lunes, 25 de enero de 2021

83.- ESPAÑA SIGLO XVII (19) - FELIPE III

 Estudiando el siglo XVII en Europa vemos coincidencias históricas con el cambio de siglo. Aparición de importantes momentos de crisis, verdaderos traumas sociales  que se suceden cada en menos tres siglos en el  tenemos la caída del imperio Romano. En el VIII la invasión islámica. En el XI, epidemias. En el XIV la peste negra. Y en el XVII lo que los historiadores llaman siglo de hierro. Claro que entremedias ha habido conquistas y expansiones, avances de todo tipo y reformas. Pero estábamos con las crisis. Para España, la muerte de Felipe II en 1598, la expulsión de los moriscos y la firma de la Tregua de los Doce Años en 1609 sirven para marcar los límites del cambio de época y de siglo. Aquí es lo que algunos llaman el cambio de los Austrias mayores a los Austrias menores. O lo que es lo mismo, del esplendor a la decadencia. Pero esta decadencia no significa el final del Imperio, propiamente dicho, sino su lenta transformación de influencia y poder.  Durante el siglo XVI España se convirtió en la nación más poderosa de Europa occidental. Un desarrollo inusitado en su territorio, con un periodo de prosperidad económica y social, pese a las diferencia de clases, con sus injusticias a los ojos de hoy, propias por otra parte en todo el mundo.

FELIPE III

A la muerte de Felipe II le sucede su hijo Felipe III, cuyo reinado se identifica con un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Felipe III, llamado “El Piadoso” era gato, es decir que madrileño, nació el 14 de abril de 1578, y murió un 31 de marzo de 1621, fue rey de España y de Portugal desde el 13 de septiembre de 1598 hasta su muerte. Hijo de Felipe II y de Ana de Austria, se casó con Margarita de Austria-Estiria.  La tregua de los Doce Años, en que se reconoce la independencia de las Provincias Unidas, (Los actuales Países Bajos), era en realidad un síntoma de agotamiento económico que un deseo de acuerdo. Era aficionado al teatro, a la pintura y, sobre todo, a la caza. Incluso antes de subir al trono dio muestras claras de su incapacidad para el gobierno. 

Su reinado se identifica con un periodo de paz, a diferencia de los anteriores reinados. Delegó los asuntos de gobierno en manos de su valido, el duque de Lerma, que terminó siendo el primer corrupto absoluto de España. El poder del duque de Lerma fue inmenso, consiguió controlar el reino y tomar él solo todas las decisiones políticas entre 1599 y 1618. Las Cortes, representantes de las ciudades y está claro, de la burguesía, apenas se reunieron, (algo más en la Corona de Aragón).

La corte de Felipe III se trasladó dos veces, de Madrid a Valladolid y de vuelta a Madrid, (1600 y 1606), según los sobornos que Lerma recibió de los comerciantes locales, que pretendían dar lustre a sus respectivas ciudades. Un país lleno de nobles, hidalgos, monjas y frailes improductivos, donde al que de verdad trabajaba lo molían a impuestos, Hacienda ingresaba la ridícula cantidad de diez millones de ducados anuales; pero la mitad era para mantener el ejército, y la deuda del Estado con banqueros y proveedores extranjeros alcanzaba la cifra de setenta millones de castañas.

DUQUE DE LERMA

Para Felipe III los hechos más importantes se produjeron en 1609 con la firma de la tregua con los Países Bajos y la expulsión de los moriscos. El Duque era partidario de dejar las cosas como estaban pero la oposición, que mantenía sustanciosos negocios con comerciantes moriscos, terminó cuando el Rey prometió compensaciones económicas para los nobles que pudieran verse afectados por una eventual deportación masiva de los moriscos. Así que el pillo del duque pasó de defensor a impulsor del plan.

La diplomacia española funcionaba sobornando desde ministros extranjeros hasta el papa de Roma, donde los más rápidos para los recados no tuvieron más remedio que forrarse, el primero en mismo duque de Lerma.

