano Radical Socialista, fundado en 1929 y liderado por el propio Álvaro de Albornoz y por Marcelino Domingo, que se convertiría —tras las primeras elecciones generales de la República— en el tercer grupo parlamentario, aunque más adelante se fusionaría con Acción Republicana dando lugar a Izquierda Republicana.


Victoria Kent obtuvo el acta de diputada por Madrid en las elecciones a Cortes Constituyentes de junio de 1931 e intervino activamente en las deliberaciones sobre el proyecto de Constitución de la República.
Era una de las tres únicas mujeres diputadas junto a Margarita Nelken y Clara Campoamor, y con la excepción de los temas relacionados con la igualdad de sexos y con el voto femenino, su actuación parlamentaria no fue especialmente relevante.
No obstante, es muy conocida su participación en el debate sobre el derecho al voto de las mujeres porque —a pesar de sus ideas feministas y progresistas (como revela su defensa del divorcio)— no se mostró partidaria de introducir en la futura Constitución republicana el derecho al voto para la mujer, porque estaba convencida de que la falta de instrucción y preparación social y política de las mujeres españolas de la época beneficiaría a la derecha católica y perjudicaría a la República. No confiaba en la capacidad de las mujeres y pensaba, en definitiva, que el voto de la mujer sería un “voto dado por el confesor” y, por tanto, peligroso para la República. De ahí que se mostrara partidaria de que se aplazara el reconocimiento del sufragio femenino, aunque ello supusiera renunciar a sus ideales por una cuestión de oportunidad o pragmatismo político.
En 1931, el presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, un liberal, le otorgó el cargo de la Dirección General de Prisiones, que dependía del Ministerio de Justicia, a cuya cabeza se encontraba entonces Fernando de los Ríos, el ilustre profesor e histórico dirigente socialista, a quien ella admiraba por su lucha por el cambio social. Como ella misma confesó, ningún otro cargo podría haberle complacido más.

