No es cierto
que la Leyenda Negra fue una campaña de difamación propagada por Inglaterra. En
realidad su origen se sitúa en Italia durante la Baja Edad Media, siendo una
reacción a las tensiones con la Corona aragonesa y más tarde difundida y
exagerada por potencias enemigas como Inglaterra y los Países Bajos en el siglo
XVI como propaganda contra el poderío español.
El historiador Sverker Arnoldsson y otros, basándose en autores italianos, sitúan los primeros brotes de la Leyenda Negra en los siglos XIV y XV en Italia, como una reacción a la presencia del poder español en la península itálica. Fueron en un momento u otro los reinos de Cerdeña, Nápoles y Sicilian, el Ducado de Milán, y otros lugares de menor importancia.
El historiador Sverker Arnoldsson y otros, basándose en autores italianos, sitúan los primeros brotes de la Leyenda Negra en los siglos XIV y XV en Italia, como una reacción a la presencia del poder español en la península itálica. Fueron en un momento u otro los reinos de Cerdeña, Nápoles y Sicilian, el Ducado de Milán, y otros lugares de menor importancia.
PENÍNSULA ITALIANA EN 1494
Más
adelante, en el siglo XVI, durante la guerra contra el Imperio Español,
enemigos como Inglaterra y los Países Bajos se apropiaron de las denuncias de del
fraile español Bartolomé de las Casas en su defensa de los indios americanos y
otras crónicas, exagerándolas para crear una propaganda que presentaba a los
españoles como bárbaros.Inglaterra y los Países Bajos, en conflicto con el imperio español, usaron la información y las denuncias existentes, como la obra de Bartolomé de las Casas, como justificación para sus propias acciones coloniales y expansionistas. La Leyenda Negra sirvió como un instrumento propagandístico para erosionar el prestigio del Imperio Español, la mayor potencia del momento.
EL PAPA ALEJANDRO VI
Los mercaderes y armadores de las talasocracias italianas (dominio de un estado sobre los mares), habían controlado sin apenas competencia el comercio entre Oriente y Occidente durante toda la Edad Media. No es de extrañar que la irrupción de los emprendedores catalanes en este negocio generase una lógica desconfianza entre los representantes de las ciudades de Génova, Venecia y Pisa, que de esa forma veían peligrar sus intereses económicos en el Mediterráneo. El dinamismo mercantil exhibido por los aragoneses estaba a la misma altura que el de sus competidores italianos, además de suponer un peligro tangible en caso de que estallase un conflicto entre Estados debido a una clara superioridad militar que les permitiría imponer sus condiciones.
Los mercaderes italianos no tardaron en calificar a sus competidores aragoneses y catalanes de avariciosos. También fueron presentados como informales a la hora de hacer negocios. Con todos estos argumentos, más o menos infundados, se buscaba calumniar mediante el despliegue de una campaña de intoxicación.
CASTILLO DE SAINT ANGELO
La elección en 1.455 del cardenal valenciano Alfonso de Borja como nuevo papa con el nombre de Calixto III empeoró aún más la situación al poner de manifiesto el grado de injerencia de aragoneses y catalanes. Sin embargo, ante esta política de hechos consumados, no les quedó más remedio que recurrir a la agitación del descontento popular contra unos extranjeros a los que aborrecían abiertamente.
La tensión subió varios grados en intensidad cuando, bajo la protección de Calixto III, su sobrino, el también valenciano Rodrigo de Borja, obtuvo el capelo cardenalicio. Hábil político que supo hacer uso en beneficio propio de las intrigas dentro y fuera de la Curia romana, accedió al solio pontificio en 1492 con el nombre de Alejandro VI. Su pontificado se caracterizó por beneficiar los intereses de sus más cercanos colaboradores, a los que favoreció con nombramientos eclesiásticos. De esta forma creó a su alrededor una facción partidaria de sus ambiciones. Fundador del linaje de los maquiavélicos Borgia, el papa Alejandro VI fue padre de Juan, César, Lucrecia y Jofre, hijos naturales que le sirvieron como instrumentos de sus maquinaciones políticas. La corte pontificia de Alejandro VI se caracterizó por los abusos de poder, la codicia, el tráfico de influencias y la relajación de las costumbres, atizando el fuego de la hostilidad contra los Borgia. Los rumores infamantes, con base real o infundados, hablaban de asesinatos, orgías en las que participaba el papa y la celebración de cultos satánicos, acusaciones que dieron pábulo a la campaña de difamación. Sin embargo, el comportamiento del que hizo gala Alejandro VI, por escandaloso que pudiera ser, no fue muy distinto del de otros papas del Renacimiento, hombres poderosos y terrenales que dieron sobradas muestras de sensualidad disoluta. Detrás de esta campaña de acusaciones contra los Borgia se ocultaba en realidad el odio hacia una comunidad extranjera, encarnada en la figura del pontífice valenciano y su familia, a los que nunca se perdonó su ascenso hasta la cima del poder terrenal y eclesiástico. La literatura posterior se encargó de hacer el resto.