Pero la cosa no quedó ahí, la corrupción era enorme y  hubo una investigación que dejó a todos con el culo al aire. Empezaron a caer culpables e implicados, entre otros el valido del duque, don Rodrigo Calderón de Aranda, que fue ejecutado en la plaza Mayor de Madrid en 1621. Se desencadena una indignación con la consiguiente presión en contra del régimen, pero, hete aquí, que el duque, consigue mediante una estratagema propia de un arlequín, salvar su vida, solicita de Roma y consigue ser cardenal en 1618, claro, para evitar que lo juzgaran y ahorcaran por sinvergüenza. Al mismo tiempo que el rey le da permiso para retirarse a sus propiedades de la ciudad de Lerma. Murió en Valladolid en 1625, retirado de la vida pública. Corrió por Madrid una copla que decía: “Para no morir ahorcado, el mayor ladrón de España se viste de colorado”.

Fue sustituido por el duque de Uceda, al que el rey limitó las funciones. Durante su reinado España incorporó algunos territorios en el norte de África y en Italia y alcanzó niveles de esplendor cultural. La “Pax Hispánica” se debió a la enorme expansión del Imperio y a los años de paz que se dieron en Europa de comienzos del siglo XVII, que permitieron que España ejerciera su hegemonía sin guerras. Y de momento, la inmensa máquina militar y diplomática española conseguía que hubiera pocas guerras y el dinero de América seguía entrando y malgastándose. Llegaba y se iba como el agua, sin cuajar en cosa tangible real ni futura.

BANQUEROS ALEMANES La monarquía, fiando en las flotas de América, se entrampaba con banqueros genoveses y alemanes que nos sacaban el tuétano. Ingleses, franceses y holandeses, enemigos como eran, nos vendían todo aquello que éramos incapaces de fabricar aquí, llevándose lo que los indios en América sacaban de las minas y nuestros galeones traían esquivando temporales y piratas ingleses.

Crear industrias, investigar, avances tecnológicos realmente como que no. La Iglesia española y la Inquisición nunca entendieron otra cosa que estos avances iban en contra de la fe cristiana, ya que ponían en cuestión dogmas establecidos. El comercio americano era monopolizado por Castilla a través de Sevilla, y el resto de España a verlas venir. Pero a cambio tampoco participaban en los gastos.

Ya en otro capítulo hemos hablado de los moriscos, que comenzaron los problemas después de la caída de Granada, los moros vencidos se habían ido a las Alpujarras, donde se les prometió respetar su religión y costumbres. Pero ya se lo pueden ustedes imaginar, poco a poco les apretaron las tuercas, y como buena parte conservaba en secreto su antigua fe mahometana, la Inquisición acabó entrando a saco. Desesperados, los moriscos se habían sublevado en 1568 con Felipe II, en una nueva y cruel guerra civil hispánica donde corrió sangre a chorros, y pese al apoyo de los turcos, e incluso de Francia los rebeldes y los que pasaban por allí, como suele ocurrir, se las llevaron todas juntas. Sin embargo, como eran magníficos agricultores, hábiles artesanos, gente laboriosa, imaginativa y frugal, crearon riqueza donde fueron. Eso, claro, los hizo envidiados y odiados por el pueblo bajo.

sábado, 23 de enero de 2021

78- SIGLO XVII (14)

La batalla de Lepanto n 1571 fue una matanza terrible, sin precedentes, pero sirvió para demostrar que el esfuerzo conjunto de las naciones cristianas podía frenar el avance del Imperio Otomano. Entre 25.000 y 30.000 otomanos murieron en la batalla. A pesar de la gran derrota, el Imperio Otomano volvería a planta batalla tan sólo tres años más tarde, cuando consiguió conquistar Túnez a los españoles. A su vez, en 1574, Venecia firmó en secreto la paz con el sultán, rompiendo la Santa Liga y traicionando a España y al Papa. De esta forma, y aunque el pacto le ofrecía ventajas comerciales, también obligaba a esta república a pagar un tributo a Estambul y renunciar a Chipre. 