Niceto Alcalá-Zamora 
En esta Dirección, aunque estuvo sólo catorce meses, llevó a cabo una intensa labor que, aparte de darle una gran popularidad. Siguiendo la tradición de su admirada Concepción Arenal, nombrada visitadora de cárceles en el siglo XIX, Kent creía firmemente en la necesidad de humanizar las cárceles. Su objetivo consistía en “corregir al delincuente con el propósito de devolverle a la sociedad como un hombre útil”.
Sin embargo, la situación de las prisiones españolas de la época estaba muy lejos de estos ideales.. Porque dentro del duro mundo de las prisiones, la situación de las mujeres presas era todavía peor que la de los hombres.
Por todo ello, el Instituto puso en marcha la preparación de un personal civil femenino que sustituyera a las monjas de las órdenes religiosas que hasta entonces trabajaban en las cárceles de mujeres con más buena voluntad (en el mejor de los casos) que conocimientos penitenciarios.
Tras la deliberación de las medidas en el Consejo de Ministros que presidía Manuel Azaña ella comprendió que no contaría con su apoyo ni con el del resto del Gobierno, por lo que decidió dimitir.
Una vez aceptada su dimisión, dio conferencias y mítines por diversas ciudades españolas y se volcó en la actividad parlamentaria y en la promoción de la unidad de todos los republicanos progresistas que culminó con la creación de la Federación de Izquierda Republicana en 1934 cuyo Comité Político dirigiría la propia Kent.
En las siguientes elecciones generales de 1933 no salió elegida diputada. Precisamente, en 1934, presidió la Sección Jurídica del Comité Nacional pro- Thälman, dirigente comunista alemán encarcelado por los nazis y que moriría en Buchenwald.
En las elecciones de febrero de 1936 consiguió de nuevo un acta de diputada por la provincia de Jaén, pero el estallido en julio de ese mismo año de la Guerra Civil dio un nuevo rumbo a su trayectoria política.
En junio de 1937 el Gobierno de la República la nombró secretaria de la embajada de España en París para el cuidado de las evacuaciones de refugiados, especialmente los niños, a medida que caían los frentes republicanos.
Entre sus tareas estaba la de buscarles asilo en Francia.
Al finalizar la guerra, permaneció como exiliada en París colaborando en la salida de refugiados españoles hacia América, pero al no poder huir ella misma debido a que las compañías de navegación francesas habían suspendido sus viajes a México, tuvo que vivir oculta bajo el nombre de Madame Duval durante la ocupación alemana, tratando de evitar que la Gestapo la encontrara y entregara a las autoridades franquistas, que habían advertido a las autoridades de Vichy (Victoria Kent había pertenecido, además, a la organización “Mujeres Antifascistas” junto con otras destacadas republicanas, socialistas y comunistas, como la misma Dolores Ibárruri). De este modo, entre 1940 y 1944, pasó la época más difícil de su vida, viviendo solitaria y encerrada, primero en la embajada de México en París durante casi un año, y luego en un apartamento del Bois de Boulogne gracias a la protección de su amiga Adèle Blonay, dirigente de la Cruz Roja. Estos cuatro años de su vida son los que relata su álter ego masculino, Plácido, en su libro Cuatro años en París, publicado por primera vez en 1947 y cuya reedición presentaría años más tarde, en 1978, en su última visita a su país natal.
Después de la liberación de la capital francesa, de haber recibido la Cruz de Lorena que otorgaban las mujeres de la Resistencia, de haber creado la Unión de Intelectuales Españoles con un grupo de exiliados (entre ellos, su amigo malagueño Picasso) y haber trabajado en una editorial durante la posguerra, marchó a vivir a México donde, además de dar conferencias en la Academia Mexicana de Ciencias Penales, dio clases de Derecho Penal y charlas en la Universidad de la capital, y fundó la Escuela de Capacitación para el Personal de Prisiones, de la que fue directora dos años. Además, continuó teniendo contacto con exiliados españoles. También en Argentina colaboró con su antiguo profesor Jiménez de Asúa.
Sin embargo, en 1950, se trasladó a Nueva York a petición de la Organización de las Naciones Unidas, que le ofreció trabajar en la Sección de Asuntos Sociales. Desempeñó el cargo hasta 1952, año en que dimitió por parecerle el trabajo excesivamente burocrático y con poco espacio para su propia iniciativa.
En 1953, en la misma ciudad, con sus propios ahorros y gracias a la ayuda que le prestaron algunos amigos fundó y dirigió la revista mensual Ibérica, órgano del exilio español en Nueva York y expresión de los valores republicanos, en cuyo primer número, aparecido en enero de 1954, colaboró Salvador de Madariaga —que sería también su presidente de honor— y que dejaría de publicarse veinte años después ante las expectativas de la muerte del dictador. La revista se editó primero en español y en inglés, y desde 1966 sólo en español.
Por eso, la revista publicaba las noticias llegadas desde España con el fin de informar de la situación real bajo la dictadura de Franco.
El 11 de octubre de 1977, Victoria Kent, tras largos años de exilio, regresó a España para una estancia breve acompañada de su amiga Louis Crane, en cuya residencia de Manhattan vivía ya desde hacía mucho tiempo.
A su llegada a la capital de España criticó que se silenciara la voz del republicanismo. Asimismo, hizo un llamamiento a la concordia y pidió la amnistía total y el restablecimiento de las autonomías. Mantuvo su residencia en Nueva York, ciudad en la que falleció el 25 de septiembre de 1987. Un año antes había recibido la Gran Cruz de la Orden de San Raimundo de Peñafort del Ministerio de Justicia como reconocimiento a su
labor, aunque ya no pudo acudir a recogerla.
 
 

martes, 29 de abril de 2025

DIEGO DE SILVA VELÁZQUEZ

Nació en Sevilla en 1599. Murió en Madrid en 1660. La personalidad artística más destacada de su tiempo y también la figura culminante del arte español, sin rival hasta los tiempos de Goya.

