martes, 10 de noviembre de 2020

38.- REINOS CRISTIANOS - CASTILLA (8)

El rey Enrique IV en 1468, se encuentra en una situación muy complicada. Su hermano Alfonso había muerto y su mujer estaba embarazada de otro hombre, lo que quedaba claro que la sospecha de la bastardía de su hija Juana fuera cierta ya que el rey no había tenido hijos con su primera mujer y con Juana pasaron siete años hasta el parto de Juana, (la Beltraneja). Esto contribuyó a que se decidiera a negociar. La poderosa Liga Nobiliaria a modifica su estrategia, eligiendo a Isabel para heredera al trono.
Se señaló la fecha del 19 de septiembre de 1468 para la entrevista en Guisando. Un día antes, en Cadalso, (a dos horas de Guisando), ambas partes firmaron un documento en que se señalaba las cosas de las que se hablaría. Erróneamente se ha llamado a este documento el Tratado de los Toros de Guisando. Al día siguiente se realizaron los actos, pero no se firmó ningún documento, pero se acordó, primero detener la guerra. Segundo, Isabel sería reconocida como Princesa de Asturias, otorgándose su juramento por las Cortes y la Junta de la Hermandad en el plazo de cuarenta días. Tercero, Isabel recibirá rentas y propiedad como el Principado de Asturias, las rentas de Ávila, etc. Cuarto, Isabel se comprometía a casarse con quien el rey acordase, con el consejo del arzobispo. Pero la princesa se reservaba el derecho a rechazarlo. Quinto se establece que el rey no está legítimamente casado con Juana de Avis “a servicio de Dios”, es decir, que aquel matrimonio entre primos segundos se realizó sin dispensa papal. Se haría divorcio y separación entre ambos, enviándose a ella a Portugal, dado su grave pecado de concubinato. Sexto, la “hija de la reina”, (por no certificar quien era su padre), será llevada a la Corte permaneciendo en ella. Al no estar casados sus padres, era hija ilegal. Pues bien. De momento estaba todo aclarado. Enrique ordenó detener la guerra y que se reconociera a Isabel como su heredera en el trono. Dado que Isabel estaba en Ocaña al amparo del marqués de Villena, Pacheco, este intrigante e incumplidor de pactos como sabemos, dejó pasar los cuarenta días acordados para el Juramento por las Cortes. Pacheco, astuto manejaba la situación e Isabel, que tenía aún diecisiete años y no contaba con experiencia en asuntos de Estado aún. Pero desde luego tonta no era, con lo cual en secreto encargó a persona de confianza que llevase un documento para su firma y hacer público lo firmado en Cadalso por el rey, haciendo hincapié en las donaciones que incluían el Principado de Asturias. Todo lo encomendado fue realizado y cuando el marqués Pacheco, tempo después, quiso deshacer lo hecho en Guisando, se encontró con la sorpresa de que tanto en Asturias como en Vizcaya no solo se negaron a obedecer, sino que reafirmaron su fidelidad a la princesa, en quién veían encarnarse la antigua legitimidad, y Covadonga, origen de aquella lucha por la recuperación de la cristiandad, no era para el pueblo asunto baladí.
Hay que tener en cuenta que Según Manuel Colmeiro, de la Academia de la Historia, en su libro “Introducción a Cortes de los antiguos Reinos de León y de Castilla” nos dice : “Es sabido que Enrique IV, muerto su hermano el Príncipe D. Alonso, mandó jurar Princesa y heredera de sus reinos a la Infanta Doña Isabel el 19 de Setiembre de 1468 en la venta de los Toros de Guisando. Concurrieron a esta ceremonia, que tanto pesó en la balanza de la fortuna de España, muchos prelados y caballeros que con el Rey estaban. Un pueblo innumerable fue testigo de aquella solemnidad, a la cual faltó para ser completa la presencia de los procuradores de las ciudades y villas del reino. Subsanaron la falta las Cortes de Ocaña de 1469, pues según la carta que la Princesa Doña Isabel escribió a Enrique IV, cuando ya meditaba el Rey el rompimiento con su hermana, después en la villa de Ocaña “por mandado de vuestra señoría, otros muchos prelados e procuradores de las cibdades e villas... lo juraron, según que vuestra señoría bien sabe, e a todos es notorio”.