La paz era humillante para Venecia, pero, al fin y al cabo, era una república de mercaderes y prefería garantizar la seguridad de sus intercambios comerciales con Oriente antes que seguir aventurándose en inciertas campañas militares. Así pues, España volvía a estar sola en su lucha contra el expansionismo otomano.  España se rearmaba con rapidez. Lo demuestra el hecho de que en solo diez años entre 1560 y 1570  multiplicó por cinco el número de sus galeras.  Los turcos también se preparaban para la guerra, era una carrera de armamentos desconocida en Europa.

La derrota para el imperio Otomano supuso el final de su expansión hacia Occidente, su freno en Europa, donde llegó hasta Viena, de donde saldrá derrotado un siglo más tarde. Cambió de teatro al Indico, donde hizo sufrir de los lindo a los portugueses, lo que contribuirá a la unión de los reinos peninsulares.

No obstante, lo que no sabían todos aquellos soldados es que no sólo habían aplastado a la gran flota otomana que amenazaba el Mediterráneo, sino que también se habían ganado, a base de cañonazo y mandoble, un hueco en los libros de historia. El propio Felipe II señaló que había arriesgado demasiado. De haber perdido, Europa no sería después lo que ha sido.

El emperador Carlos V había cedido a Felipe el ducado de Borgoña y por tanto, los diecisiete territorios de los Países Bajos. Era una zona económicamente fuerte, de modo que los impuestos nuevos, la defensa de sus privilegios y la difusión del calvinismo crearon un foco de resistencia que condujo a la rebelión general en la zona contra la política española. En 1568, comenzó la rebelión en los Países Bajos, que daría lugar a la Guerra de los Ochenta Años. Los católicos formaron la “Unión de Arras” y los protestantes constituyeron la “Unión de Utrecht” es decir, Holanda, Zelanda, Utrecht, Brabante y Flandes. Años después, en 1581 los protestantes anularon en los Estados Generales su vinculación con el Rey de España Felipe II mediante el Acta de abjuración, y eligieron soberano a Francisco de Anjou. Felipe II no renunció a esos territorios, y Alejandro Farnesio, gobernador de los Países Bajos por España inició la contraofensiva y recuperó gran parte del territorio, pero parte de ellos se volvieron a perder tras la campaña de Mauricio de Nassau.

La pérdida de Flandes se vio compensada por la unidad de la península Ibérica. En agosto de 1578 se produce la muerte en Marruecos del Rey Sebastián I de Portugal.

Por los derechos heredados de su madre, Felipe II era el más legitimado para sucederle. Pero debió plantar batalla para ello con don Antonio, nieto ilegítimo del rey Manuel el Afortunado. Mientras un cardenal de la casa Avis había sido nombrado rey, don Enrique. Éste proclamó sucesor a Felipe si bien los representantes del pueblo querían a un rey portugués. A la muerte de Enrique nuestro Felipe comenzó a usar el título de rey de Portugal desoyendo a todos que le pedían paciencia. No obstante, aquel don Antonio también se hizo proclamar rey y marchó a Lisboa, de donde tuvo que huir cuando el ejército español enviado por Felipe, al mando del duque de Alba tomó la capital. En diciembre de 1580 Felipe entró en Portugal  y en 1581 las Cortes portuguesas le reconocieron como rey. Se garantizaba la independencia del reino, y sus colonias y la continuidad de sus instituciones, el sistema judicial y monetario. Se inició así la unión peninsular que duró hasta 1640, pero que siempre fue frágil.

En las clases altas de Portugal y España había vínculos familiares abundantes y personajes de la cultura que ejercían en uno u otro país. Pero las clases populares y el bajo clero portugués mantuvieron siempre una actitud contraria a los españoles. Y Castilla y aún más el resto de España en general ignoraron a su vez a Portugal.