Realizó su aprendizaje en Sevilla, en el taller de Francisco Pacheco, con cuya hija se casó en 1617. Cuando todavía era un adolescente, pintó algunas obras religiosas (La Inmaculada Concepción, La Adoración de los Reyes Magos) con un realismo inusual y pronunciados efectos de claroscuro. A la misma época pertenece una serie de obras con figuras de prodigiosa intensidad y una veracidad intensísima, entre otros ejemplos se pueden citar Vieja friendo huevos y El aguador de Sevilla.

Vieja Firendo huevos

Estas obras le valieron cierta reputación, que llegó hasta la corte, por lo que en 1623 fue llamado a Madrid por el conde-duque de Olivares, valido de Felipe IV, para que pintara un retrato del rey; tanto gustó la obra al soberano que lo nombró pintor de corte.
Comenzó así para Velázquez una larga y prestigiosa carrera cortesana, a lo largo de la cual recibió destacados títulos, como los de ujier de cámara y caballero de la Orden de Santiago
El Aguador de Sevilla 
Desde su nombramiento oficial hasta el final de sus días pintó numerosos retratos de Felipe IV y de diversos miembros de su familia, a pie o a caballo.
Se trata de obras de gran realismo y excepcional sobriedad en las que el magistral empleo de la luz sitúa los cuerpos en el espacio y hace vibrar a su alrededor una atmósfera real que los envuelve. Los fondos, muy densos al principio, se suavizan y aclaran luego, con el paso del tiempo. En los retratos femeninos (el de Mariana de Austria, por ejemplo), el artista se recrea en los magníficos vestidos, en los que muestra sus grandes cualidades como colorista.
La culminación de su carrera como retratista es Las Meninas, considerada por algunos como la obra pictórica más importante de todos los tiempos. Hay que destacar igualmente las incomparables series de enanos y tullidos de la corte. Velázquez realizó dos viajes a Italia, uno en 1629-1631 y otro en 1648-1651.

La Rendicion de Breda 
Se le debe también la obra maestra de la pintura histórica, La rendición de Breda, pintada en 1634 para el Salón de Reinos del palacio del Buen Retiro de Madrid. El mérito de la obra reside en la ausencia del engolamiento habitual en los cuadros de temática histórica y en la plasmación de las facetas más humanas del acontecimiento; la composición admirablemente resuelta y la atmósfera de extraordinario realismo han hecho de esta obra una de las más conocidas del maestro.

Las Hilanderas 
Artista prolífico, Diego Velázquez dejó también importantes creaciones de temática religiosa (Crucificado) y algunas de tema mitológico en clave cotidiana, como Los borrachos (O el Triunfo de Baco) o Las hilanderas, (O La fábula de Aracne) ésta última una de las obras capitales del artista por la perfección que alcanza en ella la perspectiva aérea.
La magistral Venus del espejo, el único desnudo femenino que pintó y uno de los pocos de la historia de la pintura española. Poco conocido fuera de España hasta el siglo XIX, Diego Velázquez es hoy considerado uno de los grandes genios de la pintura universal.

sábado, 26 de abril de 2025

LA ESCUELA DE SALAMANCA

Se designa así al estudio, el pensamiento y el trabajo realizado en diversas áreas que un nutrido grupo de profesores universitarios españoles, a raíz de Francisco de Vitoria en la Universidad de Salamanca. La llegada de la Edad Moderna y sobre los siglos XV- XVI, las ideas tradicionales en su concepto científico, social, económico y jurídico fueron cuestionados Además estaba el asunto del protestantismo. Asimismo los avances científicos y el descubrimiento del Nuevo Mundo requería un análisis que fue contemplado en todos los aspectos por ese importante grupo de intelectuales españoles.