Durante las primeras décadas del siglo
XVI se asistió a una consolidación del poder hispano en Italia, situación que
no ayudó precisamente a mejorar la percepción hacia lo español. Después de una
larga y dura campaña en Italia luchando contra los franceses, en la primavera
de 1527 las victoriosas tropas del emperador Carlos V se amotinaron ante el
retraso en recibir las pagas prometidas y forzaron a su comandante Carlos III,
duque de Borbón y Condestable de Francia y noble que, enemistado con su
monarca, había decidido cambiar de bando, a marchar sobre Roma con intención de
saquear sus tesoros. La Ciudad Eterna estaba defendida por un ejército formado
por soldados italianos sin experiencia y milicias ciudadanas, tropas mal
preparadas y peor equipadas que contaban con el apoyo de la Guardia Suiza bajo
el mando directo del papa, fuerzas escasas para contener el ímpetu de unas
huestes mercenarias curtidas en batalla.
El 6 de mayo, 5.000 españoles a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto; 10.000 lansquenetes, tropas alemanas mercenarias y de mayoría luterana lideradas por Jorge de Frundsberg, caballero y señor de la guerra que se ofrecía al mejor postor; 3.000 infantes italianos dirigidos por el condotiero Ferrante I Gonzaga y 800 jinetes al mando de Filiberto de Orange, noble flamenco, se desplegaron ante las murallas de Roma dispuestos a tomar la ciudad. Se trataba de un gran ejército en el que los soldados de origen español eran menos de la mitad del contingente.
El 6 de mayo, 5.000 españoles a las órdenes de Alfonso de Ávalos, marqués del Vasto; 10.000 lansquenetes, tropas alemanas mercenarias y de mayoría luterana lideradas por Jorge de Frundsberg, caballero y señor de la guerra que se ofrecía al mejor postor; 3.000 infantes italianos dirigidos por el condotiero Ferrante I Gonzaga y 800 jinetes al mando de Filiberto de Orange, noble flamenco, se desplegaron ante las murallas de Roma dispuestos a tomar la ciudad. Se trataba de un gran ejército en el que los soldados de origen español eran menos de la mitad del contingente.
El 6 de mayo de 1527, tras duros combates, en los que el duque murió de un arcabuzazo, las tropas del Sacro Imperio llegaron hasta la basílica de San Pedro mientras los guardias suizos protegían la huida del papa Clemente VII a través de un pasadizo secreto. Ante la ausencia de un mando único que mantuviera la disciplina, los asaltantes se dedicaron a saquear la ciudad cometiendo todo tipo de abusos contra sus habitantes, (El saco de Roma). A los asesinatos indiscriminados de inocentes se destruyeron y despojaron de todo objeto precioso iglesias y monasterios (excepto las iglesias nacionales españolas), además de palacios de prelados y cardenales.
Rendida la ciudad fue saqueada durante una semana. Sus habitantes tuvieron que pagar un rescate, incluso el pontífice, cardenales y diplomáticos fueron retenidos en el castillo de Sant ´Angelo. Aprovechando la prisión del papa, los florentinos expulsaron a los Medici y restauraron la república. El papa, Clemente VII, podríamos deducir que se trataba de un conspirador, traidor, tacaño y además mujeriego, y sobre todo un falso con España. Había dado apoyo a Francia para liberar al Papado de lo que muchos consideraban la “dominación imperial” del Sacro Imperio Romano Germánico.
LOS TERCIOS DE FLANDES
Carlos V declaró que no tenía nada que ver con el saqueo de Roma, pero hizo retener al papa como garantía del rescate exigido, pidió perdón ante el humillado Clemente VII y guardó luto por las víctimas. La Ciudad Eterna, con muchos de sus habitantes muertos o desplazados, había sufrido un golpe devastador que marcaría la percepción de España en Italia y en el resto de Europa. Pero el papa pudo escapar y más adelante concretó con el emperador un acuerdo de paz.
Carlos V declaró que no tenía nada que ver con el saqueo de Roma, pero hizo retener al papa como garantía del rescate exigido, pidió perdón ante el humillado Clemente VII y guardó luto por las víctimas. La Ciudad Eterna, con muchos de sus habitantes muertos o desplazados, había sufrido un golpe devastador que marcaría la percepción de España en Italia y en el resto de Europa. Pero el papa pudo escapar y más adelante concretó con el emperador un acuerdo de paz.
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