lunes, 22 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA - 45 - ALFONSO XIII

FINALES DEL SIGLO XIX Alfonso XII palmó en 1885, con veintiocho años, había reinado diez nada más. Dejó un futuro vástago a su esposa (la segunda) María Cristina de Habsburgo. Durante su reinado, la alternancia en el gobierno de dos partidos (conservador y liberal), no dependía del triunfo en las elecciones, sino de la decisión del rey. Su origen estuvo en la exigencia de Práxedes Mateo Sagasta de que el rey llamase a gobernar en 1881 a su partido como alternancia al de Antonio Cánovas del Castillo. Esta práctica artificial impulsada tomaba como modelo el sistema británico. Y España a lo suyo, injusticia social, alejada de la vida pública y con un nivel educacional pobre y acojonada por las tensiones del ejército arrogante. La oligarquía económica también en su historia de ganar como fuera y una Iglesia católica controlando vidas y conciencias. El Estado, dejaba en manos de la Iglesia una gran parte de la educación. La idea que se tenía del patriotismo era barato, muy popular en cosas de poca trascendencia, folclore, tradiciones religiosas, toros y poco más. De forma y manera que cualquier listo de año uno, se hacía con los mandos en los pueblos o regiones. Un pueblo fácilmente manipulable por un populista de los que nunca han faltado. La prensa también era para echarle de comer aparte. Siempre partidista y propensa a hacer negocio y manipular. Algo que ya es tradición en “esta España mía esta España nuestra, ay ay!” Pero no todo estaba pedido, había novelas que entraban en la casas y la gente leía, y la pintura se había puesto de moda, libros de la Historia Española se consultaban y todos esos esfuerzos realizados por algunos intelectuales iban a prolongarse durante la regencia de María Cristina. Pero estábamos muy lejos de los principios de democracia y de libertad que unos ilusos y extravagantes honrados patriotas habían soñado casi cien años antes, cuando promulgaron la Constitución de Cádiz. Seguíamos quedando trasconejados, por detrás de la Europa que había cogido el tren de la Revolución Industrial, y avanzaba hacia un mundo más digno e igualitario. No teníamos cultura ni educación, ni la previsión de tenerla a medio plazo. En 1895 Sabino Arana funda el PNV, con ideas independentista y católicas. Cataluña andaba pensando en promulgar una Constitución, cosas de Francisco Cambó, un conservador catalanista. Y después de este desastre del 98, del que ya hablaremos, vino lo que se dio en llamar el “Regeneracionismo” que nace con Joaquín Costa, llevado por la inspiración de la obra “Oligarquía y Caciquismo” de 1901 donde criticaba duramente el estado de cosas que estaba impidiendo una realización y concreción de la verdadera democracia, es decir el gobierno del pueblo, de todo el pueblo y no solo del partido que, ganador en comicios pero que no reconoce a ningún otra idea que no sea la suya, plagada de intereses y corrupción. A finales de siglo hay un renacimiento cultural que se dio en llamar la “edad de plata”. La ciencia, la música, la literatura y la pintura alcanzan un grado de expresión extraordinarios incluso a nivel internacional. Personajes como Sorolla, Unamuno, Falla, Pérez Galdós, Ramón y Cajal, Menéndez y Pelayo, Benavente, entre otros son los responsables de este florecimiento. Algo típicamente español, cuando todo está jodido, es cuando aparecen los mejores intelectuales. Pero todos los novelistas no narran las desventuras del campesinado ni de la clase obrera. Tampoco les interesa el mundo de la política. En la música triunfa la zarzuela, género auténticamente español. Pero descolló sobre todas las artes la arquitectura. Se construyen grandes edificios públicos.
