El foralismo o fuerismo es una doctrina política que consiste en la aspiración a conservar y/o restaurar los antiguos fueros o leyes antiguas de los distintos territorios de España. Consiste en ideas a favor de los fueros y los privilegios tradicionales propios del Antiguo Régimen del reino de España frente a la centralización política surgida tras la Guerra de la Independencia contra Francia y el desarrollo de un estado moderno liberal. El objetivo del foralismo sería el de mantener las instituciones de gobierno autónomas, un sistema de justicia propio.
Desde 1834 los fueristas del Señorío de Vizcaya y de las provincias de Álava y Guipúzcoa buscaron la forma de conciliar las antiguas libertades y el dominio de los hidalgos o notables con la poderosa corriente política liberal inaugurada en las Cortes de Cádiz. Después de la Tercera Guerra Carlista, los partidos dinásticos recogieron esa bandera durante la Restauración (1875-1923). Manuel María de Gortázar y Munibe de acuerdo con Cánovas del Castillo consiguieron realizar el “Concierto Económico” en Vizcaya, que constituye el elemento esencial de la presente autonomía vasca dentro de la Constitución española de 1978. Ese Concierto Económico regula las relaciones tributarias y financieras entre la Administración General del Estado de España y la comunidad autónoma del País Vasco, y que forma parte del régimen foral. Históricamente, las tres provincias vascas gestionaron sus propios sistemas tributarios derivados de sus fueros, pero tras la tercera guerra carlista (1876) se implanta un sistema de colaboración entre los territorios históricos y el Estado.
Mientras el nacionalismo catalán tenía como bases sociales a
los intelectuales y la burguesía urbana, el vasco se basaba más en la pequeña
burguesía y en el campesinado. En consonancia, este nacionalismo poseía una
base confesional y conservadora muy acusada. El sentimiento nacionalista vasco
se aceleró con los cambios que experimentó el País Vasco en el último tercio
del siglo XIX, plasmándose en una pluralidad de grupos. Entre estos grupos y
personalidades destacará, sin lugar a duda, el núcleo vizcaíno con Sabino
Arana.
El nacionalismo vasco, con el fin de la tercera guerra
carlista en 1896 supuso la pérdida de la autonomía administrativa vasca y
navarra, conservando cierta autonomía financiera a través de los Conciertos
Económicos. Comenzó a generarse un sentimiento de resentimiento hacia el
gobierno central. El fuerismo es uno de los elementos que deben situarse en el
origen del nacionalismo vasco. Nació una literatura fuerista de fuertes
componentes románticos porque intentó entroncar lo vasco con la tradición histórica
lejana, medieval, llena de tradiciones y hasta de mitos. El fuerismo se dividió
a partir de 1876 entre un núcleo navarro y otro vizcaíno. Los miembros del
primero defendían la unión entre los vascos y navarros. Los vizcaínos, por su
parte empezaron a ir hacia una vía autonomista.
Arana procedía del carlismo y evolucionó hacia el
nacionalismo. En 1895 fundó el PNV en Bilbao. Sabino Arana popularizó un nuevo
nombre para la patria vasca, Euzkadi, una bandera propia y propuso un lema para
el partido: "Dios y Ley antigua". El nacionalismo vasco se impregnó
de un fuerte contenido católico y de defensa de la tradición. Se pretendía
impulsar la lengua y costumbres vascas, defendiendo la pureza racial del pueblo
vasco. El nacionalismo vasco era antiliberal, contrario al movimiento obrero,
especialmente el socialista, que había arraigado con fuerza en el mundo
industrial vasco. Pero estos planteamientos no parecían muy adecuados para
progresar políticamente por su extremo conservadurismo. El despegue del PNV
comenzó cuando en 1898 se ampliaron sus bases. El naviero De la Sota ingresó en
ese año y poco a poco la burguesía urbana e industrial comenzó a acercarse al
Partido. En ese momento de expansión ingresó en la formación de la Sociedad
Euskalerria de Bilbao, que editaba el semanario Euskalduna.