Confirmada la jura de la Princesa en las Cortes inmediatas, se desvanecen todos los escrúpulos acerca del derecho de sucesión en la Corona que asistía a doña Isabel; derecho declarado por el único tribunal competente, que no pudo invalidar la jura posterior de doña Juana, hija presunta del Rey, en el Ayuntamiento de grandes, prelados y caballeros de Val-de-Lozoya, porque no se reunieron allí los tres estados del reino, como era necesario, para anular la concordia de los Toros de Guisando” Se refiere aquí el historiador al repudio realizado por el rey por la boda de Isabel y Fernando en 1469, que no contaba con su aprobación como señalaba los Pactos de los Toros de guisando. El rey reconoció nuevamente los derechos de su hija Juana en la Ceremonia de la Val de Lozoya el 25 de noviembre de 1470, pero no asistieron allí representantes de los tres estados del reino, como era preceptivo para anular el pacto anterior. No obstante unos cuantos nobles con Pacheco a la cabeza hicieron lo imposible para incumplir lo de Guisando. Pactaron casar a Isabel con Juan V de Portugal, (el africano), que la llevaría a su tierra, y por la enorme diferencia de edad es posible que no nacieran hijos, y se casaría a Juana con el príncipe heredero de Portugal, Joao. Se reconocerían los derechos tanto de Portugal como los de Castilla para la segunda pareja y se retiraba a Isabel de la escena política a la vez que también a los temidos aragoneses. Los embajadores de Enrique ya estaban en Roma para solicitar la dispensa papal para ambos matrimonios, estableciendo así un infranqueable argumento respecto a cualquier demanda que se plantease desde Aragón a favor de Fernando. Pero recordemos que en el acuerdo de Guisando, existía la posibilidad de que Isabel rechazara al pretendiente ofrecido por el rey. También sucedió que Juana de Avis no había sido enviada a Portugal. Tanto Pacheco como el rey estaban incumpliendo sus palabras. En enero de 1469 llegó la embajada portuguesa a concertar las condiciones el matrimonio de Alfonso V, (el rey portugués), viudo a la sazón, con Isabel, pero está claro que ella se negó rotundamente. Y en junio de 1469 la Cancillería Pontificia expidió la dispensa para el parentesco entre el rey de Portugal e Isabel. El portugués rechazado ya no volvió a ocuparse del asunto y durante años estuvo ajeno a los asuntos de Castilla. Pero los consejeros de Enrique establecieron que la princesa debía obedecer al rey, su señor, y al no hacerlo el rey quedaba facultado, por poder real, a revocar su nombramiento de sucesora. Isabel dio aquí otra muestra más de su templanza e inteligencia. Argumentó que al aceptar el rey en el documento de Guisando, que Juana no era nacida en matrimonio legítimo, por consecuencia no se la había dado nada a Isabel, sólo se le había reconocido una condición en derecho de heredera, y si ella no existiese a la muerte del rey, la corona pasaría a Fernando de Trastámara, hijo del rey de Aragón, esto era lógico ya que Fernando era un Trastámara. En este punto podemos suponer que la opción de la boda con Fernando ya la consideraba Isabel.
-------- Recreación popular del tratado de los Toros de Guisando ------ Enrique IV, presionado por Pacheco despidió a los consejeros de las Cortes, sin que tuvieran oportunidad de pronunciarse. Con lo cual, además de no enviar a Juana de Avis a Portugal, no había entregado las villas que debían de constituir las rentas de Isabel, había transcurrido más de siete meses del tiempo pactado para cumplir los acuerdos con las Cortes, e Isabel en abril de 1469 era casi una prisionera en Ocaña en manos de Pacheco. Se le propuso al duque de Guyena, un francés hermano de Luis XI, un indeseable y deforme persona que la hubiera llevado a Francia, que por supuesto rechazó. Con estos datos para Isabel una cosa estaba clara, el rey había incumplido los pactos habidos. Fundamentalmente porque había disuelto las Cortes. Aparece en escena Pieres de Peralta, un “mosén” (tratamiento usado en Aragón antiguamente reservados a los ciudadanos honorables). Enviado por Juan II de Aragón para ir tratando el matrimonio de su hijo con Isabel. El arzobispo Carrillo fue un entusiasta defensor de esta causa, ya que buscaba reforzar su influencia. No había muchos partidarios castellanos temerosos de la reclamación de bienes confiscados a los aragoneses. Tres meses después de llegar, Peralta comunicó a Carrillo que Isabel le había dicho “me caso con Fernando o con ningún otro”. Debemos entender la frase como es, o sea que se casa con Fernando, o se quedaba soltera, sin problema alguno. Había otra cuestión que se tuvo que lidiar: Isabel y Fernando eran hijos de primos hermanos, y era imprescindible una dispensa para legitimar el matrimonio. Pero se entendía que mientras la solicitud presentada no fuera negada por el papa, ésta ilegitimidad no existía. El riesgo es que se resolviera a posteriori. Recreación del tratado de los Toros de Guisando con motivo del 550 aniversario.

