martes, 21 de febrero de 2017
AMADEO I REY DE ESPAÑA
Te habrás preguntado, querido amigo lector, por qué le doy tantos capítulos al siglo XIX. Fijaros que sumando reyes, regentes, reinas, novios de la reina, novios del rey, presidentes de república y generales que pasaban por allí, incluidas guerras carlistas y coloniales, tuvimos dieciocho formas de gobierno diferentes, solapadas, mixtas, opuestas y combinadas. La ambición de poder, los desgobiernos y la mala leche, que nos legaron ya los celtas, estaba organizada para que el país se fuera yendo al carajo. Las desamortizaciones, que en principio la cosa sonaba bien en realidad solo valieron para los que era de la Iglesia, pasara a manos de ricos hacendados. Se reforzó el papel de la oligarquía y para colmo las propiedades que no interesaban, monasterios, conventos y otras haciendas se olvidaban, se abandonaban y así han llegado hasta nosotros. Hechas un asco muchas de ellas.
Pero los campesinos vivían igual o peor, se crearon proletariados por causa de una mala industrialización en grandes núcleos urbanos, obreros mal pagados y hambrientos que rumiaban un justificado rencor. La reina ya sabemos lo que fue e hizo, elegante definición del papa Pio Nono: «Es puta, pero piadosa»
De todas formas, el virus del ruido de sables ya estaba allí. Los generales protagonistas empezaron a participar activamente en política, y entre ellos destacaron tres, Espartero, O'Donnell y Narváez, los de las calles de Madrid.
En 1848 la crisis económica era terrible y hubo pánico en la Bolsa de Madrid al conocerse la oleada revolucionaria de París, en marzo hubo intentos más o menos serios de revolución que fueron sofocados. La verdad que fue un fracaso. También el 7 de mayo cuando se sublevó el ejército en Madrid con ramificaciones en Sevilla, Barcelona y Valencia. Se disolvieron las Cortes, se detuvo a unos cuantos, consejos de guerra, conmutaciones y pelillos a la mar.
En cambio en 1854 hubo un pronunciamiento liberal que desencadenó una disputa entre rebeldes y leales, sin muertos y sin victorias. Pero hubo un manifiesto, lo presentó la Unión Liberal que era un grupo político nacido en la época moderada, (la regencia de María Cristina). Proponían moralidad pública, (¡já!), desaparición de las camarillas en palacio, (¡jajá!), y creación de Juntas en toda España. La reina se vio obligada a llamar al que fuera su regente, el General Esparteros, ya convertido en héroe nacional.
Por otro lado Marruecos tocaba las pelotas. Las relaciones entre Marruecos y España siempre fueron tensas. Una partida de moros atacó la guarnición de Ceuta. Y basta que nos toquen el orgullo y un par de cosas para que se despertara el sentimiento patriótico popular. España recibió el apoyo de las cancillerías de Europa, y casi es esto lo que obligó a iniciar una guerra que fue declarada en octubre de 1859. Y aquí estimado amigo lector encontramos como en Cataluña y Las Vascongadas (se llamaban así), se crearon oficinas de reclutamiento voluntario en las que se alistaron un cuantioso número de carlistas de Navarra. Ese patriotismo no se veía desde la invasión napoleónica. En Barcelona se organizó un desfile para despedir a los voluntarios, con bendición del capellán de Monserrat y toda la pesca. RETRATO DE PRIM
La guerra de África fue algo corta, la dirigió O´Donnell, y en Castillejos el general Prim, que orientó a la toma de Tetuán como paso previo a las condiciones de negociación. Se firmó lo que se llamó el Tratado de Wad-Ras.
En otro orden de cosas en 1866 una fuerte crisis económica, con quiebras empresariales, restricción de créditos, caída de las bolsas, una desocupación laboral, malas cosechas, para colmo, y como no, la especulación y la corrupción, (¿te suena?), es decir los tres factores importantes, la economía, la política y la sociedad, crearon un escenario que produjo la desintegración del régimen isabelino.
