Alfonso XI de Castilla que era hijo del monarca
castellano-leonés Fernando IV y de su esposa Constanza de Portugal, fue rey de
Castilla y León entre los años 1312 y 1350. Al morir su padre, Alfonso XI
contaba solamente con un año de edad, lo que explica que se constituyera una
regencia, o más bien unas tutorías. En el año 1325 Alfonso XI, pese a que aún
no había cumplido los catorce años, accedió a la mayoría de edad.
Alfonso XI fue, asimismo, un destacado combatiente contra
los nazaríes granadinos, a los cuales prestaban su apoyo por esas fechas los
benimerines del norte de África. Los acuerdos alcanzados con el Reino de Aragón
para lanzar una ofensiva conjunta contra los musulmanes de Granada no
resultaron positivos. El primer triunfo del ejército de Alfonso XI, que contó
con la estimable ayuda aragonesa, fue la toma de la localidad de Teba, en el
año 1330. También hay que incluir la recuperación de la plaza de Gibraltar, en
el año 1333, por parte de los benimerines. No obstante, un éxito espectacular
fue el triunfo logrado por las tropas de Alfonso XI contra los musulmanes en la
batalla del Salado, en el año 1340. Según las crónicas de la época las tropas
cristianas persiguieron sin tregua a sus rivales, Según ha señalado el profesor
Moxó “el balance de la batalla del Salado resultó realmente impresionante,
contrastando la escasez de bajas cristianas apenas rebasó la veintena de
caballeros, con las voluminosas pérdidas musulmanas, entre muertos, heridos y
prisioneros”. El profesor Luis Suárez Fernández ha manifestado que con la
victoria lograda por Alfonso XI en el Salado “terminaba la lucha por el dominio
del Estrecho, que sería en adelante castellano”.
Al año siguiente el monarca castellano-leonés obtenía un
nuevo éxito militar, esta vez la batalla del río Palmones. De todos modos, el
acontecimiento más llamativo fue, sin duda alguna, la toma por las tropas de
Alfonso XI, en el año 1344, de la importante plaza de Algeciras. Dicha empresa
resultó muy costosa, pero resultó un sonoro triunfo para las armas castellanas.
El rey nazarí de Granada Yusuf no sólo aceptó la entrega de la plaza de
Algeciras al monarca Alfonso XI, sino que pactó con él la entrega de una
importante cantidad de dinero, unas 12.000 doblas de oro, en concepto de
parias. Poco después Alfonso XI hizo una solemne entrada en la localidad de
Algeciras, lo que aconteció a finales de marzo del año 1344. También intentó
Alfonso XI conquistar la plaza de Gibraltar, aunque a la larga sin éxito. En
cualquier caso es imprescindible poner de manifiesto que la denominada “batallas
del Estrecho” supuso un claro triunfo para la Corona de Castilla, pues a partir
de esas fechas se pudo abrir la comunicación marítima directa entre el mar
Mediterráneo y el océano Atlántico, lo que tuvo importantes consecuencias tanto
políticas como económicas.
GUERRERO BENIMERINÉS
Centrándonos en la batalla del Salado diremos que tuvo lugar
el lunes 30 de octubre de 1340, en la actual provincia de Cádiz. Fue una de las batallas más importantes del
último periodo de la Reconquista. En ella, las fuerzas combinadas de Castilla y
Portugal derrotaron decisivamente a los benimerines, último reino magrebí que
trataría de invadir la península ibérica.Tras la decisiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212, protagonizada por los reyes de Castilla, Navarra y Aragón, los almohades perdieron el control sobre el sur de la península ibérica y se replegaron al norte de África, dejando tras de sí un conjunto de desorganizadas reinos de Taifas que fueron ocupadas por los reinos cristianos entre 1230 y 1264. Tan solo el reino de Granada logró mantenerse independiente, aunque fue forzado a pagar un elevado tributo en oro a Castilla cada año. Por aquel entonces, el reino de Granada comprendía las actuales provincias de Granada, Almería y Málaga, más el istmo y peñón de Gibraltar.
En 1269 la debilitada dinastía almohade había sucumbido ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin (benimerines para los castellanos). Desde su capital en Fez, esta tribu originaria del sur de Marruecos pronto dominó la mayor parte del Magreb, llegando por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez. A partir de 1275 dirigieron su atención hacia Granada. El choque no tardó en llegar, y así, a finales del siglo XIII, los benimerines ya habían declarado la guerra santa a los cristianos y realizado varias incursiones en el Campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho. En 1288, a instancias del rey Yusuf I de Granada, firmaron una alianza formal con los nazaríes con el objetivo final de tomar Cádiz. Sin embargo, una serie de rebeliones en el Rif retrasaron la campaña contra Castilla hasta 1294, año en que los benimerines asediaron Tarifa sin éxito debido a la tenaz resistencia ofrecida por Guzmán el Bueno.
