La subida al trono de Isabel II, bajo la regencia de su madre, María Cristina de Borbón, y Espartero como valido, fue reconocida por los gobiernos de Francia, Inglaterra, Dinamarca, Estados Unidos y otros. Por lo que la política interior se vio hipotecada por las influencias de Inglaterra y Francia, y ya los embajadores de ambos países intervinieron en el fracaso del primer valido, Zea Bermúdez.
En
1833, la reina regente, María Cristina de Borbón, tenía de su parte a los
liberales contra los carlistas. El Gobierno, lo presidía el liberal Francisco
Martínez de la Rosa, nombrado en 1834, se encontraba en plena guerra sin
recursos para pagar al ejército. Aquí es donde un comerciante gaditano, con
gran carisma, Juan de Dios Álvarez Mendizábal, se ofrece a gobierno español
para desde Londres hacer gestiones ante banqueros británicos y franceses y sus
gobiernos, a fin de conseguir un empréstito al gobierno español. Mendizábal
encarnó un prototipo muy valorado en la sociedad estadounidense actual, un
hombre hecho a sí mismo. Nacido en una humilde familia de comerciantes, se
formó en el oficio de su padre, aprendió idiomas y descubrió que tenía un don
para los negocios y también para la política. Tanto, que llegó a convertirse en
el principal protagonista de la Revolución liberal española. De origen
gaditano, había nacido en 1790. En 1811, siendo ya Ministro, firmaba como
Álvarez Mendizábal. Pero la madre se apellidaba Méndez. Los Méndez eran
conocidos en Cádiz como una familia de cristianos nuevos de origen judío.
Decidió borrar a los judíos de su genealogía y sustituirlos por un origen vasco
que era garantía de limpieza de sangre. Para ello le bastó cambiar su apellido
Méndez por Mendizábal. En el Cádiz del siglo XVIII la casa de comercio Mendizábal
era una de las más prestigiosas. Incluso amplió el engaño hasta hacer creer a
su mujer que había nacido en Bilbao. Así lo declaró en el acta matrimonial.
En
junio de 1835 cae el gobierno de Martínez de la Rosa y se nombra a José María
Queipo de Llano, toda España se hallaba controlada por juntas revolucionarias y
era una etapa anárquica y tumultuosa de la vida política.
Conseguida
la ayuda internacional por Mendizábal, consiguió introducirse en la política
del país. La reina se vio obligada a entregar el poder a los radicales,
nombrando presidente del Consejo de Ministros a Juan Álvarez Mendizábal, el
hombre de la Revolución Liberal. Más ladino que los ministros anteriores ideó
un procedimiento más sutil para el triunfo liberal. Consiguió éste un voto de
confianza para procurar los recursos que considerase necesarios para el sostén
del ejército y terminar en breve tiempo con la guerra civil. Mendizábal comenzó
a gobernar por decreto, siendo los más famosos los que regularon la
desamortización.
Esta
ley ni era ni por asomo popular. Ya el sabio Menéndez y Pelayo la señaló como
“Un inmenso latrocinio”. El pueblo vio pasar las iglesias, conventos y tierras,
de las manos de frailes y monjes que vivían de la caridad y que eran
propietarios desde hacía siglos muchas de ellas, a manos de los caciques y los
ricos de los pueblos que compraban a precio de subasta, las más manipuladas. Hoy podemos ver muchísimos conventos y monasterios abandonados y en ruina, después de haber arrancado y vendido los objetos de valor.
La
verdad es que el asunto no era nuevo. No hubo una desamortización, sino varias.
Este proceso se desarrolló en España desde finales del siglo XVIII hasta
mediados del XIX.
MAPA DE PROVINCIAS DE 1833
La
división definitiva de España en
provincias se hizo, después de varios intentos en 1833 cuando los liberales
estaban asentados en el poder. Se crearon 49 provincias al frente de las cuales
se puso lo que actualmente son los Delegados del Gobierno. Paralelamente
con la uniformidad administrativa y
social surgieron los nacionalismos radicales y separatistas. Las Guerras
Carlistas se convirtieron en defensa de los fueron tradicionales de Navarra y
el País Vasco.
La
disolución de las cámaras originó el desagrado de los liberales, al cancelar la
reforma institucional. Acosado por la negativa de la reina y las posturas de
los liberales dimitió en mayo de 1836. El nuevo gobierno realizó unas
elecciones de las que debían salir unas Cortes Constituyentes. Dado el clima de
insurrecciones por los exaltados liberales, se mascaba la idea de un golpe de
Estado. María Cristina se vio obligada a restablecer la Constitución de 1812,
por tercera vez derogando el Estatuto Real con el cual se gobernaba. Dimitido
el gobierno, se nombra a Calatrava Presidente del Consejo de Ministros y se
elaboran una serie de leyes liberales, libertad de prensa, supresión del
diezmos ecleciástico, etc. Y un texto constitucional. La Constitución española
de 1837 fue una iniciativa del Partido Progresista consensuada con el Partido
Moderado y permitía la alternancia en el poder de los dos partidos liberales
sin que cada vez que cambiara el gobierno hubiera que cambiar la Constitución.
Estuvo vigente hasta 1845, cuando el Partido Moderado impuso su propia
Constitución. La guerra se dejó en mano de los militares, pero fueron
interviniendo en la política poco a poco. Destacó el general Baldomero
Espartero que puso fin a la guerra con el Convenio de Vergara. Con el pretexto
del fin de la guerra la regente disolvió las Cortes y convocó elecciones. La
jugada le salió mal. Comenzaron a crearse
Juntas Revolucionarias en varias provincias y María Cristina no tuvo más
remedio que abandonar la regencia y exiliarse en Francia, cediendo el poder a
Espartero, estamos en 1840. A partir de aquí hubo una clara influencia de Gran
Bretaña en los diferentes gobiernos progresistas. Se tensaron las relaciones
ante la Santa Sede. Espartero no era un político, era un militar de “ordeno y
mando”, y duró tres años, y se ganó la enemistad de todos. Hasta los militares
conspiraron contra él, con O´Donnell y Narváez a la cabeza. Los progresistas
que lo había llevado al poder, dejaron de seguirle. Otra vez aparecieron Juntas
Revolucionarias tanto de progresistas como de moderados.
En noviembre de 1842 estalló en Barcelona una insurrección. El gobierno se disponía a firmar un acuerdo comercial librecambista con Gran Bretaña que rebajaría los aranceles a los productos textiles ingleses lo que supondría la ruina para la naciente industria algodonera catalana. Una guerra de barricadas protagonizada por la milicia, apoyada por paisanos armados. Baldomero Espartero decidió dirigir personalmente la represión de la insurrección y el 22 de noviembre llegó a Barcelona que sería bombardeada si antes de 48 horas no se rendían. El 3 de diciembre de 1842, sin negociación comenzó el bombardeo y al día siguiente la ciudad se rendía. Se desarmó a la milicia y varios centenares de personas fueron detenidas, y cien fueron fusiladas.