domingo, 20 de diciembre de 2020

64.- CORONA DE CASTILLA Y ARAGÓN (27)

ULTIMOS AÑOS DE FERNANDO ----- En 1504 había muerto Isabel y en 1506 vinieron a España su hija Juana y su yerno Felipe el Hermoso. Se firmó un acuerdo en el que Fernando se retiraba a Aragón y los esposos eran los reyes de Castilla y León. Pero a los tres meses de esto muere imprevistamente Felipe, sumiendo a Juana en un profundo dolor que venía a agravar su salud mental. Fernando nombró al Cardenal Cisneros Presidente del Consejo de Regencia de Castilla y lo fue entre 1506 y 1507. En el verano de 1507, el Rey Católico emprendió el retorno a España decidido a recuperar el poder que antes le habían arrebatado en Castilla. Tras desembarcar en Valencia, se adentró en tierras castellanas a través de Soria. Por entonces su hija Juana, rota por el dolor por la muerte de su marido, que además estaba embarazada, daba ya muestras aceleradas de demencia, entre ellas, abrir diariamente el féretro que contenía el cadáver. Poco después, el 20 de diciembre, la soberana comunicó su intención de trasladar los restos de Felipe el Hermoso a la ciudad de Granada, en una macabra procesión que debía atravesar media Península.
A pesar de todas las presiones que recibió para que desistiera, Juana, obsesionada con la idea de que alguien pudiera robar el cuerpo de su difunto marido, no cejó en su propósito. Antes de partir, en la cartuja de Burgos, la reina ordenó que se abriera el ataúd y se expusiera públicamente el cadáver, obligando a todos los presentes a que contemplasen al yacente, quien aparecía envuelto en vendajes impregnados en ungüentos y embadurnado por completo en cal para evitar su descomposición, tal y como nos informa el humanista Pedro Mártir de Anglería, testigo presencial de la dramática escena. Cerrado el féretro, se acomodó en una carreta tirada por cuatro caballos y el lúgubre cortejo comenzó su marcha. Juana y su cortejo no avanzaron demasiado. Al llegar a la cercana villa de Torquemada, la reina debió detenerse, entre otras cosas debido a las molestias provocadas por el embarazo de la que iba a ser su hija Catalina. En Tórtoles de Esgueva, un pequeño pueblo próximo a Burgos, se encontró con su padre, Fernando el Católico, que había desembarcado en Valencia. Éste vio a Juana, acompañada por el carro con el ataúd de su esposo Felipe. Padre e hija tomaron el camino de Burgos, pero poco antes de llegar doña Juana se negó a seguir. Fernando no vaciló y, para evitar que la nobleza castellana la influenciara, (cosa que más adelante intentaron) hizo que la encerraran en el castillo de Tordesillas, fuertemente vigilada. Allí permaneció durante medio siglo, hasta su muerte en 1555. Murió siendo reina de Castilla. Fernando gobernó como regente de Castilla por segunda vez, aunque se centró en Italia y dejó en su lugar al cardenal Cisneros como Canciller Mayor de Castilla. Hombre eminente, muy valioso y honesto. Para Fernando, había llegado el momento de la venganza contra aquellos que lo habían traicionado apenas un año antes, cuando muchos de sus servidores se pasaron al bando de Felipe el Hermoso nada más llegar éste a Castilla. Para ello el Rey Católico no dudó en valerse de la Inquisición. Así, permitió que el inquisidor Lucero, el Tenebrario, instalado en Córdoba, asolara media Andalucía encarcelando a judeo-conversos, muchos de ellos antiguos servidores de la Corona, de los que buena parte ardieron vivos en las hogueras encendidas por el tribunal de la fe. Conviene recordar que los conversos españoles vieron en la llegada de Felipe el hermoso una oportunidad de oro para eliminar la Inquisición, o cuando menos para recortar parte de sus atribuciones.