En el PNV comenzó el debate interno entre los defensores del independentismo y los que buscaban la fórmula de la autonomía dentro del Estado español. Éstos últimos eran muy activos porque pertenecían a los círculos burgueses vascos y contaban con recursos económicos fundamentales para sostener al PNV. Tenían en mente el ejemplo del catalanismo moderado. Esta fuerza de los autonomistas debe apuntarse a la hora de comprobar cómo el Partido comenzó a despegar electoralmente en las municipales y a comenzar a ocupar cargos en las diputaciones. El propio Sabino Arana, que fue moderando su discurso, fue elegido diputado provincial por Bilbao. Sabino Arana ha sido muy criticado por sus detractores, que denuncian el fundamento racista, machista o xenófobo de su ideología. La credibilidad de los nacionalismos tuvo una acogida desigual entre la población, sobre todo en Cataluña donde fueron bandera de la burguesía industrial y vendría en aumento con los acontecimientos de fin de siglo, con el rechazo popular de la gestión de los gobernantes, culpando del “desastre del 98”. Los sectores nacionalistas se postularon como los únicos capaces de regenerar la política, la economía y la sociedad de la España de fin del siglo XIX.
En España tuvimos una época que se llamó “Regeneracionismo”, movimiento intelectual que acusa la decadencia del país. La paz y la estabilidad eran falsas en realidad, basadas en un triunfo en la Guerra Carlista, se atenía a los principios e intereses de las clases dominantes. La falta de una Revolución Industrial y otros aspectos como la burguesía Catalana y Vasca que se habían adueñado del suelo productivo. El “Regeneracionismo” nace con Joaquín Costa, llevado por la inspiración de la obra “Oligarquía y Caciquismo” de 1901 donde criticaba duramente el estado de cosas que estaba impidiendo una realización y concreción de la verdadera democracia, es decir el gobierno del pueblo, de todo el pueblo y no solo del partido que, ganador en comicios pero que no reconoce a ningún otra idea que no sea la suya, plagada de intereses y corrupción.
En el País Vasco el euskera era más un problema que otra
cosa para el desarrollo. No se encontraba extendido, era muy limitado y no era
asimilado por los inmigrantes que llegaban atraídos por el desarrollo
económico. Los nacionalistas pertenecían a las clases trabajadoras y estaban
vinculados al tradicionalismo cristiano. Según los investigadores, el idioma
hablado por los vascos también podría ser de origen neolítico. El idioma vasco
durante el siglo XIX era limitado y falto de posibilidades dado su escaso
desarrollo. Los avances económicos políticos y culturales con la
industrialización y el liberalismo siglo XIX ocasionarían el gran retroceso del
euskera que llevaría ya en el siglo XX a la creación de la Sociedad de Estudios
Vascos y la Real Academia de la Lengua Vasca y al incremento de iniciativas en
favor del euskera que conjurasen el riesgo de su desaparición. De esta manera
sería iniciado en 1918 la fundación de la Real Academia de la Lengua Vasca.
El debate sobre la unificación culminaría en 1968, cuando la
Real Academia de la Lengua Vasca durante la celebración de su 50 aniversario
decidió apoyar y promover formalmente el informe de las Decisiones del Congreso
de Bayona de 1964. Finalmente llegamos al el “Euskera batua” o “euskera unido”,
que son las normas del actual euskera escrito. Se basa en los dialectos como el
navarro, dialecto navarro-labortano y el dialecto central del euskera, y se
encuentra influido por el labortano clásico del siglo XVII, precursor de la
literatura en euskera y lazo de unión entre los dialectos españoles y
franceses.
Lo cierto es que muchos opinan que el euskera batúa ha
compilado diferentes lenguas, creando una lengua nueva y terminando con la
lengua original. El euskera batúa y su
impulso institucional llegó a ser letal para los dialectos autóctonos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario