En su libro “Fernando el Católico: vida y mito de uno de los fundados de la España moderna”, el hispanista Henry Kamen, en cuanto a su carácter, asegura que Fernando el católico ha merecido a lo largo de la historia un saco de elogios y críticas, que, solo se basan en mitos e imprecisiones. “En realidad, sabemos muy poco sobre su vida, porque la documentación del periodo es malísima, especialmente en lo referido a la Corona Aragonesa”, explica Kamen. No en vano, el primer archivo nacional surgió en el siglo XVI en Castilla y, por tanto, la documentación sobre los Reyes Católicos está monopolizada por la figura de Isabel la Católica. “Se le atribuyen a ella muchas cosas que son mérito exclusivo de él”, apunta. Antes que él, sólo Jaume Vicens Vives logró una aproximación solvente a la figura del aragonés a través de una biografía fuertemente contestada por los nacionalistas. “Los que están fabricando la nueva ideología de Cataluña no saben nada de historia y copian las ideas de los nacionalistas del siglo XIX, que originalmente vieron al Monarca como una figura positiva pero luego le achacaron las culpas de la crisis demográfica que vivió Barcelona durante su reinado”, señala el británico. Pero no solo los catalanes han despreciado a Fernando el Católico.
Tampoco los castellanos han mostrado nunca grandes simpatías por un hombre que en realidad solo hablaba castellano y, pese a nacer en la región de Zaragoza, contaba con raíces profundas en el reino vecino. “La nobleza castellana sentía aversión por Fernando, al que llamaban sin fundamentos, de forma despectiva, “el viejo catalán”. A lo mejor tiene que ver con su carácter o su actitud”, analiza Kamen.
De esta forma, a la muerte de su esposa, Isabel, en 1504, la nobleza castellana se decantó de forma mayoritaria por el extranjero, Felipe el Hermoso y por Juana la Loca, mientras el viejo aragonés abandonaba el reino visiblemente ofendido. La inesperada muerte de Felipe I cuando solo llevaba dos meses en el trono devolvió a Fernando el control de Castilla ante la incapacidad de su hija. “La preferencia de los nobles por Felipe es más bien por su hija Juana, lo cual se ve reflejado en que serán sus hijos quienes protagonizan la sucesión”, sostiene el hispanista. Siendo Rey de Aragón, Valencia, Sicilia, Nápoles y Navarra, conde de Barcelona y gobernador del Reino de Castilla, Fernando murió el 23 de enero de 1516 en Madrigalejo, intuyendo que iba a ser el último representante de la dinastía de los Trastámara y, por encima de todo, el primer Monarca en ceñir todas las coronas que constituyen la España de hoy. “Fernando no fue el unificador de las Españas que reza el mito, pero sí es el iniciador de una gran aventura”, asegura Kamen. En su opinión, España nació a través de matrimonios entre una misma familia y no a base de conquistas o reformas administrativas. Los Reyes Católicos nunca fueron conscientes de la envergadura del Descubrimiento de América y su participación en el proyecto fue muy limitada. “El ideólogo del Descubrimiento es un loco, Cristóbal Colón, que corre con la planificación y con los riesgos. Además, los descubrimientos más importantes se llevaron a cabo después de la muerte de los Reyes”. En el momento en que murió Fernando, el dominio español se limitada a varias islas periféricas y en Europa apenas se conocía en ese momento datos sobre aquellas tierras. A mi juicio esto es discutible dado que por ejemplo en Tratado de Tordesillas de 1494 entre Portugal y Castilla, establece la división territorial del continente, bien es cierto que fue hecha sobre una superficie imaginaria en el mar. Aunque es verdad que no se sabía que era un nuevo continente. Recién en 1503 Américo Vespucio en su escrito Mundus Novus, relata el viaje realizado en 1501 en una flotilla de tres naves portuguesas y afirma que las costas exploradas son tierra firme continental, no islas, y añade que ese continente está "más densamente poblado (...) que nuestra Europa o Asia o África" y que es lícito llamarlo "Novum Mondum".
Fernando
impulsó la Junta de Toro en 1505 para la búsqueda de un atajo que hiciera más
corto el camino a las Indias. Vespucio, Juan de la Cosa, Yáñez Pinzón y Juan de
Solís se presentaron en la corte, entonces en Burgos en 107, ya muerta Isabel.
En 1513 Vasco Núñez de Balboa cruza el istmo de Panamá y descubre el Pacífico.
Pero si es cierto que trataban los territorios como islas y Fernando
seguramente nunca consideró con visión la importancia, más allá de las riquezas
que existían cuando supo que se había descubierto un continente enorme. Además
es necesario tener en cuenta que la política de Protección a los nativos de
América fue iniciada por Isabel y continuada por Fernando. Las Leyes de Burgos,
promulgadas por él en 1512 y complementadas por Las Leyes de Valladolid de 1513
y la Real Cédula de 1514. Todas suponían un avance en la afirmación de los
derechos a los indios. Todo esto cuando ya había fallecido Isabel en 1504.
Las cédulas
de Fernando sirvieron para llenar un vacío legislativo referente a la condición
legal de los indios, asegurando la absoluta legitimidad e igualdad de la
descendencia que surgiera de los matrimonios mixtos comparados con los
matrimonios de Castilla.
Mientras en
España, Fernando no pudo llevar a cabo la venganza contra la alta nobleza, por
el enorme potencial militar de tan poderoso grupo. Pero cuando las
circunstancias lo permitieron, Fernando se apresuró a dar un escarmiento a
quienes lo hubieran desafiado. La vejez de Fernando corrió en paralelo con el
engrandecimiento de la figura del Cardenal
Cisneros. Hombre de Iglesia y de Estado, Jiménez de Cisneros fue
inquisidor general, arzobispo de Toledo e incluso cardenal. Asumió la regencia
de Castilla durante la estancia de Fernando en Nápoles, y volvería a desempeñar
tal papel desde la muerte del rey hasta la llegada a España de Carlos V.
Cisneros utilizó las inmensas rentas que le proporcionaba su extenso y rico
arzobispado para una empresa que tuvo mucho de aventura personal: la conquista
de la estratégica plaza norteafricana de Orán, un paso más en la expansión
imperial española. Esta nueva hazaña no frenó el declive físico de Fernando. El
rey, el “viejo aragonés”, se moría. Acosado por una esposa mucho más joven,
ansiaba tener descendencia a toda costa.
El legado de Fernando consistió en otorgar todas sus posesiones a favor
de su hija Juana, y en el puesto de ella, debía asumir el gobierno y la
regencia de los reinos de Castilla y Aragón, su nieto Carlos de Gante, futuro
Carlos I y hasta su llegada de la corte de Flandes, nombró a su hijo Alonso de
Aragón (hijo de Aldonza y nacido antes de su matrimonio con Isabel) regente de
los reinos de la Corona de Aragón y al Cardenal Cisneros, regente de Castilla.
Falleció el
gran rey Fernando el católico el 23 de enero de 1516, cuando se hallaba en una
remota aldea extremeña, Madrigalejo. Como escribió el historiador de la época,
Pedro Mártir de Anglería, “el señor de tantos reinos, el adornado de tantas
palmas, el propagador de la religión católica y el vencedor de tantos enemigos,
murió en una miserable casa rústica y, contra la opinión de las gentes, pobre”.
El cardenal
Cisneros estaba al frente del gobierno y lo estuvo hasta la llegada de Carlos
de Gante el 19 de septiembre de 1517
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