La empresa americana después de la muere de Isabel fue otro de los trabajos y preocupaciones de Fernando. Ya la Reina Isabel había promulgado decretos para la protección de los indios frente a los posibles (y ciertos) abusos de los colonizadores. Determinó que los indios seguirían siendo propietarios de sus tierras y prohibió expresamente la esclavitud. En 1503, los Reyes Católicos fomentaron los matrimonios mixtos. Pero la situación estuvo llena de irregularidades y vacíos jurídicos. El matrimonio también era una herramienta para la conversión de los indios. Fue la importancia de regularizar tales uniones lo que llevó al rey Fernando el Católico a aprobar la ley de 1514 que sería en una de las principales características de la experiencia colonial española: el mestizaje. La cédula de Fernando sirvió para llenar un vacío legislativo referente a la condición legal de los indios, asegurando la absoluta legitimidad e igualdad de la descendencia que surgiera de los matrimonios mixtos comparados con los matrimonios de Castilla.
-EL CARDENAL CISNEROS Mientras en España, Fernando no pudo llevar a cabo la venganza contra la alta nobleza, por el enorme potencial militar de tan poderoso grupo. Pero cuando las circunstancias lo permitieron, Fernando se apresuró a dar un escarmiento a quienes lo hubieran desafiado. La vejez de Fernando corrió en paralelo con el engrandecimiento de la figura de Cisneros. Hombre de Iglesia y de Estado, Jiménez de Cisneros fue inquisidor general, arzobispo de Toledo e incluso cardenal. Asumió la regencia de Castilla durante la estancia de Fernando en Nápoles, y volvería a desempeñar tal papel desde la muerte del rey hasta la llegada a España de Carlos V. Cisneros utilizó las inmensas rentas que le proporcionaba su extenso y rico arzobispado para una empresa que tuvo mucho de aventura personal: la conquista de la estratégica plaza norteafricana de Orán, un paso más en la expansión imperial española. Esta nueva hazaña no frenó el declive físico de Fernando. El rey, el “viejo aragonés”, se moría. Acosado por una esposa mucho más joven, que ansiaba tener descendencia a toda costa, se rumoreaba que incluso tomaba extraños brebajes para fortalecer su ya caduca virilidad. El legado de Fernando consistió en otorgar todas sus posesiones a favor de su hija Juana, y en el puesto de ella, debía asumir el gobierno y la regencia de los reinos de Castilla y Aragón, su nieto Carlos de Gante, futuro Carlos I y, hasta su llegada de la corte de Flandes, nombró a su hijo Alonso de Aragón (hijo de Aldonza y nacido antes de su matrimonio con Isabel) regente de los reinos de la Corona de Aragón y al Cardenal Cisneros, regente de Castilla. El Cardenal Cisneros Falleció el gran rey Fernando el católico el 23 de enero de 1516, cuando se hallaba en una remota aldea extremeña, Madrigalejo. Como escribió el historiador de la época, Pedro Mártir de Anglería, “el señor de tantos reinos, el adornado de tantas palmas, el propagador de la religión católica y el vencedor de tantos enemigos, murió en una miserable casa rústica y, contra la opinión de las gentes, pobre”. El cardenal Cisneros estaba al frente del gobierno y lo estuvo hasta la llegada de Carlos de Gante el 19 de septiembre de 1517. El viejo cardenal estaba presto a encontrarse con el heredero a las coronas de Aragón y Castilla y estaba ya todo encargado para la entronización. La comitiva real no fijó fecha ni lugar para la entrevista, por lo que entonces Cisneros salió a su encuentro. Comenzaban las intrigas de los flamencos, Guillermo de Croy, lugarteniente de Carlos, no confiaba en Cisneros y retrasó lo que pudo el viaje del joven heredero, que recordemos tenía 17 años. Finalmente se acordó encontrarse el 5 de noviembre, pero Cisneros no pudo continuar viajando y se detuvo en el pueblo de Roa, en Burgos, donde falleció el 8 de noviembre de 1517. Realmente con este hombre desaparecía toda influencia de los Trastámara en Castilla.