jueves, 5 de noviembre de 2020

37.- REINOS CRISTIANOS - CASTILLA (7)

El rey Alfonso XII de Castilla (el hermano de Isabel), proclamado por algunos nobles en la Farsa de Ávila, había fallecido en julio de 1468. La guerra de Sucesión por la corona se termina y se busca un pacto. Aprovechando la cuestión, el obispo Fonseca, que había sido uno de los que examinaron el proyecto del segundo matrimonio de Enrique IV, nuevamente dictaminó que Alfonso había sido el legítimo heredero a la corona. A todo esto, Diego de Mendoza, fiel al rey, se marchó llevándose a la hija de éste, Juana. Enrique IV estaba en Segovia con Beltrán de la Cueva y la reina Juana recluida con el obispo Fonseca. Vemos que la sucesión de Enrique IV se convirtió en toda una novela de intriga. Primero, la hija del rey es desechada de la sucesión por bastarda. El siguiente, Alfonso, aunque coronado de aquella manera, con guerra de por medio, muere joven sin descendencia. Isabel se salva de casarse con un indeseable que no merecía ser rey de Castilla. Y el rey Enrique es un hombre proclive a pactar antes que luchar. Es como si la divina providencia señalara a Isabel que había sido la tercera persona en línea de sucesión y ahora era posible que fuera reina. Hoy estamos en condiciones de saber los sucesos que se produjeron entre julio y septiembre de aquel trascendental año de 1468, gracias a los trabajos de investigación de los rigurosos historiadores Isabel de Val y Juan Torres Fontes.
No es cierto que Isabel enseguida haya querido proclamarse reina a la muerte de su hermano. Si es cierto que tenía partidarios de Isabel y contrarios a su hermano Enrique. Pero ella debía instalarse en una postura de legitimidad de origen, que en Castilla dependía del nacimiento y de la aceptación por parte del reino. Había dos argumentos extremos, obediencia a Enrique y rechazar el posible derecho de la hija, Juana. Por lo cual, esgrimiendo aquel documento que entre otros Fonseca había redactado en nombre del papa, y era ley, no se reconocía a Juana heredera, sino Alfonso, y muerto éste, sería Isabel la heredera. Además, Isabel ya entonces calculó que si Juana reinaba, podría casarse con algún heredero de Portugal, ya que su madre era nieta del rey de Portugal, y la corona de Castilla pasaría a manos portuguesas. Pero en Castilla las mujeres tenían derecho a reinar cuando faltaban varones en la línea de sucesión. El inteligente rey Juan II de Aragón se apresuró a tratar de conseguir que Isabel se casara con su hijo Fernando, ambos de edad similar, de la misma casa Trastámara y juntos fortalecerían la unidad de la península contra los musulmanes. Fernando aceptó firmando un documento en Cervera que le redactó su padre. Isabel no se pronunció al respecto. Ni una palabra, con lo cual queda claro que la iniciativa partía de la corona de Aragón, principal interesada. Isabel estaba decidida a sentarse en el trono, eso era evidente. Pero no quería hacerlo por las bravas, sino haciendo valer aquellos documentos que se habían firmado, primero por orden del papa y aquel otro, en que le obligó a arzobispo Carrillo a aceptar que se casase con la persona que ella misma decidiera. Escribió a Carrillo asegurando su fidelidad al rey, su hermano y a su vez le reclamaba de él que la reconociera como sucesora siendo así jurada por las cortes como Princesa de Asturias.
La legitimidad de Enrique era indiscutible. Pero no así la de Juana su hija. Con lo cual el matrimonio de Enrique habría que anularlo, quedando en el legado papal la última palabra. Primero dependía de la voluntad del rey a negociar. Pacheco quien fue clave para llegar a los acontecimientos de la explanada de Guisando y fue el gran defensor de Isabel con tal de fastidiar al rey Enrique. ¿Curioso, verdad? La jugada oculta estaba en el intrigante marqués Juan Pacheco. Una de las condiciones era que Isabel se casaría con un candidato propuesto por el rey Enrique. Se confirmaban las sospechas de Isabel, lo que urdía Pacheco eran los enlaces concertados de Isabel con el rey Alfonso V de Portugal. El hijo de éste, Juan, con la niña Juana (la Beltraneja), reconociendo sus derechos. De este modo reinarían primero Alfonso de Portugal y luego su hijo Juan de Portugal. Para ello Pacheco entregaría al rey todo su poder y sujetaría a Isabel políticamente. Pacheco tenía grandes intereses, tanto en Castilla como en Portugal.
Enrique viendo la situación tan delicada, y que todo se basa en la legalidad de su matrimonio y la paternidad por tanto de su hija, manda a su mujer a volver a la corte. En agosto de ese año Juana de Avis estaba en avanzado estado de gestación. No olvidemos que había sido sacada de la corte y enviada bajo la custodia del obispo de Ávila, Alonso de Fonseca al castillo de Alaejos. Ella era una mujer muy hermosa y tenía un amante, Pedro de Castilla con quien tuvo hijos gemelos, y abrumada, decidió huir descolgándose en un cesto por los adarves de la muralla, con su amante, y fue a refugiarse en Cuéllar, señorío de Beltrán de la Cueva, precisamente la peor opción. El deshonor de Enrique era evidente y motivo de murmullo y chanzas. Para Enrique IV es un golpe enorme que equivale a no poder demostrar la fidelidad de la reina y por consecuencia la sospecha de la bastardía de su hija Juana. Aunque el adulterio no tiene nada que ver con la situación jurídica de la niña. A esto se sumaba que la boda entre Enrique y Juana, que eran primos segundos, no tenía el necesario consentimiento papal. Pero al final todo esto contribuyó a derrumbar la resistencia que ofrecía el rey a negociar

