martes, 23 de septiembre de 2025

TEMPLO DE LA SAGRADA FAMILIA - BARCELONA

El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia es una iglesia monumental iniciada el 19 de marzo de 1882 a partir del proyecto del arquitecto diocesano Francisco de Paula del Villar (1828-1901). 


A finales de 1883, se encargó a Gaudí la continuación de las obras, labor que no abandonó hasta su muerte, en 1926. A partir de entonces, varios arquitectos han continuado la obra siguiendo la idea original de Gaudí.


Es el templo más visitado de Europa tras la basílica de San Pedro del Vaticano.  Cuando esté finalizada, será la iglesia cristiana más alta del mundo.
El edificio está situado en el centro de Barcelona, y con los años se ha convertido en uno de los signos de identidad más universales de la ciudad y del país. La Sagrada Familia es el monumento más conocido y característico de Barcelona. 


Como máximo exponente de la arquitectura modernista. Anualmente es visitado por millones de personas, y también son muchas las que estudian su contenido arquitectónico y religioso. El templo desde sus inicios, hace ahora más de 131 años, se construye a partir de donativos.


Gaudí falleció en 1926 dejando inacabado inacabada la obra pero, gracias a los planos que se conservan, su sueño se hace realidad poco a poco gracias al trabajo de otros artistas y al dinero obtenido a partir de las donaciones y las visitas. Aunque aún no está terminada, la Sagrada Familia es un exuberante templo cargado de simbolismo religioso.
Hasta el momento han sido erigidas 8 de las 18 torres diseñadas por Gaudí. El arquitecto decidió que doce de ellas fueran dedicadas a los Apóstoles, cuatro a los Evangelistas, una a María y otra a Jesús. Cada una de ellas estará dotada de diferente altura en función de la jerarquía religiosa que representan. Es posible acceder hasta la parte superior de algunas de las torres para contemplar la ciudad desde las alturas y ver algunos detalles del exterior del templo a escasa distancia.
La basílica tiene tres simbólicas fachadas. Fachada del Nacimiento: Dedicada al nacimiento de Cristo, se trata de una fachada profusamente decorada y llena de vida.

Fachada de la Pasión: Algo más austera y simplificada que las otras fachadas, pretende reflejar el sufrimiento de Jesús durante la Crucifixión.
Fachada de la Gloria: La fachada principal, mucho más grande y monumental que el resto. Representará la muerte, el Juicio Final, la Gloria y el infierno. Consciente de que no iba a tener tiempo para construirla, Gaudí dejó hechos los bocetos para que sus sucesores pudieran finalizar el trabajo.
Para diseñar el interior de la Sagrada Familia, Gaudí se inspiró en las formas de la naturaleza, creando columnas con forma de tronco de árbol que convierten el interior del templo en un enorme bosque de piedra.
El templo fue declarado basílica menor el 7 de noviembre de 2010 por el papa Benedicto XVI. Ese año, la recién construida nave principal del templo recibió el premio Ciudad de Barcelona de Arquitectura y Urbanismo.

La obra sigue en construcción y debido a su carácter de expiatorio, es decir con la aportación popular, es difícil saber cuándo se terminarán los trabajos.
Se detuvieron a causa de la pandemia del 2020 y en enero de 2021 se retomaron las obras.
En 2025, el Ayuntamiento de Barcelona anunció su intención de ampliar la plaza de Gaudí hasta conectar con la fachada del Nacimiento, eliminando el carril de circulación que, pese a todo, estaba inutilizado desde los atentados de Cataluña de 2017 por motivos de seguridad. 



El 31 de julio, al alcanzar la obra de la torre de Jesucristo los 155,58 m de altura, la Sagrada Familia se convirtió en el edificio más alto de Barcelona, superando a la torre Mapfre y el Hotel Arts., pese a no haber alcanzado aún su altura máxima, que será de 177,72 m.

lunes, 22 de septiembre de 2025

INICIO DE LA LEYENDA NEGRA

No es cierto que la Leyenda Negra fue una campaña de difamación propagada por Inglaterra. En realidad su origen se sitúa en Italia durante la Baja Edad Media, siendo una reacción a las tensiones con la Corona aragonesa y más tarde difundida y exagerada por potencias enemigas como Inglaterra y los Países Bajos en el siglo XVI como propaganda contra el poderío español.
El historiador Sverker Arnoldsson y otros, basándose en autores italianos, sitúan los primeros brotes de la Leyenda Negra en los siglos XIV y XV en Italia, como una reacción a la presencia del poder español en la península itálica. Fueron en un momento u otro los reinos de Cerdeña, Nápoles y Sicilian, el Ducado de Milán, y otros lugares de menor importancia.