En 1329 los benimerines y sus aliados granadinos atacaron de nuevo a los castellanos, a quienes derrotaron y tomaron Algeciras estableciendo allí la capital de sus dominios europeos en el primer tercio del siglo XIV. Sin embargo, la conquista definitiva de Algeciras por el Reino de Fez (benimerín) ocurrió en el año 1344, durante el sitio de 1342-1344.
Recordemos que en 1330 Castilla se impondría a Granada en la batalla de Teba, se firmó la Paz de Teba por la que los monarcas castellano, aragonés y nazarí se comprometían a una tregua de cuatro años y a la entrega de parias al rey castellano por parte del emir granadino.
A pesar de ello, desde su base en Algeciras, los musulmanes
sitiaron Gibraltar, ocupada por los cristianos en 1309 y la reconquistaron en
1333.
La flota castellana del Estrecho no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la Corona de Aragón. Esta accedió a enviar en 1339 una flota, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para esta: todos los barcos, excepto cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta de par en par a una nueva invasión norteafricana.
Al conocer el desastre, Alfonso XI de Castilla, (el justiciero), decidió entonces jugar su última carta enviando a su mujer, María de Portugal, para que pidiera ayuda al padre de esta. No obstante, el rey Alfonso IV de Portugal, que entonces se encontraba algo rencoroso con su yerno por el abandono al que tenía sometida a su hija en favor de su amante Leonor de Guzmán, declinó inicialmente la propuesta, exigiendo que si el monarca castellano necesitaba ayuda, fuera él quien se la pidiera personalmente. Ante la situación, Alfonso XI no pudo hacer otra cosa que tragarse su orgullo y enviar una carta de su puño y letra a Lisboa. Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí.
Alfonso XI de Castilla puso en junio de 1333 sitio a Gibraltar, que había sido recuperada por los benimerines y que estaba en manos del infante Abu-Malik. Tras casi dos meses frente a Gibraltar, el monarca abandonó el istmo y se marchó a Sevilla sin cumplir su objetivo.
La flota castellana del Estrecho no era lo suficientemente poderosa como para detener el constante flujo de tropas musulmanas hacia la Península, por lo que Alfonso XI de Castilla solicitó apoyo naval a la Corona de Aragón. Esta accedió a enviar en 1339 una flota, pero tras una operación en Algeciras, el almirante aragonés resultó herido por una flecha y su flota se dispersó. Siguió entonces un ataque de los benimerines contra la escuadra castellana, con un resultado catastrófico para esta: todos los barcos, excepto cinco que pudieron refugiarse en Cartagena, fueron destruidos por los musulmanes y Tenorio hecho prisionero y decapitado. Castilla quedaba así abierta de par en par a una nueva invasión norteafricana.
Al conocer el desastre, Alfonso XI de Castilla, (el justiciero), decidió entonces jugar su última carta enviando a su mujer, María de Portugal, para que pidiera ayuda al padre de esta. No obstante, el rey Alfonso IV de Portugal, que entonces se encontraba algo rencoroso con su yerno por el abandono al que tenía sometida a su hija en favor de su amante Leonor de Guzmán, declinó inicialmente la propuesta, exigiendo que si el monarca castellano necesitaba ayuda, fuera él quien se la pidiera personalmente. Ante la situación, Alfonso XI no pudo hacer otra cosa que tragarse su orgullo y enviar una carta de su puño y letra a Lisboa. Alfonso IV respondió entonces positivamente y mandó una flota a Cádiz, que se unió a un contingente de 12 naves aragonesas que ya se encontraban ancladas allí.
Alfonso XI de Castilla puso en junio de 1333 sitio a Gibraltar, que había sido recuperada por los benimerines y que estaba en manos del infante Abu-Malik. Tras casi dos meses frente a Gibraltar, el monarca abandonó el istmo y se marchó a Sevilla sin cumplir su objetivo.
ESTATUA DE ALFONSO XI EN CÓRDOBA
Segundo asedio a Gibraltar. Tras la tregua pactada con los
musulmanes en la toma de Algeciras, Alfonso XI se dispuso a sitiar de nuevo
Gibraltar e inició el cerco en 1349. Aunque al principio intentó tomar la plaza
al asalto la escasez de dinero hizo que
desistiera del asalto y se limitarla a sitiarla.En febrero de 1350 habían transcurrido siete meses y los musulmanes eran abastecidos en abundancia. Vino a sumar algo desastroso en la conquista de Gibraltar: una epidemia de peste que llegó hasta el campamento real. Pese a los consejos para abandonar lo que hoy es La Línea, Alfonso XI se negó a levantar el sitio y murió a causa de esta pandemia. En esta última ocasión, Alfonso XI había pasado estos siete meses en lo que hoy es La Línea junto a su amante, Leonor de Guzmán.
Levantado el cerco de Gibraltar sin conseguir recuperar esta plaza, el cuerpo del monarca fue llevado a Sevilla, donde recibió sepultura. Con su muerte, la Reconquista quedó interrumpida.
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