lunes, 17 de noviembre de 2025

MIGUEL DE UNAMUNO

(Bilbao, 29 de septiembre de 1864-Salamanca, 31 de diciembre de 1936)
Escritor y filósofo español perteneciente a la generación del 98. Cultivó todos los géneros literarios: ensayo, novela, poesía, periodismo y teatro.
Rector de la Universidad de Salamanca de 1900 a 1914 y de 1931 a 1936, destacado opositor a la dictadura de Primo de Rivera. Diputado de las Cortes constituyentes de la Segunda República, de la que se fue distanciando hasta el punto de adherirse a la sublevación militar que dio inicio a la Guerra Civil, si bien terminó retractándose de dicho apoyo
En 1886 publicó en El Noticiero bilbaíno su primer cuento, titulado “Ver con los ojos”. Viajó a Italia y Francia en 1889. En 1891 opositó a la Cátedra de Griego de la Universidad de Salamanca ante un tribunal presidido por Menéndez Pelayo, y allí conoció a Ganivet, que optaba, ante el mismo tribunal, a la Cátedra de Granada. Unamuno obtuvo la plaza, y pocos meses después, en verano de 1891, acudió a Salamanca, que entonces era una ciudad de 23.000 habitantes, para tomar posesión de su cátedra. 

En octubre de 1894 comenzaron las contribuciones de Unamuno al semanario de inspiración socialista “La lucha de clases”.  En 1899 se celebró la oposición a la Cátedra de Filología Comparada del Latín y el Castellano de Madrid, a la que concurrió Menéndez Pidal. Unamuno, que figuraba entre los firmantes, no se presentó. En 1900, Unamuno fue nombrado rector de la Universidad de Salamanca. En 1902 apareció el primer volumen publicado por Unamuno: En torno al casticismo, que reúne cinco ensayos publicados en 1895 en la revista La España Moderna. El 26 de agosto de 1908 actuó Unamuno como mantenedor en los Juegos Florales de Bilbao, donde pronunció un discurso, que irritó a muchos, en el que instaba a abandonar el cultivo del vascuence (lengua en la que “no cabe el pensamiento moderno”) y a “irrumpir en el castellano”.
En 1915 fue elegido concejal del Ayuntamiento de la ciudad, función que desempeñó hasta 1920. En noviembre de 1917 publicó el artículo “Ni indulto ni amnistía, sino justicia”, que llevaba como subtítulo “Si yo fuese rey”. Como consecuencia se produjo el inmediato proceso del autor, y los tribunales valencianos condenaron a Unamuno a dieciséis años de cárcel por injurias al Rey de España. Se negó a solicitar el indulto y sólo aceptó pedir la revisión de su condena.
La Facultad de Letras eligió decano a Unamuno y a comienzos de 1921 fue elegido vicerrector por el claustro universitario. En 1922 Unamuno acudió a Palacio y se entrevistó con el Rey, en medio de una gran expectación.
En 1923, la instauración del directorio de Primo de Rivera despertó en Unamuno los peores augurios. En una carta a Alfonso Reyes, fechada el 23 de octubre de 1923, escribió: “El Primo ese de Rivera no tiene más seso que una rana; es un prototipo de frivolidad y vanidad señoritil”. En febrero de 1924 recibió la comunicación de que había sido destituido de sus cargos, suspendido de empleo y sueldo y condenado a pena de destierro. Pasó ocho días en un hotel de Cádiz, y allí recibió a un enviado de Martínez Anido que le ofreció el indulto a cambio de una retractación pública. Unamuno rechazó el ofrecimiento. En compañía del periodista Rodrigo Soriano, también deportado, Unamuno llegó a Las Palmas el 2 de marzo. Significativa fue la protesta de ciertos escritores extranjeros, como Romain Rolland, Max Scheler, Gabriele D’Annunzio o Leopoldo Lugones. En España, algunas reacciones a favor de Unamuno acarrearon sanciones inmediatas: Fernando de los Ríos fue procesado, y a los catedráticos de Madrid Jiménez Asúa y García del Real se les abrió expediente administrativo. Instalado ya en la pensión de Puerto Cabra se trasladó a París, adonde llegó el 21 de julio. Allí lo acogieron, entre otros, Eduardo Ortega y Gasset, Alfonso Reyes y Crawford Flitch. En agosto de 1925 decidió acercarse a España y se instaló en Hendaya.
En su refugio de Hendaya recibió Unamuno las visitas de escritores como Jules Supervielle y el conde de Keyserling. Corrió la voz de que Unamuno figuraba entre los candidatos a recibir el Premio Nobel de Literatura, y el gobierno español hizo saber al de Suecia que el escritor vasco era considerado “un factor de desorden”. En diciembre de 1929 se produjo la caída de Primo de Rivera. El 9 de febrero de 1930, Unamuno cruzó la frontera de Hendaya y pisó tierra española después de seis años de ausencia. El 11 de febrero llegó a Bilbao. La entrada en Salamanca al día siguiente, en un automóvil se produjo entre las aclamaciones de la multitud. Unamuno se encaminó directamente a casa para saludar a su familia y luego, desde el balcón, dirigió algunas palabras a los miles de personas que abarrotaban la calle, a quienes recordó que se había cumplido la promesa que hizo seis años antes en la estación, cuando partía hacia el destierro: “Volveré, no con mi libertad, que nada importa, sino con la vuestra”. El advenimiento de la República en 1931 volvió a colocar a Unamuno en un lugar destacado de la vida pública: el 12 de abril fue elegido concejal de Salamanca por la coalición republicano-socialista, y dos días después fue el encargado de proclamar la República desde el balcón del Ayuntamiento. 