PENÍNSULA ITALIANA EN 1494 
Más adelante, en el siglo XVI, durante la guerra contra el Imperio Español, enemigos como Inglaterra y los Países Bajos se apropiaron de las denuncias de del fraile español Bartolomé de las Casas en su defensa de los indios americanos y otras crónicas, exagerándolas para crear una propaganda que presentaba a los españoles como bárbaros.
Inglaterra y los Países Bajos, en conflicto con el imperio español, usaron la información y las denuncias existentes, como la obra de Bartolomé de las Casas, como justificación para sus propias acciones coloniales y expansionistas. La Leyenda Negra sirvió como un instrumento propagandístico para erosionar el prestigio del Imperio Español, la mayor potencia del momento.
Para determinar el momento histórico en que la Leyenda Negra empezó a forjarse, la mayoría de historiadores coinciden en señalar que tuvo su origen al final de la Edad Media, alcanzando su pico máximo durante el reinado de los Austrias mayores con ocasión de la guerra de Flandes. Pero en  realidad comenzó en el Quattrocento, sometida en gran parte a la dominación e influencia de aragoneses y catalanes, a los que en un amplio sentido se consideró como pueblos inferiores sin la autoridad moral ni intelectual para imponer sus aspiraciones imperialistas en el Mediterráneo. Esta opinión, extendida posteriormente al resto de españoles, serviría de inspiración en décadas posteriores a la Leyenda Negra difundida en Flandes y entre los enemigos del Imperio español, aunque en este caso algunos autores defienden su naturaleza diferente con respecto a la que surgió en Italia.


EL PAPA ALEJANDRO VI 

Los mercaderes y armadores de las talasocracias italianas (dominio de un estado sobre los mares), habían controlado sin apenas competencia el comercio entre Oriente y Occidente durante toda la Edad Media. No es de extrañar que la irrupción de los emprendedores catalanes en este negocio generase una lógica desconfianza entre los representantes de las ciudades de Génova, Venecia y Pisa, que de  esa forma veían peligrar sus intereses económicos en el Mediterráneo. El dinamismo mercantil exhibido por los aragoneses estaba a la misma altura que el de sus competidores italianos, además de suponer un peligro tangible en caso de que estallase un conflicto entre Estados debido a una clara superioridad militar que les permitiría imponer sus condiciones.
Los mercaderes italianos no tardaron en calificar a sus competidores aragoneses y catalanes de avariciosos. También fueron presentados como informales a la hora de hacer negocios. Con todos estos argumentos, más o menos infundados, se buscaba calumniar mediante el despliegue de una campaña de intoxicación.

CASTILLO DE SAINT ANGELO

 Las clases dominantes italianas, con grandes intereses mercantiles, no tardaron en comprar un relato que les podía ser útil en sus ambiciones.
La elección en 1.455 del cardenal valenciano Alfonso de Borja como nuevo papa con el nombre de Calixto III empeoró aún más la situación al poner de manifiesto el grado de injerencia de aragoneses y catalanes. Sin embargo, ante esta política de hechos consumados, no les quedó más remedio que recurrir a la agitación del descontento popular contra unos extranjeros a los que aborrecían abiertamente.
La tensión subió varios grados en intensidad cuando, bajo la protección de Calixto III, su sobrino, el también valenciano Rodrigo de Borja, obtuvo el capelo cardenalicio. Hábil político que supo hacer uso en beneficio propio de las intrigas dentro y fuera de la Curia romana, accedió al solio pontificio en 1492 con el nombre de Alejandro VI. Su pontificado se caracterizó por beneficiar los intereses de sus más cercanos colaboradores, a los que favoreció con nombramientos eclesiásticos. De esta forma creó a su alrededor una facción partidaria de sus ambiciones. Fundador del linaje de los maquiavélicos Borgia, el papa Alejandro VI fue padre de Juan, César, Lucrecia y Jofre, hijos naturales que le sirvieron como instrumentos de sus maquinaciones políticas. La corte pontificia de Alejandro VI se caracterizó por los abusos de poder, la codicia, el tráfico de influencias y la relajación de las costumbres, atizando el fuego de la hostilidad contra los Borgia. Los rumores infamantes, con base real o infundados, hablaban de asesinatos, orgías en las que participaba el papa y la celebración de cultos satánicos, acusaciones que dieron pábulo a la campaña de difamación. Sin embargo, el comportamiento del que hizo gala Alejandro VI, por escandaloso que pudiera ser, no fue muy distinto del de otros papas del Renacimiento, hombres poderosos y terrenales que dieron sobradas muestras de sensualidad disoluta. Detrás de esta campaña de acusaciones contra los Borgia se ocultaba en realidad el odio hacia una comunidad extranjera, encarnada en la figura del pontífice valenciano y su familia, a los que nunca se perdonó su ascenso hasta la cima del poder terrenal y eclesiástico. La literatura posterior se encargó de hacer el resto. 

