miércoles, 28 de mayo de 2025

MUERTE DE D. JUAN DE AUSTRIA

En enero de 1578, los tercios españoles, a las órdenes de Juan de Austria, derrotaron a los Estados Generales en la batalla de Gembloux, consiguiendo gran parte de los Países Bajos- Se reconquistó todo el Luxemburgo y Brabante. Pero Juan de Austria pronto estuvo necesitado de dinero. Dos ejércitos invadieron el Flandes español: uno francés y otro financiado por la reina Isabel de Inglaterra- Don Juan pidió a Juan de Escobedo, su secretario, que estaba en España, que lograra que lsu hermano el rey Felioe II le enviase dinero. En los Consejos de Estado y de Guerra, el duque de Alba advertía de la arriesgada situación, sin hombres y sin dinero.

Juan de Austria 
Pero Escobedo es asesinado el 31 de marzo de 1578. Posiblemente por orden de Antonio Pérez quizá con la aprobación del rey. ¿Cómo consiguió Antonio Pérez convencer al rey? Se apunta a argumentó que las ambiciones de don Juan de Austria decidiera por su cuenta la invasión de Inglaterra, o se aliase con los rebeldes holandeses o que, incluso, regresara a España al mando de las tropas para destituir a Felipe II. Antonio Pérez era el amante de la Princesa de Éboli, que al parecer confabulaban por el interés que tendría Juan de Austria en la corona de Portugal.
 No hay en la documentación que se conserva de la época dato o indicio solvente de esto. Pero lo cierto es que en 1578, don Juan estaba en Flandes y la principal preocupación era la constante necesidad de tropas y dinero para hacer la guerra. Al conocer la muerte de su secretario, don Juan escribió al rey, y en esa carta se evidencia que don comprendió lo que había ocurrido, y que no podría esperar nada de España, que había sido traicionado él  y su hermano el rey.

Antonio Pérez 
Los escritos de don Juan de aquella época revelan el estado de depresión en que cayó ese verano, al tiempo que progresaba su enfermedad (tifus o fiebre tifoidea). Algunos días debía incluso guardar cama. Su estado de salud se agravó a finales de septiembre, cuando estaba en su campamento en el sitio de Namur.
Viendo cerca su muerte, el victorioso en Lepanto, nombró sucesor en el gobierno de los Países Bajos a su sobrino Alejandro Farnesio y escribió a su hermano, Felipe II, pidiéndole que respetase este nombramiento y que le permitiera ser enterrado junto a su padre, Carlos I. No en vano, en el momento de su muerte, Don Juan de Austria se encontraba aislado política y profundamente herido en su espíritu por la falta de confianza que le había transmitido Felipe II. Solo al fallecimiento de su hermano, el Rey se percató de la perniciosa manipulación que había ejercido Antonio Pérez sobre él y, en consecuencia, de la injusticia que había cometido. Y como queriendo redimirse del injusto trato que le dio en sus últimos años de vida, Felipe II levantó una espectacular escultura para cubrir su tumba en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial. Un obsequio para un hombre que no dejó nada en su testamento, “Porque nada poseía en el mundo que no fuese de su hermano y señor el Rey”
He de hacer un comentario particular: A principios de 1971 en Barcelona, supe de una exposición que conmemoraba los 400 años de la batalla de Lepanto. Poco sabía yo entonces de aquel hecho y me acerqué a curiosear. En una gran nave, había una enorme mesa donde estaba un gran maqueta de la batalla con la disposición de los barcos y las personas que participaron en la lucha. También había documentos, pinturas, y diferentes elementos usados en el combate. ¡Nada menos que 400 años de la batalla! Me di cuenta que esos hombres lograron cambiar el curso de la historia. La epopeya la protagonizó Juan de Austria con 24 años. Entonces fue cuando la historia de España me empezó a interesar. El Imperio Otomano se estaba haciendo con Europa y solo el Imperio Español era capaz de contenerlo. Con arcabuz, espada, y el arrojo típico de un militar venido de la Península Ibérica. Así combatieron los soldados españoles que, un siete de octubre de 1571, derramaron su sangre sobre la cubierta de decenas de buques para detener, en el golfo de Lepanto, las pretensiones expansionistas turcas.
¿Y si se hubiera perdido? Estaríamos conquistados por los musulmanes otra vez. ¿Dominarían definitivamente Europa? Es posible.
La batalla de Lepanto fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano.
El Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez. En 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa.
No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia.
Trastornado de joven por los libros de aventuras de caballería y otros, con permiso del genial hidalgo, quedé prendado de la figura de Juan de Austria. Un hombre de 24 años había logrado cambiar el curso de la historia, y pensé en la enorme grandeza que pueden llegar a tener algunos personajes como él y como Cervantes, que también allí estaba.

Mausoleo de Juan de Austria 
Don Juan de Austria murió el 1 de octubre de 1578.
Ya presente en la historia, en la pintura, el grabado, los tapices y la escultura, entró en la gran literatura con el canto XXIV de la "Araucana" de Alonso de Ercilla, dedicado a Lepanto, y de la mano de Cervantes en la "Galatea" y en el capítulo XXXIX de la primera parte del Quijote. Más allá de España, el escocés Sir William Stirling-Maxwell escribió "Don John of Austria. Passages from the history ot the sixteenth century", publicado en 1883, y Chesterton situó a Juan de Austria en el centro de su famoso poema Lepanto, fechado en 1915.
Su tumba está cubierta hoy por una estatua yacente de singular belleza que representa al finado ataviado con armadura, si bien, al no morir en combate, está representado con los guanteletes quitados.
Al pie del sepulcro puede leerse "JOHANNES AVUTRIACVS CAROLI V FIL. NATURALIS"

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