El 18 de abril, el claustro universitario lo eligió nuevamente rector; el 27 del mismo mes recibió el nombramiento de presidente del Consejo de Instrucción Pública, y el 28 de junio fue elegido diputado de las nuevas Cortes Constituyentes. El día 1 de octubre de 1931, Unamuno inauguró, en su calidad de rector, el nuevo curso académico, y lo hizo “en nombre de Su Majestad España, una, soberana y universal”. A comienzos de 1932 murió su hermana María, y en noviembre Unamuno rompió con el diario El Sol y pasó a colaborar en Ahora. El 14 de diciembre la Real Academia Española eligió a Unamuno miembro de número. 1931 fue el año del fallecimiento de su mujer, Concha. En 1934 se produjo la jubilación oficial. Al acto de homenaje asistió el presidente de la República y Unamuno pronunció su última lección. Niceto Alcalá Zamora, presidente de la República, había dejado firmado un decreto por el que se nombraba a Unamuno rector perpetuo de la Universidad y se creó una cátedra con su nombre. Se inauguró el busto de Unamuno, hecho por el escultor Victorio Macho en Hendaya, que preside la escalinata del palacio de Anaya. A raíz de la Revolución de Asturias y el restablecimiento de la pena de muerte, Unamuno vio cómo el 18 de octubre se prohibía la publicación de un artículo. El 10 de febrero de 1935 asistió en Salamanca a un mitin de Falange Española, cuyo fundador, José Antonio Primo de Rivera, lo había visitado antes en su despacho. A finales del mismo mes viajó a Inglaterra para recibir el doctorado honoris causa que le concedió la Universidad de Oxford. El 10 de abril Unamuno acudió a París, con Blas Cabrera, Ortega y Gasset y otras personalidades, para asistir a la inauguración del Colegio de España, donde pronunció una conferencia sobre Quevedo. Pocos días más tarde, el 13 de abril, un decreto presidencial nombró a Unamuno ciudadano de honor de la República. En 1936, poco después de estallar la rebelión militar del 18 de julio, Unamuno efectuó a un corresponsal de la agencia International News unas declaraciones críticas contra el gobierno de Azaña. Miguel de Unamuno decide apoyar públicamente la sublevación militar que promete traer orden a la convulsa situación del país. Esto provoca la derogación, el 22 de agosto de 1936, del decreto por el que, dos años antes, se había nombrado a Unamuno rector perpetuo de Salamanca. Desde la sede del Gobierno provisional de los sublevados en Burgos y a manera de réplica, el general Cabanellas firmó el 1 de septiembre otro decreto para confirmar a Unamuno en todos sus cargos. Inmediatamente es destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca. Mientras, el general Franco consigue sumar sus tropas al frente sublevado e inicia una exitosa campaña con la secreta esperanza de hacerse con el mando único de la guerra.

La deriva sangrienta del conflicto y el encarcelamiento de algunos de sus compañeros provoca que Unamuno empiece a cuestionar su postura inicial y a sopesar sus principios. Cuando Franco traslada su cuartel a Salamanca y es nombrado Jefe del Estado en la zona nacional, Unamuno acude a su Palacio, decidido a hacerle una petición. Ocho días antes del incidente de la Universidad denunció directamente ante el dictador los desmanes del bando nacional. Miguel de Unamuno se reunió con el general Franco el día 4 de octubre de 1936 en el Palacio Episcopal de Salamanca. Unamuno le recrimina a Franco: "No se trata de conquistar; hay una diferencia entre conquistar y convertir"
Unamuno, que en principio veía con simpatía el hecho de que las fuerzas militares tratasen de poner orden en la anarquía reinante sin pronunciarse por ello expresamente contra la República, reaccionó pronto ante la ola represiva de condenas y fusilamientos que se desató en Salamanca apenas instaladas en la ciudad las fuerzas rebeldes. El día 12 de octubre, en el acto literario celebrado en el Paraninfo de la Universidad, Unamuno intervino para declarar que “La nuestra es una guerra incivil” y que “Primero hay que persuadir porque vencer no es convencer”, junto a otras observaciones que exasperaron al general Millán Astray y a otros jefes militares y desencadenaron actitudes amenazadoras. Unamuno tuvo que salir del recinto acompañado por la esposa del general Franco. A raíz del incidente, el claustro universitario pidió la destitución de Unamuno como rector, y, por decreto de 22 de octubre, las nuevas autoridades nombraron a Esteban Madruga. Unamuno permaneció recluido en su domicilio, donde aún recibió algunas visitas, y murió el 31 de diciembre.


