miércoles, 28 de mayo de 2025

HERENCIA MONÁRQUICA VISIGODA

 

La conversión del rey visigodo Recaredo en el Concilio de Toledo del 7 de abril del 589 en el cual quedó sellada la unidad espiritual y territorial del reino visigodo, dejando la religión arriana y abrazando el cristianismo romano, también simbolizaba el triunfo de la civilización hispanorromana sobre los bárbaros, y contribuyó a sellar una alianza entre la corona y la iglesia. Tanto es así que la unión de la península era un hecho por la religión cristiana. Pero como sabemos en el 711 un ejército bereber cruzó el estrecho de Gibraltar, como aliado de los nobles visigodos contrarios a la llegada al trono del rey Don Rodrigo, y tras vencerlo en la batalla de Guadalete, comenzó la conquista de la Península Ibérica. Es la invasión musulmana. El reino visigodo se desplomó y se creó una nueva entidad política, Al-Andalus. 

CONVERSIÓN DE RECAREDO 
No obstante los hispano-romanos y visigodos que componían la población de la península, todos cristianos, a la vez que se desarrolló al-Andalus, fueron creando núcleos de resistencia a los musulmanes, primero en el norte y luego irán avanzando y creando lugar a los reinos cristianos medievales, que son los que se encargarán de hacer frente al musulmán, recuperar territorio al cristianismo o someterlos de alguna forma. En la franja norte de la península, desde las actuales  Galicia a Cataluña, grupos armados combatían a los musulmanes. Operaban sobre todo en la zona cantábrica y eran insumisos a cualquier gobierno desde la época romana, estaban apenas controlados por los visigodos. Aunque se presentan estos hechos como el principio de la Reconquista, más bien parece una continuación de la actitud habitual de los montañeses. Si bien los reinos cristianos no existían entes de la invasión musulmana, por lo tanto se trataba de avanzar por el territorio de la península, recuperando para la cristiandad los pueblos sometidos, y o bien expulsar o conseguir una debilidad que produjera impuestos que los musulmanes debían pagar. Está claro que si no había un rey cristiano con los visigodos, tendría que haberlo escogiendo entre los nobles de la población existente ante de la llegada de los agarenos.

Alfonso I de Asturias, el casto
Por lo tanto se organizaron y luego fueron resistiendo los ataques musulmanes y pudieron destruir guarniciones y atraer a la población visigoda y fundar de hecho y derecho del reino Astur en la persona de Alfonso I, con la corte de Cangas de Onís en el 739. Cuando ochocientos años después, los reyes Isabel y Fernando salen victoriosos en la guerra de Granada, terminando así con el último reducto musulmán en la península, Rodríguez de Almela, historiador, en esos días, al entregarles a los reyes un ejemplar de su “Compilación de las crónicas e estorias de España”, les recordaba que el origen de la legitimidad de los reinos cristianos, estaba en la estirpe visigoda que a su vez la recibiera de Roma por el primer pacto (Foedus) del 418, en Tolosa. Los ocho siglos de convivencia en el mismo territorio tuvo todo tipo de situaciones en las relaciones de diferentes reinos y con los invasores musulmanes. La consolidación de los reinos cristianos durante la Edad Media presenta una dinámica particular. Los reinos de Castilla y León forman el bloque más aventajado y compacto. Era una época en que se confundía el gobierno de los territorios con las administraciones de las propiedades privadas. Por lo que no es de extrañar que los conflictos familiares, los matrimonios de conveniencia y las cuestiones hereditarias determinasen los dominios sobre amplias extensiones, muchas sin poblar incluso.
Las alianzas, enemistades y los frecuentes cambios fronterizos de los reinos eran moneda común. Esto nos lleva a pensar que el sentimiento de Estado o Nación no existía aún, o era solo un esbozo. Los reinos eran hereditarios y competían entre sí e incluso eran capaces de luchar entre hermanos o padres contra hijos. No obstante tanto León como Castilla, Navarra y Aragón estaban en general empeñados en arrebatar los territorios a los musulmanes en aras de la expansión del cristianismo, o al menos de convertir a esos sus pobladores musulmanes en vasallos de los reinos cristianos. Esto explica cómo pudo ser que los islámicos estuvieran tanto tiempo en la península, digamos que gran parte de ese tiempo lo hicieron como inquilinos mal considerados. El Califato de Córdoba se va desintegrando y termina en el año 1031, pero ya se había iniciado la disgregación del territorio en pequeños reinos llamados Taifas. La primera se considera que fue la de Badajoz en el 1009. Pero el avance cristiano hace que los reyes de las taifas pidieran ayuda al sultán almorávide del norte de África, hasta el 11404. Cuando el dominio almorávide empezó a decaer, surgieron los llamados segundos reinos de taifas en 1144 que habían sucedido a los almorávides en su dominio del norte de África.  Tras el fin del periodo almohade, marcado por la batalla de las Navas de Tolosa (1212), hubo un corto periodo denominado terceros reinos de Taifas, que terminó en la primera mitad del siglo XIII con las conquistas cristianas en el Levante de Jaime I de Aragón y en Castilla de Fernando III el Santo. Y perduró en Granada con la fundación del reino nazarí en 1238, que no capituló hasta el 2 de enero de 1492, fecha que pone fin a la Reconquista.