Y a todo esto llegamos al 17 de mayo de 1902, fecha en que Alfonso XIII cumple la mayoría de edad necesaria para ocupar el trono, 16 añitos. Y lo avisa ya en su discurso en el primer Consejo de Ministros, su decisión de participar en los asuntos políticos y ser protagonista de lo que las leyes le indican, incluyendo el de jefe del Ejército. De todas formas en los primeros años de reinado se notaba la influencia que tenía su mamá sobre el joven rey. Pero aunque las cosas marchaban no del todo mal, vino un suceso desgraciado en unos yacimientos mineros cerca de Melilla donde murieron en la revuelta (del Rif) y entre trabajadores y militares emboscados murieron más de 150 españoles. Luego se solucionó el asunto con el envío de tropas en el verano de 1909. Ese verano las cosas se calentaron. En Barcelona hubo una insurrección militar y anticlerical, para oponerse al envío de tropas a África, reservistas casados y con hijos la mayoría, que eran muchos catalanes. Esto se tomó como una provocación. Huelga general y la violencia se desató. Barcelona se llenó de barricadas y el pueblo, manejado por demagogos y oportunistas de líderes radicales, comenzó la quema de iglesias y conventos ante la pasividad del ejército. Se quemaron 80 edificios religiosos y murieron entre sacerdotes y civiles unas 100 personas. Se profanaron tumbas de religiosas de clausura y las pasearon por la ciudad en un espectáculo macabro. La llegada de tropas y la nula organización de los revoltosos hizo que se pudiera controlar la situación. La Semana Trágica de Barcelona había acabado. La burguesía catalana, respiró al fin. Se iban manifestando dos tendencias claramente contrapuestas, la derecha y la izquierda, el socialismo y conservadores. Y en la izquierda el socialismo manifestaba sus reivindicaciones pacíficamente y en los anarquistas, enemigos de un orden general establecido, “Ni Dios, Ni patria Ni rey”, pensaban que la forma de ir arreglando las cosas era a base de violencia. En los sucesos de Melilla, en el verano de 1909, murieron 150 españoles, y en Barcelona a causa del reclutamiento para esa solución militar se desencadenó la “Semana Trágica”. De esta forma en el país el anarquismo, que quiere decir la ausencia de leyes, se transformó en sinónimo de terrorista. El auge burgués e industrial del momento estaba metiendo mucho dinero en las provincias vascas, Asturias y sobre todo en Cataluña, donde ciudades como Barcelona, Sabadell, Manresa y Tarrasa, con sus manufacturas textiles y su proximidad fronteriza con Europa, aumentaban la riqueza y por supuesto inspiraba, al igual que hoy, un sentimiento de superioridad al resto del país. No era un sentimiento separatista todavía pero si de descentralizar el estado, un federalismo. Y para arreglar las cosas se desata la Primera Guerra Mundial. España se declara neutral, aunque el rey era algo germanófilo ya que la reina era de origen alemán. Y el país se divide en las opciones. La izquierda, intelectuales y nacionalistas simpatizaban con los aliados y los franceses. Y los conservadores y el ejército simpatizantes con los imperialistas. Dos bandos, cultura alemana o civilización aliada. En 1916 los militares de la península estaban jodidos en comparación a los destinado a África. Sometieron a presiones al gobierno y a la corona. Pero al menos controlaban los problemas sociales.

domingo, 21 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-44- ALFONSO XII

Todo el siglo XIX había sido un desastre. Repasando vemos que hemos tenido, un rey cornudo, que abdicó dos veces, otro traidor y corrupto, otro francés impuesto. Una guerra sangrienta en la que el pueblo solito se levantó y luego mandó al carajo al mismísimo Napoleón. Varias regencias y una reina inútil. Un rey italiano elegido por votación. Tres guerras civiles, luego una república que no llegó a dos años. La pérdida de casi todas las posesiones americanas tras una guerra sin cuartel, una primera insurrección en Cuba, una guerra cantonal. Todo el siglo XIX fue de los peores de nuestra historia. Y la gente del pueblo estaba harta. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Con lo cual comenzamos a entrar en una etapa conocida como la Restauración Borbónica. Un sistema monárquico que comienza a finales de 1874, final de la Primera República y llega hasta el 14 de abril de 1931, proclamación de la Segunda república. Es decir que después del Sexenio democrático, recupera el trono la dinastía Borbónica con Alfonso XII. En diciembre de 1874, el general Martínez Campos proclamó rey a Alfonso XII, por una cuestión sexual, le salía de allí. La verdad es que la abdicación de Isabel II no había llegado a Madrid desde París. Y también se prefería primero promulgar la nueva Constitución (que fue la de 1876). Alfonsito de Borbón, el hijo en el exilio de Isabel II, que tenía 18 años y era un chico agradable, bajito, moreno y con patillas, sensato y bien educado. La cosa resultó muy bien acogida, Serrano hizo las maletas, y el joven Borbón vino de Francia, desembarcó en Barcelona, y a primeros del año 1875 hizo una entrada solemne en Madrid, con el entusiasmo del mismo pueblo que decía y sabía que su madre había sido un putón. Pero el pibe vino como agua de Mayo. Cánovas era un político serio, presidente del Consejo de Ministros. El monarca caía muy bien, claro que era un putero, pero eso es de familia. Pero tenía sentido común. Se había casado por amor con la hija del duque de Montpensier, que era enemigo político de su madre. Ella se llamaba María de las Mercedes. (Vicente Parra y Paquita Rico), peli que lo explica, pero que para los que les sube el azúcar no está recomendada. Pero se ganaron el corazón de las marujas y todo cristo tuvo un subidón optimista. Todo iba de momento sobre ruedas, pero, hete aquí, que muere Mercedes. Funerales memorables y lágrimas a raudales por doquier. Pero hizo que el pueblo se pusiera de parte del rey como nunca había pasado. Otra oportunidad, pero… Alfonso XII murió en 1885 y sólo reinó diez años. Pero al menos España estaba en un momento próspero. Se fue formando una clase media. Lo que nunca. El quilombo Cubano estaba ya tranquilizado merced a la “Paz de Zanjón”. Los carlistas estaban más serenos después de su tercera guerra y derrota y hasta el pretendiente Carlos dijo “hasta luego Lucas” y como todo español que huye se fue a Francia. Mientras tanto ya había negocios prósperos en Asturias, Vascongadas y Cataluña se estaban forrando con su tres por ciento o lo que fuera. La minería, las industrias subsidiarias, todo esto en las Vascongadas y en Cataluña por el estilo, industria de telas y exportaciones, todo ello cimentado por la banca creciente, etc. Parlamentarios monárquicos felices con el rey y parlamentarios republicanos que en su mayor parte, tras la disparatada experiencia reciente, no creían un carajo en la república. Todos eran dinásticos. Se había promulgado en 1876 una Constitución que estaría en vigor más de medio siglo, hasta 1931. Se trataba de una monarquía parlamentaria a la manera inglesa. Cánovas líder del partido conservador y Sagasta líder liberal, se repartieron la gobernación del país de forma pacífica y constructiva. El periodo llamado de “Alternancia” Ninguno de los dos cuestionaba la monarquía. Todo con vaselina. Claro que se beneficiaban algunos sinvergüenzas ya que unos se iban y se ponían a otros y así sucesivamente. Pero había paz y estabilidad. A comienzos de 1879, Martínez Campos vino de Cuba para ponerse al mando de un nuevo gabinete. El fondo de la cuestión era una reforma profunda en las leyes para Cuba, la primera abolir la esclavitud. Finalmente se aprobó pero quedó aparcado su cumplimiento por la nueva boda del rey, que era viudo, las clases terratenientes de la isla consiguieron aplazar el acuerdo. Hasta que en febrero de 1880 se consiguió abolir la esclavitud en Cuba. En 1881 Sagasta ocupaba la jefatura del Gobierno. Llevó importantes cambios muy bien vista por gran parte de la sociedad. Autorizó la libertad de reunión, indultó a los periódicos suspendidos, estableció la libertad de prensa suprimiendo la censura previa. Inició una nueva política educativa. Otorgó el título de Princesa de Asturias a la infanta María de las Mercedes, título desierto a la espera de un hijo varón. Es claro que siempre hay gente que nace para tocarlos. Y hete aquí que el anarquismo, muy activo en Andalucía rechazaba todo tipo de participación electoral, todo lo contrario que los socialistas. Y en 1883 los sucesos de “La mano negra”, personajes de presunta filiación anarquista, se le atribuyeron asesinatos y diferentes acciones violentas y delitos. Fueron juzgados y ejecutados siete hombres. Lo cierto es que el campo andaluz atravesaba momentos de verdadero estancamiento.