GUARDIA SUIZA PONTIFICIA

Durante las primeras décadas del siglo XVI se asistió a una consolidación del poder hispano en Italia, situación que no ayudó precisamente a mejorar la percepción hacia lo español. Después de una larga y dura campaña en Italia luchando contra los franceses, en la primavera de 1527 las victoriosas tropas del emperador Carlos V se amotinaron ante el retraso en recibir las pagas prometidas y forzaron a su comandante Carlos III, duque de Borbón y Condestable de Francia y noble que, enemistado con su monarca, había decidido cambiar de bando, a marchar sobre Roma con intención de saquear sus tesoros. La Ciudad Eterna estaba defendida por un ejército formado por soldados italianos sin experiencia y milicias ciudadanas, tropas mal preparadas y peor equipadas que contaban con el apoyo de la Guardia Suiza bajo el mando directo del papa, fuerzas escasas para contener el ímpetu de unas huestes mercenarias curtidas en batalla.
El 6 de mayo, 5.000 españoles a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto; 10.000 lansquenetes, tropas alemanas mercenarias y de mayoría luterana lideradas por Jorge de Frundsberg, caballero y señor de la guerra que se ofrecía al mejor postor; 3.000 infantes italianos dirigidos por el condotiero Ferrante I Gonzaga y 800 jinetes al mando de Filiberto de Orange, noble flamenco, se desplegaron ante las murallas de Roma dispuestos a tomar la ciudad. Se trataba de un gran ejército en el que los soldados de origen español eran menos de la mitad del contingente.

"El saqueo de Roma”,1887 de Francisco Amérigo (Museo del Prado).

El 6 de mayo de 1527, tras duros combates, en los que el duque murió de un arcabuzazo, las tropas del Sacro Imperio llegaron hasta la basílica de San Pedro mientras los guardias suizos protegían la huida del papa Clemente VII a través de un pasadizo secreto. Ante la ausencia de un mando único que mantuviera la disciplina, los asaltantes se dedicaron a saquear la ciudad cometiendo todo tipo de abusos contra sus habitantes, (El saco de Roma). A los asesinatos indiscriminados de inocentes se destruyeron y despojaron de todo objeto precioso iglesias y monasterios (excepto las iglesias nacionales españolas), además de palacios de prelados y cardenales.
Rendida la ciudad fue saqueada durante una semana. Sus habitantes tuvieron que pagar un rescate, incluso el pontífice, cardenales y diplomáticos fueron retenidos en el castillo de Sant ´Angelo.  Aprovechando la prisión del papa, los florentinos expulsaron a los Medici y restauraron la república. El papa, Clemente VII, podríamos deducir que se trataba de un conspirador, traidor, tacaño y además mujeriego, y sobre todo un falso con España. Había dado apoyo  a Francia para liberar al Papado de lo que muchos consideraban la “dominación imperial” del Sacro Imperio Romano Germánico.

LOS TERCIOS DE FLANDES

Carlos V declaró que no tenía nada que ver con el saqueo de Roma, pero hizo retener al papa como garantía del rescate exigido, pidió perdón ante el humillado Clemente VII y guardó luto por las víctimas. La Ciudad Eterna, con muchos de sus habitantes muertos o desplazados, había sufrido un golpe devastador que marcaría la percepción de España en Italia y en el resto de Europa. Pero el papa pudo escapar y más adelante concretó con el emperador un acuerdo de paz.
 

viernes, 19 de septiembre de 2025

FRANCISCO PIZARRO - CONQUISTADOR DEL IMPERIO INCA.

Por aquellos tiempos no eran muchos los que se atrevían a marchar a las desconocidas e inexploradas tierras, donde quizá, podías volver con oro o plata, y quizá, lo más fácil, morir en el intento. Entre los que se atrevieron se encontraba Francisco Pizarro, que dirigió varias partidas de exploración a Perú y llegó a vencer, junto a otros 200 españoles, a un ejército de casi 40.000 incas. 