FERNANDO III DE CASTILLA
Si bien esto no impedía que hubiese alianzas tácticas entre cristianos y musulmanes, ya fuese para combatir a los del credo contrario o a los adversarios del credo propio. Muchas veces a la defensa de la fe, se anteponía la necesidad política o económica de asegurar determinada región. Aún ante esta confusa situación, los reinos cristianos fueron consolidando sus propias identidades a través de instituciones y normas sociales, diferentes entre unos reinos y otros muchas veces, pero que les imprimieron sus particulares rasgos sociales, sus usos y costumbres. Su identidad.

MUERTE DE D. JUAN DE AUSTRIA

En enero de 1578, los tercios españoles, a las órdenes de Juan de Austria, derrotaron a los Estados Generales en la batalla de Gembloux, consiguiendo gran parte de los Países Bajos- Se reconquistó todo el Luxemburgo y Brabante. Pero Juan de Austria pronto estuvo necesitado de dinero. Dos ejércitos invadieron el Flandes español: uno francés y otro financiado por la reina Isabel de Inglaterra- Don Juan pidió a Juan de Escobedo, su secretario, que estaba en España, que lograra que lsu hermano el rey Felioe II le enviase dinero. En los Consejos de Estado y de Guerra, el duque de Alba advertía de la arriesgada situación, sin hombres y sin dinero.

Juan de Austria 
Pero Escobedo es asesinado el 31 de marzo de 1578. Posiblemente por orden de Antonio Pérez quizá con la aprobación del rey. ¿Cómo consiguió Antonio Pérez convencer al rey? Se apunta a argumentó que las ambiciones de don Juan de Austria decidiera por su cuenta la invasión de Inglaterra, o se aliase con los rebeldes holandeses o que, incluso, regresara a España al mando de las tropas para destituir a Felipe II. Antonio Pérez era el amante de la Princesa de Éboli, que al parecer confabulaban por el interés que tendría Juan de Austria en la corona de Portugal.
 No hay en la documentación que se conserva de la época dato o indicio solvente de esto. Pero lo cierto es que en 1578, don Juan estaba en Flandes y la principal preocupación era la constante necesidad de tropas y dinero para hacer la guerra. Al conocer la muerte de su secretario, don Juan escribió al rey, y en esa carta se evidencia que don comprendió lo que había ocurrido, y que no podría esperar nada de España, que había sido traicionado él  y su hermano el rey.