Pero el gobierno obligado por las circunstancias fue girando de centro liberal a la izquierda para que en enero de 1884 Cánovas formara su segundo gobierno, claramente de derechas. Para el verano el gobierno estaba en crisis, para colmo un conflicto naval casi nos provoca una guerra con Alemania, que gracias al papa León XIII se pudo solucionar por vía diplomática. En la primavera de 1884 Alfonso XII enfermó de tuberculosis. Moriría en noviembre de 1885. La restauración estaba en peligro. Los partidos Liberal y Conservador acordaron la regencia de María Cristina, que había quedado viuda estando embarazada. Pero no presintieron el futuro. La España cainita, desde Viriato para aquí, se iba a hacer notar. Por ejemplo a la Iglesia todo lo que oliera a reforma y progreso le producía ampollas. La educación pública, el sufragio universal, la libertad de culto, el divorcio, etc. Y, cosa de este país, en cierta forma estaban de acuerdo con las izquierdas que tampoco estaban conformes con tibiezas. Querían aún más. Por un lado se consiguió un feroz anticlericalismo que con el tiempo se saldaría trágicamente. Hoy nos parecerá una barbaridad estos datos, por ejemplo la esperanza de vida era en aquellos tiempos de 29 años, las jornadas de trabajo de 12 horas. El 50% de los niños morían antes de los 5 años. El jornal en la industria era entre 3 y 5 pesetas, y en el campo de 1 peseta. En la familia tenían que trabajar todos los miembros, incluso los niños, pues un jornal no llegaba para sostenerlos. El 70% de la población era analfabeta. En la política existía la oligarquía, es decir el gobierno de unos pocos, generalmente pactado para distribuirse el poder. También se recurría a los “caciques” en los pueblos y comarcas, que eran los que conseguían manejar las votaciones y las inclinaciones necesarias para ello en el pueblo. Las elecciones estaban manipuladas, votaban los fallecidos, se ponían trabas a los electores contrarios y se les facilitaba a los adeptos. Los pucherazos eran algo corriente. Así las cosas la emigración comenzó hacia las ciudades y hacia América por parte de la gente joven. Tenemos todavía pendiente hablar de la Revolución Industrial, la condición de la mujer, de la evolución del pensamiento, la pérdida de Cuba, de Filipinas y Puerto Rico. En fin, que hay para rato.

viernes, 19 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA-43- PRIMERA REPÚBLICA ESPAÑOLA

El mismo día en que abdicó el rey Amadeo I de Saboya el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento. La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario del sexenio, en cuanto a los más caracterizados rectores del republicanismo democrático, Figueras, Pi Margall, Castelar, Salmerón y otros, aparecieron como los únicos capaces de materializar los ideales de la revolución de 1868. El Partido Republicano llegó al poder dividido entre unitarios y federales y éstos a su vez entre intransigentes y moderados, según el método a emplear para una España federal. Desde el 11 de febrero de 1873 hasta el 29 de diciembre de 1874, en los veintidós meses que duró, tuvo la Primera República Española ocho ejecutivos en total, 5 durante la República Federal y otros 3 durante la República Unitaria, A saber: Presidencia de Estanislao Figueras (11 de febrero -24 de febrero de 1873) y Segundo Gobierno (24 de febrero-11 de junio). Presidencia de Francisco Pi y Margall (11 de junio- 18 de julio). Presidencia de Nicolás Salmerón (18 de julio-7 de septiembre). Presidencia de Emilio Castelar (7 de septiembre de 1873-3 de enero de 1874). Presidencia de Francisco Serrano, Primer Gobierno (3 de enero-13 de mayo), Segundo Gobierno (13 de mayo-3 de septiembre), Tercer Gobierno (3 de septiembre-29 de diciembre). Por esas fechas en el pueblo español había un 60 por ciento de analfabetos. Nuestra querida España estaba sometida a generales, obispos y especuladores financieros, la política en manos de jefes de partidos sin programa, y las elecciones una comedia. La educación pública no interesaba un carajo a la clase política. 