Un pronunciamiento militar en Cádiz en septiembre de 1868 fue el detonante de la revolución llamado “La Gloriosa”, y comienza aquí el sexenio revolucionario. El apoyo popular fue inmenso. La reina que veraneaba en Lequeitio, con el ambiente calentito que se respiraba, se piró a la francesa, como Pepe Botella, es decir sin saludar, y se marchó sin renunciar a la corona y sin abdicar. Por supuesto se fue dónde van todos los desesperados, a Francia. Se negaba a abdicar, la muy burra, hasta que dos años después, en junio de 1870 firmó su abdicación.
Lo hizo en su hijo Alfonso, que tenía 13 añitos. Y en vez de guardar las composturas, nunca lo había hecho, se dedicó a criticar todo lo que se le ponía por delante y que le recordara a los políticos que le habían llevado a esa situación.
A la vez que teníamos la revolución de 1868 en Cuba se iniciaron unas insurrecciones que desencadenarían la Guerra de los Diez Años. Un poema de situación.
El gobierno provisional organizó el asunto. Las Cortes promulgaron una nueva Constitución, que establecía la monarquía como forma de gobierno y una serie de medidas de carácter liberal, pero no mucho.
Por lo que las Cortes, al abdicar la reina ninfómana, (así la llamaban), establecieron una regencia al general Serrano y éste encargó a Prim formar gobierno. Su tarea era encontrar un príncipe adecuado para la corona de España y lo encontró en la persona de Amadeo de Saboya, que sería elegido rey en el mes de noviembre de 1870. Solo puede pasar en España que sea elegido un rey por votación en un parlamento. Pero así fue. Y como siempre hasta en eso España es diferente, y el rey no tuvo apoyos de casi nadie, ni de la derecha ni de la izquierda ni de su padre. Bueno de éste sí, porque era el padre, políticamente hablando, era Prim, un héroe catalán de la guerra de África, que fue asesinado en Madrid al mes siguiente, y con él desaparecía el principal apoyo del rey.
AMADEO I DE SABOYA
Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad política española. Hubo seis ministerios en dos años que duró su reinado, e intentaron asesinarle el 19 de julio de 1872. El pobre rey enloquecía ante las complicaciones de la política española. «Ah, per Bacco, non capisco niente!», solía exclamar. En realidad Amadeo era un tio majo, liberal. . Pero claro. En la España de envidia y mala leche de toda la vida, eso no podía funcionar nunca. Y encima, a Prim, que lo trajo, se lo habían cargado de un trabucazo antes de que el rey tomara posesión. Así que, hasta las pelotas de nosotros, Amadeo hizo las maletas y nos mandó a tomar por saco. Dejando, en su abdicación, un exacto diagnóstico del paisaje: «Si al menos fueran extranjeros los enemigos de España, todavía. Pero no. Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles». Terminó hasta los pelos. Se marchó convencido de que los enemigos de España, eran los propios españoles. No estaba descaminado el hombre. Corto espacio estuvo en el trono. Tragedia de un hombre que fue llamado para ser rey de un país en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor oportunidad.
El mismo día en que abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento.
La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario iniciado en 1868.
Seguimos después de la publicidad
lunes, 20 de febrero de 2017
ISABEL II (La de los tristes destinos)
Como sabemos, gracias a la derogación de la Ley Sálica, las mujeres volvían a poder reinar en España, por lo tanto el hermano del rey Fernando VII, Carlos María Isidro de Borbón le dio un fuerte siroco y no aceptó a su sobrina como Princesa de Asturias y heredera a la corona, por lo que el rey narizotas lo echó del país. Bueno el caso es que de esta forma comienzan los “Carlistas” y los “Isabelinos”, en otras palabras actuales la derechona y el progrerío. Y luego las tres guerras Carlistas, que hemos comentado en los dos capítulos anteriores. Isa de Borbón tuvo de regente primero a su mamá, María Cristina, pues su papá murió cuando ella tenía tres añitos. El conde de Romanones la describió “era algo retrasada, apenas sabía leer, solo sabía sumar y su ortografía era pésima. No leía y jugaba con perritos, ignoraba las reglas de comportamiento y estas señas de identidad la acompañaron toda la vida, sin embargo era alegre y generosa”.