Pizarro fue hijo bastardo, criador de cerdos y sin cultura. Nació en Trujillo (Cáceres) Aunque hoy en día todavía no se conoce la fecha exacta en la que nació se ha establecido la posibilidad de que fuera entre 1476 y 1478. Fue hijo bastardo de don Gonzalo Pizarro (héroe de guerra que luchó a las órdenes de Gonzalo Fernández de Córdoba, el “Gran Capitán”) y Francisca González. Su padre lo puso a cuidar gorrinos siendo pequeño. Le culparon de una enfermedad infecciosa y por temor huyó a Sevilla con 15 años. Desde allí iniciaría su vida militar, pues decidió embarcarse rumbo a Italia para luchar en los Tercios. Luego viajó a América, en la expedición de Ovando, gobernador de “La Española” como muchos, seducido por las aventuras y la posibilidad de ganar dinero. Tras su llegada participó como soldado en varias expediciones sabiendo de antemano que, debido a que era un hijo bastardo, le sería muy difícil ascender. Su andanzas por aquellos parajes los inició con 24 años. Un golpe de suerte era lo que necesitaba. Alonso de Ojeda, el capitán, con la intención de tomar el golfo de Urabá (cerca de Panamá) realizaba una expedición en la que iba Pizarro. Los nativos no se dejaban conquistar. Luchaban con flechas envenenadas, asediaron el emplazamiento español levantado en el territorio: el fuerte de San Sebastián. Lo que parecía fácil se estropeó. Tras combates los españoles perdieron muchos hombres, y Ojeda recibió un disparo. Pizarro, recibió su primer mando. Realmente era su mejor soldado. No dudó en dejarlo al mando ascendiéndolo a capitán y nombrándolo jefe de la expedición en su ausencia.
Ojeda ordenó a Pizarro resistir durante 50 días en el fuerte con los escasos soldados de los que disponía. No lo dudó y se aprestó a defender el lugar durante 50 días que le habían dado. Claro que nadie fue a ayudarles. Se las ventilaron malamente, y pasado el tiempo necesario, se habían comido hasta sus caballos, fueron muriendo, cosa que Pizarro había calculado porque en lo bergantines no cabían todos, con lo cual destruyeron el fortín y se amontonaron en los dos bergantines y se fueron a San Sebastián de Urabá en Nueva Andalucía, que después sería Cartagena de Indias. Pronto llegó a convertirse en alcalde de Panamá, un territorio que se convirtió en la punta de lanza para la conquista española de Perú. Decidió asociarse con otros dos buscadores de aventuras y poner rumbo hacia Perú. Las promesas de riqueza cautivaron así al conquistador español, que organizó en 1524 una primera expedición formada por dos desvencijados barcos, 110 hombres, 4 caballos, incluso un perro de guerra. No obstante, y a pesar del dinero invertido, esta primera aventura no tuvo demasiado éxito. A pesar de todo, no se dio por vencido, y tan sólo dos años después planeó un nuevo viaje en el que, partió de nuevo en busca de Perú, pero las dificultades llegaron en la jungla, donde los soldados, hambrientos, sedientos y carcomidos por las enfermedades, tuvieron que hacer frente a los indígenas. Muchos hombres, casados de luchar, de promesas y dificultades estaban muy desalentados. Pizarro intenta convencer a sus hombres para que sigan adelante, sin embargo, la mayoría de sus huestes quieren desertar y regresar. Allí se produce la acción extrema de Pizarro de trazar una raya en el suelo de la isla obligando a decidir a sus hombres entre seguir o no en la expedición descubridora. Tan solo cruzaron la línea trece hombres: los "Trece de la Fama", o los "Trece caballeros de la isla del Gallo".


El de Trujillo no se dejó ganar por la pasión y, desenvainando su espada, avanzó con ella desnuda hasta sus hombres. Se detuvo frente a ellos, los miró a todos y evitándose una arenga larga se limitó a decir, al tiempo que, según posteriores testimonios, trazaba con el arma una raya sobre la arena: “Por este lado se va a Panamá, a ser pobres, por este otro al Perú, a ser ricos; escoja el que fuere buen castellano lo que más bien le estuviere”.  Un silencio de muerte rubricó las palabras del héroe, pero pasados los primeros instantes de la duda, se sintió crujir la arena húmeda bajo los borceguíes y las alpargatas de los valientes, que en número de trece, pasaron la raya. Pizarro, cuando los vio cruzar la línea, no poco se alegró, dando gracias a Dios por ello. Sus nombres han quedado en la Historia de la Conquista que los conoce bajo el nombre de los “Trece de la Fama” Tuvieron suerte y consiguieron el objetivo. Solicitaron un año más de permiso para la conquista peruana. Concedida la licencia navegaron hasta Guayaquil y desembarcaron en la bahía de Tumbes, la primera ciudad de los Incas, donde fueron bien recibidos y agasajados. Quedaron los españoles maravillados. Pasado ya sobrado el tiempo permitido, regresaron a Panamá. Las riquezas que Pizarro y Almagro habían visto los animaron a buscar ayuda para volver. Pero no se les permitió y se les envió a España. Cuando llegaron a Sevilla Pizarro fue encarcelado por deudas. Enterado Carlos I de sus hazañas lo puso en libertad y le concedió hidalguía y nombró gobernador de las tierras a conquistar. La reina firmó las capitulaciones de Nueva Castilla que fue como se llamó al Perú. Apenas dos años más tarde llevaba más de 180 hombres y una buena treintena de caballos a los combates contra los indios, porque el objetivo ya no era explorar Perú, sino más bien conquistarlo militarmente. El 15 de noviembre de 1532 Pizarro entró con sus tropas en la ciudad de Cuzco, que se encontraba prácticamente desierta. Buscaba un encuentro decisivo con el soberano inca Atahualpa, quien preparaba su entrada triunfal en Cuzco tras haber resultado vencedor de la cruenta guerra de sucesión que le había enfrentado a su hermano Huáscar. De hecho, planearon invadir a la civilización Inca. Le llegaron informes de que Atahualpa se había puesto al mando de un contingente formado por miles de incas en el norte.