miércoles, 4 de noviembre de 2020

36.- REINOS CRISTIANOS - CASTILLA (6)

Personalmente reconozco que mi admiración por Isabel, aparte de como reina y por sus hechos posteriores, viene dada por la claridad de ideas, su percepción de la realidad y su talento natural para entender asuntos tan intrincados como los vaivenes de una corte llena de ambiciones y vanidades, a una edad tan temprana, estamos en 1465, Isabel tenía solo catorce años, pero ya se percataba de los peligros que la rodeaban a ella y a su hermano Alfonso de dieciséis años.
Ambos pasaron de estar bajo la vigilancia de la reina Juana de Avis en la Corte, a estar en la protección dela marqués de Villena, Juan Pacheco, personaje intrigante y manipulador como pocos. Pero los hermanos estaban separados, Alfonso con el marqués y protegido por Gonzalo de Córdoba, (el que fuera el Gran Capitán), que estaba hacía algún tiempo en el mismo puesto pero custodiando a Isabel. Y por otro lado, Isabel abriría casa propia en Segovia, custodiada por Gonzalo Chacón, hombre honesto de la confianza de Isabel, y que también administraba sus ingresos y su seguridad, y acompañada por Beatriz de Bobadilla, hija del alcalde de Arévalo y la mejor amiga de Isabel, mujer once años mayor que ella, que se convirtió en su protectora durante los años de infancia que vivió en Arévalo, adonde la infanta llegó con su madre y su hermano Alfonso en 1454, tras la muerte de su padre. Esta mujer se casaría con Andrés de Cabrera, un converso de origen judío, que estaba emparentado con el rabino mayor de Castilla, recaudador de impuestos. Era un hombre de confianza de Isabel y de Gonzalo Chacón. Era tesorero de Segovia.
En esos días Isabel supo de la noticia de que a su hermano lo habían coronado como rey de Castilla una serie de nobles encabezados por Pacheco. (La Farsa de Ávila). Por lo tanto en Castilla había dos reyes, enemigos y hermanos de padre. Isabel ya entonces pensó que la propia vida de ser hermano corría peligro. Amenazaba el presagio de una guerra civil. El rey Enrique tenía sus partidarios. El más leal los nobles de la casa Mendoza. De esta forma es que estalla una guerra que terminará tres años después, en 1468 (Al morir el joven Alfonso por causas desconocidas). Pero Alfonso reinó incluso con el nombre de Alfonso XII durante tres años. Fue un títere en manos del marqués Pacheco y no fue seguido por muchos castellanos que seguían fieles a Enrique IV. Pero tuvo una corte con actividad cultural a la que acudían caballeros de renombre. Pasado el invierno de 1465 a 1466 era evidente que ambos bandos no estaban en condiciones de obtener la victoria. Mientras tanto, continuaba la guerra, y Pacheco sabedor que no podría asaltar la fortaleza de Segovia, ofreció al rey una propuesta de paz. Eliminaría a su rival (Alfonso) de la escena política. El rey debía alejar de la corte a los Mendoza y fundamentalmente a Beltrán de la Cueva y devolvería a él los cargos que había ostentado y a la vez ofrecería a Isabel para casarla con su hermano, Pedro Girón. Éste era un hombre bruto, ya maduro para Isabel, freire incapaz de cumplir sus votos de castidad por ser maestre de Calatrava, padre de bastardos, ambicioso y hombre violento. Enrique dio su consentimiento. Y también Alfonso. Isabel se encomendó a la protección de Dios, según la espiritualidad que le habían enseñado. En el viaje de vuelta Girón se sintió enfermo y sorpresivamente murió en abril de 1466. Sucesos como este fortalecieron a Isabel en la fe, ya que en su biografía encontramos más de uno. Isabel adoptó una actitud pasiva, tampoco podía hacer mucho.---------------- EL BAILE DE MOMOS ----------