Su madre fue su regente durante diez años, y luego pasó al General Esparteros durante los siguientes tres años en que se la declaró mayor de edad, en 1843.
Isabel II de España, llamada «la de los Tristes Destinos» nació en Madrid, el 10 de octubre de 1830, y fue reina de España entre 1833 y 1868, (aunque se proclamó en 1843).
Comenzó pronto a poner luz entre las piernas. Amantes, (un puñao), su primer hombre fue el General Francisco Serrano.
A los 16 años se casó con su primo Francisco de Asís, del que tuvo once hijos. Ahí es ná. Y digo que no fue nada porque al señor le llamaban “Paquita”, quien era un afeminado y jamás se le conoció mujer alguna, más bien al contrario, solo hacía a pluma.
Los historiadores aseguran que cuando la Reina se enteró del nombre de su futuro marido soltó un grito de horror: “¡No, con Paquita, no!”. Isabel II confesó más tarde que de la noche de bodas “Qué podía esperar de un hombre que en la noche de bodas llevaba más encajes que yo”. Los hijos eran oficialmente de su marido, ¡claro hombre!, pero de esto sacó beneficio el marica, todo un negocio. Recibía dinero por cada churumbel reconocido. Solo sobrevivieron cinco hijos. Uno de ellos, el que sería el rey Alfonso XII. Parece ser que era hijo del capitán Moltó, un fornido militar.
Entre los miembros de la familia real hay que destacar a la infanta Isabel Francisca, popularmente conocida como “La Chata”, fue princesa de Asturias hasta el nacimiento de su hermano Alfonso, y durante el reinado de éste hasta que nació su sobrina María de las Mercedes. Como sería de querida y popular, le gustaban los toros, las verbenas y la música, que hasta el gobierno de la Segunda República pidió que no abandonase el país. Otro miembro conocido es su hermana María Luisa, casándose ambas el mismo día en Sevilla. Esta mujer fue la madre de María de las Mercedes, futura reina al casarse con Alfonso XII. María Luisa donó a la ciudad de Sevilla los jardines de su palacio de San Telmo, que hoy llevan su nombre.
Hemos tocado un poco la vida personal y familiar de Isabel II, pero en lo político la cosa no tuvo ni pizca de gracia.
Una reina casi analfabeta, caprichosa y aficionada a los fornidos palafreneros, unos militares ambiciosos metidos en políticos, unos políticos metidos hasta las orejas en la corrupción, (desamortizaciones incluidas), todos se odiaban de una forma o de otra y a la vez se necesitaban. Un putiferio, oiga. Pronunciamientos militares y revolucioncitas parciales Narváez y O'Donnell, con el acuerdo de un tercero llamado Espartero, para inventarse dos partidos, liberal y moderado, que se fueran alternando en el poder; y así todos disfrutaron, por turnos. Llegaba uno, despedía a los funcionarios que había puesto el otro y ponía a sus parientes, amigos y compadres. Al siguiente turno llegaba el otro, despedía a los de antes y volvían los suyos. Y de esa forma tan suave como con Nivea, nos fueron dando una forma de gobernar. Aquella pandilla de sinvergüenzas se fue repartiendo España durante cierto tiempo. Jefes de gobierno sobornados por banqueros extranjeros. Farsas electorales. Votos comprados y si no hostia que te crió, es decir, represión, destierros al norte de África, Canarias o Filipinas, todavía quedaban colonias. (Se recomienda leer los Episodios Nacionales de Galdós y a Valle en El ruedo Ibérico)
CUADRO DE LA ÉPOCA
Mientras y de paso la oligarquía catalana se forró el riñón de oro con la industria textil. Si había protestas obreras se la reprimía vía ejército y a otra cosa, que lo de ser español en Cataluña siempre fue buen negocio en lo del trabajo sucio.