6.000 pueblos carecían de escuela, y de los 12.000 maestros censados, la mitad se clasificaba oficialmente como de escasa instrucción. En cuanto a la industrialización que otros países europeos encaraban con eficacia y entusiasmo, en España se limitaba a Cataluña, el País Vasco y zonas periféricas como Málaga, Alcoy y Sevilla. Talleres y fábricas, a juicio de la clase dirigente española, eran peligroso territorio obrero. De ahí que el atraso industrial y la sujeción del pueblo al medio agrícola. Y se proclamó la República, por 258 votos a favor y 38 en contra, curiosamente sólo había 77 diputados republicanos. Unos la querían unitaria y otros federal. Sin haber aprobado una nueva Constitución, para unos la federación era un pacto nacional, para otros la autonomía regional, para otros una descentralización absoluta. Se sucedieron cuatro presidentes. Estanislao Figueras, un abogado catalán. ¡El primer gobierno duró quince días! Crecida la anarquía por todas partes, Figueras se marchó en secreto a Francia, (¿Dónde si no?) Sin presentar la dimisión. Le sucedió Pi y Margal. Gobernó 37 días. Luego vino Nicolás Salmerón, persona moral y federalista. Comenzó a poner sitio a Cartagena donde los cantoneses (insurrección cantonal) se habían apoderado de la escuadra. Como no quiso firmar penas de muerte dimitió, duró 51 días. Luego Emilio Castelar, uno de los pocos que nunca había cambiado de partido. Para evitar la inestabilidad del Parlamento lo suspendió hasta enero de 1874, gobernando por decreto. Entretanto en Cuba había estallado la insurrección independentista. Y los carlistas, viendo amenazados los valores cristianos y la cuestión foral, volvían a echarse al monte, empezando su tercera guerra. El ejército era un descojone total, de forma que sólo había un general que no se había sublevado nunca, y al que los compañeros tachaban de maricón. Así que no es de extrañar que un montón de lugares empezaran a proclamarse federales e incluso independientes por su cuenta. Fue lo que se llamó insurrección cantonal. A este desatino, llamado República solo la reconoció EE. UU. y Suiza. Tal era la confianza que generaba. Se redactó una Constitución que nunca entró en vigor, en la que se proclamaba una España federal de “diecisiete estados y cinco territorios”, pero una treintena de provincias y ciudades se proclamaron independientes unas de otras, llegaron a enfrentarse entre sí y hasta a hacer su propia política internacional, como Granada, que abrió hostilidades contra Jaén, o Cartagena, que declaró la guerra a Madrid y a Prusia, con dos cojones. Eso se llamó Insurrección Cantonal. Se mezclaban federalismo, cantonalismo, socialismo, anarquismo, anticapitalismo y democracia. Un caos peligroso, lleno de quimeras y proyectos irrealizables.
Se legalizó el divorcio, se confirmó la libertad de culto, para cabreo de la Iglesia, y se suprimió la pena de muerte. Pero en lo administrativo era un desastre. Una España fragmentada e imposible todo eran fronteras interiores, milicias populares, banderas, demagogia y disparate, y los militares estaban mal vistos y además no los obedecía nadie. La guerra cantonal se prolongó en Cartagena y en Andalucía durante cierto tiempo. Pi y Margall al frente del gobierno se vio desbordado por la rebelión cantonal y también por la marcha de la Tercera Guerra Carlista, que campaban por sus respetos con total libertad en las Vascongadas, Cataluña y Navarra, y se extendían en lo posible al resto. El pretendiente autoproclamado Carlos VII tenía un gobierno con sus ministerios, acuñaba moneda y recibía ayuda de Francia. Hasta que el gobierno envió a los generales Martínez Campos y Pavía para liquidar el asunto por las bravas, cosa que hicieron a cañonazo limpio. Mientras tanto, como las Cortes no servían para nada, a los diputados, que ya ni iban a las sesiones, les dieron vacaciones desde septiembre de 1873 a enero de 1874. Y el 29 de diciembre de 1873, cuando se reunieron de nuevo, el general Pavía, respaldado por la derecha conservadora, sus tropas y la Guardia Civil, rodeó el edificio. Los republicanos decidieron morir defendiendo a la patria y la República, y ¡bla bla blá! Pero en cuanto oyeron el primer tiro al aire cambiaron su forma de pensar. Se marcharon sin saludar estos también, corriendo o arrojándose por las ventanas, (¡auténtico!). Y, cual sainete, de esta forma grotesca y burda acabó lo que nunca fue República Española, sino un quilombo insensato, pero con muertos, hambre y caos. Todo el siglo XIX había sido un desastre. Y la peña, es decir la gente del pueblo estaba hasta los escrotos. Se necesitaba ya estabilidad, seriedad, trabajo, normalidad, justicia y que hubiera sanidad, educación y dejarse de salvadores de todo tipo. Lo de siempre. Así que algunos políticos, tomando el pulso al ambiente, empezaron a plantearse la posibilidad de restaurar la monarquía y así, el 29 de diciembre de 1874, después del golpe de Pavía, el general Martínez Campos en un pronunciamiento militar en Sagunto proclamó rey a Alfonso XII, hijo de Isabel II, y cerró con ello el sexenio revolucionario, porque le pareció lo más apropiado. Es decir con un par…