En los dominios europeos que había heredado fueron un dardo envenenado. Los Países Bajos, el Franco Condado (Borgoña) y Luxemburgo fueron causas de continuas guerras y culpables de buena parte de la decadencia posterior. Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que allí eran proclives a la Reforma Protestante. El interés político europeo se centraba en esa zona por su poder comercial y económico, con lo cual la oposición a Felipe estaba servida.

DUQUE DE ALBA

Ya hemos hablado en el capítulo anterior de la llegada del Duque de Alba a Flandes con resultado negativo. Represión del duque y resistencia de los flamencos. Entra en escena Guillermo de Orange.

La Guerra de los Ochenta Años, enfrentó a las Diecisiete Provincias de los Países Bajos contra Felipe II. Realmente comenzó en 1568 cuando la gobernación estaba en manos de Margarita de Parma su hija ilegítima. Se ganó la enemistad de Guillermo de Orange.  Los tercios se vieron obligados a largas jornadas de asedio. Un ejército preparado para el encuentro frente a frente, suponía un enorme gasto de hombres y dinero para la Corona Española, y que no daba los frutos deseados.

El 12 de septiembre de 1580 y en Lisboa, Felipe II es proclamado Rey de Portugal con el nombre de Felipe I. Por lo tanto toda la península ibérica era española. Se desplazará a Lisboa entre 1581 y 1583, después de lo cual nombra regente del país a su sobrino el Cardenal Archiduque Alberto de Habsburgo. Igual que ocurre con Nápoles, Felipe será rey de Portugal hasta el mismo día de su muerte.  Felipe II, tras ser coronado rey de Portugal, en plena guerra de los 80 años, tenía bajo su poder uno de los imperios más grandes de la historia

Pero por muchos kilómetros de distancia que estuvieran algunas posesiones, ninguna le dio los quebraderos de cabeza que este pequeño rincón de Europa, Flandes.  Felipe representaba el absolutismo político y la defensa a ultranza de la religión cristiano-romana, y siendo esas zonas muy prósperas, que contaban con una buena organización civil de buen nivel cultural, con las reformas iniciadas por su padre, el emperador Carlos V, veían en Felipe una amenaza ya que se había erigido en defensor de la Contrarreforma, mientras que allí eran proclives a la Reforma Protestante.

viernes, 22 de enero de 2021

81.- ESPAÑA SIGLO XVII (17)

 En la pretendida invasión a Inglaterra con la Gran Armada, el resultado del único enfrentamiento directo fue el de un solo barco español hundido. Los pequeños arañazos alcanzados por los ingleses fueron transformando los barcos en ruinas flotantes por las tempestades y la defectuosa cartografía portada por los españoles. Esto es la gran victoria por la que brindan: que los españoles tuvieran que dar media vuelta debido al temporal y a la imposibilidad de combate. Y es que más que una victoria Inglesa fue un cúmulo de desastrosos contratiempos que bien resumió Felipe II en su célebre frase: “Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pero en la pérfida Albión, no hubo festejos, sino las epidemias y la hambruna que habían poblado la costa, exhaustas por el estéril sobresfuerzo. En 1589 Inglaterra llevó a cabo una expedición militar para destruir los barcos españoles que estaban siendo reparados en La Coruña, Santander y San Sebastián, así como para iniciar una insurrección antiespañola en Lisboa. Es en esta batalla donde se distinguió la que hoy en día sigue siendo considerada heroína popular en la ciudad de La Coruña: María Mayor Fernández de la Cámara y Pita, más conocida como María Pita. La leyenda cuenta que muerto su marido en los combates, cuando un alférez inglés arengaba a sus tropas al pie de las murallas, doña María se fue sobre él con una pica y lo atravesó, arrebatándole además el estandarte, lo que provocó el derrumbe definitivo de la moral de los atacantes. Otra mujer que aparece en las crónicas de la época por su distinción en los combates fue Inés de Ben. María Pita fue nombrada por Felipe II Alférez Perpetuo, y el capitán Juan Varela fue premiado por su actuación al mando de las tropas y milicias coruñesas.