Por ejemplo Espartero disparó sobre la ciudad 1.000 bombas; pero Prim, que era catalán, 5.000. Por su parte, las Provincias Vascongadas, que así se llamaban salvo alguna intentona carlista, estaban tranquilos. Sabino Arana con su eslogan de vascos buenos y españoles malvados, y la industrialización, sobre todo metalúrgica, todavía no había aparecido. A nadie se le ocurría hablar de independencia ni asesinar españolistas, con el cinismo de la burguesía. En otras palabras, la burguesía y la oligarquía vasca y catalana, igual que las de Murcia o de Cuenca, estaban integradas en la parte rentable de aquella España que, aunque renqueante, iba hacia la modernidad. Surgían ferrocarriles, minas y bancos, la clase alta terrateniente, financiera y especuladora cortaba el bacalao, la burguesía creciente daba el punto a las clases medias, y, esto era lo jodido, los obreros y campesinos analfabetos fueron manipulados y explotados a gusto por los caciques locales, quedándose fuera de toda fiesta pero entregando a sus hijos para guerras coloniales, para arar o para llevar un mísero sueldo a casa.
Esto producía una mala leche muy justificada, que era frenada por la intervención policial y por jueces corruptos, por políticos demagogos. Mientras reinaba Isa.
Nada nuevo bajo el sol, como digo, políticos jueces, alcaldes, militares todos en el mismo saco de la degradación moral. Esto hizo que sea tan evidente la inutilidad de una reina que lo único que hacía bien, por lo visto, era follar
La gentuza instalada en las Cortes se había convertido en forajidos políticos. Se consiguió una farsa de administración y Justicia. Nadie escuchaba la voz de los desfavorecidos que a base de palos y demagogia iban a la guerra a veces cobrando para que no fuera el hijo del rico.
Las campañas militares en que anduvo España, como la guerra del Pacífico, la intervención en México, en la Conchinchina y en Italia para ayudar al papa, eran para lamerle las botas a las grandes potencias que por interés nacional.
Pero por debajo de toda aquella basura monárquica, política, financiera y castrense, algo estaba cambiando. El pueblo llano estaba hasta los escrotos de que le tomaran por el idiota útil. Las urnas no sirven para nada a un pueblo analfabeto. Y alguien lo pensó, la cultura es lo único que puede hacer que esto vaya cambiando.
Algunos heroicos hombres y mujeres se empeñaron en crear mecanismos de educación popular. Escritura, lectura, ciencias aplicadas a las artes y la industria, emancipación de la mujer, empezaron a ser enseñados a obreros y campesinos en centros casi clandestinos. Ayudaron a eso el teatro, y la gran difusión que los libros y periódicos, novelas y publicaciones de todas clases, que a veces lograban torear a la censura. Se pusieron de moda los folletines por entregas publicados en periódicos, y la burguesía y el pueblo bajo que accedía a la lectura los acogieron con entusiasmo. Y así hubo estallidos revolucionarios serios, como el de 1854, resuelto con metralla. Creciente conflictividad obrera, como la primera huelga general de nuestra historia, que se extendió por Cataluña ondeando banderas rojas con el lema Pan y trabajo, anuncio de lo que se venía. Las represiones en el campo y la ciudad fueron brutales, y si a eso le sumamos la injusticia que imperaba, hizo que, muchos se echaran al monte a lo Sancho Gracia y dio lugar a la creación de la Guardia Civil. Policía militar para el medio rural utilizada para la represión.
La monarquía era un desastre, y los burgueses veían que esto se les estaba yendo de las manos. Por lo que cuando el equipo pierde se cambia al entrenador y a ver qué pasa. Vamos a poner a otro para seguir nosotros. Isa, sobraba desde hace rato, y bueno pues a grandes males, grandes remedios. Isabel se marchó a París, donde hizo todo lo posible por desprestigiar a los políticos españoles.
Digamos de momento que gobernó hasta 1870, cuando abdicó a favor de su hijo tras el triunfo de la revolución conocida como La Gloriosa.