jueves, 18 de abril de 2019

EDAD CONTEMPORÁNEA -42- HACIA LA PRIMERA REPÚBLICA

¿Por qué le doy tantos capítulos al siglo XIX? - Fijaros que tuvimos de rey a Carlos IV, a José I, a Fernando VII, a la regencia de María Cristina, al reinado de Isabel II, luego vendría Amadeo I de Saboya, luego la Primera República y después a Alfonso XII. También hay que contar cinco presidentes de República, generales que pasaban por allí, pronunciamientos militares, tres guerras carlistas, dos coloniales, tuvimos dieciocho formas de gobierno diferentes, solapadas, mixtas, opuestas y combinadas. Seis Constituciones, la de 1812 de Cádiz, El Estatuto Real de 1834, las de 1837, 1845, 1869 y 1876, y el Estatuto de Bayona de 1809 que prácticamente no funcionó. La ambición de poder, los desgobiernos y la mala leche, que nos legaron ya los celtas, estaba organizada para que el país se fuera yendo al carajo. Las desamortizaciones, que en principio la cosa sonaba bien en realidad solo valieron para los que era de la Iglesia, pasara a manos de ricos hacendados. Se reforzó el papel de la oligarquía y para colmo las propiedades que no interesaban, monasterios, conventos y otras haciendas se olvidaban, se abandonaban y así han llegado hasta nosotros. Hechas un asco muchas de ellas. Pero los campesinos vivían igual o peor, se crearon proletariados por causa de una mala industrialización en grandes núcleos urbanos, obreros mal pagados y hambrientos que rumiaban un justificado rencor. De todas formas, el virus del ruido de sables ya estaba allí. Los generales protagonistas empezaron a participar activamente en política, y entre ellos destacaron tres, Espartero, O'Donnell y Narváez, los de las calles de Madrid.
En 1848 la crisis económica era terrible y hubo pánico en la Bolsa de Madrid al conocerse la oleada revolucionaria de París, en marzo hubo intentos más o menos serios de revolución que fueron sofocados. La verdad que fue un fracaso. También el 7 de mayo cuando se sublevó el ejército en Madrid con ramificaciones en Sevilla, Barcelona y Valencia. Se disolvieron las Cortes, se detuvo a unos cuantos, consejos de guerra, conmutaciones y pelillos a la mar. En cambio en 1854 hubo un pronunciamiento liberal que desencadenó una disputa entre rebeldes y leales, sin muertos y sin victorias. Pero hubo un manifiesto, lo presentó la Unión Liberal que era un grupo político nacido en la época moderada, (la regencia de María Cristina). Proponían moralidad pública, (¡já!), desaparición de las camarillas en palacio, (¡jajá!), y creación de Juntas en toda España. La reina se vio obligada a llamar al que fuera su regente, el General Esparteros, ya convertido en héroe nacional. El reinado de Isabel II fue una precariedad política. Hubo de nombrar en total 32 Jefes de Gobierno. Para colmo, por otro lado, las relaciones entre Marruecos y España siempre fueron tensas. Una partida de moros atacó la guarnición de Ceuta. Y basta que nos toquen el orgullo y un par de cosas para que se despertara el sentimiento patriótico popular. España recibió el apoyo de las cancillerías de Europa, y casi es esto lo que obligó a iniciar una guerra que fue declarada en octubre de 1859. Y aquí estimado amigo lector encontramos como en Cataluña y Las Vascongadas (se llamaban así), se crearon oficinas de reclutamiento voluntario en las que se alistaron un cuantioso número de carlistas de Navarra. Ese patriotismo no se veía desde la invasión napoleónica. En Barcelona se organizó un desfile para despedir a los voluntarios, con bendición del capellán de Monserrat y toda la pesca. La guerra de África fue algo corta, la dirigió O´Donnell, y en Castillejos el general Prim, que orientó a la toma de Tetuán como paso previo a las condiciones de negociación. Se firmó lo que se llamó el Tratado de Wad-Ras. Como ya se dijo en capítulos anteriores, en 1866 una fuerte crisis económica, con quiebras empresariales, restricción de créditos, caída de las bolsas, una desocupación laboral, malas cosechas, para colmo, y como no, la especulación y la corrupción, es decir los tres factores importantes, la economía, la política y la sociedad, crearon un escenario que produjo la desintegración del régimen isabelino. Un