Antonio Pérez 
Los escritos de don Juan de aquella época revelan el estado de depresión en que cayó ese verano, al tiempo que progresaba su enfermedad (tifus o fiebre tifoidea). Algunos días debía incluso guardar cama. Su estado de salud se agravó a finales de septiembre, cuando estaba en su campamento en el sitio de Namur.
Viendo cerca su muerte, el victorioso en Lepanto, nombró sucesor en el gobierno de los Países Bajos a su sobrino Alejandro Farnesio y escribió a su hermano, Felipe II, pidiéndole que respetase este nombramiento y que le permitiera ser enterrado junto a su padre, Carlos I. No en vano, en el momento de su muerte, Don Juan de Austria se encontraba aislado política y profundamente herido en su espíritu por la falta de confianza que le había transmitido Felipe II. Solo al fallecimiento de su hermano, el Rey se percató de la perniciosa manipulación que había ejercido Antonio Pérez sobre él y, en consecuencia, de la injusticia que había cometido. Y como queriendo redimirse del injusto trato que le dio en sus últimos años de vida, Felipe II levantó una espectacular escultura para cubrir su tumba en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Un obsequio para un hombre que no dejó nada en su testamento, “Porque nada poseía en el mundo que no fuese de su hermano y señor el Rey”
He de hacer un comentario particular: A principios de 1971 en Barcelona, supe de una exposición que conmemoraba los 400 años de la batalla de Lepanto. Poco sabía yo entonces de aquel hecho y me acerqué a curiosear. En una gran nave, había una enorme mesa donde estaba un gran maqueta de la batalla con la disposición de los barcos y las personas que participaron en la lucha. También había documentos, pinturas, y diferentes elementos usados en el combate. ¡Nada menos que 400 años de la batalla! Me di cuenta que esos hombres lograron cambiar el curso de la historia. La epopeya la protagonizó Juan de Austria con 24 años. Entonces fue cuando la historia de España me empezó a interesar. El Imperio Otomano se estaba haciendo con Europa y solo el Imperio Español era capaz de contenerlo. Con arcabuz, espada, y el arrojo típico de un militar venido de la Península Ibérica. Así combatieron los soldados españoles que, un siete de octubre de 1571, derramaron su sangre sobre la cubierta de decenas de buques para detener, en el golfo de Lepanto, las pretensiones expansionistas turcas.
¿Y si se hubiera perdido? Estaríamos conquistados por los musulmanes otra vez. ¿Dominarían definitivamente Europa? Es posible.
La batalla de Lepanto fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano.
El Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez. En 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa.
No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia.
Trastornado de joven por los libros de aventuras de caballería y otros, con permiso del genial hidalgo, quedé prendado de la figura de Juan de Austria. Un hombre de 24 años había logrado cambiar el curso de la historia, y pensé en la enorme grandeza que pueden llegar a tener algunos personajes como él y como Cervantes, que también allí estaba.

Mausoleo de Juan de Austria 
Don Juan de Austria murió el 1 de octubre de 1578.
Ya presente en la historia, en la pintura, el grabado, los tapices y la escultura, entró en la gran literatura con el canto XXIV de la "Araucana" de Alonso de Ercilla, dedicado a Lepanto, y de la mano de Cervantes en la "Galatea" y en el capítulo XXXIX de la primera parte del Quijote. Más allá de España, el escocés Sir William Stirling-Maxwell escribió "Don John of Austria. Passages from the history ot the sixteenth century", publicado en 1883, y Chesterton situó a Juan de Austria en el centro de su famoso poema Lepanto, fechado en 1915.
Su tumba está cubierta hoy por una estatua yacente de singular belleza que representa al finado ataviado con armadura, si bien, al no morir en combate, está representado con los guanteletes quitados.
Al pie del sepulcro puede leerse "JOHANNES AVUTRIACVS CAROLI V FIL. NATURALIS"

lunes, 26 de mayo de 2025

SITIO DE CARTAGENA DE INDIAS (1741)

En agosto de 1739 el rey Felipe V decide restaurar  el virreinato de Nueva Granada (que se había incorporado al del Perú en 1723) y nombrar a un militar experimentado como Sebastián Eslava su primer virrey. El nombramiento no se produjo por azar. El almirante británico Edward Vernon acababa de tomar la plaza española de Portobelo, en el istmo de Panamá al mando de una impresionante flota inglesa. Era el primer paso para que los ingleses amenazasen todo el comercio español en el Caribe, siendo el siguiente objetivo lógico Cartagena de Indias.