Murió en París, el 9 de abril de 1904.
sábado, 18 de febrero de 2017
LA MASONERÍA EN ESPAÑA Y AMÉRICA -SIGLO XIX
Originariamente fue secreta, cuyos miembros forman una hermandad iniciática y jerarquizada, organizada en logias, de ideología racionalista y carácter filantrópico.Se definía como una asociación de hombres libres y de buenas costumbres.
Con una recopilación de textos antimasones, hecha por el clero, la masonería quedó asociada a la herejía, a los judíos al ateísmo, etc.
En el siglo XIX, en España hubo un trabajo en los liberales para conseguir, en una sociedad conservadora atrasada y reacia a todo cambio, el poner en marcha las ideas propias de los avances de la cultura y el humanismo que se habían desarrollado, fundamentalmente después de la Revolución francesa. Fue la lucha entre el absolutismo y el liberalismo como sistemas políticos en conflicto: carlismo absolutista contra liberalismo.
La masonería defendió activamente los derechos humanos. Muchas logias en España se manifestaron en contra de la abolición de la pena de muerte y de la reforma penitenciaria, defendían el pacifismo y participaron muy activamente en el Congreso Internacional de Librepensamiento de Bruselas en 1895, respaldando iniciativas como la Conferencia de Paz de la Haya de 1899.
Sí existió una marcada vocación política, pero nunca fue de partido, sino de tendencia y de principios generales, que estaban enmarcados dentro de los ideales democráticos y de justicia social, que de ninguna manera son ni han sido privativos de la masonería.
Con la invasión de las tropas napoleónicas de 1808 se fundan logias como instrumento de la política de Napoleón. En la España no "afrancesada" o "patriota" durante la Monarquía de José I Bonaparte, también proliferaron las logias masónicas
Tras la restauración en 1814 de la Monarquía absoluta por Fernando VII, volvió la Inquisición y la obsesión antimasónica y denuncias que llevaron al cierre de logias. Los masones extranjeros fueron expulsados de España y los españoles fueron obligados a hacer ejercicios espirituales para volver al camino de la fe. El poder político aprovechó la sospecha de masonería como instrumento para deshacerse de los críticos al absolutismo de Fernando VII.
La masonería reaparece en el Trienio Liberal, en el que desarrolla un papel político, pero fue reprimida de nuevo durante la Década Ominosa, en la que vuelve la obsesión antimasónica.
La expansión de la masonería se produce durante el Sexenio Democrático. Amparada en las libertades proclamadas por la Revolución de 1868, la masonería española experimentó explosión numérica y una consecuente reorganización. Durante este período los masones pudieron darse a conocer y expresar públicamente sus opiniones. Con la llegada de Alfonso XII el proceso de crecimiento siguió en aumento. Los cuatro primeros Jefes de Gobierno masones, fueron Juan Prim, Práxedes Sagasta, Manuel Ruiz Zorrila y Segismundo Moret.
La masonería latina era de ideología progresista y composición burguesa. Esta masonería se convirtió al positivismo científico y a la defensa del sufragio universal en la segunda mitad del siglo XIX.
Masones como Blasco Ibáñez o Rosendo Arús colaboran con el sostenimiento de diversas escuelas participaron y crean bibliotecas públicas destinadas a la formación en la clase obrera.
Como escribe Pere Sánchez “Los motivos para atacarla con tanta virulencia eran de diferente tipo. A un cierto nivel, la masonería desautorizaba espiritualmente el catolicismo y tenía la pretensión de ser la religión de «recambio», sin dogmas, que sustituiría a la católica. Por si eso fuera poco se había situado en el bando enemigo. Pedía concordatos, enseñanza laica, cementerios civiles, abolición de las Órdenes regulares y de los jesuitas, libertades políticas, etc. La masonería hizo del anticlericalismo uno de los ejes básicos de su intervención en la política y en la sociedad“
Los ataques de la Iglesia católica a la masonería reforzaron a los masones en su defensa de las libertades y de la caridad humana. En este clima antimasónico, cuando estallaron los movimientos independentistas en Cuba y Filipinas en 1896, la masonería fue acusada de colaborar con los independentistas y la policía clausuró las sedes de la masonería en España, incautándose de toda la documentación y deteniendo a algunos dirigentes. Esta represión policial llevó a la crisis de la masonería a finales del XIX, que no volvió a recuperar la época dorada del último tercio del siglo.