Aquellos hombres fueron entre otros, Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Luis de Alcalá, Martín de Azpilcueta (o Azpilicueta), Tomás de Mercado, Francisco Suárez, todos ellos ilustrados naturalistas y moralistas. Fundadores de un nueva escuela de teología y de la Justicia, que centraron sus estudios en el hombre y sus problemas morales.
La Escuela de Salamanca comenzaría con Francisco de Vitoria (1483-1546) y su máximo esplendor llega con Domingo de Soto (1494-1560), todos ellos de la orden de los dominicos
Otros que también trabajaron fueron los hombres de la escuela de la Universidad de Coímbra que estaba formada por jesuitas. Digamos que se repartieron el enorme trabajo.
España fue el primer y único país que se planteó de forma seria los derechos de sus conquistados.

FRANCISCO DE VITORIA 
Con el descubrimiento y la colonización España se planteó la legitimidad de una conquista en lugar de intentar justificarla por motivos tradicionales. Fue la conocida como polémica de los ”justos títulos”, uno de cuyos episodios fue la Junta de Valladolid (1550-1551), famoso debate entre Juan Ginés de Sepúlveda y Bartolomé de las Casas en el que participaron también varios discípulos de Francisco de Vitoria, ya muerto, que había comenzado su análisis de la conquista desechando los títulos ilegítimos. Fue el primero que se atrevió a negar que la bulas de Alejandro VI (conocidas en conjunto como las Bulas de donación) fuesen un título válido de dominio de las tierras descubiertas. Tampoco eran aceptables el primado universal del emperador, la autoridad del Papa (que carece de poder temporal) ni un sometimiento o conversión obligatorios de los indios. No se les podía considerar pecadores o poco inteligentes, sino que eran libres por naturaleza y dueños legítimos de sus propiedades. Cuando los españoles llegaron a América no portaban ningún título legítimo para ocupar aquellas tierras que ya tenían dueño. Los indios podían rechazar la conversión, pero no impedir el derecho de los españoles a predicar. Sin embargo, Vitoria hace notar que aunque esto sea causa de guerra justa, no necesariamente es conveniente que así ocurra por las muertes que podría causar.

El rey Carlos I, para el buen gobierno de los indios, con las bases de la voluntad ya de la reina Isabel en su ordenanza de 1494 y la promulgación en 1512 de la Leyes de Burgos por el rey Fernando y asimismo para hacerse pública la polémica creada por fray Bartolomé de las Casas y confirmadas por Francisco de Vitoria, dispuso al Consejo de Indias una inspección con la idea de establecer una nueva y mejor política indiana. El emperador convocó para 1540 una junta legislativa que se albergó en la Universidad de Salamanca, para iniciar las reorganización que los humanistas venían pidiendo décadas atrás. Fueron invitados legisladores y religiosos influyentes como el abogados, teólogos y economistas. Ello redundó en la promulgación de las Leyes Nuevas, del 20 de noviembre de 1542 en Barcelona.
Fundamentalmente sus puntos es que suprime las Encomiendas, por sus  problemas, y regula la forma de hacer los nuevos descubrimientos y de gratificar a los Conquistadores.
Yéndonos un poco más en años atrás, si en los primeros años de la conquista se forzó el trabajo de las comunidades nativas y se concedió su explotación a algunos colonos, pronto surgieron voces críticas contra los abusos y a favor de una regulación de la situación. No hay que olvidar que el derecho a ocupar aquellas tierras derivaba de las denominadas bulas “Inter Caetera”, que otorgaban a la corona española el dominio de aquellas tierras y sus gentes a cambio de su conversión al cristianismo. Dichas bulas habían sido otorgadas por el papa Alejando VI en favor de los RR.CC. en mayo de 1493.