Es en 1739 cuando Sebastián de Eslava cruza el océano con el cargo de virrey de la recién creada Nueva Granada. Y el teniente general navarro, Eslava, se instaló en Cartagena y no en la capital de la región, Santafé de Bogotá.
Nada más llegar allí, Eslava empezó a preparar junto a sus más directos colaboradores, incluido el general Blas de Lezo, la defensa de Cartagena.
Lo que no se difunde es que en Cartagena no fue Lezo quien comandaba la defensa de las fortificaciones, sino el virrey de Nueva Granada, un hombre culto, decidido y de carácter. Estuvieron enfrentados en muchas ocasiones durante la preparación y el combate. Ambos tenían el grado de teniente general, siendo Lezo de mayor antigüedad y el comandante directo de los buques de la Armada, lo que no quitaba que el virrey Eslava fuera la máxima autoridad en la plaza.


No existía un gobernador militar en la ciudad, por lo que Eslava decidió, y eso le honra, tomar en persona el mando de la defensa al saber que los británicos se dirigían al puerto caribeño, por lo que Blas de Lezo quedó como su subordinado. La mala relación entre ambos privó al Imperio español de una asociación que hubiera sido todavía más desastrosa para los británicos.
A Lezo no le faltaban arrestos para sacar sus barcos de la bahía e ir a batirse con Vernon en mar abierto. Eslava, no obstante, lo convenció para adoptar una estrategia más conservadora pues la diferencia numérica en las flotas era impresionante.
Así pues, la táctica se basó en el desgaste inglés. Eslava sabía que la bahía de Cartagena era una ratonera natural para las fuerzas de Vernon así que se aseguró de que el avance del almirante británico fuera un auténtico vía crucis.
Eslava reparó el Castillo de Bocachica y varios fuertes que protegían el puerto. En el Castillo de San Lázaro puso en marcha una fábrica de munición y carruajes. Se preocupó del suministro de las armas y del entrenamiento de los hombres. Rehabilitó los puestos en Santa Marta, Puerto Cabello y Guaira, también los fuertes de Araya y San Antonio en la provincia de Cumaná y el islote de Caño de Limones y preparó el castillo de San Felipe.

Fortaleza de San Felipe 

El 25 de marzo el jefe de los ingenieros propuso una defensa móvil por las fortalezas exteriores (San Luis de Bocachica, Santa Cruz, Manzanillo, Pastelillo, San Felipe y, en último término, El Arrabal), mientras que Lezo apostaba por una defensa estática y por hundir los pocos barcos españoles a la entrada de la bahía para dificultar la navegación de los barcos británicos. Eslava finalmente ordenó que los barcos no se hundieran, pues se trataba de una operación muy compleja y estéril si no se hacía en el lugar exacto, decisión que el vasco no acató.
Eslava y Lezo optaron por desmontar los cañones de esos navíos españoles para colocarlos como baterías de tierra en los distintos fortines que defendían la bahía. Los marinos, de esta forma, se convirtieron en artilleros e infligieron graves daños a los barcos de Vernon según estos iban pasando junto a los fuertes del Manzanillo, San Felipe y San Luis de Bocachica.
Lezo disponía de 3.000 soldados del ejército regular español, reforzados con 600 arqueros indios del interior y unas 1.000 piezas de artillería y tan solo 3 navíos.
Resultó decisiva la eficacia de los servicios de inteligencia españoles, que consiguieron infiltrar espías en la Corte Londinense y en el Cuartel General del almirante Vernon. El plan general inglés así como el proyecto táctico de la toma de Cartagena de Indias fueron conocidos de antemano en las Cortes Españolas y en Cartagena de Indias.


Monumento a Blas de Lezo en Madrid 

El paso de las semanas derivó en un choque directo entre los mandos españoles. Eslava exigió en su informe a la Corte que cesara al marino por insubordinación y Blas de Lezo no se quedaba corto en el fragmento de su diario que hizo llegar a Madrid al presentar al virrey como un cobarde y un incompetente.

Estatua de Blas de Lezo en Cartagena-Colombia 
La realidad es que el navarro fue herido en combate y que consta su presencia en la primera línea de batalla en momentos críticos. Eslava planeó una defensa en tierra, conocedor de que bastaba con ganar tiempo y dejar que fueran las enfermedades tropicales quienes hicieran el trabajo sucio. Algunos autores hablan de 18.000 bajas entre muertos y heridos en las filas británicas, en su mayoría a causa de enfermedades.
Los cascos hundidos sirvieron de núcleo colector de arena lo que aceleró la formación de la barra, dificultando la navegación.
El esperado ataque inglés se produjo el 15 de marzo de 1741. La flota mandada por el almirante inglés Vernon estaba compuesta por 186 navíos y casi 30.000 hombres. Por poner estas cifras en contexto, la humanidad no volvió a ver una escuadra semejante hasta que los Aliados desembarcaron en las playas de Normandía.
El 15 de marzo de 1740, llegan los primeros buques ingleses a Playa Grande y dos días después fondearon sobre la misma playa 195 navíos. El 19 de marzo, los ingleses continúan sin disparar y estudian el campo de operaciones. 20 de marzo, toda la armada inglesa queda anclada en la Punta de Hicacos, consiguen desembarcar 500 efectivos cerca de la batería de Santiago y el 21 desembarca el resto del contingente británico. En la noche del 20 al 21, los ingleses toman la batería de Varadero y con sus cañones disparan a la de Punta de Abanicos. Los españoles abandonan la batería. El 3 de abril, 18 buques alineados frente a Bocachica inician un terrible bombardeo para romper las defensas de los castillos de San Luis y San José. El 4 y el 5 de abril, los fuertes reciben un intensísimo y prolongado cañoneo. Las murallas del  castillo San Luis se derrumbaron y por la brecha abierta cargaron los ingleses a bayoneta calada  desde tierra. Ante la imposibilidad de resistir, se tocó retirada y durante toda la noche continuó el desembarco enemigo.


Virrey Sebastián Eslava 
Noche del 5 al 6 de abril, Blas de Lezo sitúa los buques Dragón y Conquistador entre los canales del Castillo Grande y Manzanillo con intención de hundirlos.
El 11 de abril, los ingleses toman el castillo de Santa Cruz que previamente había sido abandonado. La situación empeoraba para los españoles
El 13 de abril  a las 9 de la mañana, comenzó el asedio de la ciudad con continuos bombardeos. Simultáneamente otra escuadra asediaba  al fuerte Manzanillo. La situación empezaba a ser desesperada para los españoles, les faltaban alimentos y el enemigo no daba tregua. Iban pasado los días, y el cañoneo inglés no cesaba, era intenso y continuo, mañana, tarde y noche.
Cartagena de Indias fue severamente castigada por la artillería naval inglesa. Vernon estimó que los españoles resistiría dos o tres días más. Los españoles tenían orden de resistir hasta el final no se les permitía ni un paso atrás, habían clavado la bandera e iban a morir allí, defendiendo la ciudad hasta el final. El 16 de abril, a las 4 de la mañana, Vernon decidió que se tomaría Cartagena de Indias al asalto, más de 10.000 hombres desembarcaron por la costa de Jefar, los macheteros jamaicanos, los milicianos americanos y las fuerzas regulares inglesas. Pero las sucesivas ofensivas inglesas se encontraron con trincheras inexpugnables así como con los mosquetes y bayonetas españolas. El 17 de abril, la infantería británica, toman el alto de Popa, a un kilómetro del castillo de San Felipe.
Blas de Lezo  mandó excavar un foso en torno al castillo para que las escalas inglesas se quedasen cortas al intentar tomarlo. Ordenó cavar una trinchera en zigzag, evitando que los cañones ingleses se acercasen demasiado. Les envió dos “desertores” que engañaron y llevaron a la tropa inglesa hasta un flanco de la muralla bien protegido, donde serían masacrados sin piedad.
La noche del 19 al 20 de abril se produjo el definitivo asalto al castillo de San Felipe. Tras  una potente  preparación artillera Vernon intentó asaltar el castillo con unos 10.200 hombres de infantería. Enfrente  tenía la batería de San Lázaro de propio castillo de San Felipe y 1.000 hombres muy motivados.
La sorpresa fue mayúscula, cuando los ingleses comprobaron que sus escalas eran demasiado cortas y no podían escalar las murallas del castillo. Las tropas inglesas no podían atacar ni huir debido al peso del equipo. Aprovechando esta circunstancia, los españoles abrieron fuego contra los británicos, produciéndose una carnicería sin precedentes. Al amanecer, se encontraron con las bayonetas de unos trescientos soldados de los tercios españoles que saltaban sobre ellos desde sus trincheras.
El error del castillo de San Felipe desmoralizó a los ingleses. El orgulloso y engreído Sir Andrew Vernon había sido incapaz de vencer a unos pocos harapientos españoles.
El pánico se apoderó de los ingleses, rompieron sus líneas de combate y huyeron despavoridos tras la última carga española hacia sus barcos.
Desde el 22 al 25 de abril, decrecieron los enfrentamientos. El 26 los ingleses volvieron a bombardear la ciudad. El 9 de mayo, Vernon ordenó la retirada, levantar el asedio y volver a Jamaica. Había fracasado estrepitosamente. Tan sólo acertó a pronunciar, entre dientes, una frase: “God damn you, Lezo!”, (Dios te maldiga, Lezo)
Vernon envío de una última carta a Lezo: “Hemos decidido retirarnos, pero para volver pronto a esta plaza, después de reforzarnos en Jamaica”. A lo que Lezo respondió con ironía: “Para venir a Cartagena es necesario que el rey de Inglaterra construya otra escuadra mayor, porque esta sólo ha quedado para conducir carbón de Irlanda a Londres.”

Busto de Sebastián Eslava  Madrid 


Los ingleses tuvieron 9.500 muertos, 7.500 heridos, perdieron 1.500 cañones y 50 naves. Los españoles sufrieron 800 muertos, 1.200 heridos y perdieron 6 naves.
El asedio y la batalla se ha contado infinidad de veces, porque el arrojo, la valentía y la inteligencia de Blas de Lezo y el virrey Eslava fueron tan determinantes, tan grandes que ha quedado para la historia y los anales de las batallas casi imposibles de ganar. Pero se logró. El fracaso de la Armada inglesa, se mire desde el punto de vista que se mire, fue muy superior al de la Gran Armada de Felipe II.
En un informe que el virrey Eslava envió por Vía Reservada el 1 de junio de 1741 a José Quintana, expuso lo poco útil que fue la estrategia del vasco de hundir los navíos: “Todo el interés de Lezo estaba en hundir sus navíos para que no cayeran en poder del enemigo y resultase él responsable, y pretender tapar con los cascos hundidos los canales por donde Vernon tendría que meter sus barcos; pero hundieron todos los barcos mal, no solo los suyos, sino que hizo hundir además nueve barcos mercantes que había en el puerto, y semejante ruina no sirvió para nada, porque los que debían desfondarlos los abandonaron antes de tiempo y así los buques no se hundieron donde debían sino donde el viento los llevó, de manera que ninguno estorbó para la entrada de Vernon, quien llegó con sus barcos hasta la misma bahía de las Ánimas, el puerto de la ciudad”.


Medalla conmemorativa inglesa, acuñada antes de la batalla

No obstante la victoria de las fuerzas españolas prolongó la supremacía militar española en el Atlántico occidental hasta el siglo XIX.
El rey Jorge II ordenó a los historiadores ingleses que no se escribiera nada de la derrota. Y así se ocultó a la historia. Incluso antes de la batalla, tan seguros estaban que habían acuñado en Londres un medalla conmemorativa inglesa, que representa a Blas de Lezo con ambas piernas, arrodillado ante Vernon y entregándole su espada. La leyenda dice: "The pride of Spain humbled by Ad. Vernon", es decir, "El orgullo de España humillado por el almirante Vernon".
A pesar de su profundo descrédito, a Vernon a su muerte en 1757 se le decidió enterrar su cuerpo en la Abadía de Westminster, como si fuera un héroe más de los que allí reposan.
Blas de Lezo corrió una suerte diferente. Blas quedó muy mal herido por los combates de Cartagena de Indias, murió cinco meses más tarde víctima de las heridas del combate. Y lo lamentable, nadie sabe dónde está enterrado, murió en Cartagena en septiembre de 1741.
Sebastián de Eslava tras la batalla, Felipe V lo ascendió a capitán general de los Reales Ejércitos en octubre de ese año. En 1754 fue nombrado ministro de la Guerra, cargo que ocupó hasta su muerte
Para los ingleses aquella costosa campaña quedaría como una retirada táctica. Al terminar la guerra del Asiento, en 1748 se retornó al statu quo anterior. La integridad territorial española permaneció como antaño. En 1750 Gran Bretaña renunciaría al Navío de Permiso y al Derecho de Asiento a cambio de 100.000 libras.
A pesar del potencial desplegado en todas sus campañas navales, los resultados fueron magros, por no decir nulos.
Existe un monumento al Almirante Blas de Lezo inaugurado por el entonces rey de España Juan Carlos I, acompañado por el embajador de Colombia del 2014.


Juan Carlos I inaugura el monumento a Blas de Lezo 

También hay una fragata de la Armada Española con el nombre “Blas de Lezo”. Lezo está reivindicado como un héroe no solamente en su defensa de Cartagena de Indias, sino en anteriores batallas.
A Sebastián Eslava se le homenajeó, recién en el año 2020 con un busto cedido al Cuartel General del Ejército en Madrid e inaugurado por el jefe del Estado Mayor del Ejército.
 

domingo, 25 de mayo de 2025

SEXENIO DEMOCRÁTICO Y AMADEO I

Hablamos del Sexenio Democrático al periodo de la historia transcurrido desde el triunfo de la Revolución de septiembre de 1868 hasta el pronunciamiento de diciembre de 1874, que es derrocada la Primer República y que supuso el inicio de la Restauración borbónica.
La revolución conocida como La Gloriosa comienza el 18 de septiembre de 1868 con el pronunciamiento de la Armada en Cádiz, al mando del almirante Juan Bautista Topete y del ejército dirigido por los generales Juan Prim y Francisco Serrano.

General Juan Prim

La reina se exilia a Francia el 30 de septiembre y tres días más tarde el general Serrano lidera el Gobierno provisional, asumiendo la regencia en junio de 1869.
Las Cortes Constituyentes redactan una  nueva Constitución que es aprobada y en sesión extraordinaria de 18 de junio de 1869 nombran Regente del reino al Presidente del Poder ejecutivo Don Francisco Serrano y Domínguez.
La Constitución de 1869 establecía la monarquía dinástica y la base de la soberanía residiendo en el pueblo español. Es decir, se acababa con el absolutismo definitivamente y teníamos otra Constitución de carácter liberal.
Se marca el comienzo de un periodo febril llamado el "Sexenio democrático" (1868-1874), en el que se sucedieron vertiginosamente numerosas fórmulas de gobierno y que desembocarían en la restauración de la monarquía Borbónica.
Asimismo se establecieron diversos mecanismos para impedir la supresión o violación de estos derechos, considerados como inalienables. Tan sólo en la necesidad de preservar la seguridad de Estado sería posible suspenderlos. La Constitución de 1869 fue la más liberal de cuantas se habían promulgado en España. El principio de la soberanía nacional legitimaba la forma de gobierno adoptada, la monarquía parlamentaria. El rey figuraba como monarca constitucional, pero perdía las fuertes atribuciones que le había concedido el sistema moderado. Siguiendo las pautas del derecho británico, el rey reinaba, pero no gobernaba. En sus manos quedaba el derecho de disolución de Cortes.
Un año después de la aprobación de la Constitución, España continuaba sin tener un rey a pesar de que su Carta Magna la definía como un Estado monárquico.
Posteriormente se piensa en cumplir el dictado de la Constitución.
Finalmente Isabel II recién abdicó el 25 de julio de 1870 a favor de su hijo, (Alfonso XII) y se fue a París, donde largó sapos y culebras por la boca.
Por lo que las Cortes, al abdicar la reina ninfómana, (así la llamaban), establecieron una regencia al general Serrano y éste encargó a Prim formar gobierno. 