Tras el triunfo de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia, la III Internacional prohibió en 1921 la pertenencia a la masonería a los miembros de la Internacional, al considerarla una institución "burguesa". Las logias catalanas Lealtad y Fénix, integradas en el Gran Oriente Español, condenaron públicamente la III Internacional.
En la Independencia de los países americanos un punto a tener en cuenta es la masonería, tan desprestigiada desde la llegada de Napoleón. Tras la restauración en 1814 de la Monarquía absoluta por Fernando VII, volvió la Inquisición y la obsesión antimasónica y denuncias que llevaron al cierre de logias. Los masones extranjeros fueron expulsados de España y los españoles fueron obligados a hacer ejercicios espirituales para volver al camino de la fe. El poder político aprovechó la sospecha de masonería como instrumento para deshacerse de los críticos al absolutismo de Fernando VII. Esto fue quedando en las mentes y fomentando como oposición a las leyes establecidas. Realmente los masones del siglo XIX y XX tenían pensamientos incompatibles con cualquier tiranía, cualquier oscurantismo o cualquier dictadura. Los más sectarios la tacharon de secta. Los masones han llegado a sus ideas a través del conocimiento, el librepensamiento y la adhesión a los valores universales que hay que profesar previamente antes de ser admitido en una de sus Logias. Por lo tanto es lógico que hombres de la talla de San Martín o Bolivar hayan sido masones.
Es necesario saber que los hombres que deseaban la independencia de españa, no lo hacían por un afán de pode, sino porque España como nación, esta rota. Un rey Francés, JoseI, el rey carlos IV abdicó en su hijo y le cedir¡eron la corona a Napoleón. El pueblo de españa, dividido, se había levantado en armas. En la américana hispana las noticias que llegaban eran confusas y ya no se enviaban tropas. No obstanteSan Martín participó como oficial español en la guerra de la independencia española, pero en la Batalla de La Albufera estaba a las ordenes del inglés el general William Carr Beresford, Inglaterra ahora era aliada de españa. Este general era el mismo que dos años antes había invadido Buenos Aires. En esas campañas conoció a Lord Macduff, un noble escocés que lo introdujo a las logias secretas que conspiraban para conseguir la independencia de América del Sur. Fue allí que hizo contacto por primera vez con círculos de liberales y revolucionarios, que simpatizaban con la lucha por la independencia americana. Francisco de Miranda, junto a Simón Bolívar, ya luchaba en América por la independencia de Venezuela. Es posible que, ya dentro de la hermandad, se haya relacionado con políticos británicos que le hicieron conocer el Plan de Maitland, una estrategia para que América se liberara de España.
ESCUDO ARGENTINO, SÍMBOLO MASÓN
Un amplio abanico de nombres ilustres de la masonería han hecho historia y han contribuido a grandes avances científicos, políticos, artísticos, humanistas y culturales en el devenir de la humanidad: Churchill, Lincoln, Roosevelt, Azaña, Newton, Mozart, Liszt, Beethoven, Freud, Salvador Allende, Martin Luther King, Louis Armstrong, Gandhi, Franklin, Blasco Ibáñez, Benito Juárez,Lázaro Cárdenas, George Washington, Salvador Allende, Dickens, Beethoven, Mozart, Chagall, Napoleón, Fleming, Sorolla, Ramón y Cajal, Chaplin, M. Moreno (Cantinflas), Victor Hugo, Julio Verne, Sthendal, Roberspierre, Luis XVIII de Francia, y entre los sudamericanos, Pablo de Olavide, Francisco de Miranda, Andrés Bello López, José de San Martín, Servando Teresa de Mier, Joaquín Olmedo, Simón Bolívar, Antonio de Sucre, Hipólito Unanue, Faustino Sánchez Carrión, Carlos María de Alvear, José Matías Zapiola, Andrés Bello y Tomás Guido, Juan Martín de Pueyrredón.
entre otros muchos.
La masonería desde sus tribunas ideológicas se ha contribuido a la instauración de las democracias, de los derechos civiles y del humanismo que contempla a los derechos humanos como la piedra angular de todo avance político y social.
EMANCIPACIONES AMERICANAS (y 2)
En realidad el movimiento independentista no se inició contra la monarquía de Fernando VII, todo lo contrario, fue contra el invasor francés. Para entender el proceso de emancipación es necesario conocer los motivos y el momento histórico en que se desarrollan.
En América existían varias clases sociales. El español nacido en la península, que se le llamaba peninsular, el hijo de españoles nacido en territorio americano es el criollo. Los indígenas del lugar, indios, los mestizos y los mulatos. El monopolio político era una clara diferencia favorable a los peninsulares, que en la enorme extensión del continente representaban si acaso el 1% de la población. Esto provocaba el recelo de los criollos, que aunque constituían una de las minorías poblacionales, se encontraban en lo social y en lo económico por encima de los indígenas y es claro de los esclavos negros.
Los peninsulares dominaban los cargos superiores en la administración y en la Iglesia. Pero los criollos dominaban la vida económica, pues eran los propietarios de las tierras, de los cultivos, de las minas, y se enriquecían con el comercio. Este choque entre ambos estamentos sociales fue uno de los desencadenantes de la causa independentista.
En años anteriores a las emancipaciones hubo multitud de conflictos entre indígenas y esclavos contra los terratenientes criollos. Éstos explotaban a los indios y a los esclavos negros. Por ejemplo, años antes la rebelión de Tupac Amarú no fue al principio contra los españoles. Tiempo después, en Venezuela los esclavos se alzaron los criollos como Bolivar y contra la administración. José Tomás Boves, había nacido en España, fue un auténtico caudillo popular que aunando de los resentimientos de las clases más bajas contra los abusos y explotación de la aristocracia criolla consiguió una fuerte ofensiva contra los ejércitos independentistas convirtiéndose en el azote de los seguidores de Bolívar.
Muchos indígenas se mantuvieron neutrales debido a que ninguna de sus aspiraciones coincidía con los bandos en lucha, patriotas y realistas. Incluso algunos se incorporaron a los realistas para combatir a los hacendados, que al fin y al cabo eran sus opresores.
Muchos factores incluso muy anteriores afectaron a la debilidad del poder español en América. La derrota de Trafalgar, la Guerra de la Independencia, etc. La monarquía española había ayudado a los americanos contra Inglaterra en la Guerra de Independencia Norteamericana, pero esa intervención no solo no tuvo éxito sino que sirvió para que ésta actuara contra España mediante la difusión de las ideas revolucionarias entre los criollos ilustrados y empleando la intimidación militar.
El Consejo de Regencia, que se constituyó para oponerse al rey francés, reunió a las Cortes en Cádiz el año 1810, declarando “Único y legítimo Rey de la Nación Española a Don Fernando VII de Borbón”.
La ocasión para los patriotas de América, léase oligarquía criolla, vino con el desmadre que supuso la guerra en la Península, que animó a muchos americanos a organizarse por su cuenta, y también por la torpeza criminal con que el rey Narizotas, a su regreso de Francia, reprimió toda clase de libertades, incluidas las que allí habían empezado a tomarse. Antes de eso hubo un bonito episodio, que fueron las invasiones británicas del Río de la Plata. Los ingleses, siempre dispuestos a lo suyo, piratear, y establecerse en la América hispana, atacaron dos veces Buenos Aires, en 1806 y 1807; pero allí, entre españoles de España y argentinos locales, les dieron una buena ensalada de hostias: una de esas somantas gloriosas, como la que se llevó Nelson en Tenerife poco antes, que los británicos, siempre hipócritas, procuran escamotear de los libros de Historia. No obstante en los años siguientes, aprovechando el caos español, ingleses y norteamericanos removieron la América hispana, mandando soldados mercenarios, alentando insurrecciones y sacando tajada comercial.