La muerte de Pedro Girón detuvo toda negociación y prosiguió la guerra. En el mes de agosto de 1467 ambos bandos se enfrentaron en Olmedo, conocida como la Segunda Batalla de Olmedo. Realmente ninguno fue vencedor claro, pero Enrique no se atrevió a proclamar su victoria ante sus tropas, cosa que si hizo Alfonso aconsejado por su valedor, experto en asuntos militares. Se dice que en realidad en que combatió con la armadura de Alfonso fue Gonzalo de Córdoba, (el que sería El Gran Capitán), su protector, e indujo a Alfonso a declararse vencedor. Las cosas se complican y entra en el asunto el papa Paulo II como pacificador. Encarga las negociaciones a Antonio de Veneris, nuncio papal ante la corte de Enrique IV y embajador de este en Roma, con plenos poderes. Pronto sentenció que la legitimidad de la corona pertenecía a Enrique IV y las cosas debían volver a como estaban en 1464. Es decir que Alfonso volvería a ser infante, pero recordemos que había sido proclamado Príncipe de Asturias, es decir heredero a la corona, lo que desplazaba a la hija del rey, Juana. Mientras siguen las negociaciones, Pacheco pierde la batalla en Toledo. Con lo cual decide hacerse con Segovia, plaza muy difícil de tomar, tanto la ciudad como la fortaleza. Pero hábil y astuto consigue, como dijo, que las puertas se abran desde dentro, es decir que había sobornado a algunos hombres. Con lo cual entra en Segovia tomando la ciudad, no sin resistencia, pero con éxito. No lo consigue con el Alcázar defendido por Cabrera.
Recordemos que Isabel no vivía en palacio, sino en la ciudad y por lo tanto se convierte en rehén de Pacheco y del arzobispo Alfonso Carrillo, que era otro personaje de cuidado, muy poderoso y que también había participado en la Farsa de Ávila, contrario al rey. Lo único bueno para nuestra Isabel es que se reuniría con su hermano y ambos fueron ver a su madre. El pérfido marques Pacheco despidió a Beatriz y otras mujeres cercanas a Isabel, con lo cual ésta fue en busca de Carrillo, recién promovido a Duque de Alba, y le puso delante un papel para su firma, jurando por su honor que empeñaba su palabra de no consentir que se impusiese a ella un matrimonio mientras ella libremente no diera su voluntad. Poca garantía era un papel en tiempos tan revueltos, pero la palabra de un primado de España era algo muy serio. Aquí es donde los hermanos se reúnen con su madre y celebran el cumpleaños de Alfonso con, entre otras, una representación de “momos”, una pieza de baile y recitado, en la que participó la propia Isabel, con otras jóvenes, bailando y vestidas como hadas. El propio Jorge Manrique dio fe de la brillantez de la corte. Recordemos que en esos días al hermano de Isabel, Alfonso, lo habían proclamado rey de Castilla. Alfonso en agradecimiento le ofreció a su hermana el señorío de Medina del Campo, uno de los mandos de la voluntad de su padre. Así es como Medina entró a formar parte en marzo de 1468 de la vida de Isabel, para no desprenderse jamás de la villa, hasta el momento de su muerte. El alojamiento que buscó en la villa no fue el castillo de la Mota, como se cree, sino un palacio, edificio que no merece siquiera ese nombre, situado junto a la Iglesia de San Antolín. En el mes de julio de 1468 muere repentinamente Alfonso. La guerra por la corona había terminado. (Fotos del baile de Momos de la serie Isabel)

martes, 3 de noviembre de 2020

CORONA DE CASTILLA LEÓN -2-

En 1454 fallece el rey Juan II y le sucede su hijo Enrique IV que había nacido en 1425. Fue rey de Castilla desde 1454 hasta su muerte en 1474. Era hijo de Juan II y de su primera mujer, María de Aragón, y hermano por parte de padre de Isabel y de Alfonso, (hijos de la segunda mujer del rey). Entre los compañeros de su juventud se contaba Juan Pacheco, que sería su hombre de confianza. En 1440 se celebró el matrimonio del príncipe Enrique con la infanta Blanca de Navarra, hija de la reina Blanca I de Navarra y de Juan II de Aragón y Navarra. En mayo de 1453 se declaró nulo el matrimonio de Enrique y Blanca, atribuyéndose a una impotencia sexual de Enrique debida a un maleficio. Enrique alegó que había sido incapaz de consumar sexualmente el matrimonio, a pesar de haberlo intentado durante más de tres años, el periodo mínimo exigido por la Iglesia.
------ SEPULCRO DE JUAN II DE CASTILLA
 Posteriormente se alió con el reino de Portugal y se materializó en 1455 casándose en segundas nupcias con Juana de Portugal. La boda se celebró sin acta notarial ni una bula papal que autorizara la boda entre los contrayentes, ya que eran primos segundos En 1458, falleció el rey de Aragón, sucediéndole su hermano, el rey Juan II de Aragón y de Navarra, que era primo carnal del padre de Enrique IV, (Juan II de Castilla, coincidencia de nombre y numeral). Se formó una Liga nobiliaria en 1460, que planteó un control de los gastos, y la aceptación del medio hermano del rey, Alfonso de Castilla, como príncipe de Asturias. Enrique fue un rey conflictivo al que se le ha acusado de impotencia y homosexualidad, e incluso de forzar las relaciones de su esposa con otros hombres. Otros dicen que habría dejado embarazada a la reina, mediante inseminación artificial utilizando una cánula de oro. Gregorio Marañón realizó su Ensayo biológico sobre Enrique en 1930, que diagnosticó al rey de displasia. Vamos, que no era fértil. Pero volvamos atrás. En el pueblo de Madrigal de las Altas Torres, en Ávila, nació Isabel de Trastámara el 22 de abril de 1451. Más tarde, fue enviada a Arévalo junto a su madre, lejos de la corte y cerca de Medina del Campo. Isabel recibió una esmerada educación de acuerdo con lo que se esperaba que aprendiera una princesa del momento.

ENRIQUE IV DE CASTILLA 


El 25 de octubre de 1464 es designado el Príncipe don Alfonso, su hermano, como heredero del Reino de Castilla. El pueblo de Arévalo está asociado a la niñez de Isabel. Allí es donde se crea su vinculación con la orden franciscana y en especial con Hernando de Talavera. Isabel está condenada desde su primera juventud al cuidado de su madre (loca seguramente), y de su hermano que nunca maduró. Allí fue educada por los monjes en la pobreza y la oración. Nos situamos en un mundo muy lejano al nuestro, pero debemos de tratar de entender, sin juzgar, para comprender la vida y obra de esta mujer. Isabel iba creciendo y quienes la rodeaban insistían en presentarla como un chiquilla especialmente despierta. Fue importante su mentor, Gonzalo Chacón, al que le profesaría un gran afecto que duró toda la vida. En la corte, mientras tanto las cosas se iban complicando. En testamento, su padre, Juan II, había dejado en herencia al infante don Alfonso que fuese maestre de la orden de Santiago. Título muy importante durante siglos. Enrique IV por contra se la concedió a Beltrán de la Cueva, con la desaprobación de la nobleza. Comienzan los problemas. El rápido ascenso de Beltrán no es bien visto, sobre todo por el marqués de Villena, Juan Pacheco y Alfonso Carrillo, familiares y poderosos castellanos. Habían pasado seis años cuando la reina anuncia que está embarazada, lo que provoca gran alborozo en el rey y sospechas en otros. Así las cosas la reina Juana de Avis ve que la línea de sucesión a la corona está marcada por ese nacimiento, ya que desplaza a sus tíos, Alfonso e Isabel. Por lo que se decide llevar a la corte a ambos, por seguridad, se argumenta, hasta ver que se hará con ellos, pero separándolos de su madre que quedaría en Arévalo. Enrique, en otra torpeza nombra a Beltrán, conde de Ledesma, lo que hace pensar en que es un pago por los servicios prestados. No obstante hay que decir que no hay una documentación ni testigo con absoluta fidelidad por lo que se pueda asegurar que la recién nacida haya sido hija de Beltrán de la Cueva. La hija de Enrique IV obtuvo el reconocimiento de todos los nobles y eclesiásticos de sucesora por ser hija del rey y su esposa Juana, otorgándole el título de Princesa de Asturias, formalidad tradicional en Castilla que aún se conserva para quién es heredero a la corona. Pero Pacheco protestó por ello por escrito pero no explica por qué no tenía derecho la niña. Se puede decir que pensaba que le correspondía a Alfonso, por ser varón y por lo tanto no podía ser desplazado en la sucesión. O porque pensaba que no era hija legítima. Lo cierto es que el documento no fue exhibido en esas fechas, sino mucho después, como ya veremos. A pesar de todo Juan Pacheco la apadrinó en su bautizo, siendo las madrinas, su propia esposa y la infanta Isabel, que por entonces tenía once años. Las voluntades testamentarias del rey Juan II iban siendo burladas una a una. Cuellar que le correspondía a Isabel pasó a manos del de la Cueva. El señorío de Arévalo le fue despojado a su madre, la reina viuda, entregándose a Álvaro de Zúñiga, que iba a contraer matrimonio con una hija de Pacheco. Estos y otros muchos hechos que sufrió en carne y en su familia, las guardó Isabel en su memoria y en su mentalidad de que dado que el destino de las mujeres de esta clase social, estaban ligados a las uniones para enaltecerlas y no para destruirlas, en su caso esto sucedería de forma que ella misma tomaría la decisión que más conviniera, matrimonio político podría ser, pero con su voluntad, no sin ella. De 1462 a 1465 en la vida de Isabel, no sabemos cuál fue su reacción ante la sugerencias que circulaban sobre su posible matrimonio. En este sentido un tal Fernando, hijo de Juan II de Aragón, venía de perlas para curar viejas cuentas entre ambos reinos. Luego se habló del hermano de éste, Carlos, Príncipe de Viana, precisamente por lo contrario, era enemigo de su padre. Murió el Príncipe Carlos y se barajaron historias de traiciones y envenenamiento. Pero nada tenemos para confirmarlo.

AL-ANDALUS DURANTE 800 AÑOS

Solemos escuchar y leer incluso a historiadores refutados que los musulmanes dominaron la península Ibérica durante 800 años. Pues bien, nad...