En la llegada de Fernando VII, derogando la Constitución estableció el sexenio absolutista que ya hemos narrado en el capítulo anterior, desde 1814 a 1820 con durísimas represiones. - En América la situación independentista se estabilizó durante los primeros años de la monarquía absoluta pero en 1816 la resistencia apareció de nuevo. Tanto los absolutistas como los liberales sabían que la situación tanto económica como social de España no permitía una intervención inmediata en América. Poco a poco, numerosos proclamaron su independencia. Sólo algunas zonas aisladas de Colombia y Perú permanecían fieles a la Corona en 1820.
Otro de los problemas al que se enfrentó el gobierno fue la
abolición de la trata de negros. España tuvo que firmar en 1817 un tratado con
el que el que el comercio de esclavos quedaba abolido al norte del Ecuador y en
1820 este tratado fue generalizado a toda América. Además de las perdidas en
América del Sur, España reconoció por el tratado de Washington en 1820 todas
las concesiones de territorios hechas antes de enero de 1818. Así Florida,
Luisana pasaron a formar parte definitivamente de los estados Unidos. Chile, Nueva
Granada y parte de Venezuela eran ya independientes.
En los seis años que van desde el retorno del rey hasta el
pronunciamiento de Riego se pasó de la confianza de la mayoría de los españoles
a una total desconfianza en él y en los gobiernos que nombró. La inestabilidad
política y económica, e incluso la hambruna en algunas zonas del país fueron
creando un caldo de cultivo de rechazo al sistema impuesto por el rey.
TRIEÑO LIBERAL
Existía un malestar popular e incluso en el ejército. Muchos de
ellos simpatizaban con las medidas liberales.
A partir de 1815, varias guarniciones intentaron derrocar el régimen absolutista, pero fracasaron. - Tanto Espoz y Mina en Navarra en 1814 como Porlier en Galicia al año siguiente intentaron en vano oponerse al ejército fernandino y este último será incluso condenado a muerte y ejecutado. En 1817 se produce un nuevo pronunciamiento del general Lacy en Cataluña apoyado por la burguesía catalana y por los militares. Los pronunciamientos continuados materializaban en un malestar que trascendía el ánimo de los cuarteles. La Constitución de 1812 fue entonces un referente que aglutinaba a los descontentos, al margen de sus diferencias. Se preparó el ambiento para lo inevitable, la caída del absolutismo fernandino.
Tras varios intentos fallidos, el pronunciamiento de Riego en 1820
benefició de circunstancias mucho más favorables que los anteriores. Así el 1
de enero de 1820 las tropas, que estaban a punto de zarpar rumbo a las
Américas, mandadas por el coronel Riego se alzaron en las Cabezas de San Juan y
restauraron la Constitución de 1812. Otras regiones van a seguir este ejemplo.
CAPITAN GENERAL R. DEL RIEGO
Tras el pronunciamiento de Riego en marzo de 1820, y constituida
en La Coruña una Junta militar que subleva la región a favor de la
Constitución, es imitada en otros muchos lugares. Constituida en Cádiz la Junta
militar días más tarde, Riego se dirige a Cádiz y es recibido con gran
entusiasmo. Sigue la proclamación de la Constitución en su apoyo
el Rey juró la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio liberal.
“Me habéis hecho entender vuestro anhelo de que restableciese aquella
Constitución que entre el estruendo de las armas hostiles fue promulgada en
Cádiz el año de 1812. He jurado esa Constitución por la que suspirabais y seré
siempre su más firme apoyo. Marchemos francamente, y Yo el primero, por la
senda constitucional”. Manifiesto del Rey el 10 de marzo de 1820. El
pronunciamiento de Riego dio inicio al llamado “Trienio Liberal”, durante el
cual se restablecieron la Constitución y los decretos de Cádiz.
Riego se apresura a ponerse a disposición del Rey, confiado en que
fuese la del Rey una postura verdadera. Incluso aquel felón se permitió el
nombramiento de Riego como Ayudante de Campo del Monarca. Es nombrado
Comandante General de Aragón, hasta su confinamiento en Lérida. En las
elecciones es elegido diputado por Asturias. Luego Presidente de las Cortes.
En el bando liberal pronto surgieron las primeras divergencias. El
partido liberal se dividió rápidamente en dos grupos: los moderados y los exaltados
o progresistas.
Durante el trienio liberal, Fernando VII no dejó de apoyar a los
absolutistas aunque no quiso romper las relaciones que le unían a los
liberales, mayoritarios en las Cortes.
Los liberales en ese período de tres años habían decretado la
libertad de industria y comercio, disposiciones sobre la liberalización de la
tierra, volvieron a abolir la Inquisición que había reinstaurado Fernando y
llevaron una reforma en el clero. Pero los liberales estaban claramente
divididos y las tendencias fueron llamados los “exaltados” y los “moderados”.
Nunca supieron aunar sus fuerzas. A todo esto el rey en el uso de sus
facultades favoreció a los moderados y se salta las normas cuando demandó la
intervención militar para imponer el poder autoritario. Designó cargos
públicos, para lo que no estaba autorizado, y esto desembocó en el Motín de
Madrid. Se formaron por todo el país partidas favorables al rey y otras
contrarias. Realmente hubo una guerra civil. Los realistas se movían por los
Pirineos, y vencidos se refugiaron en Francia.
La impotencia de los realistas y la petición del rey forzó la
intervención extrajera de conformidad con el pacto de la política de la Santa
Alianza. La situación de España comprometía el equilibrio de las monarquías
europeas. Francia, Rusia, Austria y Prusia deciden, con la inhibición de
Inglaterra que solo estaba interesada en la suerte de las colonias americanas,
intervenir militarmente si fracasa la diplomacia. No se atendieron las demandas
y la invasión comenzó el 7 de abril de 1823. Las tropas francesas que las
comandaban el duque de Angulema. Fueron conocidas como “Los Cien Mil Hijos de
San Luis”.
Luego, tan pronto entraron los franceses y voluntarios españoles,
el Gobierno y las Cortes en Madrid decidieron trasladarse a Sevilla, a falta de
apoyo popular, e instaron a que Fernando VII les acompañase.
El día 10 de abril de 1823 llegó la familia real española a
Sevilla, y al día siguiente la Comisión Permanente de las Cortes. Hasta el 11
de junio Sevilla fue la capital de España de facto, pero la llegada de las
tropas francesas obligó a trasladar la capital a Cádiz, llevándose al monarca
con ellos. Cádiz fue sitiada y bombardeada. Los franceses no pudieron tomar la
ciudad, aunque acabaron con las fortalezas que la protegían. Al final se llegó
a un pacto: Fernando VII saldría y prometería defender la libertad alcanzada
por los españoles con la Constitución de 1812 y a cambio se rendiría la plaza.
Acordado con los franceses, Fernando VII salió de la ciudad, pero de forma inmediata
se unió al invasor y el mismo 1 de octubre decretó la abolición de cuantas
normas jurídicas que habían sido aprobadas durante los tres años anteriores,
dando fin al Trienio Liberal.
Y aquí comienza lo que con vergüenza se llama “Década Ominosa”.