Fue Nicolás de Ovando, gobernador de La Española, quien impulsó la concesión de comunidades indígenas bajo la figura de la encomienda, que limitaba el poder de los colonos encomenderos y los supeditaba a la autoridad de los oficiales reales. La corona intentó legislar al respecto, aunque en la práctica no fue fácil, pues se encontró con la oposición de los encomenderos y demás beneficiarios de la explotación de los recursos americanos. En la corte se impuso la doctrina defendida por algunos eclesiásticos y así lo evidencian las “Leyes de Burgos y Ordenanzas” para el tratamiento de los Indios, que fueron promulgadas el 27 de diciembre de 1512, promulgadas como dijimos por el entonces rey Fernando el Católico. Estas leyes abolieron la esclavitud de los indios, regularon el requerimiento para someterlos y les reconocieron la condición de hombres libres, siempre y cuando aceptasen la fe cristiana y la soberanía de los reyes de Castilla.
No obstante las “Leyes Nuevas”, de Carlos I, del 20 de noviembre de 1542 van más allá. Fundamentalmente sus puntos es que suprime las Encomiendas, que tanto problemas habían dado, y regula la forma de hacer los nuevos Descubrimientos y de gratificar a los Conquistadores. También suprime todo tipo de esclavitud de los indígenas, y las guerras de Conquista. Recogen, entre otros, los siguientes derechos: la prohibición de injuriarlos o maltratarlos, la obligación de pagarles salarios justos, su derecho al descanso dominical, la jornada laboral máxima de ocho horas y un grupo de normas protectoras de su salud, especialmente de la de mujeres y niños. Los oficiales reales no tuvieran derecho a la encomienda de indios, lo mismo que las órdenes religiosas, hospitales, obras comunales o cofradías. Que no hubiera causa ni motivo alguno para hacer esclavos, ni por guerra, ni por rebeldía, ni por rescate, ni de otra manera alguna. Que los esclavos indios existentes fueran puestos en libertad, si no se mostraba el pleno derecho a mantenerlos en ese estado. Que los indios no sirvieran de cargadores (tamemes), sin su voluntad y con la debida retribución. Las encomiendas dadas a los primeros conquistadores cesaran totalmente a la muerte de ellos y los indios fueran puestos bajo la Real Corona, sin que nadie pudiera heredar su tenencia y dominio; y que se recompensara a los primeros conquistadores y colonos con corregimientos y otras mercedes. Esto en el año 1542.

MARTÍN DE AZPILICUETA 
No obstante el encuentro con el Nuevo Mundo fue el desencadenante de la inflación y carestía en España. Es decir, la llegada de abundantes cantidades de oro y plata provocó que el país se sumiera en graves condiciones de pobreza. En este sentido, fue Martín de Azpilcueta quien analizó por primera vez en la historia, la cantidad de dinero que existe en una economía determinada en relación con su nivel de precios.
El primer concepto que se defendió en la Escuela de Salamanca fue el de la propiedad privada; el grupo de teólogos, siguiendo la trayectoria que ya marcó siglos atrás Tomás de Aquino, consideraba que la propiedad privada era muy necesaria para el desarrollo del comercio y, por tanto, poseía una función completamente legítima. Así pues, Domingo de Soto afirmaba que dicha propiedad privada era fundamental para promover la paz pero insuficiente para erradicar todos los males de la sociedad dada la capacidad pecadora e innata del hombre. Además de la propiedad privada, defendieron temas que siguen aún vigentes como la competencia, la libertad económica y la naturaleza dinámica de los mercados.
En este sentido, fue Martín de Azpilcueta quien analizó -por primera vez en la historia- la cantidad de dinero que existe en una economía determinada en relación con su nivel de precios. El religioso expresó unos términos muy comunes para la economía actual pero en los que, en aquella fecha, todavía nadie había reparado: la abundancia de dinero genera inflación en los precios, hecho que repercute de manera muy negativa en la sociedad.
La influencia de la escuela de Salamanca se fue trasladando a Italia, Portugal y Países Bajos; sin embargo, sus miembros se fueron distanciando cada vez más al apoyar de manera fehaciente la prohibición del préstamo con intereses -una corriente que ya inició Tomás de Aquino- al estimar que era una práctica inmoral.