ESTATUA DE MARÍA PITA EN LA CORUÑA

Esta expedición fue conocida como Contra armada y fracasó en sus objetivos. La Contra armada inglesa, desplegó unas 160 naves de varios tipos y perdió 40 navíos entre hundimientos y capturas causando fuertes pérdidas en las arcas inglesas. A la vez permitió la reconstrucción de la flota española. Ayudados por corsarios, los ingleses continuaron con sus robos en alta mar. Pero un sistema de escolta frustró los ataques. Expediciones de piratas como Martin Frobisher y John Hawkins fueron derrotadas. El navío “Revenge” uno de los más importantes de su marina fue apresado cerca de las Azores en la Batalla de Flores (1591), cuando una flota inglesa pretendía capturar la Flota de Indias. En 1592 Pedro de Zubiaur vencía a un convoy inglés de 40 buques incendiando la nave capitana y capturando otros tres barcos. En 1593 en la batalla de Blaye derrotaba a una pequeña flota de seis buques ingleses hundiendo sus dos unidades principales. Entre 1595 y 1596, Drake y Hawkins murieron en las derrotas sufridas por los enfrentamientos de una expedición inglesa contra los asentamientos españoles en el Caribe, primero en Las Palmas de Gran Canaria y luego en diferentes localizaciones caribeñas. Entre 1595 y 1596, realizaron Drake y Hawkins, una expedición en el caribe contra las posesiones españolas. Fueron detenidos y vencidos en Las Palmas de Gran Canaria y luego en otros enfrentamientos frente a fuerzas españolas muy inferiores en número, sufriendo los ingleses grandes pérdidas, incluyendo la muerte de ambos marinos.  En 1595, cuatro barcos españoles comandados por Carlos de Amésquita desembarcaron en Cornualles, al oeste de Inglaterra. También huyeron sin problemas de una flota enviada para destruirlos. En julio de 1596, una expedición anglo-holandesa dirigida por el Robert Devereux, II conde de Essex saqueó Cádiz, destruyendo la flota española fondeada en la bahía. Esta armada fue reorganizada y los ingleses no pudieron atacarla por otra tormenta en las costas gallegas.

ROBERT DEVEREUX CONDE DE ESSEX

Entre junio y agosto de 1597, la flota inglesa organizó la expedición Essex-Raleigh a Ferrol y las Azores, donde no consiguió imponerse a la flota española de regreso de las Indias.  Una nueva expedición española contra Inglaterra en octubre del mismo año fue desbaratada por un temporal en el canal de la Mancha.

Muere Felipe II en 1598 y su hijo Felipe III de España proseguiría la guerra contra Inglaterra. En mayo de 1600 se iniciaron conversaciones de paz en Boulogne-sur-Mer, que no dieron resultado  Aprendida  la lección de la forma de combatir de los ingleses, la mejora en la escolta de las flotas procedentes de América y la rápida recuperación ente las pérdidas militares, muertos la reina inglesa y los corsarios Drake y Hawkins, se debilitó la decisión inglesa y el sucesor Jacobo I firmó un tratado de paz en Londres, posiblemente favorable a Felipe III, en 1604.

El llamado desastre de la Gran Armada ni fue tan grave, ni fue mayor que el que sufrió la Armada Inglesa en aguas peninsulares. Es más, el desastre padecido por ellos fue muy superior al nuestro.