MUERTE DE FERNANDO -----------
Foto de la casa de Santa María donde murió el rey Fernando el Católico en Madrigalejo, Cáceres, cuando iba de camino al Monasterio de Guadalupe

63.- CORONA DE CASTILLA (26)

CASTILLA DESPUES DE ISABEL----- Precisamente en el año en que muere Isabel, 1504, Fernando había logrado uno de los objetivos que había acariciado durante más tiempo. Por fin, tras décadas de intentos, el reino de Nápoles había pasado a poder español. Su famoso lugarteniente, Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, conquistó el reino de Nápoles para Fernando y él se convirtió en virrey. Las tropas y el dinero de Castilla consiguieron expulsar a los franceses de aquella antigua posesión aragonesa y derrocar a la dinastía local gracias a una serie de sensacionales victorias del Gran Capitán, el genio de la guerra de aquel tiempo. Un éxito como pocos que habría coronado una gloriosa trayectoria vital. El fallecimiento de Isabel produjo sin duda en el monarca aragonés un profundo impacto emocional, pues, pese a los deslices de Fernando y puntuales desacuerdos, entre ambos había surgido un respeto y cariño mutuos que completaban lo que fue una alianza política. Pero también le dejó en una posición política muy débil, ya que sus derechos al trono castellano dependían únicamente de su condición de rey consorte. La heredera legítima era su hija, Juana, casada con el archiduque Felipe de Habsburgo, “el hermoso”, como le llamó Francisco I, rey de Francia al presentarlo, como un hermoso archiduque. Era hijo del emperador Maximiliano. Una hija aquejada de una evidente inestabilidad mental y que además estaba enamorada de forma obsesiva de su esposo, quien la manejaba a su antojo. Estaba claro que su joven yerno, una vez que se hiciera con el trono castellano, no iba a permitir las injerencias de Fernando. La muerte de la reina Isabel, además, reabrió viejas heridas mal cerradas en el tejido social castellano. La gran nobleza, que odiaba con saña al “viejo aragonés”, como lo llamaban, los principales magnates, que habían sido sojuzgados en tiempos pasados, esperaban la llegada de Felipe para tener la oportunidad de desprenderse del yugo de la monarquía y de volver a sus acostumbrados abusos, rapiñas y usurpaciones.
En esta tesitura, el genio político de Fernando el Católico se puso de manifiesto una vez más. Todo parecía haberse puesto en su contra: abandonado por la nobleza castellana, acosado en Nápoles por los franceses, cuya potencia militar era muy superior, enfrentado al emperador Habsburgo, al rey de Aragón se le cerraban todas las salidas. Pero todo cambió gracias a una jugada maestra de la diplomacia. Fernando se alió con su acérrimo enemigo, Luis XII de Francia, y se casó por poderes con la sobrina de éste, Germana de Foix, de apenas 17 años, en octubre de 1505 y celebrándose las velaciones de dicho matrimonio en Dueñas el 18 de marzo de 1506. El matrimonio levantó las iras de los nobles de Castilla, ya que lo vieron como una maniobra de Fernando el Católico para impedir que Felipe el Hermoso y Juana I heredasen la Corona de Aragón. Con ella tuvo, en 1509, otro hijo, Juan, que murió a poco de nacer. De haber vivido sería el heredero de la corona de Aragón, desplazando así a Felipe. También la Corona de Aragón hubiese quedado separada de la de Castilla. Fue así como, nada más desembarcar Juana y Felipe en La Coruña, en abril de 1506, procedentes de los Países Bajos, se puso en evidencia el cambio de lealtades de la aristocracia. A medida que los nuevos reyes se iban internando en el territorio peninsular, se iban añadiendo a su séquito infinidad de tropas enviadas por la más alta nobleza. En Villafáfila, una villa de Zamora, es donde firmaron el acuerdo Fernando y Felipe, junio de 1506, y donde se reconoce la enajenación mental de Juana I de Castilla.