ATAHUALPA
Pizarro decidió que partiría con sus soldados al encuentro del inca. Dio un discurso a los soldados y esperaba que todos dieran “muestras de coraje como tenían costumbre como buenos españoles que eran”. El contingente español formó decidido a avanzar hacia la ciudad de Cajamarca (ubicada en la sierra norte de Perú), al encuentro del poderoso líder inca. Desconocían si este combatiría o no, y confiaban en sus cañones, en sus fieles arcabuces, cuyo estruendo asustaba a los indios y en sus caballos, que los nativos creían infernales y ante los que huían aterrados.
El 15 de noviembre de 1532, vio por fin la entrada de Cajamarca, una bella ciudad pétrea a 2.700 metros de altura. Los españoles se quedaron mudos por el gran espanto que sintieron al ver la extensión del campamento enemigo. En él habría unas 40 o 50.000 personas, más de la mitad guerreros, según fuentes.
Curiosamente, pronto llegó al encuentro de Pizarro un emisario inca para informar a los españoles de que su jefe, Atahualpa, se encontraba acuartelado junto a sus hombres en un complejo cercano. No había más que hablar: Pizarro encomendó a su hermano dirigirse al lugar y entrevistarse con el líder suramericano. Pizarro pensó que Atahualpa podía atacar esa noche, así que tomó la iniciativa. Invitaría al Inca a cenar con él, y en ese momento lo apresaría. Tras seleccionar a una pequeñísima escolta, Hernando se presentó ante Atahualpa. 


Altivo, el líder Inca no se dirigió en ningún momento de forma directa al representante español. Atahualpa tenía su propia estrategia él iría ante los españoles aparentemente sin mala intención, pero muy decidido a tomarles por sorpresa, a matarlos junto a sus monturas, y a reducir a la esclavitud a quienes se salvaran. Pizarro estableció que el rapto de Atahualpa se llevaría a cabo en el centro de la plaza. Todos se encomendaron a Dios, pues sabían que su única forma de sobrevivir en aquella ciudad era capturar al inca, de lo contrario, serían aplastados por el inmenso ejército enemigo. Atahualpa llegó al campamento casi al anochecer, se destacaban en sus filas miles y miles de combatientes ansiosos de acabar con los españoles conquistadores. Todavía en aparente paz, el sacerdote de la compañía fue el primero en dirigirse, con su traductor, a Atahualpa. Como estaba planeado, el religioso se acercó al rey inca para pedirle que se convirtiera al cristianismo y aceptara la palabra de Dios. Le entregó una Biblia al poderoso líder, base de la cristiandad. Atahualpa, no consiguió ni tan siquiera abrirlo. De hecho, al poco de tratar de averiguar cómo funcionaba aquel extraño artilugio, lo lanzó contra el suelo con odio para después acusar a los españoles de haber robado y saqueado sus ciudades. Pizarro, armado con su espada, se abalanzó entonces sobre Atahualpa. En ese momento, los casi cincuenta jinetes españoles se lanzaron sobre los soldados. Casi en trance, la escasa tropa atravesó y despedazó con sus espadas a la guardia personal del inca, que, finalmente, fue capturado. Media hora después la plaza era un caos. La mayoría de las tropas enemigas habían huido de la ciudad con pavor. Por otro lado, casi tres mil cuerpos, una inmensa parte de los soldados de Atahualpa, salpicaban el suelo. Había sido una masacre, y había sido perpetrada por tan sólo dos centenares de españoles que habían puesto en fuga a un ejército de unos 40.000 hombres. 