General Francisco Serrano 

Su tarea era encontrar un príncipe adecuado para la corona de España y lo encontró en la persona de Amadeo de Saboya, que sería elegido rey en el mes de noviembre de 1870. Solo puede pasar en España que sea elegido un rey por votación en un parlamento. Pero así fue. Y como siempre hasta en eso España es diferente, y el rey no tuvo apoyos de casi nadie, ni de la derecha ni de la izquierda ni de su padre. Bueno de éste sí, porque era el padre, políticamente hablando, era Prim, un héroe catalán de la guerra de África.
Las Cortes nombran una comisión para acompañar al rey desde Italia hasta Madrid. A su llegada a Madrid, el 2 de enero de 1871, debe acudir a la basílica de Atocha en la que se halla el fallecido General Prim, que había sido su gran valedor, víctima de un atentado el 27 de diciembre de 1870 en la calle del Turco. A continuación se dirige a las Cortes donde presta juramento a la Constitución y es proclamado Rey de España.
Lo que no puede negarse es que don Amadeo inauguró la primera Monarquía democrática —o la primera democracia coronada— en España; pero, pese a su buena voluntad y a la exquisita corrección con que en todo momento se atuvo a los preceptos constitucionales, nunca pudo contar con la adhesión del país que le tocaba regir.
La primera consecuencia de la muerte de Prim fue la división del Partido Progresista, que él había acaudillado y que constituía, bajo su jefatura, el principal, o el único apoyo de la nueva dinastía. Quedaron enfrentados los herederos políticos del general: Sagasta, a la derecha, y Ruiz Zorrilla, a la izquierda. Por su parte, el general Serrano, duque de la Torre, uno de los “héroes” de La Gloriosa, y jefe de la Unión Liberal, no logró asumir un arbitraje desde su posición de centro. En sucesivas situaciones políticas, Sagasta y Ruiz Zorrilla distaron de formalizar un turnismo solidario como el que sería base, en el futuro, de la Restauración canovista. Ambos buscaron apoyo, para prevalecer políticamente sobre el adversario, en fuerzas políticas adversas al régimen: Ruiz Zorrilla, en los republicanos; Sagasta, en el cada vez más pujante núcleo canovista. El país atravesaba momentos críticos, con dos conflictos armados en su seno: uno, en la misma Península (Tercera Guerra Carlista), otro en Ultramar (Primera Guerra de Cuba).

AMADEO I DE SABOYA 
En cualquier caso, ha quedado para memoria histórica de este reinado la abolición de la esclavitud (de momento, sólo para Puerto Rico, en paz con la metrópoli), debida a Ruiz Zorrilla (21 de diciembre de 1872).
El desánimo de don Amadeo ante las miserias de la pugna política, y ante el comportamiento de los españoles con él y con la Reina, halló lógico desenlace al plantearse el problema creado por el choque de Ruiz Zorrilla, jefe del Gobierno a la sazón, con los oficiales del Arma de Artillería, que en plena guerra civil se negaron a acatar el mando del general Hidalgo de Quintana, primero en el frente vasco-navarro y luego en Cataluña. Dada la responsabilidad de aquél en los luctuosos sucesos del Cuartel de San Gil (1866), que costaron la vida a la oficialidad del mismo. Don Amadeo había ofrecido su mediación, como jefe supremo del Ejército, cerca de los oficiales rebeldes. Pero tras haber asumido esta tarea, con asentimiento del propio Ruiz Zorrilla, se encontró súbitamente con que aquél, sin consultárselo ni comunicárselo, había suprimido de un plumazo el arma de Artillería, presionado por las Cortes como tajante réplica a los oficiales díscolos. Sintiéndose desairado y humillado, amén de desautorizado para ejercer una de sus facultades constitucionales, don Amadeo presentó su renuncia irrevocable de la Corona, para él y para sus sucesores, el 11 de febrero de 1873. Pocos días antes, doña Victoria había dado a luz, en el Palacio Real de Madrid, al tercero de sus hijos, Luis, duque de los Abruzzos.
Al día siguiente de su abdicación, don Amadeo y su esposa, acompañados de sus hijos, partieron en tren para Portugal.
El mismo día que se marchó el rey Amadeo de Saboya se proclama la Primera República Española. 
El 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento.
 
 
 
 

ESPAÑA, NAPOLEÓN Y LA ILUSTRACIÓN

La Ilustración fue un movimiento cultural e intelectual europeo especialmente en Francia e Inglaterra, que se desarrolló desde fines del sig...