Fernando renuncia al gobierno de Castilla aunque seguirá administrando las órdenes religiosas y percibiendo la mitad de las rentas de América. Felipe el Hermoso, quedaba como único rey de Castilla y de León. Fernando, que venía gobernando Castilla (a través del regente cardenal Cisneros), en virtud de lo indicado en el testamento de Isabel la Católica y de lo acordado con Juana y Felipe en la Concordia de Salamanca un año antes, se retiraba a sus reinos de Aragón. La suerte también jugó a favor de Fernando. ¿Quién iba a suponer que el joven y robusto Felipe caería gravemente enfermo y moriría de repente? Es lo que sucedió a los tres meses. Tan rápido se desarrolló todo, que más de uno habló de que alguien lo había envenenado, cosa nada rara en la época, aunque más bien parece que el impetuoso príncipe flamenco fue víctima de una epidemia de peste que asolaba la Península. Comoquiera que fuese, la desaparición de Felipe permitía a Fernando volver a ocupar el poder en Castilla, esta vez como regente en nombre de su hija Juana (la Loca) y de su nieto, el futuro emperador Carlos V, por entonces un niño de seis años.
La noticia de la muerte de su yerno le llegó a Fernando cuando se encontraba en Italia, en un pueblo de la bahía de Génova. La reciente conquista del reino, dirigida por el castellano Fernández de Córdoba, se había realizado sobre todo con dinero y tropas también castellanas; ahora, como rey de Aragón, Fernando pretendía integrar el reino italiano en su corona, y justamente por ello temía que se le pudiesen discutir sus derechos. Además, estaba la incómoda figura del Gran Capitán, de quien algunos decían que estaba dilapidando el patrimonio regio napolitano repartiendo toda suerte de mercedes a sus subordinados. A oídos del rey Fernando llegaron incluso rumores de que el aclamado general tramaba dar un golpe de mano para convertirse él mismo en rey de Nápoles. De modo que, nada más abandonar Castilla, Fernando se dirigió a Barcelona y allí se embarcó con rumbo a Italia. En Génova se entrevistó con el Gran Capitán, al que colmó de muestras de afecto y de títulos. Pero cuando llegó a Nápoles, sabiendo ya la muerte de Felipe, no tuvo contemplaciones. El Parlamento del reino lo reconoció como rey, lo que significaba que automáticamente el Gran Capitán cesaba en sus funciones de virrey. Para compensarlo, el Rey Católico le concedió un nuevo título, el de duque de Sessa, así como el cargo de maestre de la Orden de Santiago. El veterano general tenía 56 años, se vio obligado a abandonar Italia, el país que había conquistado para un rey que ahora se deshacía de él sin contemplaciones. La leyenda añadió luego una famosa historia en torno a las relaciones entre Fernando el Católico y Gonzalo Fernández de Córdoba, la de las “Cuentas del Gran Capitán”.
EL GRAN CAPITAN GONZALO FERNÁNDEZ DE CÓRDOBA----- La historia, de cuya veracidad no hay pruebas, servía para poner de manifiesto el generoso desprendimiento del noble militar, en contraste con la mezquindad de Fernando, y reflejaba la imagen negativa que se llegó a crear en torno a un rey nada agradecido a sus vasallos, por mucho que a éstos les debiera. En el verano de 1507, el Rey Católico emprendió el retorno a España decidido a recuperar el poder que antes le habían arrebatado en Castilla. Tras desembarcar en Valencia, se adentró en tierras castellanas a través de Soria.

62.- CORONA DE CASTILLA (25)

ÚLTIMOS TIEMPOS DE ISABEL---- Durante la última década del siglo XV la salud de Isabel había empeorado. Los enormes conflictos que se desarrollaron toda su vida, la gobernación misma del reino, las desgracias con hijos y nietos, todo esto contribuyeron a agravar sus dolencias. Por entonces sus relaciones con su hija Juana que estaba aquejada al parecer de esquizofrenia, tenía una obsesión con su esposo, tema de sobra conocido por novelas y películas, muy deformado por cierto. Ella culpaba a su madre de querer separarla de Felipe, su marido, que a la sazón se hallaba en Flandes. Los celos o el amor no parecen que fuera la obsesión desencadenante sino el efecto de su trastorno que se concretaba en aquella idea fija. Hubo escenas tormentosas entre madre e hija. La madre de Isabel había fallecido sumida en la demencia, por lo que Isabel suponía que aquél desvarío de su hija era hereditario y pensaba que ella misma era hija y madre de locas. Su hijo Juan, el heredero a las coronas de Castilla y Aragón se casó en 1497 con Margarita de Austria, nada menos.
El príncipe con diecinueve años falleció seis meses después. La viuda, embarazada, sufrió un aborto, con lo cual por esa línea la sucesión quedaba imposible En 1498, su otra hija, la primogénita Isabel, y su esposo Manuel de Portugal, viajaron a Castilla para ser proclamados herederos de la corona, al fallecer Juan. Las Cortes castellanas aceptaron sin problemas pero no así las de Aragón, dado que en ese reino las mujeres no podían reinar ellas mismas. Había que esperar a que diera a luz un varón y de nacer niña el reconocimiento quedaba en el aire. Isabel manifestó claramente su gran enfado por esto. Pero en agosto de 1498 nació el esperado varón y su madre murió dos días después. El rey portugués marchó a Portugal y dejó a su hijo en manos de sus abuelos, para que fuera educado como futuro soberano. Se proclamó al niño Príncipe de Asturias al año siguiente, y los aragoneses lo reconocieron como heredero. Pero el niño murió antes de cumplir los dos años. Otra línea de sucesión cerrada. Quedaba por tanto únicamente la de Juana, que con Felipe (el hermoso), habían tenido a su primogénito Carlos, ese mismo año de 1500. Isabel no había cumplido aún los cincuenta años, pero como reina y madre hubo de sufrir todas estas desgracias incidiendo negativamente en su salud. El padre de Felipe "el hermoso" era Maximiliano I de Habsburgo, el titular del Sacro Imperio Germano-Romano, por lo que Felipe era su sucesor. Isabel veía con preocupación que su yerno se inclinaba más por la política francesa en lugar de seguir la de su padre o la de sus suegros. De esto se comprende, que Isabel más adelante, confiara a su esposo la regencia de Castilla. En octubre de 1502 otro golpe hubieron de sufrir nuestros reyes. Su hija Catalina, casada con el Príncipe de Gales acababa de enviudar sin que el matrimonio se hubiera consumado, por lo que el rey inglés, Enrique VII, ordenó que se enviara a Catalina a España, incluso con la devolución en parte de la dote que se había abonado. Dado que el inglés atravesaba dificultades económicas, a regañadientes, aceptó casar a Catalina con su otro hijo, el futuro Enrique VIII al que Dios confunda. Isabel se encontraba realmente mal y todos esperaban el fatal desenlace. Felipe acudió desde Zaragoza a Madrid a la espera de convertirse en rey de Castilla. Juana le acompañó y Fernando estaba ausente, por lo que las Cortes aragonesas exteriorizaron su enfado suspendiendo sus sesiones, y las reanudaron a la vuelta de Fernando, tras una mejoría de Isabel. Mientras el reino continuaba sus campañas en Italia que al menos daban satisfacciones en lo militar y político. Pero Juana, que estaba embarazada de su hijo Fernando, quería ir con su esposo a Flandes, lo que se consideró improcedente. Esta separación fue el desencadenante de una de las peores crisis de Juana, que llegó a insultar gravemente a su madre en junio de 1503. Las enormes diferencias de costumbres, mucho más liberales en la corte borgoñona que en la castellana, mucho más austera y religiosa, conjuntamente con la obsesión de Juana por Felipe vino a agravar la situación. Estos contrastes tan amplios, el desprecio en la corte flamenca por lo español, considerándolo beato y tosco, era a su vez respondida desde España ya que consideraban a ellos, como libertinos e informales.
Juana agravó su comportamiento con su madre, incluso con los criados, sirvientes y cortesanos. Veía hasta en los funcionarios enemigos aliados con la reina para apartarla de Felipe. Se negaba a comer y contrajo manías. Todo esto se le ocultó a Isabel en la medida de lo posible, ya que su salud era más frágil cada día. En 1503, Juana, presa de una gran agitación y empeñada en ir a Flandes a reunirse con su esposo Isabel decidió acompañarla a Fuenterrabía tratando de dilatar el viaje. Si se conseguía en esos días la paz con Francia, Juana podría viajar por tierra atravesando ese reino, en caso contrario debía esperar mejor tiempo y embarcarse en Cantabria. Ese era el plan de Isabel, pero en el viaje hubo de detenerse en Segovia, por la fiebre alta que contrajo. Hablo con el obispo Fonseca, hombre de su confianza para que obstaculizara lo conveniente el viaje de Juana, que se encontraba en Medina del Campo. Pero Juana se había escapado y en uno de sus brotes psicóticos se dedicó a vagar toda una noche, apenas vestida, por los campos en pleno invierno del mes de noviembre. Consiguieron llevarla a casa y en la cocina con la servidumbre permaneció varios días sin querer vestirse ni comer. Advertida la reina, pese a la fiebre, se dirigió a Medina. Cuando llegó Juana la recibió con insultos. A la fuerza fue llevada a la cama y llegada la tregua con Francia, se le permitió atravesar el país para ir a Flandes (marzo de 1504). Isabel, falta de fuerzas y viendo cercana su muerte dictó su último testamento que firmó el 12 de octubre de 1504. El escrito es absolutamente pragmático y centrado en asuntos de Estado, dejando las cosas claras sin lugar a la retórica. También dio orden de que se comunicara a todos de su inminente muerte, en particular a Juana y a Felipe. Mientras, Juana en Flandes abofeteó en público a la amante de su marido, y la respuesta de Felipe no fue precisamente tolerante y además de reprender agriamente a Juana llegó a abofetearla. Juana fue recluida en sus aposentos, lo que provocó las protestas de los embajadores españoles. Isabel debió comprender con amargura en su lecho la situación de su heredera y lo que significaba la influencia de Felipe en Castilla. Por esto el 23 de noviembre de 1504 añadió un codicilo a su testamento en el que por ausencia de Juana ponía a Fernando al frente de la corona de Castilla, reiterando las peticiones que dos años antes había hecho en las Cortes. La reina murió dos días después. Fernando estaba con ella y dictó un documento comunicando la noticia y entre otras cosas decía “...el dolor por ella me atraviesa las entrañas, pero viendo que murió tan santa y católicamente como vivió, es de esperar que Nuestro Señor la tenga en la gloria, que es para ella el mejor y más perpetuo reino que los que acá tenía”
Pintura: Doña Isabel la Católica dictando su testamento - 1864. Eduardo Rosales Gallinas. Obra cumbre de la pintura de historia del siglo XIX. En la penumbra del dormitorio regio instalado en el Castillo de la Mota, la moribunda reina Isabel, aparece tendida en su lecho, cubierto con un dosel y rematado con el escudo de armas de Castilla. Recostada su cabeza sobre dos altos almohadones y tocada con su característico velo.

sábado, 19 de diciembre de 2020

61.- CORONA DE CASTILLA (24)

TRANSITO DE EDAD MEDIA A EDAD MODERNA La idea de la Hispania Romana inspiraba a los Reyes Católicos como modelo de integración territorial peninsular, ya desde su unión matrimonial en el siglo anterior Y puso los cimientos de la unidad Ibérica. Ellos representaron la monarquía autoritaria y se empeñaron en dominar los estamentos como a nobleza, municipios, Iglesia y Cortes. Incluso restando facultades. Las turbulencias de los nobles fueron sofocados en lo posible. Era evidente que se estaba acabando la Edad Media y supieron verse como príncipes del Renacimiento. La época de los caballeros y las luchas entre propietarios de territorios, que empobrecían al pueblo, se estaba terminando, a la vez que las intrigas y jugadas de nobles y señores, en favores de uno u otro monarca regional. Por otro lado el reinado de los Reyes Católicos coincidió con una recuperación en Occidente, tras la crisis económica que venía afectando desde hacía casi un siglo. Está claro que la afluencia del oro y la plata americanos reforzó esa bonanza. El fin de guerras civiles entre señores, el auge demográfico y el orden implantado por la monarquía fueron otros factores para la creación de fuentes de riqueza y apertura de mercados.
------------REYES CATÓLICOS-------- Pero en la península esta nueva coyuntura se caracterizó por las ya históricas diferencias entre Castilla y Aragón. La primera se había mantenido al margen de la depresión económica de la Baja Edad Media, mientras que Aragón (con excepción de Valencia, capital financiera)fue arrastrada por la situación que afectaba a toda Europa. Al producirse la unión dinástica, Castilla era más próspera y demográficamente más potente que Aragón. Y no pudo beneficiar a ésta porque los genoveses dominaban las finanzas y el comercio exterior y se necesitaba sus servicios. Castilla se vio volcada hacia el Atlántico y Aragón hacia el Mediterráneo, que en aquellos momentos ofrecía escasas posibilidades aún. A los catalanes se les prohibió, por ejemplo, comerciar en la importante feria de Medina del campo, donde los genoveses eran los amos y señores con casi todas las exclusivas, incluso el fundamental comercio de la lana. Los aragoneses estuvieron ausentes en la empresa americana, que no quedaban completamente excluidos ya que la monarquía se encargó que no participaran genoveses ni otros extranjeros. La inhibición de catalanes y aragoneses en la empresa americana se debieron, entre otros, a dos motivos importantes. Uno, eso pueblos empezaban lentamente a salir de su mala situación económica y demográficamente eran aún débiles y por lo tanto con pocas posibilidades de embarcarse en empresas tan lejos de sus límites. Y otra, el recelo de Fernando el Católico, que consideraba poco probable que sus súbditos llevaran a América su tradición foral y pactista, frente al autoritarismo castellano que deseaba tener las manos libres para aplicar su estilo centralista. Más tarde, la concentración del tráfico con América en la Casa de Contratación de Sevilla, determinó la decadencia de Valencia que acabó con proyectos posibles de la cuestión americana en esa zona. Los reyes habían ordenado en 1482 un censo en Castilla, con fines militares, y se dedujo que aquel reino contaba entre 6 y 7 millones de habitantes. En 1550 se hizo otro censo sobre el conjunto peninsular, excluido Portugal, pero que dista de ser riguroso, que habla de unos 7 millones de habitantes. De los cuales la mayoría corresponderían a Castilla, Aragón no llegaría a los 400.000, Cataluña a los 320.000, Navarra a los 150.000 y Valencia a los 300.000. Canarias tendría alrededor de 40.000 personas. El peso demográfico de Castilla explica su predominio en el conjunto y también los serios problemas que planteaba de subsistencia, ya que la población, eminentemente agrícola y ganadera, con técnicas muy primitivas y una distribución de las tierras mal concebida, difícilmente podría sostener una población tan elevada. Esto explica en parte, la proyección hacia América de los castellanos. En el momento de acceder al trono Isabel, Castilla era el reino donde más se concentraba el número de