Ocurre que los acontecimientos en torno a la “Gran y Felicísima Armada”, que ese es su verdadero nombre, sólo se entienden en el marco de la Guerra Anglo -Española. Al sacarlos de contexto se deforma mucho la realidad. Además, fue una guerra con un desenlace y tratado favorable a España.

jueves, 21 de enero de 2021

80.- ESPAÑA SIGLO XVII (16)

Desde junio de 1579 Francis Drake dio problemas serios a España. Desembarcó en California. Fundó un puerto, reclamó el territorio en nombre de la corona inglesa y le dio el nombre de Nueva Albión.  De regreso a Inglaterra fue recibido con honores, aclamado como el primer inglés en cruzar el estrecho de Magallanes y en dar la vuelta al mundo, tras los españoles Juan Sebastián Elcano, que casi sesenta años antes había logrado la hazaña iniciada junto a Magallanes, y Andrés de Urdaneta.  Fue armado caballero por Isabel I de Inglaterra en recompensa por sus servicios a la Corona inglesa. Recibió el título de sir.

ESTATUA DE FRANCIS DRAKE EN INGLATERRA

En 1585, como consecuencia de los constantes ataques de los corsarios ingleses a la flota española y del apoyo inglés a las Provincias Unidas de los Países Bajos, que en aquella época estaba enfrentada a España en la guerra de los Ochenta Años, se desataron las hostilidades entre Inglaterra y España, lo que dio comienzo la guerra anglo-española.

En 1585 es cuando comienza la guerra. Drake zarpó de Plymouth al mando de una flota. Al alcanzar la costa oeste de Galicia, saquea las islas de Bayona y bloquea la villa de Vigo. Los vigueses acudieron a la defensa y obligaron a que huyeran abandonando su botín.  Rumbo de las Indias, desvalijó varias carabelas en La Palma y El Hierro de las Canarias y las islas de Cabo Verde. Atacaron la isla La Española y luego Cartagena de Indias. La flota de Drake llegó a Portsmouth. En 1587 dirigió una campaña contra la flota que Felipe II estaba preparando para invadir Inglaterra. En una expedición sin precedentes, la flota de Drake atacó y saqueó Cádiz, destruyendo más de 30 barcos destinados a la Armada Invencible. El éxito rotundo de la expedición de Drake retrasó un año más los planes españoles. El famoso corsario, comerciante de esclavos, luego político y almirante Inglés al servicio de Isabel I de Inglaterra, hizo que a Felipe II se le hincharon las narices, supo de la ejecución de María Estuardo, una reina católica, ordenada por Isabel de Inglaterra, este hecho decidió al monarca español  a intervenir en Inglaterra. Además Felipe quería acabar con la piratería inglesa y sus constantes incursiones en las posesiones hispánicas. Por lo tanto, y al tratarse de una isla de poco menos de 3.000.000 de habitantes, de los cuales menos de un cuarto se encargaban de su protección, una fuerza militar anticuada y falta de experiencia, Felipe II estimó que un pequeño contingente sería suficiente para someter en pocas semanas todo el país.  Lo que en un primer momento hubo fue  terror ante la reacción del monarca más poderoso de su era, Felipe II y pánico después ante la cercanía de la mayor flota, en esfuerzos, que ninguna nación ha conseguido nunca reunir, y, finalmente, estupor ante la posibilidad de un contraataque.  Felipe II ya desde inicios de 1586, Felipe II ha encargado a su Almirante D. Álvaro de Bazán, la elaboración de un plan para la “empresa de Inglaterra” que rondaba por su cabeza pero que se atrasaba por diversos motivos.  El plan realizado por D. Álvaro era desmesurado. Más de 700 naves de todos los tamaños y unos 100.000 hombres, la mitad de infantería.

GALEÓN DE MEDINA-SIDONIA

Felipe II optó, sin embargo, por un nuevo plan en cuya realización intervinieron, además de Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Zúñiga, Juan del Águila, pero las discusiones ocasionaron demora y mermaron cualquier ataque por sorpresa a Inglaterra. Por fin, según el plan definitivo, el asalto a Inglaterra sería llevado a cabo por los tercios viejos afincados en Flandes de Alejandro Farnesio, con el Duque de Parma, sobrino suyo y que contaba sus campañas militares por victorias.