ALAMEDA DE LOS INCAS - CAJAMARCA 
Atahualpa fue confinado en una sala de Cajamarca con sus tres esposas y se le dejaba seguir conduciendo sus asuntos de gobierno. Le enseñaron el idioma español y a leer y a escribir. De esta forma, fue posible comunicarse con el rey inca, que le informaba de sitios donde había oro. Atahualpa prometió una fortuna por su rescate y envió emisarios a fin de reunir el tesoro prometido. Atahualpa ofreció a Pizarro su hermana favorita en matrimonio, Quispe Sisa, hija del emperador inca Huayna Cápac. Pizarro mantuvo una estrecha alianza con la nobleza del Cuzco, partidaria de Huáscar, lo que le permitió completar la conquista del Perú. Tras nombrar Inca a un hermano de Atahualpa, Túpac Hualpa, marchó al Cuzco, capital del Imperio inca, que ocupó en noviembre de 1533. Su hermano Juan fue nombrado regidor de la ciudad. Todo marchaba bastante bien. Atahualpa propuso a Pizarro llenar la habitación donde se encontraba preso, el conocido Cuarto del Rescate, dos veces, una con oro y otra con plata a cambio de su libertad, lo que Pizarro aceptó. Los súbditos trajeron oro en llamas durante tres meses hacia Cajamarca de todas las partes del reino para salvar su vida. Finalmente lograron reunirse 84 toneladas de oro y 164 de plata. Cuando lo condujeron a Cajamarca, Atahualpa mandó matar a Huáscar, su hermano de padre, para que no le sustituyeran por él. Esto dividió a los pueblos que configuraban el Imperio Inca. Los de Cuzco, partidarios de Huáscar pidieron venganza a Pizarro. Éste decidió procesar a Atahualpa. Entre tanto llegó en abril de 1533 Almagro con 150 hombres y un mes más tarde los españoles se hicieron con el tesoro del Templo del Sol que juzgaron suficiente como pago por el rescate. A insistencia de los indios no se dejó en libertad al inca y algunos de sus capitanes exigían la muerte del rey Atahualpa. A pesar de haber recibido el rescate más alto de la historia, lo mandó ajusticiar la noche del 26 de julio de 1533 por los delitos de sublevación, poligamia, adoración de falsos ídolos y por haber ordenado ejecutar a Huáscar. Además, se creía que había mandado un ejército para luchar contra los españoles desde el sur hacia el norte comandado por el general Calcuchimac. Se le ofreció ser quemado vivo o convertirse al cristianismo y ser estrangulado y eligió el estrangulamiento. Fue bautizado con el nombre de Francisco y estrangulado en el poste. Esa noche miles de súbditos de Atahualpa se suicidaron para seguir a su señor al otro mundo. El 18 de enero de 1535, Pizarro fundó en la costa la Ciudad de los Reyes, pronto conocida como Lima, y Trujillo, con lo que se inició la colonización efectiva de los territorios conquistados. Mientras tanto, su hermano Hernando, que había partido a España para entregar el Quinto del Rey a la corona, (quinta parte de los beneficios)  regresó portando el título de marqués para su hermano Francisco, y el de adelantado para Almagro, al cual se le habían concedido 200 leguas al sur del territorio atribuido a Pizarro. Almagro, considerando que el Cuzco estaba dentro de su jurisdicción destituyó a Juan Pizarro y lo encarceló junto a su hermano Gonzalo. Francisco acudió desde Lima y firmó un acuerdo con Almagro en Cuzco, tras lo cual Almagro partió para Chile acordando esto con Pizarro. Esto hizo que las guarniciones quechuas quedaban indefensas por lo que Manco Capac conspiraba para sublevarse junto con los indios de Cuzco. Reunió un ejército y cercó la ciudad y otras facciones hicieron lo mismo con Lima. Ésta fue salvada por Pizarro y también gracias a la ayuda que llegó desde Panamá. A la vuelta de su infructuosa expedición, Almagro trata de ocupar de nuevo el Cuzco, el cual, defendido por su regidor Hernando Pizarro, estaba resistiendo un largo cerco por parte de los incas sublevados al mando de Manco Inca, que había conseguido huir de los españoles. Tras la llegada de Almagro al Cuzco, Manco Inca levantó el cerco, lo que aprovechó Almagro para encarcelar a Hernando y Gonzalo Pizarro. Tras derrotar al lugarteniente de Pizarro, Alonso de Alvarado, en la Rota de Abanday, llega a un nuevo acuerdo con Pizarro en Mala (1537), por el que Hernando es puesto en libertad. La paz fue corta y ambos bandos vuelven a enfrentarse en la batalla de las Salinas (1538), cerca de Cuzco. Los almagristas son derrotados y Diego de Almagro procesado, condenado a muerte y ejecutado. Tras la muerte de Almagro, Pizarro se dedicó a consolidar la colonia y a fomentar las actividades colonizadoras, envía a su hermano Gonzalo a Quito y a Pedro de Valdivia a Chile. Después de semejantes proezas, otro más al que se le dio vuelta la tortilla como a Cortés.