Muchos economistas han llegado a afirmar que los autores de la Escuela de Salamanca serían dignos merecedores del calificativo de fundadores de la economía científica.


Azpilcueta y Tomás de Mercado fueron los precursores de la teoría cuantitativa del dinero, en la cual la masa monetaria multiplicada por la velocidad de circulación equivale al producto nacional multiplicado por el nivel de precios.  Una ecuación angular en la economía moderna. Asimismo, el teólogo afirmó que, en circunstancias de igualdad, los bienes presentes siempre se valoran más que los bienes futuros.
Otro de los grandes exponentes de la escuela de Salamanca fue Juan de Mariana, el cual tenía unos principios de libertad económica que siguen de plena actualidad. En aquel momento, el propio Felipe III destruyó la mayoría de sus libros por pensar que atacaban contra su figura. Fue calificado como agitador a favor de los pobres.

viernes, 25 de abril de 2025

LAS GUERRAS CARLISTAS

El rey Fernando VII murió en 1833 y su hermano, Carlos María Isidro de Borbón,  emitió el “Manifiesto de Abrantes”, en el que declaraba su ascensión al trono proclamándose como Carlos V.
Y de esa forma surgió el Carlismo.

Carlos María Isidro de Borbón
Pero ascendió al trono la hija de Fernando VII, la reina Isabel II, bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, y el general Espartero como valido, en 1833, y fue reconocida por los gobiernos de Francia, Inglaterra, Dinamarca, Estados Unidos  y otros. Por lo que la política interior se vio hipotecada por las influencias de Inglaterra y Francia, y ya los embajadores de ambos países intervinieron en el fracaso del primer valido, Zea Bermúdez.
En 1833, la reina regente, contaba con los liberales contra los carlistas. El Gobierno, lo presidía el liberal Francisco Martínez de la Rosa, nombrado en 1834, se encontraba sin recursos para pagar al ejército.

La nobleza se adhirió al bando isabelino en su mayoría y también la mayor parte del estamento militar. Los apoyos al movimiento carlista provenían de las clases populares y muy especialmente de los campesinos. Con todas las limitaciones que se quiera pero el carlismo se extendió por las regiones del interior de las regiones vasco-navarras, por el Maestrazgo y por la montaña catalana, la serranía de Ronda y la de Córdoba. Se daba una curiosa paradoja: el pretendiente don Carlos, que era muy religioso pretendía imponer en España un régimen absolutista y centralista, y era apoyado sobre todo por navarros, vascos y catalanes, es decir precisamente donde el celo por los privilegios forales y la autonomía política y económica era más fuerte. El campo solía ser de ellos; pero las ciudades, permanecieron fieles a la jovencita Isabel II y al liberalismo. Al futuro, dentro de lo que cabe, o lo que parecía iba a serlo.

Baldomero Espartero 
PRIMERA GUERRA CARLISTA (1833-1840)
Don Carlos, que necesitaba una ciudad para capital de lo suyo, estaba obsesionado con tomar Bilbao; pero la ciudad resistió y Zumalacárregui murió durante el asedio, convirtiéndose en héroe difunto por excelencia. En cuanto al otro héroe, Cabrera, lo apodaban el tigre del Maestrazgo, era una verdadera mala bestia. Y cuando los gubernamentales fusilaron a su madre, él mandó fusilar a las mujeres de varios oficiales enemigos. Ése era el tono general del asunto.
La Primera Guerra se desarrolló en tres fases muy diferentes. Se prolongó hasta julio de 1835. Aparecieron partidas ordenadas por oficiales del ejército durante la Época Ominosa. Este alzamiento fue sofocado por tropas leales al gobierno de Madrid. La segunda fase de la guerra duró hasta septiembre de 1837 y se caracterizó por un cierto dominio de los carlistas. El ejército de la regente María Cristina no estaba bien pertrechado. Poco apoyo extranjero y un plan ineficaz de contención en la zona vasco-navarra. Carlos llegó hasta Arganda, no entrando inexplicablemente en Madrid que estaba desguarnecido.
La guerra civil, como todas, se desarrollaba con ferocidad y crueldad. Los humildes párrocos broncos sin el menor complejo, se echaban al monte con boina roja, animaban a fusilar liberales. El caso es que la sublevación carlista, léase, campo contra ciudad, fueros contra centralismo, tradición frente a modernidad.
Esto fue una de las barbaridades donde la violencia, la delación, el odio y la represalia infame, estallaron y ajustaron cuentas. Lo expresaba muy bien Galdós en uno de sus Episodios Nacionales, “La pobre y asendereada España continuaría su desabrida historia dedicándose a cambiar de pescuezo, en los diferentes perros, los mismos dorados collares”.  La tercera fase finalizó en julio de 1840 y fue de clara hegemonía gubernamental al terminar la reorganización del ejército que llegó a la cifra de cien mil hombres y también aprovechando la división del carlismo en dos facciones, el partido navarro, exaltado y el castellano, moderados.
Inglaterra se ofreció como mediadora. Los comisionados británicos consiguieron el Convenio de Vergara.  Así la guerra terminó con “El Abrazo de Vergara” entre los generales Espartero y el carlista Maroto, en agosto de 1939.  “Soldados nunca humillados ni vencidos depusieron sus temibles armas ante las aras de la patria; cual tributo de paz olvidaron sus rencores y el abrazo de fraternidad sublimó tan heroica acción, tan español proceder” escribió Maroto.

Los Generales Espartero y Maroto
SEGUNDA GUERRA CARLISTA (1846-1849)
Se originó al nombrar a Isabel como futura reina de España. Iniciada en 1846 fue provocada por no llevarse a cabo el matrimonio entre la reina y Carlos Luis de Borbón, hijo de Carlos (autoproclamado Carlos V) y por lo tanto se denominaría Carlos VI en la genealogía carlista.
Es posible que no fuera exactamente una auténtica guerra sino una simple luchas de guerrillas de escasa trascendencia.
Los hechos se circunscribieron casi exclusivamente a Cataluña con pequeños levantamientos armados. La esperada llegada del llamado Carlos VI a España desde su exilio en Londres nunca se produjo, lo que provocaría la disolución en 1849 de los últimos reductos sublevados.

El pretendiente Carlos VII
TERCERA GUERRA CARLISTA. (1872-1876)
Se inició una vez destronada Isabel II, ya en el Sexenio Revolucionario. Beneficiados por el clima de libertad que introdujo la revolución de la “Gloriosa”, el carlismo había revivido como fuerza política. Pero la llegada de Amadeo de Saboya provocó la insurrección armada de una parte de los carlistas, mientras que otra facción constituyó una pequeña fuerza política opuesta a la nueva monarquía y con posiciones enormemente conservadoras. El pretendiente era Carlos VII, y el conflicto 
acabará con la definitiva derrota del carlismo, ya durante los primeros años del reinado de Alfonso XII.
Los generales Martínez Campos y el general Fernando Primo de Rivera, derrotaron a los carlistas en Cataluña, Navarra y País Vasco.
Se enfrentaría hasta 1876 en la época del reinado de Amadeo I de Saboya, también de la efímera Primera República y por último el reinado de Alfonso XIII. Carlos VII abanderó la contienda desde su partido Comunión Católico-Monárquica de raíces absolutistas con un ejército que se autoproclamaba el “Ejército de Dios, del Trono de la Propiedad y de la Familia”.  La lucha se centró de nuevo en Cataluña y también el País Vasco y Navarra, donde resultaron un estrepitoso fracaso como el intento de tomar Bilbao. El general Martínez Campos erradicó el carlismo de Cataluña y en Pamplona donde entró Alfonso XII en 1876 provocando la retirada de Carlos VII.
 

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...