nobles, que en torno a unas 25 familias,, con una inmensa cantidad de propiedades, rentas y poder de jurisdicción sobre sus vasallos. Está claro que su poder de influencia sobre la política en el poder real era enorme. Divide y vencerás debió pensar el zorro de Fernando y con la creación de un aumento fragmentado del estamento nobiliario, desbordaría a la vieja nobleza que tantos enfrentamientos había protagonizado. Se ennobleció a funcionarios y burgueses, se ascendió a una nobleza creada a raíz de las guerras de Italia y Granada. La extensión avanzó conjuntamente con el poder regio. También se organizó un potente ejército al servicio de la monarquía, lo que restaba poder militar a los nobles, encargados hasta entonces de reunir esporádica mente a milicias según necesidades. Se procedió a la reforma de la estructuras eclesiásticas. Se obtuvieron privilegios, como el de designar obispos, control de los maestrazgos de las ordenes militares, la fiscalidad de la iglesia. Se buscó personalidades eclesiásticas con sólida formación, ya que al estar vinculados a intereses oligárquicos esto era necesario. Seguro que la personalidad más relevante de aquellos tiempos fue el Cardenal Cisneros, pero también aparecieron muchos obispos y renovadores de órdenes religiosas, etc. En el año 1500 los Reyes Católicos tienen casi cincuenta años de edad que para la época era el comienzo de la vejez. Ellos eran conscientes y estaban muy preocupados en la herencia que dejaban, ya que Miguel de la Paz, el heredero de ambas coronas murió ese mismo año, y además nació Carlos el hijo de Juana y Felipe de Habsburgo. Un hombre extranjero podría coronarse en todo el todos los reinos y territorios que dejaban. Todo cambiaba rápidamente. Y con muchos enemigos y asuntos por resolver. El reinado de Isabel y Fernando, a caballo entre los siglos XV y XVI, coincide con el tránsito del Gótico al primer renacimiento, aunque permanezca aún en buena parte la estética tardomedieval. No olvidemos que el siglo XV está marcado por muchas calamidades, la peste, guerras, hambrunas, etc. Castilla se resintió especialmente y paralizó las construcciones catedralicias que se habían desarrollado en el siglo anterior. Solo Aragón, fue capaz de seguir con la construcción de catedrales, pese a la peste, de acuerdo con las formas arquitectónicas del Gótico Mediterráneo. Las tendencias vigentes italianas se fundieron en el reino de Aragón y además con la influencia germánica del gótico Internacional. Llegaron las formas borgoñonas, sustituidas después por las flamencas. Esta tendencia se prolongó hasta bien entrado el siglo XVI. Buena prueba de ello es la Catedral Santa Catalina de Valencia También apareció lo que se dio en llamar el estilo Isabelino, (San Juan de los Reyes en Toledo, Iglesia de San Pablo, Valladolid, Palacio del duque del Infantado, Salamanca) Juan Guas, posiblemente francés, fallecido en Toledo en 1496 fue el arquitecto favorito de los Reyes Católicos. Contamos entre sus trabajos la puerta de los Leones de la Catedral de Toledo, la portada de la catedral de Ávila y el claustro de la catedral de Segovia. Para los RR CC América todavía no era más que problemas y gastos. En la empresa americana se planteaban temas complicados. Explorar, conquistar, evangelizar, civilizar, etc. Y todo ello dirigirlo desde España. Además las leyes y órdenes impartidas serían muy difíciles de controlar. Se necesitaban hombres emprendedores, decididos, duros, dispuestos a enfrentarse a lo desconocido, y que cumplieran las órdenes reales. Enviar monjes, y todo tipo de oficios, carpinteros, médicos, administradores, en fin de todo. Una empresa no al alcance de cualquiera. Su emprendimiento y realización requerían no sólo de oportunidad sino de voluntad, decisión, recursos, conocimientos y capacidades. El pueblo, la Iglesia y la Corona se volcaron en aquella empresa; voluntad y decisión. Ingentes recursos y conocimientos fueron invertidos en la tarea. Esos y otros muchos asuntos quedarían en otras manos.

COLÓN Y LA FUERZA DE SU PASIÓN - (2)

En 1.484 Colón presentó al reino de Portugal su empresa de ir a las Indias Orientales por Occidente. Juan II le escuchó atentamente y quedó ...