pronunciamiento militar en Cádiz en septiembre de 1868 fue el detonante de la revolución llamado “La Gloriosa”, y comienza aquí el sexenio revolucionario. El apoyo popular fue inmenso. La reina, con el ambiente calentito que se respiraba, se piró a la francesa, es decir sin saludar, y se marchó sin renunciar a la corona y sin abdicar. Por supuesto se fue dónde van todos los desesperados, a Francia. Se negaba a abdicar, la muy burra, hasta que dos años después, en junio de 1870 firmó su abdicación. Lo hizo en su hijo Alfonso, que tenía 13 añitos. Y en vez de guardar las composturas, nunca lo había hecho, se dedicó a criticar todo lo que se le ponía por delante y que les recordara a los políticos que le habían llevado a esa situación. A la vez que teníamos la revolución de 1868 en Cuba se iniciaron unas insurrecciones que desencadenarían la Guerra de los Diez Años. Un poema de situación, que era poco halagüeña ya que los pequeños ingenios azucareros sustentados en la mano de obra esclava no podían competir con las modernas máquinas de vapor y los nuevos impuestos introducidos por la Metrópoli para paliar su propia crisis culminaron la paciencia de los pequeños propietarios. Los ingenios azucareros liberaron a los esclavos y el 10 de octubre de 1868 se desató el levantamiento contra la ocupación española, extendiéndose la insurrección en toda la isla. Aunque el Gobierno de Madrid decretó algunas medidas liberales, la guerra de guerrillas se había extendido por todo Cuba y la situación parecía irreversible. Los españoles se aprestaron a organizar la resistencia dando así lugar a una guerra de diez años. Se enviaron tropas y finalmente se zanjó la situación con la firma de la llamada “Paz de Zanjón”, por la que el ejército independentista cubano no capitulaba y los principales cabecillas salían de Cuba con destino al exilio. En otro orden de cosas, en Madrid el gobierno provisional organizó el asunto gubernamental. Las Cortes promulgaron una nueva Constitución, (1869) que establecía la monarquía como forma de gobierno y una serie de medidas de carácter liberal, pero no mucho. Por lo que las Cortes, al abdicar la reina ninfómana, (así la llamaban), establecieron una regencia al general Serrano y éste encargó a Prim formar gobierno. Su tarea era encontrar un príncipe adecuado para la corona de España y lo encontró en la persona de Amadeo de Saboya, que sería elegido rey en el mes de noviembre de 1870. Solo puede pasar en España que sea elegido un rey por votación en un parlamento. Pero así fue. Y como siempre hasta en eso España es diferente, y el rey no tuvo apoyos de casi nadie, ni de la derecha ni de la izquierda ni de su padre. Bueno de éste sí, porque era el padre, políticamente hablando, era Prim, un héroe catalán de la guerra de África, que fue asesinado en Madrid al mes siguiente, y con él desaparecía el principal apoyo del rey.
Amadeo tuvo serias dificultades debido a la inestabilidad política española. Hubo seis ministerios en dos años que duró su reinado, e intentaron asesinarle el 19 de julio de 1872. El pobre rey enloquecía ante las complicaciones de la política española. “Ah, per Bacco, non capisco niente!”, solía exclamar. En realidad Amadeo era un tío majo, liberal. Pero claro, en la España de envidia y mala leche de toda la vida, eso no podía funcionar nunca. Y encima, a Prim, que lo trajo, se lo habían cargado de un trabucazo antes de que el rey tomara posesión. Así que, hasta las pelotas de nosotros, Amadeo hizo las maletas y nos mandó a tomar por saco. Dejando, en su abdicación, un exacto diagnóstico del paisaje: “Si al menos fueran extranjeros los enemigos de España, todavía. Pero no. Todos los que con la espada, con la pluma, con la palabra, agravan y perpetúan los males de la Nación son españoles”. Terminó hasta los pelos. Se marchó convencido de que los enemigos de España eran los propios españoles. No estaba descaminado el hombre. Corto espacio estuvo en el trono. Tragedia de un hombre que fue llamado para ser rey de un país en el que ninguno de sus súbditos quiso concederle la menor oportunidad. El mismo día en que abdicó Amadeo I, el 11 de febrero de 1873, reunidos en la Asamblea Nacional, a pesar de que la reunión no era constitucional, se declaró que la República era la forma de gobierno a partir de ese momento. La I República marcó, en su corta duración, la culminación de proceso revolucionario iniciado en 1868.

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...