ATAHUALPA 

El año 1541 se inició con siniestras murmuraciones y una evidente crispación generada por los partidarios de Almagro que vivían en Lima en la mayor pobreza. Se decía que ellos habían proclamado al hijo mestizo de Diego de Almagro, quien tenía el mismo nombre que su padre y el apelativo El Mozo, como su jefe, y que compraban armas, haciendo los mayores sacrificios, con el propósito de dar muerte a Francisco Pizarro. Pizarro desdeñó los rumores de la conspiración y lo único que hizo fue procurar quedarse la mayor parte del tiempo en su casa. Llegó finalmente el domingo 26 de junio de 1541 cuando un grupo de almagristas, aproximadamente veinte o treinta, asaltó la morada de Pizarro a los gritos de “¡Viva el Rey! ¡Mueran tiranos!”. Pizarro se hallaba conversando con un nutrido grupo de personas, quienes al escuchar los gritos homicidas escaparon en la mejor forma que pudieron.
Pizarro se había puesto apresuradamente una cota y, según el cronista Pedro Cieza de León, al tomar su espada dijo: “Vení, acá, vos, mi buena espada, compañera de mis trabajos”. Y salió con ella a batirse con denuedo indesmayable. Pizarro se defendió con brío juvenil mientras apostrofaba de traidores y felones a los almagristas. Viendo que la lucha se prolongaba, los asesinos empujaron a Diego de Narváez que fue atravesado por la espada de Pizarro. Aprovechando ese instante Martín de Bilbao le dio una estocada en la garganta. Luego se echaron todos sobre él y le dieron estocadas y puñaladas hasta que cayó al suelo, clamando: “¡Confesión!”. Entonces Juan Rodríguez Barragán, antiguo criado suyo y hombre de viles pasiones, tomó una alcarraza llena de agua y se la quebrantó en la cabeza diciéndole: “¡Al infierno! ¡Al infierno os iréis a confesar!”.
Finalmente el golpe mortal, no ya de un indio, ni una enfermedad, sino una estocada de una espada española, hizo que cayera muerto en Lima, la ciudad que había fundado años antes Y así rindió la vida el gran capitán, heroicamente como había vivido, “sin desmayo alguno en el corazón, y nombrando a Cristo como buen español”.

Dadas las circunstancias, el entierro de Pizarro tuvo que hacerse de noche y a escondidas para evitar que se profanara el cadáver. El 26 de junio de 1891, al conmemorarse el 350 aniversario de la muerte de Francisco Pizarro, tuvo lugar en la Catedral de Lima una solemne ceremonia en la cual el Cabildo Eclesiástico entregó al Concejo Provincial de la capital del Perú los restos del capitán extremeño para que reposaran definitivamente en la capilla de los Reyes Magos de la Iglesia Metropolitana limeña.
Sus huesos, que descansan en la Catedral de Lima fueron estudiados por el antropólogo forense E. Greenwich en 2007, quien llegó a la conclusión de que Pizarro murió con al menos 20 heridas de espada. Greenwich afirma que por las evidencias “Pizarro se defendió bravamente” por lo que, recibió una estocada que indica que le vaciaron el ojo izquierdo y otro corte recto en el pómulo derecho. También le cercenaron de tajo parte del hueso de un codo. También existen varios cortes en el tórax, y otras zonas.
Lo que asesinaron fue a un valiente, un hombre que nunca morirá en el recuerdo de todos aquellos que estamos en deuda por la grandeza de sus proezas.

miércoles, 17 de septiembre de 2025

GENERAL AMBROSIO SPINOLA

Todos conocemos “La rendición de Breda” o “Las lanzas”  un óleo sobre lienzo, pintado entre 1634 y 1635 por Velázquez. La toma de la ciudad de Breda fue la culminación de la carrera del general Spínola. Todo proviene lógicamente de la situación que Los Países Bajos liderados por Guillermo de Orange estaban inmersos en la guerra de los ochenta años o guerra de Flandes, en la que luchaban por independizarse de España. Pero ¿Quién era Spínola? Ambrosio Spínola Doria, nació en 1569 miembro de una poderosa familia genovesa, que por entonces era una República que había tomado Carlos I el emperador. Fue un general al servicio de la Monarquía Hispánica, honrado además como caballero de la Orden de Santiago y del Toisón de Oro, capitán general de Flandes y comandante del ejército español durante la Guerra de los Ochenta Años. Es recordado como uno de los últimos grandes jefes militares de la Edad de Oro española. 


Spínola enroló mil hombres para operaciones militares terrestres con su hermano Federico que se ocupó de formar una escuadra de galeras para operaciones en la costa. Todo esto arriesgando la totalidad de la fortuna de la familia. El propio Federico resultó muerto en acción con los holandeses en 1603. Ambrosio Spínola recorrió con su ejército una larga distancia hasta llegar a Flandes en 1602.  Las ruinas de la plaza de Ostende cayeron en sus manos en septiembre de 1604. La hija de Felipe II, Clara Eugenia, soberana de los Países Bajos, se sintió muy complacida con este éxito. En 1606 regresó a España, siendo recibido con grandes honores. Se le confió asegurar la gobernación de Flandes, y aquí es donde le obligaron a entregar en garantía la totalidad de su fortuna para avalar los gastos de la guerra antes de conseguir los fondos por otros medios. La saliva se convirtió en hiel. Spínola consiguió la pasta. Y allá que fue. Fundamentalmente se trataba de sitiar. La ciudad de Breda estaba defendida por Justino de Nassau. El cerco y sitio a la ciudad fue una lección de estrategia militar. Según la documentación algunos generales de otras naciones acudieron allí en calidad de “observadores” para conocer la táctica del gran Spínola. “Esto es para alquilar balcones” decían.



Las crónicas cuentan que la defensa de Breda llegó a ser heroica, pero tuvo que rendirse. Justino de Nassau capituló el 5 de junio de 1625. Fue una capitulación honrosa que el ejército español reconoció como tal, admirando en su enemigo la valentía de los asediados. Cosas de entonces, donde se premiaba el honor y la valentía. Se permitió que salieran formados en orden militar, con sus banderas al frente. Los generales españoles dieron la orden de que los vencidos fueran rigurosamente respetados y tratados con dignidad. El general Spínola esperaba fuera de las fortificaciones al general holandés Nassau. La entrevista fue un acto de cortesía, y el enemigo fue tratado con caballerosidad, sin humillación. Este es el momento histórico que eligió Velázquez para pintar su cuadro. Justino de Nassau aparece con las llaves de Breda en la mano y hace ademán de arrodillarse, lo cual es impedido por su contrincante, que pone una mano sobre su hombro y le impide humillarse. Antes no se pitaba al himno. Se respetaba el honor. En este sentido, es una ruptura con la tradicional representación del héroe militar, que solía representarse erguido sobre el derrotado, humillándolo. Igualmente se aleja del hieratismo que dominaban los cuadros de batallas. Sin embargo, la parálisis del gobierno de España, la necesidad acuciante de dinero y el nuevo favorito, el conde-Duque de Olivares, cabrón como el que más, celoso del general, permitieron a los holandeses recuperarse. Spínola no pudo evitar que Federico Enrique de Nassau ocupase Groll, una buena avanzadilla hacia Breda. En Madrid tuvo que sufrir las insolencias de Olivares, que se esforzaba al máximo en hacerle responsable de la pérdida de Groll. Spínola que estaba poco apoyado por la pérfida Clara Eugenia, decidió no regresar a Flandes. Como compensación no se les ocurrió otra cosa a esa panda de cabrones que nunca se le restituyera el dinero, por lo que quedó completamente arruinado. El gobierno español comenzó entonces a recurrir a excusas para mantenerlo lejos de España. Cuando estalló la guerra de Sucesión de Mantua, el gobierno de España nombró a Spínola gobernador del Milanesado. Desembarcó en Génova en septiembre de 1629. 


En Italia sufrió otra vez los efectos de la enemistad de Olivares, quien provocó que se le privase de sus poderes como plenipotenciario. La salud de Spínola se derrumbó, y habiendo sido objeto de expropiación de su dinero, escatimado la compensación que había reclamado para sus hijos y dejado caer en desgracia en presencia del enemigo. Murió el 25 de septiembre de 1630 luchando durante el sitio de la ciudad de Casale. Como tantas veces el peor enemigo de España, es un español.

RAMÓN MARÍA DEL VALLE-INCLÁN.

Nació en Villanueva de Arosa, en 1869 - Murió en Santiago de Compostela, 1935. Narrador y dramaturgo. Se le considera, junto con Federico Ga...