Así pues, D. Álvaro de Bazán únicamente se dirigiría con una flota desde Lisboa (Portugal era de soberanía española desde 1580) hasta los Países Bajos, siendo esta flota un instrumento de apoyo, transporte y capacidad defensiva capaz de ayudar a trasladar a los tercios de manera segura en el trecho de los escasos kilómetros que separan las costas de Flandes de Inglaterra. Pero Álvaro de Bazán murió poco después en Lisboa en febrero de 1588, en plenos preparativos de la empresa de Inglaterra. La Armada Invencible necesitaba un nuevo almirante y el elegido por Felipe II fue Alonso Pérez de Guzmán, duque de Medina Sidonia y noble del más alto rango, que sin embargo, no tenía conocimientos en la navegación e incluso se mareaba al hacerlo.

Se ha culpado al Duque de Medina Sidonia del fracaso, se le ha tratado poco menos como a un inepto. Drake siguió a lo suyo, en 1587 atacó la flota amarrada en Cádiz, que resistió y fracasó el corsario gracias a Medina Sidonia. No obstante luego atacó la flota de Álvaro de Bazán en Lisboa. En fin, que entre unos y otros ataques consiguió destruir más de 100 barcos españoles. Esto retrasaba los planes de Felipe. Pero por fin el 22 de julio de 1588, viernes, zarpa de La Coruña, con buen tiempo, la Gran Armada con sus 127 naves agrupadas en 10 escuadras y una flotilla de avituallamiento de 10 carabelas y 7 falúas.

GALEONES ESPAÑOLES EN LA TEMPESTAD

Al llegar al Golfo de Vizcaya las fuertes tormentas y el estado de la mar provocaron la pérdida en solo 6 días de 40 barcos, y se separaron de su alineación. Ya habían sido avistados por los ingleses que dieron la voz de alarma. La flota inglesa estaba atracada en puerto ya que no podía hacerse a la mar. Los españoles repararon en esto y se avisó a Medina Sidonia para realizar el ataque en el puerto de Plymounth. Pero el comandante había recibido órdenes de no atacar  a los ingleses y juntarse con las tropas de Flandes.  Aunque envió varios mensajes el duque de Parma, al frente del ejército de Flandes, escribió por fin diciendo que aún no había embarcado. La Gran Armada se refugió a la espera y fue atacada por la noche y dispersado algunos barcos.   Hasta la altura del Canal de la Mancha no se efectuó el único gran combate de toda la campaña, por llamarlo de algún modo, pues Francis Drake no tuvo más ocurrencia que prender fuego a sus barcos y estamparlos contra la armada (los llamados brulotes) causando ciertos estragos. Bien, el resultado del único enfrentamiento directo fue el de un solo barco español hundido.

Temerosos de iniciar un prolongado enfrentamiento, la armada inglesa se batió en retirada hacia su isla para preparar el reabastecimiento y esperar el milagro; sin embargo la flota española, exhausta, con sus objetivos demasiado desdibujados, incapaces de llegar a ningún puerto aliado y con numerosas pequeñas averías se vería obligada a rodear la isla británica. Las condiciones fueron horribles. Los pequeños arañazos alcanzados por los ingleses fueron transformando los barcos en ruinas flotantes por las tempestades y la defectuosa cartografía portada por los españoles.

Esto es la gran victoria por la que brindan: que los españoles tuvieran que dar media vuelta debido al temporal y a la imposibilidad de combate. Y es que más que una victoria Inglesa fue un cúmulo de desastrosos contratiempos que bien resumió Felipe II en su célebre frase: “Yo envié a mis naves a pelear contra los hombres, no contra los elementos”. Pero en la pérfida Albión, no hubo festejos, sino las epidemias y la hambruna que habían poblado la costa, exhaustas por el estéril sobresfuerzo

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