En América la confusión estaba instalada. Los gobiernos no sabían si aceptar al José I, hermano de Bonaparte, obedecer a las Juntas Provinciales que luchaban en la Guerra, o acatar las órdenes del Consejo de Regencia. Asimismo la promulgación de la Constitución liberal de 1812, en América, venía a complicar las cosas, pues abolía el absolutismo. En América se constituyó una Junta contra los afrancesados, pronunciándose claramente a favor del monarca español.
Desgraciadamente fue a partir de 1814 cuando Fernando VII, al recuperar el trono después de su destierro de oro en Francia, con la victoria de los españoles, inicia el absolutismo (1814-1820) y tuvo lugar la persecución y depuración de liberales y afrancesados. Y la persecución de la masonería. Fue un período de privación de libertades. La ruina absoluta de la Hacienda Pública hacía imposible la añorada posibilidad de establecer una buena situación militar en América.
No obstante las nuevas ideas europeas impregnaron la mentalidad revolucionaria de la burguesía colonial descontenta. Algunos fueron radicales en sus ideas mientras otros se orientaron por intereses del librecambismo, ya instalado, que ofrecía posibilidades de enriquecerse.
Aun así, la resistencia realista frente a los que luchaban por la independencia fue dura, tenaz y cruel. Tres siglos y pico después de Colón, buena parte de los de uno y otro bando habían nacido en América (en Ayacucho, por ejemplo, no llegaban a 900 los soldados realistas nacidos en España). El caso es que a partir de la sublevación de Riego de 1820 en Cádiz ya no se mandaron más ejércitos españoles al otro lado del Atlántico, los soldados se negaban a embarcar y los virreyes de allí tuvieron que apañarse con lo que tenían. Aun así, hasta las batallas de Ayacucho (Perú, 1824) y Tampico (México, 1829) y la renuncia española de 1836 (a los tres años de palmar, por fin, Fernando VII), la guerra prosiguió con extrema barbaridad a base de batallas, ejecuciones de prisioneros y represalias de ambos bandos. Hubo altibajos, derrotas y victorias para unos y otros. Hasta los realistas, muy a la española, llegaron alguna vez a matarse entre ellos. Hubo inmenso valor y hubo cobardías y traiciones. Las juntas que al principio se habían creado para llenar el vacío de poder en España durante la guerra contra Napoleón se fueron convirtiendo en gobiernos nacionales, pues de aquel largo combate, el ansia de libertad y aquella sangre empezaron a surgir las nuevas naciones hispanoamericanas. Gente ilustre como el general San Martín, que había luchado contra los franceses en España, o Simón Bolívar, realizaron proezas bélicas y asestaron golpes mortales al aparato militar español. El primero fue decisivo para las independencias de Argentina, Chile y Perú, y luego cedió sus tropas a Bolívar, que acabó la tarea del Perú, liberó Venezuela y Nueva Granada, fundó las repúblicas de Bolivia y Colombia, y con el zambombazo de Ayacucho, que ganó su mariscal Sucre, le dio la puntilla a los realistas. Bolívar también intentó crear una federación hispanoamericana, en plan Estados Unidos; pero eso era complicado en una tierra como aquélla, donde la insolidaridad, la envidia y la mala leche naturales de la madre patria habían hecho larga escuela. No hubo unidad, por tanto; pero sí nuevos países en los que, como suele ocurrir, el pueblo llano, los indios y la gente desfavorecida se limitaron a cambiar unos amos por otros; con el resultado de que, en realidad, siguieron jodidos por los de siempre. Y salvo raras excepciones, así continúan: como un hermoso sueño de libertad y justicia nunca culminado. Y no se trata de buscar culpables, sino soluciones.
Sucre, Artigas, Hidalgo, San Martín, Bolívar, Miranda, O'Higgins y Nariño, patriotas, libertadores, próceres de la independencia hispanoamericana.
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