Comentario:
Miguel de Unamuno se reunió con el general Franco el día 4 de octubre de 1936 en el Palacio Episcopal de Salamanca. Apenas cuatro días antes, el 30 de septiembre, el Boletín Oficial de la Junta de Defensa de España había publicado el nombramiento de Francisco Franco como Generalísimo de los Ejércitos y Jefe del Gobierno del Estado.
"La entrevista fue publicada en enero de 1937 en el número 52 de la revista: “Esprit: revue International”. "Fue realizada el 5 de noviembre del 36 por un periodista que trabajaba para el grupo de prensa católica belga Ven l'Avenir, seguramente Maurice Tock, y acabó publicada sin firma en la revista Esprit porque Unamuno era un referente en el pensamiento cristiano y humanista de aquella época en Europa", nos aclara el autor del libro.
"He lanzado un grito de alarma -dice Miguel de Unamuno-. He sido también el primero en proclamar que era necesario salvar la libertad de España.
Se cometen crímenes, venganzas, ejecuciones sumarias, no aquí en Salamanca, sino en Valladolid, por ejemplo, y en los pueblos apartados donde reina la fuerza y la arbitrariedad.
Esto es inadmisible. He sugerido a Franco que debía hacer reinar el orden en todas partes. No se trata de conquistar; hay una diferencia entre conquistar y convertir.
El libro de Severiano Delgado lleva como subtítulo "El acto del 12 de octubre de 1936 en el paraninfo de la Universidad de Salamanca" La estructura del libro se sostiene sobre las 15 entrevistas concedidas por Unamuno a diferentes periodistas, entre el 6 de agosto y el 26 de diciembre de 1936.
Basándose en nuevos documentos, Delgado refuerza su tesis de que fue Luis Portillo, joven profesor de Salamanca que participó en la guerra en el bando republicano y posteriormente se exilió a Londres, quien creo el mito del brutal enfrentamiento dialéctico entre Unamuno y Millán Astray. Según su investigación la realidad de lo ocurrido nada tiene que ver con lo que ha llegado al imaginario popular: "Luis Portillo construyó su relato literario sin haber estado ahí. Unamuno no contestó a Millán Astray. Anunció, al principio del acto, que lo presidía en representación de Franco (su mujer estaba sentada a su lado). Unamuno tomó la palabra para contestar un discurso previo del catedrático de Literatura Francisco Maldonado que había identificado a Cataluña y el País Vasco con la "antiespaña". Eso era algo que Unamuno no podía soportar.
Para él hablar de lo "antiespañol" o la "antiespaña" era algo inadmisible que había combatido toda su vida. Él tenía un concepto universal de lo español enlazado con el idioma. Y utilizó el ejemplo de lo ocurrido con José Rizal (fusilado injustamente por los españoles y posterior héroe de la independencia de Filipinas). Fue la referencia a José Rizal lo que hizo saltar a Millán Astray que lanzó el grito "Mueran los intelectuales traidores" porque él había combatido en la guerra de Filipinas contra los autoproclamados seguidores de Rizal". Según lo recordado por Millán Astray él, después de pedir hablar, advirtió con unas breves palabras a los jóvenes soldados para que no fuesen embaucados "por intelectuales que hacían juegos malabares con las palabras".
Para Delgado, el discurso que Luis Portillo puso en la boca de Unamuno como respuesta a una supuesta intervención anterior de Millán Astray, es una invención literaria de arriba abajo. "Ni viva la muerte, ni gritos de rigor, ni venceréis pero no convenceréis, ni retratos de Franco... Nada de eso ocurrió. Unamuno tomó la palabra y de una manera muy didáctica intentó explicar por qué vencer no era convencer y conquistar no podía ser convertir. Hace unos días se lo había explicado también a Franco. Denunció con claridad los excesos de la guerra a la que calificó como "incivil" y específicamente las barbaridades que se estaban cometiendo en la zona nacional y, especialmente, la actitud de las mujeres que acudían a los fusilamientos entre rezos y rosarios".
La fabricación de la leyenda que ha llegado hasta nuestros días, incluso reproducida en el cine a través de la película de Amenabar Mientras dure la guerra, queda perfectamente documentada con la reproducción por parte de Severiano Delgado de un sinfín de documentación. Entre ellos la primera página de dos documentos desconocidos: la nota de prensa de la Oficina de Propaganda del Gobierno de la República (probablemente redactada por Luis Portillo), y una copia mecanografiada de "Unamuno`s Last Lecture" (el artículo que Luis Portillo publicó en la revista Horizon en 1941 y que fue la fuente en la que bebió Hugh Thomas en su primera investigación sobre la Guerra Civil en 1961) sin firma ni fecha encontrada en la Universidad de Puerto Rico.

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